Un
día de marzo de 2023, mientras una fresca brisa me regalaba el suave
aroma a azahar que anunciaba una temprana y atípica primavera,
le pregunté a María Teresa Dueñas Díaz qué fue lo que le motivó
a indagar sobre el pasado y la historia de un tío abuelo suyo que ni
tan siquiera había conocido más que por la memoria familiar y los
recuerdos prestados: Andrés Díaz Valderrama. Su respuesta no me
dejó
indiferente:
“Pues
-me dijo- fue
sin pensarlo ni proponérmelo. Un día del verano pasado
(2022) se
me vino su recuerdo a la cabeza y puse su nombre en Google y empecé
a encontrar información de él. Y así sin pensarlo me dije: «tengo
que reconstruir su historia». Y ya no he podido parar. Se ha
convertido en un obsesión.
Pero -apostillaba-
realmente lo que me motivó a seguir, aparte de que siento que se lo
debo y es lo mínimo que puedo hacer por él, es que tengo que
hacérselo saber a mis hijos. Porque yo tenía algunos recuerdos y
algo sabía pero ellos no. Si yo no se lo transmito se perderá
totalmente la memoria de lo que pasó. Y esto no puede quedar en el
olvido, ellos tienen que saber quiénes son. De donde vienen... Sino
su vida no tendrá sentido, cómo me ha pasado a mí hasta que he
descubierto todo esto.”
María
Teresa lleva mucho tiempo buscando con tesón información y
documentos en distintas administraciones y archivos sobre su tío
Andrés Díaz y recabando recuerdos entre sus familiares, viejas
fotografías... un camino que le ha llevado a recuperar y atesorar
parte de los recuerdos de su familia, convirtiéndose de forma
sobrevenida en custodia de parte de la memoria familiar. En
definitiva, reviviendo los recuerdos de Andrés para que su nombre no
se borre ni de la memoria familiar ni de la Historia. Y, quizás lo
más importante, transmitiéndolo a las generaciones venideras
porque, en palabras de ella que debemos recalcar: “Si
yo
no se lo transmito se perderá totalmente la memoria de lo que pasó.
Y esto no puede quedar en el olvido, ellos tienen que saber quiénes
son. De donde vienen... Sino su vida no tendrá sentido, cómo me ha
pasado a mí hasta que he descubierto todo esto”.
El
caso de María Teresa no es puntual. Muy al contrario. Es bastante
frecuente en el tema de la investigación sobre los deportados
españoles republicanos a los campos nazis. Han sido en muchísimos
casos nietos o sobrinos-nietos los que han empezado a moverse o a
buscar información sobre un abuelo, un tío abuelo o un familiar
deportado
y asesinado en el campo de concentración de Mauthausen-Gusen. Y es
que vencidos los miedos del franquismo y de la represión, la
curiosidad familiar saltó una generación y ha venido reclamando y
exigiendo memoria, recuerdo y, sobre todo, dignidad para las
víctimas.
En
esta búsqueda sin cansancio y casi obsesiva, las redes sociales se
han mostrado como una gran herramienta para buscar y compartir
información, para encontrar asesoramiento o ayuda… En esa tesitura
fue como nos conocimos María Teresa y yo. Cuando contactó conmigo a
través de una famosa red social, ella ya tenía mucho trabajo
avanzado; había consultado multitud de archivos, disponía de un
buen número de documentos sobre su tío y conservaba bastantes
recuerdos familiares que con decisión había ido recabando. Además,
conocía bastante bien el tema de la deportación. Con esos
documentos, con su enorme trabajo de base y con la información que
hemos tenido la ocasión de recabar más adelante, hemos podido
recomponer a muy grandes rasgos la vida y peripecias de Andrés Díaz
Valderrama, un joven idealista malagueño que soñaba con un mundo y
una sociedad mejores, particularmente desde que huyó de Málaga en
la Desbandá hasta que desgraciada y tristemente acabó siendo pasto
de las llamas del crematorio de Gusen y saliendo por el agujero de su
chimenea en forma de humo y cenizas...
Esta
es la historia de Andrés Díaz Valderrama. Esta es la historia de un
joven idealista malagueño que soñaba, luchó y murió por
un mundo mejor.
Andrés Díaz Valderrama
(foto: familia Díaz Valderrama)
AÑOS
DE INFANCIA Y JUVENTUD
Un
caluroso 26 de mayo de 1908 abría
los ojos a la vida, al mundo y a la argentada luz del Mediterráneo
en Málaga, el bebé Andrés Díaz Valderrama. Andrés, cuyo nombre
en griego significa “hombre valeroso” u “hombre viril”, nació
en el seno de una familia extensa, humilde, trabajadora, procelosa,
cuyos
orígenes se encontraban en uno de los lugares más bellos y poéticos
de Andalucía:
la Ajarquía malagueña. La zona que está al este o al oriente,
según los entresijos y los significados de la toponimia -suerte de
arqueología de la palabra- de origen andalusí. Un lugar donde sus
irrepetibles
pueblos se descuelgan
de sus sierras regalándonos la belleza de unos paisajes serranos y
agrarios verdaderamente espectaculares, coloridos y sufridos por
generaciones y generaciones de campesinos.
Acta de nacimiento de Andrés Díaz Valderrama
(fuente: Registro Civil de Málaga)
Su
padre, Antonio Díaz Pérez, era natural de El Borge donde había
nacido en 1870, una pequeña población de origen andalusí cuyos
moriscos tuvieron un gran protagonismo en la revuelta morisca del
siglo XVI. A la edad de 19 años se trasladó de su pueblo natal a
Málaga en busca de un mejor futuro. Su madre, Isabel Liboria
Valderrama Fernández, según se consigna en el acta de nacimiento,
era natural de Macharaviaya (en algún que otro documento posterior a
su progenitora la nominan de
forma equivocada
como Gregoria y no como Liboria), una pequeña aldea cuyo origen
podemos rastrear también en época andalusí y donde había nacido
Bernardo de Gálvez en 1786, a la postre héroe de la independencia
americana y cuyo nombre bautiza la ciudad de Galveston.
Allí había nacido en 1878 y a los diez años de edad se había
mudado con su familia a Málaga.
El Borge
(foto: Ayto de El Borge)
Macharaviaya
(foto: Francisco Montoro, Axarquía Viva)
Y
es que a finales del siglo XIX y principios del XX fueron muchas las
familias de zonas rurales las que se
desplazaron a la capital (y a otros muchos y distantes lugares
nacionales e internacionales) huyendo del hambre y de la pobreza para
buscar mejores salidas económicas, ante los desastrosos efectos
económicos y sociales que habían provocado las crisis agrarias de
finales del XIX, especialmente tras la debacle que había supuesto la
casi total desaparición del viñedo en Málaga y su potente comercio
de la pasa de manos de una serie de negativos factores, entre los que
se encontraba la filoxera.
El
humilde matrimonio residía en esas fechas, según leemos en la
partida de nacimiento de Andrés, en el “segundo partido de la
vega, hacienda Chamizo”. Después de mucho buscar y buscar, hemos
encontrado el
topónimo
Chamizo al
norte de
la pequeña aldea o barrio de Colmenarejo, entre
el distrito
de Campanillas (incluido en el Primer Partido de la Vega) y el del
Puerto de la Torre (este último lugar pertenecía a ese Segundo
Partido de la Vega). En esa zona, antaño ocupadas
por cultivos
de vides, se encuentra desde 1994 el basurero
de Málaga (CAM Los Ruices)
y dada la naturaleza de su uso todo el entorno ha sufrido unas
remociones y unos movimientos de tierra muy importantes. Tanto, que
han desfigurado por completo un espacio que tardó millones de años
en ser modelado.
Plano de los partidos rurales de Málaga
Hemos
encontrado en un
callejero malagueño
de 1939 donde se describen los partidos rurales malagueños, como
existía una lagar de Chamizo en el Segundo Partido de la Vega. En
el callejero
al que hacemos referencia hemos encontrado esta descripción del
partido Segundo de la Vega:
Segundo
de la Vega
Principia
en Teatinos, continuando por la Carretera de Antequera (lado
izquierdo), Río de Campanillas, abajo, (margen izquierda) hasta el
Puente de Campanillas, Camino Viejo de Ronda a Teatinos, nuevamente
donde finaliza.
Estamos
seguros de que se trataba del cortijo donde trabajaba la familia.
Según recoge el callejero, a ese lagar se accedía por varios
caminos, a saber: Camino
de Antequera, Camino Vecinal de Campanillas y vereda particular.
En esta hacienda, en esta propiedad, trabajaría el cabeza de familia
en labores agrícolas, principalmente relacionadas con el cultivo y
el cuidado de la vid. María Teresa, sobrina nieta de Andrés y
verdadera artífice la búsqueda de Andrés, que ha venido recabando
información y testimonios familiares sobre su tío abuelo, nos
indica que según el recuerdo familiar que conserva y que le confió
su
abuela Isabel, la familia
de Andrés era muy pobre y habían vivido un tiempo en la aldea de
Colmenarejo, en una humilde choza, no muy lejos de la zona donde
debía encontrarse el citado lagar. Este tipo de chozas eran muy
comunes entre la gente pobre que vivía en el campo en todo el ámbito
rural malagueño. Solían ser
construcciones muy pobres realizadas con materiales muy humildes;
unas paredes de piedra, de madera o de cañas y barro, solían
sostener una sencilla cubierta hecha a base de cañas y haces de
paja. El interior era tan humilde como el exterior, pues solía ser
diáfano, sin servicios de aguas ni baño, ni nada parecido, con una
dos yacijas compartidas por todos los miembros de la unidad familiar.
Eran hogares muy húmedos y pobres, en los que se vivían en unas
condiciones muy duras. En esos años el panorama en el mundo agrario
malagueño era muy similar.
Choza de labradores en La Vega
En
la
choza mencionada vivían el matrimonio Díaz Valderrama con sus nueve
hijos, más los padres
de Liboria. Estos eran los nombres de los niños: María, Antonio,
Demófilo, Isabel, Liboria, Andrés, Concha, José y Dolores.
Demófilo, que en griego significa “amigo del pueblo” (nombre
utilizado como pseudónimo por el padre Antonio Machado, Antonio
Machado Álvarez), era abuelo de María Teresa. Según ésta, a pesar
de la pobreza y de la necesidad, era una familia fuertemente
unida y se querían mucho.
En
el Archivo Municipal de Málaga, cuyos técnicos han sido
extraordinariamente diligentes en la búsqueda de información, nos
han proporcionado los padrones de 1909 y 1910. En ellos aparece
registrado Andrés con un año y dos años respectivamente, en el
caserío de la hacienda Chamizo. Por ellos, entre otras cuestiones,
sabemos que fue bautizado en la Iglesia de San Pablo antes de cumplir
los dos años de edad, situada en el castizo barrio de La Trinidad.
