miércoles, 12 de noviembre de 2025

LA ATALAYA DE LIFA (RONDA). UN LEGADO HISTÓRICO QUE SE DESMORONA ANTE LA PASIVIDAD DE LA SOCIEDAD Y DE LAS ADMINISTRACIONES


La torre de Lifa sobre su peña, a contraluz

El sábado ocho de noviembre de 2025 me di el madrugón y fui a visitar la torre de Lifa, que se ubica en el valle del mismo nombre entre Ronda y El Burgo, y que sorprendentemente aún no conocía. En el poco tiempo que tengo libre he retomado un proyecto que tenía en mente hace años, el de elaborar una guía con las fortalezas y torres más importantes del Parque Nacional Sierra de las Nieves y su entorno. Un trabajo que me hace sufrir bastante porque en esta materia poseemos un legado impresionante que no está puesto en valor y que en algunos casos se encuentra terriblemente deteriorado. En algunos casos en estado crítico, diría yo. Y la torre de Lifa, por desgracia, no es una excepción.

En los días previos a la visita había buscado información tanto del sendero de acceso como de la misma torre. De lo primero, hay información a porrillo entre blogs de senderismo, rutas oficiales como la Gran Senda de Málaga o el GR Sierra de las Nieves, guías... Hay que ser muy torpe (y mira que yo lo soy) para perderse dado que además de la abundante información, el sendero está muy bien señalizado. De lo segundo, de la torre, me sorprendió que no hubiera prácticamente nada. La poca información que logré encontrar, como todo en internet, había que cogerla con pinzas. No he hallado ningún artículo serio dedicado a esta torre, ni ninguna publicación específica. Nada. Lo cual no quiere decir que no exista y que se encuentre recogida en algún inventario no publicado. A ver si alguno de los que leen esto me pudiera indicar. Incluso en la Guía Digital del Patrimonio Cultural Andaluz la información que se ofrece hay que cogerla con pinzas. En fin, es y era tal la poca información, que no tenía del todo claro si la torre era de planta cuadrada o circular. Algunas de las fotos que había visto me hacían sospechar que era de la segunda tipología, pero esas imágenes que he consultado pertenecen casi todas a grupos de senderistas en las que la torre es un elemento más para posar en un encuadre y no las acababa de ver del todo claras.

Ruta a la Torre de Lifa, Cornicabras del Valle de Lifa y Cascada, en Wikiloc 

Así pues, aquel día me levanté bien temprano, me puse mi atuendo, cogí los bastones y la mochila y me encaminé al coche. A la altura de río Grande paré brevemente en la venta de Umami, donde Antonio me puso un buen café turboalimentado, tras lo cual proseguí mi ruta. Empezaban a despuntar los primeros y perezosos rayos de Sol cuando iba a la altura de mi querida Yunquera. Antes de llegar a El Burgo, que nos recibe desde la carretera con esa imagen de postal en la que se echa de menos la cascada clorofílica de chumberas que se descolgaba bajo el castillo y la iglesia, tomé el camino del dique, vía que tuve que circular durante ocho kilómetros. El carril está bastante bien, es ancho, posee buen firme y un buen tramo hormigonado y el resto, de tierra, se encuentra en muy buenas condiciones. Y los paisajes que acompañan son de auténtica fábula. 

 Buenos días desde Yunquera 

Una vez estacionado a un lado del carril, junto a la baliza del inicio del sendero, comprobé que llevaba todo lo que debía llevar: cámara de fotos, bastones, pañuelo para la perola, mochila con el agua, papel, una arroba de vino dulce y, por supuesto, el bocata de jamón con aceite y unas buenas rodajas de tomate para que el pan estuviera bien pringado y no se hiciera bola. Desde este punto hasta la torre hay como unos tres kilómetros y medio o cuatro de sendero que asciende suavemente tras una pequeña bajada hasta el río. Todo el sendero está densamente rodeado de vegetación, destacando el afamado cornicabral de Lifa, y de algunos tajos por los que transitan tranquilas las monteses, mientras que algún que otro buitre surca el cielo tranquilamente de vez en cuando sintiéndose el verdadero amo de estos lares. Pero también hay enormes pinares y varios olivares abandonados, devorados por la maleza.

 El valle de Lifa y su torre, sobre la peña del fondo 

Uno de los muchos y bellos tajos del entorno 

Recorro con tranquilidad el sendero, haciendo fotos, contemplando los paisajes, curioseando entre las piedras… para no acelerarme y no soliviantar demasiado a mi ajado corazón.

