En primer lugar quiero agradecer a Manuel Becerra Parra, de EDICIONES PINSAPAR, ese hombre de carácter erudito y humanista, de espíritu ilustrado del siglo XXI, que desde su humilde sello editorial realiza un enorme trabajo de divulgación y puesta en valor de la histoira y del patrimonio cultural y natural de las zonas rurales y los pueblos del interior, la información prestada sobre los pozos de nieve de Sierra Bermeja, hasta hace poco tiempo unos totales desconocidos para mí. A Javier Martos, gestor de proyectos culturales y naturales de ACAIRE y gran conocedor de Sierra Bermeja, por atender mis consultas confirmándome la existencia de los pozos y señalarme que no aparecen en archivos ni fuentes documentales. Y finalmente a mi admirado Rafael Flores Domínguez, de RF NATURA, un gran conocedor y amante del mundo montañoso malagueño, por su predisposición, por la información sobre la ubicación, la toponimia y las fotos prestadas para componer esta entrada.
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A primeros del mes de octubre, mientras caían las primeras hojas de un desperezador otoño, subí con uno de mis vástagos a los Reales de Sierra Bermeja, el pequeño pero gran traspaís montañoso de Estepona. Nos encaminábamos al Paraje Natural de los Reales deSierra Bermeja porque es un lugar que me gusta y quería que mi hijo, al que también le apasiona la naturaleza, lo disfrutara. Y también para conocer los pozos y receptáculos de nieve en este singular espacio natural y humano así como revisitar con más tranquilidad otros patrimonios culturales.
Hacía años que no visitaba el lugar y aquella serpenteante carretera de montaña sobre una epidermis geológica rojiza llena de curvas y cambios de rasantes atestada de ciclistas y motoristas por la que conducíamos hasta sus cumbres desde la megaurbanizada Costa del Sol, se me antojaba un verdadero paseo paisajístico con sus pequeñas arboledas, su monte bajo y sus encarnados afloramientos rocosos. El frío, el viento y una gran masa nubosa que se adueñaba de un cielo donde normalmente impera el Sol, amplificaban la añorada sensación otoñal.
Me impacientaba por llegar, no sólo por disfrutar de la naturaleza del lugar, también porque las empinadas cuestas y lo sinuoso de la carretera me obligaban a llevar el coche en marchas cortas y podía ver como la aguja de la temperatura del motor iba subiendo poco a poco. Se está poniendo más caliente que una perra, pensé, aunque no tardaríamos en llegar.
Cuando en nuestra ascensión atravesamos la extensa capota de nubes tuvimos la sensación de llegar a un lugar espectacular en todos los sentidos; las vistas, los entornos, la pureza del aire, el azul del cielo, el Sol que brillaba en lo más alto pero sin llegar a calentar… Y es que Sierra Bermeja es un espacio muy singular, especialmente por su mundialmente conocido carácter geológico por su composición a base de rocas peridotitas, que viene acompañado por sus singularidades botánicas al albergar, entre otros elementos vegetales de interés, el único bosque de pinsapos del Mundo asentado en un sustrato edafológico tan extremo como es el compuesto por las susodichas peridotitas, conformadas por nocivos metales pesados, férricos, magnésicos… sustrato, decía, sobre el que ha conseguido adaptarse y sobrevivir una vegetación tan singularmente extraordinaria como diversa y de muy altos valores ecológicos.
Las vistas y las panorámicas desde las cimas de Sierra Bermeja, los Realillos y los Reales, son espectaculares, inenarrables. Hay que subir a verlas porque no te la pueden contar ni mostrar en una foto. Desde los Realillos -donde paramos para dar cuenta de un buen bocata de mortadela con aceitunas- si tornamos nuestras cabezas hacia el interior, nuestra vista queda cautivada por la belleza de toda la abrupta y agitada cadena montañosa de la Serranía de Ronda y de la Sierra de las Nieves, que hendían y despuntaban sobre un mar de nubes que arribaba desde las orillas del Mediterráneo, encapotando sus aguas azuladas y llenas de historia. Se podían divisar algunos de los pueblos del valle del Genal, auténticos brochazos de cal recostados en el piedemonte serrano que parecían observarnos desde la lejanía. Cuando dirigimos nuestra mirada hacia el lado contrario, hacia el mar, nubes, nubes y más nubes se extendían infinitas hacia el horizonte. No se apreciaba ni la gran roca de Gibraltar, ni las montañas norteafricanas ni el desquiciado urbanismo y los fuertes impactos de las promociones inmobilirarias costeras, una auténtica metástasis de ladrillo y hormigón que ha devastado la costa y el litoral malagueños.
Al margen de esos fabulosos valores naturales, ecológicos, paisajísticos… que residen en Sierra Bermeja, se encuentran sus no menos interesantes valores históricos y culturales, arqueológicos, humanos, antropológicos… que ya han sido puestos de relevancia en muchos y muy diversos trabajos (Castillo Rodríguez, Gómez Zotano, MartosMartín, Navarro Luengo…), que nos han hablado de la huella prehistórica y romana del lugar a través de sus aprovechamientos mineros; de determinados asentamientos medievales de una gran relevancia, como el Nicio o el Castellón o Castillón, asentamiento altomedieval complejo, con estructuras defensivas y residenciales, que al parecer fue el lugar de refugio de los mudéjares de la zona en los primeros momentos del siglo XVI durante la revuelta mudéjar, el llamado Calalui (aunque es de justicia señalar que otros investigadores plantean otras ubicaciones y al parecer no es un tema completamente zanjado).
Y, ciertamente, en este cerro del Castillón, en el llamado Real Chico o Los Realillos, hallamos multitud de fragmentos cerámicos de época altomedieval, de los siglos IX – X, aproximadamente, donde se hacen presentes unas tejas con decoración digitada a base de ondulaciones que aparecen documentadas en muchos yacimientos de la misma época en casi toda la geografía malagueña. Los restos se extienden por una amplia superficie, no sólo se concentran en la cresta del cerro, sino que también aparecen en las laderas y posiblemente otros lugares adyacentes; se trata de fragmentos de muro, paredes, elementos constructivos, restos de una muralla que recorre el cerro longitudinalmente de norte a sur, mirando a poniente, por donde se descuelgan otras estructuras defensivas y/o residenciales.