Sus hermanos y hermanas también recibieron el sagrado sacramento del
Bautismo en el mismo templo.
En
esos padrones sólo aparecen reflejados los siguientes hermanos:
María, nacida en 1898; Antonio, nacido en 1901; Demófilo, nacido en
1903, Isabel, nacida en 1904; Libora, nacida en 1907; y Andrés,
nacido en 1908. Creemos que los otros tres, Concha, José y Dolores,
nacerían más tarde de 1910, de ahí que no vengan recogidos.
Padrón de Málaga de 1910
(Archivo Histórico Municipal de Málaga)
Desconocemos
como transcurrió la infancia de Andrés Díaz, los detalles de su
mocedad y juventud, pero a juzgar por la pobreza
y humildad de su familia, debió empezar
a trabajar siendo muy joven, casi desde que era un niño, en tareas
agrícolas o cuidando animales.
“Era lo típico en las familias pobres” según sentencia María
Teresa. Y ciertamente, en aquella época a los niños se les asignaba
la tarea de guardar unos pocos de cerdos o unas pocas de cabras.
Por
la memoria familiar, vaporosa y difuminada por la transmisión oral y
el inexorable paso del tiempo, pero a la que se aferra con fuerza
irreductible la familia, sabemos que cuando era joven y se encontraba
soltero residía en el número 17 de lo que es hoy la
calle Manuel Rivadeneyra (según nos informaron en el Archivo
Histórico Municipal de Málaga, esta calle no existe con esta
denominación en el padrón hasta 1960), en
la Colonia Obrera de Santa Inés. El traslado de parte de la familia
a este lugar se realizó en
una fecha todavía imprecisa e indeterminada.
En esta vivienda residieron Antonio y Liboria, junto con los hijos
que en aquel momento estaban solteros: Andrés, Concha y José, según
la memoria familiar. El motivo seguramente fue porque Andrés -y
quizás algunos miembros más de su familia- encontró trabajo como
ladrillero en el tejar de la Colonia Obrera de Santa Inés, cuyas
casas alquilaban a los mismos trabajadores.
Vivienda de la Colonia de Santa Inés donde
se mudó parte de la familia Díaz Valderrama
(foto: Teresa Dueñas)
En
esa vivienda, que
a día de hoy todavía se mantiene en pie y habitada, viva,
debe resonar todavía el eco de los recuerdos de Andrés y su
familia. Por documentación de finales de los años treinta y de
primeros de los cuarenta, sabemos que cuando se produjo el golpe de
Estado que provocó la Guerra Civil y dio al traste con este país,
residía en calle Castilla, n.º 1 (en Portada Alta),
ya casado con la joven malagueña Mercedes Hidalgo Flores. De ella,
sobre la que volveremos en más ocasiones, sabemos que tenía un
hermano pequeño, Dieguito, al que Andrés recuerda con cariño en
una de sus cartas remitidas desde Alemania como prisionero de guerra
del ejército alemán. Esa casa de calle Castilla n.º 1 se ha
convertido en un bloque de viviendas donde aún reside parte de la
familia de Mercedes.
Sabemos
que Andrés trabajó durante muchos años en la fábrica de ladrillos
de la Colonia Obrera de Santa Inés realizando labores y tareas muy
duras. De esa importante industria ha llegado a nuestros días muy
poco: una chimenea, una portada monumental, un edificio que de
dispensario médico se transformó en biblioteca y una enorme charca.
Se trata de la laguna
de la Barreda, que tiene su origen en un espacio rebajado
artificialmente para obtener arcilla cuyo
destino era
ser transformada en la fábrica y los hornos cercanos. Hoy día ese
espacio se ha transformado en un
parque
forestal de unos 50.0000 metros cuadrados en cuyo interior se
encuentra la laguna, con una capacidad aproximada de casi 15.000
metros cúbicos. El lugar
acuna una gran biodiversidad representada por casi
100
especies de plantas, a las que se suma peces, diversos reptiles y
una variopinta avifauna que se diversifica en épocas de emigración
y que sonorizan el lugar.

La
industria
ladrillera
tuvo
su nacimiento
en las
últimas décadas del siglo XIX cuando
los empresarios Francisco Viana Cárdenas y José María de Uribe
montaron
una fábrica de ladrillos entre los arroyos de las Cañas y de
Teatinos, una zona donde abundaba la arcilla. Diez años después
empleaba a casi dos centenares de trabajadores y producía una media
de 20.000 ladrillos diarios. En 1892 contaba 22 hornos tejas y
ladrillos y dos para cerámicas. Se producía también azulejos,
elementos ornamentales de barro, figuras, jarrones...
Plano de la zona donde se instaló la fábrica de
ladrillos, según plano de Emilio de la Cerda de 1899
A
finales del XIX y dada su creciente importancia, comenzaron
a construirse las primeras viviendas en las proximidades de la
fábrica. Aunque en un plano de 1899 aparece con la denominación
“Tejar de Viana Cárdenas”, el barrio recibiría el nombre de
“Colonia Obrera de Santa Inés”, en honor a la esposa de José
María de Uribe, la cubana Inés de Disdier.
El arco que se conserva, si embargo, posee una imagen que representa
a la santa mártir cristiana Inés, una joven romana que recibió el
martirio y la muerte en época de Diocleciano.
Arco de la Colonia Obrera de Santa Inés
(foto: Teresa Dueñas)
En
los años 20 del siglo pasado
la industria fue adquirida por el conocido empresario Modesto Escobar
Acosta. Fue él quien le dio el impulso definitivo modernizándola,
ampliando la producción y diversificándola con la introducción
de
la fabricación de losetas, escaleras, objetos de decoración y
mármoles. Para ello empleó también un aserradero para cortar
mármol que situó en Coín, en el río Pereilas. Igualmente, dio un
fuerte impulso al
barrio obrero dotándolo de otros servicios.
La
fábrica estuvo funcionando hasta 1990, cuando comenzó su
desmantelamiento. La fiebre inmobiliaria y el cáncer del ladrillo
hicieron desaparecer casi todos sus vestigios. Sólo se salvaron de
la especulación y la corrupción que van unidas al mafioseo de la
construcción una chimenea, una portada, un edificio que se
transformó en la
actual Biblioteca Pública Miguel de Cervantes y una construcción
con forma de torre circular que suele confundirse con un depósito de
aguas, pero que tan sólo era un almacén para las herramientas de la
tejería.
También se mantienen
en pie
algunas viviendas obreras edificadas con ladrillos de barro cocido
que son pequeñas joyas arquitectónicas.
Fábrica de ladrillos de la Colonia Obrera de Santa Inés
(foto: Universidad de Málaga)
Para
hacernos una idea de cómo era el trabajo y las circunstancias de la
época y de entender las demandas obreras obreras de mejoras de
aquellos momentos, hemos de recurrir a los testimonios del vecino
José Vázquez, recogidos en un artículo del rotativo la Opinión de
Málaga del día 10/10/2021, firmado por Alfonso Vázquez. Con unos
nueve años, en 1926, José Vázquez empezó a trabajar en ella. Era
un niño, tan sólo un chiquillo que acababa de mudar los dientes de
leche. José apenas tuvo infancia pues fue víctima de la explotación
laboral, empujado por la necesidad y por el hambre, como cientos de
miles de niños brutalmente explotados en una España muy atrasada
social y económicamente, dominada por los grandes terratenientes, la
Iglesia y los grandes capitales. Una situación que las masas
populares querían cambiar, querían revertir. Como él habría otros
muchos niños en la fábrica en la misma situación, seguramente
muchos hijos de los obreros adultos. Andrés Díaz Valderrama contaba
por aquel entonces con 19 años de edad, pero desconocemos la fecha
precisa en la que se trasladó a la Colonia y en la que empezó a
trabajar en la fábrica.
Según
relataba José Vázquez a La Opinión de Málaga, muchos de los
ladrillos allí producidos fueron a parar a los edificios que
componían la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 e incluso
al entonces Protectorado Español de Marruecos.
José Vázquez
(foto: La Opinión de Málaga)
Entre
otras tareas, José Vázquez ocupaba la mayor parte de su tiempo
laboral recogiendo arcilla con la que se componían los ladrillos,
tejas… que eran cocidos en los hornos. José disponía con un burro
al que se dirigía a “la charca”, la conocida hoy día como
Laguna de la Barrera), donde extraía la arcilla y la cargaba en la
burra. Junto a él habría muchos chiquillos desarrollando las mismas
tareas. La arcilla se llevaba a la fábrica, donde se amasaba con los
pies y los brazos.
Las
condiciones laborales en aquellos años eran extremas. Recordaba José
Vázquez que “Todo el mundo terminaba hecho polvo con los
resfriados”, dado que en no pocas ocasiones se trabajaba con
temperaturas bajo cero y al aire libre. Ese frío que le provocaba el
contacto continuo y prolongado con la arcilla fría y húmeda, lo
combatía José frotándose los muslos con orujo.
Según
nos comenta María Teresa, su tío abuelo Andrés era un joven
trabajador e idealista
que soñaba
un mundo mejor, más libre, más equitativo y más justo donde los
obreros
tuvieran unos salarios y unas condiciones de existencia dignos. Sus
sentimientos políticos se canalizaron a través de la UGT, de la
que era miembro. Es muy posible que en el ejercicio de sus tareas
laborales se “contagiara” de las ideas de emancipación obrera y
se sensibilizara por los derechos de las clases populares. Uno de sus
hermanos mayores, Demófilo, era una persona que poseía unas fuertes
convicciones obreras e incluso propugnaba esas ideas entre sus
propios compañeros. Al parecer Demófilo era un buen hombre cargado
de buenos sentimientos que siempre hizo el bien con todo aquel que
pudo. Su nombre se encontraba en una de las listas para ser fusilado
cuando Málaga fue tomada por los golpistas y a punto estuvo de
serlo. Milagrosamente alguien intercedió por él y gracias
a ello no acabó en
la fosa del cementerio de San Rafael. Como señala María Teresa
“...eran una familia guerrera, en el sentido de luchar por sus
derechos…”.

Demófilo Díaz Valderrama
(foto: familia Díaz Valderrama)
Una
de las particularidades de Andrés es que le gustaba mucho cantar y,
al parecer, tenía muy buena voz. Este talento lo heredaron también
algunos sobrinos. Estamos seguros de que Andrés nunca abandonó esa
afición, que le seguramente
le acompañó en el trabajo y le acompañaría
en las trincheras, en los campos de concentración franceses, en las
Compañías de Trabajadores Españoles...
