sábado, 25 de julio de 2020

DE NUEVO SOBRE LOS MOLINOS "MORISCOS" DE ALPUJATA O EL PATRIMONIO HISTÓRICO CULTURAL DE CARÁCTER HIDRÁULICO EN EL PARAJE DE ALPUJATA (MONDA) I



Esta entrada me ha salido tan larga que he tenido que dividirla en dos partes, pero es que me pongo a escribir y se me va la pinza. En la presente he hablado del tema de los molinos, acequias, albercas... en Alpujata. En la siguiente entrada le toca el turno a algunos de los antiguos oficios relacionados con el agua, ese patrimonio cultural inmaterial que va camino de perderse irremediablemente, y para el que he contado con la colaboración estelar de mi augusta madre: Encarna Guerra, para cuestiones más etnográficas. Pero también he recurrido al biólogo mondeño Miguel Ángel Puerto González, que ha accedido a ilustrarnos sobre la enorme riqueza y diversidad ecológica y natural en el ámbito del arroyo de Alpujata.

A las fotografías he acompañado algunos dibujos y bocetos que pueden aproximarse bastante al aspecto que pudieron tener los molinos en su origen, aunque podrían ser más precisos si pudiera disponer de más detalles y de más tiempo. Y, por cierto, los pies de foto salen dispares, pero es que no he tenido dichosa manera de que todos salgan con la misma tipografía y tamaño de letra.


Hace algunos años dediqué una entrada en este blog a los molinos “moriscos” de Alpujata. La primera vez que los visité, que los “descubrí”, tendría unos trece o catorce años -era un muchacho muy curioso, lleno de ilusiones, de rostro imberbe e inmaduro con un nutrido y precioso cabello peinado con la raya al lado- me quedé sumamente impresionado por aquellas ruinas perdidas en el tiempo a punto de desplomarse, solamente sostenidas por unos recios arcos e invadida por una tupida y colorista vegetación de ribera mediterránea que les daba ese característico aspecto de ruina romántica decimonónica. Además, fui sólo, con lo que la impresión que me llevé fue mucho mayor… Amplificó mi impresión el fabuloso alcornocal junto al que se camina ascendiendo por la Acequia Madre y el alucinante y misterioso bosque-galería del arroyo, hoy tristemente desaparecido debido a las fuertes lluvias de años precedentes. Y es que no nos enteramos de lo mudable que es la vida…

Durante años y hasta el presente, los he seguido visitando con la misma o mayor fascinación, descubriendo nuevos detalles y elementos cada vez que vuelvo, encontrándolos también en algunos libros y archivos, sumando conocimientos y entendiendo mejor la esencia de estos bellos ingenios hidráulicos que hunden sus raíces en los oscuros siglos medievales y de los paisajes, “paisanajes” y entornos en los que se encuentran perfectamente enclavados. Porque estos molinos formaban y forman parte de un amplio espacio globalmente pensado y modelado para aprovechar al máximo el escaso caudal de agua de un cauce típico mediterráneo como es el arroyo de Alpujata, conocido poco más abajo como Alcazarín (proveniente de un topónimo de origen islámico que viene a nombrar una estructura de carácter castral, viniendo a significar algo así como

De esta forma estos molinos, estos viejos ingenios hidráulicos, están íntimamente interconectados, teniendo como denominador común el agua, a toda una red de infraestructuras de aprovechamiento hidrológico como un pequeño azud y sus canalizaciones, dos antiguas presas y una importante red de acequias que tienen su origen en los siglos medievales de mano de la cultura andalusí, en concreto de la nazarí. A ello hemos de sumarle la enormidad de acequias secundarias y de albercas, destacando la Alberca Grande, por los motivos que más adelante relataré, las preciosas huertas de Alpujata con sus diversos cultivos y otro elemento no menos importante: el factor humano. Sí, el HOMBRE, en mayúsculas y en su amplio concepto del que formamos parte mujeres y hombres indistintamente. El patrimonio cultural inmaterial ligado a los aprovechamientos hidrológicos, a los espacios de huerta, a los regadíos, a las acequias, a los cultivos, a la gestión, explotación y mantenimiento de los molinos harineros y otras infraestructuras hidráulicas… es tan sumamente importante como el patrimonio cultural material del que hablaremos: agricultores y jornaleros, alcaldes del agua, molineros, lavanderas, esparteros…

Empecemos pues, enumerando y describiendo las infraestructuras hidráulicas que existen en el arroyo de Alpujata (de los Helechares, aguas arriba) desde la toma cerca de su nacimiento hasta la Alberca Grande y un poco más abajo pero antes, me gustaría hablar brevemente sobre el significado de la palabra Alpujata, topónimo del que hay diferentes interpretaciones sin que hasta el momento haya un total acuerdo entre los especialistas: para  Asín Palacios, significaría Alberca (Contribución a la toponimia árabe de España); para Gonzalo Mateo Sanz, Alp-utx-ata, significaría el puerto de las peñas del río (La naturaleza en la toponimia española, I); para Elías Terés es más probable que se trate del mozarabismo pawyáta, con el significado de posada (Antroponimia Hispanoárabe según fuentes latino-romances); en último lugar, para Chavarría Vargas y Martínez Enamorado, el topónimo Alpujata parece tener una base indoeuropea Alp/alb, con el significado primario de altura, ladera, monte (Toponimia mayor de la Serranía de Ronda). De todas estas propuestas y aunque no soy especialista en toponimia ni mucho menos, me llama la atención el significado propuesto por Asín Palacios, alberca, que casaría con la importancia de los aprovechamientos hidráulicos del lugar desde época medieval. La de Gonzalo Mateo, puerto de las peñas del río, también, porque el arroyo nace en un lugar de paso hacia Marbella, un pequeño puerto, y su cauce es un grandísimo pedregal, como cabría esperar. La última interpretación que asocia el topónimo a un espacio de altura, ladera, monte, tampoco iría muy desencaminada habida cuenta del severo carácter orográfico del terreno. En cuanto a la tercera, en la que se relaciona el topónimo con la lengua mozárabe otorgándole un significado de posada, nada podemos decir al respecto más que han pervivido muy pocos topónimos mozárabes y muchos de ellos, casi todos, sólo podemos rastrearlos en las fuentes documentales. En tal sentido la toponimia mozárabe es muy interesante como punto de partida para estudiar el poblamiento altomedieval.

