jueves, 12 de enero de 2017

OJÉN. UNA MIRADA RECOSTADA HACIA EL MEDITERRÁNEO


Es interesante pararse en alguno de los miradores de Ojén, junto a la carretera de Marbella, para contemplar no sólo una escena de gran belleza paisajística sino también para entender la diversidad que atesora la Reserva de la Biosfera de la Sierra de las Nieves, a la que, con todo mérito, Ojén pertenece.



Este municipio, a caballo entre el mar y la sierra, al parecer, recibe su nombre de un término de origen árabe: Jusayn. Hay autores que proponen que la población de Ojén provenía de la cercana Turrus Jusayn (en el actual Cerro Torrón, muy próximo a la costa) y que llevaron el nombre del antiguo asentamiento consigo cuando fue forzosamente trasladada a la actual ubicación en el marco del final de la revuelta hafsuní y la pacificación del territorio de manos del emir Abderramán III, futuro primer Califa de la dinastía Omeya de occidente, aquella que conduciría a al-Andalus a su máximo esplendor y que construiría dos auténticas maravillas: la ciudad palatina de Medina Azahara y la mezquita de Córdoba. Entorno a una pequeña mezquita, hoy iglesia de la Encarnación, fue creciendo la población de Jusay / Oxen / Ojén, desde donde partían calles quebradas y laberínticas. La elección del lugar no fue fortuita pues se buscó agua y terrenos aptos para la agricultura irrigada: desde entonces las aguas del Almadán nacidas en la zona del Chifle, al pie de la Sierra, abastecerían a las huertas, las fuentes y los molinos harineros que surgirían bajo el casco urbano.




Ojén, cuna del famoso aguardiente, se presenta reclinado sobre la ladera del cerro Ojenete, formación caliza que se integra en el macizo de Sierra Blanca a donde pertenecen lugares tan emblemáticos como la Cruz de Juanar o la Concha, fabuloso telón de fondo de la turística Marbella y donde campan tranquilas las cabras monteses. Las sierras calizas son muy importantes  en el ámbito de la Sierra de las Nieves, son las de mayor altura y por efectos de la erosión provocada por el agua manifiestan un tipo de relieve denominado kárstico, donde encontramos formaciones como dolinas, lapiáces, abrigos, cuevas… En estas sierras el pastoreo y el aprovechamiento de otros recursos, como la madera, se ha sumado el de las mismas rocas calizas para su transformación en cal a través de las caleras contando con los conocimientos del milenario oficio de calero.




Por su propia naturaleza, pues internamente este tipo de sierras posee muchas cavidades, funcionan como esponjas que almacenan el agua de lluvia que luego brota en manantiales y surgencias dando lugar, en este caso, a los ríos Almadán y Real, que daban vida a las huertas de Ojén. En el primer caso además alimenta a la Fuente de los Chorros y  abastecía a una red de varios molinos hidráulicos harineros -algunos ya desaparecidos- de los cuales el más representativo -y que está hoy día musealizado- durante muchos años funcionó como molino de aceite y después como fábrica de aguardiente: hablamos del Molino de Ojén que habría que poner, de paso, en relación a las famosas eras del pueblo, donde se aventaba el cereal que posteriormente iba a ser molturado por sus piedras. Se trata de un molino de rodezno de dos paradas, esto es, con dos ruedas motrices de madera dispuestas horizontalmente bajo sus cárcavos, bajos sus pequeñas bóvedas. Con el tiempo se sustituyeron por una turbina del tipo Pelton, que todavía puede verse bajo uno de los cárcavos. Sin embargo la última actuación para la mejora de su entorno ha incluido un elemento altamente distorsionador como es una rueda de madera vertical tipo aceña, que nada tiene que ver con el sistema motriz de este molino y que puede crear confusión entre los visitantes. La alberca que servía para remansar el agua tras la molienda y dirigirla a otros cultivos y otro molino que había más abajo ha recibido tal remodelación que ha quedado casi irreconocible.








En el caso de río Real, su nombre viene dado por discurrir junto al viejo camino real que ascendía desde Marbella y atravesaba el puerto de Ojén buscando el valle del Guadalhorce, una vía de comunicación antiquísima que desembocaba en el litoral marbellí y que da nombre al viejo molino real y a torre real. Este camino atravesaba Monda y daba nombre a una de sus calles.