No
sabemos ni en qué momentos
ni circunstancias conoció a la que sería su esposa, Mercedes
Hidalgo Flores ¿Era hija o hermana de algún compañero de trabajo?
Gracias al certificado de matrimonio de Andrés y Mercedes, sabemos
cuando y dónde se casaron. El día siete de marzo de 1936, poco
antes de que este país se fuera al traste, ambos contraían
matrimonio en un juzgado de Málaga. En el certificado, que contenía
un error en el segundo apellido de Mercedes más tarde subsanado,
encontramos otros datos. Andrés y Mercedes tenían 27 años. Andrés
aparece recogido con el oficio de jornalero, cuando sabemos que era
ladrillero. En el documento aparece domiciliado en la calle
Martínez Rivadeneyra (y
no Manuel Rivadeneyra) de la Colonia Obrera de Santa Inés, junto a
sus padres. Mercedes había nacido en Málaga el cuatro de marzo de
1909 y residía en el 1er Partido de la Vega, esto es, en la zona de
Campanillas. Era hija de Antonio Hidalgo Santiago, natural de
Totalán, en el pie de monte ajarqueño y de María Flores Jara,
natural de Guaro, en la Sierra de las Nieves.
El
juez municipal fue Remigio
Moreno González
y el secretario Francisco
Álvarez de Toledo y Alba.
Los testigos fueron Antonio Galiano Nieto, natural de Écija y
jornalero, y Manuel Crespo Ramos, natural de Málaga y de profesión
telefonista.
De
la vida del matrimonio no conocemos mucho. Sabemos que se querían
con locura y también que Mercedes tuvo un embarazo que
desgraciadamente no llegó a término, por lo que la pareja, cuando
aconteció el desastre del golpe de Estado y de la Guerra Civil, no
tenía hijos.
GOLPE
DE ESTADO
Y
GUERRA CIVIL
El
18 de julio tuvo lugar el golpe de Estado, que fracasó de forma
estrepitosa desencadenando la Guerra Civil Española, cuyas funestas
consecuencias llegan a hoy día.
En
Málaga, en manos de los republicanos, se asaltaron edificios
públicos y viviendas de personas acaudaladas, se incendiaron casas,
templos… Los tiroteos y ajustes de cuentas se sucedieron en la
ciudad en los días y semanas siguientes, con un saldo de unas mil
personas asesinadas o ejecutadas y cientos o miles de
encarcelamientos. Uno de los primeros asesinados fue, casualmente,
Modesto Escobar. El golpe le pilló en su finca de Moratán (Monda) y
rápidamente se trasladó a su casa de la Colonia Obrera de Santa
Inés, donde fue capturado. Al poco fue ejecutado sin juicio acusado
de simpatizar con los golpistas. Mi abuelo Diego Guerra llegó a
conocerlo. Decía que en el pueblo, en Monda, era muy apreciado
porque daba muchos jornales a los mondeños para el mantenimiento de
su finca de Moratán.
En
medio de ese caos, el joven militar republicano Manuel Bautista
Ávila, que en la actualidad tiene una plaza a su nombre en el
barrio, y que fue nombrado delegado de la Colonia Obrera de Santa
Inés y del Puerto de la Torre, trató por todos los medios de
impedir más asesinatos y ajustes de cuentas. Al parecer logró
salvar la vida de alrededor de una veintena de vecinos. Su vida fue
corta pues, nacido en 1913, perdió la vida el 14 de noviembre de
1936, luchando con el Batallón México en la zona del pantano de El
Chorro, siendo el responsable político de dicho batallón.
En
los meses siguientes las autoridades lograron un mayor control sobre
la situación, por lo que los asesinatos y ejecuciones disminuyeron
drásticamente. Pero el daño irreparable estaba hecho. Uno de los
encarcelados fue el joven fiscal de Málaga, Carlos Arias Navarro.
Arias, que contaba con algunas amistades entre los republicanos, tuvo
la suerte de que intercedieran por él y ser liberado. Tras la caída
de Málaga en manos de los golpistas se convertiría en fiscal en los
juicios en los que se procesaron a miles de republicanos demostrando
una enorme falta de sensibilidad por la vida humana. Participó en
los fusilamientos de más de 4.300 personas leales al gobierno de la
II República. Estos hechos le granjearon el apodo de “Carnicerito
de Málaga”.
Desconocemos
por completo que ocurrió con la vida de Andrés en los meses que
transcurren desde el golpe de Estado hasta la ocupación de Málaga
por las tropas rebeldes. A
primeros de 1937 los golpistas intensifican la presión sobre Málaga
y la atacan desde distintos frentes (Estepona-Marbella, Ronda,
Antequera, Zafarraya...). Las milicias republicanas, compuestas por soldados mal
pertrechados, mal entrenados e indisciplinados, no sería capaz de
hacer frente a un ejército bien avituallado y que contaba con
material bélico moderno, el apoyo de la aviación y miles de
soldados italianos.
Una calle malagueña después de uno de los bombardeos
La
ciudad, que tenía un cuarto de millón de habitantes en las fechas
previas a la guerra, había visto incrementada su población con casi
cien mil personas más. Se trataba de refugiados que procedían de
distintos puntos de la Andalucía occidental y que huían hacia el
este conforme avanzaban los golpistas. La mayoría eran mujeres,
niños y ancianos que apenas habían salido de sus pueblos. A medida
que los frentes iban cayendo en manos del ejército alzado, fueron
llegando refugiados. Los primeros provenían desde Sevilla y Córdoba
y se alojaron en los edificios del Centro Histórico de Málaga y La
Caleta. Peor suerte tuvieron los llegados desde los pueblos de la
provincia que fueron tomados a partir de septiembre de 1936. Sus
refugios fueron la Catedral, las iglesias o la fábrica de tabacos,
viviendo en unas situaciones casi
inhumanas.
A ello se sumaban las enfermedades, los bombardeos continuos sobre la
ciudad de Málaga de la aviación de
los sublevados
y la falta de abastecimientos y alimentos.
Ante
la inminente caída de la ciudad en manos de los golpistas y el
terror a la represión, a las sanguinarias tropas moras y a que
fueran ciertas las incendiarias y aguardentosas declaraciones
radiofónicas del general Queipo de Llano alentando el asesinato de
malagueños y las violaciones de malagueñas por la tropa, la
población malagueña huye desesperada y en masa por la carretera de
la costa buscando refugio en la ciudad de Almería. El terror y miedo
estaban completamente justificados pues el alcohólico general había
llevado a cabo una sangrienta represión en Sevilla fusilando a miles
de obreros y campesinos contrarios leales
al gobierno de la II República.
Esto
es lo que les traslada a la población malagueña el general Queipo
de Llano en una de sus aguardentosas y crueles intervenciones
radiofónicas:
“Nuestros
valientes Legionarios y Regulares han demostrado a los rojos
cobardes, lo que significa ser hombre de verdad. Y, a la vez, a sus
mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y
anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que
son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar
por mucho que berreen y pataleen”.
La
Desbandá,
la masacre de la carretera de Málaga a Almería
Tras
el colapso de los frentes de guerra y la retirada de los milicianos,
Málaga quedaba desprotegida y a merced de los golpistas. El miedo a
caer en manos de las sanguinarias tropas moras, de las sangrientas
represalias… movieron a centenares de miles de personas y familias
a huir a pie hacia la ciudad de Almería.
El
historiador, ensayista y periodista Arthur Koesstler, que era
corresponsal del rotativo Daily
Worker,
describía de la siguiente forma la situación en Málaga:
“Hacia
las dos de la tarde comienza el éxodo desde Málaga. La carretera es
un río de camiones, coches, mulas, carros, gentes asustadas que
riñen entre ellas. Esta riada lo chupa y arrastra todo: civiles,
milicianos desertores, el gobernador civil, algunos oficiales del
Estado Mayor. Corren algunos extraños rumores por Málaga; que los
rebeldes han ocupado ya Vélez, la siguiente población hacia el
este, a unos cincuenta kilómetros; el río de refugiados se dirige a
una trampa mortal. Según otro rumor, la carretera está todavía
abierta pero bajo el fuego de los barcos de guerra y de aviones que
ametrallan a los refugiados. Nada, entonces, puede ya detener al río:
fluye y fluye, y se alimenta sin cesar de los arroyos del miedo”.
La
familia de Andrés fue una de ellas. Él se
encargó de organizar
la huida con su madre, su hermana Concha y su hermano José, según
los
recuerdos familiares conservados por
María Teresa. Pero a los pocos kilómetros de iniciar el éxodo
hacia Almería, Andrés se dio cuenta de que las condiciones de la
marcha
podían acabar con la vida de su madre, ya muy mayor, y de su hermano
José, ciego y que necesitaba ayuda para caminar. Ante tal situación
y viendo que podrían morir durante la huida, decidió mandarlos a
casa y continuar él solo el camino a Almería.
José Díaz Valderrama
(foto: familia Díaz Valderrama)
No
dejemos de recordar que durante la Desbandá se cometió el crimen
contra población civil más cobarde, más atroz y más sangriento de
la Guerra Civil Española, perpetrado por las fuerzas golpistas.
Efectivamente, durante varios días el crucero Baleares, al mando del
ferroleño Manuel
Vierna Velando;
el crucero Canarias, al mando del gaditano Francisco Bastarreche
Díez de Bulnes y el crucero Almirante Cervera, al mando del
ferroleño Salvador
Moreno Fernández
estuvieron masacrando desde la línea de costa a los cientos de miles
de desdichados que huían buscando refugio en Almería. Desde las
alturas un infierno de fuego y metralla caía
del cielo sobre la población huida: la aviación franquista,
alemana e italiana acribillan a los refugiados… Miles de niños,
ancianos y mujeres fueron asesinados por el camino. Las cifras
oscilan entre los cinco y diez mil asesinados. Junto a ellos un
incontable número de personas recibieron heridas de diversa
consideración.

Por
si queda alguna duda de la sanguinaria y cobarde acción rebelde
sobre la masa de civiles que huían, traigamos a colación las
manifestaciones radiofónica del general rebelde Queipo de Llano, que
relataba así estos acontecimientos el nueve de febrero, en sus
conocidas alocuciones de radio:
“Alos tres cuartos de hora de tomar la ciudad, una parte de nuestra
aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia
Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa,
enviamos a nuestra aviación que bombardeó, incendiando algunos
camiones”.
A
pesar de los sanguinarios y cobardes asaltos de la aviación y de los
buques rebeldes, Andrés consiguió
llegar a Almería
sano y salvo, con la intención de incorporarse al ejército de la II
República y luchar por ella, aunque las tropas golpistas llegaron
incluso a bombardear Almería, llena de refugiados. Por otra parte,
su afiliación a la UGT le podía haber costado la vida de haberse
quedado en Málaga. Desde aquel fatídico seis o siete de febrero de
1937 en que se despidió de su madre y de su hermano, ya no volverían
a verse jamás…
Los
testimonios que se conservan de los supervivientes de la Desbandá,
muchos de ellos niños de muy pocos años en aquellos momentos, son
de
una brutalidad verdaderamente trágica y desgarradora.