 Un pedazo de cabrón controla su manada 

 El cornicabral y la torre de Lifa. Al fondo, el Caramolo del Queso

Se puede observar que la huella humana se hace muy patente patente por estos parajes. Hay algunos antiguos corrales, unos exentos y otros aprovechando el humilde amparo de alguna peña. También se observa en un par de lugares algo de cerámica medieval de época emiral (siglos IX-X) dispersa por el suelo, prueba de que esta zona ha sido habitada desde muy antiguo y ha tenido un importante papel como lugar de paso. Igualmente hay algunos pequeños cortijos en ruinas en las inmediaciones. Próximo a la torre se mantiene el cortijo de Lifa, dedicado a labores agrícolas y ganaderas.

 

Fragmentos cerámicos de época emiral (siglos IX-X) 

En primer plano, uno de los corrales de ganado, en segundo,

la torre de Lifa

 
 
Otro pequeño corralillo en las inmediaciones de la torre de Lifa 

Cerca de la torre, como a unos quince minutos a pie, me dio un apretón que me hizo perder el equilibrio, me entraron sudores fríos y hasta empecé a ver turbio. Enajenado por la belleza de esos únicos paisajes busqué un rinconcito fuera del sendero -no fuese a sorprender a otros senderistas- y contemplando el extenso cornicabral que se desplegaba ante mi vista y ante mis pies, contribuí a devolver a la Madre Naturaleza con mi más placentero agradecimiento parte de aquello que antes había sido suyo, aunque algo transformado. Dios santo lo que dejé allí, media vida. 

Panorámica de Lifa desde otra perspectiva, gracias a Comando Preston

Una vez repuesto y más, mucho más ligero, tanto que me balanceaba al andar, dirigí mis pasos con cierta impaciencia hacia la ya cercana torre, que desde su elevada posición me miraba con querencia. Sus vestigios, que aguantan estoicamente la verticalidad, evocan en el viajero la imagen de esas ruinas románticas invadidas por la vegetación, misteriosas, que se recogen en muchos libros de viajeros del siglo XIX.


 La torre de Lifa apeada al borde del tajo, una imagen irrepetible

Antes de comenzar la subida y como siempre voy mirando al suelo, al igual que los marranos truferos, encontré por el entorno más cerámica emiral (siglos IX-X), pero esta vez en mayor concentración e identificando ya algunos fragmentos como pertenecientes a recipientes cerámicos determinados así como algunas asas. Y es que cerca, muy cerca, debió haber un pequeño asentamiento de esa época que nada tuvo que ver con la torre. En la información que había leído se indicaba que en las inmediaciones había una fortaleza o restos de ella de época hafsuní que había tenido un papel protagónico durante la primera fitna o guerra civil (870-929). La fortaleza de Lys. Esto, que numerosas webs recogen copiándose unas a otras y atribuyen a Diego Rivero Maqueda (Hablan los topónimos. Ronda fue Bobastro, 1992), como que no lo acabo de ver. Tanto el trabajo de Rivero Maqueda  como el anterior de su paisano Jorge Alonso García, La ciudad del castillo (Bobastro, Tacorona, Ronda), 1987, han sido muy criticados por la comunidad científica y por especialistas en el tema al tratar, entre otras cosas, identificar Bobastro con Ronda con argumentos muy poco sólidos.

 Más cerámica emiral (siglos IX-X)

Veamos. Muy, muy resumidamente: tras el colapso del imperio romano, numerosos pueblos “bárbaros” se asentaron en gran parte del otrora invencible imperio, las ciudades y la vida urbana decayeron perdiendo población, la economía sufrió una fuerte ruralización y las gentes de las zonas rurales -que por estas fechas ya profesaban el cristianismo- empezaron a caer en cierto proceso de servidumbre bajo el poder de los dueños de la tierra, los descendientes de los potentados romanos. Para evitar esta circunstancia, mucha gente cogió sus bártulos y se marchó a la sierra, a los montes, a las zonas agrestes, huyendo de la inestabilidad social, económica y política, y de ese proceso de servidumbre. En estas zonas montuosas y más alejadas desarrollaron una economía de subsistencia basada en la agricultura y la ganadería. Pobres, pero medianamente libres.

Este fenómeno se observa en otras zonas del mediterráneo, no es exclusivo de nuestra tierra. Con la llegada de los musulmanes al solar ibérico, esta tendencia se acentuó. De esta manera, en los ámbitos serranos de la Sierra de las Nieves existen muchos de estos pequeños asentamientos que tuvieron su final cuando terminó la primera fitna (929) y el emir (más tarde califa) Abderramán III, obligó a sus pobladores a bajar al llano, a zonas más controlables por las autoridades.

