viernes, 16 de octubre de 2015

JUAN JIMÉNEZ MACÍAS, “MONDEÑO”. UN POETA POPULAR NACIDO EN MONDA Y CORDOBÉS DE ADOPCIÓN

A veces uno se levanta por la mañana y tras consultar el correo electrónico se lleva una pero que muy grata sorpresa...

No hace muchos días arribó al buzón de mi e-mail en el Ayuntamiento de Monda un correo electrónico procedente de Córdoba. Lo enviaba Nicolás Lesmes a través de un amigo suyo desde esta bella ciudad, antaño capital de al-Andalus y cuyo famoso puente peina las aguas del Guadalquivir con sus numerosos tajamares desde tiempo inmemorial. En esta carta informaba sobre la figura del poeta Juan Jiménez Macías, conocido por aquellos lares como “Mondeño”, y del gesto que había tenido el Ayuntamiento de Córdoba al dedicarle una calle.





Juan Jiménez Macías era un vecino de Monda que nació un caluroso  cinco de mayo del año 1941 en la vivienda nº 40 de la calle Coronel Bernal (actual calle Enmedio), hijo de José Jiménez y de Encarnación Macías, tal y como consta en su certificado de nacimiento. Ya muy joven y para buscarse la vida en los amargos años que siguieron a nuestra Guerra Civil, hubo de trasladarse a la ciudad de Málaga, donde trabajó con denuedo en una carbonería en el castizo barrio de la Trinidad, no muy lejos de la Iglesia de San Pablo. Más tarde vendría su traslado a Córdoba, al obrero barrio Huerto de la Reina, donde se asentó definitivamente y donde encontró la punta de su raíz sin olvidar nunca su Monda natal.

En su libro “Mondeño. Pensamientos y glosario poético”, encontramos una primera referencia a u vida y experiencia vital:

Juan Jiménez Macías nació, un cinnco de mayo de mil novecientos  cuarenta y uno en la villa de Monda, pueblo de la serranía de Ronda. Pueblo histórico por sus acuñaciones de monedas romanas y, posteriormente, de monedas árabes, perteneciendo el pueblo al califato cordobés.

Juan empezó su  vida laboral, como la mayoría de aquella época, siendo un niño, que al fallecer su padre joven, tuvo que sacar los estudios primarios, compatibilizándolos con el trabajo de carbonero.  a  la edad  de catorce años, fue repartidor con un carro tirado por un noble animal como es el borrico, cargado de cajas de botellas de lejía. a los dieciséis años, cambió el trabajo siendo faenero en el puerto de Málaga, cuando faltaba personal en plantilla fija que pertenecía al puerto, compatibilizando esta labor con la carga y descarga de carbón que entraba en la estación de Renfe en Málaga.

Así fue la vida, tirando hasta los escasos dieciocho años, donde le picó el gusanillo de la "hombría", aventura o ganas de comerse el mundo, marchándose con varios amigos a Barcelona, Mataró, San Juan,etc. No sabiendo aún porqué, marchó en solitario a Pedrosa de Valdeporres (Burgos), trabajando en el Túnel de la Engaña. Tras varios meses de padecimientos y, viendo como los compañeros perdían la vida en el túnel, marchó a San Juan de San Pedro, aldea Tamajón, pueblo de Humanes, provincia de Guadalajara, Pantano de Isabel II, trabajo túnel, es decir, el mismo trabajo cambiando de lugar. Aunque aquí no se presenciaron accidentes mortales. 

Con idas a Avilés (Asturias) y venidas a Andalucía, conoció Córdoba, tierra que sin saber cómo, lo fue germinando de embrujo y raíz, y, en pocos meses, fue conscientemente arropado en el amor y en la belleza de la tierra cordobesa. 

En mil novecientos sesenta y tres vino aquel servicio militar, dicho sea de paso,fue un relax para sus aventuras y desventuras. Unidad de farmacia militar de Melilla, con mucho tiempo libre, que fue bien aprovechado para empezar a estudiar y escribir sus primeras poesías y pensamientos.

De vuelta a la vida civil, su vida laboral, dio un cambio de vuelta de camisa. Trabajó en una empresa multinacional, como vendedor de la misma, sacando buen provecho. La empresa daba un curso de ventas que era muy  beneficioso para la instrucción del vendedor. En futuro próximo daría su rendimiento. 

Por cuestiones personales volvió a Málaga, trabajando en otra empresa multinacional, ocupando el mismo puesto de trabajo que en la anterior. Por la cosa estuvo un año, sin dejar de venir a Córdoba. Se casó en la misma  Huerta de la Reina, con una buena compañera, pues, de todos es sabido, los sinsabores de la vida a los cuales tapa y ayuda el cariño,amor y fe de la  pareja. Dos años largos en la costa, y decidieron poner una pequeña tienda de siete metros cuadrados en arrendamiento. Treinta años de "tendero". Así fue la etapa definitiva de su vida laboral.