Pero
¿Y Mercedes? ¿Porqué no le acompañó en la huida? Algo que
inicialmente nos extrañó es que Mercedes no
huyera con él en la Desbandá. La familia no conoce los motivos pero
es muy posible que decidiera quedarse para cuidar a algún familiar
mayor que no podría valerse por si mismo, quizás su padre o su
madre. Desde el momento en que se despidieron, Mercedes y Andrés ya
nunca más volverían a verse…
Andrés
Díaz Valderrama, combatiente por la libertad.
Del Batallón Martínez Barrio a La
218ª Brigada Mixta
A
partir de la separación en la Desbandá, la familia no sabe nada de
Andrés en su breve periplo como refugiado. Es posible que llegado a
Almería lo enviaran a alguna población levantina y desde allí
accediera al Ejército Popular de la II República.
Los
vacíos documentales y de la memoria nos obligan a dar saltos
cronológicos a veces muy amplios. Por
el CHMD sabemos que el día uno de abril de 1937 Andrés se
encontraba domiciliado en calle Libreros de Valencia, a dónde había
llegado en su huida desde Málaga. Se alistó como miliciano al
batallón Martínez Barrio núm. 4, perteneciente a la 38 Brigada
Mixta
de la 5ª División.
Esta
unidad fue formada en diciembre de 1936 a base de la llamada “columna
Perea”, recibiendo inicialmente la denominación de Brigada
Mixta
“Z”. En enero de 1937 se encontraba en
Pozuelo de Alarcón, pero fue transferida a la Casa de Campo donde se
le encomendó la defensa del Puente de los Franceses. Hasta junio de
ese mismo año no participó en operaciones bélicas de relevancia,
fecha en la que pasó de la 5ª a la 17ª División.
Maxim M1910
El general Miaja entrega una bandera
al batallón Martínez Barrio el 24/04/1937
Fuente: ABC
No
sabemos hasta que fechas estuvo Andrés en este batallón ni si llegó
a combatir en Pozuelo de Alarcón o en la Casa de Campo. Lo que
sabemos es que más tarde
pasó
a formar
parte de la 4ª Compañía de ametralladoras
del Batallón 872 de la
218ª Brigada Mixta.
Pero
no
sabemos como llegó a esta brigada, tampoco si iba con otros amigos o
conocidos procedentes de Málaga ni
en qué fecha exacta.
Siguiendo
a Carlos Engel, especialista en historia militar y autor de “Historia
de las Brigadas Mixtas del Ejército Popular de la República
1936-1939”. Se creó en Ciudad Real el 24 de agosto de 1937 y se
integró en la 68ª División del XX Cuerpo de Ejército, aunque no
estuvo en disposición de ser empleada meses después, hasta
noviembre. Se formó con mozos de las quintas de 1930, 1937 y 1938.
Desconocemos en qué circunstancias se incorporó a la misma el
protagonista de este relato.
En
diciembre de 1938 la 218ª Brigada Mixta fue destinada al frente de
Teruel.
En esta cruenta batalla también participó el universal poeta Miguel
Hernández que dejó, entre otros, el poema de El
soldado y la nieve:
El
soldado y la nieve
Diciembre
ha congelado su aliento de dos filos,
y
lo resopla desde los cielos congelados,
como
una llama seca desarrollada en hilos,
como
una larga ruina que ataca a los soldados.
Nieve
donde el caballo que impone sus pisadas
es
una soledad de galopante luto.
Nieve
de uñas cernidas, de garras derribadas,
de
celeste maldad, de desprecio absoluto.
Muerde,
tala, traspasa como un tremendo hachazo,
con
un hacha de mármol encarnizado y leve.
Desciende,
se derrama como un deshecho abrazo
de
precipicios y alas, de soledad y nieve.
Esta
agresión que parte del centro del invierno,
hambre
cruda, cansada de tener hambre y frío,
amenaza
al desnudo con un rencor eterno,
blanco,
mortal, hambriento, silencioso, sombrío.
Quiere
aplacar las fraguas, los odios, las hogueras,
quiere
cegar los mares, sepultar los amores:
y
se va elevando lentas y diáfanas barreras,
estatuas
silenciosas y vidrios agresores.
Que
se derrame a chorros el corazón de lana
de tantos almacenes y
talleres textiles,
para cubrir los cuerpos que queman la
mañana
con la voz, la mirada, los pies y los fusiles.
Ropa
para los cuerpos que pueden ir desnudos,
que pueden ir vestidos
de escarchas y de hielos:
de piedra enjuta contra los picotazos
rudos,
las mordeduras pálidas y los pálidos vuelos.
Ropa
para los cuerpos que rechazan callados
los ataques más blancos
con los huesos más rojos.
Porque tienen el hueso solar estos
soldados,
y porque son hogueras con pisadas, con ojos.
La
frialdad se abalanza, la muerte se deshoja,
el clamor que no
suena, pero que escucho, llueve.
Sobre la nieve blanca, la vida
roja y roja
hace la nieve cálida, siembra fuego en la nieve.
Tan
decididamente son el cristal de roca
que sólo el fuego, sólo
la llama cristaliza,
que atacan con el pómulo nevado, con la
boca,
y vuelven cuanto atacan recuerdos de ceniza.
Volviendo
al relato principal, el 14 de diciembre la 218ª Brigada Mixta lanzó
su ataque contra el Puerto de Villastar, logrando conquistarlo dos
días más tarde y formando una bolsa cuya limpieza le fue asignada.
El 19 ocupó Castralbo y El Castellar y, el 21, se lanzó en primer
escalón al asalto de Teruel ocupando el flanco izquierdo. Fue una de
las primeras unidades en entrar en la ciudad, pero resultó tan
quebrantada que tuvo que ser retirada a Cueva de Valverde y Sarrión
para reponer efectivos.
Dos combatientes republicanos luchan en Teruel.
La foto fue tomada por Robert Capa el tres de enero de 1938
El
30 de diciembre relevó a fuerzas de la 11ª División en Concud que
perdió al día siguiente, retirándose a Teruel. Fue enviada
entonces a Extremadura para una reorganización en profundidad, pero,
el 17 de febrero de 1938, volvía a hallarse en el frente de Teruel.
Andrés
fue una de las bajas de esa batalla. Sabemos que el
dos de enero de 1938 ingresó
en el Hospital Militar de Valencia, concretamente en la sala 24,
donde
le fue asignada
la cama 372. En el documento de ingreso no se especifica claramente
el motivo de la hospitalización, sólo se recoge en el diagnóstico
la palabra “enfermo”. Por ese mismo documento sabemos que era el
delegado de su compañía. El día 15 de ese mismo mes recibió el
alta con la prescripción de recibir curas y medicinas. En el
documento de alta se recoge otros nombres de otros pacientes y en el
encabezamiento del mismo se indica “Relación nominal de los
heridos y enfermos dados de alta en el día de la fecha”. A Andrés
se le ingresa como enfermo, no como herido en acción de guerra.
Desconocemos que dolencia o afección le hizo ingresar en el
hospital, pero debió ser grave como para estar casi dos semanas
ingresado.
Algunos
días después de haber sido dado de alta, concretamente el día 24
de enero de 1938, fue asignado como enfermero en Valencia a través
del Sindicato de Enfermeras de la UGT y destinado a la Clínica
Militar n.º 18 “Facultad de Medicina”. Nos
parece extraño y no hallamos explicación a que un trabajador del
ladrillo reciclado en combatiente pasara a formar parte como
enfermero del sistema sanitario de guerra. Quizás necesitara unos
meses alejado del frente y le buscaron este destino.
Desconocemos
donde se ubicaba la
Clínica Militar n.º 18 “Facultad de Medicina”. En la ciudad de
Valencia y en sus alrededores se llegaron a habilitar hasta nueve
hospitales de sangre, a saber: el Hospital “Blanquer”, el
Hospital “Pasionaria”, el Hospital de Sangre de Izquierda
Republicana, el Hospital de Sangre de la Cruz Roja y los hospitales
de sangre de Binmaclet, Benimàmet, Nazaret, Mislata y Burjassot.
No
sabemos el tiempo que pasó Andrés en este destino pero en una fecha
que no hemos podido determinar
se incorporaría nuevamente a la
218ª Brigada Mixta.
Poco más adelante y ante el
avance de las fuerzas golpistas por tierras aragonesas, el 26 de
marzo de 1938 la 218ª Brigada Mixta es llevada al frente del norte
del Ebro, donde se integra en la 34ª División del XI Cuerpo de
Ejército en el sector de Tremp. Andrés luchó junto con sus
compañeros en la mítica batalla del Ebro haciendo frente con valor
al ejército golpista. Pero la superioridad armamentística y militar
de los sublevados acabó por imponerse y decantar el resultado a su
favor. Al consumarse el corte de la zona republicana en dos, la 218ª
Brigada Mixta permaneció en el sector de Sort, aunque fue utilizada
para una operación de formar una contracabeza de puente en Serós el
7 de noviembre.
Una
pequeña nota antes de continuar. Un hermano de Isabel, la abuela de
María Teresa, fue reclutado por la fuerza a la edad de 19 años por
los golpistas. Este joven combatió en la batalla del Ebro con el
ejército sublevado y murió en ese frente de guerra. La familia fue
informada por carta y nunca supieron donde fue a parar su cuerpo que,
lo más probable, es que se perdiera en la confusión de una fosa
común. Se llamaba Francisco Macías
Berlanga y había nacido en el malagueño pueblo de Casarabonela.
De
las pocas noticias familiares que tenemos en estas fechas es que
Concha, la hermana de Andrés, en 1938 había dado a luz a su hija
Manoli. Ni corta ni perezosa le hizo una foto y se la envió al
hermano para que conociese a su sobrina recién nacida. Si le llegó
la carta y la foto, debió de emocionarse muchísimo. Igualmente una triste noticia aconteció a la familia ese mismo año: Liboria, hermana de Andrés, falleció en un difícil parto.
Concha Díaz Valderrama
(Foto: familia Díaz Valderrama)
Al
mes siguiente volvemos a encontrar una pista documental de Andrés,
concretamente en el Diario
Oficial del Ministerio de Defensa Nacional n.º 321 de 07 de
diciembre de 1938
, donde se publica el ascenso de cabo a
sargento
de
Andrés Díaz, que continúa combatiendo en la misma Brigada Mixta.