Esa fitna, esa guerra civil se produjo porque los emires de Córdoba, en el trance de consolidación de su poder y de conformación de un estado islámico, quiso someter a tributo a estas y otras comunidades de aldea. El carismático muladí Omar Ibn Hafsún supo atomizar el descontento de todas estas poblaciones y pudo conformar durante décadas una fuerte oposición territorial contra los emires cordobeses que a punto estuvo con dar al traste con el proyecto de estado musulmán. A su causa se le sumarían también grupos beréberes y algunos árabes, logrando conformar un territorio rebelde con una amplia base territorial y social. En su apogeo llegó a dominar todo el arco montañoso rondeño y determinadas áreas de Málaga, de Granada, Jaén y Sevilla.


Extensión aproximada de la rebelión de Omar ben Hafsún en torno al 912, antes de las campañas de Abderramán contra él y sus hijos, que concluyeron con el aplastamiento de la larga sublevación contra la autoridad cordobesa en el 928. Fuente: Wikipedia


Pero el ejercicio del poder, desgasta. Las desafecciones y las retiradas de apoyos, la muerte de Hafsún en 917 y la incapacidad de sus hijos por mantener la rebeldía, sumado a la entrada en la escena de otro de los personajes más singulares de al-Andalus, Abederramán III, acabarían dando al traste con la revuelta hafsuní, que quedó completamente aniquilada en 928. Hafsún tenía su capital en Bobastro, en el irrepetible paraje de las mesas de Villaverde. A modo de cinturón, en los cerros próximos, se elevaban otras fortalezas que protegían y daban seguridad a Bobastro. Lifa quedaba bastante lejos del corazón hafsuní y que en sus inmediaciones haya una fortaleza, pues, que yo sepa, si es así, no se ha encontrado. No digo que no exista, sino que no ha sido hallada.

Menudo rollo que acabo de soltar ¿eh? El proceso es mucho, mucho más complejo, pero no es el tema de hoy. Lo único que quería es poner un poco de contexto y no se si he causado más lío. Por tanto, este pequeño asentamiento, del que hoy solo quedan los vestigios cerámicos, aparentemente, no tiene nada que ver con la torre de Lifa que, siendo andalusí, es más reciente en el tiempo.

Tras seguir husmeando un poco, comencé a subir el farallón calizo sobre el que se alza esta torre, que a ratos me recuerda a aquel famoso escenario de Los inmortales (Highlander) donde Sean Connery pierde, literalmente, la cabeza a manos del malo. Los que ya peinen canas o como yo le saquen brillo a la calva, sabrán de que hablo. A medida que uno sube, contempla con pena y tristeza los muchos escombros esparcidos que una vez fueron parte de esta torre. Y es que de ella se conservará un cinco o un seis por ciento de lo que fue, lo suficiente como para hacernos una idea de como era. 

 Y no soy yo el único que lo piensa, sino, mirad a Comando Preston


Descripción de la torre de Lifa

En primer lugar y como sospechaba por las fotos que había visto, pude comprobar que esta atalaya es de planta circular. No se cuantos metros de diámetro tendría originalmente, pero no serían muchos, tal vez unos cinco o seis, como mucho. Otras que hay en territorio malagueño y que también tienen la funcionalidad de atalaya, son cilíndricas y tienen entorno a los 4,5 – 5 m (torre del Atabal en Málaga; la Torrecilla de Teba; torre de Zambra, en Casabermeja...). Viene al caso traer a colación el trabajo de David Ortega (UGR) sobre el Sistema de vigilancia en época nazarí: las atalayas de la Axarquía de Málaga, donde localiza y documenta más de una treintena de estas construcciones. Un estudio realmente excelente.

 Canto y cara externa de la torre de Lifa 

 Interior de la torre de Lifa 

Está edificada con la técnica de mampostería enripiada tomada con un mortero fuerte de cal. Los mampuestos que la conforman son rocas calizas del lugar y entre ellos no aparecen ni fragmentos de ladrillo de barro cocido ni trozos de tejas. El muro tendrá alrededor de un metro de anchura. Esta técnica constructiva consiste en recalzar los mampuestos con ripios para darle más solidez a la obra. Esta técnica se generalizó en multitud de fortalezas y torres en época del emir Muhammad V, que llevó a cabo un ambicioso programa de refortificación de todo el emirato nazarí. Esta técnica la observamos en el castillo de El Burgo, en el castillo de Monda, en la torre de María Sagredo (Alozaina)... Exteriormente todavía se advierte parte del enlucido que la envolvería y la protegería por completo de los nocivos efectos meteorológicos. Un enlucido realizado a base de una argamasa rica en cal. La torre de Lifa era maciza hasta cierta altura, quizás uno dos metros (es difícil de precisar dado el nivel de destrucción), no más porque por los restos conservados se advierte claramente la existencia de una estancia interna a no mucha altura. No estamos ante una torre almenara costera, que tiene otras características.

