sábado, 27 de diciembre de 2014

LA IMAGEN DE SANTIAGO MATAMOROS EN LA IGLESIA DE MONDA

   Hace ya algún tiempo que tenía ganas de escribir sobre la imagen de Santiago Matamoros que ocupa el espacio central del frontón de la iglesia de Monda, bajo el escudo de Diego de Deza, arzobispo de Sevilla que mandó construir la iglesia de Monda en los primeros años del siglo XVI sobre lo que fue la vieja mezquita de los musulmanes mondeños.


 

   Se trata de una composición realizada a medida y formada por unos 69 baldosines cerámicos vidriados, unas piezas enteras y otras recortadas para acomodarse al espacio circular. En fotos antiguas, de inicios del siglo XX o anteriores a  los años cuarenta de esa centuria, esta imagen  no aparece. ¿Qué había anteriormente? Pues no se sabe... La imagen de Santiago Matamoros no aparece porque fue una donación que el Doctor Cristóbal Jiménez Encina realizó a mediados de los años cuarenta del siglo pasado.



   La escena se adapta, como se ha señalado, a un espacio circular rodeado de una orla vegetal en azul sobre amarillo en la que aparecen, al menos, dos inscripciones; por un lado la de la donación: CON LA DEVOCIÓN DEL DR. D. CRISTÓBAL JIMÉNEZ ENCINA-AÑO 1945 y por otro, con la del autor o taller responsable de su realización: Ruiz de Luna Talavera, uno de los talleres ceramistas más antiguos y con más renombre en su momento y que hoy día cuenta con  un museo en Talavera. Tenemos información acerca del donante, el Doctor Cristóbal Jiménez Encina, hijo predilecto de Monda y que da nombre a una de sus calles (en otro post hablaremos de él), el lugar de realización y el taller el que salió así como la fecha en que se elaboró, que no necesariamente tiene que ser en la que se instaló.


 



   Se trata de una escena de Santiago Matamoros que con escudo, espada en mano y sobre su caballo blanco, se enfrenta y derrota a los guerreros musulmanes. La escena transcurre en un paisaje abierto con una llanura en la que al fondo se perfilan montañas puntiagudas, nubes densas y arremolinadas, un estilizado y desdibujado castillo, aves y pajarillos, y cierta vegetación en primer plano, donde destaca una chumbera con sus frutos verdes, aún por madurar. El paisaje es inventado, irreal, idealizado, se dibuja para dotar de fondo al lugar donde se desarrolla la acción y para darle profundidad a la escena.



   Santiago aparece representado a caballo con un atuendo compuesto por una túnica amarilla, sandalias, una capa roja con conchas (atributos propios de peregrino) y sombrero con orla dorada para destacar su santidad. No se protege con armadura, cota de malla ni ningún otro elemento que le proteja de flechas, venablos,  lanzas u otras armas; no porta más armadura que la de la propia fe. Sin embargo sí blande una espada un tanto curvada con empuñadura dorada en su mano derecha y un escudo en su brazo izquierdo en el que se adivina la cruz de la orden militar de Santiago. Su rostro barbado y joven es tranquilo, relajado, seguro de una merecida victoria, de un triunfo indiscutible fruto de una fe ciega y serena.

 

   El caballo, blanco inmaculado, poderoso corcel con cabellera salvaje y desperdigada al viento, cola espesa y arremolinada, se apoya en sus musculosos cuartos traseros provocando una gran polvareda para levantar su cuerpo y amenazar de muerte con sus patas delanteras agitadas, sus pezuñas mortíferamente herradas, a los desafortunados y derrotados guerreros musulmanes. Portando correajes dorados, frunce furiosamente el ceño consciente de su cometido y mira sin piedad a los desdichados musulmanes antes de que sucumban bajo sus pezuñas. Por si hubiera duda, tras la sandalia de Santiago se halla la prueba irrefutable de que es un caballo y no una yegua.


