En
primer lugar, no quisiera comenzar esta entrada sin expresar mis agradecimientos
a Raúl González Arévalo, profesor titular de la Universidad de Granada, por
haberme proporcionado artículos y trabajos que versan sobre la ordenanzas
municipales de Monda en el siglo XVI y que me han sido de bastante utilidad
para los fines de este trabajo y que lo serán para otros próximos; a Francisco Marmolejo Cantos, investigador, por
atender mis dudas sobre los libros de apeo y repartimiento de Alozaina y Guaro.
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No, no me he equivocado
con el título de esta entrada. En Monda hubo una almadraba en tiempos
medievales, sin duda alguna, y no precisamente de atunes. Esta almadraba estuvo
en funcionamiento hasta hace alrededor de un siglo, lo que ocurre es que la
conocemos por otro nombre: El Tejar. Si consultamos el actual Diccionario de la
Lengua Española nos aclararemos pues en relación a la palabra almadraba, esto
es lo que nos encontramos:
Almadraba
Del ár. hisp. almaḍrába 'lugar donde se golpea o lucha'.
1. f. Pesca de
atunes.
2. f. Lugar
donde se pescan atunes y donde posteriormente se los prepara.
3. f. Red o
cerco de redes con que se pescan atunes.
4. f. Tiempo en
que se pesca el atún. Era u. t. en pl. con el mismo significado que en sing.
5. f. desus.
tejar
A nosotros, para el propósito de esta entrada, nos
interesa la quinta acepción del término: “tejar”, el sitio donde se fabrican
tejas, ladrillos y adobes. Almadraba, en este sentido semántico, cayó en desuso
hace muchísimo tiempo, hace siglos al igual que la palabra almadrabero, que
significaba tejero y que hoy día tiene otros significados relacionados con el
oficio de la pesca del atún (DRAE): ‘perteneciente
o relativo a la almadraba de atunes’ (1.ª acepción), ‘hombre que se ocupa en el
ejercicio de la almadraba de atunes’ (2.ª acepción).
Hemos de recurrir al
Diccionario de la Lengua Castellana compuesto por la Real Academia Española,
del año 1770, nos encontramos una descripción algo más completa de la palabra
almadraba en su acepción como tejar:
Almadraba. Antiq.
Tejar, ó lugar donde se fabricaban tejas y ladrillos. Es voz compuesta del
artículo al, y del árabe madraba, que segun el P. Alcalá significa tejar.
Tamarid trae esta voz como introducida en castellano, con la misma
significacion. Locus in quo tegula formantur. ORDEN. DE GRAN. Tít. de los
Almadraberos, fol. 182. Otrosi, que ningun maestro del dicho oficio, ni otra
persona sea osado de abrir almadraba para labrar obra de teja y ladrillo en
ella.
Y en relación a la palabra
almadrabero, el trabajador de la almadraba, esto es lo que recoge el mismo
diccionario:
Almadrabero. S.m. El
que se ocupa en el exercicio de la almadraba. Tegularum plasmator.
Para el historiador
Reinhart Dozy (Gloss. apud DCECH, s.v. almadraba) almadraba/‘tejar’ tendría su
origen etimológico en maḍrába, derivado del verbo ḍ-r-b ‘fabricar
ladrillos o tejas’. Esta acepción solo cuenta con documentación vinculada
geográficamente a Granada, de hecho, como veremos más adelante, encontraremos
el topónimo almadraba en municipios de la Sierra de las Nieves como Ojén,
Tolox, y Casarabonela (y muy posiblemente Alozaina), así como en Cómpeta y
Gaucín.
En Monda, hasta hace algo menos de cien años, hubo un
tejar que tuvo su origen en una almadraba islámica en el paraje que todos
conocemos como El Tejar, a las afueras del pueblo en dirección a Guaro.
Desgraciadamente ni los más mayores del pueblo recuerdan haberlo visto
funcionar. Si buceamos en documentación antigua, como el Libro de Apeos y
Repartimientos (siglo XVI), documentación de los marqueses de Villena, señores
de la villa de Monda, (siglos XVI y XVII), el Catastro de Ensenada (mediados
del siglo XVIII)... nos volvemos a encontrar esta humilde industria tejera a
las afueras de nuestro pueblo tanto con el topónimo almadraba como el topónimo
tejar. Vayamos por partes; analizaremos en primer lugar las fuentes
documentales a las que hemos tenido acceso y, en segundo lugar, los restos constructivos
que se mantienen en el paraje de El Tejar. Continuaremos con una sucinta
descripción de los procesos de trabajo para finalizar con unas reflexiones
sobre la conservación del patrimonio cultural rural.
LAS FUENTES DOCUMENTALES
Son muy pocas y muy breves las referencias
documentales que hallamos de esta vieja industria tejera a lo largo del tiempo
y, además, de forma muy puntual, pero lo suficiente para saber desde cuándo,
más o menos, existió la fábrica de tejas y ladrillos de Monda, y algunos datos
más ¡Vamos a ver lo que nos encontramos!
Lo que nos dice el estado de las rentas
del marqués de Villena en 1571
Sabemos que el uno de febrero de 1571, ya expulsados
los moriscos mondeños, el marqués de Villena recibió una información
pormenorizada de las rentas que tenían en las villas del antiguo reino de Granada,
entre las que se encontraba Monda. El marqués percibía, entre otros ingresos,
las alcabalas del magran y la tercera parte de todos los diezmos y de los
diezmos (décima parte del valor de la mercancía) de cal, ladrillo y
tejadillo.
Ello nos delata la existencia de los oficios de calero
(sobre los caleros vamos a realizar una entrada próximamente) y tejero, sobre
cuyo producto el marqués obtenía un beneficio vía impuestos pues para eso era
el señor de la villa.
Si había impuesto sobre la cal, además de caleros,
había hornos de cal. No sabemos cuáles ni donde, aunque lo sospechamos. Puede
que algunas de las caleras de nuestro pueblo sean mucho más antiguas de lo que
pensamos. Si había impuesto sobre el ladrillo y tejadillo (tejas), es que había
un tejar y éste lo tenemos localizado en el paraje de El Tejar, como sabemos.
Pero me viene a la memoria un recuerdo de cuando se estaba haciendo la
carretera Monda-Coín, la que atraviesa La Vega. Con los movimientos de tierra
para preparar los terrenos, apareció un horno de ladrillo que fue destruido
inmediatamente. Las fuentes de la memoria hablan de que no era un horno de pan,
pues era bastante más grande ¿Podría haberse tratado de un alfar o de otro
pequeño tejar? Nunca lo sabremos, pues fue destruido sin haber sido previamente
documentado.
Lo que nos dice
el libro de apeos
y
repartimientos de Monda en 1572
Nuestro libro de apeos y repartimiento ha sido
estudiado, como ya he comentado en varias ocasiones, por el investigador
Teodosio Vargas Machuca en los años sesenta de la pasada centuria, con el que
realizó un trabajo por el que obtuvo un premio extraordinario de licenciatura; también
ha sido estudiado por el profesor Alfonso Franco Silva en distintos trabajos y
artículos:
-Moriscos y cristianos viejos en el obispado de
Málaga. El caso de Monda (Actas del VII Simposio Internacional de
Mudejarismo: Teruel, 19-21 de septiembre de 1996)
-Tolox y Monda, del concejo de Málaga al marquesado
de Villena (Estudios sobre Málaga y el Reino de Granada en el V Centenario
de la Conquista; Málaga, 1987)
Y más recientemente ha sido analizado por nuestro querido
vecino José Antonio Urbano Pérez, que lo publicó en 1998 añadiendo las
ordenanzas de la villa tras la expulsión de los moriscos, con el título La
Villa de Monda en el siglo XVI. Apeos y primeras ordenanzas, cuya lectura
siempre recomiendo. Se trata de una fabulosa fuente documental en la que los
mondeños podemos encontrar el origen de muchos de nuestros lugares comunes e
identitarios.
En el libro de apeo el topónimo almadraba aparece
mencionado en varias ocasiones, veamos:
El cristiano viejo Hernando de Prados, tenía, entre
otras propiedades:
Un tablero de tierra de secano en el pago de la
Almadraba, que fue de Juan Alfox que hará media fanega.
El morisco Bartolomé Arruro, uno de los tres moriscos
reconocedores y fiel colaborador de los cristianos, poseía, entre otras
propiedades:
Tierras. Dos pedazos de tierra en el pago de
Almadraba, el uno linde con Luis Azubeide y el otro con el corral de bacas
que es del dicho Bartolomé Arruro e con biña de Lorenso Benalí, que terná tres
quartillas.
Tres olibos en sus tierras que tiene el pago de
Almadraba, y otro allí, fuera de su tierra.
Olivos:
1 en el pago de Almadraba linde con las heras
viejas.
El morisco Alonso Alguacil, otro de los moriscos
reconocedores, poseía:
Olibos de Alonso Alguazil
(...)Otro olibo en la Almadraba, linde con
olibos de Alquindir en tierras de Ramiro Haquen.
