sábado, 17 de marzo de 2012

LOS JUEGOS Y JUGUETES DE NUESTROS ABUELOS


   Esta entrada está inspirada en un trabajo que hice hace unos años sobre los juegos populares de la Sierra de las Nieves y cuyo fruto fue un entrañable libro editado por la AGDR Sierra de las Nieves titulado "Los juegos y juguetes de nuestros abuelos. Juegos populares y tradicionales en la Sierra de las Nieves". Para su realización contó con la colaboración de casi un centenar de vecinos de esta bella comarca que compartieron sus recuerdos lúdicos de infancia.

   Sin ellos, ese libro no hubiera podido haber visto la luz.


   Los juegos populares y tradicionales forman una parte muy importante de nuestro patrimonio cultural (al igual que nuestras fiestas, nuestros monumentos, nuestra gastronomía,…). Se trata de una expresión cultural de carácter inmaterial que nos caracteriza y que ha pasado de padres a hijos a través de numerosas generaciones. Nuestra herencia lúdica representa una de las manifestaciones culturales más ricas e interesantes en los pueblos de la Sierra de las Nieves y, siendo la cultura una firme portadora de nuestras tradiciones, la recuperación, difusión y práctica de estos juegos en nuestros pueblos contribuye a fomentar entre nuestra población nuestra personalidad cultural. Si dejamos que se pierdan, irremisiblemente perderíamos un poco (o mucho) de nosotros mismos.

   Muchos de los juegos de los que vamos a hablar no han desaparecido y, quizás, nunca lo hagan, pero si es cierto que van en franco retroceso, ya que compiten en desventaja con otras nuevas formas de juego, otras nuevas formas lúdicas que emplean en gran medida las nuevas tecnologías como base y que tienen en las consolas de juego su más directo competidor.

   A lo largo de la historia de la Humanidad podemos encontrar indicios y testimonios de la existencia de antiguos juegos y juguetes en las desaparecidas civilizaciones del Próximo Oriente, en el Egipto faraónico, en las culturas griega y romana e incluso en las antiguas poblaciones de la América precolombina, así como de África y de Asia. No se tiene constancia de ninguna cultura o civilización donde no aparezca de una u otra manera el juego o el juguete, ya que el espíritu lúdico no se puede disociar del ser humano. Muchos de estos juegos y juguetes han surcado océanos de tiempo logrando arribar hasta las orillas de nuestros días.






   El ser humano es el único ser en la naturaleza que juega por diversión, que juega por entretenimiento y, además, lo hace durante toda su vida. El resto de los animales tienen en el juego solamente un vehículo de aprendizaje, de formación para la vida, para la supervivencia, no para pasar el tiempo.

   Se sabe que multitud de elementos de juegos y juguetes del mundo lúdico infantil proceden de los ritos y ceremonias que se desarrollaban en las prácticas adivinatorias, en los antiguos ritos de fecundidad, de fertilidad,… y sólo llegaron a manos de los niños a través de su abandono por los adultos. Por ejemplo, mediante el lanzamiento de huesos y objetos al aire y tras ver en que posición caían, sacerdotes y augures de la Antigüedad lo interpretaban tratando de adivinar el futuro u otras cuestiones. Los niños, por imitación, empleaban elementos similares, emulando a los mayores. Cuando con el tiempo desaparecen las prácticas adivinatorias, el juego que se ha desprendido de ellas se mantiene vivo. Este es el origen de las bolas, las tabas o las chinitas.



   Los juegos populares son aquellos juegos conocidos y practicados de forma cotidiana y que se transmiten de generación en generación por vía oral. Cuando estos juegos tienen su origen en un determinado lugar son denominados juegos autóctonos. Cuando entran a formar parte de la identidad cultural de un pueblo, de su idiosincrasia, se habla de juegos tradicionales. Algunos aparecen y desaparecen en determinadas épocas del año porque en su origen estaban vinculados a las estaciones del año y asociados a aspectos como el clima, la dinámica de las cosechas y cultivos, las prácticas ganaderas, como muestra de su antigua relación con las distintas etapas vitales y productivas o con los ciclos de la vida.


   Una característica fundamental del juego es que resulta especialmente vital en el niño puesto que es mediante éste como realiza el aprendizaje y a través del cual consigue cierto desarrollo físico, psíquico y social. A través de los juegos y desde su más tierna infancia los niños imitan, descubren, aprenden, se relacionan,… se contextualizan y se integran en su comunidad socio-cultural.

