lunes, 28 de marzo de 2022

EL OFICIO DE NEVERO EN EL PARQUE NACIONAL SIERRA DE LAS NIEVES A TRAVÉS DE LA VISIÓN DEL NATURALISTA Y BOTÁNICO SIMÓN DE ROJAS CLEMENTE RUBIO

 

La información que vamos a compartir en esta entrada está extraida de uno de los capítulos del libro LOS POZOS DE NIEVE Y EL OFICIO DE NEVERO EN EL PARQUE NACIONAL SIERRA DE LAS NIEVES, de un servidor, que esperamos que vea la luz muy pronto.

Muchos de los que me conocéis ya sabéis sobre mi obsesión con el patrimonio cultural, con la historia, con las historias de vida... En el Parque Nacional Sierra de las Nieves no sólo destacan el pinsapo y la cabra montés, sus altas cumbres, sus fantasmales quejigos de alta montaña, sus insondables grutas y simas...Su patrimonio cultural es tan excepcional como el natural. En la historia de este espacio natural protegido ha existido y existe numerosas  figuras capitales, como el naturalista y científico Simón de Rojas Clemente, que hoy traemos a este blog por la información tan importante que nos ha proporcionado de los pozos de nieve y el oficio de nevero en la sierra de las Nieves.            

Pero antes de nada quiero agradecer al amigo Manuel Becerra Parra, de EDICIONES PINSAPAR, el haberme proporcionado los testimonios de Simón de Rojas relativos al tema de la explotación de la nieve en la sierra de las Nieves.    

 


El 29 de septiembre de 1777 nacía en el municipio de Tiaguas, Valencia, Simón de Rojas Clemente, hijo de un escribano. Simón compartía paternidad con otros catorce hermanos y tuvo una importante formación eclesiástica, pero lo que verdaderamente le atraía eran las ciencias naturales y la botánica. Simón, hijo de su ilustrada época, profundizó en sus concomientos, viajón por gran parte de Euroap, escribió multitud de obras y libros relacionados con la botáncia y las plantas, entre ellos Viaje a Andalucía. "Historia Natural del Reino de Granada" (1804-1809), que es más que una obra de carácter botánico o natural, dado que introduce en ella otros aspectos de carácter diverso, como los antiguos oficios y costumbres desempeñados en distintos lugares.

 

 

 

Gracias a su incombustible curiosidad, a su implaclable capacidad de observación por las cosas que le rodean, disponemos en el Parque Nacional Sierra de las Nieves de unos extraordinariso y valiosos testimonios en relación a múltiples aspectos vegetales, ecológicos y etnográficos en este espacio natural protegido.

 

A decir verdad su figura es todavía poco conocida. Simón de Rojas Clemente Rubio (1777-1827), para muchos el verdadero descubridor del pinsapo, redactó entre 1804 y 1809 un Diario sobre su viaje botánico a Andalucía y aunque eran las especies vegetales y arbóreas el motivo de su trabajo, recogió en su trabajo otra multitud de aspectos de carácter cultural o etnográfico que llamaron la atención de su natural e insaciable curiosidad. Visitó las sierras de Grazalema y de las Nieves, a la que denomina de Tolox dado que fue a esta zona a la que subió, dejándonos una extraordinaria información en ambas sobre la figura de los neveros y su actividad, que a continuación y por su enorme interés trasladamos en lo referente al espacio geográfico del que tratamos, el Parque Nacional Sierra de las Nieves:

 

5 DE SEPTIEMBRE
DE RONDA A TOLOX
NIEVE

Desde Ubrique acá ya no he tenido calor y si frío, a veces, aún el lleno del día, a pesar de haber sido Levantes los vientos.

Sierra de Tolox parece es más fría que todas las vistas antes desde Cádiz, así le cae mucha más nieve que a la del Pinar (en Grazalema) y no necesitan los Neveros para recoger la necesaria de amontonarla en manera alguna, pues forma ventiscas en que llega al grueso de 4 y 8 y más varas cuando allí rarísimo año llega a cuatro y en rarísimo paraje, y de tabla (donde no está acumulada por su peso ni por el viento) o entablada hasta más de una vara y dos.