Entre los bienes con los que contaba la iglesia
estaba:
En el Almadraba otro olibo, linde con olibo de
Hernando Arruro.
1 tablero en el almadraba, linde con los
tableros de los herederos de Lorenzo Xocofí y con Adán Xocofí, de sequero, 2
celemines.
El 31 de enero de 1572 se apearon las tierras de riego
y de secano, entre las que se encontraba:
Pago de Afetarix
4 fs
En este pago de Afetarix, otro pedazo de tierra que
está junta fecha tableros por la dicha orden que era de los dichos moriscos de
Monda y está en una isla entre dos arroios que son el de Alhaura y el río de
Almadraba que lo zercan por todas partes (...)
Entre las propiedades con las que contaba un tal Pedro
Hernández, se encontraba:
1 tablero de tierra de secano en el pago de la Almadraba,
que fue de Juan Alfox, media fanega.
Igualmente nos encontramos el topónimo texar en varias
ocasiones:
Entre las posesiones que tenía el cristiano viejo y
escribano público de la villa, Bonifacio Villalobos, había:
Tierras.
(...) Un tablero del susodicho que hará dos almudes de sembradura de
riego por bajo de la fuente de la Villa, linde con tableros de Lorenzo Alfaquí
y morales de Lorenzo Boilai y el arroio que viene del texar.
Entre las posesiones del citado morisco Alonso
Alguacil, se econtraba:
Tres pies de olivos en el texar,
por bajo del camino que están juntos los dos, linde con una higuera y el otro
con el río.
Entre las tierras de regadío y secano que se apearon
el último día de enero de 1572, se encontraba:
Pago de la Derezana
Apeose otro pago en las dichas tierras de sequero que son en el dicho
thérmino, que alinda con el pago de las biñas viejas que dicen de Sierra y con
las tierras de secano del pago de Pitalata y por una parte con el río que ba de
la villa y con el texar.
Lo primero que sacamos en claro cuando analizamos esta
fuente documental es la convivencia de ambos topónimos, almadraba y tejar, al
menos durante el siglo XVI. Este pequeño detalle no es baladí, pues es
trascendental en la medida en que nos habla de la convivencia, mejor dicho, de
la coexistencia o cohabitación, de dos sociedades, de dos culturas, distintas
en un mismo espacio: la cristiana, invasora y colonial (recordemos que en 1492
las fuerzas castellanas habían finalizado el proceso de conquista del antiguo
sultanato nazarí con la ocupación de Granada) y la morisca, epígona del mundo
nazarí y subyugada por los amos cristianos. Efectivamente, como hemos señalado,
almadraba es un término que deriva de la lengua árabe, mientras que tejar
proviene de la palabra teja que viene, a su vez, del término latino tegula,
un diminutivo a partir de la raíz tegere (cubrir), que la que procede
también el participio tectus (cubierto), que alumbró la palabra “techo”.
De ahí es de donde procede “tejar” y “tejado”, término que acabó imponiéndose
al de almadraba.
En segundo lugar y aspecto notablemente interesante,
nos encontramos con el empleo que se aplica a cada uno de esos términos, con su
uso; en el texto del apeo, cuando se habla de almadraba, parece más bien
indicar un espacio físico o geográfico (pago de la Almadraba) y el nombre que
recibe el cauce fluvial que pasa por dicho pago o paraje (río de la Almadraba),
de lo que se desprende que el término tiene un indudable carácter geográfico e
hidrográfico, ya no industrial al no referirse a la pequeña factoría de tejas y
ladrillos con esa denominación. Sin embargo, cuando se emplea la palabra texar,
parece más bien que se esté haciendo referencia particularmente a la industria
tejera y ladrillera que había en el pago de la Almadraba, a la fábrica de
ladrillos y tejas ¿Qué sacamos en claro de esto? Pues nada más y nada menos como
un término nuevo y perteneciente a la cultura invasora ha ido sustituyendo al
otro, el tradicional islámico, poco a poco, primero reemplazando el nombre de
la industria y después, con el tiempo, el del paraje. Como el cangrejo de río
americano con el cangrejo de río ibérico. Este hecho no es de extrañar en ese
contexto de coexistencia de la sociedad cristiana y la morisca en un mismo
espacio y esconde una realidad mucho más brutal, pues estamos siendo testigos
en estos momentos del proceso de sustitución de una cultura, la islámica
representada por lo morisco, los descendientes de los perdedores nazaríes, por
otra, la cristiana de repoblación, la victoriosa, la que había derrotado al
último reducto del Islam peninsular, lo cual trasciende a todos los ámbitos.
Recordemos que la lengua morisca había sido prohibida en la primera mitad del
siglo XVI y ello hubo de influir a la larga, necesariamente, en la toponimia
del territorio, en los nombres de los lugares (en la paulatina caída en desuso
de unos y su sustitución por otros).
Todo un etnocidio sociocultural el del pueblo morisco,
al que precedió el de la comunidad judía, casi un siglo antes, que deja en tela
de juicio esa visión idílica que se tiene de la España de las tres culturas
y la falacia de la convivencia pacífica que tantos nos venden en multitud de
festivales de diferentes y pretendidos exóticos nombres, pero de idénticos y
vácuos contenidos a lo largo y ancho de la geografía malagueña.
Es muy posible que el topónimo texar/tejar se
impusiera también al nombre del arroyo y del paraje por el que discurre hacia
finales del siglo XVI o primeros del XVII, ya definitivamente expulsados los
moriscos y cuando los nuevos repobladores cristianos se habían asentado
definitivamente proyectando su organización social, económica, cultural...
sobre un territorio que ya había perdido su memoria andalusí, relegada a la
documentación cristiana de los repartos -verdaderos certificados de defunción
de la sociedad morisca- creando una nueva memoria del territorio de la que
somos directos herederos, dotándolo de nuevos topónimos, de nuevos usos,
insertando nuevos cultivos, nuevos aprovechamientos... construyendo día a día,
en definitiva, unos nuevos paisajes.
Lo que parece estar claro es que, a juzgar por el
topónimo de origen islámico, es muy posible que esta pequeña industria tejera y
ladrillera ya existiera en época nazarí. Nuestro vecino José Antonio Urbano
Pérez, en su magnífico libro, ya se hace eco de la importancia de esta
industria, así como de su ubicación:
La existencia de un tejar y alfarería y la mención
expresa en las rentas que el marques recibe al tomar posesión de la villa sobre
el ladrillo y teja, nos hace deducir la importancia de esta industria que, al
menos, tendría producción suficiente para el abastecimiento de las necesidades
de la población. Estaba situado en el pago de la almadraba, que debía su nombre
precisamente a esta actividad y en la actualidad aún se conserva parte de una
edificación de las que componían esta industria.
En estos testimonios documentales encontramos otros
elementos de interés, como las mencionadas heras viejas, lo que nos pone
sobre la pista de que en el entorno de El Tejar hubo algunas eras bastantes
antiguas. No es de extrañar dado que en Monda también se plantó mucho cereal
para autoconsumo y son numerosas las eras que se conservan en relación a muchos
campos de labor. En nuestro caso, las eras del Randero (hoy
desaparecida) y de Talanca, no quedan muy lejos del tejar. Sobre el tema
de las eras, ya hemos tratado en este blog en una entrada anterior.
Pero hay una última cuestión que ha llamado mucho mi
atención y es que en esta fuente documental se señala la existencia de una
pequeña isla en el pago de Afetarix, lo que hoy son los Huertos -por debajo de
la fuente de la Villa y la herrería de Puerto- entre el arroyo de la fuente de
Alhaura (se trata de la fuente de la Jaula, aún no existía el lavadero, por
tanto se refiere al arroyo de la Lucía) y el río de Almadraba, o sea, el arroyo
del Tejar, isla que se encontraba cercada por todas las partes por el agua de
estos cauces fluviales. Huelga decir que los cauces fluviales no son del todo
estables, sino que a lo largo del tiempo suelen modificarse por diferentes
motivos (fuertes avenidas, lluvias torrenciales, acción antrópica...). Es
posible que esa isla conformada por los cauces combinados de ambos arroyos
quedara finalmente unida al resto de las huertas al sedimentarse de forma
natural el brazo del cauce que inicialmente la separara del resto de espacios
de regadío. O puede que fuese de mano del hombre, no lo sabemos.
Posible ubicación de la "isla"
En este pago de Afetarix o de los Huertos, se conserva
una noria datada en la primera mitad del siglo XVIII que será protagonista de
otra de nuestras entradas.
Las ordenanzas de Monda de 1574
Las ordenanzas de Monda de 1574 fueron estudiadas por
el mencionado profesor Alfonso Franco Silva en: Monda. La organización de
una villa Malagueña a través de sus ordenanzas municipales (Actas del VI
Coloquio Internacional de Historia de Andalucía, Málaga 1991) y también, más
tarde, por José Antonio Urbano Pérez.
Desgraciadamente las ordenanzas no refieren nada sobre
el tejar, aunque tratan muchísimos otros aspectos de enorme interés como el
sistema de organización de la villa, normas sobre higiene, alimentación,
impuestos...
