jueves, 24 de noviembre de 2011

EL PATRIMONIO NATURAL Y CULTURAL EN EL PARQUE NATURAL SIERRA DE LAS NIEVES. UNA OPORTUNIDAD PARA EL TURISMO

   Buenas tardes a todos.

   Esta entrada está basada en la ponencia que realicé el pasado día 22 de octubre en las Jornadas de turismo natural y cultural en el Parque Natural Sierra de las Nieves, que con el título El patrimonio histórico-cultural en la Sierra de las Nieves. Una oportunidad para el turismo pretendía mostrar, más allá del innegable y grandísimo valor socio-cultural de nuestro patrimonio, las posibilidades que para el sector turístico de nuestro ámbito rural posee.






   Ese día tuvieron lugar otras intervenciones que mostraron otros aspectos relacionados con el turismo en un espacio de tal riqueza ambiental como es el Parque Natural y su entorno. La siguiente jornada se realizó una visita interpretada al cercano paraje de Alpujata, donde se desentrañaron sus valores naturales y culturales en el marco de la relación Hombre-Medio Ambiente (enlace a la noticia).




   Para adaptarla al formato del blog he debido operar algunas modificaciones en la estructura de la ponencia que no afectan a su esencia ni a las cuestiones planteadas en aquellas jornadas.




   En mi alocución me voy a centrar sobre todo en la zona del Parque Natural y su entorno que se refiere a la comarca de la Sierra de las Nieves más que la zona rondeña por dos motivos: el primero, sinceramente, es porque la conozco mejor y el segundo es porque la Serranía de Ronda lleva una dinámica turística mucho más avanzada y más consolidada que camina ahora por la senda de obtener la catalogación como Parque Cultural.




   También quiero que se tenga presente que éste es un tema extensísimo y que he tratado de contenerlo lo más que he podido para encajarlo en el tiempo que dispongo, que no es mucho. En él, tras una breve introducción, voy a tratar sobre varias cuestiones como qué es el patrimonio histórico-cultural y que valores residen en él así como los tipos que lo integran; presentaré a vuelapluma el legado de la Sierra de las Nieves, materializado en su enorme patrimonio histórico-cultural que ilustraré con algunos ejemplos de puesta en valor; y, finalmente, plantearé una serie de posibles salidas a nuestros recursos culturales y una serie de conclusiones tras lo cual se abrirá un turno de preguntas para resolver posibles dudas.



   Todos sabemos sobradamente que en los últimos años el turismo se ha segmentado y se ha diversificado enormemente. El tradicional turismo de masas de carácter “fordista” que buscaba el sol y la playa, que se cocía vuelta y vuelta bajo los cancerígenos rayos solares, se ha visto ampliado con el turismo natural y cultural en sus más diversas facetas (geológico, ornitológico, faunístico…gastronómico, festivo, etnográfico…), entre otros. El primero sigue vigente pero, de forma general, sería recomendable una combinación de diferentes productos-servicios turísticos para diversificar la oferta, para romper con la estacionalidad y para dinamizar más y mejor la economía y el empleo apoyándose en todos los recursos disponibles. En tal sentido el turismo natural y cultural contribuye a la generación de empleo estable, es productor de riqueza y un agente de arrastre de otros sectores económicos tales como la artesanía, la gastronomía, los productos agro-ganaderos, etc… 

 


 

   Y es en esta tesitura donde encaja de lleno el "nuevo turista". Digo nuevo, pero ya no es tan nuevo, se lleva hablando de turismo natural y cultural hace ya bastantes años. Este nuevo turista se encuentra motivado por la búsqueda de nuevas sensaciones y experiencias, de nuevas vivencias; por el descubrimiento de territorios, paisajes y expresiones culturales diferentes…se trata, en definitiva, de un “consumidor” de naturaleza y de cultura.



 
   Por otro lado nos encontramos con la Sierra de las Nieves, un singular territorio que se asienta en una abrupta zona al occidente de la provincia de Málaga incardinado en el arco montañoso de las Sierras Béticas. Su relativa proximidad al mar, su diversidad geológica, su caprichoso relieve, su biodiversidad, etc… han dado lugar a una significativa variabilidad de paisajes y ecosistemas habitados por diferentes especies animales y vegetales donde, a lo largo del tiempo, el ser humano ha explotado los numerosos y abundantes recursos que le ha brindado este medio, manteniendo un equilibrio donde se entrelazan y maceran los valores naturales y ecológicos con otros de carácter histórico, cultural y etnográfico.




    Y ese milenario equilibrio en la relación Hombre-Medio es la esencia que sustancia el espacio declarado como Reserva de la Biosfera de la Sierra de las Nieves, cuyo corazón lo ocupa el Parque Natural y que hace tan sólo unos años ha comenzado a formar parte de otra de mayor calibre, la Reserva de la Biosfera Intercontinental del Mediterráneo, que abarca tierras de las dos orillas del vinoso mar de Homero unidas por un puente de 14 kilómetros de revoltoso, acaracolado y azulado mar.

 

 
   Hago hincapié en la cuestión de la Reserva de la Biosfera porque es el contexto y el exclusivo escenario donde se han desarrollado y se siguen desarrollando las relaciones humanas que han dado como resultado el rico legado histórico-cultural que tenemos. No es un espacio inmóvil y estático sino vivo y dinámico donde el patrimonio natural y el histórico-cultural están tan estrechamente relacionados que no podemos entender el uno sin el otro.

   Al igual que no podemos entender a Don Quijote sin Sancho Panza, al Gordo sin el Flaco o a Epi sin Blas, asimismo no podemos entender ni interpretar la herencia islámica de la “cultura del agua”, su adaptación ecológico-cultural materializada en las numerosas huertas, en la red arterial de acequias, en los azudes y albercas, en los molinos hidráulicos y los batanes… sin tener presente el contexto serrano de geología caliza que, absorbente cual esponja, permite el almacenaje de agua y su eclosión a través de numerosos nacimientos y manantiales permitiendo el funcionamiento vital de los espacios irrigados.




   Así que, resumiendo, por un lado tenemos una demanda cada vez más creciente de mano de nuevos turistas que buscan la naturaleza y cultura y por otro poseemos un gran potencial natural y cultural en el Parque Natural y en su entorno.



