En primer lugar y con relación a esta entrada, antes de entrar en materia quiero agradecer
la ayuda prestada al profesor universitario y doctor en Historia del Arte,
Sergio Ramírez González y al investigador Esteban López García, por sus informaciones e indicaciones. Igualmente quiero agradecer al personal
del Archivo de la Real Maestranza de Caballería de Ronda su enorme
profesionalidad y la ayuda dispensada en el trabajo que sobre los neveros y el comercio de la nieve estoy realizando en la Sierra de las Nieves.
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Desde hace algunos años vengo preparando un estudio sobre los pozos de nieve y el comercio del hielo en la Sierra de las Nieves y he tenido la oportunidad de hallar en multitud de archivos históricos, viejos libros y crónicas manuscritas, abundantes de datos de interés e incluso interesantes ilustraciones, algunas de ellas completamente inéditas relacionadas con la Sierra de las Nieves. Lo que inicialmente iba a ser una sencilla entrada más para mi blog, finalmente y dado el interés que ha despertado en mí este tema, la abundante bibliografía y material archivístico, así como mi insaciable curiosidad, está tomando poco a poco forma de libro, que aún tardará mucho en ver la luz.
En
ese incansable indagar, en esa dedicada labor investigadora en la que he podido
perderme por apergaminados y raídos documentos y por los vericuetos de las
caligrafías cuasi indescifrables de ciertos escribanos (¡Y nos quejamos de cómo
escriben los médicos!), me he encontrado con multitud de anécdotas,
curiosidades y ciertos personajes, como el que trata esta entrada: Gregorio de
Santisteban, el primer nevero de la Sierra de las Nieves, al menos oficialmente
reconocido.
La
primera vez que leí su nombre fue en el libro del editor rondeño de ascendencia
italiana Juan José Moreti: Historia de la muy noble y muy leal Ciudad
de Ronda, publicado en 1860. A pesar de ser un libro en el que se plasma la
historia y multitud de aspectos de la ciudad de Ronda, en él tan sólo se
recogía una minúscula referencia a la explotación económica de la nieve en una breve
nota a pie de página que completaba parte de la descripción del entorno
montañoso rondeño:
El terreno de esta encrespada sierra es
sumamente escabroso, quebrado y frío, por cuya razón aún en el verano se hallan
algunos sitios cubiertos de nieve (1)). La nota a pie de página
recoge que:
El primero que tuvo la propiedad de la
nieve de esta sierra, lo fue el valeroso soldado natural de Ronda, Gregorio de
Santistevan, Alférez y Sargento mayor. Privilejio que obtuvo en pago de sus
servicios; y después continuó en su sobrino D. Gaspar Vázquez de Mondragón;
hasta que vinieron a ser propios de esta Ciudad.
La
referencia de Moreti ha sido empleada por otros investigadores y estudiosos en
diversas obras, como es el caso de Rafael
Flores Domínguez, uno de los mayores amantes de la Sierra de las Nieves y
uno de sus grandes conocedores, que, junto con Andrés Rodríguez González, firma
Sierra de las Nieves. Guía del
Excursionista, de Editorial La Serranía, un fascinante libro sobre las
rutas de la Sierra de las Nieves pero que también incluye su historia, a
personajes ilustres, antiguos oficios y labores, leyendas... entre otros muchos
datos de interés.
Moreti
ya nos informaba hace más de siglo y medio de quién fue la primera persona que
tuvo el privilegio de explotar las nieves de la sierra. Una preciosa
información porque, a pesar de que no se establezca el marco cronológico, el
dato de los nombres de Gregorio de Santisteban y de Gaspar Vázquez de Mondragón
que nos traslada este escritor, eran suficientes para seguir la pista de estos
personajes en esta apasionante aventura que es la investigación histórica, en
esta fabulosa labor de detective del tiempo.
