Esta entrada va dedicada a mis dos soles, mis hijos, Finnlay y Hércules, así como a todos los vecinos de la Sierra de las Nieves, pasados y presentes, que han contribuido, como aliados naturales del relieve, la geología y el clima, a modelar la Reserva de la Biosfera de la Sierra de las Nieves dando lugar a una larga historia y a una rica y espectacular diversidad paisajística que hoy día todos podemos disfrutar.
Diego Javier Sánchez Guerra
El concepto
de patrimonio cultural es completamente subjetivo y está
permanentemente sujeto a cambios. No depende de los objetos o bienes
considerados culturales sino de los valores que la sociedad les atribuye en
cada momento histórico y que determina cuales son los bienes que hay que
identificar, proteger y conservar para legar a las generaciones venideras.
Más allá de los
pinsapos, la cabra montés y las polémicas peridotitas, más allá de los sobresalientes valores
ecológicos y naturales de la Sierra de las Nieves, están sus no menos importantes
valores históricos, culturales y patrimoniales, aunque no sean tan conocidos y
apreciados como los primeros.
El futuro
Parque Nacional de la Sierra de las Nieves y su Reserva de la Biosfera atesoran
miles de años de historia, miles de años de relación entre el Ser Humano y el
Medio Natural de la que ha resultado una diversidad paisajística fuera de lo
común donde se combinan paisajes agrícolas de secano y regadío, paisajes fluviales,
paisajes de media y alta montaña... y a una gran diversidad y multitud de
monumentos y patrimonios que representan las huellas, la herencia legítima de
las gentes de estas tierras, como sus castillos, sus molinos harineros y de aceite,
sus cascos urbanos, sus fuentes, sus restos prehistóricos, romanos,
islámicos...
Esta entrada tiene
como objeto dar a conocer esos valores históricos, culturales y patrimoniales, de
dar a conocer otra singular faceta de esa Sierra de las Nieves desconocida...
* *
* * * *
La visión
erudita, clasista, anticuaria, monumental y artística que del patrimonio
cultural se tenía en el siglo XIX fue superada a lo largo del siglo XX con la
incorporación del concepto de valor cultural.
Actualmente
y a nivel internacional son varios los documentos que manifiestan una visión
amplia y plural de lo que se considera patrimonio cultural (Convención para la
Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, (UNESCO, 2003); la Carta de
Cracovia (2000); la Carta de Venecia (1964); el Convenio Europeo del
Paisaje (2000)…), que valoran todas aquellas entidades materiales e
inmateriales singulares y testimoniales de las diferentes culturas, sin
interponer limitaciones temporales ni artísticas, considerando de esta manera
las entidades de carácter tradicional, industrial, inmaterial, contemporáneo,
subacuático o los paisajes culturales como elementos donde reside un importante
valor patrimonial.
El
patrimonio cultural, tanto material como inmaterial, es el fundamento de la
identidad de las diferentes comunidades, grupos humanos y culturas del planeta.
En nuestra comarca es de una diversidad y de una importancia singulares. Es un
valor capital para su desarrollo sociocultural y económico, tanto para fomentar
o recuperar la identidad como para incentivar el turismo cultural, la
investigación científica, la educación, la formación…
No hay ni un solo período histórico en la Sierra de
las Nieves que no esté debidamente representado por su patrimonio desde la
Prehistoria hasta la actualidad, sin solución de continuidad, sin
interrupciones o quebrantos. Estas tierras y sus recursos han sido aprovechados
por los seres humanos desde hace miles de años ininterrumpidamente. Eso sí, en
la Sierra de las Nieves no hay dólmenes como el de Menga, pero es que como el
de Menga no lo hay en todo el Mundo; tampoco hay fortalezas como la alcazaba de
Málaga, pero es que ninguno de nuestros pueblos tuvo el rango de medina si
exceptuamos el caso de Ronda; tampoco vamos a encontrarnos con la catedral de
la Encarnación o la iglesia de Santiago de Málaga… pero es que los patrimonios
de la Sierra de las Nieves han surgido a la medida de sus habitantes, al igual
que el patrimonio malagueño, sevillano, granadino… ha nacido a la medida de sus
pobladores.
INTRODUCCIÓN
La comarca de la Sierra de las Nieves
se incardina en una extensa región montañosa localizada en la zona occidental
de la provincia de Málaga que pertenece al sistema Bético y que en no pocas
ocasiones se asocia a la Serranía de Ronda. Su interesante diversidad geológica
sumada a un accidentado relieve de carácter eminentemente montañoso donde
encontramos algunos pequeños valles (junto a otros de mayor envergadura en sus
estribaciones) y algunos cauces importantes junto con otros menos relevantes,
unido a las diversas actividades económicas y aprovechamientos humanos que se
han desarrollado a lo largo de miles de años sobre la epidermis serrana junto
con su extraordinaria biodiversidad, ha dado lugar una serie de paisajes de
gran belleza y hermosura donde podemos disfrutar de bosques de pinsapos, de alcornocales,
de paisajes agrícolas y ganaderos, de paisajes fluviales… algunos con una
fuerte impronta humana y producidos directamente por la mano del ser humano,
como los agro-sistemas irrigados, las seculares huertas.
El territorio que ocupa esta espectacular
comarca se ha visto influenciada desde la Antigüedad por tres áreas de gran
dinamismo económico, político y cultural: el Valle del Guadalhorce, con sus
conexiones con diferentes civilizaciones y culturas a través de poblaciones
como Málaga y su puerto; la zona litoral mediterránea, que ha venido recibiendo
la influencia de distintas culturas a través del mar; y el área rondeña, cabeza
de puente hacia la depresión Bética y el mundo del Guadalquivir.
La abundancia de recursos agrícolas,
hidrológicos, ganaderos, mineros… de esta zona y su posición estratégica como
encrucijada explican la notable e ininterrumpida presencia humana desde el
amanecer de los tiempos hasta la actualidad. Por tanto la relación
hombre-paisaje a lo largo de miles de años en el secular proceso del buscarse la vida, de ganarse el
sustento, ha generado un notable
patrimonio histórico y cultural que reside en la enormidad del legado cultural
material, ejemplificado por grandes legados arqueológicos y monumentales, por
la enorme diversidad del denominado como patrimonio etnográfico, además de por
las fuentes documentales y escritas; pero, más si cabe, en legados inmateriales
como las tradiciones orales, las festividades populares, las artesanías y
saberes locales, el folkolore, la gastronomía… A todo ello hay que sumarle
de forma obligada la existencia unos paisajes culturales de gran diversidad y
riqueza que suelen pasarse por alto porque, por norma general, acabamos
fijándonos en el detalle y no en el conjunto. De tal modo los olivares y
almendrales que escalonan las laderas de las montañas -con sus elementos
complementarios- o los agro-sistemas irrigados, las huertas, forman per se unos
patrimonios culturales que atesoran unos valores materiales e inmateriales de
una trascendental importancia.
Todo ese acervo cultural e histórico
constituye una parte fundamental de la identidad de las comunidades que se
avecinan en esta singular comarca y que por diversos motivos (desconocimiento,
desinterés, falta de iniciativas…) no ha ocupado el lugar que debe en el
devenir de este territorio y en los proyectos y actuaciones que en él se
implementan salvo algunas excepciones.
PATRIMONIO
CULTURAL
Una buena
definición de patrimonio cultural la ofrece la investigadora Georgina de Carli
en 2006; para ella el patrimonio cultural es El conjunto
de bienes culturales y naturales, tangibles e intangibles, generados
localmente, y que una generación hereda y transmite a la siguiente con el
propósito de preservar, continuar y acrecentar dicha herencia.
Ahora bien,
la UNESCO subdivide el patrimonio cultural en material o tangible e inmaterial
o intangible. El primero comprende los bienes culturales muebles (escultura,
pintura, objetos domésticos y de trabajo, libros…) y el segundo los bienes
culturales inmuebles (yacimientos arqueológicos, monumentos, conjuntos
arquitectónicos, sitios históricos…).
Un tercer
patrimonio sería el de carácter cultural-natural, donde se incluirían
vestigios fósiles paleontológicos, paisajes culturales…
Si nos
remitimos a un ámbito más cercano como es nuestra comunidad autónoma, en
la Ley 14/2007 de Patrimonio Histórico de Andalucía se señala que:
el
Patrimonio Histórico Andaluz se compone de todos los bienes de la cultura,
materiales e inmateriales, en cuanto se encuentren en Andalucía y revelen un
interés artístico, histórico, arqueológico, etnológico, documental,
bibliográfico, científico o industrial para la Comunidad Autónoma, incluidas
las particularidades lingüísticas.
PATRIMONIO
CULTURAL MATERIAL
En resumidas cuentas el patrimonio cultural
material es aquel legado histórico o artístico que podemos coger, que podemos tocar
con nuestras propias manos, que podemos percibir físicamente y éste es de
carácter tanto mueble como inmueble.
En la Sierra de las Nieves y sus
entornos, como consecuencia de una vecindad humana muy antigua, el legado
cultural material es ingente y hasta el momento presente no demasiado conocido
más allá de algunos círculos científicos o eruditos.
La historia del lugar que ocupa la
Sierra de las Nieves es muy dilata y los vestigios y legados culturales,
nombrados. En las próximas páginas trataremos de pasar a vuelapluma por la
historia de este territorio y los hitos histórico-culturales más importantes
según las épocas históricas. Veamos.
La prehistoria en la Sierra de las
Nieves es una época vaporosa y someramente conocida, si exceptuamos la zona
rondeña, donde se han acometido numerosas excavaciones arqueológicas y donde se
ha abordado múltiples estudios sobre este tema. El gran número de cuevas y
abrigos que existen en esta zona no ha sido sistemáticamente estudiado y, no
obstante, son numerosos los ejemplos de arte parietal, como pinturas y grabados
esquemáticos de difícil adscripción cronológica (hay quien apunta a la época
neolítica) así como algunas pinturas más figurativas (posiblemente de la época
de las colonizaciones), que podemos encontrar en distintos abrigos y cuevas. Estos
espacios, además de haber sido empleados como lugar de hábitat en determinadas
épocas, pues así lo aseveran algunos estudios, fueron usados como
enterramientos en otros momentos. El paso del tiempo y el expolio de estos
yacimientos a lo largo del tiempo y no sólo en épocas recientes (la búsqueda de
guano en el pasado perjudicó muchos de estos yacimientos arqueológicos; en el siglo
XVIII está bien documentada la entrada a la cueva de la Tinaja, en Tolox, para
recoger este potente fertilizante que producen los murciélagos), los ha
afectado seriamente. Por otra parte la falta de estudios profundos e integrales
sobre esta materia y en esta época hace que todavía siga siendo un patrimonio
muy desconocido. Es por ello que quizás se piense que son pocas las muestras
que se conservan y que los patrimonios de esta época son poco más que
testimoniales.
Sin embargo existen multitud yacimientos
y patrimonios como los dólmenes de la Giganta en Ronda, el de la Cruz Blanca en
el Burgo o los del Tesorillo de la Llaná y la Cuesta de los Almendrillos, en
Alozaina; los de la cueva del Algarrobo o la Murcielaguina y de las Vacas, en
Alozaina, con enterramientos y arte parietal; los grabados y pinturas de la
cueva de la Raja de Retuntún, en Casarabonela, que dan muestra de una temprana
sensibilidad artística de las gentes de la época; los restos de enterramientos
en la cueva de la Tinaja, Tolox, o en el nacimiento de río Grande, son bastante
conocidos; los talleres líticos de Ardite (Alozaina-Guaro) y del Chorro (El
Burgo) son también conocidos en la comunidad científica. Significativos son los
restos arqueológicos de la época prehistórica reciente que se han hallado en el
asentamiento de Acinipo, Ronda, donde aparecen cabañas circulares con porches
empedrados que nos trasladan a épocas remotas. La cueva del Puerto del Viento,
entre El Burgo y Ronda, alberga una escena
pictórica que los especialistas adscriben a la época de las
colonizaciones y que según señalan, representa una escena naval en la que se
observa claramente una de las embarcaciones.
Con el paso de los siglos y de las
influencias de otras civilizaciones del mediterráneo a esta zona llegan avances
en la agricultura y nuevos cultivos, el desarrollo del trabajo de los metales y
la tecnología del hierro, el desarrollo de la alfarería, la rueda… son tiempos
en que las poblaciones indígenas realizan intercambios con comerciantes
extranjeros que llegan a las costa mediterráneas próximas (fenicios, griegos,
cartagineses), a través de ciertos canales de distribución que con su uso, se
intensifican a lo largo del tiempo. A la llegada de productos se le suma las
influencias culturales, políticas, sociales, religiosas… que generan un cambio
en las sociedades locales, que eran básicamente agrícolas y ganaderas con una
sociedad más o menos igualitaria, que les empujan a conformar comunidades más
estructuradas y estratificadas en las que un cabecilla se hace con los resortes
del poder y con el control de los recursos próximos a la comunidad, mientras se
diversifican los procesos productivos y van surgiendo artesanos especializados
(alfareros, herreros…), comenzando un proceso de desigualdad que se prolongará
y acentuará a lo largo de la historia hasta nuestros días.