Desconozco si este este lugar ha sido estudiado en profundidad, pero de no ser así merecería la pena hacer una buena investigación ya que podría tratarse de otra de las fortalezas litorales de época altomedieval, junto con las de El Nicio, Montemayor o Cerro Torrón, que en época hafsuní controlaban el tráfico en la costa y el paso a través del Estrecho de Gibraltar, aunque de menor entidad. El investigador ojenete Alfonso Sánchez Mairena tiene un buen artículo sobre este apasionante asunto: "Fortificaciones altomedievales en la Tierra de Marbella (Málaga)".
Volviendo al tema, porque siempre me salgo del tiesto y más con los yacimientos medievales, los estudios, como decía, también se han centrado en otros valores culturales como los de los antiguos oficios y aprovechamientos tradicionales, la explotación minera… y su impacto en los paisajes. Mención aparte hay que hacer con la documentada tesis doctoral de José Gómez Zotano, que con el título “El papel de los espacios montañosos como traspaís del litoral mediterráeneoandaluz. El caso de Sierra Bermeja (Provincia de Málaga)”, del año 2003, ofrece una completísima visión de este singular macizo serpentínico desde sus numerosas perspectivas y sus múltiples facetas, que nos ha sido de una enorme utilidad para este trabajo. Lo cierto es que he disfrutado mucho perdiéndome entre sus páginas.
Pero, ciertamente, en ninguno de ellos hemos encontrado testimonios, referencias o descripciones de uno de los oficios más desconocidos que tuvo Sierra Bermeja: el oficio de nevero. Si, si, el oficio de nevero, no me he equivocado. Erramos si pensamos que este oficio fue único y exclusivo de la Sierra de las Nieves, a la que dio su nombre, porque la verdad es que se extendió por gran parte de las montañas malagueñas durante siglos, como ya tuve ocasión de tratar en una entrada anterior y como Rafael Yus Ramos y Purificación García en un extraordinario y más que recomendable estudio sobre la nieve en la Axarquía: “La nieve en la Axarquía. Historia de un recurso y un oficio desaparecidos”, pusieron de manifiesto y lo trataron en profundidad.
Fue el amigo Manuel Becerra Parra, el que me comentó que conocía desde hace años la existencia de algunos pozos de nieve en Sierra Bermeja (al menos dos) cuando le comenté que estaba preparando un trabajo sobre los pozos de nieve en la Sierra de las Nieves, hace más tiempo del que quisiera que hubiera pasado. Me comentó que ni estos pozos ni la actividad de nevero aparecen en fuentes archivísticas ni documentales de las inmediaciones, por el momento. La verdad es que me sorprendió bastante porque las faldas de ese cuasi único mundo de peridotita que es Sierra Bermeja, se encuentran casi lamidas por las olas del cercano mar Mediterráneo. Así que me puse a husmear…
LO QUE NOS DICEN ALGUNAS FUENTES
ESCRITAS Y CARTOGRÁFICAS
En algunas obras de militares,
viajeros y naturalistas, ya publicadas y estudiadas por diversos autores, he
buscado algunas pistas, pero poco más he encontrado que la mención de la
existencia de algo de nieve en Sierra Bermeja durante cortos períodos de tiempo. He de decir, para ser sincero, que no he realizado una criba exhaustiva de la documentación literaria, archivística, cartográfica... tarea que sobrepasaría en mucho los fines divulgativos de este blog, pero creo que he traido a colación las más interesantes que sobre este tema, el de la nieve y su explotación en Sierra Bermeja, se pueden relacionar. Asi que !Allá vamos!
Luis del Mármol Carvajal (1524-1600), en su conocida y trabajada obra “Historia del rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada”, el mejor relato que existe de la sublevación morisca de 1586 a 1571 en las tierras del antiguo reino granadino y de su derrota por las fuerzas de Felipe II, nos proporciona algunas interesantes pinceladas de Sierra Bermeja:
En los términos de Marbella tiene principio la Sierra Bermeja, la cual prosigue hacia poniente por la tierra de Ronda más de seis leguas, hasta los postreros lugares del Havaral o Garbia, llamados Casares y Gausin, yendo siempre apartada una legua, poco más o menos de la mar.
En el Capítulo III Cómo don Antonio de Luna fue a despoblar los lugares de la sierra de Ronda, del Mármol también nos habla de Sierra Bermeja:
Los lugares de su jurisdición son muchos; están metidos en los valles de las sierras, dolido corren aguas frescas y saludables de fuentes y de ríos que nacen en ellas. Atraviesa por esta tierra de levante a poniente la sierra mayor con nombre de Sierra Bermeja; aunque los moradores la llaman diferentemente, conforme a las poblaciones que están en ella. Su principio es en la sierra de Arboto, cerca de Istán, y fenece en Casares y Gausin, últimos pueblos del Havaral o algarbe de Ronda, que está a poniente de aquella ciudad. El río que sale de la cava llaman al principio Guadal Cobacín, y cuando va más abajo Guadiaro, y con este último nombre se mete en la mar entre Gibraltar y la torre de la Duquesa, llevando consigo las aguas de otros ríos que le acompañan.
Del Mármol suele ser bastante observador y meticuloso en sus descripciones, pero en ningún momento nos habla de la existencia de nieve en Sierra Bermeja ni de otros detalles que nos hagan pensar en la existencia de una actividad económica centrada en la explotación de la nieve y el hielo en la “Montaña Roja”.
Hacia 1634 Pedro Texeira finaliza su famoso atlas encargado por el monarca Felipe IV, el “Rey Planeta”. El resultado de doce incansables años de trabajos tuvo como resultado “La descripción de España y de las costas y puertos de sus reinos”, un compendio de vistas y mapas que está considerado por los expertos una obra maestra de la cartografía artística española. Es también el atlas mejor realizado en la España del XVII porque combina un alto valor artístico con bastante precisión científica para su época. Esto es lo que Texeira nos dice de Sierra Bermeja cuando habla de Estepona:
Y a las espaldas y parte del septemtrión desta costa le queda huna alta sierra que dizen Sierra Bermeja, nombre a ella bien propio por ser su tierra tan ensendida en color que, quando la hiere el sol, no parese sino estar toda entoldada de finísimas granas.
