El Parque Nacional Sierra de las Nieves y su entorno atesoran, como nunca me cansaré de decir, un patrimonio histórico y cultural fuera de lo común. Y enormemente desconocido. El ser humano, desde la prehistoria, ha habitado estos lares dejando sus múltiples huellas en todo lo largo y ancho de este montañoso territorio.
El hábitat humano del entorno del Parque Nacional Sierra de las Nieves se retrotrae a hace miles de años, como podemos ver por la existencia de numerosos vestigios prehistóricos, que en nuestro caso son también unos grandes desconocidos: existen multitud de tumbas colectivas, dólmenes, y monumentos megalíticos; numerosos vestigios de usos de cuevas y abrigos para hábitat y como enterramiento, con todo un legado de pinturas y grabados; restos de asentamientos y poblados al aire libre y de talleres de sílex, roca con la que se elaboraban herramientas cortantes, como cuchillos, y penetrantes, como puntas de lanzas y de flechas… La riqueza de estas tierras y su abundancia en recursos es lo que atrajo a esas primeras comunidades humanas que, tras asentarse en ellas, jamás abandonarían estas montañas, estos valles, estos ríos…
Hoy nos detendremos a conocer una pequeña cueva situada junto a Jorox, ese tranquilo rinconcito perdido entre huertas y molinos harineros entre Alozaina y Yunquera, a los pies de las estribaciones de Sierra Prieta, en el que cuando te sumerges no pasa el tiempo… En este entorno existen varias cavidades, como la cueva de la Murcielaguina o del Algarrobo, que han tenido usos y ocupación desde tiempos muy remotos. Y es que en palabras de Tomás Rueda Gaona (Coordinador de la Reserva de la Biosfera y de la Mancomundiad Sierra de las Nieves), nos encontramos ante la “milla de oro” de la prehistoria en la Sierra de las Nieves.
La cueva de las Vacas o del Tajo de Jorox se abre junto al río Jorox y es visible desde la carretera cuando bajas de Yunquera, como una tronera a unos cinco o seis metros sobre el camino. La penúltima vez que subí fue bien. Estaba ágil. Pero esta última, con años y kilos de más, me las he visto y deseado para no despanzurrarme. Hasta hace unos años esta entrada todavía conservaba un muro de cierre de piedra seca de alrededor de un metro de altura que servía para guardar el ganado, como puede verse en fotografías antiguas. No es mucha la información que he hallado de ella. Aunque hay un informe de los años setenta del pasado siglo, las referencias serias a esta cueva son muy, muy escasas, lo que ha condicionado el contenido de esta entrada.
Esta cavidad consta de dos salas. La más próxima a la entrada todavía conserva una gran cantidad de estiércol en superficie, dados sus pasados usos ganaderos, junto a rocas caídas del techo y basura, mucha basura. La sala más alejada de la entrada se comunica con la primera por un estrechamiento ascendente, presentando su superficie cubierta por una gran cantidad de bloques y piedras desprendidas, consecuencia probablemente de desprendimientos del techo o penetración a través de la apertura que se sitúa en su techo al fondo a la izquierda.
Debido
a su expolio sistemático, hoy día es complicado localizar restos
arqueológicos, aunque no se puede descartar la existencia de éstos
bajo los sedimentos superficiales. Además del expolio, la cueva,
como ha sido reutilizada a lo largo del tiempo hasta casi la
actualidad, conserva en sus paredes los negros efectos del uso de
fuego, que han podido ocultar vestigios pictóricos y grabados. En mi
última visita (08/12/2023) he podido comprobar que algunos salvajes
han abierto una serie de oquedades en sus paredes por medios
mecánicos… En su entrada conserva grabados prehistóricos, pero
algunos cafres los han dañado deliberadamente. Nunca entenderé la
gracia que encuentran algunas personas al destruir un patrimonio tan
antiguo y aunque nunca dudaré de su pertenencia a la especie sapiens, hay que apuntar su inclusión en la subspecie gilipollensis, por supuesto.
Los materiales procedentes de esta cueva y que se encontraban en una colección particular en Ronda en manos del vecino José Llamasares, fueron estudiados y publicados por Marques Melero, I. y Ruiz Rodríguez, A.C.: El Solutrense en la Cueva del Tajo de Jorox, Alozaina, Málaga. 1976. pp.46 y ss., hace ya medio siglo. Entre las herramientas líticas en sílex había raspadores, buriles, lascas, una hoja de laurel, puntas… que estos prehistoriadores adscriben a la cultura Solutrense (22.000-17.000 a.n.e.), dentro del Paleolítico Superior (30.000 – 12.000 a.n.e.). Entre los materiales, curiosamente, también se hallaron piezas de colgantes, como la valva derecha de un Pecten Máximus L., según indican los investigadores, o sea, de una concha de vieira, que por su tamaño formaría parte de un colgante. Y es cierto que era frecuente en la prehistoria emplear una gran variedad de moluscos como cuentas de collar.
Estos materiales fueron recogidos sin observar una metodología científica, por lo que están totalmente descontextualizados, por lo que no mucha información se puede extraer de los mismos. Si la cueva se hubiera excavado con un proceder arqueológico, se hubiera determinado la localización y profundidad de estos elementos en su contexto, lo que nos hubiera ayudado a comprender el yacimiento en su totalidad, los distintos usos de los espacios...