 

La recogen aquí con parihuelas, que llevan dos hombres, puesta encima una estera. En San Cristóbal en los harapos de las mantas o la cargan al hombro; aquí todo son balsas, que llaman sin embargo pozos. Las hacen en cualquiera parte cerca de las ventiscas, levantando mucho en ellas el montón de nieve que cubren solo con las ramas de pinsapo y tierra encima. Así es que se les derrite mucha cantidad.

 

Sin embargo, una balsa grande como las que tienen en el Pinar da más de 300 cargas de nieve, es decir casi tanta como el pozo mayor. Solo cinco balsas se han arreglado este año en Sierra de Tolox y sobraran tres si no fuese porque vendrá pronto Sevilla a cargar.

 

Acuden a esta Sierra Ronda, que lleva una o una y ½ carga por día, Gibraltar, que lleva casi otra tanta o más por lo común para sí, Algeciras y San Roque. Coín por una friolera en los días de la feria y Málaga solo por la rarísima casualidad de faltarle en Sierra de Tejeda, la cual todavía es más natural (según la expresión del País) para la nieve que la de Tolox por estar, añaden, tan cerca de la Nevada, que este año muestra mucha menos nieve que nunca.

 

Por Todos Santos suele empezar a nevar, pero lo común es que empiece a fines de Diciembre. Alguna vez nieva en Mayo y bastantes en Abril. Se acaba de derretir a fines de Mayo y algún año en Junio.

Ronda tiene estancada la nieve, la pone a pública subasta y saca unos 4.000 reales, a condición de que la han de dar al nevero juntos a los pozos por 15 reales cada carga, siendo de cuenta de este llevársela a su Nevería de Ronda y obligación suya darla al Pueblo a cuarto la libra, a las Comunidades a ochavo y de balde al Corregidor y Alcalde.

 

En Sierra de Tolox también estanca la nieve la Duquesa de Frías y saca de ella 2 ó 3.000 reales (creo).

En el pozo de la nieve de Sierra de Tolox, el capataz de ellos Juan Gil, hermano de Antonio [el capataz de Grazalema].[1]

 

Fantástica, extraordinaria y de gran valor etnográfico e histórico es la descripción que nos regala Simón de Rojas Clemente sobre los trabajos que realizaban los neveros, muy especialmente, así como de los lugares a los que era llevada la nieve para su venta y comercialización, amén de los datos del sistema de estanco de la misma en la ciudad de Ronda. Sus descripciones, aunque no son demasiado extensas, son las más completas en relación al trabajo del encierro de la nieve en el siglo XIX y por él sabemos que todavía a primeros de esa centuria, la nieve en el Parque Nacional Sierra de las Nieves era abundante y copiosa y seguía siendo un importante recurso económico.

 


 


Este testimonio de Simón de Rojas lo debemos a su viaje botánico por Andalucía, que le trajo a la Sierra de las Nieves, adonde llegó desde Ronda, atravesando el camino de los neveros, como lo menciona en sus memorias y del que no tiene un buen recuerdo pues fastidiosisimo fue el viage por la sierra tan árida, tan desnuda de plantas y tan barrancosísima, que todo se nos volvía bueltas y revueltas y subir y bajar para volver a subir, a pesar de que nuestro camino era el de los neveros y el que trae para Ronda los de Tolox cuando no quieren dar el rodeo por Yunquera. 

 

De Rojas posiblemente subiría por la cañada del Cuerno o por la de las Ánimas, ambas tan escabrosas como espectaculares.

 

 

Cañadas de las Ánimas, de Enmedio y del Cuerno

 

 

 

Sin embargo, en lo alto de la sierra halló la hospitalidad de los jornaleros del frío, de los neveros, pues le invitaron a refugiarse bajo una de las peñas donde se albergaban e, incluso, como éstos eran grandes conocedores del entorno en el que desarrollaban sus labores, le mostraron algunas plantas y le proporcionaron algunas indicaciones sobre los usos medicinales de las mismas: Paré a comer bajo una peña en que se albergan los neveros y éstos, que se ocupan mucho en recoger las plantas de la sierra que tienen famas de medicinales para enviarlas a su tierra de Grazalema y otras partes, me hicieron ver la Salvia oficial, que llaman celima, la Santolina Chamaecyparissus, que llaman manzanilla, una Achilea microphylla, que llaman hierba de las heridas y había visto yo frecuetemente...[2] Todo el Parque Nacional está lleno de pequeñas cuevas, abrigos, covachas... que dieron humile cobijo a los neveros, a los ganaderos, a los trabajadores de la sierra... Pero donde más refugio hallaron fueron en las chozas de materia vegetal que debieron ser muy numerosas hace tiempo y que por su carácter perecedero, han desaparecido sin dejar huella.