 
   Pero llevo hablando de patrimonio histórico-cultural un rato y antes de seguir me gustaría hacer una debida aclaración: la terminología patrimonio histórico y patrimonio cultural se suele usar indistintamente para designar los mismos sujetos, sólo que en los últimos años la tendencia es hablar de patrimonio histórico-cultural. Y ¿Qué es el patrimonio histórico o cultural? Hay muchas definiciones pero he tomado la que aparece en Ley de Patrimonio Histórico Andaluz (2007):

-En su Exposición de Motivos señala que: “El Patrimonio Histórico constituye la expresión relevante de la identidad del pueblo andaluz, testimonio de la trayectoria histórica de Andalucía y manifestación de la riqueza y diversidad cultural que nos caracteriza en el presente”.

-Y en el artículo 2 de las Disposiciones Generales señala que el Patrimonio Histórico Andaluz “se compone de todos los bienes de la cultura, tangibles o intangibles, en cuanto se encuentren en Andalucía y revelen un interés artístico, histórico, etnológico, documental, bibliográfico, científico o industrial para la Comunidad Autónoma”.

 





   En definitiva, el patrimonio histórico-cultural se compone de aquellos elementos de relevancia histórica, artística o cultural que testimonian la trayectoria de un pueblo, de una comunidad, de una nación, de un país… y que contribuyen a crear la identidad de los herederos culturales de ese legado, sino ¿Qué sería de los burgueños sin su castillo o sin su fiesta del Judas? ¿Qué sería de los yunqueranos sin su Torre Vigía o sin su romería de Porticate? ¿Qué sería de los moriscos sin sus hornacinas y sin su fiesta de los Rondeles? ¿Qué sería de los pecheros sin su Arquería o sin sus fandangos de Jorox? ¿Qué sería de los toloxeños sin su Iglesia de San Miguel o sin su Cencerrá? ¿Qué sería de los guareños sin su molino de aceite o sin su romería de San Isidro? ¿Qué sería de los mondeños sin su lavadero de la Jaula o sin su Semana Santa? ¿Qué sería de los ojenetos sin su iglesia de la Encarnación o sin sus pasas en aguardiente? ¿Qué sería de los panochos sin sus molinos y huertas del río Molinos, sin sus fuentes, o sin su Semana Santa? ¿Qué sería de los malagueños sin su Alcazaba-Gibralfaro o sin su vinito dulce? ¿Qué sería de los andaluces sin su Alhambra de Granada o sin el flamenco?





   Como se ha señalado el patrimonio histórico-cultural es de dos tipos: material e inmaterial, o sea, tangible e intangible. Así tenemos, por un lado, los yacimientos arqueológicos, las construcciones religiosas, la arquitectura, el arte escultórico o pictórico, el arte mueble…como muestras del carácter material del patrimonio.


   Por otra parte la inmaterialidad reside en las manifestaciones festivas como las romerías, en los bailes populares…; en la tradición oral de fandangos, leyendas, refranes…; en los conocimientos de los antiguos oficios y culturas del trabajo, en la artesanía; en esa riquísima gastronomía…

   Lo cierto es que antes de ser un recurso turístico, nuestro patrimonio histórico-cultural va muchísimo más allá porque nos define, nos da nombre y nos pone los apellidos. Nos da nuestra identidad.


   Siguiendo con el tema, el legado patrimonial que tratamos se concreta en un marco territorial en el que ha surgido a través del Tiempo y de la mano del Hombre a lo largo de miles de años, por lo que es muy abundante y diverso al igual que poco conocido y tristemente todavía poco valorado.

   No pretendo dar una clase acelerada de Historia. Tampoco podría. Pero es necesario traer a colación las civilizaciones y culturas que han compartido este territorio -como hacemos nosotros ahora mismo, meros pasajeros del Tiempo- y las huellas que nos han dejado reflejadas en esa herencia histórico-cultural que pueda servir para dos cosas:

-por un lado para cubrir la demanda de los nuevos turistas como recurso a la hora de crear empleo y de dinamizar la economía y
-por otro lado que debiera servir para que los vecinos de esta comarca conozcamos mejor nuestro pasado, compartamos nuestra herencia cultural y nos encontremos con nuestra identidad.

   El territorio que tratamos se encuentra y se ha encontrado siempre entre tres áreas de singular importancia desde la Antigüedad:

-la zona costera mediterránea

-el valle del Guadalhorce y

-la zona rondeña.




    El encontrarnos en contacto con estas tres zonas de gran dinamismo humano ha motivado una intensa actividad antrópica que, como decía antes, desde hace milenios ha venido dejando su huella reflejada en distintos patrimonios.

   La Historia de la Sierra de las Nieves se pierde en la noche de los tiempos. Se sabe que hubo asentamientos prehistóricos a través de los vestigios dejados en las numerosas cuevas de sustrato calizo, algunas con pinturas rupestres como ocurre en Casarabonela; en los dólmenes o enterramientos colectivos que dejaron estas primitivas poblaciones, no tan monumentales como el de Menga, es cierto, pero no por ello carentes de interés y de importancia. Además existen numerosos hallazgos fortuitos de materiales líticos (hachas, azuelas, cuchillos, raspadores,…), cerámicos y, en menor medida, metálicos, especialmente en Alozaina y su entorno así como la zona de El Burgo. El patrimonio prehistórico está por estudiar y sólo se han realizado algunas investigaciones puntuales, por lo que todavía es muy desconocido.

 


   Cerca de nuestra comarca tenemos un buen ejemplo de la puesta del valor del patrimonio prehistórico, entre otros, en la comarca del Guadalteba. Concretamente en la Cueva de la Trinidiad (Ardales) donde se realizan rutas guiadas para dar a conocer la huella de nuestros ancestros concretada en pinturas, grabados y restos arqueológicos. Esa misma población alberga también un centro de interpretación sobre la Prehistoria que cuenta con miles de piezas de diferentes épocas y que es un buen reclamo para el turismo. Hay que destacar que la comarca del Guadalteba ha hecho una gran apuesta con la puesta en valor de su patrimonio cultural trabajando desde hace años en la recuperación de castillos y yacimientos arqueológicos junto con el establecimiento de una red de centros de interpretación gestionados por guías locales formados en patrimonio y turismo. En el momento presente están gestionando su declaración como Parque Cultural. Ojalá otros territorios sigan este cercano ejemplo.