Dicho esto, dejemos que los especialistas se peleen y se aclaren, o no, y ahora sí ¡Vamos al lío!

El azud

Cerca de la toma de agua que la Comunidad de Regantes de Alpujata tiene en el arroyo de los Helechares, existe un pequeño azud construido a finales del siglo XVIII o en los primeros años del siglo XIX (algo más arriba hay otro de ladrillo actual, pero no sabemos si sustituye a otro más antiguo), a juzgar por su composición y estructura. La palabra azud (o azuda), según la proviene del árabe hispánico

1. m. o f. Máquina en forma de rueda que, movida por la corriente de un río, saca agua para regar campos.

2. m. o f. Barrera hecha en los ríos con el fin de facilitar el desvío de parte del caudal para riego y otros usoso.

Nosotros nos quedamos con el segundo de los signifcados, una "barrera hecha en los ríos con el fin de facilitar el desvío de parte del caudal para riego y otros usos", porque esa es la función que claramente tuvo. La obra, que muerde con desesperación la roca base del cauce, está realizada en mampostería trabada por una argamasa muy rica en cal para proporcionarle fuerza y solidez a la obra, habida cuenta de su función estructural en un medio acuático como en el que se inserta ¿Cuál era el objeto de este elemento, no tan desconocido, que aquí damos a conocer al gran público? Muy sencillo: remansar y dirigir las aguas del cauce a través de una larga acequia que se conserva en parte en la margen derecha del arroyo, hasta el primer molino, o Molino de Arriba, concretamente hasta desembocar en su alberca. 

El azud 

Detalle del azud donde debió haber una compuerta



La acequia del azud

La construcción de este segundo elemento no es moco de pavo; hay que tener en cuenta que antes de mover una sola piedra, de dar una sola cavada, de arrancar una mata o de echar un sólo trago de vino, hubo de realizarse precisos cálculos matemáticos (precisos y preciosos, porque las matemáticas son muy bellas) para estimar el desnivel y proporcionarle una inclinación apropiada a la acequia. Si estaba muy pendiente, se corría el riesgo de que el agua llegara con demasiada fuerza al molino e incluso se desbordara antes de llegar a él, mientras que, si la pendiente era poco pronunciada, podría ocurrir que el agua no circulara como debía, que se estancara a tramos… Esta acequia, que tiene más de cien metros y está realizada con mampostería combinada con una argamasa bastante generosa en cal, serpentea parsimoniosa por la ladera del encajado y angosto cauce fluvial hasta llegar al Molino de Arriba, hasta remansarse calmosa en su generosa y maternal alberca. Su conservación a día de hoy es muy mala. Hemos de tener en cuenta que mientras estuvo en funcionamiento era mantenida para que su rendimiento fuera óptimo (limpieza, restituciones…). Hoy día la vegetación y los procesos erosivos han provocado importantes daños e incluso destrucciones parciales. 

Vista de parte de la acequia

El azud y la acequia se construyeron a la par del siguiente elemento, el Molino de Arriba, que sin ellos no habría tenido razón de ser.

El Molino de Arriba

Como decía, la acequia conducía el agua del arroyo al Molino de Arriba. Esta construcción es realmente impresionante por dos motivos: el primero por la naturaleza de la construcción, ejecutada con unas enormes rocas y en la que debieron participar un importante número de obreros y personal con suficientes conocimientos técnicos como para abordar la construcción de una infraestructura de estas características. El segundo, por el entorno extraordinario y de gran valor ecológico en el que se encuentra; recordemos que para llegar a él hay que pasar por un bosque de alcornoques, caminar junto a una acequia con más de medio milenio de edad y atravesar un pequeño bosque fluvial efervescente de vida hasta encontrárnoslo casi por sorpresa.

El Molino de Arriba con su alberca y su sala de molienda

Se trata de un molino de cubo y dos paradas, con la singularidad de poseer en la zona más elevada una balsa o alberca para almacenar energía en forma de agua, como vamos a ver a continuación. El elemento más sorprendente y destacado de este molino es la mencionada alberca. Está realizada a base de una estructura maciza que puede tener más de diez metros de altura desde la base, compuesta por grandes rocas, pues debía soportar una fuerte presión y peso ejercidos por el agua que se iba almacenando. Esta alberca tiene forma rectangular y alargada, por un extremo le entraba el agua y en el otro extremo, de cara al arroyo, conserva los dos cubos, dos resistentes bajantes o tubos realizados con ladrillo de barro cocido y trabados con una argamasa muy rica en cal y muy bien enlucidos, dado que debían aguantar una fuerte y constante presión de agua además de la continua humedad. Las paredes laterales de esta obra caen en vertical, no así la frontal, la que da de cara al cauce fluvial, que presenta cierta inclinación, creemos que para darle más resistencia a la obra y para que los conductos de los cubos no caigan en vertical, sino con una mínima inclinación minuciosamente calculada.

Alberca o balsa del Molino de Arriba

Detalle de uno de los cubos

A los pies de esta estructura, adosada a ella, se encuentra una edificación de planta rectangular de varias alturas, es el molino en sí mismo, el lugar donde se molía el cereal y se almacenaba la harina, que presenta las siguientes características: en la base, poco más elevados del nivel del cauce, están los dos arcos característicos de este tipo de molinos, los denominados cárcavos; se trata de dos bóvedas donde se alojaban los rodeznos, las ruedas de madera con cucharas o palas que eran movidas por el agua y transmitían su movimiento circular a las piedras molturadoras. Era el lugar donde se alojaba el motor o los motores, por así decirlo, del molino. Estas bóvedas están ejecutadas con una gran maestría, pues debían soportar casi todo el peso del edificio y especialmente el de las pesadas piedras de moler, que podían alcanzar varios cientos de kilos. A la derecha nos encontramos con una pequeña escalera mal conservada, que nos conduce al interior del molino, dividido éste en tres habitáculos o espacios; a la entrada, un pequeño espacio con restos de una chimenea que se construyó condenando una puerta de acceso, seguramente la original, y a continuación, otra pequeña habitación donde imaginamos se almacenarían herramientas, productos… Esta habitación es un pequeño aditamento posterior a la obra inicial como puede observarse mirando detenidamente los muros, además, tenía una pequeña cubierta a un agua de teja mora inclinada al lado contrario al arroyo y debió construirse para servir de desahogo, almacén, lugar de descanso del molinero… quizás al quedarse pequeña la construcción. 


