Un día de marzo de 2023, mientras una fresca brisa me regalaba el suave aroma a azahar que anunciaba una temprana y atípica primavera, le pregunté a María Teresa Dueñas Díaz qué fue lo que le motivó a indagar sobre el pasado y la historia de un tío abuelo suyo que ni tan siquiera había conocido más que por la memoria familiar y los recuerdos prestados: Andrés Díaz Valderrama. Su respuesta no me dejó indiferente:
“Pues -me dijo- fue sin pensarlo ni proponérmelo. Un día del verano pasado (2022) se me vino su recuerdo a la cabeza y puse su nombre en Google y empecé a encontrar información de él. Y así sin pensarlo me dije: «tengo que reconstruir su historia». Y ya no he podido parar. Se ha convertido en un obsesión. Pero -apostillaba- realmente lo que me motivó a seguir, aparte de que siento que se lo debo y es lo mínimo que puedo hacer por él, es que tengo que hacérselo saber a mis hijos. Porque yo tenía algunos recuerdos y algo sabía pero ellos no. Si yo no se lo transmito se perderá totalmente la memoria de lo que pasó. Y esto no puede quedar en el olvido, ellos tienen que saber quiénes son. De donde vienen... Sino su vida no tendrá sentido, cómo me ha pasado a mí hasta que he descubierto todo esto.”
María Teresa lleva mucho tiempo buscando con tesón información y documentos en distintas administraciones y archivos sobre su tío Andrés Díaz y recabando recuerdos entre sus familiares, viejas fotografías... un camino que le ha llevado a recuperar y atesorar parte de los recuerdos de su familia, convirtiéndose de forma sobrevenida en custodia de parte de la memoria familiar. En definitiva, reviviendo los recuerdos de Andrés para que su nombre no se borre ni de la memoria familiar ni de la Historia. Y, quizás lo más importante, transmitiéndolo a las generaciones venideras porque, en palabras de ella que debemos recalcar: “Si yo no se lo transmito se perderá totalmente la memoria de lo que pasó. Y esto no puede quedar en el olvido, ellos tienen que saber quiénes son. De donde vienen... Sino su vida no tendrá sentido, cómo me ha pasado a mí hasta que he descubierto todo esto”.
El caso de María Teresa no es puntual. Muy al contrario. Es bastante frecuente en el tema de la investigación sobre los deportados españoles republicanos a los campos nazis. Han sido en muchísimos casos nietos o sobrinos-nietos los que han empezado a moverse o a buscar información sobre un abuelo, un tío abuelo o un familiar deportado y asesinado en el campo de concentración de Mauthausen-Gusen. Y es que vencidos los miedos del franquismo y de la represión, la curiosidad familiar saltó una generación y ha venido reclamando y exigiendo memoria, recuerdo y, sobre todo, dignidad para las víctimas.
En esta búsqueda sin cansancio y casi obsesiva, las redes sociales se han mostrado como una gran herramienta para buscar y compartir información, para encontrar asesoramiento o ayuda… En esa tesitura fue como nos conocimos María Teresa y yo. Cuando contactó conmigo a través de una famosa red social, ella ya tenía mucho trabajo avanzado; había consultado multitud de archivos, disponía de un buen número de documentos sobre su tío y conservaba bastantes recuerdos familiares que con decisión había ido recabando. Además, conocía bastante bien el tema de la deportación. Con esos documentos, con su enorme trabajo de base y con la información que hemos tenido la ocasión de recabar más adelante, hemos podido recomponer a muy grandes rasgos la vida y peripecias de Andrés Díaz Valderrama, un joven idealista malagueño que soñaba con un mundo y una sociedad mejores, particularmente desde que huyó de Málaga en la Desbandá hasta que desgraciada y tristemente acabó siendo pasto de las llamas del crematorio de Gusen y saliendo por el agujero de su chimenea en forma de humo y cenizas...
Esta es la historia de Andrés Díaz Valderrama. Esta es la historia de un joven idealista malagueño que soñaba, luchó y murió por un mundo mejor.
AÑOS DE INFANCIA Y JUVENTUD
Un caluroso 26 de mayo de 1908 abría los ojos a la vida, al mundo y a la argentada luz del Mediterráneo en Málaga, el bebé Andrés Díaz Valderrama. Andrés, cuyo nombre en griego significa “hombre valeroso” u “hombre viril”, nació en el seno de una familia extensa, humilde, trabajadora, procelosa, cuyos orígenes se encontraban en uno de los lugares más bellos y poéticos de Andalucía: la Ajarquía malagueña. La zona que está al este o al oriente, según los entresijos y los significados de la toponimia -suerte de arqueología de la palabra- de origen andalusí. Un lugar donde sus irrepetibles pueblos se descuelgan de sus sierras regalándonos la belleza de unos paisajes serranos y agrarios verdaderamente espectaculares, coloridos y sufridos por generaciones y generaciones de campesinos.
Su padre, Antonio Díaz Pérez, era natural de El Borge donde había nacido en 1870, una pequeña población de origen andalusí cuyos moriscos tuvieron un gran protagonismo en la revuelta morisca del siglo XVI. A la edad de 19 años se trasladó de su pueblo natal a Málaga en busca de un mejor futuro. Su madre, Isabel Liboria Valderrama Fernández, según se consigna en el acta de nacimiento, era natural de Macharaviaya (en algún que otro documento posterior a su progenitora la nominan de forma equivocada como Gregoria y no como Liboria), una pequeña aldea cuyo origen podemos rastrear también en época andalusí y donde había nacido Bernardo de Gálvez en 1786, a la postre héroe de la independencia americana y cuyo nombre bautiza la ciudad de Galveston. Allí había nacido en 1878 y a los diez años de edad se había mudado con su familia a Málaga.
Y es que a finales del siglo XIX y principios del XX fueron muchas las familias de zonas rurales las que se desplazaron a la capital (y a otros muchos y distantes lugares nacionales e internacionales) huyendo del hambre y de la pobreza para buscar mejores salidas económicas, ante los desastrosos efectos económicos y sociales que habían provocado las crisis agrarias de finales del XIX, especialmente tras la debacle que había supuesto la casi total desaparición del viñedo en Málaga y su potente comercio de la pasa de manos de una serie de negativos factores, entre los que se encontraba la filoxera.
El humilde matrimonio residía en esas fechas, según leemos en la partida de nacimiento de Andrés, en el “segundo partido de la vega, hacienda Chamizo”. Después de mucho buscar y buscar, hemos encontrado el topónimo Chamizo al norte de la pequeña aldea o barrio de Colmenarejo, entre el distrito de Campanillas (incluido en el Primer Partido de la Vega) y el del Puerto de la Torre (este último lugar pertenecía a ese Segundo Partido de la Vega). En esa zona, antaño ocupadas por cultivos de vides, se encuentra desde 1994 el basurero de Málaga (CAM Los Ruices) y dada la naturaleza de su uso todo el entorno ha sufrido unas remociones y unos movimientos de tierra muy importantes. Tanto, que han desfigurado por completo un espacio que tardó millones de años en ser modelado.
Hemos encontrado en un callejero malagueño de 1939 donde se describen los partidos rurales malagueños, como existía una lagar de Chamizo en el Segundo Partido de la Vega. En el callejero al que hacemos referencia hemos encontrado esta descripción del partido Segundo de la Vega:
Segundo de la Vega
Principia en Teatinos, continuando por la Carretera de Antequera (lado izquierdo), Río de Campanillas, abajo, (margen izquierda) hasta el Puente de Campanillas, Camino Viejo de Ronda a Teatinos, nuevamente donde finaliza.
Estamos seguros de que se trataba del cortijo donde trabajaba la familia. Según recoge el callejero, a ese lagar se accedía por varios caminos, a saber: Camino de Antequera, Camino Vecinal de Campanillas y vereda particular. En esta hacienda, en esta propiedad, trabajaría el cabeza de familia en labores agrícolas, principalmente relacionadas con el cultivo y el cuidado de la vid. María Teresa, sobrina nieta de Andrés y verdadera artífice la búsqueda de Andrés, que ha venido recabando información y testimonios familiares sobre su tío abuelo, nos indica que según el recuerdo familiar que conserva y que le confió su abuela Isabel, la familia de Andrés era muy pobre y habían vivido un tiempo en la aldea de Colmenarejo, en una humilde choza, no muy lejos de la zona donde debía encontrarse el citado lagar. Este tipo de chozas eran muy comunes entre la gente pobre que vivía en el campo en todo el ámbito rural malagueño. Solían ser construcciones muy pobres realizadas con materiales muy humildes; unas paredes de piedra, de madera o de cañas y barro, solían sostener una sencilla cubierta hecha a base de cañas y haces de paja. El interior era tan humilde como el exterior, pues solía ser diáfano, sin servicios de aguas ni baño, ni nada parecido, con una dos yacijas compartidas por todos los miembros de la unidad familiar. Eran hogares muy húmedos y pobres, en los que se vivían en unas condiciones muy duras. En esos años el panorama en el mundo agrario malagueño era muy similar.
En la choza mencionada vivían el matrimonio Díaz Valderrama con sus nueve hijos, más los padres de Liboria. Estos eran los nombres de los niños: María, Antonio, Demófilo, Isabel, Liboria, Andrés, Concha, José y Dolores. Demófilo, que en griego significa “amigo del pueblo” (nombre utilizado como pseudónimo por el padre Antonio Machado, Antonio Machado Álvarez), era abuelo de María Teresa. Según ésta, a pesar de la pobreza y de la necesidad, era una familia fuertemente unida y se querían mucho.
En el Archivo Municipal de Málaga, cuyos técnicos han sido extraordinariamente diligentes en la búsqueda de información, nos han proporcionado los padrones de 1909 y 1910. En ellos aparece registrado Andrés con un año y dos años respectivamente, en el caserío de la hacienda Chamizo. Por ellos, entre otras cuestiones, sabemos que fue bautizado en la Iglesia de San Pablo antes de cumplir los dos años de edad, situada en el castizo barrio de La Trinidad. Sus hermanos y hermanas también recibieron el sagrado sacramento del Bautismo en el mismo templo.