Lo que nos dice
las cuentas del marqués de Villena,
señor de la
Villa de Monda, en 1632
En el Archivo Histórico Nacional, sección Nobleza, se
conserva, entre otros, el documento: Relacion
de lo que es y vale a vuestra excelencia su estado de Tolox y Monda en que
consisten sus rentas lo que cada una y todas juntas montan. Vecindad y sitio de
los dichos lugares calidad dellos y condición de sus veçinos (AHN, Nobleza,
Frías, C. 717, D. 32).
Se trata de un manuscrito donde se recoge el valor de
las rentas que generaban estas poblaciones y de las que se beneficiaba su
señor, el Marqués de Villena. Recordemos que desde principios del siglo XVI
estas dos villas, junto con las de Serón y Tíjola en Almería, pasaron a formar
parte del señorío de Villena y no pacíficamente, al menos en la parte
malagueña. Tolox y Monda pertenecían al concejo de la ciudad de Málaga y por
decisión real le fueron arrebatadas en favor del citado marqués, lo que produjo
algunos enfrentamientos entre los representantes de la ciudad del Guadalmedina
y los del marqués y en los que finalmente medió la Corona en favor de este
último. Pero esa es una historia que quizás tratemos en otra entrada.
La importancia de este documento, fechado en el año de
1633, radica en la información económica y productiva que podemos extraer de él
al hablarnos del valor de las rentas que el marqués de Villena poseía sobre las
villas de Tolox y Monda; se nos habla sobre cultivos, tiendas, herrerías,
molinos, propiedades, cargos, pequeñas industrias... de las cuales el marqués
sacaba determinados beneficios económicos. Entre esas pequeñas industrias se
habla de la renta de la cal, la teja y el ladrillo. A continuación, hemos
extractado del documento las referencias específicas que se hacen en Monda en
relación al tema que tratamos:
Balor de las
rentas de Monda años de 1632
Diezmo de cal texa y ladrillo quatro ducados y medio vale
Suma de las cantidades
en que estan arrendadas las rentas de Monda este año de 1633
Cal texa y ladrillo en seis dudados valen
Renta de Monda
y cargo desta quenta año de 1632
El diezmo de cal texa y ladrillo le tubo arrendado Pedro de Liñan veçino
de la dicha villa en quarenta nueve
reales y medio que valen mil seisçientos y ochenta y dos maravedis.
Lo que halle
cobrado de las partidas referidas y la data de esta quenta es la siguiente.-
Primeramente cobro el diezmo de cal texa y ladrillo de Françisco Liñan
don Sancho Ortega de Vega de que le dio reçivo su fecha en Monda a veinte y dos
de março deste año son mill seis cientos ochenta y dos maravedis.
Lo primero que se desprende de esta información es
la existencia de una industria de ladrillo y teja y de la actividad de
elaboración de cal en la primera mitad del siglo XVII en Monda, heredada de la
anterior centuria. El marqués, al igual que en el siglo anterior, cobraba una
serie de impuestos relacionados con la producción de cal, ladrillo y teja. La
producción de cal debía tener cierta importancia porque si queremos que los
ladrillos y las tejas se adhieran a paredes, dinteles, jambas, cubiertas, si
queremos conformar los muros de mampostería que forman las viviendas y otras
construcciones... es necesaria una argamasa que hasta tiempos muy recientes se
ha elaborado con la cal, sólo sustituida por el cemento hace algo más de medio
siglo. La cal, en esa y otras épocas, se empleaba en la elaboración de argamasa
para la construcción más que para encalar. El encalado completo de las
viviendas es una costumbre algo más reciente en el tiempo, de finales del XVIII
o primeros del XIX. Sabemos que Monda ha sido un lugar de una importante
tradición calera cuyos últimos herederos parecen ser las familias de los Platitos y los Garranchos, si no me equivoco. Y si me equivoco, por favor, que me
rectifiquen.
Por otro lado, no sólo se modelaban y cocían tejas,
también ladrillos, que hay que diferenciar del adobe o ladrillo de barro secado
al aire, estos últimos de menor consistencia, pero también muy resistentes si
recibían el necesario enlucido protector rico en cal una vez armados
conformando muros y paredes.
Por otra parte, gracias al documento conocemos el
nombre de la persona que en el año de 1632 había arrendado los derechos de
explotación de la cal, tejas y ladrillos: Pedro de Liñán, y para 1633,
Francisco Liñán, ambos por el mismo importe: 1.682 maravedís. Posiblemente estos
dos personajes hayan sido parientes, a juzgar por el apellido.
Lástima que el manuscrito, dado su carácter económico,
no sea más descriptivo y nos cuente donde se encontraba el tejar, que inferimos
sea en el partido del Tejar, donde estaba el antiguo pago de la Almadraba; que
elementos lo componían; cuantos trabajadores tenía y cuáles eran sus faenas
(oficiales, peones...); como era su funcionamiento; donde se extraía la materia
prima y que tratamiento recibía antes de su modelado; qué tipo de leña se
empleaba en los hornos y de donde procedía…
Lo que nos dice
el Catastro de
Ensenada de
Monda (siglo XVIII)
El Catastro de Ensenada es también un documento de
extraordinario valor histórico, económico y social. En lo referente a nuestra
almadraba o tejar, aparece mencionado el oficio de tejero en la respuesta
número 33 del interrogatorio:
Un texero y jornalero que su oficio le dará doscientos
y cincuenta rs
Referencia al texero, en la respuesta nº 33 del Catastro de Ensenada
Al final del documento, en un anexo, entre otros
oficios aparece el de tejero y la cantidad económica en reales de vellón que su
oficio le reporta cada año:
Texero 250 reales de vellón
No nos proporciona demasiada información, la verdad.
Solo que la persona encargada del tejar en aquellas fechas (1752), obtenía un
beneficio anual de 250 reales de vellón, según vemos en el documento anexo al
Catastro de Ensenada denominado Estado de a lo que annualmente asciende en
dha Villa el Yndustrial y Comercio que se ha certificado en ella, con su total
en Reales de Vellon:
Medico
|
1650
|
Boticario
|
700
|
Barberos
|
1850
|
Arrieros
|
2000
|
Panaderos
|
720
|
Tenderos
|
400
|
Abastecedor de Carnes
|
700
|
Cortador
|
350
|
Estanquero de tavacos
|
720
|
Mesonero
|
1095
|
Tavernero
|
300
|
Texero
|
250
|
Recobero
|
732
|
Carretero
|
540
|
Adminor. del Sor.
|
2200
|
Maiordomo de propios
|
176
|
Maestro de prims. letras
|
200
|
Celador de montes
|
300
|
Total en Reales Vn
|
14883
|
Creemos que era poco lo que generaba el oficio en esos
momentos, dado que, por un lado el tejero debía emplearse también como
jornalero, según la respuesta nº 33 del interrogatorio del Catastro de Ensenada
y, por otro lado, porque sólo el maestro de primeras letras y el mayordomo de
propios (era el administrador
de todos los bienes y caudales del municipio, durante la edad Media y
Moderna, el tesorero del Concejo; con el nombre de propios se hace referencia a
todas las propiedades y rentas de que disponía el Concejo para hacer frente a
las necesidades de la villa) cobraban menos que él, 200 y 176 reales de vellón
respectivamente. La diferencia por encima de lo que cobraba el tejero, es
notable, por lo que inferimos también que, si el oficio reportaba pocos
ingresos, es porque el tejar estaría viviendo unos momentos de no demasiada
actividad o porque funcionaría puntualmente a lo largo del año.
Además, si el lector lee el inicio de la respuesta nº 33, comprobará como el albañil que hay en el pueblo en aquellos momentos, Pedro Durán Sanguino, realiza pocas obras al año. El documento señala a otro albañil, pero ya "jubilado" al ser mayor de edad. Ello indica que el sector de la construcción en esos momentos no era muy dinámico, por lo que inferimos que el horno debía funcionar de vez en cuando, de forma puntual y bajo demanda, no de forma contínua.
Además, si el lector lee el inicio de la respuesta nº 33, comprobará como el albañil que hay en el pueblo en aquellos momentos, Pedro Durán Sanguino, realiza pocas obras al año. El documento señala a otro albañil, pero ya "jubilado" al ser mayor de edad. Ello indica que el sector de la construcción en esos momentos no era muy dinámico, por lo que inferimos que el horno debía funcionar de vez en cuando, de forma puntual y bajo demanda, no de forma contínua.
Lo que nos
dicen otras
fuentes
documentales
No hemos podido disponer de muchas más fuentes
documentales para seguirle la pista a nuestro viejo tejar, tan sólo en el siglo
XIX hemos podido consultar varias fuentes:
-El Diccionario geográfico-estadístico de España y
Portugal, de Sebastián Miñano (1828-1829), Tomo VI, donde no se señala nada
sobre la existencia del tejar, si bien es una fuente muy concisa donde se
incluyen muy pocos datos.