Los cárcavos del Molino de Arriba

El Molino de Arriba visto desde el frente

Uno de los empiedros del Molino de Arriba.
Conserva los dos


A la izquierda de la escalera nos encontramos con la sala de molturación propiamente dicha, que conserva algunas de las piedras molturadoras. En la sala de molturación había, creo, dos pequeñas ventanas, que se intuyen a pesar del derrumbe parcial del muro. Sobre esta planta se levantaba un espacio abuhardillado, pues se observa en los paramentos los huecos que alojarían las vigas de madera que sustentarían el piso elevado.

El edificio principal, la crujía que miraba de cara al arroyo, recibía una cubierta a un agua de teja mora, como puede observarse por los restos conservados. Junto a este edificio hemos identificado un horno de pan que ha perdido la casi totalidad de su cúpula, pero que se identifica claramente.

Interior del Molino de Arriba

Restos del horno


El funcionamiento de este tipo de molinos harineros era muy sencillo. La acequia conducía el agua a la alberca y ésta, a los cubos. Cuando estaba llena, se abría unas compuertas y el agua bajaba por los cubos hacia los cárcavos, donde había, en cada uno de ellos, una pieza de madera con forma de embudo llamada saetín, que proyectaba con fuerza el agua hacia las palas o cucharas de la rueda o rodezno. Como el tubo interno del cubo iba reduciendo su diámetro a la vez que bajaba, el agua, al salir por el saetín, lo hacía en menor cantidad, pero llevaba una gran fuerza debido a la enorme presión a la que se veía sometida, de ahí que la obra del cubo fuese muy sólida y consistente, como hemos señalado, para no reventar por la presión. El rodezno, que descansaba en una gran viga de madera a través de dos piezas de bronce, el dado y la cruz, tenía una barra metálica en el centro, un eje, el palahierro, que transmitía la fuerza giratoria a las piedras molturadoras que se encontraban arriba, en la sala de molienda, para molturar el cereal.

Reconstrucción del Molino de Arriba

Tras la molienda, el agua usada para la molturación volvía al cauce fluvial y era reconducida mediante una acequia para ser aprovechada nuevamente como fuerza motriz por el Molino de Abajo, situado unos cien metros arroyo abajo, pero en la otra margen del cauce. 

El azud fantasma

Creemos, aunque no lo hayamos encontrado, que poco más abajo del Molino de Arriba, a escasos metros, debió haber otro antiguo azud para contener el agua y dirigirla a través de una acequia al Molino de Abajo, que es de las mismas características que el molino descrito pero sin alberca y ubicado en la otra orilla del cauce. Ese supuesto azud habría quedado destruido o cubierto por las crecidas del arroyo. Igualmente habría ocurrido con la acequia que llevaba el agua pues en esta parte del cauce la pared es mucho más inclinada y hay una vegetación arbórea más densa, amén de las remociones del terreno para hacer un carril que afectaron a este molino y su toma de agua.

Cierto es que más abajo del Molino de Arriba, aproximadamente a unos cincuenta metros, existe un pequeño azud del que parte una acequia que va a parar al antiguo pozo de agua que abastecía Monda (que está junto otro azud claramente mucho más moderno), pero son de obra muy reciente. Hay quien pueda pensar que cabría la posibilidad de que en ese lugar se encontrara el antiguo y pequeño azud para remansar el agua y conducirla a través de la acequia al Molino de Abajo por dos motivos:

1º Porque para que el Molino de Abajo pudiera molturar, necesitaría agua que le proveyera este tipo de infraestructuras, porque no hay otros cauces o tomas de agua próximas a este molino que fueran alternativa al arroyo de los Alpujata.

2º Porque el azud está levantado en el lugar apropiado y la acequia conduce el agua por el margen en el que se encuentra el molino.

Pero no creemos que el antiguo azud que abasteciera de agua al Molino de Abajo estuviera aquí por la sencilla razón de que queda muy bajo para abastecer por gravedad al molino; tanto el azud como la acequia quedan por debajo de la toma de agua del molino, no mucho, todo hay que decirlo, pero lo suficiente como para desechar la idea de que pudiera abastecerlo. Este azud moderno debía conducir el agua a través de su acequia al viejo pozo de Monda, situado un poco más abajo. 

Restos de un azud moderno junto a los estragos de 
las lluvias de los últimos años


El Molino de Abajo

Como decía, desde ese supuesto azud que no hemos encontrado partiría una acequia de la que muy poco, por no decir nada, se ha conservado (por diferentes obras de pozos, carriles…) hasta el Molino de Abajo, mucho peor conservado que el anteriormente descrito (y creemos que por algún desprendimiento de rocas) pero en el que hemos observado como los arcos que alojaban los rodeznos fueron construidos con sillares de cantillo (travertino) combinados con ladrillos de barro cocido. En Monda no hay travertino, los más cercanos se encuentran en Coín, por lo que imaginamos pudieron proceder de esta vecindad, cosa nada extraña. Lo que observamos es que tienen un módulo, una volumetría, muy similar, por lo que intuimos debieron ser realizados exprofeso para esta finalidad.

El Molino de Abajo

Detalle de uno de los cárcavos; obsérvese la combinación de 
piezas de travertino con ladrillo de barro cocido.
Al fondo el hueco del saetillo

Molino de Abajo, detalle de los dos cubos 
atragantados por la vegetación


Es muy posible que los cárcavos de los otros dos molinos se construyeran con la misma técnica y el mismo material, pero ha sido imposible verificarlo dadas las capas de argamasa y cal, en un caso, y de concreciones y vegetación en el otro.