En esos padrones sólo aparecen reflejados los siguientes hermanos: María, nacida en 1898; Antonio, nacido en 1901; Demófilo, nacido en 1903, Isabel, nacida en 1904; Libora, nacida en 1907; y Andrés, nacido en 1908. Creemos que los otros tres, Concha, José y Dolores, nacerían más tarde de 1910, de ahí que no vengan recogidos.
Desconocemos como transcurrió la infancia de Andrés Díaz, los detalles de su mocedad y juventud, pero a juzgar por la pobreza y humildad de su familia, debió empezar a trabajar siendo muy joven, casi desde que era un niño, en tareas agrícolas o cuidando animales. “Era lo típico en las familias pobres” según sentencia María Teresa. Y ciertamente, en aquella época a los niños se les asignaba la tarea de guardar unos pocos de cerdos o unas pocas de cabras.
Por la memoria familiar, vaporosa y difuminada por la transmisión oral y el inexorable paso del tiempo, pero a la que se aferra con fuerza irreductible la familia, sabemos que cuando era joven y se encontraba soltero residía en el número 17 de lo que es hoy la calle Manuel Rivadeneyra (según nos informaron en el Archivo Histórico Municipal de Málaga, esta calle no existe con esta denominación en el padrón hasta 1960), en la Colonia Obrera de Santa Inés. El traslado de parte de la familia a este lugar se realizó en una fecha todavía imprecisa e indeterminada. En esta vivienda residieron Antonio y Liboria, junto con los hijos que en aquel momento estaban solteros: Andrés, Concha y José, según la memoria familiar. El motivo seguramente fue porque Andrés -y quizás algunos miembros más de su familia- encontró trabajo como ladrillero en el tejar de la Colonia Obrera de Santa Inés, cuyas casas alquilaban a los mismos trabajadores.
En esa vivienda, que a día de hoy todavía se mantiene en pie y habitada, viva, debe resonar todavía el eco de los recuerdos de Andrés y su familia. Por documentación de finales de los años treinta y de primeros de los cuarenta, sabemos que cuando se produjo el golpe de Estado que provocó la Guerra Civil y dio al traste con este país, residía en calle Castilla, n.º 1 (en Portada Alta), ya casado con la joven malagueña Mercedes Hidalgo Flores. De ella, sobre la que volveremos en más ocasiones, sabemos que tenía un hermano pequeño, Dieguito, al que Andrés recuerda con cariño en una de sus cartas remitidas desde Alemania como prisionero de guerra del ejército alemán. Esa casa de calle Castilla n.º 1 se ha convertido en un bloque de viviendas donde aún reside parte de la familia de Mercedes.
Sabemos que Andrés trabajó durante muchos años en la fábrica de ladrillos de la Colonia Obrera de Santa Inés realizando labores y tareas muy duras. De esa importante industria ha llegado a nuestros días muy poco: una chimenea, una portada monumental, un edificio que de dispensario médico se transformó en biblioteca y una enorme charca. Se trata de la laguna de la Barreda, que tiene su origen en un espacio rebajado artificialmente para obtener arcilla cuyo destino era ser transformada en la fábrica y los hornos cercanos. Hoy día ese espacio se ha transformado en un parque forestal de unos 50.0000 metros cuadrados en cuyo interior se encuentra la laguna, con una capacidad aproximada de casi 15.000 metros cúbicos. El lugar acuna una gran biodiversidad representada por casi 100 especies de plantas, a las que se suma peces, diversos reptiles y una variopinta avifauna que se diversifica en épocas de emigración y que sonorizan el lugar.
La industria ladrillera tuvo su nacimiento en las últimas décadas del siglo XIX cuando los empresarios Francisco Viana Cárdenas y José María de Uribe montaron una fábrica de ladrillos entre los arroyos de las Cañas y de Teatinos, una zona donde abundaba la arcilla. Diez años después empleaba a casi dos centenares de trabajadores y producía una media de 20.000 ladrillos diarios. En 1892 contaba 22 hornos tejas y ladrillos y dos para cerámicas. Se producía también azulejos, elementos ornamentales de barro, figuras, jarrones...
A finales del XIX y dada su creciente importancia, comenzaron a construirse las primeras viviendas en las proximidades de la fábrica. Aunque en un plano de 1899 aparece con la denominación “Tejar de Viana Cárdenas”, el barrio recibiría el nombre de “Colonia Obrera de Santa Inés”, en honor a la esposa de José María de Uribe, la cubana Inés de Disdier. El arco que se conserva, si embargo, posee una imagen que representa a la santa mártir cristiana Inés, una joven romana que recibió el martirio y la muerte en época de Diocleciano.
En los años 20 del siglo pasado la industria fue adquirida por el conocido empresario Modesto Escobar Acosta. Fue él quien le dio el impulso definitivo modernizándola, ampliando la producción y diversificándola con la introducción de la fabricación de losetas, escaleras, objetos de decoración y mármoles. Para ello empleó también un aserradero para cortar mármol que situó en Coín, en el río Pereilas. Igualmente, dio un fuerte impulso al barrio obrero dotándolo de otros servicios.
La fábrica estuvo funcionando hasta 1990, cuando comenzó su desmantelamiento. La fiebre inmobiliaria y el cáncer del ladrillo hicieron desaparecer casi todos sus vestigios. Sólo se salvaron de la especulación y la corrupción que van unidas al mafioseo de la construcción una chimenea, una portada, un edificio que se transformó en la actual Biblioteca Pública Miguel de Cervantes y una construcción con forma de torre circular que suele confundirse con un depósito de aguas, pero que tan sólo era un almacén para las herramientas de la tejería. También se mantienen en pie algunas viviendas obreras edificadas con ladrillos de barro cocido que son pequeñas joyas arquitectónicas.
Para hacernos una idea de cómo era el trabajo y las circunstancias de la época y de entender las demandas obreras obreras de mejoras de aquellos momentos, hemos de recurrir a los testimonios del vecino José Vázquez, recogidos en un artículo del rotativo la Opinión de Málaga del día 10/10/2021, firmado por Alfonso Vázquez. Con unos nueve años, en 1926, José Vázquez empezó a trabajar en ella. Era un niño, tan sólo un chiquillo que acababa de mudar los dientes de leche. José apenas tuvo infancia pues fue víctima de la explotación laboral, empujado por la necesidad y por el hambre, como cientos de miles de niños brutalmente explotados en una España muy atrasada social y económicamente, dominada por los grandes terratenientes, la Iglesia y los grandes capitales. Una situación que las masas populares querían cambiar, querían revertir. Como él habría otros muchos niños en la fábrica en la misma situación, seguramente muchos hijos de los obreros adultos. Andrés Díaz Valderrama contaba por aquel entonces con 19 años de edad, pero desconocemos la fecha precisa en la que se trasladó a la Colonia y en la que empezó a trabajar en la fábrica.
Según relataba José Vázquez a La Opinión de Málaga, muchos de los ladrillos allí producidos fueron a parar a los edificios que componían la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 e incluso al entonces Protectorado Español de Marruecos.
Entre otras tareas, José Vázquez ocupaba la mayor parte de su tiempo laboral recogiendo arcilla con la que se componían los ladrillos, tejas… que eran cocidos en los hornos. José disponía con un burro al que se dirigía a “la charca”, la conocida hoy día como Laguna de la Barrera), donde extraía la arcilla y la cargaba en la burra. Junto a él habría muchos chiquillos desarrollando las mismas tareas. La arcilla se llevaba a la fábrica, donde se amasaba con los pies y los brazos.
Las condiciones laborales en aquellos años eran extremas. Recordaba José Vázquez que “Todo el mundo terminaba hecho polvo con los resfriados”, dado que en no pocas ocasiones se trabajaba con temperaturas bajo cero y al aire libre. Ese frío que le provocaba el contacto continuo y prolongado con la arcilla fría y húmeda, lo combatía José frotándose los muslos con orujo.
Según nos comenta María Teresa, su tío abuelo Andrés era un joven trabajador e idealista que soñaba un mundo mejor, más libre, más equitativo y más justo donde los obreros tuvieran unos salarios y unas condiciones de existencia dignos. Sus sentimientos políticos se canalizaron a través de la UGT, de la que era miembro. Es muy posible que en el ejercicio de sus tareas laborales se “contagiara” de las ideas de emancipación obrera y se sensibilizara por los derechos de las clases populares. Uno de sus hermanos mayores, Demófilo, era una persona que poseía unas fuertes convicciones obreras e incluso propugnaba esas ideas entre sus propios compañeros. Al parecer Demófilo era un buen hombre cargado de buenos sentimientos que siempre hizo el bien con todo aquel que pudo. Su nombre se encontraba en una de las listas para ser fusilado cuando Málaga fue tomada por los golpistas y a punto estuvo de serlo. Milagrosamente alguien intercedió por él y gracias a ello no acabó en la fosa del cementerio de San Rafael. Como señala María Teresa “...eran una familia guerrera, en el sentido de luchar por sus derechos…”.
Una de las particularidades de Andrés es que le gustaba mucho cantar y, al parecer, tenía muy buena voz. Este talento lo heredaron también algunos sobrinos. Estamos seguros de que Andrés nunca abandonó esa afición, que le seguramente le acompañó en el trabajo y le acompañaría en las trincheras, en los campos de concentración franceses, en las Compañías de Trabajadores Españoles...