Monda en el Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal
- España
Geográfica, Histórica, Estadística y Pintoresca de Francisco de Paula Mellado (1845), que tampoco
aporta apenas datos.
Monda en España Geográfica, Histórica, Estadística y Pintoresca
-El Diccionario
geográfico, histórico y estadístico de España y sus posesiones de Ultramar, de Pascual Madoz (1845), algo más
completo que los anteriores, pero donde tampoco encontramos referencia alguna
al tejar de Monda. En este documento, en relación a la industria, se señala la
existencia de tres fábricas de aguardiente. Eso no significa que no existiera
nuestra vieja industria tejera, porque seguramente estaba funcionando en
aquellos momentos, sino que no se incluyera por el motivo que fuese al igual
que los tres molinos harineros de Alpujata, los molinos moriscos. Sabemos que
para estas fechas estaban construidos los tres y en funcionamiento, pero no
aparecen incluidos en esta fuente documental.
Bien es cierto que el primero y el último dedican una
buena porción de su espacio a la famosa batalla de Munda, que por aquella época
todavía eran muchos los estudiosos y eruditos que defendían que había sucedido
en nuestra tierra.
En las primeras décadas del siglo XX se elaboraron
algunas guías sobre comercios y negocios de la provincia de Málaga y gracias a
ellas hemos podido seguir un poco la pista de nuestro tejar. En las de 1906,
1907 y 1908, que han sido a las que hemos tenido acceso, entre otras
informaciones referentes a negocios de Monda, aparece una fábrica de tejas y
ladrillos de Andrés Lomeña Rubio. Es una información breve, pero que nos
dice al menos que en esa época todavía estaba en funcionamiento. En cuanto a
esta persona, Andrés Lomeña, hemos podido localizar alguna escasa información
gracias a su certificado de defunción. Por este documento sabemos que era
natural del vecino municipio de Coín, pero que estaba afincado en Monda y que
residía en calle Estación. Estaba casado con la mondeña Isabel Bernal Vázquez y
tenían cuatro hijos. Sin embargo, hemos detectado un error en la guía, el
segundo apellido de Andrés es Rubia, no Rubio. Murió el uno de octubre de 1920,
a los 84 años de edad.
Guía de Málaga y su Provincia, de 1907
LO QUE SE CONSERVA DE LA ANTIGUA
ALMADRABA NAZARÍ O TEJAR DE MONDA
La almadraba o tejería de Monda se localiza en el
paraje de El Tejar, junto al arroyo del mismo nombre y la famosa curva del poli, a la salida de Monda en
dirección a Guaro. Este sitio ha tenido diferentes usos en los últimos años,
como almacén de chatarra y más actualmente, como lugar reservado a materiales
de construcción y otros elementos.
El Tejar en 2008
Actualmente y en relación a la antigua industria
tejera y ladrillera, pocos elementos se conservan, por desgracia. Pocos, pero
gráficos y aunque no podemos asignarles una cronología precisa (para eso haría
falta un estudio muy detallado), no podemos decir que se trata de los restos de
la almadraba nazarí o morisca, o que se trate de restos de épocas posteriores -que
será lo más probable- fruto de sucesivas reformas, reestructuraciones o
ampliaciones de este lugar.
Por lo pronto, lo que si podemos observar son los
restos de los siguientes elementos:
1º) Lo que fue una pequeña presa que se empleaba para
remansar el agua del arroyo del Tejar, anteriormente denominado como arroyo de
la Almadraba. Está elaborada a base de fragmentos de ladrillo de barro cocido,
trozos de tejas y piedras del lugar unidas a base de una argamasa muy rica en
cal y se asienta en parte sobre un afloramiento de roca madre que había sido previamente
preparado para recibir esta obra. Se conserva los arranques de las dos paredes,
en la norte se mantiene casi intacta una atarjea ejecutada a base de ladrillo
de barro cocido y revocada interiormente con un enlucido muy rico en cal, que
era la que se encargaba de dirigir el agua a la zona de trabajo. En ella
podemos observar cómo se mantiene parcialmente un par de canalizaciones, la de
entrada desde el arroyo y la de salida hacia el espacio de trabajo. De ésta
última se conserva el arranque, donde apreciamos una tubería de barro cerrada. Inferimos
que la atarjea no debió tener portezuela alguna para regular la salida del agua,
pues no se observan acanaladuras donde encajarlas. Más bien pensamos que dada
la entidad de la estructura, debió emplearse tapones de corcho, tal y como se
ha hecho en muchas conducciones parecidas hasta tiempos relativamente
recientes.
Detalle de parte de lo que se conserva de la presa del Tejar
La porción de presa conservada está en muy buen
estado, prueba de que la hicieron para que durara y aguantara tanto las fuertes
arroyadas, como el paso del tiempo, aunque, seguramente, debía ser reparada de
vez en cuando como ocurría con la presa del arroyo de los Helechares, en
Alpujata, al igual que también se mantendrían limpios de vegetación los
márgenes y limpios de sedimentos el cauce. No obstante, su caída en desuso y el
inexistente mantenimiento a lo largo de un dilatado período de tiempo, la
hicieron casi desaparecer. Esta presa debió tener un aliviadero para evacuar el
agua del arroyo cuando estuviera llena.
Interior de la atarjea de la presa del Tejar
Restos de la presa del Tejar desde una perspectiva general
2º) A continuación nos encontramos con muy pocos
restos de conducciones que llevaban el agua desde este primer punto de
captación hasta la zona de trabajo. Es poco, muy poco, lo que pude ver en su
momento: escasos vestigios de un conducto cerámico a cielo abierto, a modo de
pequeña acequia, que llevaba el agua a la zona de trabajo. Las remociones del
terreno, el crecimiento de la vegetación, el desuso... ha hecho que estas
estructuras estén prácticamente desaparecidas. Suponemos que el agua sería
conducida unas pequeñas albercas que, o no se han conservado o se encuentran
soterradas, donde se recogería el agua para la transformación de la tierra en
barro. El único elemento de conducción que hemos observado es una teja adherida
al suelo mediante argamasa de cal y restos de fragmentos de teja y ladrillo; no
estamos seguros si el agua circulaba por aquí, que será lo más probable, o
servía de “cama” para otras conducciones cerámicas.
Restos de canalizaciones hidráulicas
3º) Dos estructuras cuadrangulares cuyo uso conocido
durante años, al menos por mi parte, ha sido la de albergar perros e incluso algún
ganado. En la actualidad han sido muy afectadas por las obras y movimientos de
tierras de los últimos años y apenas son perceptibles. La más próxima al arroyo
conserva el arranque de un arco de medio punto ejecutado con ladrillo de barro
cocido, que sería la boca de la cámara de combustión. Tras este arco hay un
muro de adobes muy deteriorado que creemos se instaló en una época posterior a
su caída en desuso para cerrar lo que sería el acceso a la cámara de combustión
y que se trate de un revestimiento interior, que también pudiera ser. A cada
lado hay dos muretes elaborados con la técnica de mampostería con verdugones de
ladrillo de barro cocido, con argamasa muy rica en cal, que arrancan de los
extremos del arco y que avanzan escasos metros de forma decreciente,
conformando como un pequeño espacio a la entrada del horno y cuya función,
intuimos, es la de evitar que la tierra de ambos lados se desprenda y caiga
delante de la cámara de combustión.
Imagen de los restos del horno que se conserva
Detalle del arco del horno
En la parte superior, en el lateral derecho nos
encontramos con el acceso, que parece original, pues conserva una de las jambas
en ladrillo de barro cocido con un pequeño contrafuerte de mampostería. Este
vano de entrada estaría rematado con un pequeño arco de medio punto, al igual
que otras construcciones similares que hemos tenido la ocasión de estudiar. Lo
cierto es que el espacio está muy alterado; tres de las paredes, que son de
ladrillo de barro cocido, han sido recrecidas con adobes y han recibido un
enlucido que se encuentra en muy mal estado y donde se aprecian las marcas de
los dedos de los albañiles. Sin embargo, la pared del fondo es un recio muro de
ladrillos de barro cocido de tamaño regular y muy bien dispuestos, elemento
original de la cámara de cocción, que se embute en el terreno. Sospechamos que
esta construcción exteriormente fuera de mampostería e interiormente se
encontrara forrada de ladrillo de barro cocido.
Estado en que se encontraba la cámara de cocción en 2008
Estado en que se encuentra el horno a fecha de junio de 2019,
semienterrado por las obras de un carril
Mantenemos la propuesta, tras la consulta de estudios
de estructuras similares, de que se trate de un horno de cocción de ladrillos y
tejas. Hemos observado que esta estructura está semi soterrada, como los hornos
de cal, hecho que puede explicarse por el uso como horno: al generar mucho
calor durante la cocción, las paredes tienden a abrirse, si la estructura está
semienterrada, encajonada en la tierra, la fuerza del fuego no destruye las la
estructura del horno. Además, si hacemos
caso a las tipologías de hornos tradicionales analizadas, es más que probable
que el cuerpo superior anteriormente descrito, la cámara de cocción, tuviera
forma troncocónica, esto es, que estuviera más abierto en su base que en su
parte más elevada a modo de embudo invertido, para favorecer la cochura de las
piezas.