Dizen los naturales desta tierra que an sacado desta sierra mucha plata finísima en mineral y que en partes da muestras de criar oro. Corre a lo largo del poniente al levante como la costa, distante della su altura dos leguas, teniendo la fas y frente al mediodía señales claros de produzir los metales dichos.
Tampoco hallamos restos de la nieve y de su explotación en el trabajo de este sobresaliente cosmógrafo, que ha legado a la posteridad una de las más antiguas y bellas representaciones de Sierra Bermeja.
Para el siglo XVIII disponemos de otras fuentes documentales como el Catastro del Marqués de la Ensenada (hacia 1752), en el que no he hallado ninguna mención a la explotación de la nieve o la actividad de los neveros en los pueblos de Estepona, Genalguacil y Casares, cuyos términos se encuentran en los Reales de Sierra Bermeja.
Otro documento de inestimable valor es el “Suplemento” del perdido “Diccionario Geográfico Malacitano” de Medina Conde (conservado en el Archivo Histórico Municipal de Málaga), que conserva las respuestas del interrogatorio dirigido al párroco de la localidad de Genalguacil, Simón de Zamora, que compuso en 1773 su “Relación” sobre esta población del valle del Genal. Se trata de un documento bastante completo y que ofrece una información preciosa de la tierra de Genalguacil en esas fechas, pero en el que no hemos encontrado ni huella de la actividad de los neveros. Eso sí, el religioso hace referencia a la existencia de nieve en Sierra Bermeja.
…mirando a su levante a una legua de distancia se ve la referida Sierra Bermeja, cuia eminencia será de otra legua, la que circumbala desde el mediodía quasi hasta el norte, toda llena y poblada de pinos bravíos y pinsapos, y en invierno de mucha nieve que derretida por la actividad de los raios del sol, hace que humedeciendo sus peñas reflexen y reververen de modo que parecen un risco de plata…
Simón de Zamora también recoge en su “Relación” un gran número de oficios en Sierra Bermeja, prestando una especial atención a los aprovechamientos mineros, pero tampoco menciona nada sobre la explotación de la nieve.
Un poco más adelante contamos con las observaciones que realizó el naturalista de origen irlandés William Bowles (1705-1780) que llegó a España durante el reinado de Fernando VI para arreglar una mina en Almadén, visitando después minas de todo el país y reflejando sus vivencias y apreciaciones en su obra “Introducción a la historia natural y a la geografía física de España” -libro que se imprimió en 1775 en lengua española- donde nos deja esta descripción de Sierra Bermeja y de Sierra de las Nieves:
Habiendo caminado dos horas por entre estas montañas blancas y calcarias, entramos en otra cordillera llamada Sierra vermeja, que corre al poniente ácia Málaga desde su principio llamada Cresta de gallo. Hay en esta sierra una singularidad muy rara, y es, que extendiéndose sus cordilleras paralelas, y tan juntas que sus bases se tocan, la una es roxa y la otra blanca. La primera, aunque un poco mas alta, no conserva permanente la nieve y la otra está casi siempre cubierta de ella, de suerte que en el verano surte á todos los paises circunvecinos para enfriar bebidas.
Ni siquiera un viajero tan observador como Francis Carter en su visita a Estepona hizo referencia al oficio o al comercio del hielo como sí que lo haría en Ronda, en 1777 en su obra “A Journay from Gibraltar to Malaga”.
Tomás López, en su inacabado “Diccionario Geográfico de España” (en la segunda mitad del siglo XVIII) nos habla de Sierra Bermeja, pero ni menciona la presencia de nieve ni el comercio del hielo ni el oficio de nevero:
…sigue otra sierra desde la Vª de Casares hasta Genalguacil; Llamada Sierra Bermeja cuya altura da vista a toda la Andalucía baxa y desde este Lugar … Genalguacil propia de la Vª de Casares sigue esta sierra hasta Antequera. Esta muy poblada de maleza y Arboles de quejigos y Alcornoque con algunas enzinas en su falda mirando al Norte bañándola por este un río regular en sus corrientes…
Simón de Rojas Clemente, el Moro Sabio, dentro de sus viajes por el antiguo Reino de Granada, realizó en 1809 una visita a Sierra Bermeja de la que nos legó unos detalles y descripciones extraordinarias y que Javier Martos Martín ya tuvo la oportunidad de estudiar (“El viaje de Simón deRojas Clemente Rubio por Sierra Bermeja (Málaga) en 1809” (2013) Martos Martín, J. Revista Cilniana, Núm.24-25, 2011-2013, pp.87-104). Sin embargo, este excepcional e irrepetible hombre de espíritu ilustrado y saber enciclopédico, en su obra “Viaje a Andalucía: Historia Natural del Reino de Granada” no nos dejó ninguna nota ni ninguna referencia a la existencia de nieve ni al oficio de nevero como si hizo en la Sierra de Grazalema y en la Sierra de las Nieves, donde se esmeró detallando el oficio e incluso proporcionando algunos nombres de capataces. Cuando Simón de Rojas visitó el lugar creemos que ni siquiera existía ni memoria del oficio.
Tampoco el afamado Edmond Boissier, que era un extraordinario observador y que ya hacía referencia en su libro “Viaje botánico al Sur de España durante el año 1837” a la actividad de los neveros en lugares como la Sierra de las Nieves o Sierra Tejeda, hizo mención a esta actividad, por aquellas fechas en las que visitaba Sierra Bermeja ya desaparecida y borrada de la memoria.
Otros autores que visitaron el lugar en el mismo siglo, como Moritz Willkomm o experimentados geólogos (Orueta Aguirre…), tampoco recogieron ninguna referencia a la existencia de nieve y al oficio de nevero en Sierra Bermeja.
Ni siquiera el “Diccionario Enciclopédico de Pascual Madoz” (1845-1850) en la descripción que hace del partido judicial de Marbella y en otras voces de su obra, informa de la existencia de pozos de nieve ni de nieve.
Hacia finales del siglo XIX, en 1893, se publica el libro “Wild Spain”, de los autores Abel Chapman y Walter J. Buck, un libro centrado en la fauna que recoge las siguientes anotaciones referidas a Sierra Bermeja:
Pinos y abetos estaban diseminados entre la maleza hasta las mayores alturas de Sierra Bermeja –1500 metros según el aneroide- y de la Palmitera, ligeramente más baja a pesar de que la nieve perdura más en los picos de esta...