 Detalle de la composición de mampostería enripiada

Es desolador el aspecto que presenta, con enormes pérdidas de material constructivo. Se advierte en la pared externa la proliferación de vegetación rupícola, muy peligrosa, dado que con sus raíces horada el interior de la torre y provoca su desmoronamiento. En su pie también he observado la pérdida de varios los mampuestos de base, lo que va a provocar un derrumbe en cualquier momento. 

 Vegetación rupícola

 

Detalle de la peligrosa pérdida de parte de la base de la torre

Sobre este primer cuerpo macizo se levantaba otro cubierto con una bóveda semiesférica a base de ladrillos de barro cocido de la que quedan sólo unos cuantos de ellos en su posición original. Estos ladrillos hubo que trasladarlos desde alguna población, desde Ronda o desde El Burgo, a lomo de bestias. Bajo estos ladrillos se mantiene aún parte del enlucido original de la estancia interna. En él se advierte lo que podrían ser varios grabados, entre ellos uno similar a una cruz. Espera un momento, quillo. ¿Una cruz dentro de una torre musulmana? Pero ¡hombre! ¿Qué me estás contando? Pues sí, así es. Y es muy fácil de explicar. Tras la derrota de los musulmanes, los cristianos se apropiaron de sus fortalezas, torres, mezquitas, diferentes construcciones… y a algunas durante cierto tiempo les dieron usos similares. No es de extrañar que tras la ocupación cristiana aparezcan cruces y otros motivos que busquen sacralizar de alguna manera el espacio que antes fue “infiel”. Pero, vamos, lo del posible grabado lo digo con toda prudencia. Eso tendría que valorarlo un experto de verdad, no uno de cascarilla y chichinabo como yo.

 Detalle de lo único que queda de la bóveda de ladrillo que poseyó

Posible grabado de cruz 

En esta estancia, a varios metros del suelo, se encontraba la puerta de acceso al interior. Estas torres, como las almenaras costeras, por seguridad no tenían la entrada a pie de construcción, sino a varios metros de altura, para dificultar el acceso en el improbable caso de asedio. Ésta sería de pequeñas dimensiones, más similar a una ventana pequeña que a una puerta y seguramente rematada en arco de medio punto. El torrero subiría por una escala que, una vez dentro, recogería para, a continuación, cerrar y trabar el portillo de acceso. 

Lo más seguro es que sobre esa bóveda se levantara el terrado o la terraza, como vemos en otras torres atalayas de Málaga de parecidas características. Aunque no habría que descartar que tuviera otro cuerpo más con estancia y sobre éste, la terraza. Pero más bien creemos que lo primero porque por su posición ya de por sí muy elevada (alrededor de 1000 msnm), esta torre no tenía porqué ser tan grande como las de la costa, por ejemplo. Además, su funcionalidad era la de vigilar el entorno ante posibles peligros, no la de aguantar un asedio. Es muy posible que la terraza se encontrara dotada de un peto o de merlones. En la terraza, a la altura del portillo de acceso, muchas torres contaban con ladroneras o matacanes. La ladronera, según la 5ª acepción de la RAE, es una "obra voladiza en lo alto de un muro o una torre". La misma entidad define matacán en su 5ª acepción como "obra voladiza en lo alto de un muro, de una torre o de una puerta fortificada, con parapeto y con suelo aspillerado, para observar y hostilizar al enemigo." La función de este elemento era la de poder hostigar a los enemigos que estuvieran intentando acceder al portillo desde la protección de un parapeto de piedra, arrojando rocas, flechas... Dado el grado de destrucción de la torre de Lifa, no tenemos forma de saber si llegó a contar con alguno.

Torre del Cantal, Rincón de la Victoria


Torre del arroyo Vaquero, Estepona, que cuanta con varias ladroneras

Desde la estancia abovedada a la terraza se accedería por una estrecha escalera interior adosada a la pared, que podía ser de obra o de madera. En el caso de la torre de Lifa es imposible saberlo. 


Las fuentes documentales

He estado indagando en algunos documentos -los que me han sido más accesibles- a ver si encontraba alguna mención a esta atalaya. Me la he encontrado referida muy fugazmente en el Asiento de las cosas de Ronda, documento de 1485 que recoge como tras la conquista de los castellanos debía ser la organización del gobierno de la villa y su reparto (tierras, huertas, casas...). En el anejo VIII vienen recogidas las ordenanzas de Ronda, 

v) Otrosy, que si algunas cosas o prouidençias salieren ynçiertas, que sean de las que están proveydas, que como debda del Repartimiento se aya de complir e pagar ante que otra cosa alguna de qualesquiera cosas y (fº CCXLV) casas e heredades e vezindades vacantes que vacaren y se fallaren de lo que se fallare que quedo por dar y proueer y no oviendo desto vacante o que vacare en qualquier manera, que se aya de pagar y pague lo que así saliere ynçierto de lo que quedó por baldío que antes se avia repartido, asy en el Chaparral del Alberca como en el Atalaya el Çencerro y en el Lifa y en la Fuente el Arena, y en otros logares. 