También se han localizado a la entrada de esta cueva algunos grabados que han sido ubicados cronológicamente en el Epipaleolítico (8.000-6.000 a.n.e.), pero con ciertas reservas. Este período, a grandes rasgos, se corresponde con el momento en que en la Península Ibérica se detecta la transición de economías de vida de cazadores-recolectores a productores, basados en la agricultura y la ganadería. Una complicada época en la que las comunidades humanas van pasando de depredadores a productores. En cuanto a los grabados, se trata de trazos paralelos, parrillas, mayormente grabados con buriles de sílex (útil prehistórico fabricado a partir de piedra o mediante una técnica especial de retoque llamada técnica del golpe de buril ), típicas de un momento anterior al arte esquemático. Éstos también se han documentado en la cueva de La Pileta y la de Ardales, que contienen unas impresionantes manifestaciones artísticas primitivas y la de Ardales incluso con expresiones pictóricas atribuidas a los Neanderthales. Pero desconocemos por completo los significados que contenían estas primitivas expresiones artísticas y las razones por los que estas personas los elaboraron.
El motivo que me ha llevado a escribir esta entrada, precisamente, han sido esos grabados. Hace años unos salvajes no tuvieron más ocupación que esgrafiar sus nombres sobre algunos de ellos en lugar de haberlo hecho sobre sus propios órganos sexuales. La destrucción de ese patrimonio es irreversible y perdemos un legado de diez mil años por la actuación de unos salvajes desaprensivos. No son los únicos grabados que conserva esta pequeña cueva y que son de muy difícil apreciación, pero no vamos a revelar su ubicación, para que los tontos de turno no vengan a destruirlos.
Y habrá quien me diga con total normalidad, que eso no es nada, que son cuatro arañazos mal hechos sobre la pared de la cueva, que casi no se ven, que no tienen valor... Muchas veces reflexiones fruto del desconocimiento y de la falta de sensibilidad. Pero es que es arte, es que es una de las expresiones artísticas más antiguas de la Sierra de las Nieves. Es uno de los vestigios más ancestrales del hábitat del ser humano en este territorio. ¿A que lo de Picasso también parecen cuatro trazos mal dados? ¿Eh? Y no veas lo que valen sus cuadros, tanto en valor monetario como en valor artístico. Pues el valor de estos grabados para nuestra historia es incalculable. No se puede cuantificar. ¿Qué significaban? ¿Con qué intenciones se hicieron? Quizás nunca lo sabremos, pero ahí están. Ahí llevan cerca de diez mil años. Más del doble que las pirámides de Egipto.
En las inmediaciones de esta cueva existen otras cavidades con interesantes restos y huellas de una ocupación muy primitiva. Frente a ella se encuentra la cueva de la Murcielaguina o del Algarrobo. En ella aparecieron restos arqueológicos relacionados con un enterramiento colectivo, donde aparecieron huesos de varios individuos, utillaje lítico pulimentado y tallado y material cerámico con decoración a la almagra, así como un brazalete de mármol y un pequeño ídolo con forma de violín. Posiblemente estemos ante un enterramiento colectivo de época Neolítica pero parece que la recogida de materiales, que tuvo lugar en julio de 1968 en el curso de una exploración espeleológica realizado por el Grupo Espeleológico GEMA, no se realizó con procedimientos arqueológicos, por lo que no se puede realizar una profunda interpretación del espacio. Y no me cabe la menor duda de que los miembros de GEMA recogieron esos materiales para evitar su expolio. Por otra parte, destacar que esta cueva aloja a una importante colonia de murciélagos cavernícolas y que hasta hace pocas décadas algunos agricultores entraban para extraer guano, o sea, cacota de murciélago, para emplearla como fertilizante en sus campos. En Tolox la cueva de la Tinaja era también una importante fuente de guano para algunos agricultores.
Hace
años, en las inmediaciones, de Jorox, se hallaron varios pequeños
cilindros de oro. Hay quien señala que aparecieron en la cercana
cueva de las Mesa. La cuestión es que al haber sido hallados fuera
de contexto, no se sabe a ciencia cierta si formaban parte de un
ajuar funerario. El problema de recoger material arqueológico sin procedimiento y autorización arqueológicas, sin seguir un método científico, además de ser un grave delito, nos priva de nuestro pasado, de nuestra historia y de nuestros legados.
La cuestión es que tanto éstas como muchas otras cuevas del Parque Nacional Sierra de las Nieves han sido y continúan siendo expoliadas y vandalizadas. Aunque gran parte de los daños sobre el patrimonio cultural se hace de forma inconsciente, más por desconocimiento que por otra cosa. Estos espacios, desde la perspectiva de la arqueología y la conservación del patrimonio cultural prehistórico, son muy frágiles y vulnerables.
Una iniciativa posible, necesaria y deseable sería establecer convenios de investigación con la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía (competente en materia de patrimonio cultural) y la Universidad de Málaga y/u otras para inventariar y catalogar todo este legado, poner al día los conocimientos, continuar con las investigaciones, llevar a cabo campañas de difusión y, por supuesto, establecer medidas de protección y conservación que eviten que ese patrimonio se vaya deteriorando más y más hasta desaparecer totalmente.
(c) Diego Javier Sánchez Guerra.
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