El ascenso debió serle otorgado por haberse destacado en el combate
y en las acciones bélicas.
Página del DOMDF nº 321 donde aparece
Andrés Díaz Valderrama
Siguiendo
con la 218ª Brigada Mixta, al comienzo de la ofensiva nacional sobre
Cataluña, en el mes de diciembre se hallaba cubriendo un sector del
frente de la cabeza de puente de Balaguer, donde resistió tenazmente
y donde sufrió numerosas bajas. El 2 de enero de 1939 se trasladó
de Ceró a Boixols para relevar a la 104ª Brigada Mixta, pero se
hallaba muy mermada, hasta el punto que en su retirada hacia la
frontera de Andorra cesó de dejar rastro...
TERRA
IGNOTA.
REFUGIADO
EN FRANCIA.
PRIVADO
DE LIBERTAD POR LOS FRANCESES Y POR LOS ALEMANES
Por
documentos que se conservan en la OFPRA (Oficina Francesa de
Protección a los Refugiados y Apátridas), en Francia, tenemos
conocimiento de que Andrés cruzó los Pirineos junto con medio
millón de refugiados en febrero de 1939 en aquel desastre humano y
humanitario conocido como La Retirada, tras la muerte definitiva de
la II República. Pero no se señala ni fecha ni campo de destino. A
partir de ahí entramos en terra ignota. A Andrés le pasa algo
parecido a lo que le ocurre
al Guadiana. Su huella documental desaparece una vez cruzados los
Pirineos en febrero de 1939 y no emerge hasta su detención en la
primavera del año siguiente por los alemanes, que habían invadido
Francia.
huyeron a Francia
Hemos
consultado numerosos archivos, asociaciones e investigadores pero
por el momento no tenemos ningún dato de como transcurrió ese año
en Francia. Ni en los campos en los que estuvo ni en la Compañía de
Trabajadores Españoles en la que lo encuadraron. Sólo podemos hacer
elucubraciones, pero no desfallecemos en seguir buscando sus pistas.
Andrés
Díaz Valderrama era combatiente republicano, militar con grado de
sargento,
y como tal, debió entregar las armas en la frontera francesa a las
autoridades galas. Como miles y miles de soldados derrotados.
Posteriormente, y junto con miles de compañeros, sería llevado a
uno de los grandes campos del Rosellón francés como Argelès sur
Mer, Saint Cyprien o Bacarés. Unos enormes espacios a cielo abierto
en las gélidas arenas de las playas que miraban al Mediterrráneo y
acotadas por alambradas de espino. En aquellos infectos lugares, sin
higienes, sin alimentos, sin cuidados médicos, sin instalaciones en
las que pasar la noche… murieron miles de españoles.
Posteriormente fueron siendo distribuidos por distintos campos que se
fueron abriendo o acondicionando al norte de los Pirineos y en
distintos departamentos, como Le Vernet, Gurs…
Soldados republicanos y exiliados civiles conducidos por las autoridades
francesas a un campo de concentración en marzo de 1939
Como
decíamos, desconocemos por completo a qué campo o campos fue a
parar Andrés. Lo que si parece claro a juzgar por las circunstancias
de su detención, es que a finales de 1939 se incorporara a una CTE,
una Compañía de Trabajadores Españoles organizadas por las
autoridades francesas. Al invadir Hitler Polonia en septiembre de
1939, Francia e Inglaterra declararon la guerra a Alemania. Las
autoridades galas, que inicialmente querían expulsar a los españoles
por el costo de su mantenimiento y por miedo a contagios ideológicos,
vieron en ellos una oportunidad en forma de mano de trabajo barata.
Al precipitarse las circunstancias ofrecieron a los españoles o
volver forzosamente a su tierra o
aceptar
otras alternativas: incorporarse al ejército francés (Batallones de
Marcha, Legión Extranjera) o a algunas de las CTE para realizar
obras de reforzamiento de la Línea Maginot y otras obras para
defender
el territorio frente
a los alemanes. No olvidemos que tras años de guerra, muchos
españoles conocían bien el manejo de las armas y tenían bastante
experiencia bélica. A pesar de su juventud, ya eran perros viejos en
estos asuntos. Pero realmente pocos fueron los que eligieron
el alistarse
en el ejército francés. La mayoría optó por incorporarse a las
CTE y lo más probable es que Andrés también.

Prisionero
de guerra en
el
Stalag VD de Estrasburgo
Andrés,
junto con miles de españoles y decenas de miles de soldados
franceses, fue capturado en la bolsa de los Vosgos, hacia el 22 de
junio de 1940, y trasladado como prisionero de guerra al Stammlager
(Stalag) VD
de Estrasburgo. Este campo de prisioneros se encontraba distribuido
en diversas instalaciones en esta ciudad, que incluía viejos
cuarteles e incluso el campo de fútbol de La Meinau (inaugurado en
1906 y aún en activo). Alemania distribuyó al más del millón de
prisioneros de guerra que tuvo en diferentes campos de prisioneros
de guerra distribuidos por todo el territorio del III Reich. Hay que
apostillar que no eran campos de concentración, sino de prisioneros
de guerra.
Campo de fútbol de La Meinau en 1938
A
cada prisionero se le abría una ficha y se le asignaba un número. A
Andrés le tocó el 2596. Por
los testimonios de otros supervivientes sabemos que la vida en los
stalags era dura, muy dura y la comida escasa y mala, pero por su
condición de prisionero de guerra sería
tratado siguiendo más o menos los tratados internacionales. Allí
pasó
varios meses, junto a otros españoles, como Pedro Sánchez Muñoz y
su hijo Pedro Sánchez Moreno, con los que coincidiría en varios
transportes.
El
deportado Marcelino
Bilbao,
en sus memorias (Bilbao
en Mauthausen),
recuerda su llegada al campo de fútbol de La Meinau:
Miles
de soldados fuimos agolpándonos en el estadio de fútbol: los
primeros en llegar, en las tribunas, y el resto, a medida que estas
se abarrotaban, sobre el terreno de juego. En general las condiciones
de presidio fueron malas, porque pasamos mucha miseria y nos mataban
de hambre. No fueron pocos los compañeros que, desesperados,
encendieron improvisados fuegos para cocer las hojas de los árboles
y comérselas con las manos. ¡E incluso hubo quien se atrevió con
el césped del terreno de juego! Hasta que algunos días más tarde
los alemanes trajeron un camión lleno de panes amarillentos, como si
estuvieran podridos.
Sabemos
que Andrés mantuvo correspondencia con su esposa, Mercedes Hidalgo,
y muy posiblemente con su familia. En el archivo de Düsseldorf se
conserva un expediente donde se encuentra una de sus cartas. Esta
tiene fecha de de dos de julio de 1940, pero sello de remisión desde
Alemanica de Munich, con fecha 27 de julio de 1940. Pudimos localizarla gracias al investigador Antonio Muñoz Sánchez, que tuvo ocasión de verla y fotografiarla en su visita al Archivo de Düsseldorf. La carta la
reproducimos a continuación:
Anverso:
Alemania
2 Julio del 1940
Querida
Esposa
me
alegrare que al rrecibo
de
esta te alles bien de salud
en
compañía de nuestra
familia
yo quedo bien
por
la precente
Mercedes
esta es para que
tu
sepas de mi paradero
pero
no te mando las señas
hasta
que este en un sitio
fijo
de forma que lla lo sabes.
Mercedes
tu no te preocupes
que
yo estoy mejor que antes
se
portan muy bien con nosotros en fin en otra
sere
mas estenso y sin mas
por
el momento se despide
de
tie tu Esposo con todo el
cariño
y un abraso muy
fuerte
este tuyo
Andres
Diez
Reverso:
Recuerdo
para toda la
familia
y para Diegito
y
para tu pañoleta
que
me acuerdo mucho
de
ella adios mi vida adios
A
los prisioneros no se les permitía dar muchos detalles de los
lugares donde se encontraban y las cartas no solían ser muy
extensas. Andrés, en la misma línea que otros prisioneros, trataba
de ahorrar
sufrimiento
a su esposa y familia queriéndoles
transmitir
que se
encontraba
bien. Lo cierto es que en los campos de prisioneros las condiciones
eran muy duras. Desconocemos por completo como pasó Andrés estos
meses en este campo de prisioneros.
Anverso y reverso de la única carta conservada de
Andrés Díaz Valderrama
(fuente: Antonio Muñoz Sánchez y familia Díaz Valderrama)
Hacia
finales de ese año la Gestapo, la temida policía nazi, llegó al
campo de prisioneros y empezó a interrogar
a los españoles. Según el testimonio de los deportados españoles
supervivientes, las cosas empezaron a ponerse muy feas para ellos.
Patricio Serrano, que era uno de los republicanos, recuerda en un
testimonio ofrecido a Mariano Constante y a M. Razola en TRIÁNGULOAZUL. LOS REPUBLICANOS ESPAÑOLES DE MAUTHAUSEN, que:
“A
primeros de diciembre, la Gestapo instaló oficinas. Interrogó uno a
uno a todos los antiguos combatientes de la República española,
diciéndonos que seríamos enviados a trabajar a las minas y
asegurándonos que, si nuestra conducta era buena, podríamos
regresar a nuestro país”.
Todo
era una gran mentira. Lo
que realmente buscaba la Gestapo era identificar a los republicanos
españoles y trasladarlos a un campo de concentración,
arrebatándoles su condición legal de prisioneros de guerra. La
Gestapo seguía la orden dimanada del Departamento Central de
Seguridad del Reich en la que se ordenaba que los españoles de los
campos de prisioneros fueran llevados a campos de concentración. Esa
orden se dio el 25 de septiembre de 1940, días después de la
visita del Ministro franquista
y cuñado de Franco,
Ramón Serrano Suñer, un destacado filonazi del régimen dictatorial
español...

La
España de Franco, en connivencia con los alemanes, se había
desentendido de ellos y la Francia de Pétain, al no ser franceses, a
pesar de haber sido movilizados en las CTE para obras militares y
apoyo al ejército francés, también había pasado de ellos. Hitler
le iba a hacer el trabajo sucio a Franco en tanto en cuanto los iba a
trasladar a los campos de concentración del III Reich, especialmente
al de Mauthausen, para exterminarlos, para hacerlos desaparecer.
De
tal suerte
el 11 de diciembre de 1940 la Gestapo hizo formar a todos los
españoles en un campo de fútbol en Estrasburgo, posiblemente en Le
Meinau, bajo una lluvia torrencial. Seguidamente fueron conducidos a
la estación de tren bajo un fuerte dispositivo de seguridad: a punta
de ametralladora y escoltados
por feroces perros. En la estación fueron introducidos en vagones de
transporte de animales, apretujados como bestias sin
medidas higiénicas, aseos, alimento...