Además de constatar de que el pinsapo también se extendía por Sierra Palmitera, nos proporcionan la noticia de la presencia de algunas nieves en ella en un momento ya tardío en que ya debía ser muy poca la que pudiera caer y de forma puntual, porque las temperaturas iban en ascenso y las nieves en retroceso.
Hasta aquí hemos expuesto a vuelapluma algunos testimonios de viajeros, naturalistas… y hemos referido algunas fuentes cartográficas y documentales que se refieren a Sierra Bermeja, los que nos han parecido más útiles para este mínimo trabajo, pero existen muchos más que pueden encontrarse recogidos y analizados en la recomendable y accesible tesis doctoral de José Gómez Zotano.
Resumiendo, según parece,
tan sólo Bowles y el párroco de Gaucín son, por el momento, los únicos que nos
hablan de la existencia de nieve en Sierra Bermeja, y concretamente en el siglo XVIII; el
segundo además hace referencia a la cantidad que hay en invierno, …de mucha
nieve…, dato que no nos precisa el irlandés. Y como, acabamos de señalar, a
finales del XIX también Chapman y Buck nos hablan de la existencia de nieve,
pero en la sierra Palmitera, señalando que en los Reales duraba menos tiempo.Seguramente debe existir otras referencias al tema de la existencia de la nieve, pero su búsqueda sobrepasa los finesy objetivos de esta sencilla entrada.
A decir verdad, la falta de testimonios de viajeros, naturistas, aventureros… que nos hablen de la nieve en Sierra Bermeja contratasta con la relativa abundancia de los testimonios que se conservan para la Sierra de las Nieves procedentes de fuentes de similares características. En cuando a lo documental y archivístico, no podemos establecer comparación; mientras que los pozos y el hielo procedente de la nieve de la Sierra de las Nieves los encontramos en miles de documentos de multitud de archivos de las provincias de Málaga, Sevilla y Cádiz y de la ciudad de Ceuta, no podemos decir lo mismo de los de Sierra Bermeja, que todavía no han aparecido en fuentes documentales y archivísticas, seguramente porque no se han buscado de forma específica o porque han pasado desapercibidos.
LOS POZOS DE NIEVE
DE SIERRA BERMEJA
Toda vez que hemos hecho un breve recorrido histórico por Sierra Bermeja buscando sus nieves y algunas posibles pistas sobre el perdido oficio de nevero, vamos a pasar a tratar sobre los receptáculos artificiales que se conservan y conocen en Sierra Bermeja, cerca del pico de Los Reales, a su amparo y resguardo.
El pozo de nieve del Algarrobo
El pozo de nieve del que tratamos en esta entrada se ubica dentro del Paraje Natural de los Reales de Sierra Bermeja en un espacio que pertenece al TM de Genalguacil, justo en una intersección de senderos del llamado Paseo del Pinsapar, en la conocida como Plazoleta de los Pinsapos, que conducen a los senderistas y caminantes hacia a los Realillos de Sierra Bermeja, al llamado cerro del Castillón, a través de caminos angostos, empinados y que conserva parte de sus empedrados, dado el uso y el tránsito que tuvieron en el pasado de manos de arrieros, ganaderos…
El pozo se encuentra a una altitud aproximada de unos 1.100 metros sobre el nivel del mar, una cota relativamente baja (recordemos que los del puerto de los Ventisqueros, en Yunquera, están a unos 1.680 msnm, mientras que los del puerto del Oso, en Tolox, están a algo más de 1.700 msnm, y más al interior), junto al arroyo del Algarrobo, en una zona de umbría y de cierta inclinación, dos factores indispensables para el buen funcionamiento de este tipo de pozos: la umbría, para rebajar el perjudicial nivel de insolación y la inclinación del terreno para facilitar el empozado o llenado del pozo y el drenado del agua del deshielo, que sale a través del caño cuando se va derritiendo y no se acumula dentro del receptáculo, lo que sería muy perjudicial pues provocaría que el resto del hielo se derritiera con mayor celeridad.
La espesa capa de sedimentos y la densa vegetación helechal que lo cubre impide hacer una medición efectiva tanto del diámetro como de la profundidad del pozo, así como del ancho de los muros, cuyas características técnicas tampoco podemos analizar al verse completamente cubiertos por el manto vegetal. Así que no podemos hacer un cálculo de la capacidad aproximada del mismo en toneladas de hielo. A juzgar por la geología del lugar, tuvo que usarse en su confección la roca peridotita, por lo que será de los pocos pozos de nieve del Mundo, o quizás el único, realizado con esta roca tan sumamente singular.
El diámetro, a ojo, puede ser de ocho a diez metros, aproximadamente, pero para la profundidad no podemos dar una medida ni aproximada. Si hacemos caso a otros receptáculos de similares características que hay en la Sierra de las Nieves, en Sierra Tejeda, en la Sierra del Jobo, en la sierra de Líbar… podríamos plantear la posibilidad de que tuviera un par de metros de profundidad, quizás alguno más.
Interiormente, si nos fijamos en los conservados en otras partes de Málaga, debe de conservar una escalera de piedra elaborada a base de piezas pétreas embutidas en la pared interna que servía para que los trabajadores bajaran o subiera tanto en las tareas de empozado como de limpieza previa del pozo. Sin descartar, por supuesto, que también se emplearan escaleras de madera.
Este tipo de pozo, como la amplia mayoría sino todos los que se desparraman por el mundo montañoso de Málaga, se corresponde con la tipología de ventisquero, que describe muy bien la investigadora Guadalupe Pizarro Berengena:
Excavaciones de escasa profundidad, sin cubierta de obra pero protegida por muros, generalmente semicirculares o circulares, de cierta altura. El muro cerraba una vaguada o depresión del terreno y servía para aprovisionarse de nieve sin construir un pozo de almacenamiento propiamente dicho. Este tipo de estructuras se conserva aún en poblaciones de montaña andaluzas como Valdepeñas de Jaén, la Sierra de las Nieves en Málaga, y Sierra Nevada
Los ventisqueros son los receptáculos artificiales de hielo más extensamente empleados, por no decir el único tipo, en las montañas malagueñas, seguramente porque era la tipología que mejor se adaptaba a estos lugares. Si nos vamos a la cercana Sierra Grazalema la cosa cambia pues encontramos unas estructuras de mayor envergadura, profundidad y con cubierta artificial que se corresponden con la tipología de pozos de nieve. En la montaña malagueña, por otra parte, también se aprovecharon simas y cuevas para almacenar nieve, lo que no parece que sea el caso de Sierra Bermeja.