Fue por iniciativa de sus propios vecinos y amigos ya que era una persona muy querida por todos y por los numerosos premios que recibió por su manejo en el arte de las letras, que se promovió el bautizar  una calle con su nombre.

En  Monda nunca había oído hablar de él. El único “Mondeño” que conocía (y que conocemos muchos) es el afamado torero. Es más, cuando después he preguntado a la gente mayor del pueblo sólo he podido arañar un vago y borroso recuerdo de su memoria. Su hija María Dolores, con la que pude contactar, nos da más pistas sobre su ascendencia y orígenes, concretamente sobre sus progenitores: Mi abuelo José Jiménez Rubiales, piconero de profesión,  era apodado como “Pepe el de la Sidra” y mi abuela Encarnación Macías “Encarna la Teresita”.





Recurrimos nuevamente a su libro “Mondeño. Pensamientos y glosario poético”, para ver el poema que le dedica a la ciudad de Córdoba:

CÓRDOBA

Córdoba de las culturas
tiene raíces que son embrujadoras,
Córdoba con su elegancia y finura
Sello propio de gran señora.

Séneca… Averroes…
el pintor Julio Romero,
mirando a mi cordobesa
me siento, en el cielo.

Mi Cristo de los Faroles
en la Plaza de Capuchinos
¡Ay! Virgen de los Dolores,
Estampa de lo divino.


Por la tarde, con más tiempo y tranquilidad, volví a leer el mencionado correo electrónico que envió Nicolás Lesmes, a lo que siguió una furtiva búsqueda en Internet sobre Juan Jiménez, donde aparece  mencionado en varias webs. La primera entrada del buscador nos dirige a  un vídeo con el homenaje póstumo que le rindió la ciudad de Córdoba en 2010 durante la celebración de su carnaval en el Gran Teatro de Córdoba.




Sigo buscando y encuentro la web de la Asociación Cultural “Amigos de Villafranca de Córdoba”, donde Catalina Gómez Díaz, una de sus socias y trabajadora del Hospital Reina Sofía donde atendió a “Mondeño”, le dedica una reseña y unas palabras de agradecimiento ya a título póstumo, donde agrega un poema que el poeta le envió y que a continuación reproducimos:


UNIVERSO RENOVADO

No hagas caso a este poeta…
Pues no vale la pena…
Ya que su mente conlleva
Fantasías de soles y estrellas.

Oh, poeta de la naturaleza
que encoge su corazón al llanto
donde pensamientos puritanos
o maldad es un espanto.

Oh, subconsciente que reluce
de pensamientos ignorados
de los mundos del universo
en visión futura y pasada.

Oh, montañas que se harán mares
desierto será el propio mar
vendrán nuevos dioses terrestres
otra vez el pájaro, aprenderá a volar.

Vuelve el mundo a ser dueño
de todo lo que nos dio prestado
y vuelve  otra vez a concederlo
creando nuevos mundos pasados.

De mundos está lleno el universo
aún siendo por nosotros ignorados
no viendo nuestro crecido saber
que la naturaleza nos regala,
aún siendo prestado.

No hagas caso a este poeta…
No vale la pena…
ya que su mente conlleva
fantasías de soles y estrellas.


Prosigo indagando en Internet y no tardo en encontrar su huella en forma de colaboración en la publicación digital “Cuadernos del Rebalaje” nº 21, dedicada a las Letras Flamencas por Jabegote (es un cante marengo, uno de los palos del flamenco del grupo de los cantes malagueños), donde el autor, José Espejo Delgado, le dedica unas palabras de agradecimiento.





Nicolás Lesmes nos hacer llegar también una carta de homenaje a Juan Jiménez, que se encuentra publicada en el Diario de Córdoba, que a continuación se reproduce:


Homenaje al Caballero de Monda

Con el ruego de su publicación en cartas al director,  en nombre de todos los vecinos de la Huerta de la Reina y en el mío propio, queremos rendir este pequeño homenaje a Don  Juan Jiménez Macías.

Desde su llegada a nuestra tierra cordobesa, fue bien acogido por todos y le honramos con nuestra más que merecida amistad.

 Llegaste muy joven y con una gran ilusión y con el paso del tiempo llegaste a sentirte un cordobés más entre nosotros y mucho más aun, cunando encontraste al gran amor de tu vida, que fue, la señora María Aranda. Una gran dama llena de bondad e irradiando alegría a todas horas. Ella hizo realidad, en el malagueño de Monda,  que a pesar de su acento mediterráneo, se hiciese tan cordobés como el que más.