Los musulmanes aparecen tirados en el suelo en actitud de derrota, casi aceptando un “merecido” destino, moribundos y desesperanzados antes de ser aplastados por la furia blanca. Se caracterizan con túnicas y turbantes, con rostros barbados y tristes que aceptan la inevitable derrota sin oponer ninguna resistencia, junto a un estandarte islámico destrozado.


   Tras Santiago aparecen los estandartes (cruz roja sobre fondo blanco) y lanzas de los ejércitos cristianos, algunos rematados por el símbolo de la cruz. Frente al santo, verdadera vanguardia y pica de los guerreros cristianos a los que guía hacia la victoria, se atisban los estandartes islámicos que se rematan con el símbolo de la media luna. Los colores amarillo y rojo se repiten ellos.

 

   Según la tradición cristiana, Santiago era uno de los apóstoles de Jesús al que se le asignó predicar y evangelizar en la Península Ibérica. Se trataba de una persona pacífica que mediante la palabra, quería llevar el cristianismo a aquellos lugares. ¿Cómo sucede el cambio o el desdoblamiento de predicador a guerrero? ¿Cómo cambia la palabra por la espada? Este cambio tiene lugar en época medieval, en el contexto de la denominada “Reconquista”, momento en el que adquiere su carácter guerrero y combativo. Si hacemos caso a la tradición, es en la batalla de Clavijo (844) y bajo el reinado de Ramiro I cuando hace su primera aparición. Ramiro I se enfrentó a los musulmanes en las inmediaciones de un cerro llamado Clavijo al negarles el  tributo de las 100 doncellas que un monarca anterior, Mauregato, había acordado. La noche previa a la batalla, en sueños, Santiago se apareció al rey animándolo a la lucha y garantizándole la victoria. Según la leyenda, durante la batalla apareció Santiago sobre su caballo blanco portando un estandarte y conduciendo a los cristianos a la victoria.


Representación anónima del siglo XVIII de la batalla de Clavijo

   A lo largo del tiempo, las figuras de Santiago Matamoros y evangelizador convivirían, asentándose y potenciándose la primera imagen en el contexto de guerra fronteriza con los musulmanes (con el tiempo se crearía la orden militar de Santiago). El patronazgo de los Reyes Católicos haría que muchas de las iglesias que se construyeron en los territorios ganados al reino nazarí de Granada, estuvieran dedicados a Santiago, como la de Monda. En la Sierra de las Nieves la iglesia de Casarabonela también se encuentra bajo la advocación de Santiago (en esta comarca las dedicadas a la Encarnación son tres y a San Miguel otras Tres, mientras que a Santa Ana, solo una).


Portada de la iglesia de Casarabonela

   Nicolás Cabrillana Ciézar, natural de Yunquera, tiene un excelente trabajo sobre Santiago Matamoros, que representa la luz sobre la oscuridad, el orden frente al caos, lo bueno frente a lo malo… Todo lo positivo estaría representado por Santiago, mientras que lo negativo por los musulmanes.

   Pero esta figura tiene más simbolismos. Durante la Guerra Civil el bando franquista  incorporó a su ideario la idea de cruzada y a Santiago, como aliado simbólico. Para los ideólogos del franquismo la Guerra Civil se convertía en una verdadera cruzada, pero no contra los infieles musulmanes, sino contra el marxismo y las ideas de izquierda. Así como Santiago Matamoros era uno de los símbolos medievales de la “Reconquista” y del cristianismo, ahora se convertía en un aliado necesario a la “causa nacional” contra los “infieles marxistas”. El uso en la vestimenta del santo de los colores  rojo y amarillo, así como en los estandartes, bien pudiera estar remedando la bandera de España.

   Pero esta no es la única representación en la Sierra de las Nieves. En uno de los muros externos de la iglesia de Santa Ana, en Alozaina, volvemos a encontrar otra representación de Santiago Matamoros en baldosines cerámicos vidriados, pero de una menor calidad técnica. En el interior de esta iglesia existe una estatua de escayola policromada que representa la misma escena. En Monda se conservaba una de madera policromada que tenía su origen el siglo XIX o XVIII, pero que fue destruida junto a otras durante los primeros momentos de la Guerra Civil (como en otros muchos lugares de nuestro país) privándonos para siempre de un patrimonio histórico-artístico y documental de una importancia trascendental.