   La práctica de muchos de estos juegos no necesitaba normalmente de elementos materiales específicos para su realización, pero otros juegos sí que los requerían. En estos casos eran los mismos niños quienes, ante la falta de medios y con las siempre omnipresentes limitaciones económicas, elaboraban sus propios juguetes ayudados por su desbordante e infatigable imaginación iniciándose, por otra parte, en ciertas labores artesanas y adquiriendo un práctico aprendizaje manual. Es el caso, por ejemplo, de las muñecas de trapo, que con toda suerte de retales, recortes de tela, trozos de sábanas viejas… eran elaboradas primorosamente por las niñas, ayudadas en esta tarea por sus madres o abuelas, iniciándose de este modo en el femenino arte de la costura que iba aprendiendo mediante el juego mientras se introducía en el papel que como mujer y madre le iba tocar desempeñar en el futuro. En el caso de los niños, el regalo de su primera navaja a temprana edad les posibilitaría contar con una herramienta con la que poder actuar sobre diferentes soportes como la madera, el corcho, la caña,… Decenas de entrañables testimonios recogen cómo los niños se hacían sus pelotas de trapo y cómo las niñas se hacían sus muñecas, rellenándolas de otros trapitos o de afrecho, elaborándole laboriosamente la melena y pintándoles delicadamente su carita.



   En el mundo rural tradicional ha existido una fuerte división en cuanto a género en numerosos aspectos sociales, laborales, religiosos… El mundo del juego y de los entretenimientos no escapa a esta división que se va a manifestar en una serie de diferencias en cuanto a tipos de juegos practicados, lugares de juego, tiempo de juego… Está claro que en el ámbito rural tradicional se ha venido potenciando una educación sexista que inculcaba, tanto a niños como a niñas, una serie de valores y normas sociales definidos para cada sexo acorde con el rol social que les iba a tocar interpretar en el futuro. De esta forma y desde la más tierna infancia se juega a emular y asimilar todo lo que se ve en el entorno social, y así las niñas han jugado a las casitas, a las muñecas, a las cocinitas,… comenzando a inculcarle ya desde la infancia el lugar social que ocuparán en el futuro como esposas, madres y amas de casa.


   Pero no sólo por cuestiones de género se va a establecer una diferenciación entre los tipos de juegos y prácticas lúdicas. También la edad o la etapa del ciclo vital por el que se esté pasando (lactancia, infancia, juventud, adultez) van a determinar muchos aspectos de la vida, entre ellos los tipos de juegos. Por este motivo hay que destacar tanto los diferentes juegos empleados por uno y otro colectivo como los distintos lugares y las distintas horas de juego de los mismos. Por ejemplo, normalmente las chicas han jugado en el interior o cerca de casa, a la vista de la madre o abuela, sin ir más allá de los límites del casco urbano del pueblo. Pero los chicos lo han hecho habitualmente al aire libre, alejándose más del pueblo en cuanto han tenido más edad, empezando en calles, en plazas, en las afueras del municipio, en los ríos… Pero esta separación tiene su encuentro conforme avanza la edad ya que es en la adolescencia, al amparo de la revolución hormonal, el momento en que ambos sexos empiezan a tener más contacto a través de juegos como las ruedas o los carros.




   Otro factor importante a tener en cuenta es que el carácter de la mayoría de estos juegos, al ser colectivo y grupal en la mayor parte de los casos, es socialmente muy beneficioso ya que prima el sentido de equipo donde se hacen actividades que requieren de coordinación y organización entre los participantes, donde se necesita el consenso a la hora de dictar y respetar las reglas de los juegos. Así se fomentan y transmiten a los jugadores una serie de valores sociales y de conductas morales que los actuales juegos individuales no desarrollan plenamente y que se manifiestan en aspectos tan necesarios de trabajar en niños y jóvenes como la integración sociocultural, el trabajo en grupo, la cooperación, el respeto por las normas y los valores, el respeto hacia otras formas de expresión cultural, hacia otras culturas, … a la vez que se desarrollan acciones motoras y psicomotoras que favorecen la salud física y mental de quien los practica.