 
   Pero un vehículo importante de dinamización de este tipo de patrimonio y una potencial actividad turística es la arqueología experimental, que lleva a la práctica en el presente cómo el hombre del pasado realizaba sus herramientas, sus utensilios y otros artefactos. Como ejemplo valen muy bien el del centro de interpretación del arte pictórico de la Fuente del Trucho en Colungo (Huesca) y, mucho más cerca y recomendable su visita, la Finca la Algaba de Ronda donde, entre otras actividades que se desarrollan se pasa el día en un poblado prehistórico construido al efecto con técnicas ancestrales y donde se realizan diferentes talleres: hacer fuego, hacer cerámica, pulir la piedra… Es una forma práctica, experiencial y dinámica de acercar el patrimonio cultural tanto a estudiantes como a turistas.

   Durante la Antigüedad la llegada de fenicios, griegos y cartagineses a la Península Ibérica estimularon a las poblaciones locales, que evolucionaron creando comunidades más complejas en el contexto de la cultura ibérica, de la que se conservan varios yacimientos arqueológicos en el territorio en el entorno de la cuenca del Río Grande, por ejemplo en Alozaina. Pero este tema carece de estudios globales, por lo que no se sabe que dimensión e importancia pueden llegar a tener. Es en este tiempo cuando llegan tres de los productos más importantes para la economía serrana durante milenios: el olivo, el almendro y la vid, (el cereal había llegado miles de años antes) y que han formado parte y forman todavía, de nuestros paisajes agrícolas, de unos paisajes a los que podríamos tildar de agro-culturales, dando sentido a los molinos y almazaras cuyo aceite, desde entonces, nos acompaña en nuestros desayunos.

 


   Dando sentido a los lagares y a una honda tradición pasera y vinícola cuyo último heredero lo tenemos en el vino mosto donde destacan Yunquera y Tolox. Pero hay que señalar la reciente creación de la Asociación de Vinos de la Garbía, cuya finalidad es potenciar este producto en la Sierra de las Nieves y que ejercerá en el futuro un fuerte tirón en el ámbito turístico.


 
   Decía, también dando sentido a la gastronomía y la repostería basada en la almendra, de la que Guaro puede ser uno de los ejemplos más claros con sus postres y sus sopas de almendras.



 

   En época romana, tras una guerra colonial de conquistas, los nuevos amos estructuran todos los territorios sometidos y los articulan mediante provincias y distritos, ciudades y poblaciones unidas por infraestructuras viarias con el objeto de explotar económicamente las riquezas agrícolas, ganaderas, forestales, minerales… de aquella tierra por donde el Sol se encaminaba a su diario ocaso y a la que llamaban Hispania. En nuestro caso conservamos algunos tramos de calzadas adscritas a la época romana en Monda y Casarabonela y se apunta que el puente de Málaga, en El Burgo, pueda tener ese mismo origen. Al menos sus cimientos. El tema de la calzada de Monda ha sido un bastante controvertido porque recientemente estuvo a punto de ser destruida por la construcción de una carretera. Como puede verse no sólo falta investigación, también falta una cosa que es muy importante: conciencia.




   Pero amén de estos restos hay que remarcar que existen numerosos vestigios arqueológicos de villas romanas en el entorno de Casarabonela y Alozaina. Se trata de antiguas explotaciones agrícolas que podríamos asemejar a los cortijos, por ilustrarlo de alguna manera, que suelen estar ricamente decorados con mosaicos, columnas, esculturas... Muy próximo al casco urbano de Guaro existen importantes restos romanos de una de esas construcciones y que podría tener un gran potencial. Pero este tema a nivel comarcal, otra vez, carece de estudios globales.

 


   No es de extrañar la cantidad de asentamientos de esta época en las zonas que dan de cara al Valle del Guadalhorce porque son tierras más gratas para el cultivo y cercanas al mercantil puerto de la antigua ciudad de Malaka, que en la Antigüedad daba salida a los productos de estas tierras.

   Y llegados a este punto me gustaría poner un ejemplo de puesta en valor de una villa romana: la Villa Romana de “El Ruedo” en Almedinilla (Córdoba), que forma parte de la Ruta Bética Romana que transcurre por varias provincias (Córdoba, Sevilla y Cádiz) siguiendo una antigua ruta, la Vía Augusta. En este pueblo se ha excavado y restaurado los restos de este yacimiento y se ha puesto en valor mediante la labor de guías-intérpretes; con la creación de un centro de interpretación y la organización de cenas romanas que tienen una gran aceptación de público. Hay que añadir que tienen puesto en valor varios patrimonios más que aumentan el atractivo del lugar: como el Ecomuseo del Río Caicena o el yacimiento ibérico del Cerro de la Cruz. Como puede verse ha habido un efecto de arrastre que ha recaído sobre otros recursos culturales y que ha incidido en la diversificación económica local, en el empleo y en la generación de riqueza. Tienen alrededor de cincuenta mil visitas al año.

 


   En la Sierra de las Nieves no tenemos menos posibilidades.




 

   Como muestra de la puesta en valor de este patrimonio hidráulico baste el ejemplo del Molino de Abajo de El Bosque, Cádiz, al menos en funcionamiento desde mediados del siglo XVIII y que se ha transformado en centro de interpretación por iniciativa privada. Se trata de un molino hidráulico donde el hijo del último molinero y panadero hace una visita guiada en este precioso lugar explicando todas las partes del molino y su funcionamiento, ilustrándolo con su puesta en marcha y la molienda de cereal. Pero, además, plantea la posibilidad de realizar un taller etnográfico de elaboración de pan. Ciertamente es una bonita, creativa y diferente experiencia que combina el patrimonio material, el molino, con el inmaterial, el saber ancestral del molinero y de la elaboración de pan artesanal.

 





   El gran valor de esta iniciativa no es el molino sino, Fran, su gestor, paradigma del emprendedor rural por su empeño, su convencimiento y su infatigable trabajo.
   Otro ejemplo singular y con potencial son los castillos o fortalezas que posee la Sierra de las Nieves, muestra de los convulsos siglos de luchas y guerras que sufrió este territorio en los años del Islam peninsular. De ellos los máximos exponentes son los de El Burgo, con sus torres y murallas deliciosamente integradas en el casco urbano y en la mejor conservada arquitectura popular de todos los pueblos de la Sierra de las Nieves; o el de Monda, que alberga un hotel y un restaurante. Pero siguen siendo un patrimonio histórico-cultural infrautilizado. En ninguno de los casos hay puesta en valor. En el primero no existe un Plan Director para la recuperación, integración y valorización de sus abundantes restos. Las construcciones nuevas, con su crecimiento, han ido ocultándolo en parte. Sólo hay que ver las fotos antiguas y las actuales para hallar las diferencias. Tampoco existe un museo local o un espacio interpretativo que lo ponga en valor como antiguo castillo de frontera, que podría ser una temática muy adecuada. Aún así es una delicia pasear por las calles de El Burgo, perderse por sus rincones y encontrarse sorpresivamente con algunas murallas y torres.