En cuanto al nombre por el que era conocido este pozo, no he hallado dato alguno. Sin embargo, todos los pozos tenían su nombre. El de este no lo conocemos (y la verdad es que desconocemos los de la mayoría, al menos en nuestra tierra) por lo que para este ventisquero proponemos el nombre de pozo de nieve del Algarrobo, siguiendo la toponimia del lugar que proporciona el arroyo del Algarrobo. He desechado el apelativo de pozo de nieve de la Plazoleta de los Pinsapos porque el topónimo del Algarrobo es más antiguo, se encuentra mucho más enraizado y va mucho más acorde con el asunto. Me hubiera gustado ponerle el nombre de mi hijo pequeño, Hércules, pero no habría sido muy profesional.
El ¿pozo? del Hoyo de los Palos
Pongo entre interrogantes la palabra “pozo” y no es por casualidad, como a continuación veremos.
Esta estructura se encuentra junto al sendero que discurre entre el Real Chico y los Reales, en el TM de Genalguacil, pero a tan sólo unos metros del límite de términos entre este pueblo y el municipio de Casares, de cara al norte, a la zona de umbría, a unos 1.400 metros sobre el nivel del mar.
Tenemos que agradecer a Rafael Flores Domínguez las fotografías que ilustran este pozo y que nos han servido para establecer las dimensiones aproximadas del mismo, ya que el día que pasé junto a él ni siquiera me di cuenta, tal es el estado de sedimentación y colmatación que presenta.
Lo que podemos observar de él es una pequeña depresión circular en el terreno, apenas perceptible. Se trata de un receptáculo artificial para conservar hielo procedente de la nieve de Sierra Bermeja. Observamos que el diámetro es demasiado pequeño para ser un pozo o ventisquero, apenas unos dos metros. De ser un pozo, tendría una capacidad realmente ínfima. Pero cabe otra posibilidad y es que en lugar de un ventisquero se trate de un puchero, un recipiente artificial excavado en el suelo donde se podía almacenar varias toneladas de hielo. Este tipo de receptáculo está ampliamente documentado en la Sierra de las Nieves por el profesor Juan Bardón Garcés, que tiene un estudio de los pozos de nieve de Yunquera desde el siglo XVIII en adelante incorporado como un capítulo en su libro “Yunquera: Entre el Antiguo Régimen y la Restauración (1750-1900)” y que en sí mismo es un gran estudio de la historia del hielo y la nevería en Yunquera y Málaga. Es razonable pensar que en el resto de las montañas malagueñas donde existió el próspero y polémico negocio de la explotación de la nieve también debieron componerse pucheros, pero hasta el momento no disponemos de testimonios documentales que lo acrediten.
Un antepasado lejano, quizás su precursor o precedente de pucheros y ventisqueros, lo encontramos en las referencias que autores como Horacio Capel y otros muchos investigadores, que recogen de testimonios muy antiguos, como la noticia que trasladan algunos autores antiguos como Quinto Curcio (“Historias de Alejandro Magno”) y Ateneo de Alejandría (“El Banquete de los Eruditos”, Libro III, 124c), de que Alejandro Magno (356-323 a.C.), en el asedio a la ciudad de Petra, mandó abrir una treintena de pozos para llenarlos de …nieve endurecida de las montañas y glaciares… (Quinto Curcio) y cubrirlos con ramas de encina para su mejor conservación.
No tenemos la certeza de que estos depósitos artificiales fueran los dos únicos receptáculos de nieve artificiales en Sierra Bermeja. Creemos que hubo más pozos y otros receptáculos no naturales tipo arrimadizo o puchero, como hemos propuesto para el del Hoyo de los Palos, que aparecen en otros lugares de las montañas malagueñas. Si se hiciera una búsqueda exhaustiva por determinados archivos y en el terreno, estamos completamente seguros de que aparecerían más pozos y, quizás, restos de algunas de las humildes casuchas o chozas que servían para albergar a los neveros o a los encargados.
Las incógnitas de la época de construcción y el periodo de actividad
Otra de las muchas incógnitas y misterios se refieren a las fechas de construcción y el período de tiempo en que estuvieron activo, en que sirvieron como almacén de hielo para su distribución durante los meses estivales. Sin disponer de respaldo archivístico o documental, es una tarea un tanto difícil, pero nos vamos a mojar ¡¡¡Vamos allá!!!
Sabemos que los primeros pozos de nieve de las montañas malagueñas se construyeron hacia 1565 en la Sierra de las Nieves, en jurisdicción de Ronda (se conserva un documento de 1586 que se refiere al Alférez y Sargento Mayor rondeño Gregorio de Santisteban como el primer nevero de la Sierra de las Nieves y se proporciona esa fecha). Y de ahí se extendieron al resto del territorio montañoso de los pueblos de la zona en los años siguientes: Tolox (donde ya aparecen en la década de los años ochenta del siglo XVI) y Yunquera (donde tenemos las primeras noticias de su existencia a primeros del siglo XVII, pero que debieron ser anteriores), particularmente, aunque también hubo aprovechamientos en El Burgo al menos desde el siglo XVI (en un listado de la Inquisición de finales de esa centuria aparece un tal Diego Bueno, de El Burgo, de profesión nevero). No obstante, tenemos la sospecha de que anteriormente la nieve se aprovechaba de alguna forma, con un carácter más doméstico, localista y puntual sin insertarse en redes de comercio que la distribuyera en forma hielo en determinados mercados, como sucedería con el tiempo. En Sierra Tejeda y Almijara parece ser que los primeros pozos se construyeron en los primeros años del siglo XVII, al menos no aparecen antes en las fuentes documentales, pero es posible que fueran anteriores. A lo largo de esta centuria también aparecen en la documentación los de la Sierra de Líbar y los del Jobo. Creemos, al tenor de lo expuesto, que este pozo del Algarrobo pudo construirse entre los años finales del siglo XVI y los primeros del siglo XVII, manteniendo su actividad, quizás de forma intermitente, hasta finales del XVII o quizás, primeros del XVIII. Y veremos porqué a renglón seguido.