Este molino, una vez que molturaba el cereal, devolvía las aguas al cauce fluvial y unos pocos metros más abajo el líquido elemento se remansaba en una presa de época nazarí cuya huella documental la hallamos en el libro de Apeo y Repartimiento de Monda, de 1572 (estudiado y publicado por nuestro vecino José Antonio Urbano Pérez), y desde donde parte la Acequia Madre. De esta presa se conserva todavía algunos restos que hoy día podemos contemplar, como el arranque del muro de contención de aguas y parte de la acequia, en uso hasta no hace mucho. Bueno, la verdad, no había una presa, sino dos, como veremos a renglón seguido…

Reconstrucción del Molino de Abajo 
junto con la segunda presa


Las presas del arroyo Alpujata

Esta presa debió tener un rebosadero, un aliviadero, para que una vez llena el agua siguiera circulando por el arroyo en el que, aguas abajo, había otras pequeñas tomas para regar algunos pequeños tableros de regadío. Pero no nos enrollemos y veamos lo que nos cuentan algunos auténticos testigos cuyos testimonios fueron inmortalizados en el libro de Apeo; en declaraciones del testigo Bartolomé Hurtado, vecino de la villa de Monda, realizadas el día 24 de enero de 1572, se recoge que:

…en un pago de Alpujata thérmino de esta villa, ai hasta siete u ocho hanegadas de tierra que son en bancales y çaquies, que se riegan con un arroio que ba por junto a ellos en tiempo de aguas, y en tiempo estéril, con una alberca que está junto donde se recoje el agua del dicho arroio, e ban regando por sus dulas y antiguedades, e se a de hacer

El cristiano viejo, Martín del Mármol, en declaraciones realizadas el día dos de febrero de 1752, relataba que:

… en el pago de Alpujata, ai un río o arroio, que cuando trae mucha agua, riegan con ella en el dicho pago hasta doce fanegadas de bancales y quando no ai tanta, que es en los mas años, recojen del dicho arroio con una

Ambos testigos mencionan la existencia de la presa y su función, mandar agua a una alberca y a los espacios de regadío, pero también nos informan de otro detalle; la presa había que mantenerla, limpiarla, repararla… casi cada año (10 ducados al año costaban los reparos y he estado buscando su equivalencia en euros, pero infructuosamente…). Y es que las lluvias torrenciales y las grandes avenidas de agua, que sucedían de vez en cuando, afectaban a estas obras que, a pesar de estar bien construidas, no tenían la capacidad de resistencia que los materiales actuales. Además, al hallarse en un medio acuático de forma permanente, los materiales constructivos se dañaban más, tenían una menor vida útil.

Pero en el arroyo no hay una sola presa, había dos… Y es que al observar los restos conservados más detenidamente, se puede apreciar al menos dos momentos constructivos claramente diferenciados por el tipo de argamasa y sistema constructivo, aunque guarden determinadas similitudes en el empleo de materiales: rocas y fragmentos de ladrillos y tejas.

Una primera fase, más antigua, que con los escasos datos que poseemos no podemos determinar si es de época nazarí, morisca o algo posterior, pero que relacionamos con la mencionada en el Libro de Apeo y Repartimiento. Se trata de los restos constructivos de un muro en la margen izquierda del río que se adosa a la roca viva, mordiéndola con su fuerte argamasa rica en cal. Su anchura es indeterminada (dado que ha perdido la cara por un lado, aunque posiblemente no fuera inferior a un metro) pero mantiene parte del enlucido original en la única cara que conserva, realizado a base de una argamasa fina y rica en cal. Este muro es de mampostería con inserciones de fragmentos de ladrillo y una argamasa muy rica en cal, como debe ser para este tipo de construcciones que deben soportar unas continuas condiciones de humedad y de presencia de agua. Este muro debía atravesar todo el cauce y embutirse en las rocas de la otra orilla.

Restos del muro de la presa primitiva

En este trozo de muro se conserva la atarjea que conducía el agua hasta el siguiente elemento, la Acequia Madre. Esta estructura es de los mismos materiales que el muro descrito, pero se adosa a él, no se embute. Está compuesta por una base más ancha de mampostería con una argamasa generosa en cal y muchos fragmentos de ladrillo de barro cocido, sobre el que se asienta el cuerpo de la atarjea y el arranque de la acequia, en los mismos materiales y enlucida al interior, hoy anegada por los sedimentos. Poseía una compuerta para aliviar el agua, que no sabemos adónde ha ido a parar.

Cimiento de la acequia que parte del muro de la presa primitiva.
A la derecha, mi ayudante. Al fondo la "Acequia Nueva"

Nos sabemos si del muro hacia arriba, la base del cauce recibía algún tratamiento de impermeabilización o se cubría con algún hormigón hidráulico para evitar que el agua se filtrara a través del nivel subterráneo, como ocurre en la siguiente fase y que veremos a continuación. Las fuentes escritas no dicen nada al respecto.

Como decíamos, había una superficie de hormigón hidráulico que, desgraciadamente, fue prácticamente arrasada por las lluvias torrenciales de 2018 y 2019, como he podido comprobar repasando algunas fotos antiguas… y que pertenecería a la siguiente fase constructiva.

En el segundo momento constructivo, que posiblemente podamos situar en el siglo XVIII o principios del XIX, se puede constatar la ampliación de la capacidad de almacenaje de agua al construir una nueva presa; observamos los siguientes elementos: un consistente pavimento de hormigón hidráulico que se esparce (que se esparcía) sobre la superficie del arroyo, realizado a base de pequeñas piedras y cantos trabados por una argamasa muy rica en cal, para evitar las filtraciones de agua; un recrecimiento u elevación de la cascada próxima a base de rocas de grandes dimensiones trabadas por una fuerte argamasa, para disponer de mayor superficie de almacenaje; y algo de lo que no se conserva más que los cimientos: un muro de contención para retener el agua de aproximadamente un metro y medio de anchura también ejecutado en mampostería trabada con una argamasa muy rica en cal. 

En el centro de la imagen, lo que queda de la segunda presa, 
marcado con una línea blanca. A la derecha, un granujilla
buscando piedras para hacer puntería 
sobre una despistada rana


La salida del agua hacia la Acequia Madre discurre paralela a la acequia de la presa más antigua hasta que conectaría con esta acequia principal, no sabemos si directamente o a través de un partidor.

Acequia vinculada a la segunda presa 

Restos de la segunda presa y de su acequia


La argamasa de esta segunda fase constructiva es más clara, con fragmentos pequeños de roca y menos inserciones de fragmentos de ladrillo, también de menor tamaño. Estos elementos no se embuten en la obra anterior, sino que se adosan a él, se pegan como una lapa, pero claramente son de momentos muy diferentes.