No sabemos ni en qué momentos ni circunstancias conoció a la que sería su esposa, Mercedes Hidalgo Flores ¿Era hija o hermana de algún compañero de trabajo? Gracias al certificado de matrimonio de Andrés y Mercedes, sabemos cuando y dónde se casaron. El día siete de marzo de 1936, poco antes de que este país se fuera al traste, ambos contraían matrimonio en un juzgado de Málaga. En el certificado, que contenía un error en el segundo apellido de Mercedes más tarde subsanado, encontramos otros datos. Andrés y Mercedes tenían 27 años. Andrés aparece recogido con el oficio de jornalero, cuando sabemos que era ladrillero. En el documento aparece domiciliado en la calle Martínez Rivadeneyra (y no Manuel Rivadeneyra) de la Colonia Obrera de Santa Inés, junto a sus padres. Mercedes había nacido en Málaga el cuatro de marzo de 1909 y residía en el 1er Partido de la Vega, esto es, en la zona de Campanillas. Era hija de Antonio Hidalgo Santiago, natural de Totalán, en el pie de monte ajarqueño y de María Flores Jara, natural de Guaro, en la Sierra de las Nieves.
El juez municipal fue Remigio Moreno González y el secretario Francisco Álvarez de Toledo y Alba. Los testigos fueron Antonio Galiano Nieto, natural de Écija y jornalero, y Manuel Crespo Ramos, natural de Málaga y de profesión telefonista.
De la vida del matrimonio no conocemos mucho. Sabemos que se querían con locura y también que Mercedes tuvo un embarazo que desgraciadamente no llegó a término, por lo que la pareja, cuando aconteció el desastre del golpe de Estado y de la Guerra Civil, no tenía hijos.
GOLPE DE ESTADO
Y GUERRA CIVIL
El 18 de julio tuvo lugar el golpe de Estado, que fracasó de forma estrepitosa desencadenando la Guerra Civil Española, cuyas funestas consecuencias llegan a hoy día.
En Málaga, en manos de los republicanos, se asaltaron edificios públicos y viviendas de personas acaudaladas, se incendiaron casas, templos… Los tiroteos y ajustes de cuentas se sucedieron en la ciudad en los días y semanas siguientes, con un saldo de unas mil personas asesinadas o ejecutadas y cientos o miles de encarcelamientos. Uno de los primeros asesinados fue, casualmente, Modesto Escobar. El golpe le pilló en su finca de Moratán (Monda) y rápidamente se trasladó a su casa de la Colonia Obrera de Santa Inés, donde fue capturado. Al poco fue ejecutado sin juicio acusado de simpatizar con los golpistas. Mi abuelo Diego Guerra llegó a conocerlo. Decía que en el pueblo, en Monda, era muy apreciado porque daba muchos jornales a los mondeños para el mantenimiento de su finca de Moratán.
En medio de ese caos, el joven militar republicano Manuel Bautista Ávila, que en la actualidad tiene una plaza a su nombre en el barrio, y que fue nombrado delegado de la Colonia Obrera de Santa Inés y del Puerto de la Torre, trató por todos los medios de impedir más asesinatos y ajustes de cuentas. Al parecer logró salvar la vida de alrededor de una veintena de vecinos. Su vida fue corta pues, nacido en 1913, perdió la vida el 14 de noviembre de 1936, luchando con el Batallón México en la zona del pantano de El Chorro, siendo el responsable político de dicho batallón.
En los meses siguientes las autoridades lograron un mayor control sobre la situación, por lo que los asesinatos y ejecuciones disminuyeron drásticamente. Pero el daño irreparable estaba hecho. Uno de los encarcelados fue el joven fiscal de Málaga, Carlos Arias Navarro. Arias, que contaba con algunas amistades entre los republicanos, tuvo la suerte de que intercedieran por él y ser liberado. Tras la caída de Málaga en manos de los golpistas se convertiría en fiscal en los juicios en los que se procesaron a miles de republicanos demostrando una enorme falta de sensibilidad por la vida humana. Participó en los fusilamientos de más de 4.300 personas leales al gobierno de la II República. Estos hechos le granjearon el apodo de “Carnicerito de Málaga”.
Desconocemos por completo que ocurrió con la vida de Andrés en los meses que transcurren desde el golpe de Estado hasta la ocupación de Málaga por las tropas rebeldes. A primeros de 1937 los golpistas intensifican la presión sobre Málaga y la atacan desde distintos frentes (Estepona-Marbella, Ronda, Antequera, Zafarraya...). Las milicias republicanas, compuestas por soldados mal pertrechados, mal entrenados e indisciplinados, no sería capaz de hacer frente a un ejército bien avituallado y que contaba con material bélico moderno, el apoyo de la aviación y miles de soldados italianos.
La ciudad, que tenía un cuarto de millón de habitantes en las fechas previas a la guerra, había visto incrementada su población con casi cien mil personas más. Se trataba de refugiados que procedían de distintos puntos de la Andalucía occidental y que huían hacia el este conforme avanzaban los golpistas. La mayoría eran mujeres, niños y ancianos que apenas habían salido de sus pueblos. A medida que los frentes iban cayendo en manos del ejército alzado, fueron llegando refugiados. Los primeros provenían desde Sevilla y Córdoba y se alojaron en los edificios del Centro Histórico de Málaga y La Caleta. Peor suerte tuvieron los llegados desde los pueblos de la provincia que fueron tomados a partir de septiembre de 1936. Sus refugios fueron la Catedral, las iglesias o la fábrica de tabacos, viviendo en unas situaciones casi inhumanas. A ello se sumaban las enfermedades, los bombardeos continuos sobre la ciudad de Málaga de la aviación de los sublevados y la falta de abastecimientos y alimentos.
Ante la inminente caída de la ciudad en manos de los golpistas y el terror a la represión, a las sanguinarias tropas moras y a que fueran ciertas las incendiarias y aguardentosas declaraciones radiofónicas del general Queipo de Llano alentando el asesinato de malagueños y las violaciones de malagueñas por la tropa, la población malagueña huye desesperada y en masa por la carretera de la costa buscando refugio en la ciudad de Almería. El terror y miedo estaban completamente justificados pues el alcohólico general había llevado a cabo una sangrienta represión en Sevilla fusilando a miles de obreros y campesinos contrarios leales al gobierno de la II República.
Esto es lo que les traslada a la población malagueña el general Queipo de Llano en una de sus aguardentosas y crueles intervenciones radiofónicas:
“Nuestros
valientes Legionarios y Regulares han demostrado a los rojos
cobardes, lo que significa ser hombre de verdad. Y, a la vez, a sus
mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y
anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que
son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar
por mucho que berreen y pataleen”.
La Desbandá,
la masacre de la carretera de Málaga a Almería
Tras el colapso de los frentes de guerra y la retirada de los milicianos, Málaga quedaba desprotegida y a merced de los golpistas. El miedo a caer en manos de las sanguinarias tropas moras, de las sangrientas represalias… movieron a centenares de miles de personas y familias a huir a pie hacia la ciudad de Almería.
El historiador, ensayista y periodista Arthur Koesstler, que era corresponsal del rotativo Daily Worker, describía de la siguiente forma la situación en Málaga:
“Hacia las dos de la tarde comienza el éxodo desde Málaga. La carretera es un río de camiones, coches, mulas, carros, gentes asustadas que riñen entre ellas. Esta riada lo chupa y arrastra todo: civiles, milicianos desertores, el gobernador civil, algunos oficiales del Estado Mayor. Corren algunos extraños rumores por Málaga; que los rebeldes han ocupado ya Vélez, la siguiente población hacia el este, a unos cincuenta kilómetros; el río de refugiados se dirige a una trampa mortal. Según otro rumor, la carretera está todavía abierta pero bajo el fuego de los barcos de guerra y de aviones que ametrallan a los refugiados. Nada, entonces, puede ya detener al río: fluye y fluye, y se alimenta sin cesar de los arroyos del miedo”.
La familia de Andrés fue una de ellas. Él se encargó de organizar la huida con su madre, su hermana Concha y su hermano José, según los recuerdos familiares conservados por María Teresa. Pero a los pocos kilómetros de iniciar el éxodo hacia Almería, Andrés se dio cuenta de que las condiciones de la marcha podían acabar con la vida de su madre, ya muy mayor, y de su hermano José, ciego y que necesitaba ayuda para caminar. Ante tal situación y viendo que podrían morir durante la huida, decidió mandarlos a casa y continuar él solo el camino a Almería.
No dejemos de recordar que durante la Desbandá se cometió el crimen contra población civil más cobarde, más atroz y más sangriento de la Guerra Civil Española, perpetrado por las fuerzas golpistas. Efectivamente, durante varios días el crucero Baleares, al mando del ferroleño Manuel Vierna Velando; el crucero Canarias, al mando del gaditano Francisco Bastarreche Díez de Bulnes y el crucero Almirante Cervera, al mando del ferroleño Salvador Moreno Fernández estuvieron masacrando desde la línea de costa a los cientos de miles de desdichados que huían buscando refugio en Almería. Desde las alturas un infierno de fuego y metralla caía del cielo sobre la población huida: la aviación franquista, alemana e italiana acribillan a los refugiados… Miles de niños, ancianos y mujeres fueron asesinados por el camino. Las cifras oscilan entre los cinco y diez mil asesinados. Junto a ellos un incontable número de personas recibieron heridas de diversa consideración.
Por si queda alguna duda de la sanguinaria y cobarde acción rebelde sobre la masa de civiles que huían, traigamos a colación las manifestaciones radiofónica del general rebelde Queipo de Llano, que relataba así estos acontecimientos el nueve de febrero, en sus conocidas alocuciones de radio:
“Alos tres cuartos de hora de tomar la ciudad, una parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra aviación que bombardeó, incendiando algunos camiones”.
A pesar de los sanguinarios y cobardes asaltos de la aviación y de los buques rebeldes, Andrés consiguió llegar a Almería sano y salvo, con la intención de incorporarse al ejército de la II República y luchar por ella, aunque las tropas golpistas llegaron incluso a bombardear Almería, llena de refugiados. Por otra parte, su afiliación a la UGT le podía haber costado la vida de haberse quedado en Málaga. Desde aquel fatídico seis o siete de febrero de 1937 en que se despidió de su madre y de su hermano, ya no volverían a verse jamás…
Los testimonios que se conservan de los supervivientes de la Desbandá, muchos de ellos niños de muy pocos años en aquellos momentos, son de una brutalidad verdaderamente trágica y desgarradora.