Estableció su negocio, dedicado a frutería y alimentación: Casa Juanito el “Malagueño,” en la calle Pintor Palomino esquina a la calle Colombia. Su establecimiento gozaba de gran reputación por la gran calidad de los productos que ofertaba, así como por su trato afable y sencillo con su numerosa clientela.  Juan ganó fama de ser buen conocedor, tanto en frutas y hortalizas, así como de la alimentación en general, llegando a ser muy reconocido por toda Córdoba.

Otra faceta muy interesante de su vida era su altruismo demostrado una y mil veces, con los chavales del barrio, que soñaban con ser futbolistas. Él los montaba en su 4L y los llevaba por esos campos de fútbol de los pueblos y una vez acabados los partidos, les repartía bocadillos y refrescos, que previamente había preparado en su tienda. Así mismo los fotografiaba, les regalaba las fotos y muchas de ellas las exponía en su establecimiento para orgullo de sus padres.

Sin lugar a dudas, lo más interesante de Juan Jiménez, el “Caballero Legionario” fue su andadura poética. El duende que atesoraba su alma, alcanzó fama universal, tanto que, aún hoy seguimos añorando sus maravillosos poemas.

Nuestro ayuntamiento también ha querido perpetuar su memoria colocando una placa con su nombre en una zona ajardinada del Tablero bajo. Los vecinos de la Huerta de la Reina nos sentimos congratulados por ese nombramiento.





Nuevamente hemos de recurrir a su libro “Mondeño. Pensamientos y glosario poético”, para encontrar un poema que dedica a Málaga donde, como se ha señalado,  trabajó en una carbonería del tradicional barrio de la Trinidad:


MÁLAGA

Málaga, belleza natural
clima soñado por el humano
tierra de amor fraternal
donde, cariño de hermano.

Espigón de la farola
cada una de su roca, es vida
cuando te embelesan las olas
asomando las algas floridas.

Luces del faro…
que entrelazan las estrellas,
eres tú Málaga de mi alma
¡de las estampas! La más bella.


En ese mismo libro encontramos algunas referencias a sus recuerdos en la carbonería en la que trabajaba:

Un despacho de carbón, se llama “Carbonería”, en  una ciudad cálida, con frío húmedo y poca ropa en el cuerpo, en invierno del año.

Las seis y treinta de la mañana, un niño vivo en imaginación y maravillosamente ignorante en su juventud, abría la carbonería y empezaba su tarea cotidiana encendiendo la “copa”, brasero de carbón, que se prendía con una tea de leña. Preparaba carbón y partía leña para su venta. Era una pequeña ayuda para su madre que hacía las tareas cotidianas, para luego tener que estar el resto del largo día en el despacho.

Venía algún que otro cliente que se atendía siempre bien, enseñanza que el niño aprendió de su madre.



María Dolores Jiménez, una de sus tres hijas, nos envía una  completa y cariñosa reseña sobre el origen, vida y trayectoria poética de su padre, Juan Jiménez Macías, “Mondeño”, que por su enorme interés compartimos al objeto de darlo a conocer:


El poeta D. Juan Jiménez Macías “Mondeño” nació el 5 de mayo de 1941 en Monda, provincia de Málaga. Siendo muy pequeño su familia, de origen piconero, se trasladó al barrio de la Trinidad, en la capital malagueña, regentando un negocio de venta de carbón. Nunca olvidó sus orígenes y, fuera donde fuere, nombraba a la Monda de su alma, la refería a modo de broma como la “nación de Monda”.

En 1968 se casó con una cordobesa cuya familia estaba afincada en el barrio “Huerta de la Reina” de la capital cordobesa. Por todos muy conocido y querido, estuvo regentando un negocio familiar en dicho barrio donde vivió más de cuarenta años. Su ánimo era tal que hoy en día aún se le recuerda por los chistes que hacía mientras atendía a sus vecinos con una gracia natural e innata, o sus carteles colocados en un pequeño escaparate escritos con tal ingenio que no había viandante que no detuviera para su lectura.

Fue un trabajador infatigable y una persona inquieta que comenzó a escribir sus letrillas de manera privada en la soledad de su trastienda. Más adelante, a finales de la década de los ochenta, sus letras fueron publicadas en el carnaval cordobés, destacando en los cuartetos, de los cuales siempre consiguió buenas críticas obteniendo varios premios, a destacar: segundo premio en 1985, primero en 1986 y tercero en 1987. También se atrevió con la chirigota, obteniendo el tercer premio en 1988, segundo premio y primero en cuplé de 1989 y segundo premio en 1990. Los más de diez años de su trayectoria carnavalesca, los numerosos premios conseguidos y las “colaboraciones anónimas” que realizó en este campo este genio de la crítica, avalan a este  gran poeta humilde en su día a día.