Estas comunidades entran en conflicto
con otras vecinas por los recursos o por los mercados donde colocar los
productos, lo cual provoca ciertos enfrentamientos entre grupos sociales cada
vez más belicosos y donde la carrera de guerreo estaba socialmente bien
reconocida y tenía un buen futuro. Los intercambios comerciales, cuyos
productos eran traficados las más de las veces por arrieros (sobre los que
tendremos que volver obligatoriamente cuando nos toque hablar sobre el
patrimonio etnográfico e inmaterial) promueven cambios sociales, económicos y
políticos que afectaron profundamente a estas sociedades y a su forma de
explotar y habitar el territorio.
La región que ahora ocupa la Sierra de
las Nieves se inscribía en la Turdetania, donde vivían los turdetanos, un
pueblo prerromano que surgió tras el colapso de la civilización tartésica hacia
la mitad del primer milenio antes de nuestra era. Fueron muchos los pueblos
ibéricos que surgieron durante esta época. Estrabón escribió sobre los
turdetanos: son considerados los más
cultos de los iberos, ya que conocen la escritura y, según sus tradiciones
ancestrales, incluso tienen crónicas históricas, poemas y leyes en verso que
ellos dicen de seis mil años de antigüedad (Estrabón, III, 16).
Para defenderse y refugiarse en una
época de inestabilidad política y social, de gran belicosidad y rivalidad,
suben a ciertos cerros estratégicos desde donde controlan el territorio
circundante y otros asentamientos menores, y los fortifican conformando una red
de oppida (plural de oppidum) o fortalezas desde las que
defender sus intereses. Se trata de asentamientos fortificados en altura
normalmente poco o casi nada estudiados, salvo algunas excepciones, de los que
pocos restos han quedado o han sido destruidos mientras que otros ni siquiera
se conocen. Uno de los más interesantes se encuentra junto a río Grande, pero
en T.M. de Coín: el cerro del Aljibe, del que presumiblemente dependieran otros
que se hallaban en sus inmediaciones como los de Cerro Chapí, en Guaro, y Peñón
de Alozaina, en el pueblo homónimo. A
ello habría que sumar el importante asentamiento de Acinipo en su fase
prerromana o el interesante oppidum
de Cerro Salinas, próximo a Ronda. Cabe reseñar que en el casco histórico de
Ronda varias intervenciones arqueológicas realizadas en los últimos años han
sacado a la luz restos de ocupación y hábitat correspondientes a época
prerromana.
Las tumbas de los guerreros ibéricos,
de los que se han hallado algunas con su panoplia, con su ajuar militar, son
impresionantes. En el entorno del cerro del Aljibe apareció uno de estos
sepulcros en el que las cenizas del finado fueron acompañadas por un rico ajuar
funerario de carácter guerrero: espada, puñal, punta de lanza… entre otros
objetos.
Tras el paso de los comerciantes de la
Antigüedad y el desarrollo de la cultura ibérica con los pueblos prerromanos,
llegan los romanos. Con la conquista y sometimiento de los pueblos y
comunidades que vivían en la Península Ibérica nuestro territorio (junto con el
resto del territorio conquistado), pasa a depender de los intereses de la nueva
potencia del Mediterráneo: Roma. Los romanos, con su característico
pragmatismo, ordenan y organizan un territorio lleno de pueblos y culturas
-importante recordar que repleto, también, de riquezas y recursos- bajo varias
provincias; llenan el territorio de calzadas que unen poblaciones, áreas
productivas y mercados y que propician el desarrollo económico y comercial;
construyen pantanos y acueductos para abastecer a las ciudades que van
creciendo y apareciendo al calor de la cultura y los intereses romanos; de
puentes que salvan ríos y unen intereses; de templos, nuevos dioses, religiones
(el cristianismo entre ellos, que se acabará imponiendo) y nuevas formas de
entender el mundo; insertan la Península Ibérica en una realidad territorial
colosal para la época incentivando los intercambios comerciales de largo
recorrido donde la moneda, si bien se conocía anteriormente, va a tener un
desarrollo extraordinario. En definitiva los romanos romanizan las sociedades
que encuentran, las rebozan en su cultura, y organizan la explotación de los
abundantes recursos naturales peninsulares, suerte de un El Dorado ibérico que les proveía de productos agrícolas, de
metales (hierro, cobre, oro, plata…), madera, esparto (básico para la
navegación), esclavos… Además de cruentas guerras y una sangrienta conquista,
traen muchísimos adelantos tecnológicos y sociales que hacen florecer la
cultura romana.
Red de calzadas romanas en la Península Ibérica
En nuestra Sierra de las Nieves y su
entorno, sobre todo junto a los valles, ríos y tierras más ricas, prosperan las
villas romanas. Éstas eran explotaciones rurales que extraían principalmente
tres productos de la tierra: vino, cereal y aceite, que eran llevados a Roma y
otros puntos del Imperio como las islas Británicas y Germania a través del
puerto de la populosa ciudad de Málaga. Estos productos llegaban a través del
río Guadalhorce, navegable en aquella época en gran parte, y por una red de caminos
y calzadas a veces provistas de puentes que en multitud de ocasiones han sido
amortizados por carreteras modernas. En la zona de rondeña se ha localizado
decenas de estas explotaciones agrarias.
A esta época se les atribuye los
restos de la denominada calzada romana de
Monda y la calzada romana de
Casarabonela, al igual que el puente de El Burgo. Sin embargo hemos de
posicionarnos en las tierras de Alozania y Casarabonela que se deslizan hacia
el valle del Guadalhorce, para encontrar una significativa cantidad de estas
villas rurales, de estos pequeños cortijos cuyos restos arqueológicos todavía
perviven entre olivares y campos de cereal, aflorando cada vez que el arado
rasga la epidermis térrea. Quizás la villa romana más conocida al sur de la Sierra de las Nieves sea la del cerro
del Polvillar, a la salida del municipio de Guaro. Ninguna está excavada,
muchas de ellas sólo aparecen en los catálogos de los PGOU´s porque han aparecido
en algunas prospecciones arqueológicas. Excepción debemos hacer con la espectacular villa de Morosanto, en Ronda, excavada por José Manuel Castaño Aguilar.
Mientras que la zona más llana, las
vegas, eran ocupadas, los espacios montañosos eran destinados a la caza, la
obtención de madera, de frutos, de distintos productos silvícolas, la
producción de cal… habiendo una enorme sequía de vestigios y asentamientos de
esta época en los espacios más montañosos. Ello no significa que en época
romana no hubiera intereses depositados en estos lugares ni presencia romana, sino que su huella sea menos perceptible, más complidada de detectar.
Es en esta época en el que el
asentamiento de origen prerromano de Acinipo
iba a vivir su época de esplendor. Su origen arranca hace casi cuatro mil años
sin embargo sería en época romana y con motivo de su estratégica ubicación para
el comercio y la explotación agrícola, cuando viviera su mayor apogeo: este
asentamiento es organizado ortogonalmente y dotado de edificios públicos
monumentales, como templos, termas, su singular teatro… e incluso llega a
acuñar moneda propia. Sin embargo a partir del siglo III después de Cristo Acinipo entró en una total decadencia,
siendo sustituida en su papel administrativo por la cercana Arunda, la ciudad de Ronda.
El legado romano en la Sierra de las
Nieves, más allá de la fascinante Acinipo,
es mucho más importante de lo que suele pensarse.
Tras la crisis del Imperio Romano, de
su decadencia y disgregación, se abre un período turbulento en el que una serie
de pueblos de origen germánico (visigodos, suevos, vándalos y alanos) se hacen
con el poder y el control de la Península Ibérica, disputándoselo hasta que uno
de ellos se impone, el pueblo visigodo. Estamos ante una época un tanto oscura
y poco conocida para el territorio que
tratamos en la que los romanos orientales, los bizantinos, se enfrentaron a los
visigodos por el control de la franja litoral andaluza manteniendo el dominio
de esta zona algo menos de un siglo. Son pocos y no muy conocidos los vestigios
de esta época.
Hay que esperar a la llegada de los
musulmanes y el desarrollo de al-Andalus para contar con más información. En el
año 711 y procedente del norte de África, llega un primer contingente al mando
de Tarik Ibn Ziyad (que dio el nombre a Gibraltar, Jabal Tarik o montaña de
Tarik) al que siguió otro más numeroso. En pocos años los musulmanes se
hicieron con casi toda la Península Ibérica mediante una política de pactos o a
través de las armas ya que el estado visigodo se encontraba muy debilitado y
dividido por las luchas intestinas.
Ante la llegada de los temibles
guerreros musulmanes las puertas de Arunda
son abiertas a los invasores, a los nuevos amos, y troca su nombre por el de Inz Rand Onda mientras que en la
accidentada zona montañosa de lo que es ahora la Sierra de las Nieves se
encuentra habitada por pequeñas comunidades rurales en altura que escaparán al
control de los musulmanes todavía durante mucho tiempo. Antes de la llegada de
los musulmanes la población bajo control visigodo había sufrido un proceso de
creciente presión fiscal y la única solución que muchos encontraron fue la de
escapar al monte, a la sierra, a un lugar donde la autoridad visigoda no
pudiera llegar ni ejercer su poder en un momento políticamente delicado. Estas
gentes, que con el tiempo recibirán el nombre de mozárabes pues mantuvieron su
condición de cristianos, acabaron formando pequeñas comunidades aldeanas que
vivían de una agricultura y una ganadería de subsistencia en asentamientos en
altura, con algunos elementos naturales o artificiales muy básicos que les
ofrecía una eventual protección.
La Sierra de las Nieves, por su
condición áspera y montuosa, por su fuerte carácter montañoso, posee decenas de
estos pequeños asentamientos que con el tiempo evolucionan a formas más
complejas donde incluso se construyen eremitorios y pequeñas iglesias, como el Hoyo
de los Peñones, en Alozaina, complejo eremítico junto a una antigua población
mozárabe de la que nos ha llegado las tumbas excavadas en la roca y una iglesia
semi-rupestre. Será en las poblaciones de estos asentamientos, junto con otras
de las sierras béticas, donde se apoye en el siglo IX el caudillo muladí Omar
Ibn Hafsún para mantener su independencia del poder musulmán de Córdoba.
Estamos ante un personaje legendario y polémico donde los haya, pues la
investigación no se pone de acuerdo con su figura; mientras que unos postulan
su vinculación al mundo tardo-visigodo y lo retratan como el último elemento de
una sociedad de tendencias feudalizantes que se resiste a desaparecer frente a
la imposición de las nuevas estructuras socio-culturales de los musulmanes, otros,
más recientemente, lo consideran como un personaje que pretendía crear un
estado propio, una dinastía propia desde las sierras malagueñas planteando,
incluso, un posible origen beréber. No nos vamos a detener en su historia y
aventuras, tan sólo señalar que su política secesionista con base en las
sierras malagueñas, le llevó a enfrentarse con el Estado musulmán, que todavía
no se habían asentado de forma definitiva y al que se le escapaba el dominio de
ciertas zonas, como las de estas sierras malagueñas. Hafsún habitaba y controlaba
un territorio montuoso alrededor de su centro, Bobastro (en Ardales), y lo
organiza militarmente construyendo una serie de fortalezas o aprovechando otras
anteriores, mediante las cuales se asegura el tributo exigido a las gentes bajo
su “protección”, los mozárabes principalmente; controla los accesos y vías de
comunicación (terrestres o litorales) a sus dominios y se defiende de los
ataques de los musulmanes leales al emir, que han fijado su capital en la vieja
ciudad de Córdoba que, cada vez más fuertes y organizados, buscan extirpar la
disidencia hafsuní.
De esta época se conservan una serie
de asentamientos fortificados en altura de estructura compleja, con torres,
murallas y otros elementos poliorcéticos, junto a los asentamientos rurales
mencionados anteriormente, que forman toda una constelación de hábitats cuyos
residentes aprovechaban hasta el más mínimo de los recursos. La ubicación en
zonas de alturas alrededor de los mil metros sobre el nivel del mar les
profiere unas vistas estratégicas y paisajísticas excepcionales. Es en estas
fechas, éntre los siglos IX-X, en los que nos encontramos fortalezas como la de
la Teja, en Tolox, sobre el pico Castillejos; los Castillejos de Alpujata, en
Monda; el Castillo de Chilla, en T.M. de Coín pero próximo al anterior; cerro
Torrón, en T.M. de Marbella pero muy próximo a Ojén y controlando el acceso
litoral al interior por el río Real; el castillo de la Sierra, en Ojén, éste
último inédito y fuera de inventarios; o las fases más tempranas del castillo
de Montemayor, en Benahavís. Interesante es, sin duda, el asentamiento de
Porticate, en Yunquera, donde aparece un hábitat de grandes dimensiones
relacionado con la extracción y reducción de metales férricos: la alquería de
Porticate.