Junto a esta estructura hay otra de planta
cuadrangular ejecutada con mampostería que combina verdugones de ladrillo de
barro cocido. La argamasa de las paredes es muy fuerte y en uno de los alzados
parece apreciarse el arranque de una bóveda, por lo que posiblemente se tratara
de otro horno de cocción, pero con esos escasos restos y sin un estudio de más
enjundia, no podemos afirmarlo con claridad. Exteriormente, guarda parte del
enlucido, pero interiormente no conserva ningún tipo de revoco y más bien parece
como si las paredes hubieran estado forradas con otros materiales, sospechamos
que con ladrillos de barro cocido que fueron arrancados en un tiempo
indeterminado para ser reutilizados tras caer la factoría tejera en desuso.
Estructura en 2008
La misma etructura en 2019
4º) Junto a estas evidencias del antiguo tejar
mondeño, se alza una estructura de planta cuadrangular de planta calle más una,
con cubierta de teja mora a dos aguas, de las que no conocemos su funcionalidad
original. Todos sabemos que aquí estuvo viviendo el popular Miligallo, cuando usaba el lugar como
almacén de chatarra. Esta construcción, en uno de sus laterales, tenía adosado
un pequeño habitáculo del que sólo ha quedado la impronta en la pared. Está
hecha de ladrillo de barro cocido que luego se enluce, salvo en los ángulos,
donde se muestra desnudo y con función decorativa además de sustentante. Me
refiere mi amigo y antiguo compañero de trabajo, Salvador Torres que, siendo
chiquillo, iba a esta casucha con otros amigos a cazar murciélagos.
La casa del Tejar
5º) Junto
al puente del arroyo del Tejar aparecen algunos restos constructivos muy
afectados por la edificación de un almacén de materiales, que invade parte del
antiguo camino a Guaro, y muy enmarañados por la vegetación. Su finalidad no
está del todo muy clara, pero podemos aventurar algunas ideas tras su
descripción: podemos diferenciar un par de pavimentos y algunos restos de muros
y paredes; hay dos pavimentos hechos a base de baldosas de cerámica y colocados
a distintas alturas, por lo que advertimos de que se trata de dos unidades de
habitación u ocupación distintas. Unos metros más arriba de uno de ellos se
vislumbra entre la vegetación una pared realizada a base de ladrillo de barro
cocido. Junto al otro pavimento igualmente realizado en con baldosines de barro
cocido y asociado al mismo, aparece una pared de mampostería con un revoco de
argamasa muy rico en cal. Manejamos la idea de que pueda tratarse de un par de
pequeñas albercas, dadas las características de los restos y su ubicación casi
en el mismo cauce fluvial, pero de lo que no podemos estar seguros es de si
estaban asociadas a la industria tejera o a los cultivos de regadío.
Restos de estructuras en el arroyo del Tejar, entre el puente viejo y el nuevo
El antiguo puente del arroyo del Tejar
Algunos vencinos nos han señalado la existencia de algunas pequeñas albercas ya desaparecidas por las obras de la carretera y de la construcción del almacén de materiales antedicho. Estas estructuras, que no estaban orientadas al regadío, serían, con total seguridad, las piletas donde se mezclaría el agua, la tierra y los desgrasantes para preparar el barro que se transformaría en tejas y ladrillos.
¿CÓMO FUNCIONABA UN TEJAR TRADICIONAL?
Por lo que he podido indagar, este tipo de industria
tejera necesitaba de varios espacios o elementos que formaran parte de la
cadena productiva: la terrera, donde se extraía la materia prima: tierra
arcillosa; un curso fluvial próximo o manantial, dónde se obtenía el agua
necesaria para transformar la tierra en barro; el bosque, donde se extraía la
leña para cebar los hornos donde se cocían las piezas; y el tejar en sí, el
espacio de trabajo y transformación donde se moldeaba y cocían ladrillos y
tejas, que incluía diversas infraestructuras, entre ellas los hornos.
En cuanto a la terrera, en nuestro caso, estaba
completamente a mano pues los terrenos que hay en El Tejar son de sustrato
arcilloso, muy aptos para las labores de elaboración de adobes, ladrillos y
tejas. Los trabajadores debían recoger la tierra con azadas y capachos,
cernirla lo más posible para quitar las piedras y llevar la materia prima a la
zona donde se encontraba la tejería.
Terreras del Tejar
En lo referente al agua, ya hemos señalado la
existencia del curso fluvial del arroyo del Tejar/de la Almadraba y su presa,
con lo que las necesidades del líquido elemento estarían, a priori, cubiertas.
La existencia de la materia prima y del agua en un lugar determinado,
condicionó la construcción de la tejería en el sitio donde se encontraba. O
sea, que este espacio productivo y de transformación se instaló, como es
natural, donde se encontraban los principales recursos para su funcionamiento.
En la tejería los trabajadores, antiguamente llamados
almadraberos, mezclaban la tierra arcillosa con agua para transformarla en
barro asistidos, normalmente, por herramientas, pero también podía hacerse este
trabajo con los pies e incluso podían servirse de algún animal, como una vaca,
para que pisara continuamente la masa. Para ello, en nuestro caso, la pequeña
presa que había en el arroyo del Tejar/de la Almadraba, proporcionaba el agua
necesaria para la transformación de la tierra arcillosa en barro que se pudiera
moldear. Para mezclar la tierra con el agua y trabajar la masa podía haber unas
infraestructuras a modo de pequeñas albercas o, lo más común, un rebaje en el
suelo de forma normalmente circular. A la masa se le añadía desgrasante, que
podía ser arena, polvo de viejos tiestos cerámicos (chamota), paja picada...,
para que se pudiera manipular mejor y para que la cocción pudiera hacerse
correctamente al aguantar mejor las altas temperaturas, pues sin desgrasantes
las piezas cerámicas se vuelven quebradizas y pueden aparecer roturas.
Bestias pisando el barro para su preparación
Una vez que el barro estaba listo para su modelado, en
el caso de ladrillos y adobes, se tomaban unos moldes de madera o metálicos que
tenían unas determinadas proporciones. El operario introducía las pellas de
barro dentro del molde, golpeándolas para que se distribuyeran correctamente
dentro del mismo. Quizás de esa acción, la de golpear el barro para
introducirlo en moldes o para prepararlo para su trabajo, se le diera el nombre
de almadraba a estas sencillas y básicas industrias rurales. Antes de levantar
el molde, pasaba sus manos varias veces por la pieza para asegurarse que estaba
completa y que tenía forma regular, dejando la impresión de su dedos al
deslizarlo sobre el futuro ladrillo.
Tejero haciendo ladrillos
Tras levantar el molde las piezas de barro con forma
de ladrillos se dejaban secar al sol en un espacio a cielo abierto antes de
pasar al siguiente proceso, el de cocción. Mientras se secaban las piezas no
era infrecuente que algún animal, perro, gallina... se paseara por encima de
las piezas frescas dejando la impronta de su patita. En Monda tenemos varios
ejemplos en las Bóvedas del Ayuntamiento, que se encuentran recubiertas de
ladrillos de barro cocido muy posiblemente elaborados en la tejería de El
Tejar. En algunos de ellos aparecen las improntas de las patitas de algunos
perros, unas más grandes y otras más pequeñas, por lo que había más de uno ¿Serías
capaz de encontrarlas en las Bóvedas del Ayuntamiento?
Las bóvedas del Ayuntamiento de Monda
Impronta perruna en uno de los ladrillos de las bóvedas del Ayuntamiento
No sabemos si la tejería de Monda funcionaba todos los
días del año, es probable que solo funcionara en determinadas épocas, viéndose
impulsada cuando aumentara la demanda. En el caso de la época de lluvias las
piezas puestas a secar no podían dejarse a la intemperie, así que pensamos que
hubo de haber algún tenderete de madera en el que las piezas puestas a secar se
ponían a resguardo del agua de lluvia.
Tejas y ladrillos secándose al sol
Una vez que los ladrillos estaban secos, con las
piezas podían hacerse dos cosas, no cocerlas o cocerlas en el horno. En el
primer caso el ladrillo recibiría la denominación de adobe y tectónicamente
sería un elemento constructivo estable siempre y cuando recibiera un enlucido
que evitara su desgaste. El adobe ha sido en nuestras tierras tradicionalmente
más empleado para la construcción que el ladrillo, al ser más barato y disponer
de él en menor tiempo (al ahorrarse la cocción). En el segundo caso, si se
cocía, la pieza recibía el nombre de ladrillo, que tenía mucha más resistencia
que el adobe y más caro, naturalmente. En las construcciones de las viviendas e
infraestructuras populares el ladrillo tenía una ubicación específica, pues
normalmente se colocaba en jambas y dinteles, en el marco de ventanas y
balcones, conformando pilares para sostener la cubiertas y techumbres, en los
humeros y sus singulares caperuzas, en los aleros, en los ángulos y paredes de
ciertos edificios de relevancia, combinándose en el caso de las paredes con la
mampostería, por lo que recibía el nombre de mampostería encintada. Ejemplos de
este último caso lo tenemos en el Ayuntamiento de Monda, que se puede observar
en viejas fotografías, y en la torre de la ermita de Nuestra Señora de los
Dolores, en la plaza de la Ermita. Igualmente, el empleo del ladrillo, a falta
de sillares de piedra que son más tradicionales en otros territorios, lo
encontramos en la constitución de determinados arcos, cuyo ejemplo más claro lo
podemos apreciar en la puerta de entrada a la iglesia y en su interior, solo
que estos últimos se encuentran revestidos por un enlucido.