Publica una pequeña parte de su gran obra en el libro titulado MONDEÑO,  compuesto por poesías, pensamientos, varios tipos de cantes y narrativa ácrata. Este ejemplar está inscrito por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en  el Registro de la Propiedad Intelectual en el año 2003. Aunque está pendiente publicar gran parte de su obra, en este libro se ven reflejados importantes esbozos de su arte y escritura.

En el año 2006 presenta “Canto a Córdoba”, una pincelada de su trabajo en el Primer Premio Literario “Córdoba, Patrimonio de la Humanidad” recibiendo una mención especial por parte del Ayuntamiento de Córdoba.

En el 2007 en el Segundo Premio Literario “Córdoba, Patrimonio de la Humanidad”, vuelve a recibir el mismo reconocimiento por “Una vivencia de Córdoba”.

El 14 de octubre de 2009 fallece a los 68 años de edad, después de una fuerte lucha contra el cáncer, donde demostró valentía y  enormes ganas de vivir.

En el carnaval de febrero de 2010 se le realiza un emotivo homenaje en el Gran Teatro de Córdoba, donde se le concedió el primer premio en la historia de esta fiesta en la ciudad por su trayectoria como letrista en este concurso otorgado por la Asociación de Autores y Directores del Carnaval y por la Asociación del Carnaval  de Córdoba.

Conocido y querido por todo el barrio de la Huerta de las Reina, la asociación de vecinos solicita ante el Ayuntamiento de Córdoba designar una calle cercana al barrio con el nombre de Poeta Juan Jiménez Macías “El Mondeño”. Apodo con el que firmaba sus poemas, señal inequívoca de lo orgulloso que se sentía de su pueblo, su nación “Monda”.






En su obra poética encontramos dos poemas dedicados a nuestro pueblo, a su “nación de Monda”, que podemos leer a continuación:

MONDA DE MAÑANA

Que alegría me das
verte por la mañana,
metida en tu silencio
del respirar de sus sierras.

amapolas, margaritas,
sangre de toro, campanitas,
flores como un manto
echado en tu tierra.

Como si fuera posible
realzar más tu belleza,
eres una pincelada
de Dios a  la naturaleza.

Mi corazón repite salto
cuando veo tu suelo
nunca siento la tristeza,
parece que me hablan
las raíces de mi sangre,
¡Sin saber yo, cómo expresarles!

Duermo sin dejar
con mi mente de abrazarte,
no quiero de ti despegar
hasta que la vida me arranque.

Mi mente esta extraña
que mi persona no se esconda;
eres tú, villa de Monda
la que me haces soñar.



MI PUEBLO

Mi pueblo, es serrano
es la tierra, donde nací
donde está las raíces de mi raíz
aunque de él me marché pronto
siempre vuelvo por allí.

Mi pueblo, fue villa
con acuñaciones romanas
monedas árabes, también
tierra reconocida como suya
en el califato cordobés.

Mi pueblo, tiene su historia
siempre orgullo, lo siento
aunque sea, egoísmo humano
de gloria, sus recuerdos, me llenó
quizás así, a mis raíces llevó.

Mi pueblo, nunca lo olvido
habiendo pasado, muchos años
muchos; que de Córdoba me enamoré
sin sentir celos, por ambos ningunos
pués, es volver al volver.

Mi pueblo, sigue viviendo
el tiempo machacosamente pasa
menos para él, más para mí
mi carió, lo sigue manteniendo
como lo hizo, mi raíz.

Mi pueblo, lo piso y lo paseo
a los paisanos, soy desconocido
en mi propia sombra, me cobijo
y mi soledad, de sueños vencidos,
corazón mío, con mi tristeza aflijo.

Mi pueblo tiene mi nostalgia
del recuerdo de aquellos míos
aquella, santa, madre que tuve
cariñosa y luchadora, mi abuela
punzadas, inolvidable de esta tierra.

Mi pueblo sabe…
que el viejo no olvida…
fuente de la Jaula, la de la Villa
sierra que con el sol brilla
y con el viento chilla.

Mi pueblo, se llama, Monda
junto con mis amores, a Córdoba
hace feliz, mi exquisitez
que en esta, tierra de mis sueños
Mondeño siempre seré.