Pero ¿Y Mercedes? ¿Porqué no le acompañó en la huida? Algo que inicialmente nos extrañó es que Mercedes no huyera con él en la Desbandá. La familia no conoce los motivos pero es muy posible que decidiera quedarse para cuidar a algún familiar mayor que no podría valerse por si mismo, quizás su padre o su madre. Desde el momento en que se despidieron, Mercedes y Andrés ya nunca más volverían a verse…
Andrés Díaz Valderrama, combatiente por la libertad.
Del Batallón Martínez Barrio a La 218ª Brigada Mixta
A partir de la separación en la Desbandá, la familia no sabe nada de Andrés en su breve periplo como refugiado. Es posible que llegado a Almería lo enviaran a alguna población levantina y desde allí accediera al Ejército Popular de la II República.
Los vacíos documentales y de la memoria nos obligan a dar saltos cronológicos a veces muy amplios. Por el CHMD sabemos que el día uno de abril de 1937 Andrés se encontraba domiciliado en calle Libreros de Valencia, a dónde había llegado en su huida desde Málaga. Se alistó como miliciano al batallón Martínez Barrio núm. 4, perteneciente a la 38 Brigada Mixta de la 5ª División.
Esta unidad fue formada en diciembre de 1936 a base de la llamada “columna Perea”, recibiendo inicialmente la denominación de Brigada Mixta “Z”. En enero de 1937 se encontraba en Pozuelo de Alarcón, pero fue transferida a la Casa de Campo donde se le encomendó la defensa del Puente de los Franceses. Hasta junio de ese mismo año no participó en operaciones bélicas de relevancia, fecha en la que pasó de la 5ª a la 17ª División.
No sabemos hasta que fechas estuvo Andrés en este batallón ni si llegó a combatir en Pozuelo de Alarcón o en la Casa de Campo. Lo que sabemos es que más tarde pasó a formar parte de la 4ª Compañía de ametralladoras del Batallón 872 de la 218ª Brigada Mixta. Pero no sabemos como llegó a esta brigada, tampoco si iba con otros amigos o conocidos procedentes de Málaga ni en qué fecha exacta.
Siguiendo a Carlos Engel, especialista en historia militar y autor de “Historia de las Brigadas Mixtas del Ejército Popular de la República 1936-1939”. Se creó en Ciudad Real el 24 de agosto de 1937 y se integró en la 68ª División del XX Cuerpo de Ejército, aunque no estuvo en disposición de ser empleada meses después, hasta noviembre. Se formó con mozos de las quintas de 1930, 1937 y 1938. Desconocemos en qué circunstancias se incorporó a la misma el protagonista de este relato.
En diciembre de 1938 la 218ª Brigada Mixta fue destinada al frente de Teruel. En esta cruenta batalla también participó el universal poeta Miguel Hernández que dejó, entre otros, el poema de El soldado y la nieve:
El soldado y la nieve
Diciembre ha congelado su aliento de dos filos,
y lo resopla desde los cielos congelados,
como una llama seca desarrollada en hilos,
como una larga ruina que ataca a los soldados.
Nieve donde el caballo que impone sus pisadas
es una soledad de galopante luto.
Nieve de uñas cernidas, de garras derribadas,
de celeste maldad, de desprecio absoluto.
Muerde, tala, traspasa como un tremendo hachazo,
con un hacha de mármol encarnizado y leve.
Desciende, se derrama como un deshecho abrazo
de precipicios y alas, de soledad y nieve.
Esta agresión que parte del centro del invierno,
hambre cruda, cansada de tener hambre y frío,
amenaza al desnudo con un rencor eterno,
blanco, mortal, hambriento, silencioso, sombrío.
Quiere
aplacar las fraguas, los odios, las hogueras,
quiere cegar los mares, sepultar los amores:
y se va elevando lentas y diáfanas barreras,
estatuas silenciosas y vidrios agresores.
Que
se derrame a chorros el corazón de lana
de tantos almacenes y
talleres textiles,
para cubrir los cuerpos que queman la
mañana
con la voz, la mirada, los pies y los fusiles.
Ropa
para los cuerpos que pueden ir desnudos,
que pueden ir vestidos
de escarchas y de hielos:
de piedra enjuta contra los picotazos
rudos,
las mordeduras pálidas y los pálidos vuelos.
Ropa
para los cuerpos que rechazan callados
los ataques más blancos
con los huesos más rojos.
Porque tienen el hueso solar estos
soldados,
y porque son hogueras con pisadas, con ojos.
La
frialdad se abalanza, la muerte se deshoja,
el clamor que no
suena, pero que escucho, llueve.
Sobre la nieve blanca, la vida
roja y roja
hace la nieve cálida, siembra fuego en la nieve.
Tan
decididamente son el cristal de roca
que sólo el fuego, sólo
la llama cristaliza,
que atacan con el pómulo nevado, con la
boca,
y vuelven cuanto atacan recuerdos de ceniza.
Volviendo al relato principal, el 14 de diciembre la 218ª Brigada Mixta lanzó su ataque contra el Puerto de Villastar, logrando conquistarlo dos días más tarde y formando una bolsa cuya limpieza le fue asignada. El 19 ocupó Castralbo y El Castellar y, el 21, se lanzó en primer escalón al asalto de Teruel ocupando el flanco izquierdo. Fue una de las primeras unidades en entrar en la ciudad, pero resultó tan quebrantada que tuvo que ser retirada a Cueva de Valverde y Sarrión para reponer efectivos.
El 30 de diciembre relevó a fuerzas de la 11ª División en Concud que perdió al día siguiente, retirándose a Teruel. Fue enviada entonces a Extremadura para una reorganización en profundidad, pero, el 17 de febrero de 1938, volvía a hallarse en el frente de Teruel.
Andrés fue una de las bajas de esa batalla. Sabemos que el dos de enero de 1938 ingresó en el Hospital Militar de Valencia, concretamente en la sala 24, donde le fue asignada la cama 372. En el documento de ingreso no se especifica claramente el motivo de la hospitalización, sólo se recoge en el diagnóstico la palabra “enfermo”. Por ese mismo documento sabemos que era el delegado de su compañía. El día 15 de ese mismo mes recibió el alta con la prescripción de recibir curas y medicinas. En el documento de alta se recoge otros nombres de otros pacientes y en el encabezamiento del mismo se indica “Relación nominal de los heridos y enfermos dados de alta en el día de la fecha”. A Andrés se le ingresa como enfermo, no como herido en acción de guerra. Desconocemos que dolencia o afección le hizo ingresar en el hospital, pero debió ser grave como para estar casi dos semanas ingresado.
Algunos días después de haber sido dado de alta, concretamente el día 24 de enero de 1938, fue asignado como enfermero en Valencia a través del Sindicato de Enfermeras de la UGT y destinado a la Clínica Militar n.º 18 “Facultad de Medicina”. Nos parece extraño y no hallamos explicación a que un trabajador del ladrillo reciclado en combatiente pasara a formar parte como enfermero del sistema sanitario de guerra. Quizás necesitara unos meses alejado del frente y le buscaron este destino.
Desconocemos donde se ubicaba la Clínica Militar n.º 18 “Facultad de Medicina”. En la ciudad de Valencia y en sus alrededores se llegaron a habilitar hasta nueve hospitales de sangre, a saber: el Hospital “Blanquer”, el Hospital “Pasionaria”, el Hospital de Sangre de Izquierda Republicana, el Hospital de Sangre de la Cruz Roja y los hospitales de sangre de Binmaclet, Benimàmet, Nazaret, Mislata y Burjassot.
No sabemos el tiempo que pasó Andrés en este destino pero en una fecha que no hemos podido determinar se incorporaría nuevamente a la 218ª Brigada Mixta.
Poco más adelante y ante el avance de las fuerzas golpistas por tierras aragonesas, el 26 de marzo de 1938 la 218ª Brigada Mixta es llevada al frente del norte del Ebro, donde se integra en la 34ª División del XI Cuerpo de Ejército en el sector de Tremp. Andrés luchó junto con sus compañeros en la mítica batalla del Ebro haciendo frente con valor al ejército golpista. Pero la superioridad armamentística y militar de los sublevados acabó por imponerse y decantar el resultado a su favor. Al consumarse el corte de la zona republicana en dos, la 218ª Brigada Mixta permaneció en el sector de Sort, aunque fue utilizada para una operación de formar una contracabeza de puente en Serós el 7 de noviembre.
Una pequeña nota antes de continuar. Un hermano de Isabel, la abuela de María Teresa, fue reclutado por la fuerza a la edad de 19 años por los golpistas. Este joven combatió en la batalla del Ebro con el ejército sublevado y murió en ese frente de guerra. La familia fue informada por carta y nunca supieron donde fue a parar su cuerpo que, lo más probable, es que se perdiera en la confusión de una fosa común. Se llamaba Francisco Macías Berlanga y había nacido en el malagueño pueblo de Casarabonela.
De
las pocas noticias familiares que tenemos en estas fechas es que
Concha, la hermana de Andrés, en 1938 había dado a luz a su hija
Manoli. Ni corta ni perezosa le hizo una foto y se la envió al
hermano para que conociese a su sobrina recién nacida. Si le llegó
la carta y la foto, debió de emocionarse muchísimo. Igualmente una triste noticia aconteció a la familia ese mismo año: Liboria, hermana de Andrés, falleció en un difícil parto.
Al mes siguiente volvemos a encontrar una pista documental de Andrés, concretamente en el Diario Oficial del Ministerio de Defensa Nacional n.º 321 de 07 de diciembre de 1938 , donde se publica el ascenso de cabo a sargento de Andrés Díaz, que continúa combatiendo en la misma Brigada Mixta. El ascenso debió serle otorgado por haberse destacado en el combate y en las acciones bélicas.