Torre de la Ermita de Monda antes de su decapitación;
obsérvese el empelo de ladrillo con funciones tectónicas y decorativas
Alero de la antigua torre de la Ermita a base de ladrillo;
tras ser desmochada, este alero fue destruido
Empleo de ladrillo en la construcción del lavadero de Monda
Además, debió de elaborarse también losas para los
suelos y pavimentos de muchas de las viviendas de Monda. Recordemos esos
baldosines de barro cocido que existían dentro de las casas de Monda más
antiguas y humildes y a los que había que proteger con una alfombra de esparto
para que las bestias, cuando cruzaran la casa camino del corral, no quebraran
con sus patas este humilde pavimento.
Pero el nombre de Tejar le viene por algo y es porque
no sólo adobes y ladrillos eran realizados en este espacio, también las tejas y
es muy posible que su producción superara a los otros dos. Para elaborar las
tejas se cogía un molde trapezoidal de madera o metal, que se rellena con el
barro. Cuando la pieza tenía la forma, se desplazaba sobre una especie de horma
(actualmente llamada galápago) de forma curva, donde la teja fresca tomaba su
forma. Después se dejaba secar al sol para su posterior cocido. Algunas tejas
en muchos lugares recibían cierto tratamiento decorativo o apotropaico
(protector) sobre el lomo o en los cantos. En el lomo, la parte de la teja que
da al cielo, se le ponían elementos simbólicos de protección, para que la casa
quedara resguardada de malos augurios y otros males. No es de extrañar en una
sociedad supersticiosa donde la religión cubriría el vacío que la ciencia
tardaría muchos siglos en llenar. En los cantos, especialmente en el más
grande, se podían hacer unas mellas o incisiones equidistantes cuando la pieza
estaba fresca. Ese último tratamiento lo he observado en algunas casas antiguas
de Monda y de otros pueblos de la Sierra de las Nieves.
A lo largo del tiempo las tejas han variado poco. Podemos rastrear su origen en regiones mesopotámicas hace alrededor de cuatro milenios, extendiéndose su uso por el Mediterráneo posteriormente. Los griegos y los romanos la emplearon con profusión; éstos últimos tenían unas tejas planas unidas por otras curvas, los ímbrices, parecidas a las nuestras actuales, las conocidas como tejas árabes o de medio cañon.
Había tejas que recibían tratamientos más complejos al dárseles un baño de vedrío. Para ello recibía dos cochuras, la primera, la de cocción de la pieza y la segunda, tras habérsele aplicado el esmalte, para fijar el vidriado. Estas tejas se colocaban en edificios emblemáticos, como la iglesia, o de familias bien situadas económicamente pero normalmente no ocupando toda la superficie del tejada, sino en lugares específicos, especialmente en las cumbreras. En ciertos lugares de España esas tejas vidriadas, de distintos colores, ocupan la totalidad de la cubierta dibujando diferentes composiciones geométricas. No creemos que en el tejar de Monda se realizaran piezas vidriadas.
La siguiente etapa de las piezas tras haberse secado era su cocción en el horno. Para ello se introducían en unos hornos compuestos por:
Tejero elaborando tejas
Tejas secándose al sol
Tejas con cantos decorados en Monda
Cubierta de tejas de una vivienda de Monda
Antiguas tejas, obsérvese las marcas producidas por el trabajo del tejero
Ímbrices, tejas curvas, uniendo tégulas, tejas planas, en un tejado romano
Había tejas que recibían tratamientos más complejos al dárseles un baño de vedrío. Para ello recibía dos cochuras, la primera, la de cocción de la pieza y la segunda, tras habérsele aplicado el esmalte, para fijar el vidriado. Estas tejas se colocaban en edificios emblemáticos, como la iglesia, o de familias bien situadas económicamente pero normalmente no ocupando toda la superficie del tejada, sino en lugares específicos, especialmente en las cumbreras. En ciertos lugares de España esas tejas vidriadas, de distintos colores, ocupan la totalidad de la cubierta dibujando diferentes composiciones geométricas. No creemos que en el tejar de Monda se realizaran piezas vidriadas.
Tejas cumbreras vidriadas
Tejas vidriadas empleadas como canalizo en la vieja fábrica de luz Taillefer
La siguiente etapa de las piezas tras haberse secado era su cocción en el horno. Para ello se introducían en unos hornos compuestos por:
-En la parte baja, una estructura con cubierta de bóveda
de medio cañón cuya entrada estaba realizada con un arco de ladrillo o de
piedra sillar. Se trata de la cámara de combustión, donde se introduce la leña
para provocar el fuego y el calor necesario para cocer las piezas. La leña se
obtendría del campo, de talas, de bosques colindantes... no lo sabemos con total
certeza. Lo que inferimos es que el almadrabero debía tener una buena reserva
de leña para que la cocción no se malograse.
-En la parte superior, sobre la cámara de combustión,
se levanta la cámara de cocción, donde se introducen las piezas que se van a
cocer a través de un vano rematado en arco de medio punto, normalmente, que
luego se cierra con arcilla o adobes. Las piezas se colocan de una forma
determinada al objeto de aprovechar el espacio al máximo posible a la par de
que se proceda a una buena cocción. El suelo que separaba la cámara de
combustión de la de cocción se conformaba como una rejilla realizada a base de
ladrillos para que se distribuyera el calor dentro de la cámara de cocción de
forma uniforme. Esta rejilla estaría sustentada por pequeños arcos de ladrillo
de barro cocido. La cámara de cocción no tendría cubierta, las propias piezas a
cocer harían el cierre de la estructura para concentrar mejor el calor dentro
del espacio para la cocción. Esta cámara podía ser de ladrillo de barro cocido
forrado exteriormente con mampostería, de ladrillo de barro cocido y nada más o
de mampostería que interiormente recibía un revoco generoso de arcilla, como
ocurría con los hornos de cal.
Reconstrucción ideal del horno del Tejar, alzado
Reconstrucción ideal del horno del Tejar, planta
La duración de la cocción de las piezas iba en función
del tamaño del horno; los más grandes podían tener una cocción de 24 a 30
horas, los más pequeños, de entre 14 a 16 horas. En todo momento debía haber
una persona responsable de que el horno estuviera bien cebado y no le faltara
leña. Tras la cochura, había que esperar a que la carga se enfriara, lo que
podía llevar uno o dos días.
Como hemos señalado antes, una de las dos estructuras
identificadas en el paraje de El Tejar podría tratarse de un horno, pues, a
pesar de la maleza y la tierra que casi lo cubre, se observa el arranque de un
robusto arco de medio punto en ladrillo de barro cocido, que se correspondería
con la entrada a la cámara de combustión, semienterrada. Sobre ella se alza una
estructura cuadrangular que ha sido muy alterada en distintas épocas por los
diferentes usos que ha tenido, pero cuya pared del frente, sobre los restos del
arco, se ejecuta con adobes.
El tejar de Monda debió ser muy similar al que se
conserva en el vecino municipio de Alozaina frente a la confluencia de los
arroyos del Tejar y del Lugar -arroyo este último que movía los rodeznos del
antiguo molino harinero del Chocolatero- y que estuvo en funcionamiento hasta
hace muy, muy poco tiempo. En la Guía Digital del Patrimonio Cultural de
Andalucía, donde se encuentra catalogado como caracterización Etnológica y con
el Código 01290130013, realizan la siguiente descripción:
Tejar. El inmueble se compone de dos hornos de planta
cuadrangular y volumen con forma de pirámide truncada en los que destacan los
grandes vanos de acceso al interior del mismo, rematados con arco de medio
punto. Una nave rectangular (retechada con fibrocemento en los 70) funciona
como almacén y secadero. Otros cobertizos o construcciones están destinados a
esta misma labor. Las construcciones se hacen con mampostería de piedra seca
reforzándose con ladrillos en esquinas o dinteles. El estado de conservación es
bueno.
El tejar de Alozaina
Detalle de uno de los hornos del tejar de Alozaina
Sabemos que este tejar de Alozaina estaba en
funcionamiento a mediados del siglo XIX porque aparece mencionado en el
Diccionario Geográfico Estadístico de Pascual Madoz (1846), donde se recoge,
referente a esta pequeña industria pechera:
IND.: cinco molinos harineros, cuatro de aceite, un
alambique, una alfarería y un tejar.