Terminamos esta reseña a Juan Jiménez Macías, “Mondeño”, con las palabras que su hija le dedica en uno de sus correos:

A pesar de que mi padre se fue muy pequeñito de Monda tenía familia que visitaba durante su infancia y con posterioridad y en su juventud y madurez. Nunca olvidó sus raíces y creo que, con los años, tenía a su pueblo aún mas presente.

Tenía un negocio de apuestas mixtas en el barrio de la Huerta de la Reina en Córdoba Capital, aún continúa abierto, lo regenta una hermana mía, ya veis en la foto adjunta como se llama...




Para la familia es un honor y un orgullo, el cariño que tantas personas han demostrado por la figura de mi padre. Fue una persona con una fuerte energía vital desde luego no pasó desapercibido, en estos años numerosas personas nos han enviado y publicado escritos de agradecimiento a la figura de mi padre.

Lo más sorprendente de todo es que a pesar de sus humildes orígenes, de su falta de estudios académicos, supo formarse, era autodidacta y tremendamente inteligente. Logró el éxito profesional partiendo de la nada, tuvo varios negocios, tres hijas a las que dio estudios y un futuro y una mujer que lo adoró y dejó en una posición acomodada gracias al trabajo de ambos.

Aportó al carnaval de Córdoba sus letras de la que obtuvo numerosos premios pero lo más importante fue su aportación anónima en cientos de colaboraciones, esa fue la que las personas agradecían realmente.





Agradecimientos
Nicolás Lesmes Toledano
José Manuel Hernández
María Dolores Jiménez Martínez







Diego Javier Sánchez Guerra


lunes, 5 de octubre de 2015

SIERRA DE LAS NIEVES. LA MAGIA DEL PINSAPAR




Hacía meses que no me perdía por el pinsapar de la Sierra de las Nieves, por sus mágicos senderos y sus fascinantes paisajes, un lugar que embota los sentidos y que desata las emociones. Esos bosques de pinsapos, abetos que surgieron del frío glaciar y que han superado los cambios climáticos desde hace millones de años, arropan grandes superficies de la Sierra de las Nieves, especialmente cañadas, zonas de umbría, espacios húmedos y resguardados la mayor parte del tiempo de los rayos del Sol; los lugares más gratos para su existencia. El componente natural de la Sierra de las Nieves es, a todas luces, enorme; además de los emblemáticos pinsapos, encontramos otras especies en estas sierras calizas, como las sabinas rastreras, los fantasmales quejigos de alta montaña, los cedros… la diversidad botánica y faunística son asombrosas... Salta a la vista. Pero lo que no salta a la vista es la historia y la memoria de estos paisajes…







Los valores naturales son abrumadores y se apodera de todos nuestros sentidos pero, a pesar de ello, estas sierras tienen unos valores culturales y patrimoniales altísimos y no tan extensamente divulgados ni conocidos. Por la geología caliza de estas montañas ha proliferado todos los ejemplos de kárstico con espectaculares formaciones, donde abundan numerosos ejemplos de este modelado, como las cuevas y abrigos. Existen centenares o miles de ellas, empleadas muchas como refugio de ganaderos y pastores desde tiempo inmemorial, sospechándose un hábitat prehistórico en algunas de ellas. Al tenor de lo expuesto, abundan numerosos corrales y corraletas con sus muretes de piedra del lugar empleados para guardar el ganado. No en vano existen innumerables fuentes, pilares y manantiales, abrevaderos para animales, que en más de una ocasión han calmado la sed de muchos senderistas.








La extracción de madera, especialmente para la construcción, y la producción de carbón vegetal proporcionó el sustento de generaciones de jornaleros mientras que el lucrativo negocio de la nieve dejó su impronta en los numerosos neveros que perviven y en la memoria de los yunqueranos. También los arrieros se ganaron la vida por estas sierras surcadas de caminos y veredas llevando o trayendo distintos productos; el que algunos de ellos conserven parte de su antiguo empedrado delata que fueron vías muy transitadas y utilizadas por los mencionados arrieros, por viajeros, por bandoleros, contrabandistas… La caza fue también una actividad con la que se redondeaban ingresos y contribuía a aumentar el nivel proteico de una dieta no siempre larga en nutrientes.










La actividad minera tiene también un papel protagonista en la memoria de la Sierra de las Nieves pues en sus inmediaciones aparecen numerosas y antiguas explotaciones, destacando las minas de San Eulogio entre otras de menor envergadura.

El caminante observador y sagaz se habrá fijado en la existencia de alguna que otra era y de centenares de pequeñas paredes de piedra en ciertas laderas, de pequeñas terrazas. Antaño, en algunos lugares, también se cultivaba el cereal y las vides llegaban hasta las inmediaciones del Tajo de la Caína, como recuerda Edmond Boissier en su expedición científica realizada a estas sierras hacia 1837.