   La llegada de los musulmanes, además de cambiar el latino término de Hispania por el más exótico de al-Andalus y del nacimiento de la cultura andalusí que residió en estas tierras unos ocho siglos, dejó numerosos vestigios de su existencia que son muy patentes hoy día. Aunque no hay un estudio integral sobre el territorio, son muy numerosos los yacimientos arqueológicos concretados en alquerías (aldeas), torres defensivas, fortalezas y castillos con sus murallas. Fueron ellos los que introdujeron las semillas que hicieron germinar a la mayoría de los cascos urbanos de nuestros pueblos y los que desarrollaron e innovaron la agricultura de regadío mediante la domesticación del agua que mana de estas abruptas sierras y que alimenta, a través de acequias y albercas, numerosos bancales y tablas de cultivos. Fueron los que, asociados al agua, introdujeron el sistema del molino hidráulico de rodezno, que ha estado funcionando en la Sierra de las Nieves durante casi mil años pasando el oficio y los conocimientos a través de casi cuarenta generaciones de molineros. El ejemplar más antiguo está en Río Grande, es el molino de Santisteban, que tiene más de quinientos años y hoy día es un coqueto alojamiento rural.

   El caso de Monda es también paradigmático. Aunque la construcción del hotel es relativamente reciente y se inspire en la arquitectura defensiva andalusí, realmente conserva numerosos vestigios de murallas, torres y otros elementos junto con todo el cerramiento murario de su cara norte, que envuelve un barrio de viviendas de época nazarí que se mantuvo habitado hasta 1568, en que fue destruido por sus propios pobladores moriscos. Este barrio se encuentra enterrado, por excavar. El patrimonio arqueológico que alberga, oculto y mudo, es un potencial atractivo para el turismo cultural. Si se excavara en parte, si se pusiera en valor un barrio de viviendas de campesinos, de trabajadores de la tierra de hace más de medio milenio, con sus rutas guiadas, con su sala interpretativa, con sus productos asociados (artesanos, gastronómicos, bibliográficos, audiovisuales…) y otras actividades que pudieran desprenderse, podría servir como un verdadero foco de atracción turística. Y no estar cerrado, como está ahora.




   De los siglos siguientes, de las épocas Moderna y Contemporánea, conservamos todo un legado patrimonial de carácter más artísticos-religioso y etnográfico. Es el momento en que eclosionan numerosas ermitas, los calvarios y las hornacinas con sus usos religiosos y sociales; las iglesias, construidas sobre las antiguas mezquitas (como la de Monda o la de Casarabonela) o aprovechando parte de ellas (como la de Ojén o posiblemente la de El Burgo), reciben en el siglo XVIII profundas transformaciones y ampliaciones a las que se les aplica un lenguaje artístico barroco de sabor rural al que suman, en algunos casos, elementos de tradición mudéjar o, de forma completamente excepcional, algunos elementos góticos, como es el caso de la iglesia de El Burgo.

 



    El patrimonio etnográfico fruto de la relación del Hombre con su medio, de las actividades agrícolas y ganaderas, de las labores y tareas diarias…se materializa en todo un legado de infraestructuras del trabajo productivas y de transformación y de los servicios, como fuentes y lavaderos, batanes, molinos de harina y de aceite, eras, lagares, caleras, neveros, corrales y parideras, cortijos…




   Y no sólo “aisladas”, sino que en el conjunto del casco urbano descubrimos una rica herencia en materia urbanística y arquitectónica que hoy todavía perdura en parte y cuya tradición andalusí adivinamos en las quebradas y laberínticas calles, en la presencia de las típicas albarradas y algorfas o en la irregularidad del viario, siempre invitando al despiste. Los usos sociales de los cascos urbanos son unos valores culturales que en sí mismos reflejan a la sociedad que los ha creado y que los vive.




   Ese patrimonio etnográfico material que hemos mencionado de soslayo se ve aún más enriquecido, más engrandecido y más vivo porque aún perdura la cultura que les ha dado vida. Conservamos muchas infraestructuras pero también lo más importante y algo que se va valorando cada día más, pero aún no lo bastante: conservamos la MEMORIA de las personas, ya en el crepúsculo de la vida, que han sido el alma y espíritu de esos espacios: lavanderas, molineros, bataneros, campesinos y campesinas, “calereros”, neveros, arrieros, herreros, ganaderos…en definitiva, vecinos y vecinas de la Sierra de las Nieves que son los que les han dado uso y sentido a esos espacios.

 


   Es de justicia reconocer la labor del antropólogo y amigo Francisco Llorente -Kisko para los que lo conocemos- que así lo supo ver y con la aportación de muchos vecinos de la Sierra de las Nieves sembró la primera semilla para su reconocimiento en su libro Atlas Etnográfico de la Sierra de las Nieves. No quedó ahí la cosa. Kisko y el periodista Jorge Peña, otro enamorado de la sierra, realizaron un completo y cálido documental sobre el patrimonio inmaterial y la memoria en en la Sierra de las Nieves en 2008 basado en numerosas entrevistas, Andar por el Aire. Su saber hacer profesional se vió recompensado institucionalmente en 2010, ya que obtuvieron el 2º premio en el certamen DOCURURAL por este trabajo. Pero nuestro reconociento social siempre lo tendrán.

   La memoria si es un “patrimonio” que está en serio riesgo de pérdida. Si no se recoge, se pierde para siempre. Un molino se puede restaurar, pero no se puede restaurar la memoria del molinero, no su experiencia ni sus vivencias... Una necesaria opción sería la de crear una biblioteca de la memoria: por un lado para recuperar la memoria asociada las tradiciones, a las culturas del trabajo, a las creencias y costumbres,… revalorizando y reconociendo al mismo tiempo al denostado colectivo de la Tercera Edad para con ello, dotar de vida al patrimonio etnográfico cuando se ponga en valor, tanto para usos turísticos como para los más que necesarios usos socio-culturales.

