lunes, 1 de mayo de 2023

"EN EL AIRE BUSCARÉ TU ESENCIA Y LA RESCATARÉ DEL OLVIDO". ANDRÉS DÍAZ VALDERRAMA, EL JOVEN IDEALISTA MALAGUEÑO QUE SOÑABA, QUE LUCHÓ Y QUE MURIÓ POR UN MUNDO MEJOR.

    Un día de marzo de 2023, mientras una fresca brisa me regalaba el suave aroma a azahar que anunciaba una temprana y atípica primavera, le pregunté a María Teresa Dueñas Díaz qué fue lo que le motivó a indagar sobre el pasado y la historia de un tío abuelo suyo que ni tan siquiera había conocido más que por la memoria familiar y los recuerdos prestados: Andrés Díaz Valderrama. Su respuesta no me dejó indiferente:


Pues -me dijo- fue sin pensarlo ni proponérmelo. Un día del verano pasado (2022) se me vino su recuerdo a la cabeza y puse su nombre en Google y empecé a encontrar información de él. Y así sin pensarlo me dije: «tengo que reconstruir su historia». Y ya no he podido parar. Se ha convertido en un obsesión. Pero -apostillaba- realmente lo que me motivó a seguir, aparte de que siento que se lo debo y es lo mínimo que puedo hacer por él, es que tengo que hacérselo saber a mis hijos. Porque yo tenía algunos recuerdos y algo sabía pero ellos no. Si yo no se lo transmito se perderá totalmente la memoria de lo que pasó. Y esto no puede quedar en el olvido, ellos tienen que saber quiénes son. De donde vienen... Sino su vida no tendrá sentido, cómo me ha pasado a mí hasta que he descubierto todo esto.”


    María Teresa lleva mucho tiempo buscando con tesón información y documentos en distintas administraciones y archivos sobre su tío Andrés Díaz y recabando recuerdos entre sus familiares, viejas fotografías... un camino que le ha llevado a recuperar y atesorar parte de los recuerdos de su familia, convirtiéndose de forma sobrevenida en custodia de parte de la memoria familiar. En definitiva, reviviendo los recuerdos de Andrés para que su nombre no se borre ni de la memoria familiar ni de la Historia. Y, quizás lo más importante, transmitiéndolo a las generaciones venideras porque, en palabras de ella que debemos recalcar: “Si yo no se lo transmito se perderá totalmente la memoria de lo que pasó. Y esto no puede quedar en el olvido, ellos tienen que saber quiénes son. De donde vienen... Sino su vida no tendrá sentido, cómo me ha pasado a mí hasta que he descubierto todo esto”.


    El caso de María Teresa no es puntual. Muy al contrario. Es bastante frecuente en el tema de la investigación sobre los deportados españoles republicanos a los campos nazis. Han sido en muchísimos casos nietos o sobrinos-nietos los que han empezado a moverse o a buscar información sobre un abuelo, un tío abuelo o un familiar deportado y asesinado en el campo de concentración de Mauthausen-Gusen. Y es que vencidos los miedos del franquismo y de la represión, la curiosidad familiar saltó una generación y ha venido reclamando y exigiendo memoria, recuerdo y, sobre todo, dignidad para las víctimas.


    En esta búsqueda sin cansancio y casi obsesiva, las redes sociales se han mostrado como una gran herramienta para buscar y compartir información, para encontrar asesoramiento o ayuda… En esa tesitura fue como nos conocimos María Teresa y yo. Cuando contactó conmigo a través de una famosa red social, ella ya tenía mucho trabajo avanzado; había consultado multitud de archivos, disponía de un buen número de documentos sobre su tío y conservaba bastantes recuerdos familiares que con decisión había ido recabando. Además, conocía bastante bien el tema de la deportación. Con esos documentos, con su enorme trabajo de base y con la información que hemos tenido la ocasión de recabar más adelante, hemos podido recomponer a muy grandes rasgos la vida y peripecias de Andrés Díaz Valderrama, un joven idealista malagueño que soñaba con un mundo y una sociedad mejores, particularmente desde que huyó de Málaga en la Desbandá hasta que desgraciada y tristemente acabó siendo pasto de las llamas del crematorio de Gusen y saliendo por el agujero de su chimenea en forma de humo y cenizas...


    Esta es la historia de Andrés Díaz Valderrama. Esta es la historia de un joven idealista malagueño que soñaba, luchó y murió por un mundo mejor.

 

 

Andrés Díaz Valderrama
(foto: familia Díaz Valderrama)



AÑOS DE INFANCIA Y JUVENTUD


    Un caluroso 26 de mayo de 1908 abría los ojos a la vida, al mundo y a la argentada luz del Mediterráneo en Málaga, el bebé Andrés Díaz Valderrama. Andrés, cuyo nombre en griego significa “hombre valeroso” u “hombre viril”, nació en el seno de una familia extensa, humilde, trabajadora, procelosa, cuyos orígenes se encontraban en uno de los lugares más bellos y poéticos de Andalucía: la Ajarquía malagueña. La zona que está al este o al oriente, según los entresijos y los significados de la toponimia -suerte de arqueología de la palabra- de origen andalusí. Un lugar donde sus irrepetibles pueblos se descuelgan de sus sierras regalándonos la belleza de unos paisajes serranos y agrarios verdaderamente espectaculares, coloridos y sufridos por generaciones y generaciones de campesinos.



Acta de nacimiento de Andrés Díaz Valderrama
(fuente: Registro Civil de Málaga)


    Su padre, Antonio Díaz Pérez, era natural de El Borge donde había nacido en 1870, una pequeña población de origen andalusí cuyos moriscos tuvieron un gran protagonismo en la revuelta morisca del siglo XVI. A la edad de 19 años se trasladó de su pueblo natal a Málaga en busca de un mejor futuro. Su madre, Isabel Liboria Valderrama Fernández, según se consigna en el acta de nacimiento, era natural de Macharaviaya (en algún que otro documento posterior a su progenitora la nominan de forma equivocada como Gregoria y no como Liboria), una pequeña aldea cuyo origen podemos rastrear también en época andalusí y donde había nacido Bernardo de Gálvez en 1786, a la postre héroe de la independencia americana y cuyo nombre bautiza la ciudad de Galveston. Allí había nacido en 1878 y a los diez años de edad se había mudado con su familia a Málaga.

 

El Borge
(foto: Ayto de El Borge) 
 

Macharaviaya
(foto:  Francisco Montoro, Axarquía Viva)


    Y es que a finales del siglo XIX y principios del XX fueron muchas las familias de zonas rurales las que se desplazaron a la capital (y a otros muchos y distantes lugares nacionales e internacionales) huyendo del hambre y de la pobreza para buscar mejores salidas económicas, ante los desastrosos efectos económicos y sociales que habían provocado las crisis agrarias de finales del XIX, especialmente tras la debacle que había supuesto la casi total desaparición del viñedo en Málaga y su potente comercio de la pasa de manos de una serie de negativos factores, entre los que se encontraba la filoxera.


    El humilde matrimonio residía en esas fechas, según leemos en la partida de nacimiento de Andrés, en el “segundo partido de la vega, hacienda Chamizo”. Después de mucho buscar y buscar, hemos encontrado el topónimo Chamizo al norte de la pequeña aldea o barrio de Colmenarejo, entre el distrito de Campanillas (incluido en el Primer Partido de la Vega) y el del Puerto de la Torre (este último lugar pertenecía a ese Segundo Partido de la Vega). En esa zona, antaño ocupadas por cultivos de vides, se encuentra desde 1994 el basurero de Málaga (CAM Los Ruices) y dada la naturaleza de su uso todo el entorno ha sufrido unas remociones y unos movimientos de tierra muy importantes. Tanto, que han desfigurado por completo un espacio que tardó millones de años en ser modelado.



Plano de los partidos rurales de Málaga



    Hemos encontrado en un callejero malagueño de 1939 donde se describen los partidos rurales malagueños, como existía una lagar de Chamizo en el Segundo Partido de la Vega. En el callejero al que hacemos referencia hemos encontrado esta descripción del partido Segundo de la Vega:


Segundo de la Vega


Principia en Teatinos, continuando por la Carretera de Antequera (lado izquierdo), Río de Campanillas, abajo, (margen izquierda) hasta el Puente de Campanillas, Camino Viejo de Ronda a Teatinos, nuevamente donde finaliza.


    Estamos seguros de que se trataba del cortijo donde trabajaba la familia. Según recoge el callejero, a ese lagar se accedía por varios caminos, a saber: Camino de Antequera, Camino Vecinal de Campanillas y vereda particular. En esta hacienda, en esta propiedad, trabajaría el cabeza de familia en labores agrícolas, principalmente relacionadas con el cultivo y el cuidado de la vid. María Teresa, sobrina nieta de Andrés y verdadera artífice la búsqueda de Andrés, que ha venido recabando información y testimonios familiares sobre su tío abuelo, nos indica que según el recuerdo familiar que conserva y que le confió su abuela Isabel, la familia de Andrés era muy pobre y habían vivido un tiempo en la aldea de Colmenarejo, en una humilde choza, no muy lejos de la zona donde debía encontrarse el citado lagar. Este tipo de chozas eran muy comunes entre la gente pobre que vivía en el campo en todo el ámbito rural malagueño. Solían ser construcciones muy pobres realizadas con materiales muy humildes; unas paredes de piedra, de madera o de cañas y barro, solían sostener una sencilla cubierta hecha a base de cañas y haces de paja. El interior era tan humilde como el exterior, pues solía ser diáfano, sin servicios de aguas ni baño, ni nada parecido, con una dos yacijas compartidas por todos los miembros de la unidad familiar. Eran hogares muy húmedos y pobres, en los que se vivían en unas condiciones muy duras. En esos años el panorama en el mundo agrario malagueño era muy similar.

 

 

Choza de labradores en La Vega


    En la choza mencionada vivían el matrimonio Díaz Valderrama con sus nueve hijos, más los padres de Liboria. Estos eran los nombres de los niños: María, Antonio, Demófilo, Isabel, Liboria, Andrés, Concha, José y Dolores. Demófilo, que en griego significa “amigo del pueblo” (nombre utilizado como pseudónimo por el padre Antonio Machado, Antonio Machado Álvarez), era abuelo de María Teresa. Según ésta, a pesar de la pobreza y de la necesidad, era una familia fuertemente unida y se querían mucho.


    En el Archivo Municipal de Málaga, cuyos técnicos han sido extraordinariamente diligentes en la búsqueda de información, nos han proporcionado los padrones de 1909 y 1910. En ellos aparece registrado Andrés con un año y dos años respectivamente, en el caserío de la hacienda Chamizo. Por ellos, entre otras cuestiones, sabemos que fue bautizado en la Iglesia de San Pablo antes de cumplir los dos años de edad, situada en el castizo barrio de La Trinidad. Sus hermanos y hermanas también recibieron el sagrado sacramento del Bautismo en el mismo templo.


    En esos padrones sólo aparecen reflejados los siguientes hermanos: María, nacida en 1898; Antonio, nacido en 1901; Demófilo, nacido en 1903, Isabel, nacida en 1904; Libora, nacida en 1907; y Andrés, nacido en 1908. Creemos que los otros tres, Concha, José y Dolores, nacerían más tarde de 1910, de ahí que no vengan recogidos.

 

Padrón de Málaga de 1910
(Archivo Histórico Municipal de Málaga)

 

    Desconocemos como transcurrió la infancia de Andrés Díaz, los detalles de su mocedad y juventud, pero a juzgar por la pobreza y humildad de su familia, debió empezar a trabajar siendo muy joven, casi desde que era un niño, en tareas agrícolas o cuidando animales. “Era lo típico en las familias pobres” según sentencia María Teresa. Y ciertamente, en aquella época a los niños se les asignaba la tarea de guardar unos pocos de cerdos o unas pocas de cabras.


    Por la memoria familiar, vaporosa y difuminada por la transmisión oral y el inexorable paso del tiempo, pero a la que se aferra con fuerza irreductible la familia, sabemos que cuando era joven y se encontraba soltero residía en el número 17 de lo que es hoy la calle Manuel Rivadeneyra (según nos informaron en el Archivo Histórico Municipal de Málaga, esta calle no existe con esta denominación en el padrón hasta 1960), en la Colonia Obrera de Santa Inés. El traslado de parte de la familia a este lugar se realizó en una fecha todavía imprecisa e indeterminada. En esta vivienda residieron Antonio y Liboria, junto con los hijos que en aquel momento estaban solteros: Andrés, Concha y José, según la memoria familiar. El motivo seguramente fue porque Andrés -y quizás algunos miembros más de su familia- encontró trabajo como ladrillero en el tejar de la Colonia Obrera de Santa Inés, cuyas casas alquilaban a los mismos trabajadores. 

 

Vivienda de la Colonia de Santa Inés donde
se mudó parte de la familia Díaz Valderrama
(foto: Teresa Dueñas)


    En esa vivienda, que a día de hoy todavía se mantiene en pie y habitada, viva, debe resonar todavía el eco de los recuerdos de Andrés y su familia. Por documentación de finales de los años treinta y de primeros de los cuarenta, sabemos que cuando se produjo el golpe de Estado que provocó la Guerra Civil y dio al traste con este país, residía en calle Castilla, n.º 1 (en Portada Alta), ya casado con la joven malagueña Mercedes Hidalgo Flores. De ella, sobre la que volveremos en más ocasiones, sabemos que tenía un hermano pequeño, Dieguito, al que Andrés recuerda con cariño en una de sus cartas remitidas desde Alemania como prisionero de guerra del ejército alemán. Esa casa de calle Castilla n.º 1 se ha convertido en un bloque de viviendas donde aún reside parte de la familia de Mercedes.


    Sabemos que Andrés trabajó durante muchos años en la fábrica de ladrillos de la Colonia Obrera de Santa Inés realizando labores y tareas muy duras. De esa importante industria ha llegado a nuestros días muy poco: una chimenea, una portada monumental, un edificio que de dispensario médico se transformó en biblioteca y una enorme charca. Se trata de la laguna de la Barreda, que tiene su origen en un espacio rebajado artificialmente para obtener arcilla cuyo destino era ser transformada en la fábrica y los hornos cercanos. Hoy día ese espacio se ha transformado en un parque forestal de unos 50.0000 metros cuadrados en cuyo interior se encuentra la laguna, con una capacidad aproximada de casi 15.000 metros cúbicos. El lugar acuna una gran biodiversidad representada por casi 100 especies de plantas, a las que se suma peces, diversos reptiles y una variopinta avifauna que se diversifica en épocas de emigración y que sonorizan el lugar.