¿A qué responde este segundo momento constructivo? ¿A reformas? ¿A mejoras? No, nada de eso, dado que es una estructura completamente nueva que amortiza y deja en desuso a la anterior ¿Es posible que respondan a una necesidad de disponer de más agua para riego porque la superficie irrigada creció en un determinado momento (imposible de concretar, por el momento, con los pocos datos que poseo) posiblemente por un aumento de la demanda, por un crecimiento de la población? Bien pudiera haberse dado esta circunstancia ¿Se amplió por la necesidad de almacenar más agua motivada por una época de repetidas sequías y de reducción del aporte hidrológico del cauce? Es posible, si la obra es del siglo XVIII (o incluso inicios del XIX), que pudiera tratarse de esta circunstancia (sin desechar otras), dado que en esa, la siguiente y anteriores centurias se vivió la llamada Pequeña Edad del Hielo, época en la que la temperatura media bajó uno o dos grados y que combinó etapas de frío extremo, fuertes lluvias y nevadas, con otras de sequía y falta de precipitaciones… ¿Acaso se combinan varios factores o razones para la construcción de una nueva presa? También pudiera ser… Es posible que la reducción de las lluvias y la menor disponibilidad de agua, unido, quizás, a la ampliación de las zonas de regadío, diera lugar a que la comunidad de regantes de la zona de Alpujata (o como quiera que se llamara en aquel momento), tomara la determinación de edificar una nueva presa al objeto de poder dirigir y almacenar más volumen de agua a la Alberca Grande, que posiblemente se ampliara también en estas fechas.

Sí, lo sé, es mucho suponer, pero así nos desenvolvemos los detectives del pasado, los historiadores: observamos detalles, tomamos notas, fotografías y realizamos incluso dibujos, consultamos fuentes escritas, documentales, bibliográficas (muchos libros y artículos, mientras más, mejor), de la memoria a través de entrevistas a personas mayores y conocedoras… para llegar a unas conclusiones donde se establecen unas hipótesis… Pocas certezas podemos dar, la verdad, pero el curro es bastante entretenido y se disfruta tela marinera. Mola jugar a ser el Sherlock Holmes de la Historia.

Volviendo a nuestro tema, junto a estas dos etapas constructivas hemos detectado otras actuaciones sobre el segundo momento constructivo que asociamos a reparaciones, a mejoras… pero a no intervenciones que afectaran estructuralmente a la segunda presa, de cronologías más actuales. En la toma de agua de la segunda presa hemos observado una refracción con un hormigón más claro donde se conecta un tubo de unos 25 cm de diámetro realizado en fibrocemento. Creemos que la toma de agua en un momento determinado debió causar alguna grieta o pérdida del líquido elemento, por lo que se optaría por introducir un tubo desde el interior de la presa hasta la acequia con el que reconducir las aguas y evitar pérdidas o indeseadas filtraciones.

Tubería de fibrocemento añadida a la segunda presa

El fibrocemento lo inventó un tal Ludwig Hatschek, un ingeniero de origen austríaco en el año 1900, por lo que esa reparación es posterior a esa fecha. A juzgar por el tono grisáceo de la argamasa que lo adosa a la obra de la presa, debió hacerse con cemento y no con cal, como venía siendo tradicional durante siglos. El cemento es un material inventado en 1824 por el ladrillero de la ciudad inglesa de Leeds -fíjate que casualidad- Joseph Aspdin, tras muchos años de experimentación, bautizándolo como “cemento Portland” para asociarlo a la afamada piedra de esta península inglesa. Su hijo William se encargaría de desarrollar el negocio y hacerlo mundialmente famoso. La primera fábrica de cemento de España se estableció en Gijón en 1898, a la que seguirían otras en Zaragoza, Madrid, Valencia… años más tarde. Para la generalización del cemento en todo el país hubo que esperar varios lustros. Dado el empleo de estos materiales, nos inclinamos a pensar que esta pequeña obra de reparación o adaptación debió realizarse a mediados del siglo XX, incluso quizás algo después. 

Dibujo en planta de las presas y sus elementos

Y es momento aquí señalar que las lluvias torrenciales de 2018 y 2019 tuvieron unas consecuencias catastróficas en estos frágiles restos de nuestro pasado, de nuestra historia, arrasando con gran parte de algunos de los elementos emergentes, como el pavimento de hormigón y algunas rocas que conformaban la segunda presa, pero también dejaron al aire libre otras estructuras, como la base de la acequia de la primera presa, ahora más expuesta a las acciones erosivas del agua… Los molinos, sorprendentemente, aguantaron bien las aguas, pero es que son construcciones que se hicieron para perdurar a diferencia de ahora…

Pavimento asociado a la segunda presa y no conservado 

En esta segunda foto apreciamos la desaparición del pavimento,
que estaba alrededor de un metro por encima del cauce actual, 
justo a la altura donde mi niño está sentado ahora mismo 
tramando alguna travesura




La Acequia Madre

El siguiente elemento que nos encontramos tras las presas descritas, es la conocida como Acequia Madre, hoy día condenada dado que el agua se conduce desde hace años a través de una gruesa tubería de plástico. Se trata de una acequia que conducía el agua a la Alberca Grande, realizada en mampostería muy bien trabada con una argamasa rica en cal, como venimos observando, y que va adaptándose a las líneas de las curvas de nivel hasta llegar a su destino. De ella también nos habla el libro de Apeo y Repartimiento. Tanto la Acequia Madre como la mencionada presa debían ser reparadas, mantenidas, limpiadas… con cierta frecuencia por los agricultores.

Entre la Acequia Madre y la Albera Grande hay un lugar casi sacrosanto para los mondeños, al menos de cierta edad, porque las generaciones más jóvenes han perdido la memoria de su existencia, como de otros muchos legados mondeños… Sí, efectivamente, lo has adivinado, se trata de

La Relumbrosa

Es una experiencia degustar estas aguas de sabor herrumbroso, lo más parecido a darle un bocado a un cerrojo, en la que algo tendrá que ver la naturaleza geológica de su entorno próximo formado por las singulares rocas peridotitas de las que ya hemos hablado en

Este arroyo en el que se encuentra la fuente de la Herrumbrosa desemboca en el Alpujata, pasando por debajo de la Acequia Madre. Efectivamente, en ese arroyuelo hemos observado los restos de una estructura de mampostería que creemos formaba parte de un pequeño puente o estructura volada por la que pasaba la Acequia Madre salvando el cauce del arroyuelo. No sabemos si la acequia estaría soportada por un pequeño arco o si en cambio se trataría de un tronco ahuecado tendido por encima del cauce que haría las veces de canal, como era frecuente en el pasado.

Tramo de la Acequia Madre

La Acequia Madre y su impresionante entorno natural


De ahí, continuaba serpenteando la ladera hasta llegar a la Alberca Grande, que desde su origen en el siglo XIV o XV, ha recibido distintas reformas y ampliaciones hasta quedar como la conocemos hoy día.