   Pero vivimos en una tierra maravillosa donde la relación del Hombre con su medio va mucho más allá de la construcción de ciertas infraestructuras. Esa relación se materializa en lenguaje, en una liturgia paisajística de carácter cultural; así no sólo e individualmente la pieza arqueológica, no sólo la casa señorial o la iglesia, no sólo la era o la almazara, no sólo la acequia y el molino…estos elementos se incrustan como piezas de un puzzle en un contexto territorial formando parte de un paisaje construido y vivido por los seres humanos donde residen unos importantes valores culturales que normalmente tienden a permanecer un tanto ocultos y en la Sierra de las Nieves, los paisajes culturales son per se auténticos patrimonios. Sólo hay que descubrirlos y disfrutarlos.






   Pero antes de continuar y plantear algunas posibilidades al patrimonio histórico-cultural serrano, me gustaría señalar las iniciativas más destacadas que están vigentes. La más antigua quizás sea la Casa Museo de Marigloria, en Monda, vivienda tradicional que su propietaria acondicionó como museo popular hace ya varias décadas y que alberga toda una colección de aperos de labranza y enseres tradicionales que la esta mondeña muestra y explica en primera persona. En Tolox existe una iniciativa municipal que se concretó hace años en la creación de un Museo de Artes y Tradiciones Populares, donde se recoge una gran variedad de enseres agrícolas y tradicionales. En Yunquera también existe una iniciativa privada centrada en la Casa Museo del Seminarista Duarte, donde igualmente se expone una vivienda tradicional de la primera mitad del siglo XX con todos sus elementos.






   Otras iniciativas municipales son el Museo del Agua de Istán y la Casa Museo Francisco Sola de Yunquera. Igualmente Casarabonela posee un Museo de Arte Sacro donde se muestran diferentes elementos litúrgicos (copones, reliquiarios, hostiarios…). Mencionar de este último pueblo el Museo del Cactus, aunque no vaya en la línea de esta ponencia no puede ser obviado.

   Pero hay tres pueblos que han puesto en valor tres molinos de aceite (¡tan fuerte es la tradición olivarera de la comarca!): Guaro, Casarabonela y Ojén. El primero lo ha asociado fundamentalmente al Festival de la Luna Mora, pero donde también organizan rutas interpretadas; visitar el segundo, el de Los Mizos, que es de propiedad privada, es una auténtica experiencia humana ya que el propietario, el octogenario Alfonso Rubio, es el que acompaña y guía la visita como sólo un molinero podría hacerlo. Una experiencia más que recomendable para aquellas personas que quieran conocer de primera mano cómo era el tradicional proceso, la ancestral alquimia que transformaba en oro licuado la aceituna.








   He querido dejar el Molino de Ojén el último porque sus gestoras, María y Karolina, están trabajando en una línea bastante completa ofreciendo una variada gama de productos y servicios: guía interpretada por el molino; catas de aceite; desayunos tradicionales; rutas guiadas por el pueblo; talleres etnográficos; exposiciones; venta de de productos artesanos y agroindustriales locales y de otros pueblos de la comarca, lo que está suponiendo un efecto tractor, un efecto de arrastre para la economía local muy importante.

   Algunos de los productos turístico-culturales que podrían plantearse se pueden relacionar con los siguientes planteamientos:

Arqueología de aventura integrando diferentes yacimientos de diferentes épocas; formando una red de yacimientos a nivel comarcal y buscando rutas que la integren a nivel provincial, nacional o internacional. Ahí está la RBIM. Pero seamos realistas y pensemos en una red comarcal y supracomarcal que nos una al valle del Guadalhorce y a la Serranía de Ronda (dos zonas con un gran patrimonio arqueológico), donde haya yacimientos excavados y puestos en valor para que sean visitables y en los cuales se pueda realizar diferentes actividades relacionadas, por ejemplo, con arqueología experimental y otros servicios.

Rutas tematizadas locales o de dimensión comarcal teniendo como recurso el urbanismo y arquitectura popular donde se integren también distintos elementos como los castillos, las fuentes, los lavaderos… La Sierra de las Nieves tiene todavía un patrimonio arquitectónico nada desdeñable y doy fe de ello porque recientemente he realizado un estudio de su urbanismo y su arquitectura tradicional.

Los paisajes culturales son tan diversos que a nivel comarcal se pueden establecer diferentes lugares: regadío, secano, paisajes de montaña, fluviales…donde se puede explicar su esencia, su morfogénesis, los cuidados que recibe y la relación ecológico-cultural que tiene el hombre con él a través de las huellas dejadas e, incluso, pudiendo interactuar con él llevando a cabo talleres de diferentes labores tradicionales relacionadas con la agricultura o la ganadería.

Y de ahí pasamos a los “productos” de carácter etnográfico: aquí estaríamos hablando de un turismo que integre “elementos culturales” vivos y activos: a las personas. Pero sin caer en el mercantilismo, teniendo siempre presente que se trata con seres humanos. Con ellos tendría cabida talleres de artesanías con diversas fibras vegetales (esparto, palma, caña, junco…), la participación en labores tradicionales relacionadas, por ejemplo, con cultivos como la vid, con cultivos de regadío y de secano (el olivo con el actual proyecto de conversión en ecológico a través del programa Olivar Ecológico de la Mancomunidad de Municipios de la Sierra de las Nieves y que ha recibido recientemente una mención especial en la IV Edición de los Premios CONAMA, tiene interesantes posibilidades), la ganadería…, los talleres de gastronomía tradicional, los talleres que impliquen la transformación de ciertos productos en instalaciones apícolas, en almazaras, en queserías…

Rutas relacionadas con el agua, tanto a niveles locales como si se planteara una ruta comarcal teniendo el agua como eje rector, donde se integraran fuentes, lavaderos, batanes, manantiales, paisajes del agua como las huertas con todos sus elementos, zonas de rivera, etc.

   No me quiero extender más, pero son muchos otros los productos y servicios turístico-culturales que podrían desarrollarse asociados, por ejemplo, a la interpretación estelar o a la puesta en valor del patrimonio morisco.