   Actualmente esta imagen se encuentra deteriorada. El sol y la lluvia, a lo largo del tiempo, ha apagado su colorido y ha provocado la pérdida del vidriado en partes de algunos baldosines. Sería conveniente su restauración y protección frente a las inclemencias  meteorológicas para evitar su desgaste y un mayor deterioro.

   El empleo del término Matamoros quizá pueda ser políticamente incorrecto, pero es la denominación histórica que tiene. Hace algunos años se retiró el de Santiago de Compostela para no herir sensibilidades, lo que levantó un gran revuelo mediático. Pérez Reverte, en un artículo de los suyos, con sorna e ironía, manifestó su opinión... 


Diego Javier Sánchez Guerra.

domingo, 13 de abril de 2014

UN LUGAR PARA LA MEMORIA


   Desde hace algunos años a la entrada de calle Horquilleros, junto a lo que durante muchos años fue el bar del Guerra, se arregla un espacio junto a la pared de un edificio de nueva construcción donde se coloca un pequeño altar envuelto con un paño morado que desprende un inconfundible aire cardenalicio y que contiene elementos sacros relacionados con los horquilleros mondeños. Ya no demasiados recordarán que anteriormente había una casa bastante antigua en la que en uno de sus desconchados y decrépitos muros, residía impasible al paso del tiempo y a las inclemencias meteorológicas, la imagen de un Jesús del Gran Poder compuesta por baldosines cerámicos vidriados. Esta figura no se encontraba sola, se veía acompañada por varias macetas que le prestaban su humilde compañía. 




   Lo cierto es que no han pasado muchos años desde que esta imagen se desmontó cuidadosamente pieza a pieza y fue guardada para su conservación, con objeto de que no desapareciera entre los escombros del edificio que iba a ser demolido -y entre la desmemoria- y que durante décadas le había servido como hogar.

   Esa imagen de Jesús del Gran Poder se colocó a mediados de los años setenta de la pasada centuria por Cristóbal El Lata y José Durán, siendo el entonces Alcalde de Monda D. Claudio López Torrado, que fue el que lo mandó colocar en este lugar. Pero la imagen no procede de tierras cercanas; fue donada por la familia del eminente Doctor Jiménez Encina (concretamente por Paz, una de sus hijas), al que nuestro pueblo le tiene dedicada una calle y erigido un busto en el Parque Andalucía por la bondad con la que siempre trató a los vecinos de su pueblo. Al parecer y según me han señalado algunos vecinos, este Jesús del Gran Poder se encontraba en el patio de su casa de Madrid y cuando ésta fue reformada, fue regalado por su familia al pueblo de Monda.




   Como se ha señalado, el que fuera Alcalde de aquellos años la mandó instalar en el lugar mencionado, pero también cambió el nombre de la calle. Ésta, que se llamaba Castillo, trocó por la de Horquilleros y desde entonces los horquilleros, cuando pasan por este lugar portando sus pesados tronos, se plantan con actitud solemne  y le dan unas mecidas a las imágenes que llevan en procesión.


   Esta representación está compuesta por 30 baldosines cerámicos y todo apunta a que fue realizada en el taller del afamado ceramista Enrique Guijo hacia finales del siglo XIX, que había trabajado con otro eminente ceramista como era Ruiz de Luna, en Talavera de la Reina. Su inconfundible firma la encontramos en la parte inferior derecha del mosaico: E. GUIJO MAYOR - 80 - MADRID. En ellos se representa, como se ha mencionado, a un Jesús Nazareno ataviado con una túnica azul con bordados dorados y que porta una pesada cruz aferrada por unas manos relajadas, girada su cabeza hacia su derecha, hacia el suelo, con ojos cerrados y rostro sereno a pesar de la corona de espinas que se enreda sus largos cabellos a la par que se incrusta en sus carnes y del peso de la cruz, mientras que tres centellas doradas que florecen desde su nuca, sobresalen por encima de su cabeza. La frontalidad y el hieratismo de la figura contrastan con el escorzo que describe la cruz, que se proyecta hacia un espacio neutro, hacia un fondo indefinido. Finalmente la escena se ciñe con un doble marco compuesto a base de motivos vegetales y florales dorados.