La derrota de la disidencia hafsuní y
la victoria musulmana tiene varios efectos; el primero es el reforzamiento del Estado
musulmán, ya indiscutible hasta que finalice con la invasión castellana en las
postrimetrías del siglo XV. El abandono de los asentamientos en altura y la
destrucción de parte de las fortalezas rebeldes (aquellas que ya no servían a
los intereses de los musulmanes) fue otro de los efectos. La población, con el
tiempo, fue asimilada culturalmente, islamizada (como en su momento hicieran
los romanos) y reubicada en otros lugares, asentada en alquerías, aldeas, donde
trabajaban y producían para el Estado andalusí, donde florecían las huertas y se encontraban al
amparo de fortalezas que fiscalizaban la extracción de las rentas campesinas y
que ofrecían control y protección ante eventuales peligros. Este es el origen
de algunas de las fortalezas y castillos de los
pueblos de la Sierra de las nieves, aunque otros son algo más antiguos
en el tiempo, pero de época islámica. Estas fortalezas, con el tiempo, fueron
creciendo y recibiendo nuevos elementos poliorcéticos, torres, murallas,
puertas… hasta su configuración última en el período nazarí, estructuralmente
más complejos debido a la cercanía de los invasores castellanos.
Tras la total pacificación de
al-Andalus se viviría una etapa de esplendor a la que seguiría una crisis a
principios del siglo XI que dividiría el estado andalusí en multitud de
pequeñas taifas, de pequeños estados que serían reunificados por almorávides y
almohades durante algo más de un siglo. Tras la derrota de los últimos en la
batalla de las Navas de Tolosa en 1212 a manos de un nutrido ejército cristiano,
gran parte de al-Andalus caería en manos de los cristianos representados por
los castellanos mientras que al oriente de las sierras Béticas y amparadas por
ellas, se formaría el Reino Nazarí de Granda, que durante más de dos siglos y
medio iba a marcar el devenir histórico del último estado islámico de la
Península Ibérica.
Como se ha señalado durante época
andalusí aparecen las fortalezas que caracterizan a nuestros pueblos. Con el
tiempo y el aumento de la inestabilidad política, sobre todo en la transición
del período almohade al nazarí (siglo XIII) muchas familias andalusíes de las
alquerías cercanas empezaron a construir sus casas en sus inmediaciones o
dentro de sus murallas, si era posible. Ahí tenemos el germen de lo que son la
mayoría nuestros cascos urbanos. Además de fortalezas complejas, aparecen
también las denominadas torres de alquería, que no hay que confundir con las
torres albarranas ni las torres almenaras. Éstas eran de plana cuadrada y de
unos quince o veinte metros de altura. Eran macizas en sus primeros cuatro o
cinco metros y su puerta y ventanas eran de reducidas dimensiones mientras que
sus paredes eran gruesas y fuertes. Su función era la de proporcionar refugio a
la población de la alquería cercana y sus productos y ganados en momentos de
peligro en que un ataque de bandoleros, de piratas o una incursión castellana,
ponía su vida en peligro durante un tiempo determinado. No eran torres para
resistir una guerra de conquista, pero si para servir de refugio durante
algunas horas o días.
En la Sierra de las Nieves y su
entorno eran bastante frecuentes. Tenemos algunos ejemplares en Guaro y El
Burgo, y debe haber muchas más todavía desconocidas. Una de las más
significativas es la torre del Bachiller Escalante, en Istán, protagonista de
un acontecimiento histórico muy conocido: la numantina resistencia de Juana
Escalante, su sobrina, a los moriscos istaníes que pretendían matarla, episodio
que conocemos gracias a Luis del Mármol Carvajal y su obra Historia del rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada.
Sin embargo es en Benahavís donde encontramos la mayor concentración de torres
(torre de la Leonera, Esteril, Tramores, la Romera…) pero no nos debe extrañar
en absoluto dada la cercanía de la costa y de los temibles piratas.
Sin embargo en este accidentado
territorio era vital mantener el contacto visual con otras fortalezas y
asentamientos. Cuando no había conexión visual directa se buscaba un punto
intermedio en altura. En algunos casos se llegaba a construir una torre vigía,
como el caso de la del valle de Lifa, donde se conserva los restos de una de
esas torres cuya función era la de controlar el paso natural entre la zona de
Ronda y la zona del Guadalteba.
Los castillos y fortalezas crecieron y
se desarrollaron según los momentos de mayor hostilidad entre castellanos y
nazaríes. Conforme se acercaba la frontera, los castillos próximos eran
reforzados, reformados y refortificados. Estas intervenciones estatales han
dejado una huella indeleble en el castillo de Miraflores, en El Burgo, o en el
de la Villeta, en Monda. Ambos sufrieron profundas reformas en época nazarí,
especialmente el de El Burgo, donde se empleó con profusión la mampostería
enripiada y el uso de algunas torres
semicirculares, lo que revela su pertenencia al importante programa de
refortificación que el emir Muhammad V desarrolló en numerosas fortalezas del
emirato para hacer frente a los castellanos y a las nuevas técnicas de asedio
que anunciaban el desarrollo de la pirobalística.
El castillo de Monda también tuvo importantes reformas en esta época, pero destaca por albergar una de las únicas diecinueve torres poligonales que se conservan en la Península Ibérica y que fueron realizadas por los almohades, como la archiconocida Torre del Oro.
El castillo de Monda también tuvo importantes reformas en esta época, pero destaca por albergar una de las únicas diecinueve torres poligonales que se conservan en la Península Ibérica y que fueron realizadas por los almohades, como la archiconocida Torre del Oro.
Una de las fortalezas que quizás más
destaquen es la de Casarabonela, el castillo del Rey Chico, como se la conoce
por, al parecer, haber buscado refugio Boabdil, el lacrimógeno emir que entregó
Granada a los Reyes Católicos. Esta fortaleza se asienta sobre una elevación
rocosa y todavía conserva suficientes elementos para entender su grandeza y su
disposición. Tenía un alcázar rodeado por un albacar, una zona fuerte rodeada
por una muralla. A sus pies el arrabal, el vecindario, se protegía por una
cerca que partía de la fortaleza y que todavía es posible rastrear y encontrar
por las calles moriscas, junto a vestigios toponímicos de sus viejos accesos
(calles Albaiva, Puerta de San Juan, Puerta de Alozaina, Puerta de Hierro).
El patrimonio islámico de la ciudad de Ronda es de lo más sobresalientes de la provincia de Málaga y no se puede comparar con el del resto de poblaciones del entorno de la Sierra de las Nieves: la imponente muralla que rodea lo que fue la antigua medina, jalonada de puertas de acceso monumentales y torres de control; los excepcionalmente bien conservados baños árabes; los minaretes que perviven adosados en templos cristianos; su fisonomía urbana; algunos de sus puentes; la cantidad de restos de esta época hallados en las excavaciones arqueológicas y que perviven ocultos en el subsuelo de la ciudad, aflorando en cada obra, son prueba del papel preponderante que ocupó la medina rondeña durante los siglos medievales.
El patrimonio islámico de la ciudad de Ronda es de lo más sobresalientes de la provincia de Málaga y no se puede comparar con el del resto de poblaciones del entorno de la Sierra de las Nieves: la imponente muralla que rodea lo que fue la antigua medina, jalonada de puertas de acceso monumentales y torres de control; los excepcionalmente bien conservados baños árabes; los minaretes que perviven adosados en templos cristianos; su fisonomía urbana; algunos de sus puentes; la cantidad de restos de esta época hallados en las excavaciones arqueológicas y que perviven ocultos en el subsuelo de la ciudad, aflorando en cada obra, son prueba del papel preponderante que ocupó la medina rondeña durante los siglos medievales.
La ciudad de Ronda, en este sentido es
un mundo aparte porque en época medieval adquirió la condición de medina, de
ciudad, dotada de una extensa muralla jalonada por numerosas torres y puertas
fortificadas, una alcazaba en cota dominante que sufrió los rigores de los
asedios y de la destrucción por parte de las tropas francesas, arrabales
amurallados, numerosas mezquitas y baños…
El patrimonio cultural medieval no se
ciñe únicamente a alquerías y despoblados, a viejos castillos abandonados y
olvidados que se caen a pedazos mientras resuena el eco de tiempos mejores, en
torres ruinosas y devoradas por la vegetación. Hay un legado patrimonial
paisajístico primordial que arranca en los siglos medievales y sobre el que
trataremos más adelante: las huertas, los espacios irrigados. En ellas una red
de acequias y albercas distribuyen sabiamente el agua de manantiales próximos
bajo la supervisión del aguador o alcalde del agua, a través de una superficie
de cultivo abancalada, pues muchas se encuentran en las faldas de algunas
sierras y han de adaptarse a la topografía. En ellas y aprovechando la fuerza
motriz del agua, encontraremos multitud de molinos harineros de rodezno y algún
que otro de aceita. Se genera un paisaje agro-cultural de extraordinario valor
y riqueza. Además, a ello hay que sumar la biodiversidad generada a través de
los cultivos traídos de tierras lejanas y aclimatados a nuestras tierras, que
luego se incorporan a nuestra dieta y le profieren mucha más riqueza a uno de
nuestros patrimonios culturales inmateriales más queridos y disfrutados: la
gastronomía.
La mayor parte de estas huertas se
sitúan en unos emplazamientos que geológicamente atesoran un enorme interés; se
trata de aterrazamientos formados por travertinos, una roca de origen neogénico
que en municipios como Ojén o en Jorox, pedanía de Alozaina, tienen una vital
importancia. En el primer caso el castillo de Solís se asienta sobre una
imponente muela de travertino en cuyas entrañas se ha operado una serie de cavidades,
unas naturales y otras artificiales. Desde ese emplazamiento se dominaba la
población y las huertas adyacentes, que se desarrollaban en subsiguientes
plataformas travertínicas que en la actualidad se han visto muy dañadas por un
desmesurado desarrollo urbanístico. De enorme interés es el sistema de huertas
de Jorox, que también se desarrolla por un importante afloramiento de travertinos,
al igual que el municipio de Yunquera, cuyas huertas se desparraman bajo el caserío,
escalonadas en múltiples terrazas de travertino.
De forma muy somera hemos visto como
la mayoría de nuestras poblaciones surgen al calor de una fortaleza. Con la
invasión castellana del Emirato Nazarí y la ocupación del territorio por
nuestras poblaciones van a sufrir una serie de cambios que van a tener un
importantísimo reflejo en el urbanismo y en el patrimonio religioso: se abren
plazas, espacios públicos al aire libre, y se construyen las iglesias en el
lugar que durante siglos ocuparon las mezquitas. Al cristianizarse el
territorio, junto a las iglesias y con el tiempo van apareciendo ermitas y
algunos conventos, hornacinas con cruces o imágenes sacras en las calles -donde
destaca Casarabonela-, sobre las fuentes… La ciudad de Ronda cuenta con un
patrimonio religioso extraordinariamente monumental que no podemos comparar con
el resto de las poblaciones. Pero hay algunas poblaciones que cuentan con
bellos ejemplos en lo que a templos cristianos se refiere, como El Burgo, que
posee una iglesia de carácter gótico-mudéjar, única en la comarca de la Sierra
de las Nieves, a la que se adosa una torre-campanario de tradición mudéjar.
Elementos mudéjares también encontramos en los bellos artesonados de las
iglesias de la Encarnación, en Ojén, y de San Miguel, en Tolox. La primera ha
seguido los esquemas mudéjares también en su planta y la torre-campanario de
sus pies es considerada como parte el antiguo alminar de la mezquita que hubo
en el lugar.
Numerosas y de sencilla construcción
son las ermitas que encontramos sobre la abrupta epidermis serrana, destacando
la de Porticate en Yunquera, ubicada en un extraordinario entorno natural.
Suelen ser pequeños templos a dos o cuatro aguas que albergan en el interior
alguna veneranda imagen o algún elemento religioso, como una cruz, que
contrastan con lo variopinto de los exvotos que podemos encontrarnos. A veces
en su interior se conserva decoración pictórica decorativa en sus paredes.
Estas ermitas son, en muchas ocasiones, las protagonistas de multitud de romerías
y celebraciones religiosas de carácter más popular.
Como elemento religiosos singular
traeremos a colación el Convento de Nuestra Señora de las Nieves. Su
construcción comenzó a primeros del siglo XVII sobre el lugar que ocupaba una
vieja ermita dedicada a la Virgen de las Nieves. El cenobio estuvo habitado por
Carmelitas Descalzos durante varios siglos, hasta que en el XIX fue
desamortizado y privatizado. Hoy día su conservación es desigual, muchos
vecinos han aprovechado sus instalaciones para construir pequeñas viviendas; la
iglesia, que durante años albergó un molino de aceite, se encuentra en un
desastroso estado de conservación…
Otras muestras del patrimonio
religioso la forman los viejos calvarios que se situaban a las afueras de los
pueblos y de los que de algunos sólo se ha conservado el nombre. De entre ellos
sobresale el de Monda, construido en el siglo XVIII junto a una gran era en
ladrillo de barro cocido siguiendo el estilo barroco, recargado y con fuertes
contrastes para imprimirle movimiento a la obra. Son lugares de fuerte valor
patrimonial y que siguen detentando una fuerte carga religiosa.