   Para finalizar me gustaría exponer una serie de conclusiones:

1º.- Potencialidad. En materia de puesta en valor del patrimonio la Sierra de las Nieves tiene muchas posibilidades: tiene, como hemos visto, un patrimonio extenso en el tiempo, abundante y variado. La Costa del Sol y Málaga con un aeropuerto internacional de los más importantes (que podría ponernos en contacto con un segmento turístico más apropiado y de forma directa) están a un tiro de piedra. Pero lo cierto es que sólo tenemos potencialidad porque después de muchos años hay escasos productos y servicios que se apoyen en el patrimonio cultural serrano, tan sólo algunas iniciativas dispersas en el territorio, pero no existe una necesaria unicidad ni coordinación que hagan prosperar en conjunto a esta querida comarca en materia turística. Esa potencialidad es grandísima en dos ámbitos que se complementan:

-Cultural: arqueología, urbanismo y arquitectura, etnografía, gastronomía, historia y tradiciones, paisajes culturales…

-Natural (y deportiva): senderismo, btt, escalada, espeleología, ornitología, flora y fauna, geología...


2º.- La puesta en valor tiene que venir de mano de proyectos integradores, de proyectos de conjunto y con visión de futuro donde se impliquen a diferentes colectivos: agroindustrias, voluntarios, empresas turísticas, administraciones, personas físicas, asociaciones, centros de enseñanza…como base de un desarrollo rural autocentrado y que nos coloque en un camino donde las subvenciones vayan perdiendo peso progresivamente.


3º.- Investigación, divulgación y promoción. Sin investigación no hay productos y sin divulgación ni promoción de los mismos, nos quedamos igual o peor. Es muy importante saber que sin valorar el patrimonio, no tenemos ni cultura ni turismo. Y ello no se puede hacer si no hay investigación de base y la posterior divulgación. La promoción hay que realizarla en la Costa del Sol, sí, claro, es nuestro “vivero” de turistas más cercano, pero también, y muy importante, en los lugares de origen. Hay que buscar a los consumidores del turismo que queremos ofrecer en su lugar de origen y no aguardar de brazos cruzados que vengan.


 4º.- Sería necesaria la creación de un órgano de gestión turístico-cultural/natural del territorio que oferte de forma organizada los productos en la comarca mostrando una imagen, una identidad; que esté en plena conexión y comprometido con las empresas del sector y que se apoye a través de una red de centros de interpretación que ofrezcan servicios y contenidos diversos, y que éstos pudieran aprovechar edificios históricos y antiguas fábricas como molinos, centrales hidroeléctricas, viviendas señoriales…hoy patrimonios infrautilizados en muchas ocasiones.-Natural (y deportiva): senderismo, btt, escalada, espeleología, ornitología, flora y fauna, geología,…


5º.- Otro de los ámbitos donde habría que trabajar sería en la formación en materia de atención turística, guías-intérpretes mediante la disciplina de la Interpretación del Patrimonio, idiomas, etc...


6º.- Atención empresas, especialmente de turismo para mejorar/diversificar/crear productos nuevos y ayudar a emprendedores que se quieran abrirse paso en el sector.


7º.- Por último, hace falta inversión económica y mucha conciencia. Todavía son muchos los que perciben el patrimonio cultural como simples “piedras viejas” e impedimentos para el “pogreso”. A esas personas les recomendaría primero, sensibilidad, y luego que viajaran un poco por el extranjero, especialmente por los parques nacionales ingleses, donde la gestión es bastante buena y donde se articula muy bien el patrimonio natural, el cultural, las comunidades rurales, las personas y asociaciones, los negocios, los productos…dando como resultado no sólo un desarrollo económico, sino también un DESARROLLO SOCAL Y HUMANO, aspecto que se suele dejar un poco olvidado.


   El patrimonio histórico-cultural es un agente creador identidad pero también es un insustituible agente de dinamización económica a través del turismo: ambas dimensiones no deben caminar desunidas porque la sociedad tiene que conocer, disfrutar y participar de su patrimonio cultural y éste, a la vez, tiene que ser productivo económicamente para que se pueda conservar, para ser sostenible, como se dice hoy en día.




Un saludo.




                                                                                            © Diego Javier Sánchez Guerra.





  


  

martes, 15 de noviembre de 2011

UN FIN DE SEMANA EN EL MARQUESADO DEL ZENETE

Buenas tardes a todos.



   Aunque este blog trata sobre cosas de Monda y su entorno especialmente, no he podido evitar redactar esta entrada sobre el estupendo fin de semana que pasé en el Marquesado del Zenete, un lugar de la provincia de Granada asentado en la cara norte del Monte Sulayr, de Sierra Nevada, perteneciente a la comarca de Guadix y que se integra en una mancomunidad formada por diez pueblos.

   Esta zona se encuentra vinculada al Parque Nacional de Sierra Nevada, a un Parque Natural y a una Reserva de la Biosfera. En los dos últimos aspectos es coincidente con la Sierra de las Nieves. En los Parques Nacionales existe una iniciativa para potenciar el turismo en base a los recursos naturales y culturales autóctonos cuyos ejes vienen marcados desde Europa y que se articula a través de la Carta Europea de Turismo Sostenible, iniciativa en la que también se inserta la Sierra de las Nieves. El caso es que para promocionar esa bella región como destino turístico y mostrar sus excelencias, el pasado fin de semana del 11, 12 y 13 de noviembre se organizaron unas jornadas para que técnicos de otras zonas y comarcas, agentes turísticos, empresarios, personas interesadas por el tema, etc., pudieran conocer tanto sus recursos como sus empresas y servicios, así como el trabajo y esfuerzo desarrollados en los últimos años parar tratar de conseguir que el turismo se sume a las actividades económicas de esta zona y que contribuya a dinamizar y estimular su economía.






   El lugar en cuestión se encuentra en el altiplano granadino, escalando las faldas de Sierra Nevada, ancladas sus poblaciones en una zona de ladera que asciende hacia las montañas. De esta posición intermedia entre el llano y las agrestes montañas viene su nombre, sanad, de origen árabe y que significa ladera.

   Desde antiguo ha sido una zona que ha proporcionado abundantes recursos naturales a sus explotadores. El mineral, especialmente el hierro, ha sido explotado desde hace más de tres mil años desde los antiguos íberos, pasando por los romanos y musulmanes, así como los ingleses. Sus enormes llanuras proporcionaron cereal en cantidades ingentes y las montañas abastecieron de madera, carbón, caza, ganadería…hasta épocas muy recientes. Pero fueron los musulmanes los que caracterizaron este lugar, zona de paso obligado para conectar las populosas urbes nazaríes de Granada y la costera Almería por el interior, personalizándolo con la construcción de numerosas torres y castillos como protección ante el creciente peligro cristiano procedente del norte. Torres y castillos ahora embutidos en los cascos urbanos, los de mejor fortuna, y presentando un aspecto ruinoso desde hace siglos los que menos suerte han corrido. La llegada de los cristianos supuso la creación del Marquesado del Zenete, que integraría bajo el dominio del marqués D. Rodrigo de Mendoza las poblaciones de Dólar, Ferreira, La Calahorra, Aldeire, Alquife, Lanteira, Jérez y Huéneja.