   Cuenta la vecina Catalina Urbano, que ha sido la que me ha informado acerca de esta cuestión, que eran las mismas vecinas las que limpiaban la imagen, blanqueaban la pared y cuidaban de las flores que lo acompañaban al aproximarse la Semana Santa. Incluso cuando saltaba parte de la pintura de los baldosines, eran ellas las que acudían a pintarlo, disimulando las pérdidas que sufría la imagen a causa de los rigores meteorológicos y del inexorable trasiego del tiempo.

   Al hilo de la conversación, Catalina me contaba también una leyenda que le relataba el padre de su madre y que no he podido dejar de traer a colación. Su abuelo, hombre de muy profundas convicciones religiosas, le señalaba que el antiguo Nazareno que había en la iglesia (y que fue destruido en la hoguera durante Guerra Civil, como tristemente ocurrió con otras imágenes), era muy milagroso y le contó la aventura de unos marineros que un día se despistaron en la mar. Éstos habían partido a faenar  y pasadas algunas horas el tiempo se había revuelto, se había puesto muy, muy malo. Encapotados los cielos, había estallado una terrible tormenta que no amainaba, que arrojaba una fuerte y punzante lluvia que no dejaba de arreciar mientras la mar se embravecía y se agitaba salvajemente amenazando con engullir su frágil embarcación y a sus desdichados tripulantes. Desesperados y atemorizados, no encontraban cómo volver y ni tan siquiera eran capaces de dominar su nave, que se encontraba a merced de las olas, pensando que aquel sería su último viaje. En el momento en que todo parecía perdido, se les apareció un Jesús Nazareno y les guió en el camino de vuelta, velando por que llegaran sanos y salvos a buen puerto y no les afectase la tormenta. Cuando llegaron a la playa los marineros se arrojaron sobre la arena dándole las gracias al Nazareno y sintiéndose profundamente afortunados. Cuando se repusieron fueron pueblo por pueblo e iglesia por iglesia buscando a su salvador para presentarle sus respetos y mostrarle su agradecimiento. En su largo periplo llegaron a Monda y a las puertas de la iglesia empezaron a captar un fugaz y sospechoso olor a marina, pero la costa quedaba lejos. Rápidamente entraron ella y al  llegar a la figura del Nazareno se dieron cuenta de que su manto estaba humedecido y lleno de arena…


   


   Otra vieja tradición tiene como protagonistas a lo carboneros mondeños. Los carboneros mondeños trabajaban fuera del pueblo durante meses y volvían en determinadas épocas del año a ver a sus familias, coincidiendo con fechas señaladas como la Semana Santa. Hace ya muchos años, por lo que se cuenta y llegó a mis oídos, hubo una gran epidemia en Monda que hizo enfermar a muchos mondeños, entre ellos a muchos horquilleros hasta tal punto de que estuvo a punto de que no se celebraran las procesiones. Sin embargo, los carboneros, que no se habían contagiado de ninguna enfermedad por haber estado en tierras lejanas, salvaron aquel año la Semana Santa mondeña al hacerse cargo de portar los tronos.

   Aunque la antigua imagen fue desmontada hace unos años, todavía no ha sido desmontado totalmente el recuerdo y la memoria en ese trozo de calle. Como se ha señalado, todos los años la Hermandad Penitencial y Sacramental de Monda prepara un altar para Semana Santa, pero una iniciativa interesante y necesaria sería la de recuperar la representación de ese Jesús del Gran Poder, ya bien restaurándolo y exhibiéndolo en un lugar adecuado o bien haciendo uno nuevo inspirado en el anterior para devolverlo a la ubicación que ha tenido desde hace casi medio siglo.





En fin, buena Semana Santa 2014.