    La industria ladrillera tuvo su nacimiento en las últimas décadas del siglo XIX cuando los empresarios Francisco Viana Cárdenas y José María de Uribe montaron una fábrica de ladrillos entre los arroyos de las Cañas y de Teatinos, una zona donde abundaba la arcilla. Diez años después empleaba a casi dos centenares de trabajadores y producía una media de 20.000 ladrillos diarios. En 1892 contaba 22 hornos tejas y ladrillos y dos para cerámicas. Se producía también azulejos, elementos ornamentales de barro, figuras, jarrones...



Plano de la zona donde se instaló la fábrica de 
ladrillos, según plano de Emilio de la Cerda de 1899


    A finales del XIX y dada su creciente importancia, comenzaron a construirse las primeras viviendas en las proximidades de la fábrica. Aunque en un plano de 1899 aparece con la denominación “Tejar de Viana Cárdenas”, el barrio recibiría el nombre de “Colonia Obrera de Santa Inés”, en honor a la esposa de José María de Uribe, la cubana Inés de Disdier. El arco que se conserva, si embargo, posee una imagen que representa a la santa mártir cristiana Inés, una joven romana que recibió el martirio y la muerte en época de Diocleciano.




Arco de la Colonia Obrera de Santa Inés
(foto: Teresa Dueñas)


    En los años 20 del siglo pasado la industria fue adquirida por el conocido empresario Modesto Escobar Acosta. Fue él quien le dio el impulso definitivo modernizándola, ampliando la producción y diversificándola con la introducción de la fabricación de losetas, escaleras, objetos de decoración y mármoles. Para ello empleó también un aserradero para cortar mármol que situó en Coín, en el río Pereilas. Igualmente, dio un fuerte impulso al barrio obrero dotándolo de otros servicios.


    La fábrica estuvo funcionando hasta 1990, cuando comenzó su desmantelamiento. La fiebre inmobiliaria y el cáncer del ladrillo hicieron desaparecer casi todos sus vestigios. Sólo se salvaron de la especulación y la corrupción que van unidas al mafioseo de la construcción una chimenea, una portada, un edificio que se transformó en la actual Biblioteca Pública Miguel de Cervantes y una construcción con forma de torre circular que suele confundirse con un depósito de aguas, pero que tan sólo era un almacén para las herramientas de la tejería. También se mantienen en pie algunas viviendas obreras edificadas con ladrillos de barro cocido que son pequeñas joyas arquitectónicas.

 


Fábrica de ladrillos de la Colonia Obrera de Santa Inés
(foto: Universidad de Málaga)

    Para hacernos una idea de cómo era el trabajo y las circunstancias de la época y de entender las demandas obreras obreras de mejoras de aquellos momentos, hemos de recurrir a los testimonios del vecino José Vázquez, recogidos en un artículo del rotativo la Opinión de Málaga del día 10/10/2021, firmado por Alfonso Vázquez. Con unos nueve años, en 1926, José Vázquez empezó a trabajar en ella. Era un niño, tan sólo un chiquillo que acababa de mudar los dientes de leche. José apenas tuvo infancia pues fue víctima de la explotación laboral, empujado por la necesidad y por el hambre, como cientos de miles de niños brutalmente explotados en una España muy atrasada social y económicamente, dominada por los grandes terratenientes, la Iglesia y los grandes capitales. Una situación que las masas populares querían cambiar, querían revertir. Como él habría otros muchos niños en la fábrica en la misma situación, seguramente muchos hijos de los obreros adultos. Andrés Díaz Valderrama contaba por aquel entonces con 19 años de edad, pero desconocemos la fecha precisa en la que se trasladó a la Colonia y en la que empezó a trabajar en la fábrica.


    Según relataba José Vázquez a La Opinión de Málaga, muchos de los ladrillos allí producidos fueron a parar a los edificios que componían la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 e incluso al entonces Protectorado Español de Marruecos.



José Vázquez
(foto: La Opinión de Málaga)


    Entre otras tareas, José Vázquez ocupaba la mayor parte de su tiempo laboral recogiendo arcilla con la que se componían los ladrillos, tejas… que eran cocidos en los hornos. José disponía con un burro al que se dirigía a “la charca”, la conocida hoy día como Laguna de la Barrera), donde extraía la arcilla y la cargaba en la burra. Junto a él habría muchos chiquillos desarrollando las mismas tareas. La arcilla se llevaba a la fábrica, donde se amasaba con los pies y los brazos.

Las condiciones laborales en aquellos años eran extremas. Recordaba José Vázquez que “Todo el mundo terminaba hecho polvo con los resfriados”, dado que en no pocas ocasiones se trabajaba con temperaturas bajo cero y al aire libre. Ese frío que le provocaba el contacto continuo y prolongado con la arcilla fría y húmeda, lo combatía José frotándose los muslos con orujo.


    Según nos comenta María Teresa, su tío abuelo Andrés era un joven trabajador e idealista que soñaba un mundo mejor, más libre, más equitativo y más justo donde los obreros tuvieran unos salarios y unas condiciones de existencia dignos. Sus sentimientos políticos se canalizaron a través de la UGT, de la que era miembro. Es muy posible que en el ejercicio de sus tareas laborales se “contagiara” de las ideas de emancipación obrera y se sensibilizara por los derechos de las clases populares. Uno de sus hermanos mayores, Demófilo, era una persona que poseía unas fuertes convicciones obreras e incluso propugnaba esas ideas entre sus propios compañeros. Al parecer Demófilo era un buen hombre cargado de buenos sentimientos que siempre hizo el bien con todo aquel que pudo. Su nombre se encontraba en una de las listas para ser fusilado cuando Málaga fue tomada por los golpistas y a punto estuvo de serlo. Milagrosamente alguien intercedió por él y gracias a ello no acabó en la fosa del cementerio de San Rafael. Como señala María Teresa “...eran una familia guerrera, en el sentido de luchar por sus derechos…”.



Demófilo Díaz Valderrama
(foto: familia Díaz Valderrama)



    Una de las particularidades de Andrés es que le gustaba mucho cantar y, al parecer, tenía muy buena voz. Este talento lo heredaron también algunos sobrinos. Estamos seguros de que Andrés nunca abandonó esa afición, que le seguramente le acompañó en el trabajo y le acompañaría en las trincheras, en los campos de concentración franceses, en las Compañías de Trabajadores Españoles...


    No sabemos ni en qué momentos ni circunstancias conoció a la que sería su esposa, Mercedes Hidalgo Flores ¿Era hija o hermana de algún compañero de trabajo? Gracias al certificado de matrimonio de Andrés y Mercedes, sabemos cuando y dónde se casaron. El día siete de marzo de 1936, poco antes de que este país se fuera al traste, ambos contraían matrimonio en un juzgado de Málaga. En el certificado, que contenía un error en el segundo apellido de Mercedes más tarde subsanado, encontramos otros datos. Andrés y Mercedes tenían 27 años. Andrés aparece recogido con el oficio de jornalero, cuando sabemos que era ladrillero. En el documento aparece domiciliado en la calle Martínez Rivadeneyra (y no Manuel Rivadeneyra) de la Colonia Obrera de Santa Inés, junto a sus padres. Mercedes había nacido en Málaga el cuatro de marzo de 1909 y residía en el 1er Partido de la Vega, esto es, en la zona de Campanillas. Era hija de Antonio Hidalgo Santiago, natural de Totalán, en el pie de monte ajarqueño y de María Flores Jara, natural de Guaro, en la Sierra de las Nieves.


    El juez municipal fue Remigio Moreno González y el secretario Francisco Álvarez de Toledo y Alba. Los testigos fueron Antonio Galiano Nieto, natural de Écija y jornalero, y Manuel Crespo Ramos, natural de Málaga y de profesión telefonista.


    De la vida del matrimonio no conocemos mucho. Sabemos que se querían con locura y también que Mercedes tuvo un embarazo que desgraciadamente no llegó a término, por lo que la pareja, cuando aconteció el desastre del golpe de Estado y de la Guerra Civil, no tenía hijos.




GOLPE DE ESTADO

Y GUERRA CIVIL


    El 18 de julio tuvo lugar el golpe de Estado, que fracasó de forma estrepitosa desencadenando la Guerra Civil Española, cuyas funestas consecuencias llegan a hoy día.


    En Málaga, en manos de los republicanos, se asaltaron edificios públicos y viviendas de personas acaudaladas, se incendiaron casas, templos… Los tiroteos y ajustes de cuentas se sucedieron en la ciudad en los días y semanas siguientes, con un saldo de unas mil personas asesinadas o ejecutadas y cientos o miles de encarcelamientos. Uno de los primeros asesinados fue, casualmente, Modesto Escobar. El golpe le pilló en su finca de Moratán (Monda) y rápidamente se trasladó a su casa de la Colonia Obrera de Santa Inés, donde fue capturado. Al poco fue ejecutado sin juicio acusado de simpatizar con los golpistas. Mi abuelo Diego Guerra llegó a conocerlo. Decía que en el pueblo, en Monda, era muy apreciado porque daba muchos jornales a los mondeños para el mantenimiento de su finca de Moratán.


    En medio de ese caos, el joven militar republicano Manuel Bautista Ávila, que en la actualidad tiene una plaza a su nombre en el barrio, y que fue nombrado delegado de la Colonia Obrera de Santa Inés y del Puerto de la Torre, trató por todos los medios de impedir más asesinatos y ajustes de cuentas. Al parecer logró salvar la vida de alrededor de una veintena de vecinos. Su vida fue corta pues, nacido en 1913, perdió la vida el 14 de noviembre de 1936, luchando con el Batallón México en la zona del pantano de El Chorro, siendo el responsable político de dicho batallón.


    En los meses siguientes las autoridades lograron un mayor control sobre la situación, por lo que los asesinatos y ejecuciones disminuyeron drásticamente. Pero el daño irreparable estaba hecho. Uno de los encarcelados fue el joven fiscal de Málaga, Carlos Arias Navarro. Arias, que contaba con algunas amistades entre los republicanos, tuvo la suerte de que intercedieran por él y ser liberado. Tras la caída de Málaga en manos de los golpistas se convertiría en fiscal en los juicios en los que se procesaron a miles de republicanos demostrando una enorme falta de sensibilidad por la vida humana. Participó en los fusilamientos de más de 4.300 personas leales al gobierno de la II República. Estos hechos le granjearon el apodo de “Carnicerito de Málaga”.


    Desconocemos por completo que ocurrió con la vida de Andrés en los meses que transcurren desde el golpe de Estado hasta la ocupación de Málaga por las tropas rebeldes. A primeros de 1937 los golpistas intensifican la presión sobre Málaga y la atacan desde distintos frentes (Estepona-Marbella, Ronda, Antequera, Zafarraya...). Las milicias republicanas, compuestas por soldados mal pertrechados, mal entrenados e indisciplinados, no sería capaz de hacer frente a un ejército bien avituallado y que contaba con material bélico moderno, el apoyo de la aviación y miles de soldados italianos.



Una calle malagueña después de uno de los bombardeos
a los que fue sometida


    La ciudad, que tenía un cuarto de millón de habitantes en las fechas previas a la guerra, había visto incrementada su población con casi cien mil personas más. Se trataba de refugiados que procedían de distintos puntos de la Andalucía occidental y que huían hacia el este conforme avanzaban los golpistas. La mayoría eran mujeres, niños y ancianos que apenas habían salido de sus pueblos. A medida que los frentes iban cayendo en manos del ejército alzado, fueron llegando refugiados. Los primeros provenían desde Sevilla y Córdoba y se alojaron en los edificios del Centro Histórico de Málaga y La Caleta. Peor suerte tuvieron los llegados desde los pueblos de la provincia que fueron tomados a partir de septiembre de 1936. Sus refugios fueron la Catedral, las iglesias o la fábrica de tabacos, viviendo en unas situaciones casi inhumanas. A ello se sumaban las enfermedades, los bombardeos continuos sobre la ciudad de Málaga de la aviación de los sublevados y la falta de abastecimientos y alimentos.


    Ante la inminente caída de la ciudad en manos de los golpistas y el terror a la represión, a las sanguinarias tropas moras y a que fueran ciertas las incendiarias y aguardentosas declaraciones radiofónicas del general Queipo de Llano alentando el asesinato de malagueños y las violaciones de malagueñas por la tropa, la población malagueña huye desesperada y en masa por la carretera de la costa buscando refugio en la ciudad de Almería. El terror y miedo estaban completamente justificados pues el alcohólico general había llevado a cabo una sangrienta represión en Sevilla fusilando a miles de obreros y campesinos contrarios leales al gobierno de la II República.


    Esto es lo que les traslada a la población malagueña el general Queipo de Llano en una de sus aguardentosas y crueles intervenciones radiofónicas:


Nuestros valientes Legionarios y Regulares han demostrado a los rojos cobardes, lo que significa ser hombre de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”.




La Desbandá, 

la masacre de la carretera de Málaga a Almería



    Tras el colapso de los frentes de guerra y la retirada de los milicianos, Málaga quedaba desprotegida y a merced de los golpistas. El miedo a caer en manos de las sanguinarias tropas moras, de las sangrientas represalias… movieron a centenares de miles de personas y familias a huir a pie hacia la ciudad de Almería.



Refugiados en la catedral de Málaga


    El historiador, ensayista y periodista Arthur Koesstler, que era corresponsal del rotativo Daily Worker, describía de la siguiente forma la situación en Málaga:

Hacia las dos de la tarde comienza el éxodo desde Málaga. La carretera es un río de camiones, coches, mulas, carros, gentes asustadas que riñen entre ellas. Esta riada lo chupa y arrastra todo: civiles, milicianos desertores, el gobernador civil, algunos oficiales del Estado Mayor. Corren algunos extraños rumores por Málaga; que los rebeldes han ocupado ya Vélez, la siguiente población hacia el este, a unos cincuenta kilómetros; el río de refugiados se dirige a una trampa mortal. Según otro rumor, la carretera está todavía abierta pero bajo el fuego de los barcos de guerra y de aviones que ametrallan a los refugiados. Nada, entonces, puede ya detener al río: fluye y fluye, y se alimenta sin cesar de los arroyos del miedo”.

    La familia de Andrés fue una de ellas. Él se encargó de organizar la huida con su madre, su hermana Concha y su hermano José, según los recuerdos familiares conservados por María Teresa. Pero a los pocos kilómetros de iniciar el éxodo hacia Almería, Andrés se dio cuenta de que las condiciones de la marcha podían acabar con la vida de su madre, ya muy mayor, y de su hermano José, ciego y que necesitaba ayuda para caminar. Ante tal situación y viendo que podrían morir durante la huida, decidió mandarlos a casa y continuar él solo el camino a Almería.