Así lo recordaba el mismo Patricio en el mismo libro:
“El
11 de diciembre, se hizo formar todo el contingente español y lo
rodearon SS armados de metralletas y acompañados de perros lobos.
Tuvimos que cruzar toda la ciudad hasta la estación. Todo el mundo
nos miraba, pero no sabíamos si era con odio o con compasión. Nos
hicieron subir en vagones de tercera clase herméticamente cerrados,
y así atravesamos Alemania, pasando por Stuttgart y Nuremberg.”
Este
convoy estaba formado por unos 847 prisioneros republicanos españoles
que llegaron a Mauhtausen el 13 de diciembre de 1940. De ellos
morirán en el campo de concentración 499 españoles… ¿Adónde se
dirigían? No lo tenían muy claro. Unos pensaban que los llevaban a
tierras francesas, otros que los llevaban a otros campos… ninguno
pudo imaginarse de verdad el destino que les esperaba.
MAUTHAUSEN.
LLAMANDO
A LAS PUERTAS DEL INFIERNO
La
llegada a la estación de Mauthausen siempre se ha quedado grabada a
fuego entre los deportados supervivientes por el fuerte impacto que
les causó y el tremendo maltrato que empezaron a recibir.
El
calaceitano Raimundo
Suñer
iba en ese tren y en sus memorias, DE CALACEITE A MAUTHAUSEN, plasmó
sus recuerdos del trayecto en tren y la llegada a la estación de
Mauthausen:
“Durante
el trayecto de veintiséis horas no nos dejaron bajar. De
tanto
en tanto soltaban una ráfaga de ametralladora, seguramente para
darnos miedo. Llegamos por fin sobre las diez de la noche a nuestro
destino. Íbamos medio adormilados y el vagón donde yo
iba, al
ser un tren muy largo, ya no cupo en el andén y al bajar se caía en
una especie de acequia. Al parar el tren se abrieron las puertas y se
desencadenó un griterío enorme”.
El
deportado superviviente alicantino
José
Jornet
en una entrevista al diario ABC el 04/08/2001, así lo recordaba:
“Llegamos
a la una y media de la madrugada del 13 de diciembre de 1940. Había
una nevada espectacular. Conforme descendíamos de los vagones nos
molían a palos, los perros nos mordían y así seguimos hasta la
cima de un monte. En el camino se quedaron tres o cuatro muertos. Si
te parabas a ayudar a algún camarada te pegaban con palos y los
fusiles en la cabeza. Te la rompían porque el que caía al suelo ya
no se levantaba. Lo remataban allí mismo”.
Raimundo Suñer y José Jornet
A
pesar de la divergencia en la percepción de los horarios, ambos
deportados marchaban en el mismo convoy. Efectivamente. En la
estación les esperaban los SS (Schutzstaffe)
con sus ametralladoras y perros. A base de palos, insultos y
mordiscos de perros los bajaron de los vagones y les hicieron formar.
A la carrera, entre la nieve, los llevaron hasta una colina cercana
en la que se vislumbraba el campo de concentración de Mauthausen.
Franqueada la entrada se les hizo formar en la plaza del campo, la
appelplatz o plaza de la llamada. En ese momento las autoridades del
campo dirigirían unas palabras a los nuevos prisioneros. Andrés
pasaría por las mismas vicisitudes. Miedo, hambre, frío, insultos,
golpes...
Estas
autoridades estaban divididas básicamente en dos, los oficiales
nazis, que administraban el campo desde el exterior y los kapos,
presos comunes y criminales que habían ganado la confianza de los
nazis y a los que les otorgaron el orden y la vigilancia
interna del campo. Fue en manos de los capos en las que murieron la
mayoría de los prisioneros, que solían ser más brutales que los
propios oficiales nazis.
En
la appelplatz les informaban de lo que les esperaba en adelante y de
que la única forma de ser liberado sería la muerte. Les señalaban
la chimenea del crematorio, con su pomposa humareda perenne, como la
única salida del campo. Algunos, según los testimonios de los
supervivientes, no salían de su sorpresa, no se lo podían creer.
A
renglón seguido comenzaba el proceso de despersonalización y
deshumanización de los prisioneros y su transformación en meros
números. El joven malagueño al que le gustaba cantar, Andrés Díaz,
al igual que el resto, fue obligado a desvestirse, a quedarse como su
madre lo trajo al mundo en mitad de aquel frío cuasi infernal, y a
despojarse de todo cuanto llevara encima que no le hubieran robado
antes: fotos, cartas de Mercedes, efectos personales... A
continuación los prisioneros fueron metidos por grupos en las
duchas, donde los recibían con baños alternos de agua fría e
hirviendo, para mayor crueldad y diversión de los captores. Poco
después otros prisioneros más veteranos se ocuparon de rasurarle
absolutamente todo el pelo del cuerpo con cuchillas infectas y
melladas que arañaban la piel. El proceso continuaba con la
aplicación mediante una gran brocha de un líquido desinfectante que
les quemaba la piel, amplificando el dolor las heridas y arañazos
provocados previamente por las cuchillas. Después se repartía entre
los presos el drillich o “pijama”, como lo llamaban. Un fino
uniforme a rayas, con una gastada gorra y unos incómodos zuecos de
madera. Normalmente las tallas no coincidían y entre los mismos
prisioneros debían apañarse intercambiando prendas. Se trataba de
uniformes usados por otros presos asesinados y en no pocas ocasiones
tenían manchas de sangre o agujeros de balas…

Todo
este proceso se hacía bajo la estrecha vigilancia de los kapos, que
armados con palos y con barras no dudaban en apalear a los
prisioneros cuando lo estimaran oportuno.
A
cada prisionero se le asignaba un número. Ese sería su nombre en
adelante y a él debía atender en alemán. No conocerlo o no
identificarse por él le podía costar una gran paliza, e incluso la
muerte. En el universo concentracionario nazi, que se organizaba en
varios tipos de campos, los prisioneros recibían un triángulo de
distinto color en función de su naturaleza: para los presos
políticos era rojo; para los homosexuales, rosa; para los criminales
comunes, verde; dos triángulos amarillos que formaban la estrella de
David, para los judíos… Dentro de cada triángulo se insertaba la
primera letra del país de origen. Para los españoles estaba
reservado el triángulo azul con una “S” en el medio. El color
azul estaba destinado a los apátridas. Una total incongruencia que
se explica porque los republicanos españoles fueron abandonados por
Francia y por España. Eran apátridas, pero con patria…
Los
prisioneros tenían prohibido escribir a sus familias y recibir
correspondencia. No fue hasta años después en que se permitió
mantener contacto epistolar con los seres queridos, pero mediante
cartas muy breves, censuradas y muy puntuales.
Andrés
recibió el número 4745, en adelante su nombre a todos los efectos.
En el mismo convoy de Andrés iban muchos otros malagueños, entre
ellos se encontraban los ardaleños Joaquín Cantalejo Sánchez y
Pedro Sánchez Muñoz, al que acompañaba su hijo nacido en el barrio
de La Trinidad de Málaga, Pedro Sánchez Moreno, el único malagueño
del famoso Kommando Poschacher. Padre e hijo se habían destacado
notablemente en la lucha por los derechos obreros en Málaga.
Pedro Sánchez Muñoz (izquierda, foto: familia Sánchez)
y Pedro Sánchez Moreno (derecha, foto: Francisco Boix)
Las
condiciones del campo de Mauthausen eran terribles. Interiormente
disponía de varios barracones donde se agolpaban los miles de
prisioneros en unas condiciones inenarrables: sin higiene, sin apenas
camas… Pero también sin recursos médicos y sin apenas alimentos.
Los prisioneros comían tres veces al día, por la mañana un chusco
de pan con un café que era más agua sucia que otra cosa; al medio
día, una sopa aguada donde flotaba algún trozo de nabo o de patata;
y por la noche un trocito de pan con una pequeña rodaja de
salchichón… La falta de alimentación debilitaba a los
prisioneros, que extenuados por un trabajo duro e intenso, morían
por miles. El orden y la organización dentro del campo, como hemos
señalado, estaba en manos de los kapos, que también organizaban los
kommandos de trabajo y que tenían potestad sobre la vida de los
prisioneros. Miles de prisioneros fueron asesinados por ellos mismos.
El
campo de concentración de Mauthausen se había construido en un
lugar y con un fin determinados. La abundancia de granito en la zona
había sido el motivo principal. Se trataba de una roca muy rentable
para la construcción, para la pavimentación, para la creación de
infraestructuras… y el III Reich necesitaba de grandes cantidades
para llevar a cabo las faraónicas obras que había planificado la
mente enferma de Adolf Hitler.
Por
tanto, la actividad principal de este campo fue la de extracción de
roca en la cantera Wienergraven, que se encontraba a pocos metros.
Casi todos los españoles pasaron por esta cantera a la que se bajaba
por una rampa escalonada que pasados los años se dotó con una
escalera con 186 peldaños. El trabajo en la cantera era muy duro, en
jornadas muy largas (12-14 horas) y casi todos los días de la
semana. Aunque se desarrollaban otras tareas (mantenimiento del
campo, construcción de valla perimetral, pavimentación de la
appelplatz…, la actividad de la cantera era la que más prisioneros
demandaba.
Estamos
casi seguros de que Andrés Díaz, al igual que la mayoría de
españoles, estuvo trabajando en la cantera padeciendo unas horribles
condiciones. Por eso creemos que cuando se le ofreció la oportunidad
a los prisioneros de trasladarse al subcampo dependiente de Gusen el
17 de febrero de 1941, muchos aceptaron pensando que no podría ser
peor que el campo matriz. Se equivocaron...
GUSEN
EL
MATADERO
El
subcampo de Gusen distaba cuatro o cinco kilómetros del campo
principal de Mauthausen. También estaba destinado a la explotación
del granito, donde destacaba la cantera de Kastelhofen, y en sus
instalaciones se estaba construyendo un gran
edificio que no era sino un molino
para machacar parte de la piedra extraída cuyos profundos y
siniestros cimientos eran conocidos por los españoles como el
“Pozo”.
Las
condiciones, como se acabarían de dar cuenta los desengañados
prisioneros, eran mucho más extremas en Gusen: más hambre, mayor
maltrato, peores condiciones... Lo que buscaban los nazis con estas
redistribuciones de prisioneros era dejar espacio libre en el campo
matriz de Mauthausen para la llegada de “carne fresca”,
de nuevos prisioneros a los que estrujar y explotar laboralmente. Los
enviados a Gusen, normalmente los más cansados y menos productivos,
los más enfermos o más debilitados, iban camino de una muerte
segura.