En cuanto a su período de actividad, el tiempo que pudo estar en uso, debemos señalar que estaba íntimamente relacionado con varios factores:
-La proximidad de los mercados de consumo de hielo donde colocar el producto y obtener una ganancia meridianamente decente. A menor recorrido, menor pérdida de hielo, menos gastos de arriería y transporte y mayor beneficio para el nevero. No sabemos cual o cuales direcciones tomaba la nieve de Sierra Bermeja ya transustanciada en hielo, pero es muy probable que fuera a parar a poblaciones de la costa, a Gibraltar… o que su producto se sumara a los de los pozos rondeños buscando los mismos destinos en la Baja Andalucía y el Campo de Gibraltar. Por el momento es un asunto que desconocemos.
-La disponibilidad de nieve en calidad, en cantidad y durante amplios periodos de tiempo así como un clima y una temperatura benignos para la conservación. Este es el factor más determinante, naturalmente. En esto tiene mucho que ver la Pequeña Edad del Hielo, época de bajada de las temperaturas de forma generalizada entre los siglos XV y XIX, aproximadamente, cuyos efectos determinaron la permanencia en determinadas montañas de más o menos nieve a lo largo de más o menos tiempo. El aumento de las temperaturas hizo que se retiraran las nieves en unos lugares antes que en otros, quedando muchos pozos y receptáculos completamente abandonados. En este sentido sabemos que en la zona de Yunquera hubo pozos en cotas mucho más bajas, como los de Porticati, que los que existen en el puerto de los Ventisqueros porque la nieve caía a una cota menor y se conservaba durante un amplio espacio de tiempo hasta que el aumento de las temperaturas hizo ascender las nieves a cotas más elevadas dejando esos receptáculos completamente inútiles para el servicio.
Se da la circunstancia de que las temperaturas mínimas de la Pequeña Edad del Hielo se alcanzaron entre 1600 – 1700, aproximadamente, fecha esta última tras la cual las temperaturas empezaron a experimentar más contrastes hasta el inicio de su subida hacia mediados del siglo XIX. En ese período de tiempo el clima fue más riguroso y las nevadas más copiosas.
Por estos motivos pienso que la construcción de estos receptáculos tuviera lugar a finales del siglo XVI y/o principios del XVII y estuviera en actividad durante el seiscientos y dejara de emplearse a finales de esa centuria o principios de la siguiente motivada por la baja rentabilidad y rendimientos provocados por el cambio del clima y el ascenso de las nieves. Recordemos las palabras de Bowles:
…la una es roxa y la otra blanca. La primera, aunque un poco mas alta, no conserva permanente la nieve y la otra está casi siempre cubierta de ella, de suerte que en el verano surte á todos los paises circunvecinos para enfriar bebidas.
El irlandés, que había visitado Sierra Bermeja a mediados del siglo XVIII, tenía conocimiento de la actividad de los neveros en la vecina Sierra de las Nieves, siempre cubierta de ella, y no menciona lo mismo de Sierra Bermeja, que no conserva permanente la nieve, por lo que inferimos que en aquellas fechas ya no debía encerrarse nieve en el lugar. Además, creemos que la competencia con la producción de hielo más al interior, en términos de rentabilidad más productivo por la existencia de más superficie nevada y más cantidad de nieve, más permanencia del blanco meteoro a lo largo de los meses y la existencia de muchos más receptáculos artificiales y naturales para conservar el hielo, hubo de pasar factura a estos pozos.
¿Quién los construyó?
Además de despejar la duda de cuando se construyeron y el período de tiempo en que estuvieron en actividad, es importante hacerse la pregunta de quién o quiénes los construyeron, porque solos no se hicieron.
Normalmente los pozos pertenecían a los propietarios de los terrenos donde se levantaban, que podían ser los concejos de las villas (como la ciudad de Ronda) o los señores o ciudades que eran propietarios de esas villas (como los casos de Málaga para la villa de Yunquera y el marqués de Villena para la villa de Tolox), que arrendaban los pozos y el derecho de explotación de la nieve y la venta de hielos durante un tiempo determinado a un tercero, el nevero, mediante un contrato. También hubo casos, como el de algunos neveros de la Sierra del Jobo que abastecían principalmente a Archidona, cuya propiedad y derechos de explotación pertenecieron a una congregación religiosa: el convento de Mínimos de Archidona, hasta que tras las desamortizaciones de mediados del XIX pasaron a depender del Estado.
Genalguacil, junto con Casares, Jubrique y Manilva en el lado malagueño, y Benaocaz, El Bosque, Grazalema, Ubrique y Villaluenga, del lado gaditano, formaban parte del señorío del Duque de Arcos. Sabemos que el duque de Arcos había construido los pozos de Grazalema hacia los años veinte del siglo XVII, asunto que ha sido estudiado y abordado por diferentes investigadores en distintos trabajos.
Creemos posible que estos pozos pudieron ser construidos por iniciativa de la casa de Arcos, como los de la Sierra de Grazalema. Aunque los de esta última sierra eran muy diferentes a los ventisqueros malagueños al ser mucho más profundos, de mayor capacidad y ser cerrados con una cubierta. No pensamos que se hicieran de estraperlo, por así decirlo, por particulares que por iniciativa propia quisieran explotar las nieves, como nos han planteado en alguna ocasión; la construcción de un ventisquero, su mantenimiento, empozado y la comercialización de su producto es una actividad que requiere de mucha mano de obra y de distintas figuras en la cadena de almacenamiento, transporte y comercialización, por lo que no pasaría desapercibida en un espacio montañoso tan humanizado y en el que trabajaba mucha gente en distintos oficios (ganadería, carbón, explotación de minas…), como Sierra Bermeja.
Además, la construcción de los pozos de nieve requería de unos conocimientos técnicos y constructivos específicos que debieron ser importados no sabemos desde donde, en la segunda mitad del siglo XVI, centuria en la que se acredita la existencia de los primeros receptáculos artificiales en la Sierra de las Nieves, concretamente en tierras de Ronda y Tolox.