El
editor rondeño señalaba a Gaspar Vázquez de Mondragón como sobrino de Gregorio
de Santisteban, pero lo cierto es que este personaje no obtendría la licencia
para la explotación de las nieves hasta los primeros años del siglo XVII; fue
un antecesor suyo, Gaspar de Mondragón, -sobrino del referido Alférez y Sargento
Mayor- como aparece en los documentos del siglo XVI, el que tomó el relevo de su
tío en lo que a explotación de las nieves se refiere. Es posible que Moreti
consultara algunos documentos archivísticos o algunas crónicas anteriores sobre
la historia de Ronda donde hallara esos datos. Con esos nombres y apellidos
busqué en distintos archivos y no fue difícil encontrar referencias a Gregorio
de Santisteban, aunque no demasiado abundantes. De Gaspar de Mondragón poca
cosa he encontrado, al contrario que de sus descendientes, los Vázquez
Mondragón, importante saga familiar rondeña cuyo palacio es hoy sede del Museode Ronda.
Como es natural en cualquier investigación de esta índole, debía contrastar la
autenticidad de la información que plasmaba Moreti en su obra, como tuve la
suerte de poder hacer.
Estando en estas mimbres, en el Archivo de la
Real Chancillería de Granada tropecé con un documento fechado en el año
1586, el Pleito entre Gaspar de
Mondragón, Ronda, con Isabel de Aguilera, sobre la posesión y derecho de
encerrar, beneficiar y vender la nieve de dicha ciudad de Ronda, y que el
Concejo de Tolox no vendiese nieve de Sierra Blanquilla por estar dentro del
término de Ronda.
Se trata de un extenso documento de más de 400 páginas
manuscritas compuesto por diferentes informes, autos... de manos de múltiples
escribanos, cada uno con su propia y particular caligrafía, lo que ha exigido
una labor de atención máxima tratar de poder leerlos. Entre la jugosa
información que nos proporciona este grueso expediente, aparece un documento
donde se hace referencia al primer concesionario de la explotación de las
nieves en lo que ahora es la Sierra de las Nieves. Lo presenta como alegación
Gaspar de Mondragón ante la intención de Isabel de Aguilera de beneficiar la
nieve del término de Tolox. En él se señala que fue el militar Gregorio de
Santisteban, con grado de Alférez y Sargento Mayor, quién obtuvo en 1565 los
derechos de explotación de la nieve del término de Ronda y dos leguas a su
alrededor, así como permiso para construir algunas casas en que
se pudiese conservar la nieve. Este personaje había observado que nadie
se ocupaba de recoger, encerrar y vender la nieve de las sierras, por lo que
solicitó al monarca Felipe II la autorización para su aprovechamiento durante 15
años, cosa que obtuvo a través de una Real Cédula el referido año de 1565. Más
tarde y tras su muerte, su sobrino Gaspar de Mondragón obtendría los mismos
derechos de explotación que su tío, entrando en conflicto con los
aprovechamientos de la nieve que en el término de Tolox se venían haciendo y
que dieron lugar al mencionado litigio y a otros posteriores. En ese documento,
entre otros muchos datos de interés, se recoge que:
El Rey por cuanto habiéndonos hecho relación por parte de Gregorio de Santisteban, mío Alférez de la ciudad de Ronda, que algunos años acaecía nevar en aquella ciudad y que la nieve que ansí caía ninguna persona la había acostumbrado a guardar y suplicándonos que porque quería edificar algunas casas en que se pudiese conservar para que se aprovechasen de ella en verano los que quisiesen de que se (ilegible) a beneficio a la dicha ciudad y a los demás de
la comarca, le diésemos licencia para que él y no otras personas por algún
tiempo pudiese guardar la dicha nieve y venderla a la dicha ciudad y su tierra
y dos leguas alrededor. Por una mía cédula firmada de mi mano fecha en Madrid a
seis de marzo del año pasado de mil y quinientos y sesenta y cinco le dimos la
dicha licencia por tiempo y espacio de quince años, con que si alguna la
quisiese guardar y beneficiar para su casa, lo pudiese hacer…
En este pleito hallamos la referencia más antigua
que tenemos sobre la explotación y aprovechamiento de la nieve en la sierra de
las Nieves; se habla de encerrar, beneficiar y vender la nieve, por lo que el
negocio de la nieve ya estaba estructurado, organizados los procesos de acopio,
almacenaje, distribución y venta y, por supuesto, sometido al control y
gravámenes fiscales de las autoridades. Además, como señala el documento, esa
nieve era para su aprovechamiento en los meses estivales, ...para
que se aprovechasen de ella en verano...,
durante los meses de más calor y para combatir los rigores del estío. También se habla de las primeras estructuras para
almacenar y conservar la nieve, las casas
para el encierro de la nieve; se trata de los primeros pozos de nieve
de la Sierra de las Nieves, o ventisqueros, más correctamente dicho porque esa
es su tipología, que se construyeron en la jurisdicción de Ronda en una fecha
tan temprana como 1565, época en la que todavía la mayor parte de la población
era morisca.