   Por otra parte es de destacar el significativo y abundante patrimonio oral compuesto por una gran variedad de coplillas, nanas, canciones, estrofillas, versos,… que se recitaban y entonaban mientras se practicaban muchos de los juegos (algunas se recogen en el libro de los juegos). Esta riquísima herencia oral se manifiesta saltando a la comba, jugando a la rueda o al carro, bailando jeringosas,… conformando uno de los más valiosos tesoros culturales de los pueblos de la Sierra de las Nieves. Algunas de ellas son muy conocidas y populares en todo nuestro país pero otras, que vienen de muy antiguo y han sido transmitidas de generación en generación, parecen tener un carácter más localista y han cohabitado con otras más recientes en el tiempo. Es tan sumamente rica esa tradición oral asociada a los juegos que sería necesario hacer un estudio aparte sobre este aspecto.

   Para desentrañar los juegos populares y tradicionales debemos apoyarnos en la división por etapas del desarrollo humano que realizó el psicólogo evolucionista y filósofo Jean Piaget, que analiza los diferentes momentos de maduración por los que pasa el ser humano describiendo, entre otras cosas, los tipos de juegos que se realizaban en cada una de estas etapas. A pesar de ello debemos tener muy presente que muchos juegos pueden iniciarse en ciertas etapas de la vida y prolongarse durante otras, como ocurre con el juego del trompo, las bolas o el salto de la comba, el tocatrés,…

Lactante y bebé. El juego, en este momento de la vida, se caracteriza por ser un juego de ejercicio o sensomotor, que se desarrolla durante los dos primeros años de vida y donde el bebé aprende a ejercitar las funciones de su cuerpo moviéndose, agitándose, tratando de coger cosas mientras va asimilando el conocimiento del mundo exterior. Son las nanas, los mecimientos, los juegos de manos (cinco lobitos), el empleo de las sonajas hechas con calabacitas o chapitas,… que ponen al niño en contacto con el mundo de los sonidos y el movimiento de su propio cuerpo. Mediante estos juegos y juguetes el niño va tomando conciencia de sí mismo y de su entorno social más inmediato


   Durante los primeros años de infancia. Aproximadamente de los dos a los siete años los niños desarrollan lo que él denominó período de pensamiento preoperacional, donde tiene su aparición el juego simbólico. En esta etapa los niños y niñas en el juego toman como referencia a los mayores jugando a “como si fuera el otro”. De esta forma imitan a los mayores en sus labores diarias, en el campo o en la casa, trabajando la tierra o cuidando de los hijos, arando el campo,… Niñas y niños imitan los modelos sociales que ven y aprenden mediante el juego “lo que serán en el futuro”. La mayoría de estos juegos van a tener como soporte algún tipo de juguete, normalmente elaborado por los mismos chiquillos. Es el tiempo de las muñecas de trapo, de los araditos, de las figuritas de barro, de los carritos de corcho,…





   Durante la niñez. Piaget habla del período de operaciones concretas, que va aproximadamente de los siete a los doce años. Es en esta etapa donde se desarrollan las actividades de grupos y cooperación basadas en los juegos de reglas y donde se han recogido el mayor número de juegos que hemos plasmado en el libro. Trompo, bolas, aro, la pelota,… juegos de persecución y caza: civiles y ladrones; bandoleros; el marro, el pañuelo. Otros como el escondite; churro, media manga, mangonero; la piola; el hilo; el columpio; la gallinita ciega; el escondite; los cromos; las mariquitas recortables; la patarra; la comba; las chinitas; el yo-yo,…









   De la adolescencia a la adultez. El último estadio del desarrollo que propone Piaget es el de las operaciones formales, que empieza en la adolescencia y continúa a lo largo de la vida adulta. Es en esta etapa donde se empieza a mostrar interés por el sexo opuesto, cosa que en la materia que tratamos, los juegos, vemos su plasmación en los juegos de ruedas y carros. Es el momento en que chicos y chicas se aproximan más y, con el tiempo, empezarán a jugar a “otros juegos”.

   El juego es un vehículo de aprendizaje de primer orden. Mediante él aprenden los niños por lo que, jugando, no pierden el tiempo, sino que lo aprovechan. Los beneficios de los juegos populares para los más pequeños son muy positivos (y también para los adultos) al fomentarse la agilidad física y mental y ser un insustituible vehículo de integración social y cultural.

   No pienso que haya que obviar o rechazar los nuevos juegos digitales, sino que no dejemos de practicar los de toda la vida porque aportan algunos valores insustituibles para el desarrollo humano y personal.

   Hasta la próxima


  ©  Diego J. Sánchez.