José Díaz Valderrama
(foto: familia Díaz Valderrama)


    No dejemos de recordar que durante la Desbandá se cometió el crimen contra población civil más cobarde, más atroz y más sangriento de la Guerra Civil Española, perpetrado por las fuerzas golpistas. Efectivamente, durante varios días el crucero Baleares, al mando del ferroleño Manuel Vierna Velando; el crucero Canarias, al mando del gaditano Francisco Bastarreche Díez de Bulnes y el crucero Almirante Cervera, al mando del ferroleño Salvador Moreno Fernández estuvieron masacrando desde la línea de costa a los cientos de miles de desdichados que huían buscando refugio en Almería. Desde las alturas un infierno de fuego y metralla caía del cielo sobre la población huida: la aviación franquista, alemana e italiana acribillan a los refugiados… Miles de niños, ancianos y mujeres fueron asesinados por el camino. Las cifras oscilan entre los cinco y diez mil asesinados. Junto a ellos un incontable número de personas recibieron heridas de diversa consideración.



Imagen de la Desbandá


    Por si queda alguna duda de la sanguinaria y cobarde acción rebelde sobre la masa de civiles que huían, traigamos a colación las manifestaciones radiofónica del general rebelde Queipo de Llano, que relataba así estos acontecimientos el nueve de febrero, en sus conocidas alocuciones de radio:

Alos tres cuartos de hora de tomar la ciudad, una parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra aviación que bombardeó, incendiando algunos camiones”. 

    A pesar de los sanguinarios y cobardes asaltos de la aviación y de los buques rebeldes, Andrés consiguió llegar a Almería sano y salvo, con la intención de incorporarse al ejército de la II República y luchar por ella, aunque las tropas golpistas llegaron incluso a bombardear Almería, llena de refugiados. Por otra parte, su afiliación a la UGT le podía haber costado la vida de haberse quedado en Málaga. Desde aquel fatídico seis o siete de febrero de 1937 en que se despidió de su madre y de su hermano, ya no volverían a verse jamás…


    Los testimonios que se conservan de los supervivientes de la Desbandá, muchos de ellos niños de muy pocos años en aquellos momentos, son de una brutalidad verdaderamente trágica y desgarradora.


    Pero ¿Y Mercedes? ¿Porqué no le acompañó en la huida? Algo que inicialmente nos extrañó es que Mercedes no huyera con él en la Desbandá. La familia no conoce los motivos pero es muy posible que decidiera quedarse para cuidar a algún familiar mayor que no podría valerse por si mismo, quizás su padre o su madre. Desde el momento en que se despidieron, Mercedes y Andrés ya nunca más volverían a verse…






Andrés Díaz Valderrama, combatiente por la libertad.

Del Batallón Martínez Barrio a La 218ª Brigada Mixta


   

    A partir de la separación en la Desbandá, la familia no sabe nada de Andrés en su breve periplo como refugiado. Es posible que llegado a Almería lo enviaran a alguna población levantina y desde allí accediera al Ejército Popular de la II República.


    Los vacíos documentales y de la memoria nos obligan a dar saltos cronológicos a veces muy amplios. Por el CHMD sabemos que el día uno de abril de 1937 Andrés se encontraba domiciliado en calle Libreros de Valencia, a dónde había llegado en su huida desde Málaga. Se alistó como miliciano al batallón Martínez Barrio núm. 4, perteneciente a la 38 Brigada Mixta de la 5ª División.


    Esta unidad fue formada en diciembre de 1936 a base de la llamada “columna Perea”, recibiendo inicialmente la denominación de Brigada Mixta “Z”. En enero de 1937 se encontraba en Pozuelo de Alarcón, pero fue transferida a la Casa de Campo donde se le encomendó la defensa del Puente de los Franceses. Hasta junio de ese mismo año no participó en operaciones bélicas de relevancia, fecha en la que pasó de la 5ª a la 17ª División.



Soldados republicanos con una ametralladora 
Maxim M1910
 
 
 
El general Miaja entrega una bandera
al batallón Martínez Barrio el 24/04/1937
Fuente: ABC
 

    No sabemos hasta que fechas estuvo Andrés en este batallón ni si llegó a combatir en Pozuelo de Alarcón o en la Casa de Campo. Lo que sabemos es que más tarde pasó a formar parte de la 4ª Compañía de ametralladoras del Batallón 872 de la 218ª Brigada Mixta. Pero no sabemos como llegó a esta brigada, tampoco si iba con otros amigos o conocidos procedentes de Málaga ni en qué fecha exacta.


    Siguiendo a Carlos Engel, especialista en historia militar y autor de “Historia de las Brigadas Mixtas del Ejército Popular de la República 1936-1939”. Se creó en Ciudad Real el 24 de agosto de 1937 y se integró en la 68ª División del XX Cuerpo de Ejército, aunque no estuvo en disposición de ser empleada meses después, hasta noviembre. Se formó con mozos de las quintas de 1930, 1937 y 1938. Desconocemos en qué circunstancias se incorporó a la misma el protagonista de este relato.


    En diciembre de 1938 la 218ª Brigada Mixta fue destinada al frente de Teruel. En esta cruenta batalla también participó el universal poeta Miguel Hernández que dejó, entre otros, el poema de El soldado y la nieve:



El soldado y la nieve


Diciembre ha congelado su aliento de dos filos,

y lo resopla desde los cielos congelados,

como una llama seca desarrollada en hilos,

como una larga ruina que ataca a los soldados.


Nieve donde el caballo que impone sus pisadas

es una soledad de galopante luto.

Nieve de uñas cernidas, de garras derribadas,

de celeste maldad, de desprecio absoluto.


Muerde, tala, traspasa como un tremendo hachazo,

con un hacha de mármol encarnizado y leve.

Desciende, se derrama como un deshecho abrazo

de precipicios y alas, de soledad y nieve.


Esta agresión que parte del centro del invierno,

hambre cruda, cansada de tener hambre y frío,

amenaza al desnudo con un rencor eterno,

blanco, mortal, hambriento, silencioso, sombrío.


Quiere aplacar las fraguas, los odios, las hogueras,

quiere cegar los mares, sepultar los amores:

y se va elevando lentas y diáfanas barreras,

estatuas silenciosas y vidrios agresores.


Que se derrame a chorros el corazón de lana
de tantos almacenes y talleres textiles,
para cubrir los cuerpos que queman la mañana
con la voz, la mirada, los pies y los fusiles.


Ropa para los cuerpos que pueden ir desnudos,
que pueden ir vestidos de escarchas y de hielos:
de piedra enjuta contra los picotazos rudos,
las mordeduras pálidas y los pálidos vuelos.


Ropa para los cuerpos que rechazan callados
los ataques más blancos con los huesos más rojos.
Porque tienen el hueso solar estos soldados,
y porque son hogueras con pisadas, con ojos.


La frialdad se abalanza, la muerte se deshoja,
el clamor que no suena, pero que escucho, llueve.
Sobre la nieve blanca, la vida roja y roja
hace la nieve cálida, siembra fuego en la nieve.


Tan decididamente son el cristal de roca
que sólo el fuego, sólo la llama cristaliza,
que atacan con el pómulo nevado, con la boca,
y vuelven cuanto atacan recuerdos de ceniza.




Miguel Hernández, el poeta del pueblo 



    Volviendo al relato principal, el 14 de diciembre la 218ª Brigada Mixta lanzó su ataque contra el Puerto de Villastar, logrando conquistarlo dos días más tarde y formando una bolsa cuya limpieza le fue asignada. El 19 ocupó Castralbo y El Castellar y, el 21, se lanzó en primer escalón al asalto de Teruel ocupando el flanco izquierdo. Fue una de las primeras unidades en entrar en la ciudad, pero resultó tan quebrantada que tuvo que ser retirada a Cueva de Valverde y Sarrión para reponer efectivos.



Dos combatientes republicanos luchan en Teruel.
La foto fue tomada por Robert Capa el tres de enero de 1938


    El 30 de diciembre relevó a fuerzas de la 11ª División en Concud que perdió al día siguiente, retirándose a Teruel. Fue enviada entonces a Extremadura para una reorganización en profundidad, pero, el 17 de febrero de 1938, volvía a hallarse en el frente de Teruel.


    Andrés fue una de las bajas de esa batalla. Sabemos que el dos de enero de 1938 ingresó en el Hospital Militar de Valencia, concretamente en la sala 24, donde le fue asignada la cama 372. En el documento de ingreso no se especifica claramente el motivo de la hospitalización, sólo se recoge en el diagnóstico la palabra “enfermo”. Por ese mismo documento sabemos que era el delegado de su compañía. El día 15 de ese mismo mes recibió el alta con la prescripción de recibir curas y medicinas. En el documento de alta se recoge otros nombres de otros pacientes y en el encabezamiento del mismo se indica “Relación nominal de los heridos y enfermos dados de alta en el día de la fecha”. A Andrés se le ingresa como enfermo, no como herido en acción de guerra. Desconocemos que dolencia o afección le hizo ingresar en el hospital, pero debió ser grave como para estar casi dos semanas ingresado.

 

    Algunos días después de haber sido dado de alta, concretamente el día 24 de enero de 1938, fue asignado como enfermero en Valencia a través del Sindicato de Enfermeras de la UGT y destinado a la Clínica Militar n.º 18 “Facultad de Medicina”. Nos parece extraño y no hallamos explicación a que un trabajador del ladrillo reciclado en combatiente pasara a formar parte como enfermero del sistema sanitario de guerra. Quizás necesitara unos meses alejado del frente y le buscaron este destino.


    Desconocemos donde se ubicaba la Clínica Militar n.º 18 “Facultad de Medicina”. En la ciudad de Valencia y en sus alrededores se llegaron a habilitar hasta nueve hospitales de sangre, a saber: el Hospital “Blanquer”, el Hospital “Pasionaria”, el Hospital de Sangre de Izquierda Republicana, el Hospital de Sangre de la Cruz Roja y los hospitales de sangre de Binmaclet, Benimàmet, Nazaret, Mislata y Burjassot.


    No sabemos el tiempo que pasó Andrés en este destino pero en una fecha que no hemos podido determinar se incorporaría nuevamente a la 218ª Brigada Mixta.

 




Hospital Militar de Valencia


    Poco más adelante y ante el avance de las fuerzas golpistas por tierras aragonesas, el 26 de marzo de 1938 la 218ª Brigada Mixta es llevada al frente del norte del Ebro, donde se integra en la 34ª División del XI Cuerpo de Ejército en el sector de Tremp. Andrés luchó junto con sus compañeros en la mítica batalla del Ebro haciendo frente con valor al ejército golpista. Pero la superioridad armamentística y militar de los sublevados acabó por imponerse y decantar el resultado a su favor. Al consumarse el corte de la zona republicana en dos, la 218ª Brigada Mixta permaneció en el sector de Sort, aunque fue utilizada para una operación de formar una contracabeza de puente en Serós el 7 de noviembre.


    Una pequeña nota antes de continuar. Un hermano de Isabel, la abuela de María Teresa, fue reclutado por la fuerza a la edad de 19 años por los golpistas. Este joven combatió en la batalla del Ebro con el ejército sublevado y murió en ese frente de guerra. La familia fue informada por carta y nunca supieron donde fue a parar su cuerpo que, lo más probable, es que se perdiera en la confusión de una fosa común. Se llamaba Francisco Macías Berlanga y había nacido en el malagueño pueblo de Casarabonela.


    De las pocas noticias familiares que tenemos en estas fechas es que Concha, la hermana de Andrés, en 1938 había dado a luz a su hija Manoli. Ni corta ni perezosa le hizo una foto y se la envió al hermano para que conociese a su sobrina recién nacida. Si le llegó la carta y la foto, debió de emocionarse muchísimo. Igualmente una triste noticia aconteció a la familia ese mismo año: Liboria, hermana de Andrés, falleció en un difícil parto.



Concha Díaz Valderrama
(Foto: familia Díaz Valderrama)


    Al mes siguiente volvemos a encontrar una pista documental de Andrés, concretamente en el Diario Oficial del Ministerio de Defensa Nacional n.º 321 de 07 de diciembre de 1938 , donde se publica el ascenso de cabo a sargento de Andrés Díaz, que continúa combatiendo en la misma Brigada Mixta. El ascenso debió serle otorgado por haberse destacado en el combate y en las acciones bélicas.



Página del DOMDF nº 321 donde aparece
Andrés Díaz Valderrama


    Siguiendo con la 218ª Brigada Mixta, al comienzo de la ofensiva nacional sobre Cataluña, en el mes de diciembre se hallaba cubriendo un sector del frente de la cabeza de puente de Balaguer, donde resistió tenazmente y donde sufrió numerosas bajas. El 2 de enero de 1939 se trasladó de Ceró a Boixols para relevar a la 104ª Brigada Mixta, pero se hallaba muy mermada, hasta el punto que en su retirada hacia la frontera de Andorra cesó de dejar rastro...




Artilleros republicanos en la batalla del Ebro


TERRA IGNOTA.

REFUGIADO EN FRANCIA.

PRIVADO DE LIBERTAD POR LOS FRANCESES Y POR LOS ALEMANES


    Por documentos que se conservan en la OFPRA (Oficina Francesa de Protección a los Refugiados y Apátridas), en Francia, tenemos conocimiento de que Andrés cruzó los Pirineos junto con medio millón de refugiados en febrero de 1939 en aquel desastre humano y humanitario conocido como La Retirada, tras la muerte definitiva de la II República. Pero no se señala ni fecha ni campo de destino. A partir de ahí entramos en terra ignota. A Andrés le pasa algo parecido a lo que le ocurre al Guadiana. Su huella documental desaparece una vez cruzados los Pirineos en febrero de 1939 y no emerge hasta su detención en la primavera del año siguiente por los alemanes, que habían invadido Francia.



La Retirada, donde cientos de miles de españoles
huyeron a Francia


    Hemos consultado numerosos archivos, asociaciones e investigadores pero por el momento no tenemos ningún dato de como transcurrió ese año en Francia. Ni en los campos en los que estuvo ni en la Compañía de Trabajadores Españoles en la que lo encuadraron. Sólo podemos hacer elucubraciones, pero no desfallecemos en seguir buscando sus pistas.