Es una cita breve y concisa, pero ahí la tenemos. 

A mediados del siglo XVII también es nombrada por  el rondeño Macario Fariñas del Corral (Antigüedades de Ronda, 1653, Capítulo V, Como Ronda fue conquistada), testimonio que siglos después recuperará Moreti (Historia de Ronda, 1867). Cuando Fariñas relata la conquista de Ronda, la menciona en el siguiente pasaje:

...Llegó lo último de la tarde, y al ponerse el sol los Christianos con gran priesa lebantaron el Campo, y tomaron el Camino de Malaga, (esto és lo que el bulgo de Ronda dice que el Campo Christiano bolvió las Herraduras á los Cavallos) pusieron Espias sobre las Sierras, y de ellas fueron avisados que todos los Moros de la Sierra, y la cavalleria de Ronda havia pasado por las torres de Lifa a la Ciudad de Malaga y con esto a la media noche, ya estava la ciudad sitiada, por los Llanos de Aguayo, y Planilla...”

 

 
Extracto del manuscrito de Macario Fariñas donde
se mencionan las torres de Lifa 

¿Y que nos dice este testimonio? Además del acontecimiento histórico, del hecho de que parte de los hombres de armas de Ronda pasaron a Málaga, pone de relevancia la vía natural de conexión entre Ronda y Málaga, que pasa por El Burgo atravesando el valle de Lifa.

Nos dice más. Mucho más ¿Alguien se ha dado cuenta de que Fariñas escribe ...las torres de Lifa…? En plural, no en singular ¡¡¡Janderclander!!! ¡¡¡Gromenagüer!!! Moreti, sin embargo, transcribe ...la torre de Lifa… ¿Pero qué pasa aquí? ¿Ha cometido un error ortográfico Fariñas? ¿Lo ha cometido Moreti? ¿Había más de una torre en el camino entre Ronda y El Burgo? La grafía de Fariñas es muy clara, muy legible, no da lugar a dudas. Es posible que Moreti, en la época en que redactó su libro sobre Ronda, sólo se conociese la torre de Lifa y diera por sentado que era la única, transcribiendo al singular lo que venía del plural.

No sería de extrañar que hubiera más de una, dado que esta torre tendría que tener conexión visual con otras de la zona para poder trasladar las alertas y las alarmas. Y es que a pesar de que la atalaya de Lifa domina un amplio campo de visión desde su posición de 1005 msnm, no tiene contacto visual directo ni con Ronda ni con El Burgo. Por lo tanto, en los cerros de los alrededores más elevados debieron existir otros puntos de vigilancia, de control, otras atalayas naturales o artificiales, que transmitieran las alertas. Uno de ellos, por su posición elevada, debió estar sobre la cima del conocido como Caramolo del Queso, que se eleva a 1319 msnm y forma parte de Sierra Hidalga, cuyo punto más elevado se encuentra a 1487 msnm. Desde el Caramolo del Queso hay contacto visual directo con la ciudad de Ronda. Hacia el Burgo hay dos cerros que bien pudieron acoger uno de esos puntos de vigilancia, se trata del cerro de la Rosa del Escribano (937 msnm) y el cerro de la Hoya del Manco (802 msnm).

Seguro que en otros documentos, como los repartimientos de Ronda y El Burgo, aparecen referenciadas esta y otras atalayas. Pero esos documentos no están a mi alcance y el tiempo de investigación y consulta que requieren exceden en demasía el objeto de este blog, que es el de la divulgación.


La función de la atalaya de Lifa

La atalaya de Lifa, como las de su clase, tenían la función de vigilar y controlar el entorno, dando la voz de alarma ante eventuales peligros. Pero antes de proseguir, conviene realizar algunas aclaraciones terminológicas para no liarnos entre almenaras, atalayas, torres…

¿Qué es una almenara? según la RAE es "un fuego que se hacía en las atalayas o torres para dar aviso de algo, como de tropas enemigas o de la llegada de embarcaciones". O sea, es el fuego que se enciende en lo alto de una torre o de una atalaya. Almenara proviene del término musulmán al-manāra, que puede traducirse por "el lugar de la luz" o "faro de fuego". No deja de ser curioso que de este término proceda también la palabra alminar, que todos sabemos que es la torre de la mezquita desde donde el muecín llama a orar cinco veces al día. Pero la “luz” de los alminares es metafórica al tratarse de la luz de la fe.

¿Qué significa atalayar? según la RAE, significa "registrar el campo o el mar desde una atalaya o altura, para dar aviso de lo que se descubre”. Esta acción se puede realizar desde atalayas artificiales, torres, o naturales.

