La
fotografía existe desde fines del siglo XIX, pero en aquella época y aún en
décadas posteriores, no estaba al alcance de todo el mundo. La pintura y el
dibujo eran las encargadas de detener en el tiempo paisajes, personas, lugares,
momentos… Una de las imágenes más antiguas que poseemos de Monda, una de esas
capturas del tiempo, es el plano que el Teniente Coronel de Ingenieros DomingoBelestá y Pared realizó hacia 1791 y que es la protagonista principal de esta
entrada.
Esta
imagen es bastante especial ya que además del casco urbano y el castillo,
incluye su entorno inmediato con los nombres de los caminos, cerros y colinas,
parajes y cauces fluviales, que conservamos y usamos íntegramente.
Pero
¿Cuál es el origen de este dibujo? ¿Cuál o cuales fueron las razones para que
se inmortalizara con una plumilla el minúsculo municipio de Monda y sus
alrededores hace más de dos siglos?
La
respuesta es una, simple y compleja a su vez: la batalla de Munda. ¿Cómo es posible? ¿Qué tiene que
ver la batalla de Munda, celebrada en marzo del 45 antes de Cristo, con un
dibujo realizado 1836 años después? Si lo quieres saber, te invito a que sigas
leyendo.
La
batalla de Munda fue uno de los
mayores acontecimientos bélicos de la historia de la Antigüedad. Fue la que
decidió que bando se quedaba con el poder de Roma, la mayor potencia del Mediterráneo
hace dos mil años, durante su guerra civil, que enfrentaba a los pompeyanos con
los cesarianos, a los hijos de Pompeyo contra Julio César. Por todos es sabido
que venció el segundo, pero fue una victoria cortamente saboreada ya que fue
asesinado al poco tiempo en el Senado de Roma. Sin embargo, el camino de la
República hacia el Imperio era ya imparable.
Durante
siglos muchos eruditos y estudiosos discutieron sobre el lugar de tan
trascendental batalla y durante muchísimo tiempo no hubo acuerdo. Hoy día se
sabe con total certeza donde tuvo lugar y, aunque no fue en Monda, nuestro
pueblo siempre estará ligado a la batalla de Munda por acontecimientos históricos muy posteriores. En Aires deMonda ya hemos tratado sobre este tema en una entrada anterior.
Hacia
finales del siglo XVIII la Sociedad de
Anticuarios de Londres se puso en contacto con el gobierno español, pues estaba
realizando una Historia Universal y necesitaban realizar indagaciones sobre
distintos hechos históricos, entre ellos la batalla de Munda. Querían conocer en que lugar concreto había tenido lugar
este encuentro bélico tan decisivo para la Historia. El Conde de Floridablanda,
en aquel momento Secretario del Despacho de Estado (algo así como un Ministro
de Asuntos Exteriores), fue el que recibió la petición y encomendó el trabajo
de averiguación al Teniente Coronel de Ingenieros Domingo Belestá y Pared, que
por aquel entonces trabajaba en la construcción de la carretera de Antequera.
Este ingeniero también realizó trabajos en el Acueducto de San Telmo de Málaga
y realizó un diseño para el palacio de Carlos V de la Alhambra para su uso como
escuela militar.
Belestá, ingeniero como era, poco sabía de historia y de aquel acontecimiento, pero era un hombre inteligente y de recursos. Pronto se informó y buscó la opinión de eruditos y conocedores en la materia para, más tarde, visitar personalmente algunos lugares y extraer sus propias conclusiones.
Este prolífico ingeniero visitó diferentes lugares
de la geografía malagueña y sevillana buscando el lugar de Munda, lo que le
hizo pasar por Monda y Ronda. Se conserva la correspondencia que cruzó con sus superiores relativa a las
indagaciones y un Informe con los resultados de su investigación
acerca de la localización de Munda, fuentes consultadas, opinión de algunos
estudiosos, diario de su viajes y disertación sobre el recorrido de las tropas
de César y Pompeyo, del
que se extrae el exquisito plano del que tratamos en esta entrada.