   Cuando me enteré de la organización del evento, ni corto ni perezoso me apunté pensando en un buen fin de semana de vacaciones, en visitar una zona de Andalucía tan atractiva y en conocer de primera mano ideas de puesta en valor que se desarrollan en otras zonas. He de decir que conocí esa comarca hace unos años, pero sólo puntualmente cuando fui a una fiesta en la localidad de La Calahorra, a la fiesta del “Chisco”, de la que guardo un grato recuerdo por la hospitalidad y el buen trato que me dispensaron sus vecinos.

 

   El viernes 11 cogí el coche después del trabajo. Estaba bastante cansado. El agotamiento sumado de toda la semana se acogolla siempre el viernes. Pero pasada la ciudad de Granada el monótono conducir se vio alterado por un otoñal atardecer que, la verdad, me sorprendió porque la huidiza luz crepuscular acariciaba la nieve de la imponente mole de Sierra Nevada dándole un singular aspecto rojizo. Pensé, “nieve blanca, nieve traslúcida, nieve embarrada… ¡pero nunca había visto nieve encarnada!”. Aquello era verdadera poesía para las retinas. Y ciertamente esa es una de las sensaciones que me he traído del Marquesado del Zenete: el color o, mejor dicho, los colores. Una variada gama de verdes, marrones, ocres, anaranjados, cobrizos, rojizos, blancos, azules…estampados en los pinares y encinares que ascienden las faldas de Sierra Nevada; desparramados en los campos de cultivo y de labor, distribuidos como las casillas de un tablero de ajedrez; ensortijados en las antiguas explotaciones de mineral, que antaño horadaron la tierra extrayendo de su corazón sus riquezas; plasmados en la singular arquitectura popular de la zona, de volúmenes cúbicos y de tradición morisca; impresos en los cielos y noches cuajadas de estrelladas…




El sendero de la Tizná


Sierra Nevada y su cielo reflejados en una poza.



Campos de labor con Sierra Nevada al fondo.



Muestra de la típica arquitectura de tradición morisca.


   Ya había oscurecido por completo cuanto tomé el desvío hacia Dólar desde la carretera que continuaba hacia Almería. Me había pasado el de La Calahorra. Me suele ocurrir. Después de curvas serpenteantes e interminables llegué a Ferreira, pueblo en el que se dio la bienvenida a los participantes y cuyo nombre, de sonoro acento mozárabe, apunta a la relación que tuvo el lugar con la explotación del hierro. Llegué tarde pero a tiempo para ver el centro de interpretación de la arquitectura árabe. Se trataba de una antigua torre fortificada que con el tiempo y la llegada de los cristianos perdió su carácter castral, pero no simbólico y asociado al poder, ya que allí se acabó alojando una familia morisca “colaboracionista” con los nuevos amos cristianos. Es un bello y sencillo edificio, de gruesos muros y con algunos elementos adimentados como el alambor de su cara oeste, cuya finalidad para la que fue concebido era aguantar el fuego de artillería ante un eventual asalto. En este lado y en la cara sur conserva borrosos esgrafiados que imitan decoración de lacería y que pueden escapar a la vista. En el interior se recrea una vivienda morisca y se habla de las diferentes técnicas constructivas.



Detalle del alambor de la torre de Ferreira, hoy centro de interpretación.



Detalle de la sencialla decoración de lacería del exterior de la torre de Ferreira.

   Después la organización nos llevó a las afueras para realizar una actividad de interpretación de estrellas que hizo que permutáramos el frío húmedo y persistente de la noche por la emoción y la imaginación desbordante que provoca mirar al cielo. Pegaso, Casiopea, Perseo, Júpiter,…todo el santoral de la mitología greco-latina la tenemos en él (¡no hay que mirar la wikipedia!) y esa noche casi todos estuvieron a nuestro alcance, a pesar de que la lechosa luz de la luna enmudecía con su brillantez la voz lumínica de las miles de reverberantes estrellas.




La noche estrellada, de Van Gogh.
No tengo ninguna foto de la actividad pero este cuadro es bastante ilustrativo.


   Después de nuestra cita estelar, cada mochuelo volvió a su olivo. El mío lo tenía en un coqueto hotel de Jérez del Marquesado (si, Jérez, no Jerez); el Hotel Rural Picón de Sierra Nevada, establecimiento incluido en la Carta Europea de Turismo Sostenible donde el trato, la relación calidad-precio, la cocina y el ambiente fueron sobresalientes. Un sitio que recomiendo para aquellas personas que quieran conocer estas tierras.




Hotel Rural Picón de Sierra Nevada, en Jérez del Marquesado.



   La mañana siguiente, llena la tripa con una buena rebanada de pan tostado con aceite y tomate, un cafetito con leche y un zumo de naranja totalmente natural, todo el grupo tomamos el camino del sendero de la Tizná, que ascendía por una de las múltiples laderas de Sierra Nevada, donde los guías del Parque, Antonio, Carmen y María, nos hicieron una interesante interpretación del espacio que fuimos a visitar. El paisaje, verdosa textura compuesta primordialmente por pinos y encinas, se veía invadido por el dorado otoñal de chopos y álamos, que descendían por las zonas de rivera, mientras que desde lo más alto las nieves serranas coronaban el conjunto, con permiso de un cielo azul tamizado por las nubes. Por el camino vimos algunas explotaciones de vacuno y algunas antiguas parideras, huella de las actividades ganaderas que el hombre realizaba en el pasado por estos lares ya desde muy antiguo. De regreso pudimos ver también algunas construcciones ruinosas que, continuando la tradición islámica, aprovechaban la fuerza motriz del agua para transformarla en electricidad y con ésta remedar el bíblico milagro de la luz que alumbra todo lo cotidiano.




Ascenso por el sendero de la Tizná.


Área recreativa del sendero de la Tizná.



Antigua central hidroeléctrica que abastecía a Jérez del Marquesado.