Teniendo presente el documento citado, estamos en
posición de afirmar que es en la Sierra de las Nieves el primer lugar del
territorio malagueño -y de gran parte de Andalucía, a excepción de Granada-
donde comenzó la explotación comercial de la nieve, siendo su promotor el
militar Gregorio de Santisteban.
Y no sólo de la nieve se habla en ese documento. En
él también se recoge una de las más antiguas referencias de cómo los
castellanos denominaban a la sierra de las Nieves: sierra Blanquilla, a
diferencia de cómo la llamaban los andalusíes, sierra Pynerla o sierra de
Xenar, según recoge el Libro de Apeo de Tolox de 1572. Efectivamente, esta
denominación aparece en otros documentos y en otras fuentes de la época, como
en la Historia del rebelión y castigo de
los moriscos del reino de Granada, obra del cronista Luis del Mármol
Carvajal publicada en 1600, que compuso a raíz de la rebelión de los moriscos
de 1570. En esta obra describe brevemente nuestra sierra destacando su notable
altura, comparándola con Sierra Nevada, y haciendo constar los tres ríos principales
que nacen en ella, el Grande, el Verde y el Turón:
Tomando
pues a la parte de levante de Ronda, donde llaman la Jarquía, encima de la
villa de Tolox, que es de la joya de Málaga, cuatro leguas de la mar, está Sierra
Blanquilla, más alta que otra del reino de Granada, fuera de la Sierra
Nevada; en la cual están las fuentes de tres ríos. El uno es Río Verde (...) El
otro llaman Río Grande, sale entre Tolox y Yunquera (...) El tercero río, que
baja de Sierra Blanquilla, nace a la parte del Burgo; y pasando junto a la
villa, va al castillo de Turón, fortaleza importante cuando la tierra estaba
por los moros...
Sobre los diferentes nombres que ha tenido la Sierra de las Nieves, ya
hemos tratado en este blog.
Pero
¿Quién era Gregorio de Santisteban? ¿Quién era este escurridizo personaje del
que ha sido harto complicado hallar más información en los archivos? ¿De dónde
sacó la idea del aprovechamiento comercial de la nieve? ¿Es posible que su
periplo como militar en diferentes destinos le llevara a conocer otros lugares
de España y Europa donde se aprovechaba este blanco meteoro y quiso sacar
provecho? Gracias a un documento que obra en el Archivo de la Real Maestranza de Caballería de Ronda podemos
conocer un poco más sobre la vida de este singular y emprendedor personaje e
indagar más sobre su entorno familiar. Se trata del traslado de un testamento
suyo fechado el día tres de enero de 1564 y realizado en Bruselas.
Nos
encontramos ante un documento sumamente interesante donde hallamos numerosos
apellidos de las familias rondeñas más notables y distinguidas que llegaron a
ocupar numerosos cargos públicos como el de regidor o el de escribano:
Mondragón, Vázquez, Treviño, Suero, Ahumada, Morejón... con los que Gregorio de
Santisteban estaba directa o indirectamente emparentado. En su testamento
incluso hace mención a Álvaro de Bazán, el famoso regidor de la ciudad de
Marbella que dio nombre a un hospital en esa localidad, con el que al parecer mantenía
un pleito.
No
sabemos en qué fecha nació, pero debió de ser a principios del siglo XVI, y que
lo hizo en Ronda, como refiere en su testamento:
Ytem Mando que este mi testamento se
ynbie a Hespaña, a la Çiudad de Ronda porque se cumpla en la dha Çiudad donde
soi natural...