Fue en estas montañas donde encontraron cobijo muchos moriscos tras la revuelta del año 1568. Desde estas frías y abruptas montañas los guerrilleros españoles hostigaron a los invasores franceses, mientras que bandidos y bandoleros como “Pasos Largos” encontraron un lugar al cual no llegaba más que la ley del más fuerte. También conocieron estas sierras a varias partidas de maquis, de guerrilleros, en los convulsos años de la Guerra Civil y posteriores.







Los numerosos cortijos abandonados que se encuentran en sus inmediaciones nos hablan de un paisaje fuertemente humanizado mientras que el viejo Santo Desierto de las Nieves, el convento, nos trae a colación una historia de ermitaños y de una vieja ermita, la de la Virgen de las Nieves, que proporcionó uno de sus nombres (el más conocido) a estas viejas sierras.







La sobre-explotación de los recursos de estas sierras casi termina con la existencia del pinsapo. Por fortuna se introdujeron medidas para su recuperación y gracias a ellas hoy tenemos este tesoro botánico. La Sierra de las Nieves disfruta de un abundante patrimonio cultural, una interesante historia y una gran memoria ávidos de ser conocidos y compartidos.



domingo, 23 de agosto de 2015

VIRTUDES GARCÍA DURÁN Y EL TRABAJO DEL ESPARTO

Yo soy Virtudes García Durán y nací el año 26, el dieciocho del tres.

Así empezaba la entrevista que mantuve con Virtudes el no tan tórrido verano pasado, una señora de avanzada edad, joven espíritu y fuertes manos natural de Pozo Blanco (Córdoba) pero afincada en Monda desde muy joven. Su voz no tiembla pero te hace vibrar al escucharla hablar y narrar los avatares de su vida, sus buenas y malas vivencias, sus buenos y malos recuerdos que rememora siempre desde el ánimo, desde una perspectiva vital y una actitud positivas.




Virtudes sonríe a la cámara mientras 
no pierde un ápice de concentración


Me recibió en su pequeño taller, en su minúsculo pero inmenso rincón artesano donde atesora innumerables objetos elaborados con esparto -algunos de lo más variopintos-, con la hospitalidad y la amabilidad que derrocha a mares, como sabemos quienes la conocemos. A lo largo de nuestra productiva conversación no deja de recordarme con orgullo la de homenajes que ha recibido desde distintas instituciones y asociaciones. El motivo del encuentro fue doble, por una parte una vecina del pueblo me invitó a que en mi blog hiciera visible el papel de la mujer rural, que recuperara y reivindicara la memoria de algunas mujeres trabajadoras, de sus vidas y experiencias, de lo que han aportado (y aportan) a nuestra historia, a nuestra memoria y a nuestra comunidad. Por otra parte la entrevista con Virtudes era para mí, amén de lo expuesto hace un momento, una obligación moral y ética. Virtudes es una de las pocas personas que trabajan  el esparto en nuestra tierra.  Sí, de las pocas. Ya casi no quedan. El trabajo de esta fibra vegetal hunde sus raíces en la prehistoria, hace varios miles de años. El trabajo del esparto y la cultura que conlleva no está en los libros, no está en los documentales, no está en Internet… está en las manos, en la cabeza y en el corazón de personas como Virtudes de las que ya, por desgracia, van quedando menos…




El del esparto es un trabajo duro que requiere 
de habilidad y experiencia


Por este motivo la entrevista de Virtudes está estructurada en dos partes, por un lado su experiencia vital y por otro su habilidad y cualidad como artesana del esparto, que le ha sido de gran utilidad durante toda su vida y aún hoy día le sigue siendo.

Nacida el jueves 18 de marzo de 1926 en el seno de una familia campesina estuvo escolarizada hasta los diez años -como recuerda con nostalgia- ya que al estallar la Guerra Civil hubo de huir con su familia a Pozo Blanco. Era una buena estudiante a quién la maestra tenía gran aprecio.  En Pozo Blanco, como refugiados, la familia hubo de adaptarse a unas condiciones de vida difíciles. Su cuñado, herrador de profesión, fue llevado al frente  para atender a las caballerías mientras que el resto de la familia con su padre a la cabeza, se las buscó cuidando una huerta de un vecino y realizando distintas labores.  En ella estuvieron trabajando varios años.