 



A de Rojas le sorprende la abundancia de nieve en esas fechas y en ese lugar a diferencia de Grazalema, tanto que deja constancia que la misma no sólo se guardaba en pozos, también se conservaban en los ventisqueros naturales, como señala ...forma ventiscas en que llega al grueso de 4 y 8 y más varas...O sea, si nos guiamos por la medida de la vara castellana (0,835905 m), estaríamos hablando entre 3,34 a 6,68 metros de grosor, aproximadamente, de nieve que se acumulan y conservan de forma natural en ciertos espacios más resguardados, nieves susceptibles de ser comercializadas por los neveros. 


 

            Cuando habla de nieve de tabla o entablada, diferenciándola claramente de la nieve acumulada por el viento, por las ventiscas de forma natural, y de las de peso, que entendemos son las que se introducen en los pozos, no estamos completamente seguros a que se refiere. Por un lado, podría referirse a los arrimadizos, las acumulaciones artificiales en superficie de nieve que aparecen con relativa abundancia en documentos archivísticos desde el siglo XVII y que debieron ser mucho más numerosos que los mismos pozos de nieve, que podrían haberse ceñido por unas tablas para evitar su disgregación. Sin embargo, cabe una segunda posibilidad y es que pueda referirse a la base de tablas o troncos que se realizaba en la base de los pozos para evitar que el hielo entrara en contacto directo con el suelo. Lo cierto es que no estamos seguros, pero es un detalle que nos ha llamado la atención.

 


Este autor hace referencia a la propiedad de los pozos, al menos algunos de ellos, por parte de la duquesa de Frías (marquesa de Villena). Recordemos que a mediados de la centuria anterior también era propiedad del marquesado de Villena y que tenía sobre ellos los derechos de explotación. La duquesa de Frías y marquesa de Villena era propietaria de la villa de Tolox (y de la de Monda) y de muchos de sus recursos:

 

Que asi mismo ay dos pozos de niebe en estos monttes propios de la excelentísima Señora Marquesa de Villena los quales darán a su exzelencia de utilidad anualmente dos mil y trezientos reales…

 

 

Catastro de Ensenada, Tolox 1752


Igualmente, a través de este curioso y prolífico autor sabemos que la nieve que se encerraba en lo que es ahora el Parque Nacional Sierra de las Nieves, transformada en hielo, era llevada a muchos destinos de la provincia de Málaga y parte de Cádiz, llegando incluso a Gibraltar. Es llamativo el dato que nos ofrece sobre el municipio de  Coín -aunque muy somero pero interesante- sobre que consume la nieve durante la celebración de su feria, que se tiene lugar durante el mes de agosto, como algo fuera de lo cotidiano. Anteriormente y a través de Medina Conde (Conversaciones históricas malagueñas), sabemos que el hielo había llegado a Coín ya en el siglo XVII pues este autor nos traslada la noticia de que el deán de la catedral de Málaga, Fernando Dávila y Osorio, murió en esta población a consecuencia de una apoplejía provocada por haber bebido agua de nieve, según recoge el mismo Medina Conde: … le asaltó repentinamente una aplopegía, que dicen le provino de haber bebido agua de nieve, después de haber comido unas ciruelas, de la que murió a la una del día 24 de junio de 1658.

 

Otra nota curiosa y que no debemos pasar por alto es que la nieve de sierra Tejeda estaba encontrando en la ciudad de Málaga una buena aceptación por ser, como señala Simón de Rojas, de mejor calidad que la de la Sierra de las Nieves. Imaginamos que la calidad iba en relación a la pulcritud en el encierro, o sea, que iría más limpia. No obstante, en estas fechas la abastecedora de nieve a la ciudad de Málaga seguía siendo Yunquera, aunque ya no por muchos años más. Quizás este aspecto lo desconocía nuestro autor.