Ese
17 de febrero de 1941 se
encaminaban hacia Gusen
unos 1.100 españoles. Se trataba de uno de los grupos más
numerosos que fueron trasladados a este siniestro subcampo. Entre
ellos se
encontraban
otros malagueños como los hermanos panochos Gonzalo y Francisco
Granados Ortiz, hijos de “Frasquito el Molinero”. Ambos fueron
asesinados
en deportación, Francisco en el castillo de Hartheim el día
19/12/1941 y Gonzalo el 26/10/1941. Los malagueños Eduardo Brandi
Martí, asesinado el 27/11/1942; Diego José de la Cruz Domínguez,
asesinado
en el castillo de Hartheim el
25/09/1941; Luís García López, asesinado
el 25/09/1941;
Pedro Gómez Carriolo, liberado
el
05/05/1945; José Gutiérrez López, liberado
el
05/05/1945; Rafael Montilla Vaquero, asesinado
el
25/11/1941.
Los hermanos Granados Ortiz, de Istán.
A la izquierda, con un niño en los brazos y
a la derecha semi-arrodillado. No sabemos
cual es cual
(Foto: familia Granados Ortiz)
También
iban en ese grupo los mencionados Pedro Sánchez Muñoz y su hijo
Pedro Sánchez Moreno, a los que acompañaba Rafael Castillo Díaz,
un joven de Almería que se había apuntado al grupo porque su padre,
José
Castillo Herrería, había sido seleccionado por los nazis para su
traslado a Gusen y su hijo no quería dejarlo solo, como es natural.
José murió esa misma noche y Rafael hubo de partir solo a Gusen. A
la postre Pedro Sánchez Moreno y Rafael se harían muy buenos amigos
dentro y fuera del campo. Casualmente los
dos Pedros
y Andrés fueron
a parar al Block n.º 6, como hemos podido comprobar por los
documentos del International Tracing Service de Bad Arolsen. Y
estamos seguros de que se conocían e incluso sospechamos que
estuvieron en la misma CTE, la 106, pero no tenemos la certeza
absoluta. En el subcampo de Gusen Andrés recibió el n.º 10733,
Pedro Sánchez Muñoz el n.º 10728 y su hijo Pedro Sánchez Moreno
el n.º 10734...
El
subcampo de Gusen se extendía por una explanada de unos 400 metros
de largo en cuya izquierda se encontraban unos 32 barracones
siniestramente pintados en negro y en las inmediaciones del campo se
encontraba la cantera. A principios de 1941, cuando llegaron los
primeros españoles, estaba cerrado por una alambrada de espino
electrificada y vigilado por varias torretas de madera. Con el tiempo
se cerraría con un muro de tres metros de altura y se dotaría de
torres edificadas en piedra. Estas labores las realizaron los mismos
prisioneros.
Los
más débiles recibían un mayor maltrato porque el objetivo de Gusen
era eliminar a los más débiles que
procedían de Mauthausen. Cuando tu situación estaba tan mal que ya
no podías trabajar te pasaban a los barracones n.º 31 y 32,
denominados barracones de los “inválidos”, donde eran
terriblemente torturados y se les daba la mitad de la comida para que
fallecieran cuanto antes. Otro método que tenían los nazis en Gusen
para matar a los más débiles eran las duchas de agua helada en las
madrugadas invernales. Los que estaban muy débiles para aguantar en
pie, eran ahogados en el agua que se acumulaba en las duchas. Los que
sobrevivían al baño, no solían sobrevivir más de uno o dos días
afectados por un mortífero enfriamiento.
Jesús
Tello,
un deportado superviviente natural de Épila de Jalón (Aragón) pasó
por la barraca n.º 32 y esto es lo que contaba:
"Cuando pasé el tifus, en la barraca 32 de Gusen morían a patadas. A la una
de la mañana entraba un camión y nos decían que íbamos al
hospital para curarnos. Les metían una inyección de gasolina y
morían. Sufrí y rabié mucho, hasta que le dije a un SS que estaba
curado para trabajar y salí vivo. Aguanté hasta que me dijo 'raus'
(fuera)".
El
superviviente Ricardo
Rico,
natural de Zamora, fue
testigo de cómo los nazis realizaban aquellas terribles selecciones
entre los prisioneros que consideraban que aún podían trabajar y
los que no:
“En
esa fecha (noviembre-diciembre de 1941) empezaron las grandes
escogidas de inválidos que se hacían en la plaza bajo la
supervisión de los oficiales SS y el comandante del campo. Con la
cifra 1 designaban a los deportados que consideran aun aptos para el
trabajo. Los designados con el número 2 caían inmediatamente entre
las manos de una caterva de kapos y escribientes que les inscribían
en las listas de inválidos. Les marcaban su número de matrícula en
el pecho, con tinta china, cuyo signo para los deportados significaba
su próxima entrada en el crematorio. A partir de ese momento, estos
hombres se consideraban ya como muertos. Distribuían entre
sus
amigos o conocidos las prendas mejores que poseían: gorro, chaqueta,
calzado…
A
cambio recibían otros más usados, pues como iban al crematorio ya
no tendrían necesidad de nada. Seguidamente eran conducidos a las
barracas 31 y 32, donde un personal de represión escogido entre los
mismos presos se encargaba de exterminarlos”. (Relato recogido en Los últimos españoles de Mauthausen, pp. 222-223, de Carlos Hernández de Miguel).
Tenemos
constancia de que Andrés estuvo
en Gusen desde el 17 de febrero de 1941 al 30 de julio de 1942. Logró
sobrevivir
casi
un año y medio
en aquel infame infierno. No sabemos que tareas tuvo encomendadas,
pero es
posible que pasara por las obras del campo o que trabajara
directamente en la cantera, como la mayoría de los prisioneros,
hasta que su cuerpo ya no fue capaz de responderle.
Andrés
Díaz Valderrama, el joven idealista malagueño que soñaba y que
luchó por
un mundo mejor, cerró
los ojos para no abrirlos jamás a las cinco de la mañana del día
30/07/1942 a los 34 años de edad. Su cuerpo, como el de miles de
españoles deportados, ya no daba para más. Según el “Libro de
los muertos de Mauthausen” había fallecido de “lungenentzüdung”,
es decir, de neumonía. Lo más posible es que fuese asesinado por
sus captores y como era frecuente, que se inventaran
la causa de su muerte.
Los
prisioneros que se encargaban de procesar a los muertos desnudaron
mecánicamente el cadáver esquelético de Andrés para apilarlo con
otros famélicos y anónimos cuerpos de otros desdichados españoles, polacos…
Uno a uno los miembros del sonderkomando o komando del crematorio,
como autómatas, iban extendiendo los cuerpos en unas desgastadas
parihuelas metálicas para introducirlos en las hambrientas e
insaciables bocas del crematorio. Este siniestro artilugio funcionaba
24 horas al día los siete días de la semana. No daba abasto...
En
el archivo del International Tracing Service de Bad Arolsen se
conserva, entre otros, un documento fechado el tres de agosto de
1942, donde se recoge las personas que ese día fueron “liberadas”
a través de los hornos crematorios. Entre ellos se encontraba Andrés
Díaz Valderrama, cuyo cuerpo,
transustanciado
en humo y cenizas, fue arrebatado por
el viento pero
cuya presencia quedó imborrable en la memoria y en los corazones de
los suyos.
Ese
mismo día, según se recoge en ese documento, fueron llevados al
crematorio otros españoles:
Martín
Aguayo Castillo, nacido en el pueblo de Castillo de Locubín (Jaen)
el 26/09/2018
Alfonso
Berenguer Palacios, nacido en Madrid (Madrid) el día 13/12/1916
José
Frances Vidal, nacido en la población de Xátiva (Valencia), el día
18/03/1911
Bienvenido
García Figueroa, nacido en el pueblo de Carmena (Toledo), el
21/03/1917
Rafael
Mari Miralles, nacido en Valencia (Valencia), el día 22/02/1900
Joaquín
Mas Pons, nacido en Palamós (Gerona), el día 21/10/1911
Julián
Nieto Picón, nacido en la población de Santoña (Cantabria), el
24/05/1921
Mariano
Pérez Calventus, nacido en la población de Lorca (Murcia) el
15/10/1915
José
Sarinena Esparrey, nacido en Barcelona (Barcelona), el día
31/08/1917
Ese
mes, según los registros, murieron 80 españoles…
Copy of 1.1.26.1 / 1301585
Documents from the crematorium Gusen
(Fuente: Arolsen Archives)
Atrás,
muy atrás, inalcanzable, quedaban Mercedes, toda su familia y su Málaga natal a la
que tanto había querido y por la que tanto había luchado. Atrás, muy atrás, quedaba una España destrozada por una guerra fraticida, hambrienta, completamente desvencijada y que quedaría socialmente lastrada bajo el manto de la Dictadura y de la represión por casi cuatro negras décadas.
El
último documento que hemos localizado de Andrés se encontraba en el
Registro Civil del Distrito n.º 3 en Málaga. En el Tomo:
00326_3-Página:230 se inscribe su desaparición, no su defunción.
El documento recoge el que fuera su último domicilio: “calle
Castilla, Portada Alta (Camino de Antequera)” y el nombre de su
esposa Mercedes. También recoge que “desapareció de su domicilio
el día ocho de Febrero de mil novecientos treinta y siete”.
El
asiento de la inscripción de desaparición “Se practica en virtud
de Carta orden
recibida del Juzgado de Instrucción de este Distrito” el día 29
de noviembre de 1958. No sabemos cómo se inició el procedimiento ni
a instancias de quién, sólo sabemos que hasta dos años después
Mercedes Hidalgo no iniciaría los trámites para la obtención de las ayudas del Estado alemán.
Inscripción de la desaparición de Andrés Díaz Valderrama
EPÍLOGO.
“EN
EL AIRE BUSCARÉ TU ESENCIA Y LA RESCATARÉ DEL OLVIDO”
Alrededor
de diez mil españoles republicanos fueron deportados a varios campos
de concentración nazis, la mayor parte de ellos fueron a parar a
Mauthausen. Entre ellos se encontraban unas quinientas mujeres
republicanas. Según vemos en la web deportados.es, el campo de
concentración de Mauthausen
y los subcampos que dependían de él recibieron el mayor número de
prisioneros españoles. En total fueron encerrados allí 7.532
hombres, mujeres y niños españoles, de los que murieron 4.816, lo
que supone una tasa de mortalidad del 64%. La mayoría de estas
víctimas perecieron en el subcampo de Gusen. A él fueron a parar
5.266 españoles de los que fueron asesinados 3.959.
En
Dachau
estuvieron presos, al menos, 756 españoles de los que murieron 204 y
fueron dados por desaparecidos 41.
Buchenwald
tuvo
636 prisioneros españoles, 133 muertos, 126 desaparecidos y un
evadido.