Si volvemos a los pueblos, a su urbanismo y a su arquitectura popular podemos decir que casi todos surgieron en
época islámica como asentamientos poblacionales estables, aunque en sus
inmediaciones se hallen restos más antiguos. Por ese motivo la mayoría
responde, grosso modo, a la siguiente
estructura: castillo o fortaleza en cota dominante junto a una vía de paso y
con proximidad de recursos hidráulicos (ríos, arroyos, manantiales…), bajo
cuyos pies o alrededor de la misma, se ha desarrollado el segundo elemento, el
casco urbano. En la zona más baja nos encontramos las huertas, que aprovechan
el agua sobrante de las acequias.
La estructura urbana quebrada y
aparentemente laberíntica del urbanismo de estos pueblos responde a la
adaptación de las calles y las casas a una superficie accidentada. Por este
motivo el viario posee un ancho variable, existen muchas pendientes que se
salvan escalonando parcialmente las calles, se colocan albarradas de acceso a
viviendas… Sobre el plano urbano identificamos una serie de patrimonios comunes
como son fuentes (muchas de origen islámico) y lavaderos, espacios sociales muy
importantes en las sociedades rurales. También encontramos espacios productivos
como molinos de aceite, especialmente, aunque podemos encontrarnos algunos
molinos harineros en principio movidos por la fuerza del agua o de bestias, más
tarde por electricidad. Junto a ellos los espacios religiosos como las
iglesias, ermitas y hornacinas, son otros elementos característicos de estos
pueblos. Las propias viviendas, con su personalidad arquitectónica heredada de
siglos de tradición que le confiere unas formas estéticas determinadas, forman
unos bellos conjuntos en pueblos como Yunquera y El Burgo y en todos los
municipios encontramos ejemplos de viviendas de grandes propietarios
fuertemente construidas y ricamente decoradas, junto a las de familias
humildes, muchos más sencillas. Finalmente un lugar que no falta en los pueblos
es el cementerio, la morada de los muertos, espacios que forman parte
indisoluble de la cultura y el urbanismo de estas poblaciones.
Fuera del entorno urbano, en el campo,
volvemos a encontrarnos unos patrimonios culturales comúnmente calificados como
etnográficos y relacionados con las formas y los espacios de trabajo
denominados tradicionales. Los más próximos se encuentran en las huertas, junto
a los pueblos, donde una red de acequias y albercas junto al trabajo de los
agricultores y del Alcalde del Agua, distribuye y aprovecha el líquido elemento
que va destinado a los regadíos, una pasmosa variedad de cultivos procedentes
de distintas partes del Mundo y que han recalado en estas tierras a lo largo de
la historia: tomates, patatas, naranjas, sandías… Para aprovechar la fuerza
motriz del agua en la mayoría de estos espacios de huerta se colocaron molinos
harineros hidráulicos de rodezno, cuyos molineros y molineras debían
coordinarse con los regantes para compartir el agua, unos para riego y otros
para la molienda. Hay decenas de molinos hidráulicos harineros en toda la
Sierra de las Nieves. No hay población que no posea alguno de ellos. El más
antiguo está en río Grande, en el término municipal de Guaro, se trata del
molino de Santisteban, documentado ya en una fecha tan temprana como a finales
del siglo XV. Excepcionales son los conjuntos molineros de Jorox, en Alozaina,
y río de los Molinos, en Istán. El
complejo molinero del arroyo de los Horcajos de Tolox sería también destacable
si no es por el deficiente estado de conservación que presenta. El patrimonio
cultural asociado al agua en la Sierra de las Nieves es totalmente
sobresaliente.
Las huertas de Alpujata, en Monda
Si nos adentramos en el mundo del
secano, según las zonas, nos vamos a encontrar numerosos cortijos asociados a
grandes parcelas agrícolas, especialmente cerealísticas (en las zonas de El
Burgo, Casarabonela y Alozaina, donde existen tierras más aptas para este tipo
de cultivo). Se trata de grandes construcciones que se estructuran de forma
compleja al incorporar vivienda (y/o viviendas), almacenes, espacios de
transformación como molinos de harina o aceite, lagares, cuadras… Son
construcciones edificadas con materiales del entorno (rocas, cal, barro,
madera, caña…) con técnicas constructivas muy antiguas donde prolifera la
mampostería y en ocasiones, el tapial. Las cubiertas, soportadas en multitud de
ocasiones por una estructura a par e hilera de madera con tablazones o cañas,
suelen ser dos aguas y cubiertas por un manto de teja de medio cañón. La obra
se enlucía con una capa de argamasa y normalmente recibía varias manos de cal.
De entre estos cortijos, que nunca tendrán la entidad de los cortijos sevillanos, destaca el Cortijo de los Cantareros, el de Montija y el de San Antonio, en Casarabonela; el Cortijo de la Fuensanta y el de Turón, en El Burgo; el cortijo de Puerto Blanco, en Istán…
De entre estos cortijos, que nunca tendrán la entidad de los cortijos sevillanos, destaca el Cortijo de los Cantareros, el de Montija y el de San Antonio, en Casarabonela; el Cortijo de la Fuensanta y el de Turón, en El Burgo; el cortijo de Puerto Blanco, en Istán…
Cortijos, haciendas y lagares
destacados del ámbito de la zona de influenza socioeconómica del futuro Parque
Nacional:
Municipios
|
Edificios
registrados
|
Alozaina
|
7
|
Benahavís
|
12
|
Casarabonela
|
33
|
El Burgo
|
9
|
Guaro
|
13
|
Istán
|
5
|
Monda
|
8
|
Ojén
|
12
|
Parauta
|
1
|
Ronda
|
91
|
Tolox
|
11
|
Yunquera
|
5
|
Fuente: Cortijos, haciendas y lagares.
Arquitectura de las grandes explotaciones agrarias en Andalucía. Provincia de
Málaga. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Dirección General de
Arquitectura y Vivienda. 2000.
Si nos acercamos a los pueblos más
serranos en el campo, con parcelas de mucho menor tamaño y con muchos pequeños
propietarios, nos encontramos pequeñas construcciones para guardar algunas
herramientas, productos e incluso pasar unos días. Se trata de edificaciones de
una sola estancia con el hogar en un extremo, con cubiertas a una o dos aguas y
de poca relevancia edificatoria.
En lo relativo a casas-cueva no podemos
decir que en la Sierra de las Nieves haya existido este fenómeno de forma
generalizadas como en otras regiones andaluzas. Eso no es óbice para que
algunas cuevas hayan tenido entre otros usos (almacenes, recogida de ganado,
refugio ocasional…), el residencial, aunque fuera de carácter puntual, como
ocurría en el entorno del castillo de Casarabonela y junto al río Almadán, en
Ojén. Sin embargo, si hablamos de casas-cueva en la Sierra de las Nieves hay
que señalar que un lugar especial lo ocupa la Cueva del Moro, en el término
Municipal de Tolox. Unos prominentes salientes calizos fueron empleados como
vivienda hasta los años setenta de la pasada centuria operándosele previamente
ciertas reformas, como la construcción de una rudimentaria fachada en la que se
abrieron algunos vanos. Se conserva, además de la referida vivienda, un horno
de pan y otro de miera.
Por toda la epidermis serrana nos encontramos
con las eras, sencillas construcciones dedicadas a aventar el cereal previa a
su transformación en harina en los mencionados molinos harineros. Son señaladas
las de Monda, en el entorno del Calvario; las de Ojén, bellos miradores al
vinoso mar de Homero, al Mediterráneo; y la de El Burgo, junto al río Turón,
por tener una forma particularmente rectangular. En su construcción se emplea
cantos rodados de río de tamaño más o
menos determinado para elaborar un pavimento sobre el que se pueda trillar y
aventar el cereal y algunas leguminosas.
En algunos lugares, ya muy pocos,
todavía se conservan algunos pequeños lagares que nos hablan de unos usos
agrícolas y unos cultivos prácticamente desaparecidos, pero que dominaron la
mayor parte de las tierras cultivables serranas durante más de medio milenio.
Hablamos de la vid.
Corrales ganaderos podemos
localizarlos en casi todos los pueblos. La mayoría realizados con la sencilla
técnica de la piedra seca, técnica declarada recientemente Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En ocasiones aprovechan una pequeña cavidad o, a
veces, cavidades enteras como Cueva Santa (Monda) o la Cueva de los Chivos
(Yunquera). La zona que ocupa el actual Parque Natural es muy rica en este tipo
de corrales, lo que nos habla de un pasado ganadero muy intenso e importante
para la economía y la sociedad de la zona desde muy, muy antiguo. A estos
corrales, a estos rediles, acompaña una red de manantiales y abrevaderos que
tienen en el Pilar de Tolox, a los mismos pies del Torrecilla, su ejemplo más
destacado y de mayor envergadura. Estos corrales, estos pequeños espacios de
hábitat, deberían ser catalogados.
Otros patrimonios de carácter
etnográfico mucho más específicos y singulares los hallamos en el Puerto de los
Ventisqueros, en Yunquera y, nuevamente, a los pies del Torrecilla, en Tolox.
Se trata de los neveros o pozos de nieve, esas estructuras circulares de varios
metros de profundidad y más de diez metros de diámetro elaboradas con roca
caliza que servía para guardar hielo que luego era vendido en ciudades como
Málaga y Ronda, amén de otras poblaciones. La explotación de la nieve en laSierra de las Nieves es algo que se detecta a mediados del siglo XVI y que con
total probabilidad debió estar en explotación muy anteriormente, en época
musulmana. Los neveros, por su carácter tan significativo y tan singular
deberían estar debidamente catalogados, restaurados, investigados y puestos en
valor para el disfrute de la sociedad. Es más, habría que proponer su
catalogación como BIC, como Bien de Interés Cultural dada su singularidad.
Mención aparte cabría hacer de la
Torre Vigía de Yunquera hoy acondicionada como centro de visitantes y empleada
muy acertadamente como observatorio astronómico porque el patrimonio celeste
que se puede disfrutar desde distintos puntos de la Sierra de las Nieves no ha
pasado desapercibido ni a especialistas ni a aficionados. Se trata de uno de
los pocos vestigios de la Guerra de Independencia en la Sierra de las Nieves, a
pesar de que muchos la toman por una torre o los restos de una fortaleza
islámica. Fue construida hacia 1812 o 1813 junto con una serie de barracones y
cuadras para alojar a las tropas españolas que quedaron destruidos con el
tiempo y el avance urbano de Yunquera. Únicamente se conserva la torre y las
ruinas de una garita en una finca cercana que muchos atribuyen a los restos de
una pequeña mezquita.
De la Guerra Civil se conserva algunos
vestigios en forma de pequeñas trincheras a la salida de Monda, hoy ocultas por
una tupida vegetación. Aunque esta zona cayó relativamente pronto en manos de
los rebeldes, la orografía accidentada de nuestro territorio permitió que
durante más de una década pulularan varias partidas de guerrilleros -como la
del panocho Manuel Granados Domínguez, Dios-
que habitaron en chozas, cortijos y en muchas de las cuevas que horadan
nuestras sierras y que en el pasado fueron habitadas temporalmente por
ganaderos, monfíes (bandidos moriscos) e incluso pudieron tener un hábitat
prehistórico. Esas cuevas atesoran una gran memoria.
Y ya que hablamos de monfíes y maquis,
no podemos dejar de mencionar la “tradición” bandolera de estas sierras, muy
alimentada por el imaginario popular y mundialmente famosa gracias a escritores
ingleses del XIX, que idealizaron la figura del bandolero (en Ronda, incluso,
existe un museo dedicado a la figura del bandolero). De ellos uno de los más
famosos y que ha recibido el apelativo –discutible- del “último bandolero
andaluz” fue Juan Mingolla Gallardo, alias Pasoslargos,
natural de El Burgo y que murió en 1934 en un enfrentamiento con la Guardia
Civil.
En lo anteriormente descrito Ronda es
un mundo completamente aparte. La propia ciudad es antiquísima; los primeros
vestigios son muy tempranos, anteriores a la época prerromana. Desde entonces
ha tenido hábitat. No podemos decir eso del resto de los pueblos que configuran
el área de influencia del futuro Parque Nacional. El papel de Ronda en la
historia hay sido destacadísimo, de ahí el enorme y monumental patrimonio
cultural de todas las épocas históricas que atesora en su casco urbano y en su
término municipal.
En el siguiente cuadro se recogen
todos los Bienes de Interés Cultural que existen en las poblaciones bajo el
área de influencia de la Sierra de las Nieves y que se encuentras catalogados
como tal.