 


 

Y un dato que no deja de ser importante y trascendental por la parquedad que suele aparecer en fuentes anteriores sobre la organización del trabajo, es que Simón de Rojas menciona la existencia de un capataz en el pozo de nieve de Tolox, lo cual nos delata que seguía existiendo una organización bien estructurada en la recogida, almacenaje y explotación de la nieve con contratistas, capataces, manijeros, jornaleros, arrieros… que a lo largo de los siglos había sufrido muy pocos o ningunos cambios dado que esta figura la encontramos frecuentemente en documentación de los siglos XVII y XVIII.  

 

Otra cuestión sobre la nieve de Tolox que recoge el autor es que habla de cinco balsas, de cinco pozos, anotando un dato importante: que Sevilla vendrá pronto a cargar, lo que muestra la necesidad de esta importante urbe de la nieve de la Sierra de las Nieves, a pesar de que esta Nueva York del Guadalquivir tenía sus propios pozos de nieve instalados en la población de Constantinta. No es muy frecuente en la documentación que hemos estado trabajando, pero un término que se le aplica a los pozos de nieve o ventisqueros del Parque Nacional Sierra de las Nieves y que no es exclusivo de este espacio natural, es el de balsa o balsilla. Y es que tenemos que acudir a la misma obra de Simón de Rojas, sólo que unas páginas atrás, cuando habla de la nieve y los pozos de la Sierra de Grazalema, para que nos ofrezca una de las pocas y quizás la más temprana descripción de cómo eran los pozos o balsas:

Las balsas son en gran número por el mismo lado (se refiere a los que había en la falda NE del Cerro de San Cristóbal, en la Sierra de Grazalema) y se reducen a un cono inverso de poco hondo, en que se recoge la nieve y cubre con cerbero, con tierra sobre este, luego otra capa de cerbero y al fin una de rama.[3]

A pesar de lo breve y escueta de la descripción, no hay otra o no se conoce otra anterior a la de Simón de Rojas que sea tan descriptiva (¡y hablamos de dos líneas y media!) en nuestro ámbito de estudio. Hay que esperar que el agitado y romántico siglo XIX ande unas décadas hasta que otro gran botánico, mundialmente conocido, como fue E. Boissier, haga una liviana descripción de los pozos de nieve de Sierra Tejeda, similares a los del Parque Nacional Sierra de las Nieves. 

 

De Rojas no nos da medidas aproximadas de diámetro y profundidad, ni menciona (cosa que nos llama poderosamente la atención) la existencia de revestimiento de piedra de las paredes de estas balsas. Sin embargo, cuando describe los pozos de San Cristóbal (sierra de Grazalema), sí que detalla su estructura pétrea …cuyo interior forrado de piedra nunca falsea… y aporta datos sobre el diámetro, la profundidad y la cubierta. De cualquier forma, pensamos que esas balsas debieron tener sus paredes de piedra, aunque fuera un detalle que el autor pasase por alto, dado que de lo contrario el hielo de su interior se derretiría con más rapidez.

 

            Otra cosa en la que hemos reparado es el perfil de las balsas, de cono inverso como señala el autor. En el Parque Nacional Sierra de las Nieves tenemos la idea de que las paredes de los pozos eran rectas, formando un cilindro y no un cono, porque contamos con dos pozos o ventisqueros restaurados que así se presentan. No es infrecuente en muchos lugares de la geografía española que los pozos de nieve tipo ventisquero tengan ese perfil cónico invertido, unos con mayor o menor grado de inclinación hacia el interior que otros, naturalmente. No podemos asegurar, en las condiciones en las que se encuentra nuestra investigación, que en nuestro caso estos pozos o algunos de ellos tuvieran ese perfil. No obstante, en ambos casos, Grazalema para de Rojas y Tejeda para Boissier, sus apreciaciones y descripciones nos son válidas y útiles porque hablan sobre una tipología de receptáculos artificiales de nieve, los ventisqueros, que impera en el Parque Nacional Sierra de las Nieves.

 

 
 

De Rojas, investigador sumamente curioso, observador y detallista, habla de cinco pozos, de cinco balsas en las tierras de Tolox mientras que seis décadas antes el Catastro de Ensenada nos informaba de que había sólo dos... Es posible que premeditadamente no se consignara toda la información sobre los pozos de nieve en dicho documento catastral o que el resto de pozos estuvieran inhabilitados, cegados o en desuso por falta de demanda. De esos cinco pozos o balsas, cuatro hay localizados en el actual puerto del Oso, uno de ellos se encuentra restaurado por la entonces Dirección del Parque Natural Sierra de las Nieves, mientras que los otros tres se encuentran junto a él colmatados por la sedimentación, apreciándose sólo su impronta de forma muy leve. El quinto debe estar por el entorno de esos cuatro, no muy alejado, pero todavía sin aparecer.