© Diego Javier Sánchez Guerra.



martes, 1 de abril de 2014

CUEVA SANTA DE MONDA. LAS ENTRAÑAS DEL PAISAJE




Vistas del Torrecilla desde Cueva Santa


   En la Sierra de las Nieves, en la abrupta comarca en la que nos situamos, son predominantes las formaciones montañosas de geología caliza. Éstas se caracterizan porque alardean de unas importantes alturas que superan con facilidad los mil metros (el pico Torrecilla, sin embargo, alcanza casi los dos mil, la mayor altura de Andalucía occidental), por la tez grisácea que le proporciona su naturaleza geológica, por su capacidad de almacenar ingentes cantidades de agua y porque al entrar en contacto con ella, este tipo de roca se erosiona de forma muy particular al verse atacada por el líquido elemento que acaba modelándola de forma singular, dando lugar a un tipo de relieve que los geólogos denominan relieve kárstico.



El Tajo de la Caína, ejemplo de relieve kárstico
Fuente: http://playaelcielo.blogspot.com.es/2010/05/travesia-sierra-de-las-nieves-2010.html


   Las formas del relieve kárstico aparecen tanto en la superficie como en el interior de las sierras calizas. Sus formaciones son características y muy concretas. En la epidermis de estas sierras, en su superficie castigada por los rigores del clima, el agua y otros elementos, aparecen los lapiáces, las dolinas, los cañones y barrancos… mientras que bajo la superficie, en el interior de su mundo subterráneo, lo hacen las simas, los sumideros, los sifones, las cuevas… Las formas kársticas internas se forman en un proceso que dura millones de años: el agua, a lo largo de ese dilatado espacio de tiempo, ha ido disolviendo la roca caliza, horadándola y formando galerías y, a la par, creando magníficas estructuras como estalagmitas, estalactitas, excéntricas, banderolas…


Interior de la sima Gesm
Fuente: http://sifonesandaluces.blogspot.com.es/2012/03/el-sifon-terminal-de-la-sima-gems.html


La cueva de Jorox (o de las Vacas), en Alozaina


Interior de la cueva de la Tinaja, en Tolox.
foto: Manu Guerrero. Fuente: http://pasoslargos.foroactivo.info/t799-cueva-de-la-tinaja-sierra-de-las-nieves-tolox

   En la Sierra de las Nieves existen miles de cuevas y abrigos y uno de los más  accesibles e interesantes desde el punto de vista natural y humano es Cueva Santa,  en la Sierra de Canucha, a muy pocos kilómetros de Monda y junto al sendero que lleva al pequeño pinsapar de los Cuchillos de Canucha. Esta cueva se formó hace algunos millones de años cuando el agua fue disolviendo la roca, ahuecándola, deshaciéndola a la vez que iba creando nuevos elementos y formaciones.



La Sierra de Canucha

   Se trata de una gran cavidad, una gran bóveda de roca que no parece tener otras estructuras cavernosas asociadas. En el interior de su vientre de piedra aparecen los denominados espeleotemas, maravillosas formaciones realizadas por la paciente acción del agua que a lo largo de océanos de tiempo ha ido depositando una sustancia denominada carbonato cálcico, que se ha ido acumulando poco a poco dando lugar a estalagmitas (que crecen desde el suelo) y estalactitas (que penden del techo); columnas, cuando estas dos últimas se unen; pisolitas o perlas de las cavernas; banderolas o con forma de bandera…



Entrada a Cueva Santa, con las figuras de santos, cristos y vírgenes




Interior de Cueva Santa


Espeleotema en formación dentro de Cueva Santa


Formaciones en el techo de Cueva Santa

   Todas estas pétreas maravillas de la naturaleza las podemos contemplar en Cueva Santa, cuyo nombre puede deberse a la creencia ancestral de su relación con algún tipo de entidad protectora. En ese sentido, en ella reposan varias imágenes sacras colocadas por algunos vecinos devotos. Desde la noche de los tiempos el ser  humano ha visto las cuevas como espacios misteriosos y sagrados, habitados por espíritus y por las fuerzas de la naturaleza (y muchas veces como puerta del inframundo), propiciándole respeto, admiración y devoción. Son numerosas las cuevas que en el pasado se utilizaron como espacios de culto y ofrecimiento de exvotos, como lugares de enterramiento o que recibieron un uso cultual del que se sospecha a través de los grabados y pinturas que fue realizando el hombre prehistórico.