La diversidad geológica en tan pequeño espacio es muy interesante. Además de esta prominencia caliza que sirve de recostadero al pueblo, en el fondo de la imagen asoma la cara sur de la sierra de Alpujata y más cerca, el perfil afilado de la sierra Parda. Su naturaleza geológica es muy singular ya que están compuestas por un tipo de rocas muy especial, las peridotitas, que se forman en el manto a decenas de kilómetros de profundidad  y que han ascendido a través de la corteza hasta brotar a la superficie. Sus afloramientos son muy escasos en el mundo, de ahí su rareza y particularidad. En esta sierra, que ha recibido algunas repoblaciones con pinos -de ahí el aspecto escalonado de su epidermis-, al pastoreo, la recogida de esparto y otros aprovechamientos silvícolas, se le sumaba la minería, pues las peridotitas albergan una gran cantidad de metales pesados que empobrecen los suelos a los que se han adaptado muchas especies vegetales. De ellas la mina más conocida es la Gallega y es que el oficio de minero, aunque no lo parezca, fue en el pasado de este pueblo y de la zona de la Sierra de las Nieves, bastante importante.




Un tercer elemento geológico que no es tan apreciable a simple vista lo tenemos en las formaciones travertínicas. El travertino es una roca sedimentaria de origen parcialmente biogénico y formada por depósitos de carbonato cálcico al igual que sucede con las estalagmitas, las estalactitas y otros espeleotemas. La roca caliza disuelta por la erosión en ocasiones se acaba depositando en los entornos de los manantiales formando este tipo de rocas. Pues bien, toda la plataforma del castillo y las famosas cuevas de Ojén (que son parcialmente artificiales), parte de los terrenos donde se asienta el pueblo y  gran parte de su zona de huertas, tienen un sustrato geológico travertínico. En el paraje del Chifle, por encima del pueblo, podemos ver algunos afloramientos en formación junto a las viejas acequias a la vez de disfrutar de un bello y tranquilo paseo por un entorno de gran biodiversidad desde el que podemos contemplar unas fantásticas panorámicas del pueblo y del litoral.




El castillo o lo poquísimo que por desgracia queda de él, por tanto, se eleva sobre una prominente muela de travertino y al contrario de lo que sucede con el resto de los pueblos de la Sierra de las Nieves, no es de época islámica sino cristiana ya que fue construido a primeros del siglo XVI por Lorenzo Gómez de Solis, señor de la villa. No es la única fortaleza que hay en Ojén, al menos existen otras dos más: una en el Castillejo (y compartida con otros términos municipales) y otra en el cerro Ojenete, surgidas durante la revuelta hafsuní y sólo al primera de ellas tuvo permanencia algunos siglos más. Ambas se encuentran derruidas.



El casco urbano ha sufrido una fuerte metamorfosis en las últimas décadas, especialmente en los últimos años de pujanza económica y edificatoria. De ser un pueblecito de casas blancas a pie de sierra con sus huertas y acequias, prácticamente ha duplicado la superficie construida y ha perdido gran parte de su espacio irrigado. Las huertas, de origen islámico y una de las mayores señas de identidad de éste y otros municipios de la Reserva de la Biosfera de la Sierra de las Nieves, han sufrido un fuerte retroceso especialmente en aquellas zonas donde el proceso urbanizador ha tenido un fuerte crecimiento. El desarrollo urbanístico de las últimas décadas se ha llevado por delante algunos de los viejos molinos harineros, ha ocultado o eliminado tramos de acequias y ha hecho desaparecer albercas, bancales, terrazas… Por encima del castillo el crecimiento urbanístico a costa de las laderas de la Sierra también ha sido brutal. Ese es el precio de la cercanía al litoral marbellí y de la influencia de sus dinámicas económicas.




Y no sólo hablo de la ampliación de la superficie construida, también de las formas constructivas. La típica arquitectura tradicional de viviendas con alturas determinadas, de volúmenes cúbicos y encaladas, con cubiertas de teja mora rematadas por largos humeros que Luis Feduchi recogiera en su otra Itinerarios de arquitectura popular española, ha sido sustituida en gran parte por otra arquitectura más “impersonal” (o con su propia personalidad) donde priman las grandes construcciones que buscan ganar altura, los bloques de pisos, las nuevas formas donde las terrazas van ganando terreno a los tejados…

A pesar del desbarajuste inmobiliario Ojén sigue manteniendo algunos envidiables rincones de gran belleza, sobre todo en su casco viejo, donde es una delicia perderse entre callejas estrechas, quebradizas y escalonadas, que ascienden y bajan caprichosamente al socaire del terreno. Además conserva esa esencia de pueblo de carácter afable y tranquilo, hospitalario y amable con el visitante, como recogiera el viajero Francis Carter en su Viaje de Gibraltar a Málaga.




Ojén, sin lugar a dudas, es un lugar de la Reserva de la Biosfera de la Sierra de las Nieves que hay que visitar y que hay que disfrutar.


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