    Andrés Díaz Valderrama era combatiente republicano, militar con grado de sargento, y como tal, debió entregar las armas en la frontera francesa a las autoridades galas. Como miles y miles de soldados derrotados. Posteriormente, y junto con miles de compañeros, sería llevado a uno de los grandes campos del Rosellón francés como Argelès sur Mer, Saint Cyprien o Bacarés. Unos enormes espacios a cielo abierto en las gélidas arenas de las playas que miraban al Mediterrráneo y acotadas por alambradas de espino. En aquellos infectos lugares, sin higienes, sin alimentos, sin cuidados médicos, sin instalaciones en las que pasar la noche… murieron miles de españoles. Posteriormente fueron siendo distribuidos por distintos campos que se fueron abriendo o acondicionando al norte de los Pirineos y en distintos departamentos, como Le Vernet, Gurs…




Soldados republicanos y exiliados civiles conducidos por las autoridades
francesas a un campo de concentración en marzo de 1939
(Foto: Robert Capa)


    Como decíamos, desconocemos por completo a qué campo o campos fue a parar Andrés. Lo que si parece claro a juzgar por las circunstancias de su detención, es que a finales de 1939 se incorporara a una CTE, una Compañía de Trabajadores Españoles organizadas por las autoridades francesas. Al invadir Hitler Polonia en septiembre de 1939, Francia e Inglaterra declararon la guerra a Alemania. Las autoridades galas, que inicialmente querían expulsar a los españoles por el costo de su mantenimiento y por miedo a contagios ideológicos, vieron en ellos una oportunidad en forma de mano de trabajo barata. Al precipitarse las circunstancias ofrecieron a los españoles o volver forzosamente a su tierra o aceptar otras alternativas: incorporarse al ejército francés (Batallones de Marcha, Legión Extranjera) o a algunas de las CTE para realizar obras de reforzamiento de la Línea Maginot y otras obras para defender el territorio frente a los alemanes. No olvidemos que tras años de guerra, muchos españoles conocían bien el manejo de las armas y tenían bastante experiencia bélica. A pesar de su juventud, ya eran perros viejos en estos asuntos. Pero realmente pocos fueron los que eligieron el alistarse en el ejército francés. La mayoría optó por incorporarse a las CTE y lo más probable es que Andrés también.




Trabajadores españoles de una CTE




Prisionero de guerra en

el Stalag VD de Estrasburgo


    Andrés, junto con miles de españoles y decenas de miles de soldados franceses, fue capturado en la bolsa de los Vosgos, hacia el 22 de junio de 1940, y trasladado como prisionero de guerra al Stammlager (Stalag) VD de Estrasburgo. Este campo de prisioneros se encontraba distribuido en diversas instalaciones en esta ciudad, que incluía viejos cuarteles e incluso el campo de fútbol de La Meinau (inaugurado en 1906 y aún en activo). Alemania distribuyó al más del millón de prisioneros de guerra que tuvo en diferentes campos de prisioneros de guerra distribuidos por todo el territorio del III Reich. Hay que apostillar que no eran campos de concentración, sino de prisioneros de guerra.




Campo de fútbol de La Meinau en 1938
(foto: Pinterest)


    A cada prisionero se le abría una ficha y se le asignaba un número. A Andrés le tocó el 2596. Por los testimonios de otros supervivientes sabemos que la vida en los stalags era dura, muy dura y la comida escasa y mala, pero por su condición de prisionero de guerra sería tratado siguiendo más o menos los tratados internacionales. Allí pasó varios meses, junto a otros españoles, como Pedro Sánchez Muñoz y su hijo Pedro Sánchez Moreno, con los que coincidiría en varios transportes.

  El deportado Marcelino Bilbao, en sus memorias (Bilbao en Mauthausen), recuerda su llegada al campo de fútbol de La Meinau:

Miles de soldados fuimos agolpándonos en el estadio de fútbol: los primeros en llegar, en las tribunas, y el resto, a medida que estas se abarrotaban, sobre el terreno de juego. En general las condiciones de presidio fueron malas, porque pasamos mucha miseria y nos mataban de hambre. No fueron pocos los compañeros que, desesperados, encendieron improvisados fuegos para cocer las hojas de los árboles y comérselas con las manos. ¡E incluso hubo quien se atrevió con el césped del terreno de juego! Hasta que algunos días más tarde los alemanes trajeron un camión lleno de panes amarillentos, como si estuvieran podridos.

    Sabemos que Andrés mantuvo correspondencia con su esposa, Mercedes Hidalgo, y muy posiblemente con su familia. En el archivo de Düsseldorf se conserva un expediente donde se encuentra una de sus cartas. Esta tiene fecha de de dos de julio de 1940, pero sello de remisión desde Alemanica de Munich, con fecha 27 de julio de 1940. Pudimos localizarla gracias al investigador Antonio Muñoz Sánchez, que tuvo ocasión de verla y fotografiarla en su visita al Archivo de Düsseldorf. La carta la reproducimos a continuación:

Anverso:

Alemania 2 Julio del 1940


Querida Esposa

me alegrare que al rrecibo

de esta te alles bien de salud

en compañía de nuestra

familia yo quedo bien

por la precente

Mercedes esta es para que

tu sepas de mi paradero

pero no te mando las señas

hasta que este en un sitio

fijo de forma que lla lo sabes.

Mercedes tu no te preocupes

que yo estoy mejor que antes

se portan muy bien con nosotros en fin en otra

sere mas estenso y sin mas

por el momento se despide

de tie tu Esposo con todo el

cariño y un abraso muy

fuerte este tuyo


Andres Diez


Reverso:

Recuerdo para toda la

familia y para Diegito

y para tu pañoleta

que me acuerdo mucho

de ella adios mi vida adios



    A los prisioneros no se les permitía dar muchos detalles de los lugares donde se encontraban y las cartas no solían ser muy extensas. Andrés, en la misma línea que otros prisioneros, trataba de ahorrar sufrimiento a su esposa y familia queriéndoles transmitir que se encontraba bien. Lo cierto es que en los campos de prisioneros las condiciones eran muy duras. Desconocemos por completo como pasó Andrés estos meses en este campo de prisioneros.





Anverso y reverso de la única carta conservada de 
Andrés Díaz Valderrama
(fuente: Antonio Muñoz Sánchez y familia Díaz Valderrama)


    Hacia finales de ese año la Gestapo, la temida policía nazi, llegó al campo de prisioneros y empezó a interrogar a los españoles. Según el testimonio de los deportados españoles supervivientes, las cosas empezaron a ponerse muy feas para ellos. Patricio Serrano, que era uno de los republicanos, recuerda en un testimonio ofrecido a Mariano Constante y a M. Razola en TRIÁNGULOAZUL. LOS REPUBLICANOS ESPAÑOLES DE MAUTHAUSEN, que:


A primeros de diciembre, la Gestapo instaló oficinas. Interrogó uno a uno a todos los antiguos combatientes de la República española, diciéndonos que seríamos enviados a trabajar a las minas y asegurándonos que, si nuestra conducta era buena, podríamos regresar a nuestro país”.


    Todo era una gran mentira. Lo que realmente buscaba la Gestapo era identificar a los republicanos españoles y trasladarlos a un campo de concentración, arrebatándoles su condición legal de prisioneros de guerra. La Gestapo seguía la orden dimanada del Departamento Central de Seguridad del Reich en la que se ordenaba que los españoles de los campos de prisioneros fueran llevados a campos de concentración. Esa orden se dio el 25 de septiembre de 1940, días después de la visita del Ministro franquista y cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer, un destacado filonazi del régimen dictatorial español...




Serrano Suñer con Hitler


    La España de Franco, en connivencia con los alemanes, se había desentendido de ellos y la Francia de Pétain, al no ser franceses, a pesar de haber sido movilizados en las CTE para obras militares y apoyo al ejército francés, también había pasado de ellos. Hitler le iba a hacer el trabajo sucio a Franco en tanto en cuanto los iba a trasladar a los campos de concentración del III Reich, especialmente al de Mauthausen, para exterminarlos, para hacerlos desaparecer.


    De tal suerte el 11 de diciembre de 1940 la Gestapo hizo formar a todos los españoles en un campo de fútbol en Estrasburgo, posiblemente en Le Meinau, bajo una lluvia torrencial. Seguidamente fueron conducidos a la estación de tren bajo un fuerte dispositivo de seguridad: a punta de ametralladora y escoltados por feroces perros. En la estación fueron introducidos en vagones de transporte de animales, apretujados como bestias sin medidas higiénicas, aseos, alimento... Así lo recordaba el mismo Patricio en el mismo libro:


El 11 de diciembre, se hizo formar todo el contingente español y lo rodearon SS armados de metralletas y acompañados de perros lobos. Tuvimos que cruzar toda la ciudad hasta la estación. Todo el mundo nos miraba, pero no sabíamos si era con odio o con compasión. Nos hicieron subir en vagones de tercera clase herméticamente cerrados, y así atravesamos Alemania, pasando por Stuttgart y Nuremberg.”


    Este convoy estaba formado por unos 847 prisioneros republicanos españoles que llegaron a Mauhtausen el 13 de diciembre de 1940. De ellos morirán en el campo de concentración 499 españoles… ¿Adónde se dirigían? No lo tenían muy claro. Unos pensaban que los llevaban a tierras francesas, otros que los llevaban a otros campos… ninguno pudo imaginarse de verdad el destino que les esperaba.




Convoy deportados a Mauthausen



MAUTHAUSEN.

LLAMANDO A LAS PUERTAS DEL INFIERNO


    La llegada a la estación de Mauthausen siempre se ha quedado grabada a fuego entre los deportados supervivientes por el fuerte impacto que les causó y el tremendo maltrato que empezaron a recibir.


    El calaceitano Raimundo Suñer iba en ese tren y en sus memorias, DE CALACEITE A MAUTHAUSEN, plasmó sus recuerdos del trayecto en tren y la llegada a la estación de Mauthausen:


Durante el trayecto de veintiséis horas no nos dejaron bajar. De
tanto en tanto soltaban una ráfaga de ametralladora, seguramente para darnos miedo. Llegamos por fin sobre las diez de la noche a nuestro destino. Íbamos medio adormilados y el vagón donde yo
iba, al ser un tren muy largo, ya no cupo en el andén y al bajar se caía en una especie de acequia. Al parar el tren se abrieron las puertas y se desencadenó un griterío enorme”.


    El deportado superviviente alicantino José Jornet en una entrevista al diario ABC el 04/08/2001, así lo recordaba:


Llegamos a la una y media de la madrugada del 13 de diciembre de 1940. Había una nevada espectacular. Conforme descendíamos de los vagones nos molían a palos, los perros nos mordían y así seguimos hasta la cima de un monte. En el camino se quedaron tres o cuatro muertos. Si te parabas a ayudar a algún camarada te pegaban con palos y los fusiles en la cabeza. Te la rompían porque el que caía al suelo ya no se levantaba. Lo remataban allí mismo”.




Raimundo Suñer y José Jornet



    A pesar de la divergencia en la percepción de los horarios, ambos deportados marchaban en el mismo convoy. Efectivamente. En la estación les esperaban los SS (Schutzstaffe) con sus ametralladoras y perros. A base de palos, insultos y mordiscos de perros los bajaron de los vagones y les hicieron formar. A la carrera, entre la nieve, los llevaron hasta una colina cercana en la que se vislumbraba el campo de concentración de Mauthausen. Franqueada la entrada se les hizo formar en la plaza del campo, la appelplatz o plaza de la llamada. En ese momento las autoridades del campo dirigirían unas palabras a los nuevos prisioneros. Andrés pasaría por las mismas vicisitudes. Miedo, hambre, frío, insultos, golpes...


    Estas autoridades estaban divididas básicamente en dos, los oficiales nazis, que administraban el campo desde el exterior y los kapos, presos comunes y criminales que habían ganado la confianza de los nazis y a los que les otorgaron el orden y la vigilancia interna del campo. Fue en manos de los capos en las que murieron la mayoría de los prisioneros, que solían ser más brutales que los propios oficiales nazis.




Entrada al campo de concentración


    En la appelplatz les informaban de lo que les esperaba en adelante y de que la única forma de ser liberado sería la muerte. Les señalaban la chimenea del crematorio, con su pomposa humareda perenne, como la única salida del campo. Algunos, según los testimonios de los supervivientes, no salían de su sorpresa, no se lo podían creer.


 A renglón seguido comenzaba el proceso de despersonalización y deshumanización de los prisioneros y su transformación en meros números. El joven malagueño al que le gustaba cantar, Andrés Díaz, al igual que el resto, fue obligado a desvestirse, a quedarse como su madre lo trajo al mundo en mitad de aquel frío cuasi infernal, y a despojarse de todo cuanto llevara encima que no le hubieran robado antes: fotos, cartas de Mercedes, efectos personales... A continuación los prisioneros fueron metidos por grupos en las duchas, donde los recibían con baños alternos de agua fría e hirviendo, para mayor crueldad y diversión de los captores. Poco después otros prisioneros más veteranos se ocuparon de rasurarle absolutamente todo el pelo del cuerpo con cuchillas infectas y melladas que arañaban la piel. El proceso continuaba con la aplicación mediante una gran brocha de un líquido desinfectante que les quemaba la piel, amplificando el dolor las heridas y arañazos provocados previamente por las cuchillas. Después se repartía entre los presos el drillich o “pijama”, como lo llamaban. Un fino uniforme a rayas, con una gastada gorra y unos incómodos zuecos de madera. Normalmente las tallas no coincidían y entre los mismos prisioneros debían apañarse intercambiando prendas. Se trataba de uniformes usados por otros presos asesinados y en no pocas ocasiones tenían manchas de sangre o agujeros de balas…



Prisioneros en la appleplatz


   Todo este proceso se hacía bajo la estrecha vigilancia de los kapos, que armados con palos y con barras no dudaban en apalear a los prisioneros cuando lo estimaran oportuno.


    A cada prisionero se le asignaba un número. Ese sería su nombre en adelante y a él debía atender en alemán. No conocerlo o no identificarse por él le podía costar una gran paliza, e incluso la muerte. En el universo concentracionario nazi, que se organizaba en varios tipos de campos, los prisioneros recibían un triángulo de distinto color en función de su naturaleza: para los presos políticos era rojo; para los homosexuales, rosa; para los criminales comunes, verde; dos triángulos amarillos que formaban la estrella de David, para los judíos… Dentro de cada triángulo se insertaba la primera letra del país de origen. Para los españoles estaba reservado el triángulo azul con una “S” en el medio. El color azul estaba destinado a los apátridas. Una total incongruencia que se explica porque los republicanos españoles fueron abandonados por Francia y por España. Eran apátridas, pero con patria…


   Los prisioneros tenían prohibido escribir a sus familias y recibir correspondencia. No fue hasta años después en que se permitió mantener contacto epistolar con los seres queridos, pero mediante cartas muy breves, censuradas y muy puntuales.


    Andrés recibió el número 4745, en adelante su nombre a todos los efectos. En el mismo convoy de Andrés iban muchos otros malagueños, entre ellos se encontraban los ardaleños Joaquín Cantalejo Sánchez y Pedro Sánchez Muñoz, al que acompañaba su hijo nacido en el barrio de La Trinidad de Málaga, Pedro Sánchez Moreno, el único malagueño del famoso Kommando Poschacher. Padre e hijo se habían destacado notablemente en la lucha por los derechos obreros en Málaga.