Municipio
|
Denominación del BIC
|
Categoría
|
Alozaina
|
Castillo
|
Monumento
|
Castillo
denominado “Torre de María Sagredo”
|
Monumento
|
|
Benahavís
|
Torre
de la Lechera (Torre Benamoris, torre Benamoriz,torre de la Leonera, torre de
la Leche)
|
Monumento
|
Torre
de Campanillas
|
Monumento
|
|
Torre
de Tramores (Atramores)
|
Monumento
|
|
Torre
Esteril
|
Monumento
|
|
Castillo
de Montemayor
|
Monumento
|
|
Cerro
Colorao
|
Zona
Arqueológica
|
|
El
Burgo
|
Castillo
de Miraflores
|
Monumento
|
Iglesia
de Santa María de la Encarnación
|
Monumento
|
|
Casarabonela
|
Castillo
(Fortaleza del Rey Chico)
|
Monumento
|
Cueva
de la Raja de Retuntún
|
Monumento
|
|
Istán
|
La
Torre
|
Monumento
|
Monda
|
Castillo
de la Villeta
|
Monumento
|
Paraje
Pintoresco de la Villa de Monda y sus Alrededores
|
Sitio
Histórico
|
|
Ojén
|
Castillo
de Ojén
|
Monumento
|
Ronda
|
Necrópolis
de La Planilla
|
Zona
Arqueológica
|
Necrópolis
de La Angostura (Dolmen de Algarrobales, Dolmen de Lagarín, Dolmen del
Charcón)
|
Zona
Arqueológica
|
|
Torre
de Lifa
|
Monumento
|
|
Castillo
del Laurel
|
Monumento
|
|
Loma
de Espejo
|
Zona
Arqueológica
|
|
Baños
árabes
|
||
Muralla
urbana (Puerta de Almocabar, Arco del Cristo y Puerta de Almocaba, Puerta de
los Molinos y Puerta de las Imágenes)
|
Monumento
|
|
Iglesia
mozárabe de las Cuevas de San Antón (Ermita de Nuestra Señora de la Cabeza)
|
Monumento
|
|
Ciudad
romana de Acinipo (Ronda la Vieja)
|
Zona
Arqueológica
|
|
Plaza
de Toros de la Real Maestranza
|
Monumento
|
|
Casa
del Gigante
|
Monumento
|
|
Centro
histórico de Ronda
|
Conjunto
Histórico
|
|
Torre
alminar de la iglesia de San Sebastián (Alminar de San Sebastián, Alminar de
la antigua Mezquita-iglesia de San Sebastián, Torre de San Sebastián)
|
Monumento
|
|
Palacio
del Marqués de Salvatierra
|
Monumento
|
|
Casa
del Rey Moro: Jardines
|
Jardín
histórico
|
|
Iglesia
de Santa María la Mayor
|
Monumento
|
|
Necrópolis
del Moral
|
Zona
Arqueológica
|
|
Necrópolis
de los Gigantes (Dolmen de las Gigantas, Domen de los Gigantes)
|
Zona
Arqueológica
|
|
Abrigo
del Puerto del Viento
|
Monumento
|
|
Castillo
del Moral
|
Monumento
|
|
Torre
Agüita I
|
Monumento
|
|
Tolox
|
Castillo
El Castillejo
|
Monumento
|
Castillo
|
Monumento
|
|
Yunquera
|
Castillo
|
Monumento
|
Torre
|
Monumento
|
Fuente:
Ministerio de Educación,Cultura y Deporte
Sin embargo si atendemos a la base
datos del Patrimonio Inmueble de Andalucía (http://www.iaph.es/patrimonio-inmueble-andalucia/),
nos encontramos con muchísimas más referencias sobre el patrimonio cultural de
estos municipios además de los Bienes de Interés Cultural anteriormente
reseñados. Si bien sigue sin reflejar la enormidad del patrimonio cultural de
estos pueblos, estas base de datos es una buena fuente de información donde se
reflejan una gran variedad y diversidad de patrimonios culturales materiales
(arqueológicos, religiosos, arquitectónicos, etnográficos…) solo comparable en
la dimensión ecológica y ambiental, a la enorme biodiversidad de este
territorio. La excepción, notable si cabe, la ofrece la ciudad de Ronda; ésta
ha sido centro de numerosos estudios y proyectos de investigación que han
tenido su reflejo en una abundante bibliografía que da lugar a que en la
referida base de datos en Ronda se recojan 186 ítems, muchos más que la suma
conjunta del resto de los pueblos bajo el área de influencia del espacio
natural, que en total arrojan un resultado de 298 registros.
El patrimonio archivístico y
documental, tanto público como privado, representa un inestimable legado
histórico y cultural ávido de ser descubierto. La documentación archivística de
los últimos siglos, a pesar de las destrucciones violentas y no violentas,
atesora gran parte de la historia y cultura de estas poblaciones que debería
ser identificado y digitalizado para su conservación y consulta, tanto por
investigadores como por la población en general. De lo contrario se seguiría
perdiendo un imponderable legado histórico.
PATRIMONIO
CULTURAL INMATERIAL
El patrimonio cultural, como se ha señalado anteriormente, no
se limita a monumentos, colecciones de objetos, restos arqueológicos… elementos
tangibles éstos sino que comprende también, según la Convención para la
Salvaguardia del Patrimonio Inmaterial de la
UNESCO (París, 2003), los usos,
representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas – junto con los
instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes-
que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan
como parte integrante de su patrimonio cultural. El patrimonio cultural
inmaterial reside en personas de carne y hueso.
El patrimonio cultural inmaterial ilumina un sentimiento de
identidad, se transmite de generación en generación y es recreado
constantemente por las comunidades. La UNESCO, sin establecer categorías,
señala que este patrimonio se manifiesta especialmente en los siguientes
ámbitos:
·
tradiciones y expresiones orales, incluido el idioma
·
artes del espectáculo
·
usos sociales, rituales y actos festivos
·
conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y
el universo
·
técnicas artesanales tradicionales
El
artículo 2 de la LEY 14/2007, de 26 de noviembre, del Patrimonio Histórico de
Andalucía expresa la protección legal de este patrimonio no tan conocido ni
valorado:
La presente Ley es de aplicación al Patrimonio
Histórico Andaluz, que se compone de todos los bienes de la cultura, materiales
e inmateriales, en cuanto se encuentren en Andalucía y revelen un interés
artístico, histórico, arqueológico, etnológico, documental, bibliográfico,
científico o industrial para la Comunidad Autónoma, incluidas las
particularidades lingüísticas.
LEY
14/2007, de 26 de noviembre, del Patrimonio Histórico de Andalucía.
Hemos de señalar que muy recientemente, en noviembre de 2018, la UNESCO ha declarado como Patrimonio Cultural de la Humanidad el arte de construir muros en piedra seca en diferentes zonas rurales de Croacia, Chipre, Francia, Grecia, Italia, Eslovenia, España y Suiza. En el caso concreto de España incluye los territorios de Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Cataluña, Extremadura, Galicia y Valencia. Por tanto, los muros en piedra seca que en la Sierra de las Nieves delimitan fincas, propiedades, ciñen caminos y veredas... se consideran Patrimonio Cultural de la Humanidad. No sólo los muros de piedra seca atesoran conocimientos técnicos ancestrales transmitidos de forma oral y práctica de generación en generación, los miles de pequeños corrales ganaderos que tachonan toda la Reserva de la Biosfera de la Sierra de las Nieves, son partícipes de las mismas técnicas de construcción a base de disponer unas piedras sobre otras, sin argamasa, para conformar las construcciones; junto a esos corrales, miles de chozos cuyo basamento eran muros de piedra seca, los miles y miles de bancales que generaciones de campesinos de estos lugares han elaborado con su azada y sus propias manos para arrebatarle un poco de tierra cultivable a los terrenos más inclinados y abruptos en los que cultivar vides, olivos, almendros... o construir las cuidadas redes de huertas que aparecen en todos los pueblos modelando, de esta manera, unos paisajes culturales ancestrales. No sólo muros, corrales y aterrazamientos gozan de la técnica en piedra seca, hasta los propios pozos de nieve se construyeron con este sistema. Es grato que un patrimonio tan fragil y de tan humilde cuna, reciba un reconocimiento tan extraordinario.
Hemos de señalar que muy recientemente, en noviembre de 2018, la UNESCO ha declarado como Patrimonio Cultural de la Humanidad el arte de construir muros en piedra seca en diferentes zonas rurales de Croacia, Chipre, Francia, Grecia, Italia, Eslovenia, España y Suiza. En el caso concreto de España incluye los territorios de Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Cataluña, Extremadura, Galicia y Valencia. Por tanto, los muros en piedra seca que en la Sierra de las Nieves delimitan fincas, propiedades, ciñen caminos y veredas... se consideran Patrimonio Cultural de la Humanidad. No sólo los muros de piedra seca atesoran conocimientos técnicos ancestrales transmitidos de forma oral y práctica de generación en generación, los miles de pequeños corrales ganaderos que tachonan toda la Reserva de la Biosfera de la Sierra de las Nieves, son partícipes de las mismas técnicas de construcción a base de disponer unas piedras sobre otras, sin argamasa, para conformar las construcciones; junto a esos corrales, miles de chozos cuyo basamento eran muros de piedra seca, los miles y miles de bancales que generaciones de campesinos de estos lugares han elaborado con su azada y sus propias manos para arrebatarle un poco de tierra cultivable a los terrenos más inclinados y abruptos en los que cultivar vides, olivos, almendros... o construir las cuidadas redes de huertas que aparecen en todos los pueblos modelando, de esta manera, unos paisajes culturales ancestrales. No sólo muros, corrales y aterrazamientos gozan de la técnica en piedra seca, hasta los propios pozos de nieve se construyeron con este sistema. Es grato que un patrimonio tan fragil y de tan humilde cuna, reciba un reconocimiento tan extraordinario.
Continuando con nuestro tema, huelga decir que el patrimonio cultural inmaterial de la Sierra de las Nieves es inmensamente rico y diverso; al menos así lo mostró el Dr. en Antropología Francisco Manuel Llorente Marín con su extraordinario Atlas Etnográfico de la Sierra de las Nieves (AGDR Sierra de las Nieves, 2007). El ciclo festivo y el conjunto de saberes y haceres tradicionales de la Sierra de las Nieves fue su objeto de estudio.
El
folklore, las fiestas y celebraciones populares, las romerías inundan el ciclo
festivo de este montañoso territorio a lo largo de año ya que la Sierra de las
Nieves atesora un importante patrimonio festivo. El investigador José Ignacio Homobono recoge una buena definición de la fiesta:
Una celebración cíclica y repetitiva, de expresión ritual y vehículo
simbólico, que contribuye a significar el tiempo (calendario) y a demarcar el
espacio. Se sitúa en oposición al tiempo ordinario y a la vida cotidiana, y
establece una relación dialéctica, paradójica y contradictoria, entre lo
sagrado y lo profano, la ceremonia –religiosa o cívica- y lo lúdico, la
celebración y la rutina, las pautas de institucionalización y de espontaneidad,
la liturgia y la inversión, la transgresión y el orden, la estructura y la
communitas, las dimensiones de lo público y de lo individual. A través de ella,
un agregado social entra en contacto con las fuentes últimas de su identidad y
reconstruye la experiencia de comunidad imaginada, mediante la actuación de
grupos específicos como agentes del ritual festivo. Evidenciando y exaltando
identidades y religaciones, contribuye a la toma de conciencia y a la creación
de identidad colectiva. La fiesta, mediante la eficacia de la acción ritual,
está dotada de ese poder configurador de la realidad, y no por simbólica deja
de tener efectos sociales, económicos y políticos. Potencial que no ha perdido
en las sociedades multiculturales y globalizadas de la modernidad tardía, ya
que vehicula la expresión de identidades heteróclitas.
El ciclo festivo de la Sierra de las Nieves es de una riqueza
extraordinaria. Al comienzo del año, en el mes de febrero tiene lugar el Carnaval, al que se le atribuye un
origen pagano y que tiene en el Día de
los Polvos de Tolox y los Harineos
de Alozaina dos de los momentos más importantes en los que, según la tradición,
el varón buscaba a la mujer que le gustaba y la empolvaba o harinaba para
hacérselo saber. Son días donde antaño se bailaba a corro y se cantaban coplas
carnavalescas que en algunos pueblos, están tratando de recuperar (en Tolox
concretamente se editó un CD recogiendo las más populares). El Carnaval
finalizaba con el entierro de la sardina dando comienzo a un tiempo nuevo, la
Cuaresma -período litúrgico en el calendario cristiano destinado a la
preparación de la Pascua-, tras la cual llega la esperada Semana Santa.