Virtudes apenas aparta la vista de su trabajo


Virtudes evoca el espíritu positivo de su madre que en tan difíciles circunstancias siempre lo encontraba todo muy fácil: Nos buscábamos la vida diferente, pero a la vez muy fácil, porque mi madre lo encontraba todo muy fácil; allí está el lavadero al lado, ¿sabes?, y cogíamos con la ropa sudada, porque no había jabón ni donde comprar, y entonces nos íbamos y nos refregábamos la ropa, luego se secaba y por lo menos se quitaba el sudor. Pero mi madre se enseñó a hacer jabón. Su madre, por ejemplo, entre otras labores se dedicaba a hacer jabón. Con las cenizas que su hijo Fernando, hermano de Virtudes, y su esposo le traían de las panaderías de Pozo Blanco (a las que surtían de leña) y el aceite usado que iba recogiendo por el pueblo de casa en casa, hacía un jabón estupendo.

En esos difíciles años de guerra y posguerra escaseaban muchísimos productos. Entre ellos el café. Sin embargo la imaginación y la necesidad se conjugan siempre en circunstancias adversas; con las bellotas que recogían para come, también hacían “café”. Virtudes recuerda como las bellotas eran para comer y hacer café, que me enseñó mi madre a hacer un café que estaba buenísimo; la bellota se pelaba, el pellejo se raspaba con el cuchillo y la partía, la hacía cascos y los tostaba con una mijita de azúcar o de lo que pillara. Y cuando no tenía azúcar, en la sartén se tostaba y luego se hacía el café. Pero las bellotas que recogía tenían dueño… Cuando vimos aquel montón de bellotas, nos acercamos a coger. Pero al momento un señor a caballo de Pozo Blanco, allí, porque en el tiempo de la guerra que era, estaban cuidando la ermita, uno de Pozo Blanco y otro de Villanueva de Córdoba. Allí no se podía coger ni una bellota.

Al final de la guerra la familia decidió trasladarse a Monda, pues aquí tenían parientes y familiares. Los propietarios de la huerta donde trabajaban les dieron tres pesetas de plata, como recuerda Virtudes con cariño y agradecimiento. Llegaron a Monda en mayo de 1940 vía Cártama, donde les dejó el tren. El resto del camino lo hicieron en autobús.

Virtudes ya no volvió a la escuela, a pesar de su juventud y su apego por aprender. Tras la guerra vinieron años muy duros y tuvo que hacer como la mayoría de las niñas y mujeres de familias humildes: trabajar muchísimo para aportar a la economía familiar. Trabajó cogiendo almendras, aceitunas y realizando muy distintas labores agrícolas, como el resto de su familia y como cualquier esforzado varón. Recuerda que cuando iba a cavar con el padre debía ponerse pantalones y un sombrero, por lo que en no pocas ocasiones la confundían con un muchacho. Yo a trabajar de todo, decía.

Una anécdota que no puede faltar es la de la feria del año 41 o 42. Cuenta Virtudes con voz nostálgica y con una sonrisa que surca todo su rostro iluminando su cara, que en esas fechas ella era ya una mocita y que necesitaba tela para que su madre le hiciera un vestido para la feria, para la cual quedaba alrededor de un mes. Lo que no había era dinero para comprar la tela. Ni corta ni perezosa Virtudes contactó con una vecina que se dedicaba a recoger esparto para ir con ella, María Bernal, y obtener material con el que hacer serones y poder comprar la tela para el tan ansiado vestido. Fue su madre quién le enseñó a hacer pleita. Con los serones que logró elaborar en ese mes pudo comprar la tela. Fue su madre la que le confeccionó el vestido con el que lucirse en las fiestas, como cualquier moza de su edad.






Dominar el trabajo del esparto lleva su tiempo


Es a partir de ahí donde comienza la relación de Virtudes con el trabajo del esparto, la cual perdura en la actualidad…

Desde antes de la aparición de la agricultura, hace miles de años, se tiene constancia del trabajo de ciertas fibras vegetales para elaborar alpargatas, cestos, capazos y todo un interminable elenco de elementos de uso cotidiano. El trabajo de las fibras vegetales se mantuvo durante milenios y no decayó hasta la aparición y generalización de nuevos materiales que, como el plástico, ofrecían otras posibilidades a un precio muy competitivo. A partir de ese momento su aprovechamiento fue reduciéndose hasta que ha quedado relegado a engañar el tedioso y lento discurrir del tiempo de muchas personas mayores, que encuentran en su ocupación una salida a su secular aburrimiento.



Juan Galeas, vecino de Istán y persona muy querida en su pueblo, muestra a un curioso visitante sus labores de esparto


En todos los pueblos de la Sierra de las Nieves se ha trabajado con estos materiales y todavía son muchos los mayores que mantienen vivo este languidecente saber artesano de forma ya casi testimonial. 