Siguiendo con la 218ª Brigada Mixta, al comienzo de la ofensiva nacional sobre Cataluña, en el mes de diciembre se hallaba cubriendo un sector del frente de la cabeza de puente de Balaguer, donde resistió tenazmente y donde sufrió numerosas bajas. El 2 de enero de 1939 se trasladó de Ceró a Boixols para relevar a la 104ª Brigada Mixta, pero se hallaba muy mermada, hasta el punto que en su retirada hacia la frontera de Andorra cesó de dejar rastro...
TERRA IGNOTA.
REFUGIADO EN FRANCIA.
PRIVADO DE LIBERTAD POR LOS FRANCESES Y POR LOS ALEMANES
Por documentos que se conservan en la OFPRA (Oficina Francesa de Protección a los Refugiados y Apátridas), en Francia, tenemos conocimiento de que Andrés cruzó los Pirineos junto con medio millón de refugiados en febrero de 1939 en aquel desastre humano y humanitario conocido como La Retirada, tras la muerte definitiva de la II República. Pero no se señala ni fecha ni campo de destino. A partir de ahí entramos en terra ignota. A Andrés le pasa algo parecido a lo que le ocurre al Guadiana. Su huella documental desaparece una vez cruzados los Pirineos en febrero de 1939 y no emerge hasta su detención en la primavera del año siguiente por los alemanes, que habían invadido Francia.
Hemos consultado numerosos archivos, asociaciones e investigadores pero por el momento no tenemos ningún dato de como transcurrió ese año en Francia. Ni en los campos en los que estuvo ni en la Compañía de Trabajadores Españoles en la que lo encuadraron. Sólo podemos hacer elucubraciones, pero no desfallecemos en seguir buscando sus pistas.
Andrés Díaz Valderrama era combatiente republicano, militar con grado de sargento, y como tal, debió entregar las armas en la frontera francesa a las autoridades galas. Como miles y miles de soldados derrotados. Posteriormente, y junto con miles de compañeros, sería llevado a uno de los grandes campos del Rosellón francés como Argelès sur Mer, Saint Cyprien o Bacarés. Unos enormes espacios a cielo abierto en las gélidas arenas de las playas que miraban al Mediterrráneo y acotadas por alambradas de espino. En aquellos infectos lugares, sin higienes, sin alimentos, sin cuidados médicos, sin instalaciones en las que pasar la noche… murieron miles de españoles. Posteriormente fueron siendo distribuidos por distintos campos que se fueron abriendo o acondicionando al norte de los Pirineos y en distintos departamentos, como Le Vernet, Gurs…
Como decíamos, desconocemos por completo a qué campo o campos fue a parar Andrés. Lo que si parece claro a juzgar por las circunstancias de su detención, es que a finales de 1939 se incorporara a una CTE, una Compañía de Trabajadores Españoles organizadas por las autoridades francesas. Al invadir Hitler Polonia en septiembre de 1939, Francia e Inglaterra declararon la guerra a Alemania. Las autoridades galas, que inicialmente querían expulsar a los españoles por el costo de su mantenimiento y por miedo a contagios ideológicos, vieron en ellos una oportunidad en forma de mano de trabajo barata. Al precipitarse las circunstancias ofrecieron a los españoles o volver forzosamente a su tierra o aceptar otras alternativas: incorporarse al ejército francés (Batallones de Marcha, Legión Extranjera) o a algunas de las CTE para realizar obras de reforzamiento de la Línea Maginot y otras obras para defender el territorio frente a los alemanes. No olvidemos que tras años de guerra, muchos españoles conocían bien el manejo de las armas y tenían bastante experiencia bélica. A pesar de su juventud, ya eran perros viejos en estos asuntos. Pero realmente pocos fueron los que eligieron el alistarse en el ejército francés. La mayoría optó por incorporarse a las CTE y lo más probable es que Andrés también.
Prisionero de guerra en
el Stalag VD de Estrasburgo
Andrés, junto con miles de españoles y decenas de miles de soldados franceses, fue capturado en la bolsa de los Vosgos, hacia el 22 de junio de 1940, y trasladado como prisionero de guerra al Stammlager (Stalag) VD de Estrasburgo. Este campo de prisioneros se encontraba distribuido en diversas instalaciones en esta ciudad, que incluía viejos cuarteles e incluso el campo de fútbol de La Meinau (inaugurado en 1906 y aún en activo). Alemania distribuyó al más del millón de prisioneros de guerra que tuvo en diferentes campos de prisioneros de guerra distribuidos por todo el territorio del III Reich. Hay que apostillar que no eran campos de concentración, sino de prisioneros de guerra.
A cada prisionero se le abría una ficha y se le asignaba un número. A Andrés le tocó el 2596. Por los testimonios de otros supervivientes sabemos que la vida en los stalags era dura, muy dura y la comida escasa y mala, pero por su condición de prisionero de guerra sería tratado siguiendo más o menos los tratados internacionales. Allí pasó varios meses, junto a otros españoles, como Pedro Sánchez Muñoz y su hijo Pedro Sánchez Moreno, con los que coincidiría en varios transportes.
El deportado Marcelino Bilbao, en sus memorias (Bilbao en Mauthausen), recuerda su llegada al campo de fútbol de La Meinau:
Miles de soldados fuimos agolpándonos en el estadio de fútbol: los primeros en llegar, en las tribunas, y el resto, a medida que estas se abarrotaban, sobre el terreno de juego. En general las condiciones de presidio fueron malas, porque pasamos mucha miseria y nos mataban de hambre. No fueron pocos los compañeros que, desesperados, encendieron improvisados fuegos para cocer las hojas de los árboles y comérselas con las manos. ¡E incluso hubo quien se atrevió con el césped del terreno de juego! Hasta que algunos días más tarde los alemanes trajeron un camión lleno de panes amarillentos, como si estuvieran podridos.
Sabemos que Andrés mantuvo correspondencia con su esposa, Mercedes Hidalgo, y muy posiblemente con su familia. En el archivo de Düsseldorf se conserva un expediente donde se encuentra una de sus cartas. Esta tiene fecha de de dos de julio de 1940, pero sello de remisión desde Alemanica de Munich, con fecha 27 de julio de 1940. Pudimos localizarla gracias al investigador Antonio Muñoz Sánchez, que tuvo ocasión de verla y fotografiarla en su visita al Archivo de Düsseldorf. La carta la reproducimos a continuación:
Anverso:
Alemania 2 Julio del 1940
Querida Esposa
me alegrare que al rrecibo
de esta te alles bien de salud
en compañía de nuestra
familia yo quedo bien
por la precente
Mercedes esta es para que
tu sepas de mi paradero
pero no te mando las señas
hasta que este en un sitio
fijo de forma que lla lo sabes.
Mercedes tu no te preocupes
que yo estoy mejor que antes
se portan muy bien con nosotros en fin en otra
sere mas estenso y sin mas
por el momento se despide
de tie tu Esposo con todo el
cariño y un abraso muy
fuerte este tuyo
Andres Diez
Reverso:
Recuerdo para toda la
familia y para Diegito
y para tu pañoleta
que me acuerdo mucho
de ella adios mi vida adios
A los prisioneros no se les permitía dar muchos detalles de los lugares donde se encontraban y las cartas no solían ser muy extensas. Andrés, en la misma línea que otros prisioneros, trataba de ahorrar sufrimiento a su esposa y familia queriéndoles transmitir que se encontraba bien. Lo cierto es que en los campos de prisioneros las condiciones eran muy duras. Desconocemos por completo como pasó Andrés estos meses en este campo de prisioneros.
Hacia finales de ese año la Gestapo, la temida policía nazi, llegó al campo de prisioneros y empezó a interrogar a los españoles. Según el testimonio de los deportados españoles supervivientes, las cosas empezaron a ponerse muy feas para ellos. Patricio Serrano, que era uno de los republicanos, recuerda en un testimonio ofrecido a Mariano Constante y a M. Razola en TRIÁNGULOAZUL. LOS REPUBLICANOS ESPAÑOLES DE MAUTHAUSEN, que:
“A primeros de diciembre, la Gestapo instaló oficinas. Interrogó uno a uno a todos los antiguos combatientes de la República española, diciéndonos que seríamos enviados a trabajar a las minas y asegurándonos que, si nuestra conducta era buena, podríamos regresar a nuestro país”.
Todo era una gran mentira. Lo que realmente buscaba la Gestapo era identificar a los republicanos españoles y trasladarlos a un campo de concentración, arrebatándoles su condición legal de prisioneros de guerra. La Gestapo seguía la orden dimanada del Departamento Central de Seguridad del Reich en la que se ordenaba que los españoles de los campos de prisioneros fueran llevados a campos de concentración. Esa orden se dio el 25 de septiembre de 1940, días después de la visita del Ministro franquista y cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer, un destacado filonazi del régimen dictatorial español...
La España de Franco, en connivencia con los alemanes, se había desentendido de ellos y la Francia de Pétain, al no ser franceses, a pesar de haber sido movilizados en las CTE para obras militares y apoyo al ejército francés, también había pasado de ellos. Hitler le iba a hacer el trabajo sucio a Franco en tanto en cuanto los iba a trasladar a los campos de concentración del III Reich, especialmente al de Mauthausen, para exterminarlos, para hacerlos desaparecer.
De tal suerte el 11 de diciembre de 1940 la Gestapo hizo formar a todos los españoles en un campo de fútbol en Estrasburgo, posiblemente en Le Meinau, bajo una lluvia torrencial. Seguidamente fueron conducidos a la estación de tren bajo un fuerte dispositivo de seguridad: a punta de ametralladora y escoltados por feroces perros. En la estación fueron introducidos en vagones de transporte de animales, apretujados como bestias sin medidas higiénicas, aseos, alimento... Así lo recordaba el mismo Patricio en el mismo libro:
“El 11 de diciembre, se hizo formar todo el contingente español y lo rodearon SS armados de metralletas y acompañados de perros lobos. Tuvimos que cruzar toda la ciudad hasta la estación. Todo el mundo nos miraba, pero no sabíamos si era con odio o con compasión. Nos hicieron subir en vagones de tercera clase herméticamente cerrados, y así atravesamos Alemania, pasando por Stuttgart y Nuremberg.”