Era
militar de oficio con cargo de Alférez y Sargento Mayor, seguramente siguiendo con la
tradición familiar dado que descendía de familias rondeñas muy acomodadas y muy
favorecidas en el reparto de la ciudad y sus tierras tras su conquista por
parte de los castellanos.
Por
parte de madre era nieto de Alonso de Treviño (pudiera ser que fuera
descendiente de Silvestre de Treviño, personaje que aparece en la documentación
castellana sobre el repartimiento de la ciudad de Ronda), personaje que
pertenecía a una de las familias nobles al parecer procedentes de Ciudad Real y
que había participado en la conquista de Ronda significándose en la toma de la
ciudad; la hermana de éste, Doña Mayor de Torres y Treviño, había contraído
nupcias con un noble cacereño, Benito Pérez Moñino y Ovando, que había
destacado en la conquista de la ciudad, por lo que en recompensa recibió
propiedades y haciendas tanto en la ciudad del tajo como en sus tierras. Alonso
de Treviño había tenido varios hijos, a saber, Juana de Treviño, madre de
Gregorio de Santisteban; María de Treviño, casada con un tal Juan de Espinosa;
Francisca de Treviño, que acabó como monja en el convento de Santa Isabel;
Antonio de Treviño, que fue beneficiado de varias iglesias; y Catalina de Treviño,
que acabó casándose con Luis de Oropesa (viudo de María Morales), que fue
regidor de Ronda.
El
matrimonio de Luis de Oropesa y Catalina de Treviño, tíos de Gregorio de
Santisteban, estaba muy bien situado social y económicamente, pues además de
pertenecer a familias notables de Ronda, habían recibido en herencia diversas
propiedades (tierras, haciendas, viviendas...) fruto del repartimiento de la
ciudad de Ronda tras la conquista castellana, disfrutando asimismo de numerosas
rentas y censos. En los terrenos que ocupaban las viviendas propiedad del
matrimonio que se encontraban en lo que es hoy la plaza de la Duquesa de
Parcent, junto a otros colindantes que fueron adquiriendo, fundaron hacia 1540
un monasterio para la Orden de Santa Clara con el título de Santa Isabel de los
Ángeles, ubicado junto a la Colegiata de Santa María la Mayor y muy próximo al
Ayuntamiento de Ronda. En los terrenos donde se levantó el convento, en época
musulmana, está documentada la existencia de una cárcel para prisioneros cristianos
y una gran alberca o aljibe de agua para el abastecimiento urbano. En el
cenobio creado por este matrimonio, que no tuvo descendencia, ingresó una
hermana de Gregorio, Leonor de Santisteban y, años más tarde, lo haría la misma
Catalina de Treviño tras la muerte de su marido, acaecida en 1547. Este
matrimonio, que exigió ser enterrado en la capilla mayor de la iglesia
conventual con el hábito de San Francisco de Asís, como era costumbre en la
época, no sólo aportó los terrenos y caudales para la erección del convento,
también le asignaron numerosos censos y rentas además de proveerlo de diversos
bienes muebles.
Por
línea paterna sabemos que Gregorio de Santisteban era hijo de Pedro de
Santisteban y que tuvo varios hermanos, dos de ellos, Pedro y Diego, fallecidos
antes de la redacción del testamento, y al menos dos hermanas, Leonor e Inés.
Sus ascendentes fueron también personajes destacados en la conquista de la
ciudad de Ronda, pero mucho más complicados de rastrear que la familia Treviño.