La
Semana de Pasión o Semana Santa que
hunde sus raíces en los siglos medievales, se vive con hondo fervor y
multitudinaria participación en cada una de nuestras poblaciones; no en vano es
una de las señas más importantes de nuestra identidad cultural. En Ronda, que
tiene la distinción de Fiesta de Interés Turístico, tiene un especial arraigo
pues comenzó a celebrarse en una fecha muy temprana, a primeros del sigo XVI,
tras la conquista castellana. En algunos lugares se realiza una interpretación
en vivo de la vida y Pasión de Jesús -reminiscencia del ancestral teatro
popular religioso- destacando especialmente El
Paso de Istán. Otros ejemplos los tenemos en Casarabonela y Alozaina. En
cada uno de ellos la celebración siempre tiene un momento cumbre, un momento
especial. En tal sentido podemos destacar a Monda durante la procesión de la
noche del Jueves Santo, en la que las imágenes de Cristo Crucificado y la
Virgen de los Dolores son llevadas por las calles bajo un sepulcral mutismo
sólo roto por el parsimonioso compás de las horquillas y alguna que otra
desgarradora saeta, alumbrándose el camino por velas y cirios hasta el
monumento del Calvario, a las afueras. Allí, en un mágico y espeso silencio
alumbrado por centenares de temblorosas y devotas velas, se encuentran ambas
figuras frente a frente, se balancean y se aproximan como si María quisiera
besar a Jesús -relicto de la teatralización medieval- dejando de ser tallas de
madera para convertirse en una Madre de carne que despide a su Hijo y llora por
su muerte bajo un poético manto de luz argentada, lechosa y maternal, que
irradia una apoteósica Luna llena.
Tras la Semana Santa se
abre una nueva etapa festiva que tiene como marco los meses de mayo y junio.
Son el tiempo de algunas romerías como las de Jorox y Guaro, de las noches de San Juan y de las fiestas de Corpus Christi, entre las cuales
destacan dos municipios, el de Yunquera donde las calles por las que pasa la procesión
se estampan de ramas de palmeras, flores de vivos colores, mastranto y otras
plantas aromáticas que crean un variopinto ambiente de colores y olores. El
otro pueblo es Alozaina, igualmente ataviado donde tradicionalmente se crujen
los zurriagos, suerte de cuerda
trenzada con juncia -un junco flexible- y que pretenden espantar los malos
espíritus. Uno de sus vecinos, Francisco Bellido Torres, conocido por todos
como Frasquito Mateo, es el más
experto y veterano a la hora de hacerlos y crujirlos
(restallarlos). Todo un espectáculo sonoro, oloroso y visual.
Julio y agosto son el
tiempo de ciertas fiestas patronales, como la de San Roque de Tolox con su
famosa Cohetá, que emula el
recibimiento que se hacía a los jornaleros que volvían de la campiña. Y
romerías como la de la Virgen del Carmen de Yunquera, la de la Virgen de las Nieves en El Burgo o
la de la Virgen del Rosario de Parauta.
Sigue el ciclo con las
ferias en septiembre y octubre, destacando las de Alozaina -cuyo origen se
encuentra en una feria de ganado- y Ojén. El primero de Noviembre se celebra el
Día de todos los Santos, en el que
los vecinos de Istán y Ojén salen al campo y celebran una tostoná o tostón con las
castañas recién recogidas.
Las fechas navideñas son
también el marco de numerosas expresiones festivas como los zambombeos de Istán, las animadas pastorales de Monda, las Mayordomas de Guaro, el Día de las Mozas de Tolox o los
flamígeros Rondeles de Casarabonela.
Junto a estas fiestas tradicionales
van apareciendo con el tiempo otras como las de carácter marcadamente
gastronómico como el Día de la Sopa
Mondeña (Monda), la Sopa de los Siete
Ramales (El Burgo), la Feria del Vino
y la Castaña (Yunquera) o el Día de la Naranja (Istán). A ellas se
suman algunos festivales de música como el Ojeando
(Ojén) o culturales, como la Luna Mora
de Guaro.
En los últimos años y desde distintos ayuntamientos y entidades se ha apostado por la puesta en marcha de distintas recreaciones históricas con diferentes temáticas como el bandolerismo, la Guerra de Independencia o la rebelión de los moriscos, con unos muy magros resultados. Únicamente la ciudad de Ronda ha sabido capitalizar todo el potencial de las recreaciones históricas de los pueblos de su alrededor para potenciar su Ronda Romántica, recreación histórica que toma como fundamento su ancestral feria ganadera combinándola con las descripciones y testimonios que de ella hicieron los viajeros románticos en el siglo XIX.
En los últimos años y desde distintos ayuntamientos y entidades se ha apostado por la puesta en marcha de distintas recreaciones históricas con diferentes temáticas como el bandolerismo, la Guerra de Independencia o la rebelión de los moriscos, con unos muy magros resultados. Únicamente la ciudad de Ronda ha sabido capitalizar todo el potencial de las recreaciones históricas de los pueblos de su alrededor para potenciar su Ronda Romántica, recreación histórica que toma como fundamento su ancestral feria ganadera combinándola con las descripciones y testimonios que de ella hicieron los viajeros románticos en el siglo XIX.
La tradición oral de la zona de influencia del futuro Parque Nacional
es importante y se encuentra compuesta por cuentos y leyendas populares,
romances, coplas, canciones… Muchas de
las leyendas e historias surgen del mundo morisco y tienen como tema central la
lucha o el enfrentamiento entre moriscos y cristianos en la tesitura de la
revuelta morisca de 1568 (las Mozas o
la Cencerrá de Tolox, por ejemplo;
María Sagredo, en Alozaina), acontecimientos que habiendo surgido de una
realidad histórica han trascendido al
mundo de las leyendas e historias populares. Leyendas de tesoros ocultos, como
la del tajo de Pompeyo o la fuente de la Villa (en Monda), o de brujas, como la
de la Caína. No podían faltar las de amor, como la de la Buena Villeta, en
Monda; la de Castaño Santo, relacionada con la conquista castellana y el
comienzo de la cristianización de estas tierras…
Pero si hay una figura recurrente en
el universo folclórico serrano esa es la del bandolero. Al bandolero lo
idealizaron y lo hicieron famoso los numerosos viajeros románticos que en el
siglo XIX recalaron por estas sierras escribiendo numerosos diarios y libros de
viajes donde este personaje siempre ha encontrado un espacio especial. Pero
despojado de su imagen idealizada y romántica, nos encontramos con bandidos,
ladrones, proscritos y gente bastante cruel que se buscaba la vida al margen de
la ley. El municipio de Ronda cuenta con un museo dedicado al bandolero y hace
relativamente escasos años salió a la luz un estudio realizado por Isidro
García Cigüenza titulado Bandoleros en la
Serranía de Ronda.
Las leyendas populares, los cuentos,
las viejas historias de estos pueblos están todavía por recopilar y
salvaguardar. Estamos ante un patrimonio cultural extremadamente delicado
porque en muchos casos las nuevas generaciones desconocen esas tradiciones. Con
la pérdida de la gente mayor, que es la que las conoce, ese patrimonio oral va
desapareciendo.
El ciclo festivo de los pueblos de la
Sierra de las Nieves y sus tradiciones orales es extraordinario, pero no menos
destacadas son otras muestras del patrimonio intangible, como son los
diferentes saberes y prácticas artesanas,
que atesoran miles y miles de años de conocimientos que han sido transmitidos de padres a hijos, de generación
en generación y que corren peligro de desparecer pues sus últimos depositarios
son las personas más mayores del territorio. Sin un relevo, sin transmitir esos
conocimientos, gran parte del acervo cultural de la Sierra de las Nieves corre
peligro de desaparecer, está en grave riesgo de extinción.
De entre las artesanías quizás
destaque el trabajo de las fibras vegetales como el esparto, la palma y la
juncia (anea). Con ellas se ha elaborado diferentes enseres y útiles de la vida
cotidiana tradicional hasta que el ciclo del petróleo ahogó la mano sabia del
artesano con la llegada de los plásticos. Esteras, capazos, rondeles, pasillos,
alpargatas, serones, pleita, magüelas para los techos… y multitud de otros
elementos para la vida cotidiana, eran realizados con esparto; con palma se
realizaba seretes para los higos, sombreros, cestos…; la juncia o anea era
destinadas para elaborar los asientos de la silla de madera. Con la caña
debidamente cortada se ha elaborado cestas y cestos, canastas, cañizos para los
hoyados, se ha empleado para la siembra…
Otra de las artesanías relacionadas
con la explotación de los productos del territorio y de su transporte, era la
albardonería. Los albardoneros eran aquellos artesanos que realizaban los
aparejos para las bestias y que empleaban diversos materiales como el hilo, el lienzo, el esparto, la paja, el algodón, la lana y
el cuero. Hace muchos años murió el último albardonero de la Sierra de las
Nieves. Éste es un saber artesano ya fósil.
La
gastronomía es otro
de los tesoros aún no lo suficientemente conocidos de la Sierra de las Nieves.
Los saberes culinarios, de lo que son depositarias las mujeres de estas
tierras, recogen y transmiten un recetario ancestral de un incalculable valor
antropológico, además de unos sabores extraordinarios y de suponer una
completísima dieta, recetario que se fundamenta en los productos agrícolas
(verduras, hortalizas, aceite, miel, cereal…) y ganaderos (chivo, cerdo, aves
de corral…) que tradicionalmente ha alumbrado esta tierra.
Se ha destacado en multitud de
ocasiones la vinculación de la gastronomía serrana a la tradición culinaria
islámica y/o morisca y su fusión con la gastronomía cristiana; lo cierto es que sin dejar de lado algunas influencias
hispanomusulmanas, la gastronomía serrana tiene su origen en la tradición
culinaria de los repobladores cristianos. Recordemos que tras la revuelta y
expulsión de los moriscos las autoridades castellanas impusieron una política
de repoblación con gentes y familias procedentes en la mayor parte de los casos
de la Baja Andalucía y de cultura cristiana. Es la unión del peso de su
tradición gastronómica evolucionada con el paso del tiempo y de los productos
de los que proveía esta tierra, con los que se fundamenta la gastronomía
serrana. En ella el chivo y el cerdo tienen una relevancia especial y son
diversas las sopas de pan ataviadas con tomate, pimiento, espárragos… procedente
de una gastronomía del hambre, que se
elaboran en muchas de las poblaciones donde destacan Monda y El Burgo.
Particularmente sabrosa es la sopa de almendras de Guaro. No obstante el
pescado no ha faltado en la cocina tradicional serrana, especialmente el
bacalao.
Los postres son variados, diversos y
se acomodan a todos los meses del año; tortas, buñuelos y roscos se realizan en
todos los pueblos, aunque en cada uno tienen sus particularidades; el arroz con
leche, el calostro o los hornazos tampoco faltan en ninguno de los municipios.
Especial relevancia están adquiriendo más recientemente lo postres elaborados a
partir de las castañas.
El pie de monte serrano y hasta
finales del siglo XIX era dominado por el cultivo de la vid desde época
hispanomusulmana. Si en un primer momento los musulmanes emplearon su fruto
para la elaboración de pasas y, en menor medida zumos y vinos, fue tras la
repoblación castellana y tras una época de contracción económica, cuando
empezaría su gran expansión. Su transformación en pasa se compatibilizó con la
elaboración de vino. En Yunquera todavía lo elaboran y la Taberna del Porfín recoge esta antiquísima tradición; aún puede
verse algunos viñedos en zonas abancaladas de las tierras de labor yunqueranas
a veces solos, a veces compartiendo el espacio con algunos olivos e higueras.
La crisis finisecular de finales del XIX puso fin a más de medio milenio de
tradición vitivinícola provocando la ruina del campesinado y abriendo el paso a
la expansión del olivo -señor del secano en la Sierra de las Nieves- y, en menor medida, del almendro.
Casi todos los pueblos contaron con
extensos viñedos. En el pueblo de Ojén además de vino se elaboraba aguardiente,
al que también se echaba pasas. Las pasas con aguardiente de Ojén han sido y
son bastante conocidas. Pero si por algo ha sido famoso este municipio ha sido
por su famoso aguardiente de Ojén, elaborado por Pedro Morales y que llegó a
algunas casas reales europeas y a ser inmortalizado por Picasso en uno de sus bodegones
cubistas.
En una región con una tradición ganadera como la nuestra no podían
faltar los quesos frescos de cabra. Éstos, que llevan realizándose en estas
tierras durante milenios, llevan años incorporándose al circuito económico pues
son varias las pequeñas empresas que los producen y comercializan continuando,
con ello, con una tradición milenaria.