Observando el dibujo puede apreciarse, sin género de dudas, que Belestá era ingeniero, buen observador y excelente dibujante, pues no se le escapa ningún detalle importante.
Belestá
nos presenta un plano apaisado. No se centra en el casco urbano, a pesar de
regalarnos exquisitos detalles, y si en el entorno del pueblo porque su
objetivo era el de comprobar si era posible que una batalla de la magnitud de
la que tratamos se hubiera desarrollado en Monda.
Lo
primero que observamos en el plano es la aspereza de las tierras mondeñas, muy
bien plasmada por el uso que el dibujante hace de la luz al oscurecer la zona
de umbría y al aclarar la de solana, mostrando claramente el relieve del pueblo.
Sin ser un plano de curvas de nivel, recoge bastante bien los cerros y elevaciones que colindan con
Monda. Todo un mérito teniendo en cuenta que no poseía ni GPS, ni fotografía
aérea ni los medios tecnológicos de que disponemos hoy día. Es evidente que tuvo que moverse bastante por
el entorno, documentarse y preguntar a los vecinos por los nombres de los
distintos parajes y lugares. También cabría la posibilidad de que su dibujo se
basara en otro plano anterior hoy perdido, pero eso nunca lo sabremos. En su
informe proporciona algunos interesantes detalles de Monda que prueban que hubo
de informarse bastante bien antes de visitar la zona.
Observamos los dos cauces fluviales más importantes y sólo a uno de ellos llama por su nombre, la Chorrera que, no olvidemos, es el nombre que recibe la parte más baja el arroyo que parte en dos nuestro pueblo. Al principal, el Alcazarín, no le pone nombre. Obvia los del arroyo del Tejar y el del arroyo de la Teja, tributarios ambos del Alcazarín, posiblemente porque estimaba que carecían de valor para la finalidad de su trabajo.
Los
tres caminos que se cruzan y encuentran con Monda si están recogidos y
nominados: el de Guaro, el de Coín y el de Marbella. El de Coín, recordemos, se
conserva parcialmente en la denominada calzada romana y en el trazado que hace de él no dibuja ningún puente. Esto
puede deberse a que o no existiera o a que no consideró necesario el
representarlo. Este camino discurre por la Vega de Monda, aflorando el
empedrado original por numerosas zonas que todavía no han sido alcanzadas por
el hormigón. El camino que conducía a Guaro se encontraba igualmente empedrado,
de lo que se conserva en muy mal estado
algunos pocos tramos. El de Marbella ascendía por camino Alto buscando el
puerto de Ojén, pero antes se bifurcaba y un ramal empedrado conducía al vecino
municipio de Istán (éste se conserva parcialmente en la conocida cuesta de la
Hambre), sin embargo Belestá no lo incluye en el dibujo. Tampoco incluye ni
veredas ni otros caminos menores.
Las tres vías recogidas eran caminos de herradura, esto es, estaban preparados para que circularan bestias de carga y caballos, no carruajes.
La
Vega de Monda es otro de los espacios recogidos por Belestá y estudiado
detenidamente para descartar que una batalla del calibre de la de Munda, con miles de legionarios
enfrentados, carruajes, caballos y otros pertrechos bélicos, haya tenido lugar
en este sitio. Obsérvese
el contraste entre la zona llana de la Vega y la rugosidad de las sierras y
colinas colindantes.
Siguiendo con nuestro vuelo sobre el territorio, nos detendremos en los cerros y colinas que bordean la Vega. Belestá no se ha molestado en dibujar ni describir la vegetación y los cultivos que en éstas se encontraban, una verdadera lástima, pero sabemos que para esa época la mayoría de los cultivos que se desparramaban por los campos mondeños eran viñas. Sin embargo sí que se hizo eco de sus nombres y, como podremos ver casi en su práctica totalidad, se trata de los mismos que hoy día utilizamos después de más de dos siglos.