Este convoy estaba formado por unos 847 prisioneros republicanos españoles que llegaron a Mauhtausen el 13 de diciembre de 1940. De ellos morirán en el campo de concentración 499 españoles… ¿Adónde se dirigían? No lo tenían muy claro. Unos pensaban que los llevaban a tierras francesas, otros que los llevaban a otros campos… ninguno pudo imaginarse de verdad el destino que les esperaba.
MAUTHAUSEN.
LLAMANDO A LAS PUERTAS DEL INFIERNO
La llegada a la estación de Mauthausen siempre se ha quedado grabada a fuego entre los deportados supervivientes por el fuerte impacto que les causó y el tremendo maltrato que empezaron a recibir.
El calaceitano Raimundo Suñer iba en ese tren y en sus memorias, DE CALACEITE A MAUTHAUSEN, plasmó sus recuerdos del trayecto en tren y la llegada a la estación de Mauthausen:
“Durante
el trayecto de veintiséis horas no nos dejaron bajar. De
tanto
en tanto soltaban una ráfaga de ametralladora, seguramente para
darnos miedo. Llegamos por fin sobre las diez de la noche a nuestro
destino. Íbamos medio adormilados y el vagón donde yo
iba, al
ser un tren muy largo, ya no cupo en el andén y al bajar se caía en
una especie de acequia. Al parar el tren se abrieron las puertas y se
desencadenó un griterío enorme”.
El deportado superviviente alicantino José Jornet en una entrevista al diario ABC el 04/08/2001, así lo recordaba:
“Llegamos a la una y media de la madrugada del 13 de diciembre de 1940. Había una nevada espectacular. Conforme descendíamos de los vagones nos molían a palos, los perros nos mordían y así seguimos hasta la cima de un monte. En el camino se quedaron tres o cuatro muertos. Si te parabas a ayudar a algún camarada te pegaban con palos y los fusiles en la cabeza. Te la rompían porque el que caía al suelo ya no se levantaba. Lo remataban allí mismo”.
A pesar de la divergencia en la percepción de los horarios, ambos deportados marchaban en el mismo convoy. Efectivamente. En la estación les esperaban los SS (Schutzstaffe) con sus ametralladoras y perros. A base de palos, insultos y mordiscos de perros los bajaron de los vagones y les hicieron formar. A la carrera, entre la nieve, los llevaron hasta una colina cercana en la que se vislumbraba el campo de concentración de Mauthausen. Franqueada la entrada se les hizo formar en la plaza del campo, la appelplatz o plaza de la llamada. En ese momento las autoridades del campo dirigirían unas palabras a los nuevos prisioneros. Andrés pasaría por las mismas vicisitudes. Miedo, hambre, frío, insultos, golpes...
Estas autoridades estaban divididas básicamente en dos, los oficiales nazis, que administraban el campo desde el exterior y los kapos, presos comunes y criminales que habían ganado la confianza de los nazis y a los que les otorgaron el orden y la vigilancia interna del campo. Fue en manos de los capos en las que murieron la mayoría de los prisioneros, que solían ser más brutales que los propios oficiales nazis.
En la appelplatz les informaban de lo que les esperaba en adelante y de que la única forma de ser liberado sería la muerte. Les señalaban la chimenea del crematorio, con su pomposa humareda perenne, como la única salida del campo. Algunos, según los testimonios de los supervivientes, no salían de su sorpresa, no se lo podían creer.
A renglón seguido comenzaba el proceso de despersonalización y deshumanización de los prisioneros y su transformación en meros números. El joven malagueño al que le gustaba cantar, Andrés Díaz, al igual que el resto, fue obligado a desvestirse, a quedarse como su madre lo trajo al mundo en mitad de aquel frío cuasi infernal, y a despojarse de todo cuanto llevara encima que no le hubieran robado antes: fotos, cartas de Mercedes, efectos personales... A continuación los prisioneros fueron metidos por grupos en las duchas, donde los recibían con baños alternos de agua fría e hirviendo, para mayor crueldad y diversión de los captores. Poco después otros prisioneros más veteranos se ocuparon de rasurarle absolutamente todo el pelo del cuerpo con cuchillas infectas y melladas que arañaban la piel. El proceso continuaba con la aplicación mediante una gran brocha de un líquido desinfectante que les quemaba la piel, amplificando el dolor las heridas y arañazos provocados previamente por las cuchillas. Después se repartía entre los presos el drillich o “pijama”, como lo llamaban. Un fino uniforme a rayas, con una gastada gorra y unos incómodos zuecos de madera. Normalmente las tallas no coincidían y entre los mismos prisioneros debían apañarse intercambiando prendas. Se trataba de uniformes usados por otros presos asesinados y en no pocas ocasiones tenían manchas de sangre o agujeros de balas…
Todo este proceso se hacía bajo la estrecha vigilancia de los kapos, que armados con palos y con barras no dudaban en apalear a los prisioneros cuando lo estimaran oportuno.
A cada prisionero se le asignaba un número. Ese sería su nombre en adelante y a él debía atender en alemán. No conocerlo o no identificarse por él le podía costar una gran paliza, e incluso la muerte. En el universo concentracionario nazi, que se organizaba en varios tipos de campos, los prisioneros recibían un triángulo de distinto color en función de su naturaleza: para los presos políticos era rojo; para los homosexuales, rosa; para los criminales comunes, verde; dos triángulos amarillos que formaban la estrella de David, para los judíos… Dentro de cada triángulo se insertaba la primera letra del país de origen. Para los españoles estaba reservado el triángulo azul con una “S” en el medio. El color azul estaba destinado a los apátridas. Una total incongruencia que se explica porque los republicanos españoles fueron abandonados por Francia y por España. Eran apátridas, pero con patria…
Los prisioneros tenían prohibido escribir a sus familias y recibir correspondencia. No fue hasta años después en que se permitió mantener contacto epistolar con los seres queridos, pero mediante cartas muy breves, censuradas y muy puntuales.
Andrés recibió el número 4745, en adelante su nombre a todos los efectos. En el mismo convoy de Andrés iban muchos otros malagueños, entre ellos se encontraban los ardaleños Joaquín Cantalejo Sánchez y Pedro Sánchez Muñoz, al que acompañaba su hijo nacido en el barrio de La Trinidad de Málaga, Pedro Sánchez Moreno, el único malagueño del famoso Kommando Poschacher. Padre e hijo se habían destacado notablemente en la lucha por los derechos obreros en Málaga.
Las condiciones del campo de Mauthausen eran terribles. Interiormente disponía de varios barracones donde se agolpaban los miles de prisioneros en unas condiciones inenarrables: sin higiene, sin apenas camas… Pero también sin recursos médicos y sin apenas alimentos. Los prisioneros comían tres veces al día, por la mañana un chusco de pan con un café que era más agua sucia que otra cosa; al medio día, una sopa aguada donde flotaba algún trozo de nabo o de patata; y por la noche un trocito de pan con una pequeña rodaja de salchichón… La falta de alimentación debilitaba a los prisioneros, que extenuados por un trabajo duro e intenso, morían por miles. El orden y la organización dentro del campo, como hemos señalado, estaba en manos de los kapos, que también organizaban los kommandos de trabajo y que tenían potestad sobre la vida de los prisioneros. Miles de prisioneros fueron asesinados por ellos mismos.
El campo de concentración de Mauthausen se había construido en un lugar y con un fin determinados. La abundancia de granito en la zona había sido el motivo principal. Se trataba de una roca muy rentable para la construcción, para la pavimentación, para la creación de infraestructuras… y el III Reich necesitaba de grandes cantidades para llevar a cabo las faraónicas obras que había planificado la mente enferma de Adolf Hitler.
Por tanto, la actividad principal de este campo fue la de extracción de roca en la cantera Wienergraven, que se encontraba a pocos metros. Casi todos los españoles pasaron por esta cantera a la que se bajaba por una rampa escalonada que pasados los años se dotó con una escalera con 186 peldaños. El trabajo en la cantera era muy duro, en jornadas muy largas (12-14 horas) y casi todos los días de la semana. Aunque se desarrollaban otras tareas (mantenimiento del campo, construcción de valla perimetral, pavimentación de la appelplatz…, la actividad de la cantera era la que más prisioneros demandaba.
Estamos casi seguros de que Andrés Díaz, al igual que la mayoría de españoles, estuvo trabajando en la cantera padeciendo unas horribles condiciones. Por eso creemos que cuando se le ofreció la oportunidad a los prisioneros de trasladarse al subcampo dependiente de Gusen el 17 de febrero de 1941, muchos aceptaron pensando que no podría ser peor que el campo matriz. Se equivocaron...
GUSEN
EL MATADERO
El subcampo de Gusen distaba cuatro o cinco kilómetros del campo principal de Mauthausen. También estaba destinado a la explotación del granito, donde destacaba la cantera de Kastelhofen, y en sus instalaciones se estaba construyendo un gran edificio que no era sino un molino para machacar parte de la piedra extraída cuyos profundos y siniestros cimientos eran conocidos por los españoles como el “Pozo”.
Las condiciones, como se acabarían de dar cuenta los desengañados prisioneros, eran mucho más extremas en Gusen: más hambre, mayor maltrato, peores condiciones... Lo que buscaban los nazis con estas redistribuciones de prisioneros era dejar espacio libre en el campo matriz de Mauthausen para la llegada de “carne fresca”, de nuevos prisioneros a los que estrujar y explotar laboralmente. Los enviados a Gusen, normalmente los más cansados y menos productivos, los más enfermos o más debilitados, iban camino de una muerte segura.