El esparto es una de las fibras vegetales más explotadas y trabajadas. Se trata de una planta de la familia de las gramíneas que se presenta en forma de macollas diseminadas y tiene alrededor del metro de altura. Su recogida se hacía en verano, normalmente entre los meses de julio a septiembre, y se podía trabajar de tres maneras: verde, seco o majado, en función del objeto a realizar. 



Macolla de esparto


El esparto se va trenzando y uniéndose, formando pleitas o fajones, que luego tomarán forma de cestos, serones o esteras. Pero dejemos, una vez más, que sea Virtudes la que nos ilustre:

Primero es coger el esparto. El mes de agosto es el mejor ¿sabes porqué? Porque  con un día que le de el sol, se pone rubio. Y en otro tiempo necesita muchos días y si le llueve se estropea, se pone el esparto malo. Después de recogerlo hay que tenderlo al sol para que se seque y se ponga dorado. Después, para echarlo a trabajar, primero hay que sacudirlo, quitarle todos los pinchos que tiene y después meterlo en agua. Yo lo meto de noche en agua y lo lío en un trapo. A la mañana siguiente ya está para trabajar.



 Manojo de esparto a remojo


El esparto (para cocerlo) tiene que estar cuarenta días en una alberca o en un arroyo. Que no le falte el agua. Cuarenta días para cocer el esparto. A los cuarenta días ya se coge, se tiende al sol  que se seque (y ya está blanco) y ya se puede trabajar. El esparto cocido se trabaja mejor. Con el esparto cocido se hacía los alpargates. Mi Fernando  (su hermano) tenía mucha bulla de alpargates, ¿sabes? Y cuando se ponía así me decía “Virtudes, ayúdame”. Y el padre de Anita Gil, que vivía ahí donde Pepe Palomo tiene la casa, enseñó a mi Fernando a hacerlo entretejido. Las suelas la traían o mi Fernando las compraba de camión; ponía una gafera en la suela de camión y luego ponía el capellán entretejido.



Las manos habilidosas y curtidas de Virtudes
                               

El  esparto majado se utilizaba para muchas cosas, para hacer reatas. Ha hecho muchas reatas para bestias. Para majarlo había que darle con una maza de madera. Eso no sabe hacerlo todo el mundo, eso no sabe cualquiera. No puede ser con el esparto y darle porrazos, no, hay que mover el manojo de esparto y dándole porrazos para que vaya por todo alrededor, no dándole porrazos en un sitio fijo.



Cosiendo la pleita


Con el esparto sin majar  se hacía las espuertas, los serones, las esterillas para encima del hato, (los rondeles para el molino eran de esparto majado), recogedores de esparto…

Yo empecé a hacer los serones, yo hacía de 25 brazas. En un día lo hacía, se lo vendía a la gente del Portugal, a la “Gordita”, a las “Nenas”… esas son las que cosían los serones. Los que no tenían bestias, se ponían el serón en la cabeza y los llevaban a vender a Coín. Yo les hacía el rollo y se lo vendía y ahora ellas tenían que coser el serón. Yo hacía la pleita de un serón, eso se le mide el centro en una cuarta, 25 vueltas y donde termina la vuelta, 25 vueltas 25 brazas. Y luego ellas tenían  que comprar las tomisas o hacerlas para coser el serón. Paca la “Nena” y la madre, y todos esos, tenían que llevarlos en la cabeza  (a Coín) o como fuera. No tenían bestia.



 Dando forma a la pleita


No fue el esparto la única fibra vegetal que ha trabajado, también la palma, que ha sido profusamente utilizada por todas estas tierras desde tiempo inmemorial. La palma me enseñó María Bernal a hacer las escobas. Cogíamos la palma. Hacíamos brochas para blanquear y escobas para barrer.



Detalle del trabajo de la palma


Virtudes, una mujer trabajadora, luchadora y contagiosamente vitalista, es una de esas personas que al igual que los agricultores, cabreros, caleros… ha contribuido a construir y modelar la memoria de los paisajes mondeños a través del desempeño de uno de los saberes y haceres más antiguos de la humanidad. El legado que reside en sus conocimientos, que atesora en su interior, es del todo incalculable. 

De ella me quedo con dos frases que creo que pueden definir bastante bien su carácter:

El trabajo del esparto no se ha acabado nunca en mi casa. Nunca he dejado de trabajar, es que no puedo estar pará.

Estoy dispuesta a enseñar al que quiera aprender las cosas que yo se hacer, que se muchas cosas.



Nos despedimos de Virtudes en su taller,agradecidos 
por el tiempo que hemos compartido




© Diego Javier Sánchez Guerra