Ravensbrück
tuvo
172 prisioneros, la mayoría mujeres, 14 muertos.
También
hubo españoles en los campos de Bergen Belsen, Auschwitz,
Flossenbürg, Natzweiler, Neuengamme, Sttuthof, Sachsenhausen,
Gross-Rosen, Aurigny, Guernesey y Neu Bremm.
En
cifras
totales,
los españoles que estuvieron recluidos en los campos de
concentración nazis de los que hay constancia documental, ascienden
a 9.328. De ellos murieron 5.185, sobrevivieron 3.809 y figuran como
desaparecidos 334. Estos datos representan una tasa de mortalidad del
59%
Tras
años de infierno, sólo lograron sobrevivir casi
cuatro mil
españoles. El resto sólo alcanzó su “liberación” por la
chimenea del crematorio.
La
mayor parte de los supervivientes fueron acogidos por Francia, pero
no tuvieron una vida regalada. Debieron de trabajar y luchar duro por
sobrevivir y por sacar a sus familias adelante. Muchos, sin embargo,
no pudieron superar los traumas físicos y psicológicos del campo y
o murieron a los pocos años de la liberación o se suicidaron. Sin
embargo el pueblo y las instituciones franceses siempre los
reconocieron como héroes. Siempre les guardaron respeto y
reconocimiento. En España no ha sido así, por desgracia. Sólo las
asociaciones por la memoria y el trabajo de muchos investigadores
están sacando sus historias a la luz y dándoles la dignidad
que merecen mientras que las administraciones suelen mantenerse al
margen, aunque hay algunas puntuales excepciones. En Málaga, a pesar
de los numerosos deportados asesinados, contamos con algún
que otro monumento o memorial
dedicado a las víctimas malagueñas de los campos nazis. El primero
se inauguró
el 11 de diciembre de 2007
en los jardines de la Diputación Provincial de Málaga. Con el
tiempo ayuntamientos como el de Teba, Ronda, Antequera y Cártama
también realizaron
homenajes o levantaron
memoriales. Más particular fue el caso
de Cártama ya que se trata del primer municipio de la provincia de
Málaga donde se instalaron las conocidas stolpersteines.

Colocación de stolpersteines en Cártama
en septiembre de 2022
deportados malagueños a Mauthausen
En
el país galo los supervivientes enseguida se organizaron en
asociaciones y pleitearon con el Estado alemán una serie de
indemnizaciones para las familias y pensiones para las viudas y los
hijos menores de edad. Estas asociaciones sirvieron como apoyo a
muchas familias que quedaron en una situación económica desastrosa
tras el final de la Guerra Civil Española. Una situación desastrosa
económica y socialmente porque a la falta del cabeza de familia se
sumó la bárbara represión de la que fueron objeto las familias de
los “rojos”, con
la mayor vulnerabilidad de
las mujeres con hijos que habían perdido a sus maridos...
Mientras
tanto, el Estado francés, con la documentación requisada a los
nazis y la ayuda de los deportados y otras organizaciones, elaboraron
una serie de informes de decesos de los republicanos españoles
deportados y asesinados para remitirlos al Estado español para que,
a su vez, informaran a los familiares. Esos miles de documentos nunca
llegaron a las sufridas familias…
¿Y
qué fue de Mercedes Hidalgo Flores, la doliente y querida esposa de
Andrés Díaz? A
pesar de
que la dejamos muy, muy atrás, no nos hemos olvidado en ningún
momento de ella. Mercedes es la mitad de esta historia a medio
contar... Según las indagaciones de su sobrina María Teresa parece
ser que no cejó en el empeño de enterarse del paradero y el destino
de Andrés. Escribió a diferentes organismos e instituciones hasta
que no sabemos de qué forma, se enteró del triste final de su amado
marido…
Apoyada por la FEDIP (Federación Española de Deportados e
Internados Políticos), Mercedes logró obtener
una ayuda del Estado alemán.
Parte del expediente de Mercedes que
se conserva en el Archivo de Düsseldorf
Sin
embargo,
según ha podido recabar
María Teresa, los
hermanos y la madre de Andrés nunca supieron de su muerte y sólo
tenían sospechas de lo que le hubiese podido pasar por rumores, nada
más. Solo
tuvieron la
certeza de lo que le había ocurrido cuando su nombre salió
publicado
en el BOE (agosto de 2019).
Pero
¿Cómo
fue que
Mercedes cuando se enteró del fatal destino de Andrés, sea como
fuere, no se lo comunicó
a los hermanos de Andrés? Liboria había fallecido en 1946, muchos años antes de que Mercedes se enterara de la triste noticia pero, ¿Y los hermanos de Andrés? A esta pregunta María Teresa
que no conoce la respuesta. Puede ser que le quisiera ahorrar el
dolor a la familia, verdaderamente no lo sabe. Lo cierto es que
Liboria murió a los pocos años de Andrés con la honda e inconsolable pena de no saber qué
había sido de su amado hijo. Los hermanos de Andrés sólo
tenían sospechas, pero ninguna persona ni ninguna administración
les informó de nada… El caso de la familia de Andrés no es ni puntual ni
anecdótico. Es terriblemente generalizado. Miles de madres, como Liboria, murieron
sin conocer el verdadero destino de sus hijos -aunque de forma
velada siempre lo sospecharan- esperando que algún día, mientras
andaban atareadas y extraviadas en las faenas de casa, quizás
tarareando una copla, una sombra copara la luz arrojada al interior
por la puerta de una casa abierta siempre, siempre a la esperanza, y
escucharan la palabra “MADRE" en una voz arrolladora e infinitamente familiar.
Detrás de este sufrimiento se encontraba una Dictadura que se negaba
a dar paz a los vencidos, que se negaba a comunicar a las familias
las muertes de sus seres queridos pues, como hemos relatado, a pesar
de que el Estado francés comunicó al español por vía oficial las
miles de muertes de los deportados españoles, la Dictadura, en la
línea de la represión a los “rojos” y en un acto de crueldad
intolerable, imperdonable e inclasificable, decidió no comunicarlo a
los familiares, amplificando de esta manera su dolor y sufrimiento.
En
el transcurso de esta investigación y de forma muy casual,
localizamos una copia digital de una de las cartas que Andrés
envió a Mercedes y que reprodujimos anteriormente. En ella se
hablaba de Dieguito, hermano de ella y cuñado de Andrés. María
Teresa, movida por ese brazo de mar que es la curiosidad, buscó a
Diego Hidalgo Flores. Y lo localizó. Diego continuaba residiendo en
el domicilio donde Andrés y Mercedes habían vivido de casados. Sin
embargo, no quiso atender a María Teresa. Una verdadera lástima,
porque muchas de las lagunas que hay en esta biografía se habrían
achicado y él, quizás, habría encontrado algo de paz o sentido a una parte de su vida o del sufrimiento de su hermana.
Lo
único que sabemos y es por las pesquisas de María Teresa es que
Mercedes trabajó en un hospital hasta el día de su jubilación. No
volvió a casarse. La abuela de María Teresa le decía a su nieta en
más de una ocasión una frase que se le quedó grabada a fuego en la
memoria a pesar de aquellos volubles momentos de su niñez: “Mercedes dice
que nunca volverá a casarse, porque si lo hiciera y su Andrés
entrara un día por las puertas ella se moriría de pena por no poder
abrazarlo”. Esas palabras, apostilla María Teresa, las diría
antes de conocer el triste destino de su Andrés. De cualquier modo,
nunca volvió a casarse y con el tiempo se fue distanciando de la
familia de Andrés hasta que apenas llegaron a saber de ella… Tras
62 años de separación, de distancia, Mercedes logró encontrarse
definitivamente con Andrés el
19 de junio de 1999...
Además
de su imborrable recuerdo en su familia y en los seres queridos, sólo
se conserva una fotografía
de estudio en blanco y negro
de Andrés. En ella aparece con traje y corbata, con semblante
hierático, delgado, en plena e imberbe juventud. Haciendo
ostentación de una nutrida y envidiable mata de pelo.
Y,
a pesar de que esta historia tiene muchos cabos sueltos que no
sabemos si algún día podremos atar, queremos
acabar esta entrada con las emotivas y emocionantes palabras que
María Teresa dedica desde el corazón a la memoria de su tío Andrés
Díaz Valderrama, el joven malagueño que soñaba con un mundo mejor,
que luchó por un mundo mejor y que dio su vida por un mudo mejor:
"No
puedo desenterrar tu cuerpo de una fosa común ni de una cuneta
porque tu destino fue ser quemado. Entraste por las puertas de
Mauthausen para salir convertido en humo por la chimenea del
crematorio. Pero dicen que nada se pierde, que todo se transforma.
En
el aire buscaré tu esencia y la rescataré del olvido".
María
Teresa Dueñas Díaz
Y
desde luego, María Teresa, que has buscado su esencia, la has
encontrado y la has rescatado del olvido.
Andrés Díaz Valderrama
Foto restaurada por Luda Merino@RestaurandoDign
Agradecimientos
mayúsculos a los siguientes investigadores por el apoyo y la
inestimable ayuda prestada en la búsqueda de información y
documentos:
A
Juan Crespo García de la Rosa, que gestiona el sitio Deportados Mesa
de Ocaña (https://www.facebook.com/deportados.mauthausen.3/
)
A
Manuel Torres, que gestiona el proyecto Republicanos de Montalbán de
Córdoba a Mauhtausen
A
Alban Sanz (http://cartasdelexilio.free.fr/index_es.html
)
A
Antonio Muñoz Sánchez, Investigador del Instituto de Ciências
Sociais - Universidade de Lisboa. Becario Beatriu de Pinòs -
Universitat Rovira i Virgili de Tarragona
Al
personal de los siguientes archivos y asociaciones, por su
diligencia:
Archivo
Histórico Provincial de Málaga
Archivo
Histórico Municipal de Málaga
Centro
Documental de la Memoria Histórica
Archivos
del Ministerio de Justicia
Archivo
de la Diputación de Valencia
Archivo
Histórico del PSOE
Bundesarchiv
(Alemania)
Archivo
Estatal
de Renania del Norte-Westfalia, Departamento de Renania (Alemania)
Arolsen
Archives (Alemania)
Archivo
del Memorial de Mauthausen (Austria)
Archivos
del Comité Internacional de la Cruz Roja (Suiza)
NARA,
National Archives (EE UU)
Service
historique de la Défense (Francia)
Amical
de Mauthausen y otros campos y de todas las víctimas del nazismo en
España (Cataluña)
Amicale
des Anciens Internés Politiques et Résistants du camp de
concentration du Vernet
d'Ariège
(Francia).
María
Teresa Dueñas Díaz
Diego
Javier Sánchez Guerra