El
testamento de Gregorio de Santisteban se redacta en los primeros días de 1654
en Bruselas (Flandes), donde se encontraba acuartelado con el grado de Alférez
y Capitán de Caballeros de su Majestad en un momento político extremadamente
delicado y a punto de estallar la Guerra de los 80 Años. Como testigos del
mismo aparecen una serie de personajes, como el Capitán Alonso de Navarrete, que nos pone sobre la pista de la trayectoria
militar de Gregorio. Hemos encontrado cierta información de un Alonso de Navarrete
natural de Baeza, pero no podemos afirmar que sea la misma persona. Este
Navarrete estuvo integrado en el Tercio Viejo de Sicilia, uno de los primeros
tercios que se conformaron en una fecha tan temprana como 1534, por orden de
Carlos I. Este tercio se componía inicialmente de 12 compañías (de 150 a 200
hombres cada una), integradas por arcabuceros,
coseletes y picas. Dos años más tarde, en 1536, se completa su organización al
aumentar sus efectivos en 300 hombres por Compañía, siendo dirigida por un Maestre
de Campo. Todo apunta a que este personaje se formó militarmente en Orán y en
1544 ya se encontraba en Flandes como capitán de una compañía en el Tercio
Viejo de Sicilia. Algunas fuentes sitúan a Alonso de Navarrete como Maestre de
Campo del Tercio de Saboya años después, en la batalla de San Quintín (1557),
en la que este tercio destacó notablemente en el choque bélico. Ese es el
ambiente militar, en pleno cénit de la expansión imperial española cuando toda Europa temblaba al paso de los temibles tercios, que vive Gregorio de Santisteban, que pudo haber participado
en algunas de las más señaladas batallas europeas de la época de Felipe II
formando parte de alguno de los tercios españoles.
Otros de los testigos que aparecen en el testamento
fueron el Licenciado Matheo de Dueñas, capellán Real en el hospital de Malinas,
en Bélgica (entre Amberes y Bruselas) y el Alférez Juan Álvarez de Soto. Da fe
del documento el escribano real, Juan Luis Venegas de Figueroa.
En el testamento no se menciona en qué unidad
estaba encuadrado Gregorio de Santisteban, lo que habría sido de una gran ayuda para este estudio. no obstante, sí que se menciona su grado en el momento en que
hace el testamento: Capitán de Caballos de su Majestad. Sin embargo, en Ronda,
aparece como Alférez y Sargento Mayor, por lo que es posible que se licenciara
en Flandes y recibiera ciertos ascensos.
Siguiendo
con el análisis del testamento, de él extraemos que Gregorio de Santisteban no
tenía hijos ya que en ningún momento lo menciona. Tampoco sabemos si era viudo
y había tenido descendientes que después habían fallecido. Es por ello que
Gregorio testa en sus hermanas Inés y Leonor principalmente, así como en
numerosos familiares, la mayoría sobrinos y sobrinas, entre los que se
encontraba García Benítez de Xerez, un primo segundo que estaba casado con
Gaspara de Mondragón; ambos, según menciona el testamento, tenían un hijo
llamado Juan de Mondragón. Pero el nombre de Gaspar de Mondragón no aparece por
ningún lado en el documento.
Es
posible que este no fuera el último testamento que realizara Gregorio de
Santisteban, aunque sí que no fue el único dado que en este documento se recoge que ya hizo uno en Gibraltar unos veinte años antes y que quedaba invalidado con el nuevo documento. No sabemos en que fecha concreta nació ni en cual murió, pero su
fallecimiento debió acaecer entre 1565 y 1585, data esta última en la que su
sobrino ya detentaba los derechos de explotación de las nieves rondeñas. Gregorio pudo ser
enterrado, al igual que algunos de sus parientes y familiares, en el interior del convento de Santa
Isabel de Ronda que fundaran sus tíos. Es lo más probable.
Tampoco
conocemos casi nada del negocio que tenía organizado Gregorio de Santisteban en
torno al aprovechamiento de la nieve, pero es muy posible que ya estuviera
organizada como ha venido siendo tradicional hasta su total desaparición en las
primeras décadas del siglo XX: con un capataz y un manijero que dirigieran los
trabajos, con peones que acercaran la nieve a los pozos, paleros que la
introdujeran dentro mediante palas y pisoneros que hicieran las labores de
compresión de la nieve para su transformación en hielo con los pisones. Más
tarde, cuando se abrieran los pozos, entrarían en juego los arrieros, que
llevarían el hielo a los destinos convenidos, donde se emplearía por médicos para combatir contusiones y enfermedades, y por botilleros y heladeros para hacer refrestos y helados, respectivamente.