Se trata de una hipótesis, la de la construcción de los pozos por iniciativa de la Casa de Arcos, que habrá que despejar con la consulta de la documentación archivística porque, por lo pronto, lo que he encontrado relacionado con la casa de Arcos tanto en el Archivo Histórico Nacional como en el Archivo Histórico Municipal de Ronda, se refiere a los pozos de Grazalema.
Como funciona el pozo
Como se ha señalado, normalmente el propietario de los pozos los arrendaba al nevero o empresario de la nieve bajo unas condiciones que establecían el período de explotación, que podía ser de una temporada o de varias; el abono del arriendo, que podía hacerse en un solo pago o en varios, recogiéndose las fechas para ello... etc. Éste buscaba a los trabajadores, encargados, manijeros, arrieros con sus bestias, comerciales… y organizaba todo el trabajo, desde el empozado de los pozos, pasando por la vigilancia de los mismos, el traslado del hielo y su venta en diferentes destinos.
El trabajo en los pozos es una actividad bien conocida. Hace unos años redacté una entrada en este mismo blog sobre el oficio de nevero en la Sierra de las Nieves que me va a servir para describir como se desarrollaba la labor de los neveros. Ésta tenía lugar cuando caía la nieve. Los momentos de recogida fueron cambiando a lo largo de los siglos por el cambio del clima; en los documentos más antiguos he hallado recogidas de nieve a finales de año, a partir de octubre-noviembre; en otros más recientes, a primeros de año, hacia enero mayormente y en los últimos, de los que incluso se guarda memoria, la recogida se hacía con las nieves primaverales.
El pozo, antes de llenarlo, debía ser limpiado porque el polvo, la sedimentación provocada por las lluvias… lo iban llenando y reduciendo su capacidad de llenado. Igualmente, el caño debía ser despejado para que el agua del deshielo hallara una vía de escape.
Tras su limpieza se preparaba el fondo dotándolo de una tarima de troncos y materia vegetal para que el hielo no entrara en contacto directo con el fondo (terroso o empedrado, no lo sabemos), lo cual provocaría la aceleración del deshielo. A renglón seguido un grupo de trabajadores, que podía ser alrededor de una veintena, dependiendo del tamaño del pozo, se ponían manos a la obra; la gran mayoría recogía la nieve de los alrededores den capazos, seguramente también en parihuelas… dejándola junto a la boca del pozo donde otros trabajadores la esparcían ordenadamente mediante palas. Dentro del pozo había otros trabajadores más “especializados” que con unos pisones de madera comprimían la nieve hasta hacerla hielo.
La operación se repetía formando capas de hielo de una anchura determinada y regular, separadas por materia vegetal aislante formada a base de paja picada, el llamado tamo. Las paredes del pozo también se iban recubriendo de materia vegetal para que el hielo, al igual que ocurría con el fondo, no entrara en contacto directo con las rocas de las paredes.
Cuando se llegaba a la boca del pozo, se seguía con la operación levantando una semiesfera de hielo que se cubría con materia vegetal fuertemente prensada y, sobre ella, una capa de tierra también muy bien prensada, para proteger el producto helado. En otros lugares, como la Sierra de las Nieves, también se documenta el empleo de esteras de esparto en determinadas épocas para cubrir los pozos y darles más protección. No sabemos si fue este el caso de los pozos o ventisqueros de Sierra Bermeja.
Para el caso del pozo del Algarrobo, como se encuentra junto a un arroyo, no sabemos si el hielo que se formaba a partir del agua era también aprovechado, como ocurría en otros lugares.
Cerrado y hermetizado el pozo, el hielo en el interior podía aguantar durante meses hasta la llegada la época estival, época de mayor consumo de hielo. Entonces se abría el pozo y se iba cortando y pesando las piezas de hielo, que se cargaban en bestias, dentro de serones cubiertos de tamo y paja, donde se introducía el hielo envuelto en mantas, para su mejor preservación. Esta operación se hacía de noche, cuando las temperaturas bajaban, y las bestias eran llevadas por arrieros a través de los senderos a sus destinos.
El nevero u obligado de la nieve debía correr con muchos gastos: pagar el arriendo, diferentes tasas e impuestos, que solían ser muy elevados, a los trabajadores, arrieros… con lo que debía hacer un desembolso inicial muy importante, aunque, al final, solía salirle bien a cuenta. Los trabajadores de la nieve cobraban muy poco porque, salvando los pisoneros que debían hacer un trabajo más especializado, realizaban un trabajo era duro y en unas condiciones ambientales extremas sin disponer de medios adecuados (no existía el goretex ni Decathlon), pero no requería de conocimientos técnicos o experiencia.
¿Destino de la nieve de Sierra Bermeja?
Otra gran incógnita que despejar es cual o cuales eran los destinos del hielo de Sierra Bermeja, algo que sólo podemos presuponer pero que, sin asidero documental ni archivístico, poco podemos añadir.
Creemos que, en primera instancia, el hielo llegaba a lomos de bestias hasta la población de Estepona donde, aunque pudiera existir cierto mercado de consumo, la mayor parte era embarcada y llevada a otros destinos en los que se consumiera en cantidades importantes, como Gibraltar u otras poblaciones costeras o próximas a la costa. El transporte en barco era mucho más rápido que por los viejos caminos de arriería, pero la mayor humedad debía correr en contra de la conservación del hielo.
En los lugares de destino era empleado por médicos que combatían las fiebres de los enfermos, los dolores de cabeza, las hinchazones y contusiones, las roturas de huesos…; también se empleaba para conservar alimentos, para refrescar bebidas y hacer refrescos…
En el Gibraltar National Archives no conservan ningún documento relativo al comercio del hielo con las montañas malagueñas, a pesar de que sabemos que este era un destino importante de gran parte del hielo de la Sierra de las Nieves por su trascendental y estratégica naturaleza portuaria. En el Archivo Histórico Municipal de Cádiz tampoco hemos encontrado nada relacionado con la nieve de Sierra Bermeja, pero sí con la de Sierra de las Nieves, de la que estamos dando buena cuenta.