 

Pozos del Puerto del Oso (Tolox) en una imagen aérea
de los años ´60 - ´70


Y otra cuestión a la que debemos prestar mayúscula atención es el detalle que nos traslada de la recogida de la nieve en parihuelas con esteras (suponemos que de esparto), cuestión que al parecer no estaba documentada en Andalucía, según observan Rafael Yus Ramos y Purificación Ruiz García (La nieve en la Axarquía. Historia de un recurso y oficio desaparecidos, GENA). La nieve se podía a acarrear a los pozos de varias maneras, a saber: en capazos; cargada a las espaldas de los trabajadores, que se protegían con pieles de animales; en parihuelas portadas por dos hombres, como indica Simón de Rojas; hecha grandes bolas, haciéndolas rodar hasta la boca del pozo; y en serones a lomo de bestias en los años de escasez de nieve, cuando había que recogerla en puntos más distantes.

 

 

Neveros empozando. 

 

 

 

 

También señala el autor lo que nos parece una cuestión lógica y es la proximidad de los pozos a los recursos níveos, las hacen en cualquiera parte cerca de las ventiscas… señala de Rojas, lo que agilizaría el empozado y las tareas de encierro en los pozos.

 

Otra de las cuestiones, otro de los detalles que recoge Simón de Rojas es el sistema de explotación de las nieves rondeñas, que se encuentra estancada, esto es, que se saca a subasta bajo determinadas condiciones, entre ellas que el nevero la venda en la Nevería de Ronda a un precio estipulado al pueblo, a las comunidades (suponemos religiosas) y que la entregue gratis a ciertos cargos públicos... Por la documentación archivística sabíamos que la explotación de las nieves rondeñas se encontraba bajo ese régimen, conservándose algunos expedientes completos de subastas de la primera mitad del siglo XIX. Pero, además, se nos habla de la Nevería de Ronda, espacio que debía ser el lugar donde se almacenaba el hielo de la Sierra de las Nieves para su posterior venta en la ciudad del Tajo y que en la situación actual de la investigación no sabemos dónde pudo encontrarse.[4] Ya teníamos conocimiento de forma indirecta de que existía una nevería en Ronda, pero a día de hoy su ubicación, sus dimensiones y sus características las desconocemos por completo.

 


Cabe señalar que Simón de Rojas, además de sus testimonios escritos sobre los pozos de nieve y como eran los trabajos que en ellos se desarrollaban, nos ha dejado un bonito dibujo de la Sierra de las Nieves, a la que llama Sierra de Tolox, un tanto esquemático, ciertamente, pero realista, que elaboró posiblemente el día 10 de septiembre de 1809, cuando abandonaba el municipio de Tolox. Se da la circunstancia de que estamos ante un documento gráfico de inestimable valor, pues es la primera representación de carácter científico, que sepamos, más verosímil de la Sierra de las Nieves, al menos de uno de sus perfiles más característicos. Las anteriores, como hemos visto, no habían tenido como protagonista a este espacio montañoso, que tan sólo aparecía esbozado o representado de forma más ideal que real.

 

El esquema de Simón de Rojas es sencillo y realizado al aire libre a base de trazos de tinta y lápiz y, aunque pueda parecer que no debió llevarle mucho tiempo el componerlo, no es así, pues son numerosos los detalles y anotaciones que recoge, fruto de un hombre observador; es el caso de ciertos topónimos, como La Torrecilla, en la cota más elevada, o Las Plazoletas, en un plano más bajo y delante de este punto, extendiéndose sobre dos protuberancias.