Estalagmita en el interior de Cueva Santa


Formaciones en el interior


   Además, su oscuridad y su humedad configuran un hábitat adecuado para algunas especies; en su interior comparten  residencia algunos murciélagos, ciertos insectos y líquenes que encuentran en este sitio unas propicias condiciones ambientales.



Líquenes proliferando en una roca


   A su patrimonio geológico hemos de sumar su no menos interesante riqueza cultural, su nada desdeñable memoria humana. Dadas sus características, ha sido usada desde hace siglos, quizás milenios, como refugio y espacio para usos ganaderos. En su interior nos encontramos con un pequeño corral de cabras hecho de piedras un tanto deteriorado y conformado por varios endebles  muros, donde los cabreros de antaño guardaban sus animales y buscaban cobijo. Igualmente este lugar proporcionó refugio pasajero a algunos de los fugitivos o maquis que anduvieron por estas sierras al final de la Guerra Civil. Tampoco debemos descartar que fuese utilizada por bandoleros e incluso monfíes, moriscos que se convirtieron en bandidos en el siglo XVI y que sobrevivían en estas sierras.



Corral de ganado en el interior de Cueva Santa


   No es la única formación endokárstica de Monda, existen otras covachas y multitud de pequeños abrigos así como una interesante sima en el paraje de camino Alto, de la que trataremos otro día.

   Esta cueva se puede visitar, de hecho a ella se accede a través de un sendero que discurre desde Monda hasta la Sierra de Canucha, con unos doce kilómetros de recorrido ida y vuelta. Además de la cueva, el recorrido ofrece unas vistas espectaculares a parajes como Moratán, Sierra de las Nieves, Valle del Guadalhorce y la Costa del Sol. Este sendero transita por un paisaje muy diverso y propio de una Reserva de la Biosfera, donde se atraviesan campos de labor de secano y regadío, un exiguo cauce fluvial, sierras mediterráneas y donde se aprecian las huellas del pasado reflejadas en una antigua calera, una ancestral vía empedrada, antiguos corrales, viejos bancales devorados por la vegetación donde antaño campaban enormes sembradíos de vides…



Sierra Cabrilla, Prieta y de Alcaparaín desde Cueva Santa


Vistas de la Hoya de Málaga desde Cueva Santa



  MUY IMPORTANTE SI VAS A VISITARLA: Se trata de un lugar muy frágil. Dentro de la cueva no debe tocarse con las manos las formaciones dado que muchas están creciendo y el tacto de nuestras manos perjudica el trabajo de millones de años. Está terminantemente prohibido arrancar formaciones para llevarlas de recuerdo; además de ser una salvajada, privamos a los futuros visitantes de su contemplación y disfrute. Tampoco se recomienda entrar dentro del corral ni mover las piedras de sus paredes, pues al ser una estructura muy endeble se deteriora con suma facilidad.

A continuación se incluye un enlace para descargar el plano de la ruta y una descripción de la misma:

https://www.dropbox.com/s/os39l37nf7b4old/sendero%20cueva%20santa.pdf





© Diego Javier Sánchez Guerra

martes, 25 de febrero de 2014

UNA IMAGEN DE MONDA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX



   Esta bella estampa de Monda, propiedad de Salvador González Peral, fue inmortalizada allá por los primeros años del siglo XX. Fue tomada desde la Sierra, más o menos a la altura de la variante (que en aquel entonces no existía), por encima del Puente. En ella podemos contemplar un pueblo con una estética completamente homogénea y armónica cuyas casas se arraciman y se apiñan en la falda del cerro de la Villeta, a la par que se adaptan a las curvas de nivel de un accidentado terreno dibujando, de esta manera, un callejero retorcido, quebrado y laberíntico que se encuentra alfombrado por un irregular manto de cantos. Las calles, huelga decirlo, carecían entonces de sistema de saneamiento y de evacuación de pluviales así como de suministro de agua potable. El agua, como desde siempre y hasta hace relativamente poco tiempo, debía recogerse en las fuentes, un insustituible lugar de encuentro y socialización hoy día convertidos en bellos patrimonios etnográficos e importantes reclamos para el turismo cultural. Lástima que no veamos ninguna en la imagen. Tampoco se observa cableado eléctrico, ni sistema de alumbrado callejero, por lo que se podría plantear una cronología aproximada en un momento anterior a la llegada de la electricidad a nuestro pueblo.


   La composición del conjunto de las viviendas expide un cierto aire picassiano; sus sus volúmenes cúbicos y su disposición contrapuesta, como observada desde distintos planos, puede recordarnos vagamente a un cuadro de factura cubista. A este efecto contribuyen las diferentes alturas de las casas y su distinta disposición en el plano, que se deben a la mayor o menor inclinación del terreno pero no a la existencia de más o menos plantas por casa como ocurre en la actualidad.


   Las viviendas, que poseen una o dos crujías, presentan el ancho de fachada hacia la calle en cuyos muros se recortan ventanas y puertas, vanos que presentan una disposición  simétrica (sobre la puerta, una ventana o un balcón; sobre las ventanas, otras ventanas o balcones), alineándose en las distintas plantas porque los muros no sólo son de cierre, también son de carga. En la parte trasera de algunas se intuyen algunos pequeños corrales, lugares para las bestias de tiro y otros  animales.


   Las casas presentan planta calle más una en la mayor parte de los casos, salvo algunas edificaciones más destacadas que pueden presentar alguna más, mientras que las cubiertas se cubren con un escamoso (y rojizo, aunque no se aprecie) manto de tejas morunas o de medio cañón. A pesar de su denominación, tejas árabes, hay que señalar que éstas tienen su origen en la arquitectura romana, donde eran denominadas ímbrices. Los ímbrices se colocaban en la junta de unión de unas grandes piezas cuadrangulares realizadas en barro cocido y denominadas tégulas (de donde procede, precisamente, el origen etimológico de la palabra teja), que eran las que precisamente cubrían las cubiertas de las casas romanas y las protegían de la lluvia. Podemos observar como algunas líneas de tejas se encalan con fines ornamentales, sobre todo en los caballones y, en algunos casos, en las tejas que forman los aleros. No aparecen cubiertas planas ni se observan azoteas, que se introducirían muchas décadas más tarde con la llegada del cemento y otros nuevos elementos constructivos. Los tejados se encuentran sembrados por humeros de luengos cuellos en algunos casos, que se rematan por unas características caperuzas realizadas con ladrillos formando unos sencillos tejaditos a dos aguas. A falta de gas o electricidad que propiciara el calor necesario para calentarse o cocinar, era la leña o el carbón el que cumplía esa finalidad y el humo de la combustión debía salir por algún lado.




Composición de tégulas e ímbrices romanos


   Llama la atención el color blanco de las fachadas, que es indiscutiblemente predominante y envuelve las viviendas desde el suelo hasta el alero; no aparecen ni se aprecian zócalos. Sin embargo, tampoco pasa desapercibido que algunas partes de ciertas viviendas se encuentran sin blanquear y en otras, el encalado sólo lo encontramos asociado a los vanos. Sólo en casos muy concretos la fachada no recibe la cal sino otro tratamiento pictórico, pero es muy raro. Nuestros pueblos no siempre fueron blancos. Parece ser que el blanqueo se generalizó en una fecha imprecisa entre el siglo XVIII y el XIX para combatir los gérmenes y, de paso, el calor del sol. Aunque no puede descartarse que se realizara incluso antes.