Como puede verse, no sólo tejas y ladrillos se
realizaban en Alozaina en el siglo XIX, también había un alfar donde se
elaboraban y cocían útiles y piezas de uso cotidiano (fuentes, cántaros...).
Y aunque sabemos que en el libro de repartimiento de Alozaina
(segunda mitad del siglo XVI), aparece mencionado un tejar, entre otros
elementos (molinos, hornos, lagares...), no podemos afirmar que éste y el que
se conserva en las inmediaciones del arroyo del Tejar de Alozaina, sean el
mismo. Si así fuere, podría tratarse, quizás, del tejar más antiguo y mejor
conservado de los pueblos que conforman la Sierra de las Nieves.
Pero no es el tejar pechero el único del que tenemos
constancia en la Sierra de las Nieves y es la toponimia, una vez más, la que
nos pone sobre la pista de ello; en Ojén, en Tolox y en Casarabonela, por
ejemplo, también aparece el pago o el lugar de la Almadraba en la documentación
del siglo XVI relacionada con el apeo y repartimiento de las propiedades que
fueron de los moriscos. En Ojén el pago de la Almadraba está por debajo del
Museo El Molino de Ojén, siguiendo la acequia que llevaba el agua de riego y
para mover el resto de molinos harineros. Desconocemos si se conserva algún
elemento de la antigua tejería ojeneta integrado en alguna vieja edificación. En
el caso de Tolox, su libro de apeo también menciona la existencia de un tejar,
que aparece mencionado al menos en tres ocasiones:
-Durante el apeo de las propiedades de los cristianos
viejos de Tolox, que tuvo lugar el día 13 de febrero de 1572:
Al margen: Apeo de las haciendas de los cristianos
viejos de Tolox
Casa de Beatriz Garçia viuda linde con casa de Juan
Garçia su hermano e casa de Hernando Alguazil y un tejar.
En el pago del río Moçixes (Mocigis, y más
tarde Moagil y también río de los Molinos, se refiere al actual río de los
Horcajos o de la Alfaguara) se encontraba:
Quatro morales de Alonso Tomas en el dicho rio junto a
la casa de Beatriz Garçia e alinda con tableros de la suso dicha e con el
molino e tejar de la teja.
-Entre las condiçiones
de la poblaçion, se encontraba:
Al margen: 21 Los tejares
Lo que toca a las almadrabas de texa e ladrillo an de
procurar de darselas a personas que los hagan y den a precios justos e moderados
a los pobladores para reparos de las yglesias e casas.
En este último caso aparece la palabra almadraba
asociada al tejar, al igual que ocurre en Monda. Se hace la advertencia de que
la almadraba o tejar debe caer en manos de personas que no abusen de los
precios de los productos, para que los nuevos pobladores puedan rehacer las
casas, reparar determinados daños e incluso reparar la iglesia.
En el cuanto al último pueblo de los mencionados,
Casarabonela, encontramos otras referencias tanto en el Repartimiento de
Casarabonela, Almadraba de Buheyr, y en su libro de apeo al encontrarnos
con el Pago del Texar de Abenaci. También en el Diccionario Geográfico
Estadístico de Pascual Madoz encontramos una sucinta referencia a la industria
tejera morisca:
IND.:
agricultura, 8 tejedores de paños ordinarios, los que se ocupan en este
ejercicio 2 ó 3 meses al año, 2 5 telares de lienzo, 11 molinos harineros, 10
de aceite, un batan de paños, una fáb. De tejas y un alambique ó
fáb. De aguardiente; todas estas fáb. Se mueven por agua.
Volviendo al tejar mondeño, no tenemos constancia de
que se hicieran otras piezas de cerámica, que funcionara como alfar. Es posible
que ocasionalmente se realizara alguna, pero estamos ante una tejería, no un
alfar. Lo que inferimos es que después de la expulsión de los moriscos y la
repoblación por cristianos, debió funcionar a pleno rendimiento para la
reconstrucción de muchas de las casas que los moriscos habían destruido o que
se habían venido abajo. Igualmente hubo de tener un pico de producción a
finales del siglo XVII y en el XVIII, épocas en las que se acometieron
importantes obras de remodelación y reestructuración de la iglesia de Monda,
así como de la construcción de la ermita de Nuestra Señora de los Dolores,
obras que necesitarían una gran cantidad de ladrillos.
Esta pequeña industria rural era necesaria en una
sociedad que durante siglos tendió al autoabastecimiento de la mayor parte de
productos que se pudo. Toda vez que se desarrollaron las comunicaciones, que se
mejoraron los caminos y se modernizaron las cadenas de producción de ciertos
elementos, muchas industrias rurales cayeron en el olvido, como la de los
tejares. El de Monda comenzaría su declive allá por finales del siglo XIX y
principios del XX, perdiéndose en la memoria de los mondeños hasta convertirse
en lo que es hoy día, tan sólo un nebuloso recuerdo. De hecho, ninguna de las
personas más mayores del pueblo a las que he consultado, recuerda haberlo visto
funcionar.
En el siguiente enlace podemos ver el interesante vídeo
“Oficios del ayer: ladrilleros y tejeros”, sobre los tejares y los tejeros en
Extremadura, un documental bastante riguroso e ilustrativo:
OTRO TEJAR OLVIDADO EN MONDA:
LA TEJERÍA DE ARROYO SECO
Pero en Monda existió otro
tejar del que los mondeños si guardan memoria, al menos los más mayores. Se
encontraba en el paraje de arroyo Seco, cerca de los Perdularios, en Moratán. Sus restos se
encuentran esparcidos en una parcela cultivada de olivos junto al mencionado arroyo Seco y
muy próximos a unas tierras rojas de alto contenido arcilloso y cerca de un
horno de miera que ha estado funcionando hasta hace pocos años. Según me
comentan algunos, había varias pequeñas albercas que tomaban el agua del arroyo
Seco, en otros tiempos no tan seco, o de algún manantial.
Ubicación de la tejería de arroyo Seco
Es complicado hacer una
descripción de las estructuras, pues cuando visité el lugar, hace ya bastantes
años, la maleza y las zarzas se habían adueñado de las ruinas de tal manera que
era muy complicado apreciar con claridad los elementos que todavía, mal que
bien, se mantenían en pie. Eso sí, por el terreno aparecían esparcidos multitud
de fragmentos de ladrillos y tejas. Las fotos que pude tomar en su momento no
son demasiado ilustrativas, pero se puede apreciar claramente varias construcciones
de mampostería parcialmente conservadas, algunas con aditamentos de ladrillo de
barro cocido. En una de ellas, en la parte baja y casi soterrada, se adivina
parte del arco de lo que fuera la cámara de combustión y a los lados, el
arranque de un par de paredes de mampostería. Esta estructura es bastante
similar al horno de cocción descrito en el tejar de la Almadraba. En lo poco
que se conserva del interior, las paredes aparecen forradas con ladrillo de
barro cocido, por lo que parece claro que nos encontramos ante los restos de un
horno de cocción.
Horno de la tejería de los Perdularios visiblemente deteriorado
Los otros restos son
difícilmente interpretables dada la escasa entidad, la espesa vegetación o la
combinación de ambos factores.
El sistema de funcionamiento
de esta tejería era exactamente igual que el de la Almadraba del Tejar y otros
tejares similares, por lo que debió haber un punto de captación de agua y
conductos hasta las albercas, una zona de trabajo del barro, el secadero de las
piezas y los hornos, tres, según me indican Pepe el Platito y Juan Liñán. Las terreras para obtener el material, como se ha
señalado, estaban muy próximas.
En otro orden de cosas,
tampoco podemos aventurarnos ofreciendo una datación precisa, pero es posible,
a juzgar por los restos, que estuviera en funcionamiento desde el siglo XVIII o
XIX en adelante. Aunque no sería de extrañar que incluso fuera más antiguo y su
huella toponímica se haya disuelto con el tiempo. De cualquier forma, no lo he
encontrado en ninguna fuente documental de las muchas que he consultado; en el
Catastro de Ensenada, de 1752, se habla de la existencia de un solo tejero, de
lo cual podemos inferir que quizás la tejería de arroyo Seco todavía no
estaba en funcionamiento, aunque también pudiera ocurrir que no se incluyera en
ese documento por las razones que fuesen.
Lo que si tenemos claro es
que ha estado funcionando, al menos de forma intermitente, hasta los años sesenta, poco más o menos, por la familia de los Garranchos, que también trabajaban la cal. Preguntado a personas mayores y con solvencia en su
memoria, me comentaban que el transporte de tejas y ladrillos, una vez cocidos,
se realizaba en bestias, que hasta allí no accedían ni camiones ni vehículo
alguno, hasta un lugar donde pudiera ser cargado en vehículos.
Las fuertes lluvias otoñales
de 2018, según me cuentan estas mismas fuentes de la memoria, han podido
ocasionar bastantes daños a estos restos que se encuentran a las orillas del
arroyo Seco.
En cuanto al topónimo del
lugar, los Perdularios, sabemos lo que significa, pero no de donde procede. Según
el Diccionario de la Lengua Española, tiene tres acepciones:
1º. Adj. Que pierde las
cosas frecuentemente.