En cambio, si que es más o menos bien conocido los destinos que tuvieron los hielos procedentes de las nieves del resto de las montañas malagueñas, como tuve oportunidad de apuntar en otra entrada de este blog: El comercio de la nieve y el oficio de nevero en la montaña malagueña (siglos XVI-XX). Aproximación histórica a un recurso y un oficio desaparecidos. Trataremos de rebuscar, con más tiempo, información en otros archivos, a ver si encontramos algo y logramos arrojar más luz al apasionante asunto de los neveros de Sierra Bermeja.
PROPUESTA DE
PUESTA EN VALOR
La siguiente propuesta de recuperación y puesta en valor se plantea para el pozo de nieve del Algarrobo por hallarse en un espacio más apropiado para ello por sus dimensiones, por ser zona de encuentro de senderos, por su mejor accesibilidad y por contar con otros elementos interpretativos.
En mi opinión el pozo debería de ser limpiado y excavado cuidadosamente casi con método arqueológico, teniendo especial cuidado en buscar la base del mismo, el caño y en procurar no dañar la estructura. Si la misma lo requiere, se debería consolidar los elementos y aquellas partes que estuvieran peor conservados. Una opción bastante interesante y didáctica sería la de excavar la mitad del pozo y dejar la otra mitad, vegetación incluida, como testigo de los procesos de sedimentación, empleando el perfil como un elemento más del proceso interpretativo.
Tras la limpieza y consolidación sería recomendable colocar una valla de seguridad que estéticamente se integre en este medio para que la gente ni caiga dentro de forma accidental ni acceda al interior pudiendo ocasionar daños.
En el caso del pozo o puchero del Hoyo de los Palos, lo que propondría sería limpiarlo y excavarlo ligeramente sin llegar al fondo ni mucho menos, solo los suficiente para marcar su circunferencia. Y, por supuesto, señalizarlo.
Además le realizaría un basamento a base de troncos y de materia vegetal similar al que colocaban los neveros, para mostrar mejor como se preparaba el pozo antes de su empozado. Las paredes también las revestiría de materia vegetal, como posiblemente hicieran los neveros en la zona de Málaga, algo que, a pesar de no aparecer en la documentación, se intuye porque de entrar en contato directo el hielo con la piedra de la pared, se conserva peor y se derrite antes. Desconozco que materia vegetal se empleaba para revestir interiormente los muros, seguramente del entorno. Pero en otros lugares de España, como la zona de Aragón, se empleaba la caña, materia vegetal que al presentarse en forma de canuto hueco creaba un espacio de separación entre la pared del pozo y el hielo.
Junto al pozo colocaría un cartel informativo y descriptivo en varios idiomas, tanto del ventisquero como de la actividad de los neveros en el que incluiría un código QR que dirigiría a un sitio web con más información adicional, imágenes, vídeos, reconstrucciones en 3D…
Además del panel, en todos los sitos web oficiales sobre información de Sierra Bermeja, tanto de sus características naturales como culturales y de rutas, incluiría este bien cultural tan sumamente singular como uno de los muchos recursos de este espacio natural protegido.
Junto a estas actuaciones, en las actividades educativas que se realizaran con colegios, institutos y otros colectivos, debería incluirse e interpretarse el pozo de nieve como un elemento más de la huella humana del lugar.
CONCLUSIONES
La actividad de explotación de las nieves de Sierra Bermeja debió durar no muchos años y, quizás lo hiciera de forma intermitente, al albur de la climatología y de las nevadas propiciadas por la Pequeña Edad del Hielo, principalmente, pero también de la demanda. Y no deja de ser curioso que a diferencia de otras áreas de la montaña malagueña (y otras regiones de España o de Sudamérica) donde se conservan topónimos asociados a la actividad y el comercio del hielo (casa de los neveros, camino de los neveros, puerto de los ventisqueros…), en el caso de Sierra Bermeja no haya quedado la menor huella toponímica, muestra, creemos, de lo poco que duró la actividad en esta bella y singular formación montañosa. Conocemos la existencia de la actividad por la conservación física de los pozos, porque ni tan siquiera aparecen en fuentes archivísticas, documentales y literarias, hasta el momento.
Con la pérdida de la actividad se perdería también, tempranamente, el oficio de nevero, que perduraría en otros rincones de las montañas malagueñas hasta primeros del siglo XX y, en algunos casos como la Sierra de las Nieves, hasta bien entrada esta centuria pues conservamos testimonios de arrieros que en los años cuarenta y hasta en los cincuenta llevaban hielo procedentes de las montañas a algunos pueblos cercanos durantes las fiestas y ferias estivales. Pero lo cierto es que a esas alturas ya era una cosa muy puntual y muy residual, nada que ver con el gran negocio que había sido en los siglos precedentes.
Por otra parte, nos encontramos con unos pozos hechos con roca local, con peridotita, lo que hace incrementar más su singularidad porque posiblemente se trate de los únicos receptáculos de hielo artificiales en el Mundo elaborados con este tipo de roca.
Otra de sus singularidades puede ser su carácter meridional; estamos, muy posiblemente, ante los receptáculos artificiales de hielo más meridionales de Europa continental, a dos tiros de arcabuz del intitulado vinoso mar de Homero por el afamado escritor Juan Eslava Galán. Recodemos que en Canarias (Gran Canaria, Tenerife y La Palma), que forma parte de la Europa no continental, también hay pozos de nieve.
Estos pozos o receptáculos de hielo son también unos marcadores del cambio climático en tanto en cuanto sirven de testigos que nos prueban la existencia de un clima más riguroso y frío en el pasado, hace no tanto tiempo y de una actividad, la de nevero, también muerta hace siglos, a una edad bastante joven.
De ahí la extrema singularidad y particularidad de los poco conocidos pozos de nieve de Sierra Bermeja.
¿Quién pensaría hoy día a estas alturas del cambio climático que la Costa del Sol, con sus cálidas playas llenas de cuerpos tostándose vuelta y vuelta bajo los cancerígenos rayos solares, con sus animados hoteles y chiringuitos que han saturado urbanísticamente el litoral alterando sus dinámicas, con sus masas de turistas anglosajones que buscan el relax de la arena, el sol y el alcohol barato, tuvo un clima tan jodidamente riguroso y frío?
Bueno, tras esta aventura, tras este paseo por la historia y por un parte extraordinariamente singular del gran patrimonio natural y cultural de Sierra Bermeja, mi pelocho y yo nos despedimos ¡Hasta otra!
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