Ese 17 de febrero de 1941 se encaminaban hacia Gusen unos 1.100 españoles. Se trataba de uno de los grupos más numerosos que fueron trasladados a este siniestro subcampo. Entre ellos se encontraban otros malagueños como los hermanos panochos Gonzalo y Francisco Granados Ortiz, hijos de “Frasquito el Molinero”. Ambos fueron asesinados en deportación, Francisco en el castillo de Hartheim el día 19/12/1941 y Gonzalo el 26/10/1941. Los malagueños Eduardo Brandi Martí, asesinado el 27/11/1942; Diego José de la Cruz Domínguez, asesinado en el castillo de Hartheim el 25/09/1941; Luís García López, asesinado el 25/09/1941; Pedro Gómez Carriolo, liberado el 05/05/1945; José Gutiérrez López, liberado el 05/05/1945; Rafael Montilla Vaquero, asesinado el 25/11/1941.
También iban en ese grupo los mencionados Pedro Sánchez Muñoz y su hijo Pedro Sánchez Moreno, a los que acompañaba Rafael Castillo Díaz, un joven de Almería que se había apuntado al grupo porque su padre, José Castillo Herrería, había sido seleccionado por los nazis para su traslado a Gusen y su hijo no quería dejarlo solo, como es natural. José murió esa misma noche y Rafael hubo de partir solo a Gusen. A la postre Pedro Sánchez Moreno y Rafael se harían muy buenos amigos dentro y fuera del campo. Casualmente los dos Pedros y Andrés fueron a parar al Block n.º 6, como hemos podido comprobar por los documentos del International Tracing Service de Bad Arolsen. Y estamos seguros de que se conocían e incluso sospechamos que estuvieron en la misma CTE, la 106, pero no tenemos la certeza absoluta. En el subcampo de Gusen Andrés recibió el n.º 10733, Pedro Sánchez Muñoz el n.º 10728 y su hijo Pedro Sánchez Moreno el n.º 10734...
El subcampo de Gusen se extendía por una explanada de unos 400 metros de largo en cuya izquierda se encontraban unos 32 barracones siniestramente pintados en negro y en las inmediaciones del campo se encontraba la cantera. A principios de 1941, cuando llegaron los primeros españoles, estaba cerrado por una alambrada de espino electrificada y vigilado por varias torretas de madera. Con el tiempo se cerraría con un muro de tres metros de altura y se dotaría de torres edificadas en piedra. Estas labores las realizaron los mismos prisioneros.
Los más débiles recibían un mayor maltrato porque el objetivo de Gusen era eliminar a los más débiles que procedían de Mauthausen. Cuando tu situación estaba tan mal que ya no podías trabajar te pasaban a los barracones n.º 31 y 32, denominados barracones de los “inválidos”, donde eran terriblemente torturados y se les daba la mitad de la comida para que fallecieran cuanto antes. Otro método que tenían los nazis en Gusen para matar a los más débiles eran las duchas de agua helada en las madrugadas invernales. Los que estaban muy débiles para aguantar en pie, eran ahogados en el agua que se acumulaba en las duchas. Los que sobrevivían al baño, no solían sobrevivir más de uno o dos días afectados por un mortífero enfriamiento.
Jesús Tello, un deportado superviviente natural de Épila de Jalón (Aragón) pasó por la barraca n.º 32 y esto es lo que contaba:
"Cuando pasé el tifus, en la barraca 32 de Gusen morían a patadas. A la una de la mañana entraba un camión y nos decían que íbamos al hospital para curarnos. Les metían una inyección de gasolina y morían. Sufrí y rabié mucho, hasta que le dije a un SS que estaba curado para trabajar y salí vivo. Aguanté hasta que me dijo 'raus' (fuera)".
El superviviente Ricardo Rico, natural de Zamora, fue testigo de cómo los nazis realizaban aquellas terribles selecciones entre los prisioneros que consideraban que aún podían trabajar y los que no:
“En
esa fecha (noviembre-diciembre de 1941) empezaron las grandes
escogidas de inválidos que se hacían en la plaza bajo la
supervisión de los oficiales SS y el comandante del campo. Con la
cifra 1 designaban a los deportados que consideran aun aptos para el
trabajo. Los designados con el número 2 caían inmediatamente entre
las manos de una caterva de kapos y escribientes que les inscribían
en las listas de inválidos. Les marcaban su número de matrícula en
el pecho, con tinta china, cuyo signo para los deportados significaba
su próxima entrada en el crematorio. A partir de ese momento, estos
hombres se consideraban ya como muertos. Distribuían entre
sus
amigos o conocidos las prendas mejores que poseían: gorro, chaqueta,
calzado…
A cambio recibían otros más usados, pues como iban al crematorio ya no tendrían necesidad de nada. Seguidamente eran conducidos a las barracas 31 y 32, donde un personal de represión escogido entre los mismos presos se encargaba de exterminarlos”. (Relato recogido en Los últimos españoles de Mauthausen, pp. 222-223, de Carlos Hernández de Miguel).
Tenemos constancia de que Andrés estuvo en Gusen desde el 17 de febrero de 1941 al 30 de julio de 1942. Logró sobrevivir casi un año y medio en aquel infame infierno. No sabemos que tareas tuvo encomendadas, pero es posible que pasara por las obras del campo o que trabajara directamente en la cantera, como la mayoría de los prisioneros, hasta que su cuerpo ya no fue capaz de responderle.
Andrés Díaz Valderrama, el joven idealista malagueño que soñaba y que luchó por un mundo mejor, cerró los ojos para no abrirlos jamás a las cinco de la mañana del día 30/07/1942 a los 34 años de edad. Su cuerpo, como el de miles de españoles deportados, ya no daba para más. Según el “Libro de los muertos de Mauthausen” había fallecido de “lungenentzüdung”, es decir, de neumonía. Lo más posible es que fuese asesinado por sus captores y como era frecuente, que se inventaran la causa de su muerte.
Los prisioneros que se encargaban de procesar a los muertos desnudaron mecánicamente el cadáver esquelético de Andrés para apilarlo con otros famélicos y anónimos cuerpos de otros desdichados españoles, polacos… Uno a uno los miembros del sonderkomando o komando del crematorio, como autómatas, iban extendiendo los cuerpos en unas desgastadas parihuelas metálicas para introducirlos en las hambrientas e insaciables bocas del crematorio. Este siniestro artilugio funcionaba 24 horas al día los siete días de la semana. No daba abasto...
En el archivo del International Tracing Service de Bad Arolsen se conserva, entre otros, un documento fechado el tres de agosto de 1942, donde se recoge las personas que ese día fueron “liberadas” a través de los hornos crematorios. Entre ellos se encontraba Andrés Díaz Valderrama, cuyo cuerpo, transustanciado en humo y cenizas, fue arrebatado por el viento pero cuya presencia quedó imborrable en la memoria y en los corazones de los suyos.
Ese mismo día, según se recoge en ese documento, fueron llevados al crematorio otros españoles:
Martín Aguayo Castillo, nacido en el pueblo de Castillo de Locubín (Jaen) el 26/09/2018
Alfonso Berenguer Palacios, nacido en Madrid (Madrid) el día 13/12/1916
José Frances Vidal, nacido en la población de Xátiva (Valencia), el día 18/03/1911
Bienvenido García Figueroa, nacido en el pueblo de Carmena (Toledo), el 21/03/1917
Rafael Mari Miralles, nacido en Valencia (Valencia), el día 22/02/1900
Joaquín Mas Pons, nacido en Palamós (Gerona), el día 21/10/1911
Julián Nieto Picón, nacido en la población de Santoña (Cantabria), el 24/05/1921
Mariano Pérez Calventus, nacido en la población de Lorca (Murcia) el 15/10/1915
José Sarinena Esparrey, nacido en Barcelona (Barcelona), el día 31/08/1917
Ese mes, según los registros, murieron 80 españoles…
Atrás, muy atrás, inalcanzable, quedaban Mercedes, toda su familia y su Málaga natal a la que tanto había querido y por la que tanto había luchado. Atrás, muy atrás, quedaba una España destrozada por una guerra fraticida, hambrienta, completamente desvencijada y que quedaría socialmente lastrada bajo el manto de la Dictadura y de la represión por casi cuatro negras décadas.
El último documento que hemos localizado de Andrés se encontraba en el Registro Civil del Distrito n.º 3 en Málaga. En el Tomo: 00326_3-Página:230 se inscribe su desaparición, no su defunción. El documento recoge el que fuera su último domicilio: “calle Castilla, Portada Alta (Camino de Antequera)” y el nombre de su esposa Mercedes. También recoge que “desapareció de su domicilio el día ocho de Febrero de mil novecientos treinta y siete”.
El asiento de la inscripción de desaparición “Se practica en virtud de Carta orden recibida del Juzgado de Instrucción de este Distrito” el día 29 de noviembre de 1958. No sabemos cómo se inició el procedimiento ni a instancias de quién, sólo sabemos que hasta dos años después Mercedes Hidalgo no iniciaría los trámites para la obtención de las ayudas del Estado alemán.
EPÍLOGO.
“EN EL AIRE BUSCARÉ TU ESENCIA Y LA RESCATARÉ DEL OLVIDO”
Alrededor de diez mil españoles republicanos fueron deportados a varios campos de concentración nazis, la mayor parte de ellos fueron a parar a Mauthausen. Entre ellos se encontraban unas quinientas mujeres republicanas. Según vemos en la web deportados.es, el campo de concentración de Mauthausen y los subcampos que dependían de él recibieron el mayor número de prisioneros españoles. En total fueron encerrados allí 7.532 hombres, mujeres y niños españoles, de los que murieron 4.816, lo que supone una tasa de mortalidad del 64%. La mayoría de estas víctimas perecieron en el subcampo de Gusen. A él fueron a parar 5.266 españoles de los que fueron asesinados 3.959.
En Dachau estuvieron presos, al menos, 756 españoles de los que murieron 204 y fueron dados por desaparecidos 41.
Buchenwald
tuvo
636 prisioneros españoles, 133 muertos, 126 desaparecidos y un
evadido.
Ravensbrück
tuvo
172 prisioneros, la mayoría mujeres, 14 muertos.