Un espacio tan geológica y tan geomorfológicamente diverso con un régimen hidrológico tan particular, con esa fabulosa biodiversidad, no ha podido más que ofrecer múltiples oportunidades de aprovechamiento de sus recursos a los seres humanos a lo largo de la historia haciendo proliferar una multitud de oficios entre los que destacan la agricultura y la ganadería, que han sido la base económica de este territorio desde hace milenios hasta hace pocas décadas, oficios hoy día activos y en el caso de la ganadería, en expansión después de una época de contracción y casi desaparición. Frente a ellos otros oficios tradicionales ancestrales ya fósiles como los de herrero, calero o calerero, carbonero, arriero, molinero, minero, nevero, apicultor y otros muchísimos más, de los que muchos han dejado su huella paisajística: los espacios calizos están llenos de viejas caleras, de viejo hornos de cal; por doquier nos encontramos molinos de harina y de aceite, que nos hablan de paisajes cerealistas y olivareros; en determinados lugares de la epidermis serrana se hallan algunas minas para la extracción de mineral, todas peligrosamente abandonadas; corrales y parideras aparecen en todos los rincones de la Sierra… además de permanecer vivas sus técnicas y conocimientos en la memoria de los más mayores, de los que cada vez van quedando menos…
En lo relativo al patrimonio cultural
inmaterial, queda bastante por hacer, a pesar de que el camino ya se abrió en
su momento con los estudios de Francisco Llorente. La base datos patrimonio
inmaterial de Andalucía es bastante exigua en manifestaciones culturales
inmateriales de las poblaciones de la Sierra de las Nieves. Si en materia de
patrimonio tangible encontrábamos casi trescientos ítems, en el intangible
¡¡¡sólo se referencian seis!!!
La acción del ser humano sobre el
medio durante miles de años, como si de un demiurgo se tratara, ha modelado y
va modelando -porque es un proceso continuo y si fin- unos paisajes culturales
que son la viva expresión de esa relación hombre-naturaleza en la Sierra de las
Nieves a lo largo y ancho de la historia.
PAISAJES
CULTURALES EN LA SIERRA DE LAS NIEVES
En 1992 el
Comité para la Convención del Patrimonio de la Humanidad dictó las pautas para
la inclusión en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de los paisajes
culturales al reconocer que los paisajes culturales representan las obras combinadas de la naturaleza y el
hombre designadas en el Artículo 1 de la mencionada Convención y son
ilustrativos de la evolución de la sociedad y de los asentamientos humanos a
través del tiempo, bajo la influencia de las restricciones físicas y/o las
oportunidades que brindaba su entorno natural y las sucesivas fuerzas sociales,
económicas y culturales, tanto internas como externas.
El término paisaje cultural abarca una diversidad
de manifestaciones fruto de la interacción entre el ser humano y su medio
ambiente. Los paisajes culturales reflejan con frecuencia técnicas específicas
de uso sostenible de la tierra, tomando en consideración las características y
límites del entorno natural en el que están establecidas, y una relación
espiritual específica con la naturaleza. La existencia continuada de formas
tradicionales de usos y de explotación de la tierra contribuye a mantener la
diversidad biológica en muchas regiones de nuestro planeta. En este orden de
cosas la protección de los paisajes culturales tradicionales es, por lo tanto,
útil para el mantenimiento de la diversidad biológica.
Los paisajes
culturales se subdividen en tres categorías principales, a saber:
-Los paisajes diseñados y creados de forma
intencionada por el hombre (jardines y parques, a veces asociados a otras
construcciones de carácter civil o religioso).
-Los paisajes orgánicamente evolutivos, como
resultado de la interacción humana por motivos sociales, económicos, administrativos
y/o religiosos. Tiene dos tipos, los relictos o fósiles, aquellos en los que su
evolución se detuvo de forma abrupta pero todavía son reconocibles; y los vivos
o activos, que mantienen un papel social activo asociado con el modo de vida tradicional
y en el que el proceso evolutivo se mantiene.
-Los paisajes culturales asociativos, en
virtud de las poderosas asociaciones religiosas, artísticas o culturales del
elemento natural más que en evidencia cultural material, que puede ser
insignificante o incluso ausente.
Atendiendo a estas características y a
estas categorías, en la Sierra de las Nieves podemos encontrar el segundo tipo
de paisajes, los orgánicamente evolutivos, en sus dos facetas, fósil y vivo. Y
son paisajes que todavía guardan su memoria.
Un paisaje cultural fósil lo tenemos
en el espacio que ocupan los neveros. Ese paisaje se detuvo en el tiempo como
consecuencia del desarrollo de la industria del frío en las primeras décadas
del siglo XX. En el puerto de los Ventisqueros, a más de mil metros de altura,
se concentran los restos de los antiguos neveros donde se guardaba el hielo,
algunas antiguas chozas donde vivieron algunos neveros, viejos caminos
empedrados por los que los arrieros conducían el hielo a destinos como Málaga y
Ronda y un paisaje asociado en el que la presencia de la nieve ha marcado parte
de la relación hombre-paisaje en esta zona de la Sierra de las Nieves durante
alrededor de medio milenio.
En lo que se refiere a paisajes culturales vivos o activos, en la Sierra de las Nieves encontramos varios, como corresponde a una Reserva de la Biosfera (almendrales, olivares, castañares…) pero quizás el más significativo y más diverso sea el de los espacios agrícolas irrigados: las huertas.
En lo que se refiere a paisajes culturales vivos o activos, en la Sierra de las Nieves encontramos varios, como corresponde a una Reserva de la Biosfera (almendrales, olivares, castañares…) pero quizás el más significativo y más diverso sea el de los espacios agrícolas irrigados: las huertas.
En los entornos de casi todas las poblaciones
de la Sierra de las Nieves nos encontramos con las huertas, agro-sistemas
irrigados que introdujeron los musulmanes en la Península Ibérica. En ellos se
combina una serie de patrimonios culturales materiales e inmateriales muy
característicos; los espacios de huerta son avenados por una enorme red de
acequias que conducen el agua desde manantiales o ríos cercanos, a veces
tomando el agua de una pequeña presa; esa agua, además de por las acequias, se distribuye y remansa en
numerosas albercas a la espera de ser usado para el riego en las parcelas
aterrazadas, característicamente escalonadas, que componen los espacios de
huerta; otro elemento de las huertas son los molinos hidráulicos harineros (y
algunos de aceite) que hasta hace pocas décadas funcionaban con el agua. El
oficio de aguador o alcalde del agua ha sido y es básico para la organización
de los turnos de riego en las parcelas,
y este oficio ancestral que día a día ejercen sus responsables tiene origen en
el mundo musulmán allá en los tiempos medievales. Los conocimientos del
agricultor y el antiguo oficio de molinero, son otros de los patrimonios
inmateriales que residen en esos espacios de huerta de los que en la Sierra de
las Nieves podemos destacar dos: las huertas de Jorox, en Alozaina, y las
huertas del río Molinos, en Istán. Pero especialmente destacables son las de
Alpujata, en Monda, incrustadas en un entorno geológico y paisajístico
espectacular y de enorme diversidad.
Algunos de estos paisajes deberían ser debidamente protegidos y catalogados como BIC (Bien de Interés Cultural). La Ley 14/2007, de 26 de noviembre del Patrimonio Histórico de Andalucía, incorpora el valor de este tipo de patrimonio paisajístico y en el artículo 25 referido a las clasificaciones de los Bienes de Interés Cultural de carácter inmueble, recoge dos figuras que bien podrían ser aplicables a algunos de los paisajes arriba tratados: los Lugares de Interés Etnológico (aquellos parajes, espacios, construcciones o instalaciones vinculados a formas de vida, cultura, actividades y modos de producción propios del pueblo andaluz, que merezcan ser preservados por su relevante valor etnológico) y las Zonas Patrimoniales (aquellos territorios o espacios que constituyen un conjunto patrimonial, diverso y complementario, integrado por bienes diacrónicos representativos de la evolución humana, que poseen un valor de uso y disfrute para la colectividad y, en su caso, valores paisajísticos y ambientales.
Algunos de estos paisajes deberían ser debidamente protegidos y catalogados como BIC (Bien de Interés Cultural). La Ley 14/2007, de 26 de noviembre del Patrimonio Histórico de Andalucía, incorpora el valor de este tipo de patrimonio paisajístico y en el artículo 25 referido a las clasificaciones de los Bienes de Interés Cultural de carácter inmueble, recoge dos figuras que bien podrían ser aplicables a algunos de los paisajes arriba tratados: los Lugares de Interés Etnológico (aquellos parajes, espacios, construcciones o instalaciones vinculados a formas de vida, cultura, actividades y modos de producción propios del pueblo andaluz, que merezcan ser preservados por su relevante valor etnológico) y las Zonas Patrimoniales (aquellos territorios o espacios que constituyen un conjunto patrimonial, diverso y complementario, integrado por bienes diacrónicos representativos de la evolución humana, que poseen un valor de uso y disfrute para la colectividad y, en su caso, valores paisajísticos y ambientales.
El Instituto Andaluz del Patrimonio
Histórico, organismo dependiente de la Consejería de Cultura de la Junta de
Andalucía, tiene un registro de Paisajes de Interés Cultural de Andalucía.
Dentro el área de influencia inmediata del futuro Parque Nacional sólo se incluye
uno, Acinipo.
ANÁLISIS
DAFO DEL PATRIMONIO CULTURAL EN LA SIERRA DE LAS NIEVES
Fortalezas
|
Debilidades
|
Oportunidades
|
Amenazas
|
Gran
diversidad, singularidad y abundancia de patrimonio cultural desde la Prehistoria a la actualidad, desde
dólmenes y arte rupestre hasta viejas industrias rurales
Gran
variedad y riqueza de un patrimonio cultural inmaterial que se mantiene vivo
y activo
Integración
de los recursos culturales en un marco ecológico y natural de gran relevancia
como es la Reserva de la Biosfera, el Parque Natural y el deseado futuro
Parque Nacional
Estado
de conservación bueno o relativamente bueno en muchos casos
Gran
legado documental inédito y a la espera de ser descubierto
Existencia
de algunos “museos” locales
|
Gran
desconocimiento y poca valoración por la sociedad y las administraciones
locales, provinciales y autonómicas
Gran
desconocimiento a nivel general (Universidad, Consejería de Cultura,
Diputación…)
Sequía
de proyectos e inversiones en infraestructuras que valoricen el patrimonio
cultural
Percepción
negativa que se tiene a nivel general del patrimonio cultural; se ve más como
un lastre que como un elemento básico para el desarrollo por el fuerte
complejo de inferioridad que tenemos en las zonas rurales
La
poca o nula inversión redunda en su paulatina destrucción
Mal
estado de conservación de algunos patrimonios
Falta
de personal especializado para su desarrollo
Inexistencia
de inventarios o registros uniformados
|
Creciente
interés por algunos sectores poblacionales (escaso aún)
Enormes
posibilidades para el turismo rural
Grandes
posibilidades para fomentar una identidad de comarca
La
proximidad a la Costa del Sol y al aeropuerto de Málaga facilita el acceso de
visitantes
Proyectos
de investigación desde universidades y otras instituciones
Fomento
del empleo a través de la inversión en recuperación y restauración de
patrimonios culturales (ejemplo: el lavadero del Albar, en Alozaina)
Fomento
de la actividad turística y cultural en relación a su puesta en valor,
traccionando otros sectores económicos (artesanía, agroindustria…)
|
Carencia
de inversiones supone su paulatina desaparición
La
desaparición supone una pérdida paulatina de identidad cultural/comarcal
La
desaparición supone contar con menos recursos para el desarrollo del turismo
o de actividades de educativas
|
Potenciar
|
Reducir
|
Aprovechar
|
Neutralizar
|
El
patrimonio cultural como base de la identidad
El
patrimonio cultural como fuente de recursos para el turismo y la
investigación científica (Universidad, doctorandos…)
El
compromiso de las administraciones locales en la conservación y puesta en
valor del patrimonio cultural arquitectónico y urbanístico a través de los
planes de ordenación
La
divulgación, formación y promoción del patrimonio cultural tanto interna como
externamente
El
patrimonio cultural como recurso turístico mediante la creación de rutas
temáticas en base al patrimonio histórico-cultural (ruta del agua, ruta de
los paisajes agroculturales, de los castillos y fortalezas, ruta de la
arqueología de aventura…); la integración de los “museos” locales en una red;
la formación de guías-intérpretes que complemente los servicios de
alojamiento, etc…
|
El
desconocimiento existente sobre el patrimonio cultural y sus potencialidades
como elemento de desarrollo sociocultural y económico
La
percepción negativa que sobre él se tiene a la hora de implementar políticas
de desarrollo
|
La
riqueza y diversidad del patrimonio cultural que poseemos
El
turismo nacional e internacional
El
entorno ecológico y ambiental en el que residimos
Los
recursos económicos potenciales (subvenciones europeas, subvenciones de
entidades provinciales y autonómicas, recursos propios…)
Usar
patrimonios culturales en desuso para darle otros fines: ejemplo la Torre de
Yunquera con el observatorio astronómico
|
El
secular desconocimiento que se tiene del patrimonio histórico-cultural de la
Sierra de las Nieves
La
imagen negativa que genera el patrimonio cultural
|
CONSIDERACIONES
FINALES Y PROPUESTAS DE ACCIONES
En todos los aspectos la Sierra de las
Nieves es un espacio de contrastes; los estudios e investigaciones que abordan
la historia y el patrimonio cultural en la zona de Ronda son abundantes, casi
ingentes, mientras que en la zona de la comarca de la Sierra de las Nieves, en
comparación, la sequía de la investigación de carácter histórico-cultural es
muy señalada. Sin embargo los estudios relacionados con los aspectos ecológicos
y naturales del Parque y su entorno, si son numerosos y muy interesantes.