Ahora bien ¿que diferencias o similitudes hay entre una torre y una atalaya? Pues vamos a echar manos de la RAE. Para esta institución una torre, que deriva del término latino turris (el étimo árabe sería burŷ), es una "construcción fortificada, más alta que ancha, utilizada para defender una ciudad o plaza" y una atalaya, que deriva del término ṭāli‘a, es, en su primera acepción, una “torre hecha comúnmente en lugar alto, para registrar desde ella el campo o el mar y dar aviso de lo que se descubre” y en su segunda acepción una “ altura desde donde se descubre mucho espacio de tierra o mar”. No es, como la torre, un elemento de carácter defensivo ni con capacidad de albergar una mínima guarnición. Su función no es defender un espacio, sino vigilar y dar la voz de alarma cuando se detecte un peligro.

Desde las atalayas se atalayaba el horizonte, se oteaba, y cuando era conveniente el torrero realizaba la almenara, el fuego que delataba la presencia de peligro, para avisar a otras atalayas -naturales o artificiales- y fortalezas que entraban dentro del campo visual. Esto durante la noche, durante el día se realizaban las ahumadas quemando esparto húmedo. En algunos casos también se podía emplear espejos o escudos muy pulidos, por lo que he leído. 


 Panorámica de la torre de Lifa con el cortijo de Lifa al fondo

La función que tenía la atalaya de Lifa era la de controlar y vigilar el paso entre la zona de Ronda y El Burgo, dentro de la vía de comunicación que conectaba Málaga con Ronda. No era el único elemento que había en esa ruta teniendo como función, entre otras, la cuestión de la vigilancia. Aguas abajo estaba el castillo de Turón, que además tenía otras funciones, y más abajo, el de Ardales. Algo más arriba estaba el castillo de El Burgo, que también tenía ejercía labores de vigilancia. Y en el entorno debió haber alguna atalaya más, aunque no necesariamente con forma de torre. En algunas fuentes documentales, como los libros de apeo (siglo XVI), quedaron algunos topónimos fosilizados. La palabra atalaya suele aparecer con cierta frecuencia en los deslindes entre pueblos. Una atalaya podía ser artificial, como una torre, o natural, como un punto elevado, como se ha dicho. Por traer el ejemplo que mejor conozco, en el apeo de Monda aparece el topónimo atalaya asociado a varios cerros y varias alturas en puntos de buena visibilidad, como el cerro de la Atalaya, en Moratán. También he encontrado este topónimo en lo que es ahora el Parque Nacional sierra de las Nieves cuando investigaba sobre los pozos de nieve. Y no aparecen restos de torres ni de cultura material. Son lugares estas atalayas naturales en los que el torrero, cuanto realizaba sus funciones, se refugiaría en una pequeña choza. Estas construcciones, por la humildad de sus materiales y por encontrarse en espacios muy directamente afectado por los agentes meteorológicos, no suelen dejar huella.


Panorámica de la torre de Lifa con el cornicabral a sus pies
 

De hecho, todo el interior del emirato nazarí estaba lleno de estas infraestructuras, de estas atalayas, que formaban parte de una organización para el control de todo el territorio. La atalaya de Lifa debió estar vinculada a alguna fortaleza e hilvanada con otras torres, no era un elemento aislado en una vía de comunicación serrana. Formaba parte de algo más grande, mucho más grande: de todo el complejo aparato defensivo nazarí.

Estas atalayas tenían como misión el dar la voz de alarma ante la presencia de bandidos, enemigos y más frecuentemente, de cabalgadas. Me explico. A lo largo del tiempo los cristianos fueron reduciendo al-Andalus a base de fagocitar territorio musulmán hasta dejarlo en lo que fue el Emirato Nazarí de Granada, un reducto territorial al sur de las sierras béticas -que hacía las veces de frontera natural- conformado por parte de la provincia de Cádiz, la de Málaga, la de Granada y la de Almería.  

El Reino Nazarí de Granada (Wikipedia)

La frontera cada vez se acercaba más a la Sierra de las Nieves y a la Serranía de Ronda, con lo que la presencia de los cristianos era más cercana y la tensión fronteriza, más intensa. Éstos, al igual que los nazaríes, realizaban incursiones en territorio enemigo para robar ganado, cosechas, sembrar el pánico… A estas incursiones se las conoce con el nombre de cabalgadas. Estaban formadas por grupos de hombres de armas que se movían con enorme agilidad en territorio enemigo, haciendo mucho daño. Fueron muy frecuentes en la Serranía de Ronda durante los siglos XIV y XVI.