Y aunque tampoco sabemos adónde era llevada en esos primeros momentos, inferimos que es posible que la que recogiese tuviera como destino, principalmente, la que por aquellos tiempos era una populosa y poderosa urbe: Sevilla, sin que podamos descartar otras poblaciones destinatarias. Aunque no será hasta la siguiente centuria en que se generalice el uso de la nieve en la capital hispalense, en el siglo XVI su consumo era habitual entre las capas más acomodadas de la sociedad sevillana. El médico sevillano Monardes, en su Libro que trata de la nieve, y de sus propiedades: y del modo que se ha de tener, en el bever enfriado co ella: y de los otros modos que ay de enfriar, publicado en 1571, indicaba que la nieve:
Y aunque tampoco sabemos adónde era llevada en esos primeros momentos, inferimos que es posible que la que recogiese tuviera como destino, principalmente, la que por aquellos tiempos era una populosa y poderosa urbe: Sevilla, sin que podamos descartar otras poblaciones destinatarias. Aunque no será hasta la siguiente centuria en que se generalice el uso de la nieve en la capital hispalense, en el siglo XVI su consumo era habitual entre las capas más acomodadas de la sociedad sevillana. El médico sevillano Monardes, en su Libro que trata de la nieve, y de sus propiedades: y del modo que se ha de tener, en el bever enfriado co ella: y de los otros modos que ay de enfriar, publicado en 1571, indicaba que la nieve:
…que se
trae a esta ciudad (Sevilla) la traen
en paja, porque la conserva más que otra cosa y se derrite menos...
Sin
embargo, Monardes no indica la procedencia de la misma. Por las fechas bien
pudiera tratarse de la que procedía de la Sierra de las Nieves, pero a Sevilla
también llegaba la de Sierra Nevada y Sierra Mágina, al menos en el XVII, así
como la procedente de los sevillanos pozos de Constantina desde mediados de esa
centuria.
Como
he tenido oportunidad de comprobar, a pesar de que el negocio empieza en
tierras rondeñas en 1565, al menos oficialmente, muy rápidamente la actividad
se contagiaría a las tierras de Tolox, Yunquera e incluso El Burgo. En estas
localidades no tenemos claro cuando empezó la explotación; en Tolox sabemos que
ya había actividad a finales del siglo XVI por el pleito anteriormente citado y,
mientras que en Yunquera los primeros datos aparecen a principios del XVII, la
sorpresa nos la ha deparado el municipio de El Burgo, donde hemos encontrado algunas
referencias a la explotación de la nieve en sus tierras en determinados
documentos donde se cita expresamente la existencia de arrimadizos
(acumulaciones de nieve artificiales) en el siglo XVIII, testimonios en ciertos
archivos donde se solicita proveerse de la nieve de El Burgo también en esa
misma centuria. Sin embargo, hacia fines del siglo XVI tenemos una referencia indirecta
a la explotación de la nieve en El Burgo bastante curiosa, que la hallamos en una
relación de procesados del Santo Oficio, de la Inquisición, en la que se recoge
lo siguiente:
Diego Bueno, de 19 años de edad, nevero, vecino de El Burgo. Blasfemia,
absuelto. 1594
Menuda suerte la de mi tocayo, tan blasfemo y
maldicente como el que estas letras escribe, de haberse librado de los rigores
de la Santa Inquisición… Lo bueno que nos proporciona esta breve información,
recogida por Joaquín Gil Sanjuán y María Isabel Pérez de Colosía Rodríguez en
la revista Jábega nº 38 de 1982, es que este burgueño ya a finales del siglo XVI,
trabajaba en el negocio de la nieve. Por tanto, estamos en posición de afirmar
que no sólo en los términos de Ronda, Tolox y Yunquera se llevó a cabo el trabajo
de recogida y encierro de la nieve, sino también en El Burgo, aunque en mucha menor
medida.