 

   Tras el recorrido y un reponedor almuerzo en el Hotel Rural Picón de Sierra Nevada emprendí el camino al vecino pueblo de La Calahorra. Allí nos esperaba algo más tarde una visita histórica al pueblo. Quise acercarme con antelación para dar una vuelta al pueblo y subir a su imponente castillo. Parece mentira, estoy bastante acostumbrado a ver castillos derruidos y el de La Calahorra está en unas condiciones impecables. Como un vigía domina todo, todo el territorio circundante: las poblaciones, las sierras y sus accesos, el valle y sus caminos...como propietario de hombres y recursos en un tiempo anterior. El atardecer desde el cerro del castillo es inenarrable. A pesar del frío, allí me quedé a contemplarlo. Nuevamente explotaban en mis ojos los colores del Zenete, pero esta vez en gamas más azuladas y violáceas orillando los cielos. Hay que ir a verlo.




Castillo de La Calahorra.




Atardecer en Sierra Nevada.


   La visita que nos tenía preparada la organización fue muy original y divertida. Con gran acierto, a medida que pasábamos por las calles y visitábamos el interior del castillo, nos fuimos encontrando personajes de diferentes épocas como dos antiguos propietarios romanos, el marqués dueño del castillo, los repobladores…que nos fueron hablando de sus épocas, en primera persona. Un bonita, sencilla, divertida y funcional forma de acercar el patrimonio (en este caso cultural) a los visitantes y viajeros. Una técnica muy recomendable por lo directa y por lo cercana.




Dos vecinos romanos nos salieron al paso camino del castillo.



Un oficial francés trata en vano de ligarse a una moza calahorreña en las calles de este pueblo.



Caperuza de humero en una vivienda de La Calahorra. El motivo de la foto es que esta solución para los humeros es también muy recurrente en el municipio de Yunquera, por lo que llamó mi atención.


   Esa noche, antes de ir al hotel, di un paseo por Jérez del Marquesado. Me sorprendió descubrir en una plazuela de mano de una placa conmemorativa y de un avión de alabastro que fue allí donde en los años ´60 se estrelló aquella famosa aeronave de los americanos que estuvo a pocos metros de convertirse en una verdadera tragedia.



Monumento conmemoriativo del accidente del avión estadounidense en Jérez del Marquesado.

 
   Las calles estrechas y quebradas del pueblo me condujeron a una torre islámica, antiguo otero de las poblaciones de las alquerías rurales, de las pequeñas aldeas de la zona. También me llevaron a la iglesia de la Anunciación, de sobria elegancia y recios muros. La soledad de las calles fue la mejor compañera para una visita nocturna en la que pude observar el alto grado de conservación de la arquitectura local, de una sencilla y sublime belleza, como son todas aquellas arquitecturas que se adaptan a su entorno ecológico y que se integran sin distorsionar en el paisaje. Ha sido el primer lugar donde he visto con sorpresa como el alero de pico de gorrión, de tradición mudéjar, se colocaba en limahoya, o sea, en la zona de la fachada donde confluyen los dos paños del tejado de forma apuntada. Igualmente puede observar como algunas construcciones muy antiguas transpiraban dejando a la vista sus elementos esqueletales, sus estructuras hechas a base de barro, madera, caña y pizarras.




Torre islámica de Jérez del Marquesado.



Antigua construcción que atesora la tradición arquitectónica morisca de la zona.


 

   El frío no perdona, y menos a un calvo. En el hotel llené mi estómago con un sabroso entrecot de ternera acompañado por una copa de tinto de la Contraviesa. Ciertamente un buen maridaje.




   El domingo por la mañana volví a repetir el desayuno del día anterior. Había que recargar energías porque nos esperaba un sendero interpretado en el vecino y tranquilo pueblo de Lanteira, nombre también de resonancias mozárabes, por varios molinos hidráulicos de rodezno. Los únicos seres vivos que pude ver en ese pueblo al principio de la mañana fueron algunos perezosos perros, algunos desconfiados y corretones gatitos y las flores que reposaban en los balcones haciendo restayar sus colores rojos, blancos, rosas… Un rato después, como no podía ser de otro modo, aparecieron las primeras personas.




Gatitos zeneteños.



Balcón ensortijado en Lanteira.



Torre islámica de Lanteira.



Típica calle de Lanteira.



   El guía nos llevó siguiendo el camino de varias acequias que discurrían por algunas pozas y por varios molinos; algunos en proceso de restauración, otros, abandonados, caminaban decididamente hacia el olvido. El paisaje agrícola era bastante bello, almendros y castaños nos acompañaron la gran parte del camino y el rumor del agua que deambulaba por las acequias moriscas y por los arroyos fue una banda sonora natural constante. Tras una parada en la Posada Piedra de la Herradura, un antiguo molino que se ha integrado en un pequeño alojamiento rural, donde nos reconfortamos con un recio vino y con unas sabrosas migas, continuamos hasta el molino del vecino José María, que nos acompañó todo el trayecto. El suyo pertenecía a la familia de su mujer y conserva todavía los dos juegos de piedras de moler junto con todo el entramado y enseres para la molturación.




Una de las pozas en las inmediaciones de Lanteira. La cultura del agua estuvo presente todo el camino.



Juego de rodeznos de uno de los molinos que encontramos por el camino.



Uno de los muchos castaños que nos encontramos por el sendero.



Interior del molino de la Posada Piedra de la Herradura.



El molino de la familia de José María tras su restauración.

 

   Muy a mi pesar se acercaba la hora de mi retorno. Así que me despedí con celeridad de los guías y del resto del grupo y apreté mi caminar hasta llegar al pueblo y al coche. Antes de salir pitando dirigí una mirada atrás convencido de que tengo que volver a la zona a descubrir todos aquellos rincones que me quedaron por ver. Así lo pienso y así se lo recomiendo a todas aquellas personas que quieran disfrutar de varios días de tranquilidad y sosiego en la naturaleza.


   Con estas letras quiero agradecer a la organización del evento, a las empresas y personas que han participado y especialmente a los guías del Parque Antonio, Carmen y María, la preparación y el desarrollo de estas estupendas jornadas, que no dudo nos ha dejado un gran sabor de boca a todos los participantes y creo que han cumplido con la espectativa planteada y que nos comentaba Antonio: despertar nuestra curiosidad para hacernos volver otro día.


Un saludo y buena semana.



Diego Javier Sánchez Guerra.