Entonces, ¿de qué época es esta torre? ¿quién la construyó? Pues bien, a juzgar por la técnica constructiva, la identificación de algunos fragmentos cerámicos a sus pies y su posición en una vía de comunicación estratégica, y sabiendo que es musulmana, todos estos indicios apuntan a que es de época nazarí, posiblemente del siglo XIV o del siglo XV. Y se construyó en un contexto histórico en el que el emirato de Granada, ante la enorme presión de los invasores cristianos, tuvo que reformar todo el aparato defensivo nazarí: se construyeron nuevas fortalezas, se refortificaron otras, se edificaron atalayas y almenaras… Y como se ha indicado, creemos que se puede relacionar con el programa de Muhammad V. La torre de Lifa tiene unos seiscientos años, o algunos más. Se dice pronto.

Y, además, no la construyeron unos cualquieras. Estas edificaciones las hacían cuadrillas especializadas que sabían como debían construirlas, qué técnicas aplicar, qué materiales emplear, en qué proporciones… Esta es una construcción que requiere conocimientos. 

Pero ¿cómo era la emocionante vida de un torrero, de un vigía de una atalaya? Pues bien, no se sabe demasiado de ellos por la falta de estudios, excavaciones y por la parca huella material dejada. Pero no debía ser una vida fácil. Seguramente era bastante solitaria, monótona y aislada, interrumpida esa soledad al paso de ganaderos, jornaleros, viajeros, comerciantes...  Al menos en nuestro caso, porque la zona del puerto de Lifa por su ubicación estratégica en la vía de paso natural entre Ronda-El Burgo-Ardales-Málaga, seguramente era más transitada. Había otras situadas en lugares con una gran visibilidad pero de poco o nulo tránsito. Los torreros debían permanecer en la torre o en sus inmediaciones para atender su cometido y debían estar aprovisionados de alimentos para pasar largas temporadas en la sierra padeciendo más frío que pelando rábanos y aguantando aguaceros e incluso nevadas. De vez en cuando serían abastecidos de pertrechos, alimentos, vituallas... No podemos descartar que algunos incluso pudieran disponer de algunas cabras para el autoabastecimiento de leche y queso. Y aunque no fueran hombres de armas como tal, debían tener alguna a mano por lo que pudiera pasar. Incluso no podemos desechar que junto a la torre o en sus inmediaciones se contara con alguna choza, dado que las estancias interiores de las torres eran muy reducidas.

De lo que no nos cabe duda es que la mayor parte del tiempo el torrero estaría pichitaparriba - pichitapabajo o buscando calor caprino. 

Tampoco sabemos si era una labor  de un sólo hombre o si había dos torreros para alternarse en las labores de control y vigilancia, que sería lo más lógico. A los pies de la torre de Lifa he podido observar algunos pequeños fragmentos de cerámica vidriada de cocina nazarí, algunos de ellos pertenecían a una olla, por lo que allí debían preparase sus guisos y potajes. En fin, sólo una excavación en la zona arrojaría más luz sobre las formas de vida de estos fareros de secano. 

Y la única cercana que se ha excavado, que yo sepa, es la torre de la Cruz o de Gibralmora, en Pizarra. Una actuación arqueológica dirigida por los arqueólogos Antonio Ordóñez y Francisco Melero. En 2025 llevaron a cabo una excavación y un análisis de la torre que arrojó información muy interesante en cuanto a su construcción y a las gentes que lo habitaron. Al igual que la de Lifa, se levantó empleando la técnica de mampostería enripiada.

Asociado a ella estos arqueólogos hallaron una extensión de suelo quemado que bien pudiera interpretarse como los restos de una estructura de material vegetal, de madera, perteneciente a un espacio de habitación o un pequeño establo asociado a la torre. Igualmente la aparición de varios fragmentos de pavimentos externos a la torre (uno de losas y otro de argamasa) hace sospechar que pudieran estar vinculados a estructuras asociadas a la torre.  

Los excavadores hallaron abundante cerámica nazarí de carácter doméstico (ataifores, cazuelas, marmitas, jarras, alcadafes...), lo que interpretan como el asentamiento de una o varias familias, con lo que el torrero, en este caso, no estaría solo. 

Llegados a este punto quiero agradecer a Francisco Melero García, uno de los arqueólogos directores de la excavación, de ARATISPI PATRIMONIO, S.L. la información proporcionada sobre la excavación de la torre de la Cruz o de Gibralmora, de Pizarra. 

 

* * *

 

Sentado allí, aposentadas mis orondas nalgas sobre unas frías rocas en la peña donde se apea esta atalaya, y dándole unas perrunas dentelladas a mi bocadillo de jamón con tomate, miraba con desolación los abundantes escombros esparcidos a los pies de la atalaya: restos de argamasa, mampuestos, ladrillos... ¿Cómo es posible que esta torre haya sufrido este grado de destrucción? me preguntaba. Las de la costa, si no fueron destruidas por cuestiones urbanísticas, se conservan bastante mejor, reflexionaba.