Pedro Sánchez Muñoz (izquierda, foto: familia Sánchez) 
y Pedro Sánchez Moreno (derecha, foto: Francisco Boix)


    Las condiciones del campo de Mauthausen eran terribles. Interiormente disponía de varios barracones donde se agolpaban los miles de prisioneros en unas condiciones inenarrables: sin higiene, sin apenas camas… Pero también sin recursos médicos y sin apenas alimentos. Los prisioneros comían tres veces al día, por la mañana un chusco de pan con un café que era más agua sucia que otra cosa; al medio día, una sopa aguada donde flotaba algún trozo de nabo o de patata; y por la noche un trocito de pan con una pequeña rodaja de salchichón… La falta de alimentación debilitaba a los prisioneros, que extenuados por un trabajo duro e intenso, morían por miles. El orden y la organización dentro del campo, como hemos señalado, estaba en manos de los kapos, que también organizaban los kommandos de trabajo y que tenían potestad sobre la vida de los prisioneros. Miles de prisioneros fueron asesinados por ellos mismos.


    El campo de concentración de Mauthausen se había construido en un lugar y con un fin determinados. La abundancia de granito en la zona había sido el motivo principal. Se trataba de una roca muy rentable para la construcción, para la pavimentación, para la creación de infraestructuras… y el III Reich necesitaba de grandes cantidades para llevar a cabo las faraónicas obras que había planificado la mente enferma de Adolf Hitler.


    Por tanto, la actividad principal de este campo fue la de extracción de roca en la cantera Wienergraven, que se encontraba a pocos metros. Casi todos los españoles pasaron por esta cantera a la que se bajaba por una rampa escalonada que pasados los años se dotó con una escalera con 186 peldaños. El trabajo en la cantera era muy duro, en jornadas muy largas (12-14 horas) y casi todos los días de la semana. Aunque se desarrollaban otras tareas (mantenimiento del campo, construcción de valla perimetral, pavimentación de la appelplatz…, la actividad de la cantera era la que más prisioneros demandaba.






    Estamos casi seguros de que Andrés Díaz, al igual que la mayoría de españoles, estuvo trabajando en la cantera padeciendo unas horribles condiciones. Por eso creemos que cuando se le ofreció la oportunidad a los prisioneros de trasladarse al subcampo dependiente de Gusen el 17 de febrero de 1941, muchos aceptaron pensando que no podría ser peor que el campo matriz. Se equivocaron...




GUSEN

EL MATADERO


    El subcampo de Gusen distaba cuatro o cinco kilómetros del campo principal de Mauthausen. También estaba destinado a la explotación del granito, donde destacaba la cantera de Kastelhofen, y en sus instalaciones se estaba construyendo un gran edificio que no era sino un molino para machacar parte de la piedra extraída cuyos profundos y siniestros cimientos eran conocidos por los españoles como el “Pozo”.



Entrada al subcampo de Gusen


    Las condiciones, como se acabarían de dar cuenta los desengañados prisioneros, eran mucho más extremas en Gusen: más hambre, mayor maltrato, peores condiciones... Lo que buscaban los nazis con estas redistribuciones de prisioneros era dejar espacio libre en el campo matriz de Mauthausen para la llegada de “carne fresca”, de nuevos prisioneros a los que estrujar y explotar laboralmente. Los enviados a Gusen, normalmente los más cansados y menos productivos, los más enfermos o más debilitados, iban camino de una muerte segura.


    Ese 17 de febrero de 1941 se encaminaban hacia Gusen unos 1.100 españoles. Se trataba de uno de los grupos más numerosos que fueron trasladados a este siniestro subcampo. Entre ellos se encontraban otros malagueños como los hermanos panochos Gonzalo y Francisco Granados Ortiz, hijos de “Frasquito el Molinero”. Ambos fueron asesinados en deportación, Francisco en el castillo de Hartheim el día 19/12/1941 y Gonzalo el 26/10/1941. Los malagueños Eduardo Brandi Martí, asesinado el 27/11/1942; Diego José de la Cruz Domínguez, asesinado en el castillo de Hartheim el 25/09/1941; Luís García López, asesinado el 25/09/1941; Pedro Gómez Carriolo, liberado el 05/05/1945; José Gutiérrez López, liberado el 05/05/1945; Rafael Montilla Vaquero, asesinado el 25/11/1941.



Los hermanos Granados Ortiz, de Istán.
A la izquierda, con un niño en los brazos y
a la derecha semi-arrodillado. No sabemos
cual es cual
(Foto: familia Granados Ortiz)


    También iban en ese grupo los mencionados Pedro Sánchez Muñoz y su hijo Pedro Sánchez Moreno, a los que acompañaba Rafael Castillo Díaz, un joven de Almería que se había apuntado al grupo porque su padre, José Castillo Herrería, había sido seleccionado por los nazis para su traslado a Gusen y su hijo no quería dejarlo solo, como es natural. José murió esa misma noche y Rafael hubo de partir solo a Gusen. A la postre Pedro Sánchez Moreno y Rafael se harían muy buenos amigos dentro y fuera del campo. Casualmente los dos Pedros y Andrés fueron a parar al Block n.º 6, como hemos podido comprobar por los documentos del International Tracing Service de Bad Arolsen. Y estamos seguros de que se conocían e incluso sospechamos que estuvieron en la misma CTE, la 106, pero no tenemos la certeza absoluta. En el subcampo de Gusen Andrés recibió el n.º 10733, Pedro Sánchez Muñoz el n.º 10728 y su hijo Pedro Sánchez Moreno el n.º 10734...


    El subcampo de Gusen se extendía por una explanada de unos 400 metros de largo en cuya izquierda se encontraban unos 32 barracones siniestramente pintados en negro y en las inmediaciones del campo se encontraba la cantera. A principios de 1941, cuando llegaron los primeros españoles, estaba cerrado por una alambrada de espino electrificada y vigilado por varias torretas de madera. Con el tiempo se cerraría con un muro de tres metros de altura y se dotaría de torres edificadas en piedra. Estas labores las realizaron los mismos prisioneros.


    Los más débiles recibían un mayor maltrato porque el objetivo de Gusen era eliminar a los más débiles que procedían de Mauthausen. Cuando tu situación estaba tan mal que ya no podías trabajar te pasaban a los barracones n.º 31 y 32, denominados barracones de los “inválidos”, donde eran terriblemente torturados y se les daba la mitad de la comida para que fallecieran cuanto antes. Otro método que tenían los nazis en Gusen para matar a los más débiles eran las duchas de agua helada en las madrugadas invernales. Los que estaban muy débiles para aguantar en pie, eran ahogados en el agua que se acumulaba en las duchas. Los que sobrevivían al baño, no solían sobrevivir más de uno o dos días afectados por un mortífero enfriamiento.


Jesús Tello, un deportado superviviente natural de Épila de Jalón (Aragón) pasó por la barraca n.º 32 y esto es lo que contaba:


"Cuando pasé el tifus, en la barraca 32 de Gusen morían a patadas. A la una de la mañana entraba un camión y nos decían que íbamos al hospital para curarnos. Les metían una inyección de gasolina y morían. Sufrí y rabié mucho, hasta que le dije a un SS que estaba curado para trabajar y salí vivo. Aguanté hasta que me dijo 'raus' (fuera)".





    El superviviente Ricardo Rico, natural de Zamora, fue testigo de cómo los nazis realizaban aquellas terribles selecciones entre los prisioneros que consideraban que aún podían trabajar y los que no:


“En esa fecha (noviembre-diciembre de 1941) empezaron las grandes escogidas de inválidos que se hacían en la plaza bajo la supervisión de los oficiales SS y el comandante del campo. Con la cifra 1 designaban a los deportados que consideran aun aptos para el trabajo. Los designados con el número 2 caían inmediatamente entre las manos de una caterva de kapos y escribientes que les inscribían en las listas de inválidos. Les marcaban su número de matrícula en el pecho, con tinta china, cuyo signo para los deportados significaba su próxima entrada en el crematorio. A partir de ese momento, estos hombres se consideraban ya como muertos. Distribuían entre
sus amigos o conocidos las prendas mejores que poseían: gorro, chaqueta, calzado…


    A cambio recibían otros más usados, pues como iban al crematorio ya no tendrían necesidad de nada. Seguidamente eran conducidos a las barracas 31 y 32, donde un personal de represión escogido entre los mismos presos se encargaba de exterminarlos”. (Relato recogido en Los últimos españoles de Mauthausen, pp. 222-223, de Carlos Hernández de Miguel). 


    Tenemos constancia de que Andrés estuvo en Gusen desde el 17 de febrero de 1941 al 30 de julio de 1942. Logró sobrevivir casi un año y medio en aquel infame infierno. No sabemos que tareas tuvo encomendadas, pero es posible que pasara por las obras del campo o que trabajara directamente en la cantera, como la mayoría de los prisioneros, hasta que su cuerpo ya no fue capaz de responderle.


    Andrés Díaz Valderrama, el joven idealista malagueño que soñaba y que luchó por un mundo mejor, cerró los ojos para no abrirlos jamás a las cinco de la mañana del día 30/07/1942 a los 34 años de edad. Su cuerpo, como el de miles de españoles deportados, ya no daba para más. Según el “Libro de los muertos de Mauthausen” había fallecido de “lungenentzüdung”, es decir, de neumonía. Lo más posible es que fuese asesinado por sus captores y como era frecuente, que se inventaran la causa de su muerte.


    Los prisioneros que se encargaban de procesar a los muertos desnudaron mecánicamente el cadáver esquelético de Andrés para apilarlo con otros famélicos y anónimos cuerpos de otros desdichados españoles, polacos… Uno a uno los miembros del sonderkomando o komando del crematorio, como autómatas, iban extendiendo los cuerpos en unas desgastadas parihuelas metálicas para introducirlos en las hambrientas e insaciables bocas del crematorio. Este siniestro artilugio funcionaba 24 horas al día los siete días de la semana. No daba abasto...


    En el archivo del International Tracing Service de Bad Arolsen se conserva, entre otros, un documento fechado el tres de agosto de 1942, donde se recoge las personas que ese día fueron “liberadas” a través de los hornos crematorios. Entre ellos se encontraba Andrés Díaz Valderrama, cuyo cuerpo, transustanciado en humo y cenizas, fue arrebatado por el viento pero cuya presencia quedó imborrable en la memoria y en los corazones de los suyos.


    Ese mismo día, según se recoge en ese documento, fueron llevados al crematorio otros españoles:


Martín Aguayo Castillo, nacido en el pueblo de Castillo de Locubín (Jaen) el 26/09/2018


Alfonso Berenguer Palacios, nacido en Madrid (Madrid) el día 13/12/1916


José Frances Vidal, nacido en la población de Xátiva (Valencia), el día 18/03/1911


Bienvenido García Figueroa, nacido en el pueblo de Carmena (Toledo), el 21/03/1917


Rafael Mari Miralles, nacido en Valencia (Valencia), el día 22/02/1900


Joaquín Mas Pons, nacido en Palamós (Gerona), el día 21/10/1911


Julián Nieto Picón, nacido en la población de Santoña (Cantabria), el 24/05/1921


Mariano Pérez Calventus, nacido en la población de Lorca (Murcia) el 15/10/1915


José Sarinena Esparrey, nacido en Barcelona (Barcelona), el día 31/08/1917


Ese mes, según los registros, murieron 80 españoles…




Copy of 1.1.26.1 / 1301585
Documents from the crematorium Gusen
(Fuente: Arolsen Archives)


    Atrás, muy atrás, inalcanzable, quedaban Mercedes, toda su familia y su Málaga natal a la que tanto había querido y por la que tanto había luchado. Atrás, muy atrás, quedaba una España destrozada por una guerra fraticida, hambrienta, completamente desvencijada y que quedaría socialmente lastrada bajo el manto de la Dictadura y de la represión por casi cuatro negras décadas.


    El último documento que hemos localizado de Andrés se encontraba en el Registro Civil del Distrito n.º 3 en Málaga. En el Tomo: 00326_3-Página:230 se inscribe su desaparición, no su defunción. El documento recoge el que fuera su último domicilio: “calle Castilla, Portada Alta (Camino de Antequera)” y el nombre de su esposa Mercedes. También recoge que “desapareció de su domicilio el día ocho de Febrero de mil novecientos treinta y siete”.


    El asiento de la inscripción de desaparición “Se practica en virtud de Carta orden recibida del Juzgado de Instrucción de este Distrito” el día 29 de noviembre de 1958. No sabemos cómo se inició el procedimiento ni a instancias de quién, sólo sabemos que hasta dos años después Mercedes Hidalgo no iniciaría los trámites para la obtención de las ayudas del Estado alemán.



Inscripción de la desaparición de Andrés Díaz Valderrama





EPÍLOGO.


EN EL AIRE BUSCARÉ TU ESENCIA Y LA RESCATARÉ DEL OLVIDO”


    Alrededor de diez mil españoles republicanos fueron deportados a varios campos de concentración nazis, la mayor parte de ellos fueron a parar a Mauthausen. Entre ellos se encontraban unas quinientas mujeres republicanas. Según vemos en la web deportados.es, el campo de concentración de Mauthausen y los subcampos que dependían de él recibieron el mayor número de prisioneros españoles. En total fueron encerrados allí 7.532 hombres, mujeres y niños españoles, de los que murieron 4.816, lo que supone una tasa de mortalidad del 64%. La mayoría de estas víctimas perecieron en el subcampo de Gusen. A él fueron a parar 5.266 españoles de los que fueron asesinados 3.959.


    En Dachau estuvieron presos, al menos, 756 españoles de los que murieron 204 y fueron dados por desaparecidos 41.


    Buchenwald tuvo 636 prisioneros españoles, 133 muertos, 126 desaparecidos y un evadido.


    Ravensbrück tuvo 172 prisioneros, la mayoría mujeres, 14 muertos.

También hubo españoles en los campos de Bergen Belsen, Auschwitz, Flossenbürg, Natzweiler, Neuengamme, Sttuthof, Sachsenhausen, Gross-Rosen, Aurigny, Guernesey y Neu Bremm.


    En cifras totales, los españoles que estuvieron recluidos en los campos de concentración nazis de los que hay constancia documental, ascienden a 9.328. De ellos murieron 5.185, sobrevivieron 3.809 y figuran como desaparecidos 334. Estos datos representan una tasa de mortalidad del 59%




Número de fallecidos por campo de concentración


    Tras años de infierno, sólo lograron sobrevivir casi cuatro mil españoles. El resto sólo alcanzó su “liberación” por la chimenea del crematorio.