   En el conjunto de construcciones destacan una serie de edificaciones y espacios públicos. Arriba a la derecha, tras la iglesia, vemos un edificio con cubierta a dos aguas en la que destaca un humero. Se trata de la Fábrica de Taillefer (que da nombre al callejón Fábrica), el lugar donde años más tarde se establecería un centro de distribución eléctrica. Todavía es una vivienda, con lo que se reforzaría más la idea expuesta en el primer párrafo de que la foto fue tomada en un momento anterior a la llegada de la electricidad o, por lo menos, de su generalización en nuestro pueblo.


   Varias edificaciones destacan por su altura, la iglesia y varias casas entorno a la plaza de la Constitución. La plaza, que ha cambiado su apelativo en alguna ocasión, recibe su nombre de la Constitución de 1868, la denominada Gloriosa. Es en torno a este importante espacio simbólico donde se suelen encontrar las viviendas de las familias más acomodadas, donde se concentra el poder económico, religioso y político. Se tiene noticia de que a finales del siglo XIX se realizaban espectáculos de tauromaquia. Destaca la manzana compuesta por las viviendas que quedan entre las calles Doctor Jiménez Encina, Fuente, Carnecería, Estación y En medio, en cuyo lugar se encontraba la casa fuerte del Marqués de Villena, un edificio fortificado que poseía varias dependencias (pósito, cárcel, vivienda del alcaide…) y tres torres, una de las cuales era el famoso Bombo, destruido a mediados del siglo pasado.


   La iglesia es, con diferencia, el edificio más alto. Se construyó en el solar de la antigua mezquita. El lugar que ocupa ha sido y es, desde hace casi mil años, un lugar para la fe. No ha cambiado prácticamente nada pero, aunque no lo apreciemos, todavía no tenía la imagen de Santiago en el frontón. Esta imagen se colocó en los años cuarenta de la pasada centuria, pero no sabemos qué había en su lugar antes, pues el medallón circular ya estaba.



El frontón central de la iglesia con la imagen de Santiago Matamoros,                   
 del que se hablará en otra entrada

   El Ayuntamiento no aparece tal y como lo hemos conocido estas últimas décadas. Lo poco que se observa de él es su cubierta a dos aguas. En los años de la Guerra Civil fue incendiado y posteriormente se construiría otro edificio en el mismo lugar que integraría las conocidas Bóvedas, que no eran sino un antiguo pósito del siglo XIX. Tampoco aparece el cine y hete aquí que gracias a ese detalle podemos tener una datación aproximada de cuando se tomó la imagen. Se sabe que el cine se construyó en el año 1924, por lo tanto es evidente que la fotografía se realizó con anterioridad.





En el frontón del antiguo cine, sobre una ventana circular, aparece la inscripción:
Año 1924

   Entre calle Horquilleros y el Barrio de la Paja se observa un considerable número de viviendas, la mayoría de tamaño pequeño y una zona aún por edificar. No era extraño que dentro del recinto urbano quedaran solares y espacios sin urbanizar.


   Abajo, a la izquierda, vemos la salida del arroyo que nace en la cañada Quintana y que discurre, embovedado, por debajo de varias viviendas y calles, como Horquilleros y Fuente, saliendo a la luz justo con el cruce de calle Yedra. Este tramo y el del arroyo de la Lucía se embovedaron ya hace algunos lustros, ganándose una larga calle y la conexión con varias otras, un parque y un gran espacio de aparcamientos, además de resolver un problema de sanidad pública por el riesgo de infecciones y enfermedades que podía provocar la insalubridad de sus aguas.


   Al fondo se ven los campos de labor preñados de olivos y el antiguo camino de Guaro, que tenía un puente que salvaba el arroyo del Tejar y que se encontraba empedrado a tramos. Parte de la actual carretera discurre por este antiguo camino, del que poco se conserva. El puente citado se encuentra en pié, parcialmente cubierto por las zarzas.



   Un último e importantísimo detalle: los mondeños y las mondeñas que nos observan desde esta imagen y que se sitúan en lugares como la plaza, la calle Fiscal o algunos balcones. El hecho de que retratasen el pueblo debió ser todo un acontecimiento por aquellas fechas. ¡Quién sabe si entre ellos se encuentran algunos de nuestros abuelos o bisabuelos!




© Diego Javier Sánchez Guerra.