En la comarca de la Sierra de las
Nieves encontramos algunos escasos trabajos de conjunto con más enjundia como
el de Francisco Manuel Llorente Marín -ya mencionado-, Atlas Etnográfico de la Sierra de las Nieves (AGDR Sierra de las
Nieves, 2007), que trata magistralmente sobre el patrimonio cultural inmaterial
de este espacio serrano y que debería poseer (y usar) cada una de las familias
que lo habitan. Los de Diego Javier Sánchez Guerra, Manual de buenas prácticas para la arquitectura popular de la Sierra delas Nieves (CIT Sierra de las Nieves, 2011), cuya iniciativa partió del
proyecto DE CAL Y CANTO y que versa sobre los valores de la arquitectura
tradicional de la Sierra de las Nieves y propuestas para recuperarla o
mejorarla, junto con el libro titulado Sierrade las Nieves Desconocida. Historia, Patrimonio y Cultura. Volumen I – Historia. A ello se le pueden sumar varios artículos especializados (quizás demasiado
para llegar al común) que tratan temas sobre los neveros y el comercio de la
nieve, sobre algunos yacimientos arqueológicos; sobre los regadíos de tradición
andalusí…
Sin embargo existen publicaciones
locales y localistas que en la mayor parte de los casos parten de algunos de
los vecinos más inquietos del territorio, las más de las veces eruditos locales
que movidos por el cariño hacia sus pueblos rescatan historias, tradiciones y
valores en los que difícilmente algunos investigadores se fijan. Sin embargo
cabe señalar que existen varios trabajos y estudios a nivel local y comarcal
que todavía no han visto la luz por la secular falta de financiación y, quizás,
el poco interés que pueden despertar en la población y las administraciones
dada la materia que tratan: historia y patrimonio cultural.
Por tanto nos encontramos en una
tesitura, en una encrucijada en la que es obligatorio avanzar en la
investigación, en el estudio, en la conservación y en la divulgación del
patrimonio cultural (especialmente a los residentes y habitantes de la Sierra
de las Nieves), en su puesta en valor para usos educativos, socioculturales y
turísticos, porque el patrimonio cultural de la Sierra de las Nieves sigue
siendo en la mayor parte de los casos un gran desconocido. La falta de
sensibilidad, el desconocimiento, el desinterés y la percepción negativa que
todavía tiene gran parte de la sociedad sobre el patrimonio cultural o su
propia historia, su falta de monumentalidad… ha dado lugar a que ese
extraordinario patrimonio cultural del que somos depositarios y herederos, no
ocupe el lugar que merece en la sociedad y no se aprovechen las enormes
posibilidades que ofrece para el desarrollo económico y social.
Amén de la escasez de investigaciones
los proyectos que han tenido al patrimonio cultural en su punto de mira son muy
escasos, casi inexistentes. A pesar de que en la Sierra de las Nieves hubo un
proyecto que buscaba fomentar el turismo cultural en base al rescate y puesta
en valor del patrimonio cultural intangible con la formación de una serie de
guías ecológico-culturales, el proyecto MIM.
Mediadores e Intermediaciones de la Memoria, éste no llegó a buen puerto por
distintas circunstancias que no viene al caso analizar aquí. La única (y
prometedora) iniciativa a nivel comarcal que pretendió de alguna manera
aprovechar algunos de los recursos del patrimonio cultural inmaterial para usos
turísticos y socio-culturales, fracasó estrepitosamente porque no se conocía su
potencial y no se supo aprovechar ni poner en valor esos recursos
patrimoniales.
Después de este proyecto no ha
existido ningún otro que tuviera como base el aprovechamiento y puesta en valor
del patrimonio cultural. Es cierto que en algunos pueblos se celebran jornadas
en las que se incluyen charlas y ponencias sobre los valores del patrimonio
cultural de la Sierra de las Nieves, pero no pasan más allá de ser meras
actuaciones puntuales a las que asisten pocas personas -aunque muy interesadas-
que no tienen un verdadero impacto a nivel comarcal. También hay que destacar
las labores que realiza la Red de Voluntarios del Parque Natural Sierra de las
Nieves; además de trabajos y actividades relacionadas con el medio ambiente,
también incluyen algunas con la recuperación del patrimonio cultural del Parque
Natural, aunque también tienen un carácter puntual. Por otro lado las
recreaciones históricas que se vienen celebrando en algunos pueblos en los
últimos años han tenido como objeto fomentar el turismo a través de la
teatralización de acontecimientos históricos supuestos o reales y leyendas
populares. Éstos se encuentran muy libremente narrados e interpretados, a veces
son prácticamente inventados, y en muchos de los casos no ha conseguido despegar. A pesar de los esfuerzos de la población, que suele ser bastante
participativa en este tipo de celebraciones, del empeño de las administraciones
locales y de los esfuerzos económicos, las recreaciones históricas que se
vienen celebrando no acaban potenciando los valores patrimoniales ni culturales
de los pueblos de la Sierra de las Nieves.
Eso en lo que respecta a la zona de la
Sierra de las Nieves que se corresponde con la comarca homónima porque si nos
vamos a Ronda, es harina de otro costal. Ronda, además de atesorar un
patrimonio cultural muy importante, monumental y numeroso, en excelente estado
de conservación (al menos a lo que el casco urbano se refiere), junto con
varios museos temáticos y espacios culturales, es un atractivo destino
turístico consolidado desde hace décadas en el que la investigación científica
y la divulgación muestran abiertamente los valores históricos y patrimoniales
de esta singular ciudad, al contrario que los pueblos de la comarca de la Sierra
de las Nieves.
Si en Ronda existe una variada red de
museos y espacios interpretativos que ofertan una enorme diversidad cultural y
con personal especializado (Museo Lara, Museo del Bandolero, Museo Municipal,
Museo del Vino, Real Maestranza y Museo de la Caballería, Museo de la Caza,
Museo de Joaquín Peinado, Centro de Interpretación del Puente Nuevo y Museo
Rilke) no podemos decir lo mismo de la comarca de la Sierra de las Nieves,
donde los espacios expositivos dependientes de algunos Ayuntamientos (Museo del
Molino y del Aguardiente, en Ojén; Museo del Molino, en Guaro; Museo
Etnográfico, en Tolox; Casa Museo Paco Sola, en Yunquera…) y los “museos”
locales (Casa Museo Marigloria, en Monda; Molino de los Mizos, en Yunquera;
Casa Museo del Seminarista Duarte, en Yunquera…), no se les puede comparar y no
conforman, como sería deseable, una red integrada y coordinada a nivel comarcal
de puesta en valor del patrimonio cultural de la Sierra de las Nieves.
Si la investigación, la divulgación,
la sensibilización y la puesta en valor son escasas, ni que decir hay del
estado de conservación del patrimonio cultural. Con la salvedad de Ronda, la
mayor parte del resto de los pueblos de la Sierra de las Nieves no incluyen en
su normativa urbanística medidas de protección y potenciación del patrimonio
cultural. Ni siquiera se ejercen políticas desde las administraciones locales
encaminadas a protegerlo, salvaguardarlo y potenciarlo como elemento de
desarrollo económico y socio-cultural. Caso completamente aparte y ejemplar ha
sido el del Ayuntamiento de Alozaina con la recuperación integral del lavadero
del Albar.
Para ponderar el patrimonio cultural
de la Sierra de las Nieves y potenciar su aprovechamiento como elemento de
desarrollo económico y socio-cultural, habría que acometer una serie de
acciones de las que a continuación se proponen las siguientes:
-Identificar y recoger en una base de
datos descriptiva todo el patrimonio cultural, material e inmaterial, así como
cultural-natural que exista en la Sierra de las Nieves, tanto dentro del futuro
Parque Nacional como en su área de influencia,
sistematizando la información y creando una plataforma digital desde
donde se de a conocer. Habría que atender especialmente al patrimonio cultural
que se encuentre dentro del Parque, como los abrigos y cavidades, sobre los que
habría que hacer un estudio desde la perspectiva histórico-cultural por su
presumible hábitat desde tiempos remotos; los corrales ganaderos y las antiguas
veredas; los manantiales y las fuentes; los neveros…
-Buscar la declaración como BIC de algunos
patrimonios culturales singulares del Parque y su entorno para su protección,
como son los neveros, a los que se asocia no sólo las infraestructuras para
guardar el hielo, sino otros elementos como caminos empedrados, chozas, memoria
e historia junto con unos paisajes de carácter cultural además de natural.
-Identificar, catalogar, proteger y
potenciar los paisajes culturales con las medidas oportunas.
-Puesta en marcha de proyectos de
dinamización, divulgación y puesta en valor del patrimonio cultural para usos turísticos y socio-culturales en
los que cooperen administraciones y entidades locales, comarcales,
provinciales, autonómicas y nacionales. Es perentorio solucionar la falta de
coordinación existente entre administraciones y entidades en materia de
tratamiento del patrimonio cultural. Es necesario sumar esfuerzos, plantear
proyectos y actuaciones de carácter global para obtener y compartir resultados
tanto a nivel comarcal como local.
-Creación de una red de espacios
interpretativos-centros de visitantes en el entorno del Parque Nacional donde
se integren los “museos” locales ya existentes y que tratan diversas temáticas
(etnografía, antiguos oficios y formas de vida tradicionales, gastronomía, arte
sacro…) a los que deben sumarse otros espacios interpretativos que traten sobre
temas específicos que los anteriormente sañalados no contemplan: la
arquitectura popular; las fortalezas y castillos (los de Monda y El Burgo
serían los más adecuados); el agua en su dimensión natural y
ecológico-cultural, que es el mayor patrimonio con diferencia que tiene la
Sierra de las Nieves; la Reserva de la Biosfera (¡no hay ni una sola población
que albergue un espacio interpretativo con esta importantísima cuestión!); el patrimonio inmaterial… al no
haber una visión de conjunto unitaria y una coordinación desde las personas que
gestionan las distintas instituciones (ayuntamientos, entidades comarcales,
Diputación, Consejería de Medio Ambiente…), no se pueden ejercer actuaciones de
conjunto.
-Diseñar rutas temáticas con
contenidos que versen sobre diferentes temas culturales, como los neveros; los
caminos del agua; la arquitectura popular; los paisajes culturales… tanto para
usos turísticos como socio-culturales… implementando medios interpretativos de
los bienes culturales bien mediante paneles bien mediante medios digitales
(app´s).
-Desarrollar actividades permanentes
de divulgación del patrimonio cultural, especialmente a nivel local, a través
de asociaciones, entidades, colegios, institutos… para fomentar la identidad
local y el aprecio por el patrimonio que compartimos y del que somos
depositarios.
-Financiar o buscar fondos para
publicar estudios, guías e investigaciones locales y comarcales, tanto a nivel
científico como divulgativo. Igualmente financiar excavaciones arqueológicas,
restauraciones de bienes culturales y otras actuaciones para la recuperación
del patrimonio, como la de integrar los espacios museísticos existentes en una
red temática y dotarlos de una imagen unitaria.
-Realizar actividades para la
recuperación, conservación y divulgación del patrimonio cultural intangible
como talleres artesanos, actividades y talleres gastronómicos, entrevistas,
elaboración de documentales de actividades tradicionales, recogida del
patrimonio cultural oral…
-Buscar nexos de unión con la UMA para
fomentar estudio e investigaciones, especialmente sobre el patrimonio
archivístico y documental, que habría que digitalizar y hacerlo accesible a
investigadores y estudiosos.
-Incorporar el patrimonio cultural
catalogado e identificado en los planes de ordenación urbana de los municipios.
Cuestión sumamente importante si se quiere potenciar este inestimable recurso
económico y social.
-Dar unos nuevos usos al patrimonio
cultural infrautilizado para su salvaguarda y manutención. El mejo ejemplo lo
tenemos en la Torre Vigía de Yunquera. Este bien patrimonial ha permanecido
cerrado durante muchos años hasta que los actuales gestores lo han abierto al
público y le han otorgado un nuevo uso como observatorio astronómico creando un
nuevo servicio turístico inexistente en la comarca y contribuyendo a su
desarrollo económico.
Lo que hasta aquí se ha expuesto es
una breve reflexión del estado del patrimonio cultural en la Sierra de las
Nieves, de su importancia en el futuro Parque Nacional y en su entorno así como
sus notables posibilidades para el desarrollo económico y social de la zona en
particular y de todos sus entornos de forma general.
El patrimonio cultural de la Sierra de
las Nieves lamentablemente aún es poco conocido, pero supone un recurso
inestimable e insustituible para el futuro del Parque Nacional, su área de
influencia y las gentes que la habitan.
© Diego Javier Sánchez Guerra