La Alberca Grande 


Esta alberca, que está encajonada en la ladera del terreno por tres de sus cuatro partes, tiene tendencia rectangular y unas dimensiones de unos 25 metros de largo por uno siete u ocho de ancho, con alrededor de dos metros de profundidad. Todavía queda en la memoria del antiguo alcalde del agua, Paco Jiménez, su última reforma, realizada en el año 1940 cuando fue ampliada.

La Alberca Grande conserva dos salidas diferentes. El

Sistema de riegos de Alpujata según Antonio Ordóñez

Y esta alberca no sólo ha servido para el riego ¿Cuántos niños y no tan niños, durante años, hemos espantado el calor refrescándonos en esas seductoras aguas entre culebras y las desgraciadas ranas que caían en nuestras manos? Y esas acequias y arroyos no sólo han servido para regar, pues eran muchas las mujeres que antaño debían venir andando desde el pueblo a lavar la ropa a mano, tarea dura y ardua como pocas.

El Molino de Canelo

Algo más abajo de la Alberca Grande hay otro molino hidráulico harinero, menos conocido, la verdad. Los más mayores le dan el nombre de Molino de Canelo, y en él crece vigorosa y dueña, una gigantesca higuera que reparte una sombra generosa. No sabemos si llegó a tener alberca o no, puesto que las remociones del terreno, la conformación de bancales, la construcción del carril… ha afectado muy negativamente a parte de la estructura de este bello ingenio hidráulico. Es posible que sólo dispusiera de un canal y que su capacidad de funcionamiento estuviera supeditada a los turnos de riego. Sólo vemos como emergen parte de los cubos y se conserva todo el edificio de molienda, desprovisto del tejado, con sus dos cárcavos, a los que se les adosó una pequeña cuadra en su momento que no mantiene la cubierta. Dada la ingente vegetación, es imposible acceder al interior de la sala de molienda e intuimos que el acceso original o está tapiado o se encuentra de cara a una de las fincas colindantes.

Molino de Canelo en toda su desdichada decrepitud

Detalle de lo poco que se mantiene de uno de los cubos del Molino de Canelo 


Detalle de los cárcavos del Molino de Canelo


Reconstrucción del Molino de Canelo

Tras la molienda, el agua que salía de este molino era guiada a una acequia junto a los cárcavos y repartida por diferentes parcelas de riego a través de una red de acequias que eran como las venas de la tierra, como una red arterial que nutría a todos los cultivos contribuyendo a crear y mantener unos importantes paisajes agrícolas irrigados y una sociedad eminentemente campesina.



EL ORIGEN DE LOS MOLINOS HIDRÁULICOS HARINEROS DE ALPUJATA

Para ilustrar debidamente el siguiente apartado he querido aprovechar el contenido de una exposición sobre molinos harineros que organicé hace ya bastantes años y que lleva durmiendo en el disco duro de mi ordenador como poco un decenio, o más… Al menos de esta manera se le va a poder dar más visibilidad.

Los primeros molinos. 
Desde el Neolítico a la Antigüedad

La última glaciación fue una época de abundante caza y la economía del ser humano se caracterizaba por ser depredadora. Hace unos 13.000 años se produce un

Escultura de mujer egipcia realizando la molienda con molino de mano y grabado chino donde se representa la molturación de cereales con un gran mortero manual

Los primeros molinos conocidos nacen con el Neolítico, y pueden datarse hace casi 10.0000 años en el Próximo Oriente, donde se inventa la agricultura y la ganadería. Un molino es una máquina que sirve para quebrantar, triturar, machacar o pulverizar tanto frutos como semillas u otro tipo de sustancias. Existen tantos tipos de molinos como productos a moler: de cereales, de aceite, de minerales…

Los primeros molinos estaban compuestos por dos piedras planas y pulidas, entre las que se golpeaba y trituraba el grano, dando lugar a una harina muy recia, más apta para productos como papillas y tortas.

Primeras herramientas agrícolas relacionadas con el proceso agrícola donde se muestran los diferentes pasos para el cultivo, recolección y trituración de los cereales para obtener harina


Con el tiempo se perfecciona el sistema de trituración, apareciendo herramientas como morteros y pilones: cuencos de piedra o madera donde era machacado el cereal con un mazo mediante el sistema de percusión.
Molino de mano neolítico hallado en el yacimiento del Llano de la Virgen (Coín)


Posteriormente, en el II milenio a.C. ya se datan los primeros molinos de moción circular, sistema muy simple en el que se superponen dos muelas circulares,
Dibujo de molinos circulares formados por dos piezas, una móvil con mango un una fija. 
Se accionaban manualmente

Este tipo de molino manual aparece en todas las culturas mediterráneas y en Europa, asociados al ámbito doméstico ya que su capacidad de producción sería muy baja. Parece ser que tiene su origen en Asia Menor, difundiéndose por Europa. 
En esta imagen se aprecia como se realiza la molienda manual en un molino circular de época romana

En los grandes centros urbanos, donde la demanda de harina para pan es mayor, es donde empiezan a aparecer molinos de mayor tamaño y de más capacidad productiva.

Grabado que muestra un molino de tipo pompeyano, que podía ser movido tanto por animales como por seres humanos, denominado mola asinaria. Entraría dentro del grupo de los denominados molinos de sangre

Griegos y romanos tenían bien definidos los oficios de molinero y panadero. Los griegos, con el desarrollo urbano y social, generan un aumento de la demanda de harina, con lo que aparecen

Con el crecimiento urbano y el aumento de la demanda de harina, aparecen grupos especializados en su producción. Normalmente el trabajo de la molienda era



Origen y difusión de los primeros 
molinos hidráulicos

El aumento de la demanda de harina en las grandes áreas urbanas pudo alentar el uso de la energía hidráulica aplicada a la maquinaria de molienda.

La aplicación de la fuerza motriz del agua a los sistemas de molienda dio lugar a dos tipos de molinos diferenciados, el molino de rueda vertical, comúnmente denominado
Reconstrucción de la maquinaria de un molino romano de rueda vertical, del siglo II o III de nuestra Era. Ickham, Kent (Inglaterra)


El origen de ambos no está del todo claro, ni siquiera cual fue el primer tipo en aparecer. Los estudiosos del tema se decantan por el de rodezno, cuyo mecanismo es mucho más simple que el de rueda vertical, el cual debe transmitir su movimiento giratorio vertical en otro horizontal a través de mecanismos dentados.