    La mayor parte de los supervivientes fueron acogidos por Francia, pero no tuvieron una vida regalada. Debieron de trabajar y luchar duro por sobrevivir y por sacar a sus familias adelante. Muchos, sin embargo, no pudieron superar los traumas físicos y psicológicos del campo y o murieron a los pocos años de la liberación o se suicidaron. Sin embargo el pueblo y las instituciones franceses siempre los reconocieron como héroes. Siempre les guardaron respeto y reconocimiento. En España no ha sido así, por desgracia. Sólo las asociaciones por la memoria y el trabajo de muchos investigadores están sacando sus historias a la luz y dándoles la dignidad que merecen mientras que las administraciones suelen mantenerse al margen, aunque hay algunas puntuales excepciones. En Málaga, a pesar de los numerosos deportados asesinados, contamos con algún que otro monumento o memorial dedicado a las víctimas malagueñas de los campos nazis. El primero se inauguró el 11 de diciembre de 2007 en los jardines de la Diputación Provincial de Málaga. Con el tiempo ayuntamientos como el de Teba, Ronda, Antequera y Cártama también realizaron homenajes o levantaron memoriales. Más particular fue el caso de Cártama ya que se trata del primer municipio de la provincia de Málaga donde se instalaron las conocidas stolpersteines.



Colocación de stolpersteines en Cártama 
en septiembre de 2022


Una familiar coloca flores en el monumento a los 
deportados malagueños a Mauthausen

    En el país galo los supervivientes enseguida se organizaron en asociaciones y pleitearon con el Estado alemán una serie de indemnizaciones para las familias y pensiones para las viudas y los hijos menores de edad. Estas asociaciones sirvieron como apoyo a muchas familias que quedaron en una situación económica desastrosa tras el final de la Guerra Civil Española. Una situación desastrosa económica y socialmente porque a la falta del cabeza de familia se sumó la bárbara represión de la que fueron objeto las familias de los “rojos”, con la mayor vulnerabilidad de las mujeres con hijos que habían perdido a sus maridos...


    Mientras tanto, el Estado francés, con la documentación requisada a los nazis y la ayuda de los deportados y otras organizaciones, elaboraron una serie de informes de decesos de los republicanos españoles deportados y asesinados para remitirlos al Estado español para que, a su vez, informaran a los familiares. Esos miles de documentos nunca llegaron a las sufridas familias…


    ¿Y qué fue de Mercedes Hidalgo Flores, la doliente y querida esposa de Andrés Díaz? A pesar de que la dejamos muy, muy atrás, no nos hemos olvidado en ningún momento de ella. Mercedes es la mitad de esta historia a medio contar... Según las indagaciones de su sobrina María Teresa parece ser que no cejó en el empeño de enterarse del paradero y el destino de Andrés. Escribió a diferentes organismos e instituciones hasta que no sabemos de qué forma, se enteró del triste final de su amado marido… Apoyada por la FEDIP (Federación Española de Deportados e Internados Políticos), Mercedes logró obtener una ayuda del Estado alemán.




Parte del expediente de Mercedes que
se conserva en el Archivo de Düsseldorf

    Sin embargo, según ha podido recabar María Teresa, los hermanos y la madre de Andrés nunca supieron de su muerte y sólo tenían sospechas de lo que le hubiese podido pasar por rumores, nada más. Solo tuvieron la certeza de lo que le había ocurrido cuando su nombre salió publicado en el BOE (agosto de 2019).


    Pero ¿Cómo fue que Mercedes cuando se enteró del fatal destino de Andrés, sea como fuere, no se lo comunicó a los hermanos de Andrés? Liboria había fallecido en 1946, muchos años antes de que Mercedes se enterara de la triste noticia pero, ¿Y los hermanos de Andrés? A esta pregunta María Teresa que no conoce la respuesta. Puede ser que le quisiera ahorrar el dolor a la familia, verdaderamente no lo sabe. Lo cierto es que Liboria murió a los pocos años de Andrés con la honda e inconsolable pena de no saber qué había sido de su amado hijo. Los hermanos de Andrés sólo tenían sospechas, pero ninguna persona ni ninguna administración les informó de nada… El caso de la familia de Andrés no es ni puntual ni anecdótico. Es terriblemente generalizado. Miles de madres, como Liboria, murieron sin conocer el verdadero destino de sus hijos -aunque de forma velada siempre lo sospecharan- esperando que algún día, mientras andaban atareadas y extraviadas en las faenas de casa, quizás tarareando una copla, una sombra copara la luz arrojada al interior por la puerta de una casa abierta siempre, siempre a la esperanza, y escucharan la palabra “MADRE" en una voz arrolladora e infinitamente familiar. Detrás de este sufrimiento se encontraba una Dictadura que se negaba a dar paz a los vencidos, que se negaba a comunicar a las familias las muertes de sus seres queridos pues, como hemos relatado, a pesar de que el Estado francés comunicó al español por vía oficial las miles de muertes de los deportados españoles, la Dictadura, en la línea de la represión a los “rojos” y en un acto de crueldad intolerable, imperdonable e inclasificable, decidió no comunicarlo a los familiares, amplificando de esta manera su dolor y sufrimiento.


    En el transcurso de esta investigación y de forma muy casual, localizamos una copia digital de una de las cartas que Andrés envió a Mercedes y que reprodujimos anteriormente. En ella se hablaba de Dieguito, hermano de ella y cuñado de Andrés. María Teresa, movida por ese brazo de mar que es la curiosidad, buscó a Diego Hidalgo Flores. Y lo localizó. Diego continuaba residiendo en el domicilio donde Andrés y Mercedes habían vivido de casados. Sin embargo, no quiso atender a María Teresa. Una verdadera lástima, porque muchas de las lagunas que hay en esta biografía se habrían achicado y él, quizás, habría encontrado algo de paz o sentido a una parte de su vida o del sufrimiento de su hermana.


    Lo único que sabemos y es por las pesquisas de María Teresa es que Mercedes trabajó en un hospital hasta el día de su jubilación. No volvió a casarse. La abuela de María Teresa le decía a su nieta en más de una ocasión una frase que se le quedó grabada a fuego en la memoria a pesar de aquellos volubles momentos de su niñez: “Mercedes dice que nunca volverá a casarse, porque si lo hiciera y su Andrés entrara un día por las puertas ella se moriría de pena por no poder abrazarlo”. Esas palabras, apostilla María Teresa, las diría antes de conocer el triste destino de su Andrés. De cualquier modo, nunca volvió a casarse y con el tiempo se fue distanciando de la familia de Andrés hasta que apenas llegaron a saber de ella… Tras 62 años de separación, de distancia, Mercedes logró encontrarse definitivamente con Andrés el 19 de junio de 1999...


    Además de su imborrable recuerdo en su familia y en los seres queridos, sólo se conserva una fotografía de estudio en blanco y negro de Andrés. En ella aparece con traje y corbata, con semblante hierático, delgado, en plena e imberbe juventud. Haciendo ostentación de una nutrida y envidiable mata de pelo.


    Y, a pesar de que esta historia tiene muchos cabos sueltos que no sabemos si algún día podremos atar, queremos acabar esta entrada con las emotivas y emocionantes palabras que María Teresa dedica desde el corazón a la memoria de su tío Andrés Díaz Valderrama, el joven malagueño que soñaba con un mundo mejor, que luchó por un mundo mejor y que dio su vida por un mudo mejor:




"No puedo desenterrar tu cuerpo de una fosa común ni de una cuneta porque tu destino fue ser quemado. Entraste por las puertas de Mauthausen para salir convertido en humo por la chimenea del crematorio. Pero dicen que nada se pierde, que todo se transforma.


En el aire buscaré tu esencia y la rescataré del olvido".



María Teresa Dueñas Díaz






Y desde luego, María Teresa, que has buscado su esencia, la has encontrado y la has rescatado del olvido.




Andrés Díaz Valderrama
Foto restaurada por Luda Merino@RestaurandoDign 



Agradecimientos mayúsculos a los siguientes investigadores por el apoyo y la inestimable ayuda prestada en la búsqueda de información y documentos:


A Juan Crespo García de la Rosa, que gestiona el sitio Deportados Mesa de Ocaña (https://www.facebook.com/deportados.mauthausen.3/ )


A Manuel Torres, que gestiona el proyecto Republicanos de Montalbán de Córdoba a Mauhtausen


A Alban Sanz (http://cartasdelexilio.free.fr/index_es.html )


A Antonio Muñoz Sánchez, Investigador del Instituto de Ciências Sociais - Universidade de Lisboa. Becario Beatriu de Pinòs - Universitat Rovira i Virgili de Tarragona




Al personal de los siguientes archivos y asociaciones, por su diligencia:


Archivo Histórico Provincial de Málaga


Archivo Histórico Municipal de Málaga


Centro Documental de la Memoria Histórica


Archivos del Ministerio de Justicia


Archivo de la Diputación de Valencia


Archivo Histórico del PSOE


Bundesarchiv (Alemania)


Archivo Estatal de Renania del Norte-Westfalia, Departamento de Renania (Alemania)


Arolsen Archives (Alemania)


Archivo del Memorial de Mauthausen (Austria)


Archivos del Comité Internacional de la Cruz Roja (Suiza)


NARA, National Archives (EE UU)


Service historique de la Défense (Francia)


Amical de Mauthausen y otros campos y de todas las víctimas del nazismo en España (Cataluña)


Amicale des Anciens Internés Politiques et Résistants du camp de concentration du Vernet d'Ariège (Francia).





María Teresa Dueñas Díaz

Diego Javier Sánchez Guerra







 



 


lunes, 10 de abril de 2023

ARDALEÑOS DE CENIZAS. DE ARDALES (MÁLAGA) AL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE MAUTHAUSEN

 

Hace algunos años, no me avergüenzo decirlo y reconocerlo, no tenía ni la menor idea sobre el triste periplo que había padecido casi medio millón de españoles en Francia como refugiados de guerra. Y, más adelante, más de diez mil de ellos como deportados en los campos de concentración nazis tras la huida desesperada de una España que había caído bajo la pesada losa de un régimen dictatorial y profundamente represivo, que no ocultaba sus simpatías por el fascismo italiano y el nazismo alemán, tras la humillante derrota de la II República Española en la sangrienta y todavía supurante Guerra Civil Española (1936-1939) o Guerra de España.

Sí sabía, en cambio, que muchos españoles se habían exiliado en Francia tras la caída del gobierno de la II República, y algunos a Sudamérica e incluso al norte de África, pero no en qué adversas condiciones ni en qué terribles circunstancias. Al igual que una gran mayoría de españoles, no conocía la verdadera y trágica realidad que habían vivido nuestros compatriotas en los campos de concentración franceses, ni del paso de decenas de miles de ellos por las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE) empleados como mano de obra barata, casi gratis, ni de su valiente participación en determinadas unidades de combate de las fuerzas Aliadas durante de la Segunda Guerra Mundial, como La Nueve, ni de su vital actuación en la resistencia francesa... ni de todo el sufrimiento, mantenido a raya por el orgullo, la esperanza y la dignidad, que habían pasado centenares de miles de españoles republicanos que lucharon en varias guerras y en diversos frentes contra la locura de un voraz y casi imparable fascismo. 

Sabía que, de mi comarca, la Sierra de las Nieves (Málaga) -porque estuve elaborando un libro de historia sobre la misma hace algunos años- hubieron varios vecinos de algunos pueblos que acabaron siendo cruelmente asesinados en el campo de concentración austríaco de Mauthausen, concretamente en su mortífero anexo de Gusen.1 Mucho más tarde y con una gran sorpresa me enteraría de que tan sólo uno de ellos logró sobrevivir a tan traumática y dramática experiencia. La cuestión es que tenía un conocimiento muy superficial sobre el tema, tanto que no había acabado de desperezar mi curiosidad.

Por fortuna, años después, un día, leyendo algunas reseñas de libros en una revista online, llamó mi atención la portada de LOS ÚLTIMOS ESPAÑOLES DE MAUTHAUSEN, del periodista Carlos Hernández de Miguel, en la que aparecía la imagen de un uniforme de prisionero, un “pijama” a rayas azules y blancas, con una cartela blanca en la que se recogía un número y un triángulo azul con una S dentro. Adquirí el libro y lo leí casi de inmediato, casi de una sentada. Me supo a poco, a bastante poco, a pesar de que el libro se compone de casi seiscientas páginas y está extraordinariamente documentado, muy bien redactado y los contenidos correctamente expuestos y argumentados. Así que empecé a profundizar en el asunto trabajando más bibliografía, artículos, fotos, documentales… indagando sobre el tema con una curiosidad e indignación crecientes.

Los últimos españoles de Mauthausen,
de Carlos Hernández de Miguel 

Sentí verguenza e irritación al leer aquellos terribles testimonios de los deportados españoles, el brutal y bochornoso trato que habían recibido en la vecina Francia como refugiados, las tribulaciones que pasaron durante la Segunda Guerra Mundial, la terrible y mortífera estancia en los campos de concentración nazis, los actos heroicos en los que habían participado y que habían sido deliberadamente olvidados en nuestro país ¡borrados de nuestra historia!...

Pero además de indignación, aquella investigación me provocaba una simpatía y solidaridad -además de un infinito cariño y compasión- por estos miles de compatriotas españoles (y sus sufridas familias) a los que el franquismo condenó al exilio cuando no a una cruel muerte. Y a los que la llegada de la democracia que abanderaba la Constitución de 1978 sentenció a un deshonroso olvido institucional que todavía y para mayor vergüenza, aún perdura.

No han sido sino las asociaciones memorialistas, las familias y las iniciativas de personas comprometidas como el investigador Benito Bermejo Sánchez o el periodista Carlos Hernández de Miguel, entre otros muchos, los que han puesto luz sobre el tema y luchan por el merecido reconocimiento de esos miles de españoles. A medida que leía o que caían en mis manos nuevas publicaciones y testimonios, descubría otra historia de España, una historia que nunca nos contaron, una historia de España que deliberadamente se ha ido olvidando, apartando, obviando en los libros y las clases de historia… Una verdadera vergüenza.