 

En el dibujo, en primer término, observamos unas protuberancias suaves de izquierda a derecha que debían ser los campos de labor que el autor tendría delante. En segundo plano y ceñida por la letra b aparece, con su nombre, la Sierra Parda de Tolox, pequeña sierra de gran interés geológico y botánico, pues se compone por peridotitas y en ella habita algunos pequeños bosquetes de pinsapos. En tercer plano aparece la Sierra de las Nieves donde, con la letra o, ubica numerosos barrancos. Seguidamente recoge los nombres de algunos cerros y puertos, donde nos llama la atención el topónimo Fatalandá, de muy posible origen andalusí. [5]

 

Nos gustaría llamar la atención sobre como Rojas marca a lápiz los pinares de abetos, los pinsapos; podemos observar que éstos ocupaban una gran extensión, especialmente en las zonas abarrancadas.[6]

 

Bajo la letra a, que hace referencia a La Torrecilla, observamos una línea ondulante atravesada por otras muchas de menor tamaño. No sabemos exactamente cómo interpretar este elemento, porque Simón de Rojas no deja nada escrito al respecto, pero sospechamos pudiera ser una de las veredas que llevaban a la Sierra de las Nieves.

 

Dibujo de Simónde Rojas Clemente

 

 

Vista de la Sierra de Tolos, tomada a ¼ de legua del Pueblo en el camino de Coín

       a.       La Torrecilla

       o.      Barrancos

       b.      Sierra Parda.

Lo señalado con lápiz es pinar de abetos

nn. Las Plazoletas

      1.      Calamorro de las minas

      2.      Calamorro del Alcornocalejo

      3.      Calamorro de los Mármoles

      4.      Puerto del Cuco para ir de Yunquera a Igualeja

8. Cerro De Fatalandá

     Entrar a detallar este dibujo, esta representación, sería cuestión de otra entrada porque tiene muchos detalles y mucha miga. 

    Creemos que la figura y la obra de Simón de Rojas no están lo suficientemente reconocidas más allá del ámbito académico, en general y en nuestra tierra, en particular. Sirva esta pequeña entrada, estos breves párrafos, como pequeño homenaje y como medio para difundir su enorme figura y su trascendental obra en el ámbito del Parque Nacional Sierra de las Nieves.

 

 (c) Diego Javier Sánchez Guerra.

 

 

 



[1] Rojas Clemente Rubio, Simón de: Viaje a Andalucía. "Historia Natural del Reino de Granada" (1804-1809).

[2]   Recordemos que estamos a primeros de septiembre, así que los neveros a los que hace referencia Simón de Rojas debían ser los responsables de vigilar los pozos y de cargar las bestias para la subsiguiente distribución y comercialización del producto. No era época de encierro.

[3] Rojas Clemente Rubio, Simón de: Viaje a Andalucía. "Historia Natural del Reino de Granada" (1804-1809)

[4] Hemos rastreado el callejero de Ronda tratando de buscar su ubicación guiándonos por la toponimia de las calles y hemos encontrado una calle Pozo entre calle Jérez y calle Sevilla, pero no tenemos claro a que tipo de pozo se refiere. En un callejero de 1813 ya lleva este nombre.

[5] En el Apeo de Tolox, en el deslinde de este pueblo con el de Yunquera, aparece el topónimo Fatin Azatar, ¿Es posible que Fatalandá sea la evolución de aquel?: Y desde la dicha majada de la rehierta pasa por el el rio porque esta de aquella parte en el termino de Tolox e va por medio de unos montes de alcornocales los de Porticate e Jautala Quiyatala e llega a un puerto que dizen en aravigo Fatin Azatar y en castellano el puerto del oregano… El profesor de la UMA, José Pino Díaz, tiene dedicado en su blog un artículo sobre la visita de Simón de Rojas cuya lectura es más que recomendable: Visita del naturalista Simón de Rojas Clemente a la Sierra de las Nieves, septiembre 1809 (https://areadoc.blogspot.com/2020/05/visita-de-simon-de-rojas-clemente-la_1.html)

[6] Científicos y autores posteriores a Simón de Rojas ya a mediados del siglo XIX, como Antonio Laynez o el viajero inglés Cook Widdrington, se harían eco del mal estado de los pinsapares y de la poca superficie que iban ocupando. Y es posible que, en esa centuria, pocas décadas después de la visita de Simón de Rojas, las superficies ocupadas por los pinsapos se hubieran reducido considerablemente debido, entre otros factores, al aumento de la demanda de madera para la actividad de construcción del ferrocarril y a la actividad de los carboneros, cuyo negro y energético producto, el carbón, llegaba incluso a utilizarse en los altos hornos de Marbella.