Aunque pudiera darse también el caso de que fueran coetáneos, generados en función de las condiciones geográficas.
Esquema interno de un molino de rodezon: A, rodezno; B, saetillo; C, árbol o palahierro; D, piedras; E, lapuente; F, alivio

Es en las zonas de escaso caudal donde suelen localizarse los molinos de rodezno mientras que es en los cauces fluviales mayores y más constantes donde se localizan los molinos de rueda vertical, que son de dos tipos: empujados por el agua desde abajo, a través de unas paletas, o empujados desde arriba, a través del peso del agua en el llenado de cangilones (ruedas gravitatorias).
Mecanismo de linterna, que en los molinos de rueda vertical transmiten un movimiento rotatorio vertical a otro rotatorio horizontal para realizar la molienda

Diferentes tipos de ruedas; las dos primeras son verticales o vitrubianas, sólo que la primera se mueve por acción gravitatoria al caer el agua desde arriba en unos cangilones que tenía dispuestos, mientras que la segunda se mueve por debajo, por la corriente directa del río o por el agua procedente de un canal; la última es de rueda horizontal o de rodezno, la más común en nuestras tierras

Los griegos conocían los molinos de rueda vertical, denominándolos

Pero la mayor prueba de la capacidad tecnológica molinar romana la tenemos en la factoría de Barbegal, próxima a Arlés, en Francia, datada en el siglo IV d. C. y donde aparecen ocho pares de molinos superpuestos de rueda vertical gravitatoria (reciben el agua sobre la rueda y no por debajo de ella) en una misma ladera. Una gran obra de ingeniería que produciría toneladas de harina diaria para cubrir la demanda de la antigua Arlés romana.

Barbegal es la obra industrial conservada de ingeniería romana, en lo que a producción de harinas panificables se refiere, más destacada del Imperio Romano. 
El dibujo recrea los ocho pares de molinos dispuestos en la ladera, que mueven sus ruedas por acción de la gravedad

Aunque son los romanos los que difunden la tecnología del molino hidráulico, ésta no se generaliza hasta la Edad Media. En

Mosaico del Gran Palacio de Estambul, del siglo V de nuestra Era.
En él se aprecia el molino, y acoplado a él la rueda vertical sumergida parcialmente dentro del río. 
Es la representación más antigua que se tiene de un molino de rueda vertical.

En Hispania encontramos referencias a los molinos de rueda vertical en otras obras, como el
Córdoba era muy conocida por sus molinos situados al paso del Guadalquivir.
Sirva la representación que de algunos molinos se hace en sellos de esta ciudad en el siglo XIV


Por otra parte, los molinos de rodezno parecen tener un origen más impreciso, además se piensa que son más antiguos por su simplicidad técnica. Hacia el siglo I a. C. ya aparecen en lugares tan apartados como en Dinamarca o en Asia Menor, lo cierto es que durante la Edad Media los encontramos en puntos tan dispares como en el Norte de Europa, en Irlanda y en zonas del Mediterráneo, como en Israel, o en territorio árabe.

Los andalusíes conocieron también otro tipo de molino asociado a la motricidad del agua, bastante raro, como son los
Representación de un molino de barcas. 
Cuenta la tradición que en uno de los asedios de Roma por los bárbaros, el suministro de harina quedó cortado en la ciudad, por lo que uno de los generales romanos mandó montar un molino en dos barcas en el río Tíber para que no se frenara la producción de harina

En aquellos lugares donde la escasez o inexistencia de caudales hídricos lo imposibilitaba y las condiciones eólicas eran buenas, florecerían los molinos de viento, presentes en gran parte de nuestra geografía (Levante, La Mancha, Baleares, Canarias, Andalucía…).



Los molinos de rodezno. 
Componentes, funcionamiento y tipos


Durante el

Para poder conocer los tipos de molinos hidráulicos y los elementos que los componen, debemos remitirnos principalmente a dos valiosos documentos del siglo XVI. Uno de ellos es la obra

Otro de los documentos a tener en cuenta es el

Estos molinos se ubican en zonas donde confluyen dos factores, a saber

Suelen tener una

La acequia llega a lo que se denomina
Secciones de distintos tipos de cubos de molinos de rodezno


El cubo desemboca en el

El saetillo es un elemento de madera alargado, a modo de embudo, y de sección cuadrangular que expulsa el agua procedente del cubo hacia una rueda horizontal, el
Distintas partes que conforman el rodezno: cucharas, dado, cruz, árbol...

Diferentes tipos de rodeznos: de piedra, de cemento y de fundición


El rodezno es la pieza que mueve la muela volandera o
Rodezno compuesto por cucharas de madera y saetillo

El rodezno contacta con lapuente a través de dos elementos de bronce, el

Cruz y dado, unas de las pocas piezas metálicas de la maquinaria


El rodezno transmite su movimiento circular a la muela molinera a través del

Ya en la sala de molienda, sobre el cárcavo, vemos los elementos que allí se encuentran, como son las muelas, la tolva, el harinal y la grúa o cabria.

Representación de la sección de las muelas durmiente y molinera:
A, piedra molinera; B, piedra durmiente

  

Tolva con canaleja y manilla sobre la piedra molinera

El grano entraba por el agujero central de la molinera siendo triturado y molturado entre ambas piedras. La molinera tenía una cubrición de pleitas de esparto o de madera para evitar que la harina se esparciera por toda la sala llamada

El siguiente paso era depositar la harina en el

Los tipos más destacados de molinos hidráulicos son los siguientes:

-                 Molino de rodezno común de canal abierta, donde el rodezno recibe el agua directamente de un canal.

-                 Molino de saetín, donde el rodezno recibe el agua a través de una pieza troncocónica adosada a la balsa o cubo.

-                 Molino de bomba,
Molino de canal abierta. 
Dibujo del siglo XVI


-             Molino de cubo,
Molino de cubo con dos rodeznos.
Dibujo del siglo XVI

-         Molino de regolfo, donde el rodezno se encuentra dentro de un cubete cilíndrico, entrando el agua de forma tangencial y produciendo un movimiento en espiral del agua que hace mover el rodezno. Parece ser que se inventó en la Península Ibérica en el siglo XVI.