2º. Adj. Sumamente
descuidado en sus intereses o en su persona.
3º. Adj. Vicioso
incorregible.
Lo dicho, ni la menor idea
del porqué ese nombre a ese lugar...
Situación de los tejares de Monda, asociados a los recursos:
agua y tierra apta para su transformación
EPÍLOGO
El tejar o almadraba de Monda es uno más de esos
múltiples patrimonios histórico-culturales que aparecen íntimamente ligados al
agua en la Reserva de la Biosfera de la Sierra de las Nieves y que pertenecen a
esa faceta todavía tan desconocida de este fabuloso entorno natural, que
suponen sus valores históricos, patrimoniales y culturales, que pasan
desapercibidos y ocultados merced a los fabulosos valores ecológicos y
naturales de este privilegiado entorno.
Los restos que se conservan en este lugar tienen un
indudable valor científico, histórico y arqueológico, la lástima es que las
continuas remociones del terreno y los diferentes usos que ha tenido el espacio
a lo largo del tiempo, han dañado las estructuras existentes de forma muy grave,
aunque no irreparable. Hoy
día lo que queda de esta antiquísima industria son unos cuantos restos, los
suficientes como para entender cómo era la cadena de producción de ladrillos y
tejas.
Por
desgracia el lugar, en los últimos años, ha sido muy removido: el horno de
cocción que mejor se conserva se encuentra semienterrado (y, paradójicamente,
más a salvo) por la construcción de un carril unos metros más arriba, mientras
que la otra estructura cuadrangular que se encuentra a su lado ha sido muy
dañada y destruida en gran parte. Igual podemos decir de los restos de
estructuras que se conservan junto al puente del arroyo del Tejar, muy
afectadas por una construcción moderna, al igual que parte del viejo camino a
guaro y el mismo puente. No podemos descartar, tampoco, que las obras que se
llevaron a cabo para la construcción de la carretera Monda-Guaro arrasaran
también con parte de esta pequeña industria rural. Es triste y verdaderamente
lamentable el estado en que se encuentran estos importantes vestigios
histórico-culturales mondeños.
Tampoco sabemos si en el subsuelo de este espacio se
conservan otras estructuras, aunque tenemos sospechas de que así pueda ocurrir,
dado que las avenidas del arroyo del Tejar a lo largo del tiempo han debido
dejar una buena capa de sedimentos ocultando posibles restos.
Hay otra cuestión que puede parecernos menor, aunque
no lo es; se trata del nombre o los nombres que, a lo largo de sus siglos de
funcionamiento, recibió este tejar. Casi todos los tejares conservan su nombre,
asociado normalmente a la familia que los explotaba. Del de Monda no conocemos
ninguno de los que pudo recibir, no se conservan, no se han recogido
documentalmente.
En cuanto al tejar de los Perdularios, estamos igual.
Los restos se encuentran devorados por la maleza, en estado ruinoso y casi
desaparecidos.
Por otro lado, tampoco debemos olvidar un aspecto en
extremo importante y que aquí apenas hemos tratado por la falta de
documentación al respecto: el patrimonio inmaterial ligado a la industria
tejera, el oficio de tejero o, más antiguamente, almadrabero, ya perdido como
muchísimos otros en la Sierra de las Nieves -o que están en trance de
desaparición-, junto con sus conocimientos, haberes y saberes heredados de
generación en generación durante siglos, quizás milenios, y de una cultura a
otra. Ese sí que es un patrimonio cultural delicado y frágil; si se cierra el
tejar, quedan los restos, los hornos, las infraestructuras... pero si mueren
los tejeros, desaparece el oficio, los conocimientos, las técnicas... con una
tradición de milenios. Y es que los primeros ladrillos y, por ende, los primeros trabajadores del barro para su transformación, aparecieron en la región mesopotámica hace, nada más y nada menos, unos diez mil años. Se trataba de adobes, ladrillos secados al sol, pero de ahí a su siguiente paso, el ladrillo cocido en horno, no pasó mucho tiempo. Ambos, el adobe y el ladrillo cocido, han convivido hasta hace unas décadas.
A partir de su origen mesopotámico, el ladrillo se extendió por amplias zonas y lo vemos profusamente empleado por la zona Sirio-Palestina, el antiguo Egipto...En la mencionada región mesopotámica, sumerios y babilonios construyeron sus ciudades, templos, zigurats, palacios, murallas... con adobes, a los que en múltiples ocasiones añadía ladrillos cocidos y con decoración esmaltada con finalidades decorativas; los chinos realizaron con ladrillos, kilómetros y kilómetros de su colosal muralla, mientras que griegos y romanos edificaron baños, templos, multitud de edificios públicos y privados, con ladrillos que luego recubrían con otros materiales. La cúpula de Santa Sofía (Estambul), la de la catedral de Florencia, los miles de templos de Pagán (Birmania) o el emblemático edificio Chrsler en Nueva York, son algunos pocos ejempols de construcciones singulares levantadas con ladrillo. Han sido distintas y muy diversas las culturas que a lo largo del tiempo han empleado el ladrillo como elemento base para algunas de sus obras arquitectónicas más increíbles.
Mucho tiempo después surgiría la teja también en la zona mesopotámica, extendiéndose con el tiempo a distintas áreas y llegando hasta nuestros días.
El de tejero, que fue un trabajo muy duro que exigía un gran esfuerzo y un desgaste físico enorme durante largas jornadas de sol a sol, ha sido un oficio con una tradición milenaria y antiquísima. No ha sido el único oficio ahora fósil en este fabuloso territorio, la Sierra de las Nieves; el de nevero, del cual hemos tratado en este blog, quedó también varado en las orillas del tiempo hace casi un siglo, el de minero ya casi nadie lo recuerda... junto a ellos los de carbonero, calero, espartero, recovero… y muchos otros, son ya casi un borroso recuerdo, una sombra difusa en nuestra memoria colectiva. Junto a la biodiversidad de la Sierra de las Nieves hay también una diversidad patrimonial y cultural gigantesca y deseosa de ser descubierta.
A partir de su origen mesopotámico, el ladrillo se extendió por amplias zonas y lo vemos profusamente empleado por la zona Sirio-Palestina, el antiguo Egipto...En la mencionada región mesopotámica, sumerios y babilonios construyeron sus ciudades, templos, zigurats, palacios, murallas... con adobes, a los que en múltiples ocasiones añadía ladrillos cocidos y con decoración esmaltada con finalidades decorativas; los chinos realizaron con ladrillos, kilómetros y kilómetros de su colosal muralla, mientras que griegos y romanos edificaron baños, templos, multitud de edificios públicos y privados, con ladrillos que luego recubrían con otros materiales. La cúpula de Santa Sofía (Estambul), la de la catedral de Florencia, los miles de templos de Pagán (Birmania) o el emblemático edificio Chrsler en Nueva York, son algunos pocos ejempols de construcciones singulares levantadas con ladrillo. Han sido distintas y muy diversas las culturas que a lo largo del tiempo han empleado el ladrillo como elemento base para algunas de sus obras arquitectónicas más increíbles.
Restos del zigurat de Ur, Irak (siglo XXI a. d. C.), muy restaurado
Obreros egipcions elaborando adobes, representación conservada en una tumba de Tebas
Mucho tiempo después surgiría la teja también en la zona mesopotámica, extendiéndose con el tiempo a distintas áreas y llegando hasta nuestros días.
El de tejero, que fue un trabajo muy duro que exigía un gran esfuerzo y un desgaste físico enorme durante largas jornadas de sol a sol, ha sido un oficio con una tradición milenaria y antiquísima. No ha sido el único oficio ahora fósil en este fabuloso territorio, la Sierra de las Nieves; el de nevero, del cual hemos tratado en este blog, quedó también varado en las orillas del tiempo hace casi un siglo, el de minero ya casi nadie lo recuerda... junto a ellos los de carbonero, calero, espartero, recovero… y muchos otros, son ya casi un borroso recuerdo, una sombra difusa en nuestra memoria colectiva. Junto a la biodiversidad de la Sierra de las Nieves hay también una diversidad patrimonial y cultural gigantesca y deseosa de ser descubierta.
Para finalizar me gustaría resaltar, como no me
cansaré de hacer, que Monda es un pueblo muy rico en patrimonio cultural,
histórico, arqueológico, natural... Si se recuperara y restaurara éste y otros
patrimonios culturales mondeños similares, no sólo recuperaríamos grandes
porciones de nuestra identidad colectiva, de nuestra historia, de nuestros
legados culturales, de lo que somos y de donde procedemos... sino que las
posibilidades que la recuperación y puesta en valor de estos patrimonios
culturales ofrecen para el desarrollo y el fomento del sector turístico local
-con todo lo que arrastraría en generación de empleo y dinamismo económico en
distintos sectores- se incrementarían notablemente. En Monda no tenemos playas,
pero tenemos otras muchas cosas que despiertan el interés del turista que busca
cultura y naturaleza.
(c) Diego Javier Sánchez Guerra.
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