A medida que ampliaba mis conocimientos sobre los deportados españoles, empezaron a llamar con fuertes aldabonazos a la puerta de mi memoria los vecinos de la Sierra de las Nieves deportados a Mauthausen que, resurgiendo y tomando forma desde sus propias cenizas, uno por uno, venían reclamando su merecido lugar en la memoria y en la historia. Decidí investigar sobre sus vidas y así es como poco a poco acabé entrando de lleno en el apasionante mundo de la deportación española a los campos nazis, implicándome en ello sin oponer la más mínima resistencia en lo emocional. Fruto de esos primeros e indecisos pasos investigadores vio la luz un pequeño trabajo en mi blog personal.2

Mi curiosidad y otros indicios que iba encontrando me llevaron, poco a poco, al bello pueblo de Tolox, famoso por su balneario, su Cohetá de San Roque, por su Día de las Mozas, por su Cencerrá, por la extraordinaria hospitalidad de sus gentes… lugar donde nació y vivió el único de los deportados de la comarca de la Sierra de las Nieves que logró sobrevivir al infierno concentracionario nazi: Francisco Domínguez Fernández, más conocido como Frasco Mingue, el deportado número 3934. Conseguí hablar con sus sobrinos -ya bastante mayores- que, entre contagiosas y liberadoras lágrimas de emoción, reconocimiento y alegría, me proporcionaron alguna información y unas cuantas fotografías de su amado tío, así como su carné de deportado, entre otros documentos.

Con el material cedido por sus familiares, con sus emotivos recuerdos y los de otras personas con las que tuve oportunidad de hablar e intercambiar correspondencia, así como con los documentos procedentes de diferentes archivos europeos y americanos, las memorias de otros deportados y una buena bibliografía, pude tejer, a retazos, la vida de privaciones y horrores que llevó Francisco Domínguez Fernández durante casi diez años. Desde que huyó prácticamente con lo puesto de Tolox en el frío invierno de 1937, su paso por los campos de concentración franceses, su captura y estancia en el campo de concentración de Mauthausen, hasta poco después de su liberación con muchísimos kilos menos e incontables cicatrices en el cuerpo y en el alma un primaveral y providencial cinco de mayo de 1945 en el pueblo austríaco de Mauthausen.3

                        Biografía concentracionaria de Francisco Domínguez

Mientras hacía el trabajo no se apartaba de mi mente una anécdota que mis amados y admirados tíos, Mercedes y Ramos, me contaron sobre el hermano del suegro de Andrés Rueda, un buen amigo de su juventud: el jovencísimo ardaleño Antonio Trigo Ortega. En un principio, su hermano Juan pensaba que había muerto en Australia cuando en realidad lo había hecho en Austria. Este joven e idealista ardaleño nacido en Almargen murió en Gusen, subcampo dependiente de Mauthausen, en noviembre de 1941, con tan sólo 24 años de edad y después de pasar unas peripecias y desventuras dignas de ser noveladas.

                                              Antonio Trigo Ortega
 

Las circunstancias hicieron que un día de febrero de 2019 Andrés Rueda contactara conmigo a través de mis tíos y me proporcionara algunos datos, fotografías y cartas de Antonio que la familia guarda como oro en paño. Con ese material, una auténtica gasolina para mi curiosidad, empecé a buscar información sobre este joven ardaleño de ojos inmensos y mirada abisal que acabó reducido a cenizas y humo por el fanatismo del régimen nazi, en diferentes archivos españoles, europeos y americanos, entre distintas asociaciones de deportados a nivel nacional e internacional, entre diversas instituciones… también tuve la suerte de poder entrevistar a su hermano Juan Trigo, que a pesar de su edad guarda unos nítidos e imborrables recuerdos de él y de las penalidades y circunstancias sufridas, tanto por él como por su familia.

Aunque este libro, este estudio, inicialmente se concibió para recuperar la vida de la figura de Antonio Trigo, sin embargo, paralelamente fui rescatando datos y documentos sobre los otros tres ardaleños muertos en el mismo campo y, triste coincidencia, también a finales de 1941, porque estimaba que era absolutamente necesario que ellos tuvieran también cabida en este trabajo. No tenía sentido rescatar la memoria de Antonio y dejar la de los otros deportados en la mil veces infame cuneta del olvido. Ellos son Joaquín Cantalejo Sánchez, Juan Rodríguez Naranjo y Pedro Sánchez Muñoz, al que hemos acompañado de su hijo Pedro Sánchez Moreno por razones que explicaremos más adelante. 

                                         Joaquín Cantalejo Sánchez
 
  Pedro Sánchez Muñoz

                                                       Pedro Sánchez Moreno

Es por este motivo por el que hay más páginas dedicadas a Antonio que al resto de ardaleños y porque, también, ha sido de él del que más información he podido encontrar inicialmente.

Al igual que en una investigación anterior muy similar que versaba sobre la vida del ya mencionado toloxeño Francisco Domínguez Fernández, para reconstruir la vida de Antonio y del resto de ardaleños he tratado de combinar en lo posible varias fuentes.

En primer lugar, las de la memoria, ya que Antonio permanece vivo en el recuerdo de sus hermanos, Juan y Encarna, e incluso, en la de sus sobrinos y sobrinos nietos a través de los relatos familiares. En ese sentido los testimonios de su hermano Juan Trigo han sido excepcionales por la cantidad de detalles que recuerda, lo que nos ha permitido hacer un seguimiento de Antonio en sus años mozos y durante el golpe de Estado, así como en los inicios de la guerra. También me ha sido posible recurrir a la memoria de las nietas y sobrinas de algunos de los otros deportados, e incluso de uno de los hijos de Pedro Sánchez Muñoz, como veremos, pero en estos casos los recuerdos, aunque intensos y volcánicos, no son totalmente directos.

En segundo lugar, las fuentes archivísticas han supuesto -como no podía ser de otra forma en este tipo de investigación- unos importantes pilares para este estudio que me ha llevado a consultar más de una treintena de archivos oficiales de administraciones públicas, de asociaciones, fundaciones, ayuntamientos, juzgados de paz… en distintos lugares de España, Europa y Estados Unidos, lamentablemente con desiguales resultados.4 En ellos he tenido la suerte de hallar, sin excepciones, a unos técnicos archivísticos de extraordinaria profesionalidad y diligencia.

                                  Comunicación defunción de Antonio Trigo

 

Bad Arolsen Archives 

Cabe añadir que no me ha faltado las fuentes bibliográficas, tanto estudios de investigadores (historiadores, periodistas, familiares…), que se ha multiplicado en los últimos años, como biografías o experiencias de deportados que plasmaron en papel,5 donde hallamos una gran cantidad de publicaciones entre libros, tesis doctorales, artículos... que he combinado con la consulta de multitud de sitios web especializados, así como el visionado de numerosos documentales, entrevistas…

Por último, otra de las fuentes que he empleado en la medida en que me ha sido posible han sido las cartas remitidas por los deportados en el exilio a sus familias, tanto de nuestros protagonistas como las de otros españoles que coincidieron con ellos en los mismos transportes, en los mismos lugares, en las mismas fechas, en las mismas tribulaciones y sufrimientos…6 Al final de este libro se recogen todas esas fuentes por si algún lector tiene mayor interés y quiere profundizar más sobre el tema o sorprendentemente descubre a algún familiar suyo entre los deportados y se anima a buscar más indicios sobre él. 

Cartas desde Mauthausen, de
Benito Bermejo y Sandra Checa

Debo confesar, sin embargo, que esta investigación no me ha dejado para nada impasible. Escuchar y hurgar entre los muchos y dolorosos recuerdos de seres queridos, personas que te atienden con voz rota, quebrada por los fantasmas de la memoria y los recuerdos, mientras que se les desborda alguna oceánica lágrima que lucha con fiereza por surcar las profundas arrugas del rostro; remover los escasos recuerdos que todavía los mantienen atados al presente, al amor y al cariño de los suyos más allá de la muerte, más allá de las cenizas... Todo ello hace, que poco a poco, el sujeto que tienes entre manos deje de ser una imagen mal conservada en un viejo y ajado papel fotográfico, un código alfanumérico entre millones de referencias en un archivo, un mero número de registro, un nombre mal escrito en un documento raído, deteriorado y manoseado... para transustanciarse en una persona de carne y hueso, en un ser humano, en el hijo, el hermano, el amigo de alguien... Porque es inevitable dejarse arrastrar por los sentimientos al escuchar a los familiares de Antonio, contemplar al muchacho jovial, con toda una vida por delante con la novia que nunca llegó a ser esposa y madre, leer sus cartas cargadas de desgarradores sentimientos y esperanzas, recibir el regalo de su sonrisa en fotografías, seguir su rastro... Ese camino de ida sin vuelta a través de miles de kilómetros y multitud de países hace ya casi ochenta años...

Con los otros deportados ardaleños y, más particularmente con el caso de Pedro Sánchez Muñoz y de su hijo, me sucedió lo mismo. Quizás con más intensidad.

Por otra parte, cada vez que me implico en una investigación de esta índole sufro un enorme desgaste emocional; es anímicamente extenuante releer los duros testimonios y las malas experiencias de los deportados -y de sus familiares, no los olvidemos, víctimas también por la ausencia forzosa de sus seres queridos- de los que algunos se quedan grabados en la memoria por su crudeza, sus horribles vivencias, el rechazo que sufrían allá donde iban, su explotación física. Sumergirse en el terror y la fatalidad de la Segunda Guerra Mundial y en el sufrimiento inenarrable de los campos de concentración y exterminio nazis te pasa una factura muy difícil de pagar. Oír narrar a las familias el sufrimiento y los padecimientos sin consuelo heredados de sus padres, de sus abuelos, hermanos, tíos… tampoco te deja incólume. Uno no es inmune a eso, desde luego que no y el sentimiento de indignación y de injusticia no hace más que crecer hasta hacer hervir la sangre. Por ello, cada día que pasa, estoy más convencido de la necesidad de hacer llegar al común de la ciudadanía las historias de nuestros deportados porque, como españoles, es necesario que ellos tengan su lugar en nuestra historia y en nuestra memoria colectiva y que su recuerdo, su llama, no se extinga, como forma de dignificarlos y de honrarlos tras décadas de olvido.

        Sin embargo, esta investigación, que me ha llevado varios años a base de robar muchas horas al sueño, no ha estado exenta de algunas gratas y emocionantes sorpresas, como ha sido el caso de Pedro Sánchez Muñoz. Sobre este hombre, del que inicialmente tenía muy pocos datos, he podido averiguar que también tuvo un hijo que sufrió el encierro y la ignominiosa fatalidad de Mauthausen y Gusen con él, Pedro Sánchez Moreno, pero que milagrosamente sobrevivió y fundó su familia en Francia, como veremos.

      Tras muchas vicisitudes y algunas carambolas informáticas, logré contactar con sus descendientes en Francia. Pero lo más sorprendente es que tras publicar una breve reseña de Pedro y su hijo en mi blog el día 25 de abril de 2021, se puso en contacto conmigo parte de la familia española que desconocía por completo la existencia de este hombre, de su hijo y de todo lo que habían sufrido. Tampoco tenían conocimiento de sus parientes franceses. Y es que la feroz represión de la Dictadura del general Francisco Franco hizo que muchas familias no sólo se exiliasen y rompiesen, sino que ocultasen por miedo incluso a sus descendientes y por motivos de seguridad, las historias de un tío, de un abuelo, de un pariente cercano… que habían sido republicanos y que se habían señalado en la causa.

        En la práctica totalidad de los deportados españoles a los campos nazis observamos el mismo esquema vital y el padecimiento de similares vicisitudes. Todos ellos huyeron de una España que ha caído en manos de una férrea y represiva dictadura que nació al calor del fascismo italiano y del nazismo alemán, tras la Guerra Civil Española. Motivos no les sobraban, pues la mayoría había formado parte de las milicias republicanas o del Ejército Popular de la II República y combatido contra los golpistas, o habían desempeñado cargos políticos o institucionales relacionados con la II República o eran personas que militaban en alguna partido o sindicato de izquierdas que se habían señalado lo suficiente como para no esperar nada bueno de los vencedores de esta contienda bélica fratricida cuyas profundas heridas aún hoy día no dejan de supurar. 


        Entre exilio y represión, eligieron lo primero a sabiendas de que lo segundo podría haber terminado con sus huesos en una fosa común tras pasar por un pelotón de fusilamiento o verse privado de libertad durante largos años en uno de los siniestros penales o cárceles franquistas con similares resultados, en muchas ocasiones.

Exilio, decíamos, en el helado mes de febrero de 1939 en una Francia de la que esperan de forma vana una acogida mínimamente humanitaria, país que recibe a casi medio millón de exiliados como si fueran reses, recluyéndolos en improvisados campos de concentración a orillas del Mediterráneo (Argelès-sur-Mer, Barcarès, Saint Cyprien…) sin las menores condiciones higiénicas ni sanitarias, sin infraestructuras, sin apenas alimentos… Eso sí, rodeados de densas e ignominiosas alambradas de espino y bajo un férreo control y disciplina de las autoridades galas que emplearon a unas embrutecidas tropas coloniales para controlar a los refugiados españoles.


Otros caminos del exilio español se dirigieron al norte de África, a Rusia y desde Francia, a México, país que acogió a miles de exiliados, y otros países sudamericanos.

Desde estos campos y ante las inhumanas condiciones en que se encontraban, miles de españoles optaron por regresar a España viviendo desiguales desenlaces. Muchos miles de los que se quedaron murieron de enfermedades e infecciones. El resto de exiliados se distribuyó por otros campos ya algo mejor acondicionados, pero siguieron siendo maltratados y mal alimentados puesto que el objetivo de las autoridades galas era deshacerse de ellos y que volvieran a su país. Los exiliados españoles fueron unos indeseables para el gobierno galo, no en cambio para el pueblo francés, que acabó ganando su simpatía y suministrando alimentos, ropa y otros elementos de primera necesidad mediante donaciones y otras vías de ayuda.

En septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia.7 Francia y el Reino Unido declararon inmediatamente la guerra a Hitler, catapultado a Fürer del III Reich por una sociedad enloquecida y fanatizada. Empieza la contienda más sangrienta de la Historia de la Humanidad. Los franceses, necesitados de toda la mano de obra disponible y todos los recursos humanos ante el conflicto bélico, obligaron a elegir a los varones españoles que quedaban en los campos entre dos opciones: volver a España con Franco o integrarse en el ejército francés ya como combatientes ya como mano de obra en unidades de trabajo militarizadas, las famosas Compañías de Trabajadores Extranjeros, las CTE. Varios miles se incorporaron como militares, como combatientes concienciados en luchar contra el fascismo, mientras que la mayoría, decenas de miles, se incorporaron a las CTE.