Sección de un molino de regolfo. 
El agua entra de forma tangencial en el cilíndro provocando un remolino
de agua que mueve el rodezno


-                 Molino de balsa y cubo, donde antes del cubo hay una balsa o alberca que almacena el agua antes de la molienda.

-                 Molino de mareas, que aprovechaba la subida y bajada de las mareas para almacenar el agua de mar y utilizarla para mover los rodeznos.

Molino de mareas. Dibujo del siglo XVI.
Son muy poco frencuentes en nuestra geografía, encontrándose algunos pocos ejemplares 
en el occidente andaluz y en el norte de España 

Molino de rodezno de canal abierta



LOS TRES MOLINOS “MORISCOS”  HIDRÁULICOS HARINEROS DE MONDA.

En Monda, como hemos visto al principio, contamos con tres molinos de rodezno en el paraje de Alpujata,

Pero antiguamente, en el siglo XVI, los moriscos mondeños poseían varios molinos de harina y uno de aceite en el río Pereilas, que fueron destruidos a finales de esa centuria. Los conservados en Alpujata son más recientes, de entre finales del siglo XVIII y principios del XX; no aparecen en el libro de Apeo y Repartimiento de 1572, ni figuran en el Catastro de Ensenada de 1752… Sólo tenemos una referencia documental sobre la existencia de uno de los tres molinos y que nos la proporciona el párroco de Monda, Antonio Linares, a finales del siglo XVIII cuando escribe una carta al religioso Medina Conde informando de la historia de Monda y de sus antigüedades. En la mencionada carta, en relación a los molinos, recoge:


Es una información breve pero que podemos estrujar al máximo. En primer lugar, se habla de un sólo molino; pudiera ser que los otros dos no estuvieran construidos o que estuvieran en desuso, por eso solamente se menciona uno. Además, nos da una pista de su ubicación: el arroyo de

Otro detalle nada baladí es que se nos informa de que sólo

Pero también es importante esta información no sólo por lo que dice, sino por lo que no dice: si en 1773, fecha del documento, existe un molino hidráulico harinero y hasta nuestros días han llegado tres, caben varias preguntas: ¿Cuándo se construyeron? Difícil ofrecer una respuesta, muy difícil sin disponer de testimonios documentales que los recojan; pero sabemos que en 1845 ya no funcionaba ninguno de los tres, porque no se recogen en el Diccionario Geográfico de Pascual Madoz ni en otros documentos de similar índole. Lo que está claro es que los otros dos se edificaron después de esa primera fecha. Otra pregunta sería ¿Por qué se construyeron? Personalmente creo que por un aumento de la carga de trabajo, esto es, por una llegada mayor de grano para molturar que estaría relacionada con una mayor producción cerealística de los campesinos del pueblo. En tercer lugar ¿A quién o quiénes pertenecían estos molinos? En muchas ocasiones los molinos hidráulicos, al ser construcciones costosas, sólo podían ser costeados por personas acaudaladas, concejos municipales… y luego eran arrendados por un determinado tiempo. Los de Monda no sabemos ni a quién o quiénes pertenecían y bajo que fórmula fueron explotados, pero es posible que pertenecieran al marquesado de Villena y que fueran los marqueses sus promotores (al ser los señores de la villa de Monda) al menos en el siglo XVIII y los años iniciales del siglo XIX, en el que quedarían abolidos los señoríos. Sólo podemos realizar especulaciones.

Sin embargo, tras un detallado examen y una atenta mirada, se aprecia que fueron edificados por personas profesionales y que sabían del oficio de construir molinos hidráulicos; las pendientes de las acequias, la estructura y resistencia de los cubos, la composición de las bóvedas de los cárcavos… dejan entrever la participación de un equipo especializado, de gente que sabía el oficio, el trabajo con materiales y técnicas determinadas... Sólo hay que ver que los edificios han llegado hasta nuestros días.

Los molinos “moriscos” de Monda cumplen con lo anteriormente expuesto para estos tipos de molino: se sitúan en zonas de áspera y pronunciada geografía, próximos a cursos fluviales escasos, interconectados por una red de acequias, uso de presa y balsa para retener el agua en algunos casos, y una perfecta integración en su entorno ecológico, natural y cultural.

Los tres molinos tenían dos paradas cada uno, es decir, poseían dos juegos de piedras. Solo el Molino de Arriba, el que mejor se conserva, posee una balsa para almacenar el agua antes de ir a los cubos. Esta balsa recibe el agua de una acequia que a su vez la toma del arroyo Alpujata aguas arriba. Los otros dos molinos son de cubo y saetillo, sin balsa.

El agua que se usaba para la molienda era luego aprovechada en el riego de las huertas de Alpujata o eran derivadas a otras albercas para ser almacenadas y posteriormente ser usada para riego.

No sabemos cuándo dejaron de moler, cuando fueron condenados al olvido y abandonados a su suerte clorofílica.

Este tipo de molino es muy usual en zonas donde la corriente fluvial no es muy generosa. Existen muchos otros en la Sierra de las Nieves; son famosos los de Istán, en el río de los Molinos (sugerente nombre), donde pervive en funcionamiento el de José Aguilar, entre muchos otros; de los de Ojén ya hemos

El paraje de Jorox, pedanía de Alozaina 

El Molino de la Fuensanta, en El Burgo



Y no olvidemos los espectaculares entornos en los que se encuentran enclavados, las huertas, los espacios de regadío que tienen su origen en época andalusí y que verdean, que florecen, gracias al agua que proceden de manantiales y fuentes cercanas.

Huertas de Alpujata 

Las veredeantes huertas del río de los Molinos, en Istán

Las singulares huertas de Yunquera

El patrimonio hidráulico en la Sierra de las Nieves es de una riqueza extraordinaria, fabulosa, imponderable... Podríamos estar hablando horas y horas, días y días de él. Aquí hemos dado unos retazos al hablar del tema de los molinos, pero es y ha sido el agua la que ha modelado y dado vida a estos paisajes y a estos paisanajes dejando su huella en cada rincón de cada lugar y de cada persona. La puesta en valor de ese patrimonio cultural asociado al agua, su recuperación, conservación, potenciación y difusión debía ser, en mi humilde opinión, una de las prioridades en la Sierra de las Nieves.

¡A quién haya tenido los santos bemoles de llegar hasta aquí leyendo le doy las gracias!


                                                        (c) Diego Javier Sánchez Guerra









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