Empezando
por el ángulo inferior izquierdo y en sentido de las agujas del reloj, nos
encontramos con el rincón de las Majadillas, el Cerro Poleo, los Llanos del
Consejo, Majada Vieja, la Dehesilla, cerro del Mornal, el Chaparral, cerro
Coronado, Rozuelas, la loma del Colmenar (y detrás los llanos de Pereilas, ya
en Coín), cerro Gordo, la Torrecilla y la Sierra.
He
querido dejar para el final el cerro de la Villeta y el pueblo, porque hay
detalles que me gustaría entrar a comentar ya que en el dibujo se refleja los
tres elementos que caracterizan a muchos de los pueblos de la Sierra de las
Nieves y de nuestra provincia dado su origen islámico: fortaleza en cota
dominante, caserío y huertas.
En
el cerro de la Villeta Belestá dibuja el castillo con su zona fuerte, la más
elevada, y la alquería que se desparrama
por su cara norte que se encuentra ceñida por una muralla. A pesar de que traza
muy nítidamente el perímetro y los elementos de la fortaleza como muros y
torres, sabemos que en esa época la construcción estaba en total ruina como él
mismo relata en su informe. El dibujo de la fortaleza no deja de ser una
recreación idealizada de nuestro ingeniero.
Sabemos
que la alquería, la Villa Vieja, estuvo habitada hasta 1570 en que los moriscos
que la avecindaban le prendieron fuego en el contexto de la rebelión de los
moriscos. Su origen, siglos atrás, estuvo en la presión que los ejércitos
castellanos ejercían sobre el Reino de Granada. Ello causaba una gran
inseguridad entre las poblaciones pequeñas. En los alrededores de Monda había
muchas de ellas que quedaron despobladas porque sus moradores se fueron
trasladando a la ladera del castillo huyendo de las algaradas de los
castellanos, una zona mejor protegida, dando origen al pueblo de Monda.
A
los pies de la fortaleza, hacia el Sur, nos encontramos con el casco urbano.
Las calles están esbozadas y Belestá no
se detiene en destacar ningún edificio como la Iglesia o la casa fuerte del marqués
de Villena, donde todavía existía la torre denominada El Bombo, nombre que pasó
al edificio contiguo cuando esta fue demolida. Llama la atención lo rectilíneo
del trazado viario (que no se corresponde con la realidad), el que no aparezca
la plaza ni, incluso, el barrio de las Erillas, que sabemos que ya existía por
esas fechas por un dibujo de 1752 del Catastro de Ensenada de Monda, pero el
autor no se para en detalles que le distraigan de su verdadero objetivo. Sin
embargo sí que plasma, junto a las casas que aparecen en negro, unas
cuadrículas con puntos que se asemejan a fichas de dominó. Se trata de las
huertas urbanas que todavía debía haber en el municipio y que algunos
documentos, como el Libro de Apeo de Monda (siglo XVI) ya recogían.
El
tercer elemento y más bajo, es la zona de huertas denominada Huertos, hacia el Norte. El autor ha
dibujado las parcelas irrigadas de mayores dimensiones que las del casco
urbano, pero sólo las ha esbozado. Ya entonces estas huertas se alimentaban con
las aguas excedentarias de la fuente de la Villa y de la fuente de la Jaula,
que ya existían en esa época aunque ninguna de las dos se recojan en el dibujo.
Una red de acequias y varias albercas se encargaban de distribuir el agua por
las parcelas bajo la supervisión del Alcalde del Agua para que cada parcela se
nutriera del agua que le correspondía.
Domingo
Belestá, tras visitar Monda, continuó por Ronda y otras poblaciones de Sevilla
buscando el lugar de Munda. A nuestro
pueblo, contando con su experiencia militar y las informaciones recabadas por
otros eruditos de la época como Pérez Bayer, lo descartó por completo.
Su
informe final no fue de la satisfacción de sus superiores, por lo que recabaron
otro de Pérez Bayer para enviarlo a la Sociedad de Anticuarios de Londres.
Este documento, tristemente, no se conserva.
© Diego Javier Sánchez Guerra.