Otra cuestión más que es de una notable importancia es
que antes de la iniciativa de Gregorio de Santisteban nadie se había ocupado de
explotar comercialmente la nieve de la Sierra de las Nieves, tal y como se
afirma en la documentación:
…que
algunos años acaecía nevar en aquella ciudad y que la nieve que ansí caía
ninguna persona la había acostumbrado a guardar…
Por
tanto, este emprendedor alférez hubo de buscar gente de no sabemos qué lugares
que conocieran el oficio y que supieran construir pozos de nieve, pero no
cualesquiera, sino aquellos que mejor se adaptaban a las condiciones climáticas,
altitudinales y orogénicas del lugar: los ventisqueros, pozos de escasa
profundidad (alrededor de dos metros) y de un diámetro variable, pero que ronda
los 8 – 11 metros, sin cubierta, a diferencia de otros como los de Grazalema,
más profundos y dotados de cubierta. La tecnología, los conocimientos técnicos
para la construcción de los pozos, las herramientas, los procesos de trabajo…
hubieron de ser forzosamente importados, pero lo cierto es que no sabemos desde
donde.
Tras
la muerte de Gregorio de Santisteban los derechos de explotación de las nieves
de Ronda y dos leguas alrededor, continuarían en su sobrino Gaspar de Mondragón
y los descendientes de éste hasta que hacia 1631 esos derechos los adquiriera
como propios la ciudad de Ronda en detrimento de esta poderosa familia, que no
se quedó de brazos cruzados e intentó recuperarlos en muchas ocasiones, pero
siempre infructuosamente. Una anécdota que he encontrado y he leído con gracia
es aquella en que la ciudad de Ronda no encontraba escribano ni alguacil que se
atreviera a notificar por escrito a Gaspar Vázquez de Mondragón, hombre muy
poderoso, que se le retiraban los derechos para explotar la nieve por miedo a
posibles represalias.
La
concesión de las nieves de dos leguas alrededor de la ciudad del tajo trajo
también graves consecuencias a lo largo de los siglos con las villas vecinas de
Tolox y Yunquera (perteneciente a la poderosa ciudad de Málaga desde mediados
del siglo XVII hasta los primeros lustros del siglo XIX) puesto que éstas
también construyeron pozos para explotar la nieve de sus jurisdicciones, la que
Ronda reclamaba como propia mostrando la Real Cédula de Felipe II. Además, desde la conquista feudal castellana a finales del siglo XV, en el reparto de las tierras no había quedado muy claro cuales eran las lindes entre las distintas poblaciones, lo que supuso un factor más de enfrentamientos. Esta
circunstancia daría lugar a multitud de litigios entre estas villas,
especialmente entre Ronda y Málaga, que generaría una abultadísima
documentación archivística gracias a la cual no sólo conocemos la historia de
los pozos de nieve, de su comercio, de sus trabajadores... también tenemos
datos directos e indirectos sobre los paisajes de la Sierra de las Nieves y las
gentes que explotaban sus múltiples recursos, sobre el impacto de las múltiples
actividades económicas (ganadería, elaboración de carbón, obtención de leña,
encierro de nieve...) sobre una diversa e interesante microtoponimia, sobre
algunos de los nombres de algunos neveros, arrieros, capataces de la nieve y
guardas de campo; incluso nos ofrece pistas para seguir el cambio climático
durante la denominada Pequeña Edad del
Hielo... en definitiva, sobre la historia de un espacio que ha estado en
estrecha e íntima relación con los seres humanos desde hace miles de años.
En un
futuro, y espero que no muy lejano, espero tropezarme nuevamente con este singular
personaje a la vuelta de algún pliego o documento manuscrito acartonado por el paso de los
siglos, raído por el tiempo, aguardando pacientemente durante cientos de años en alguno de los
muchos archivos a ser rescatado de la oscura noche del olvido. Y espero, también, que la esperada y ansiada declaración del Parque Nacional Sierra de las Nieves, sirva para poner de relevanda la trayectoria histórica y el patrimonio cultural de un espacio natural tan sumamente singular como es la Sierra de las Nieves, una historia y un patrimonio, como no me cansaré de decir, tan fabulosos como desconocidos.
(C) Diego Javier Sánchez Guerra.