También hubo españoles en los campos de Bergen Belsen, Auschwitz, Flossenbürg, Natzweiler, Neuengamme, Sttuthof, Sachsenhausen, Gross-Rosen, Aurigny, Guernesey y Neu Bremm.
En cifras totales, los españoles que estuvieron recluidos en los campos de concentración nazis de los que hay constancia documental, ascienden a 9.328. De ellos murieron 5.185, sobrevivieron 3.809 y figuran como desaparecidos 334. Estos datos representan una tasa de mortalidad del 59%
Tras años de infierno, sólo lograron sobrevivir casi cuatro mil españoles. El resto sólo alcanzó su “liberación” por la chimenea del crematorio.
La mayor parte de los supervivientes fueron acogidos por Francia, pero no tuvieron una vida regalada. Debieron de trabajar y luchar duro por sobrevivir y por sacar a sus familias adelante. Muchos, sin embargo, no pudieron superar los traumas físicos y psicológicos del campo y o murieron a los pocos años de la liberación o se suicidaron. Sin embargo el pueblo y las instituciones franceses siempre los reconocieron como héroes. Siempre les guardaron respeto y reconocimiento. En España no ha sido así, por desgracia. Sólo las asociaciones por la memoria y el trabajo de muchos investigadores están sacando sus historias a la luz y dándoles la dignidad que merecen mientras que las administraciones suelen mantenerse al margen, aunque hay algunas puntuales excepciones. En Málaga, a pesar de los numerosos deportados asesinados, contamos con algún que otro monumento o memorial dedicado a las víctimas malagueñas de los campos nazis. El primero se inauguró el 11 de diciembre de 2007 en los jardines de la Diputación Provincial de Málaga. Con el tiempo ayuntamientos como el de Teba, Ronda, Antequera y Cártama también realizaron homenajes o levantaron memoriales. Más particular fue el caso de Cártama ya que se trata del primer municipio de la provincia de Málaga donde se instalaron las conocidas stolpersteines.
Una familiar coloca flores en el monumento a los
En el país galo los supervivientes enseguida se organizaron en asociaciones y pleitearon con el Estado alemán una serie de indemnizaciones para las familias y pensiones para las viudas y los hijos menores de edad. Estas asociaciones sirvieron como apoyo a muchas familias que quedaron en una situación económica desastrosa tras el final de la Guerra Civil Española. Una situación desastrosa económica y socialmente porque a la falta del cabeza de familia se sumó la bárbara represión de la que fueron objeto las familias de los “rojos”, con la mayor vulnerabilidad de las mujeres con hijos que habían perdido a sus maridos...
Mientras tanto, el Estado francés, con la documentación requisada a los nazis y la ayuda de los deportados y otras organizaciones, elaboraron una serie de informes de decesos de los republicanos españoles deportados y asesinados para remitirlos al Estado español para que, a su vez, informaran a los familiares. Esos miles de documentos nunca llegaron a las sufridas familias…
¿Y qué fue de Mercedes Hidalgo Flores, la doliente y querida esposa de Andrés Díaz? A pesar de que la dejamos muy, muy atrás, no nos hemos olvidado en ningún momento de ella. Mercedes es la mitad de esta historia a medio contar... Según las indagaciones de su sobrina María Teresa parece ser que no cejó en el empeño de enterarse del paradero y el destino de Andrés. Escribió a diferentes organismos e instituciones hasta que no sabemos de qué forma, se enteró del triste final de su amado marido… Apoyada por la FEDIP (Federación Española de Deportados e Internados Políticos), Mercedes logró obtener una ayuda del Estado alemán.
Sin embargo, según ha podido recabar María Teresa, los hermanos y la madre de Andrés nunca supieron de su muerte y sólo tenían sospechas de lo que le hubiese podido pasar por rumores, nada más. Solo tuvieron la certeza de lo que le había ocurrido cuando su nombre salió publicado en el BOE (agosto de 2019).
Pero ¿Cómo fue que Mercedes cuando se enteró del fatal destino de Andrés, sea como fuere, no se lo comunicó a los hermanos de Andrés? Liboria había fallecido en 1946, muchos años antes de que Mercedes se enterara de la triste noticia pero, ¿Y los hermanos de Andrés? A esta pregunta María Teresa que no conoce la respuesta. Puede ser que le quisiera ahorrar el dolor a la familia, verdaderamente no lo sabe. Lo cierto es que Liboria murió a los pocos años de Andrés con la honda e inconsolable pena de no saber qué había sido de su amado hijo. Los hermanos de Andrés sólo tenían sospechas, pero ninguna persona ni ninguna administración les informó de nada… El caso de la familia de Andrés no es ni puntual ni anecdótico. Es terriblemente generalizado. Miles de madres, como Liboria, murieron sin conocer el verdadero destino de sus hijos -aunque de forma velada siempre lo sospecharan- esperando que algún día, mientras andaban atareadas y extraviadas en las faenas de casa, quizás tarareando una copla, una sombra copara la luz arrojada al interior por la puerta de una casa abierta siempre, siempre a la esperanza, y escucharan la palabra “MADRE" en una voz arrolladora e infinitamente familiar. Detrás de este sufrimiento se encontraba una Dictadura que se negaba a dar paz a los vencidos, que se negaba a comunicar a las familias las muertes de sus seres queridos pues, como hemos relatado, a pesar de que el Estado francés comunicó al español por vía oficial las miles de muertes de los deportados españoles, la Dictadura, en la línea de la represión a los “rojos” y en un acto de crueldad intolerable, imperdonable e inclasificable, decidió no comunicarlo a los familiares, amplificando de esta manera su dolor y sufrimiento.
En el transcurso de esta investigación y de forma muy casual, localizamos una copia digital de una de las cartas que Andrés envió a Mercedes y que reprodujimos anteriormente. En ella se hablaba de Dieguito, hermano de ella y cuñado de Andrés. María Teresa, movida por ese brazo de mar que es la curiosidad, buscó a Diego Hidalgo Flores. Y lo localizó. Diego continuaba residiendo en el domicilio donde Andrés y Mercedes habían vivido de casados. Sin embargo, no quiso atender a María Teresa. Una verdadera lástima, porque muchas de las lagunas que hay en esta biografía se habrían achicado y él, quizás, habría encontrado algo de paz o sentido a una parte de su vida o del sufrimiento de su hermana.
Lo único que sabemos y es por las pesquisas de María Teresa es que Mercedes trabajó en un hospital hasta el día de su jubilación. No volvió a casarse. La abuela de María Teresa le decía a su nieta en más de una ocasión una frase que se le quedó grabada a fuego en la memoria a pesar de aquellos volubles momentos de su niñez: “Mercedes dice que nunca volverá a casarse, porque si lo hiciera y su Andrés entrara un día por las puertas ella se moriría de pena por no poder abrazarlo”. Esas palabras, apostilla María Teresa, las diría antes de conocer el triste destino de su Andrés. De cualquier modo, nunca volvió a casarse y con el tiempo se fue distanciando de la familia de Andrés hasta que apenas llegaron a saber de ella… Tras 62 años de separación, de distancia, Mercedes logró encontrarse definitivamente con Andrés el 19 de junio de 1999...
Además de su imborrable recuerdo en su familia y en los seres queridos, sólo se conserva una fotografía de estudio en blanco y negro de Andrés. En ella aparece con traje y corbata, con semblante hierático, delgado, en plena e imberbe juventud. Haciendo ostentación de una nutrida y envidiable mata de pelo.
Y, a pesar de que esta historia tiene muchos cabos sueltos que no sabemos si algún día podremos atar, queremos acabar esta entrada con las emotivas y emocionantes palabras que María Teresa dedica desde el corazón a la memoria de su tío Andrés Díaz Valderrama, el joven malagueño que soñaba con un mundo mejor, que luchó por un mundo mejor y que dio su vida por un mudo mejor:
"No puedo desenterrar tu cuerpo de una fosa común ni de una cuneta porque tu destino fue ser quemado. Entraste por las puertas de Mauthausen para salir convertido en humo por la chimenea del crematorio. Pero dicen que nada se pierde, que todo se transforma.
En el aire buscaré tu esencia y la rescataré del olvido".
María Teresa Dueñas Díaz
Y desde luego, María Teresa, que has buscado su esencia, la has encontrado y la has rescatado del olvido.
Agradecimientos mayúsculos a los siguientes investigadores por el apoyo y la inestimable ayuda prestada en la búsqueda de información y documentos:
A Juan Crespo García de la Rosa, que gestiona el sitio Deportados Mesa de Ocaña (https://www.facebook.com/deportados.mauthausen.3/ )
A Manuel Torres, que gestiona el proyecto Republicanos de Montalbán de Córdoba a Mauhtausen
A Alban Sanz (http://cartasdelexilio.free.fr/index_es.html )
A Antonio Muñoz Sánchez, Investigador del Instituto de Ciências Sociais - Universidade de Lisboa. Becario Beatriu de Pinòs - Universitat Rovira i Virgili de Tarragona
Al personal de los siguientes archivos y asociaciones, por su diligencia:
Archivo Histórico Provincial de Málaga
Archivo Histórico Municipal de Málaga
Centro Documental de la Memoria Histórica
Archivos del Ministerio de Justicia
Archivo de la Diputación de Valencia
Archivo Histórico del PSOE
Bundesarchiv (Alemania)
Archivo Estatal de Renania del Norte-Westfalia, Departamento de Renania (Alemania)
Arolsen Archives (Alemania)
Archivo del Memorial de Mauthausen (Austria)
Archivos del Comité Internacional de la Cruz Roja (Suiza)
NARA, National Archives (EE UU)
Service historique de la Défense (Francia)
Amical de Mauthausen y otros campos y de todas las víctimas del nazismo en España (Cataluña)
Amicale des Anciens Internés Politiques et Résistants du camp de concentration du Vernet d'Ariège (Francia).
María Teresa Dueñas Díaz
Diego Javier Sánchez Guerra
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