 

Hasta mayo de 1940, en que Alemania inició el asalto a Francia, los españoles estuvieron realizando trabajos de refortificación, de defensa, obras en carreteras, puentes, cuarteles, campos de tiro, aeródromos… pero especialmente sus labores se destinaron al reforzamiento de la famosa Línea Maginot, obra de tan magna complejidad y tamaño como tan sencillamente inútil. Como sabemos, los alemanes atravesaron Holanda y Bélgica para ocupar Francia en varias semanas sin necesidad de atacar la Línea Maginot, capturando a cientos de miles de prisioneros de guerra franceses, entre los que se encontraban la mayoría de españoles. La mayor parte de ellos fueron aprisionados en las playas de Dunkerke, donde se libraron durísimos combates con el resultado de miles de muertos, y en la bolsa de los Vosgos, al sur de la ciudad de Nancy. En total fueron alrededor de diez mil los españoles capturados por los alemanes entre los despojos del humillado ejército francés, en junio de 1940.


 

En Dunkerke la marina inglesa, apoyada por embarcaciones civiles, pudo salvar a varios cientos de miles de soldados británicos y franceses. También había españoles que combatieron entre las filas francesas y que lograron ganar a duras penas las costas británicas. Pero las autoridades inglesas, tras retenerlos y someterlos a duros interrogatorios, los mandaron de vuelta a la Francia de Vichy, donde entraron nuevamente en la dinámica de la deportación y recalaron en los campos nazis, de donde muchos de ellos no saldrían jamás…

El resto de españoles de las CTE fueron integrados en los GTE, los Grupos de Trabajadores Extranjeros, al servicio de la Francia del mariscal Philippe Pétain, a estas alturas de la vida convertido en un esbirro más de Hitler que en un verdadero patriota francés, en un traidor... En ellas decenas de miles de españoles fueron explotados laboralmente durante casi un lustro en la agricultura o la industria. Muchos de ellos acabaron en la organización TODT realizando trabajos de fortificación para los alemanes (bases navales, fortificaciones, búnkeres, rampas de lanzamiento de misiles…). Un elevado número de españoles que huyeron al norte de África tras la Guerra Civil acabaron prestando de forma obligada su fuerza de trabajo a la Francia cobarde y vasalla de los nazis, especialmente en las cuasi legendarias obras del malhadado Transahariano.8 Con el tiempo, de entre éstos se compondría la legendaria La Nueve, la famosa compañía integrada en la División Leclerc que acabaría liberando París. Pero esa, aunque apasionante, es otra historia... 


 

La siguiente estación del particular calvario de nuestros compatriotas españoles apresados por los germanos fueron los frontstalag, unos campos de prisioneros que los alemanes organizaron en suelo francés desde donde iban remitiendo prisioneros a los stalags o campos de prisioneros en suelo alemán. Algunos españoles permanecieron meses en los frontstalag mientras que otros tan sólo estuvieron en ellos algunas semanas antes de ser llevados a algunos de los muchos stalags. En ellos ocurre lo mismo, hay quienes pasaron varios meses y hay quienes pasaron apenas unas semanas antes de ser transferidos a un fatal destino: algunos de los muchos campos de concentración nazis del III Reich como Sachsenhausen, Dachau, Floosenbürg, Auschwitz-Birkenau, Buchenwald… Pero la mayoría fueron a parar al de Mauthausen, en Austria, del que llegó a depender más de un centenar de subcampos, entre ellos el de Gusen, el más importante, incluso de mayor tamaño que el campo matriz, y donde serían brutalmente asesinados la mayoría de los españoles. 


 

Algunos deportados llegaron el verano de 1940, otros hacia finales de ese año a lo largo del siguiente. Avanzada la guerra, los españoles que llegaban procedían de las detenciones en Francia por mantener actividades subversivas y de resistencia.

Y, además de hombres, medio millar de valientes españolas fueron enviadas a campos de concentración nazis, concretamente al de Ravensbruk, por su participación en actividades de la resistencia en Francia, campos donde fueron explotadas laboralmente y sufrieron muchos malos tratos y vejaciones.

Para los españoles los campos de concentración suponían una siniestra novedad, pero no para los alemanes porque los nazis habían empezado a construir los primeros de ellos en los años treinta. Estos primigenios campos tenían como objetivo el recluir y “reeducar” a opositores políticos entre los que se encontraban, especialmente, comunistas, socialistas, sindicalistas y todo tipo de personas de izquierdas, también personas consideradas enemigas y peligrosas para el régimen nazi… En paralelo los nazis pusieron en marcha el denominado Aktion T4, un programa de eugenesia forzosa, de crueles asesinatos selectivos centrados en personas que consideraban una carga para Alemania y la sociedad: de esta forma cientos de miles de personas discapacitadas o con determinadas patologías mentales, de lisiados… fueron recluidos en “sanatorios” para ser brutalmente asesinados -privados del mejor regalo que les puede ofrecer la existencia: la vida- e incinerados, sin más, al poco tiempo. Un auténtico horror, un genocidio, una brutal barbaridad que aún hoy día no tiene ni nombre.

Comenzada la Segundad Guerra Mundial, el sistema concentracionario nazi se amplió y se volvió de una gran y siniestra complejidad donde la mano de obra esclava que suponían los millones de prisioneros se transformó en una enorme fuerza de trabajo que movió los intereses no sólo de los SS y el III Reich, de los nazis, sino también de miles de empresas -pequeñas, medianas y grandes- y empresarios carentes de los mínimos escrúpulos y principios éticos y morales, que veían en esta mano de obra esclava una gran oportunidad de negocio y con la que ganaron inmensas e inmorales fortunas.

El campo de Mauthausen tenía varios subcampos dependientes, siendo el de Gusen el más importante. Desde el campo principal se distribuía a los prisioneros a diferentes destinos para explotarlos laboralmente hasta la muerte. Cuando en el campo principal ya no daban más de sí, los prisioneros en peor estado de salud y menos productivo eran enviados a Gusen, donde tardaban días, semanas y como mucho algunos meses, en ser brutalmente exterminados. La mayor parte de los españoles asesinados lo fueron en Gusen. Los hornos crematorios no daban abasto para incinerar tal cantidad de muertos, por lo que funcionaban 24 horas al día y todos los días del año impregnando el ambiente de un fuerte y perenne olor a carne humana abrasada... Ese intenso y penetrante hedor podía olerse a kilómetros.


 

Los protagonistas de este relato siguieron esta tenebrosa secuencia vital hasta el final de sus días, que aconteció en los últimos meses de 1941. Y es que entre finales de 1941 y principios de 1942 se produjo la mayor mortandad de españoles merced a la combinación de una serie de siniestros factores: la inadecuada alimentación, la falta de higiene, la brutal explotación laboral, la inexistencia de tratamiento sanitario, las crueles palizas, las terribles condiciones climáticas y de existencia… A partir de esa fecha, los nazis empezaron a mirar algo más por los prisioneros porque los necesitaban como fuerza de trabajo para sus armas y fábricas de armamento, pues el frente requería de más soldados alemanes y esa mano de obra debía ser suplida. Además, los bombardeos de los Aliados estaban inutilizando muchas fábricas armamentísticas, por lo que las trasladaron hacia las zonas del este, más alejadas de la capacidad aérea Aliada. De esta forma en los entornos de Mauthausen y Gusen se crearon una serie de instalaciones industriales subterráneas para la fábrica de armamento y material bélico.

Capítulo aparte merece el siniestro castillo de Hartheim y los terribles camiones fantasma, donde se encerraban a los prisioneros y se les asfixiaba con los gases emitidos por el tubo de escape del vehículo. Se calcula que alrededor de medio millar de españoles fueron llevados a estas instalaciones, gaseados e incinerados.


 

Los fracasos alemanes en el frente del este ante el ejército soviético, como el de Stalingrado (batalla que se libró entre agosto 1942 y febrero 1943), así como la llegada masiva de Aliados por el oeste tras el desembarco de Normandía (junio 1944), hicieron ver a los generales nazis (a los pocos que no lo habían visto antes) que la suerte estaba echada, que más temprano que tarde el III Reich iba a sucumbir sin remedio. Los alemanes se quedaban sin recursos humanos, sin soldados, sin suministros básicos, sin armas, sin fábricas, sin capacidad ofensiva ni defensiva… A medida que el rodillo ruso avanzaba por el este se fueron liberando los campos, mostrando al mundo aquel horror inenarrable que habían creado los nazis y que hoy día, incomprensiblemente, muchos, demasiados, niegan... El último de los campos en ser liberado fue el de Mauhtausen, lo que aconteció oficialmente un cinco de mayo de 1945.


 

Los prisioneros, ya liberados, fueron reconducidos a sus países de origen tras un período de adaptación en que recibieron atención médica y una alimentación adecuada. Todos menos los españoles, que se quedaron un mes más en el campo porque ningún país los reclamaba. Volver a España, como sabemos, suponía la muerte o la privación de libertad durante años en unas condiciones extremas, por no hablar de la presión que podían recibir desde un régimen dictatorial como el franquista y desde la propia sociedad. Finalmente, y ante el apoyo de la sociedad francesa, Francia acogió a los poco más de tres mil quinientos españoles supervivientes y les ofreció una nueva vida, aunque no fue nada fácil para ellos, porque tuvieron que trabajar muy, muy duramente para labrarse un futuro y dejar atrás casi diez años de guerras, sufrimiento, torturas, hambre…

Muchos españoles murieron tras la liberación, a los meses o años, como consecuencia de los negativos efectos físicos arrastrados en su salud por la estancia en el campo y las extremadamente malas condiciones de existencia. Otros, no se sabe a ciencia cierta cuantos, no pudieron superar las cicatrices psicológicas de unas vivencias horripilantes y tomaron el camino del suicidio liberándose de la única manera que podían de un presidio de dolor y recuerdos insufribles… De los que permanecieron en Francia, muchos nunca regresaron a España. Otros, muy pocos, lo hicieron algunos años antes de que muriera Franco y fiando su vida a un pasaporte francés. Tras lustros o décadas, pudieron abrazar nuevamente a sus madres si para entonces éstas vivían, y a los seres queridos que permanecían con vida. Muchos optaron por viajar a España una vez muerto Franco, pero con el miedo siempre en el cuerpo de quedar en manos de la Guardia Civil y ver el final de sus días más pronto que tarde. Ninguno de ellos creía que, tras la guerra y la derrota de los alemanes, las potencias Aliadas iban a dejar al general Francisco Franco, estrecho colaborador del régimen nazi, regir los designios de España. Se equivocaban…

A día de hoy los deportados españoles en Mauthausen han tenido más reconocimiento en el país vecino que en el nuestro propio. Sólo en los últimos tiempos -ya tardíamente porque los que todavía vivían, casi centenarios, han muerto en los últimos años- ha habido cierto movimiento de recuperación de sus historias y de su memoria desde investigadores, periodistas, familias, asociaciones e instituciones de carácter memorialistas; mediante un gran número de publicaciones y de reediciones de antiguos libros, artículos, estudios; a través de actos de reconocimiento y de la creación de memoriales, monumentos… que están tratando de hacer un merecido y necesario hueco a la figura de los deportados españoles en la Historia de España.




Por mi parte, decir que a pesar de la extensa bibliografía estudiada y de los numerosos archivos consultados, es cierto que me han quedado algunos otros por consultar. En unos casos y después de años y de varias peticiones ni me han contestado, dado el ingente volumen de soliciutdes que manejan, mientras que en otros la mala conservación de determinados documentos ha impedido obtener copia digital y como mis recursos y mi tiempo son limitados, no he podido desplazarme personalmente y visualizarlos in situ. También es verdad que hay cierta bibliografía que no he podido trabajar por no haber estado a mi alcance, así como personas y familias que pese al esfuerzo por localizarlas finalmente no las he podido contactar y cuyos testimonios habrían completado este trabajo… En definitiva, por distintas razones no he podido disponer de algunos materiales y ciertos testimonios que me hubieran ayudado a componer y perfilar mucho mejor estas historias de vida. Más adelante, cuando cuente con más documentos y haya podido contactar con más personas, introduciré los cambios oportunos en esta investigación. Los resultados, que a continuación se exponen, no puedo demorarlos más. 

 Y en vista de que la edición a papel de este libro va a demorarse más de lo esperado y hay personas que no pueden esperar, he decidido compartirlo on line en descarga directa para que las historias de estos deportados sean conocidas y sus memorias restituidas y dignificadas. 

 

 

DESCARGA DIRECTA ARDALEÑOS DE CENIZAS

Enlace: 

https://www.dropbox.com/s/06k9wkxcdvxwfho/ARDALE%C3%91OS%20DE%20CENIZAS_WEB.pdf?dl=0&fbclid=IwAR3gvlcTV0ljxXpq8KsuHL9z9vOl5IpTHhagvYDskQjQz2uX5DCUVEh6LlQ 






1 Sáɴᴄʜᴇᴢ Gᴜᴇʀʀᴀ, Diego Javier:: Sierra de las Nieves desconocida. Historia, patrimonio y cultura. Parte I: El territorio y su memoria http://airesdemonda.blogspot.com/2013/11/sierra-de-las-nieves-desconocida.html

 

2 Sáɴᴄʜᴇᴢ Gᴜᴇʀʀᴀ, Diego Javier: El genocidio nazi en la Sierra de las Nieves: http://airesdemonda.blogspot.com/2015/05/el-genocidio-nazi-en-la-sierra-de-las.html

 

3 Sáɴᴄʜᴇᴢ Gᴜᴇʀʀᴀ, Diego Javier: Francisco Domínguez Fernández. Un toloxeño con billete de ida y vuelta al infierno: http://airesdemonda.blogspot.com/2018/05/francisco-dominguez-fernandez-un.html

 

4 Para mí ha sido una verdadera pena no haber podido contar con todos los certificados de nacimiento de algunos de los protagonistas nacidos en Ardales, dado que algunos de ellos no constan en el archivo municipal de este municipio.

 

5 Son numerosos los testimonios que he empleado procedentes de diferentes protagonistas y testigos en distintos momentos para ilustrar determinados acontecimientos y sucesos. 

 

6 Ello me ha llevado a contactar con numerosos familiares de deportados por toda la geografía española, de los que he obtenido una extraordinaria ayuda y un cálido apoyo.

 

7 Hitler había llegado a un entendimiento con otro de los grandes matarifes del siglo XX, Iosif Stalin. Ambos habían firmado un pacto de no agresión en agosto de 1939 (Pacto Ribbentrop-Molotov), de facto, un acuerdo para repartirse Polonia y Europa oriental en áreas de influencia entre ambas potencias.

8 Este ambicioso proyecto ferroviario francés pretendía comunicar el Mediterráneo con el río Níger, controlando así el comercio desde el Golfo de Guinea, con más de 3.000 km de raíles. Fue hacia 1881 cuando se aprobó la propuesta para la unión de los territorios franceses de África y la expansión colonial por medio del ferrocarril. Este proyecto, que por numerosas dificultades nunca llegó a finalizarse, quedó devorado por las arenas del desierto.