 

 
Vista de la torre y sus escombros
 

Un fragmento de ladrillo con argamasa rica en cal y pequeños fragmentos
cerámicos para darle fuerza al mortero 

Pues bueno -me contestaba a mí mismo porque me gusta hablar sólo- normalmente no hay un único factor, sino que suelen haber varios, unos más determinantes que otros. El desuso con los nuevos tiempos llegados tras la conquista podría haber empezado a marcar su declive, no siendo reformada o reparada a lo largo del tiempo. Los efectos climáticos y meteorológicos hacen un daño tremendo a este tipo de construcciones y si entre sus grietas ha proliferado vegetación rupícola, ya ni te cuento. Las raíces de las plantas son uno de los mayores enemigos de estas estructuras. Cabe también la posibilidad de que le hubiera caído un rayo o se hubiera visto afectada por algún terremoto, uno de los muchos acaecidos en los últimos siglos. 

 


 Las plantas proliferan peligrosamente en los muros de la torre

Por unos momentos detengo mis pensamientos y lanzo una mirada a los fabulosos paisajes que me envuelven, mientras llegan a mis oídos los validos de las ovejas del cortijo de Lifa. Extasiado por la belleza que me rodea, aprovecho para darle un buen tiento al vino dulce que putoentra como re-Dios. ¡Ahhhh, que puta ambrosía más buena! Tendría que haber echado más.

Pero la causa más probable -vuelvo a mis reflexiones- es que hubiera sido deliberadamente destruida por los cristianos tras la invasión del emirato nazarí para evitar que pudiera utilizarse nuevamente o sirviera de refugio a monfíes y gente echada al monte. Efectivamente, tras la invasión cristiana muchas fortalezas fueron destruidas o desmanteladas para que no volvieran a ser utilizadas ni pudieran acoger alguna revuelta. Después, siglos de completo abandono han contribuido a su lamentable estado actual que, vuelvo a repetir, debería de ser objeto de actuación por las Administraciones Públicas para ser consolidada y evitar más pérdidas. 


 Recreación de la torre de Lifa y recreación de su torrero


CONCLUSIONES

La torre o atalaya de Lifa es testigo directo de un pasado histórico de gran intensidad y de gran interés, en particular centrado en la agitada época medieval y más concretamente en el contexto de conquista cristiana, que nos revela la importancia de la zona como vía de comunicación ya desde muy antiguo. Pero ha sido testigo también de la dureza de la vida de las gentes de la sierra: cabreros, pastores, arrieros, jornaleros y cortijeros...; de las idas y venidas de bandoleros, huidos, disidentes, cazadores... Hoy día, todo eso no son más que ecos de un pasado que se deshilacha, que desdibuja poco a poco.

Esta torre formaba parte de un erizado sistema defensivo que se extendía ampliamente por todo el emirato nazarí de Granada y que tenía su eje, su centro, en el fastuoso palacio de la Alhambra. Esta torre era una de las piezas del puzle defensivo del emirato, que estaba sembrado de ellas. Interesante sería el estudiar estas construcciones a nivel  provincial. Ya existen estudios muy interesantes en la zona malagueña y en la Ajarquía de Málaga, pero no en el resto de la provincia. 

La torre de Lifa supone un legado patrimonial único e irrepetible en la Sierra de las Nieves. Y es que, como no me cansaré de decir, en la Sierra de las Nieves no sólo hay naturaleza, hay también historia, patrimonio y cultura. A la singularidad y riqueza de los pinsapares hemos de unir los legados patrimoniales que suponen los pozos de nieve, los múltiples corrales ganaderos, las fuentes, los cortijos serranos, las eras y otros legados etnográficos. Y es que este espacio está profundamente antropizado, habiendo dejado el ser humano su huella en estos parajes desde hace miles de años hasta la actualidad sin interrupción alguna. No estamos ante paisajes naturales, no, sino ante PAISAJES CULTURALES.

A la futura investigación arqueológica y archivística le queda el averiguar si hubo más torres o puntos de vigilancia en la zona, extremo del que tenemos fundadas sospechas.  

Es una verdadera lástima el estado en el que se encuentra la torre de Lifa, este singular legado patrimonial. Yo no digo que haya que restaurarla o reconstruirla entera, por supuesto que no, pero si que habría que intervenir de forma urgente para eliminar la vegetación que nace de sus muros y consolidar los restos que se conservan al objeto de que no desaparezca lo que aún queda en pie de ella. Es urgente que las Administraciones Públicas actúen sobre esta atalaya, so pena de su completa aunque evitable pérdida.

 BIC torre de Lifa, Ministerio de Cultura



 ¡Hasta la próxima, torre de Lifa, si es que la hay!



Me voy a por otra arroba de vino dulce.

(c) Diego Javier Sánchez Guerra.