Es interesante pararse en alguno
de los miradores de Ojén, junto a la carretera de Marbella, para contemplar no
sólo una escena de gran belleza paisajística sino también para entender la
diversidad que atesora la Reserva de la Biosfera de la Sierra de las Nieves, a
la que, con todo mérito, Ojén pertenece.
Este municipio, a caballo entre
el mar y la sierra, al parecer, recibe su nombre de un término de origen árabe:
Jusayn. Hay autores que proponen que la población de Ojén provenía de la
cercana Turrus Jusayn (en el actual Cerro Torrón, muy próximo a la costa) y que
llevaron el nombre del antiguo asentamiento consigo cuando fue forzosamente
trasladada a la actual ubicación en el marco del final de la revuelta hafsuní y
la pacificación del territorio de manos del emir Abderramán III, futuro primer
Califa de la dinastía Omeya de occidente, aquella que conduciría a al-Andalus a
su máximo esplendor y que construiría dos auténticas maravillas: la ciudad
palatina de Medina Azahara y la mezquita de Córdoba. Entorno a una pequeña
mezquita, hoy iglesia de la Encarnación, fue creciendo la población de Jusay /
Oxen / Ojén, desde donde partían calles quebradas y laberínticas. La elección del
lugar no fue fortuita pues se buscó agua y terrenos aptos para la agricultura
irrigada: desde entonces las aguas del Almadán nacidas en la zona del Chifle,
al pie de la Sierra, abastecerían a las huertas, las fuentes y los molinos
harineros que surgirían bajo el casco urbano.
Ojén, cuna del famoso
aguardiente, se presenta reclinado sobre la ladera del cerro Ojenete, formación
caliza que se integra en el macizo de Sierra Blanca a donde pertenecen lugares
tan emblemáticos como la Cruz de Juanar o la Concha, fabuloso telón de fondo de
la turística Marbella y donde campan tranquilas las cabras monteses. Las
sierras calizas son muy importantes en
el ámbito de la Sierra de las Nieves, son las de mayor altura y por efectos de
la erosión provocada por el agua manifiestan un tipo de relieve denominado
kárstico, donde encontramos formaciones como dolinas, lapiáces, abrigos,
cuevas… En estas sierras el pastoreo y el aprovechamiento de otros recursos,
como la madera, se ha sumado el de las mismas rocas calizas para su transformación
en cal a través de las caleras contando con los conocimientos del milenario
oficio de calero.
Por su propia naturaleza, pues
internamente este tipo de sierras posee muchas cavidades, funcionan como
esponjas que almacenan el agua de lluvia que luego brota en manantiales y
surgencias dando lugar, en este caso, a los ríos Almadán y Real, que daban vida
a las huertas de Ojén. En el primer caso además alimenta a la Fuente de los
Chorros y abastecía a una red de varios
molinos hidráulicos harineros -algunos ya desaparecidos- de los cuales el más
representativo -y que está hoy día musealizado- durante muchos años funcionó
como molino de aceite y después como fábrica de aguardiente: hablamos del
Molino de Ojén que habría que poner, de paso, en relación a las famosas eras
del pueblo, donde se aventaba el cereal que posteriormente iba a ser molturado
por sus piedras. Se trata de un molino de rodezno de dos paradas, esto es, con dos ruedas motrices de madera dispuestas horizontalmente bajo sus cárcavos, bajos sus pequeñas bóvedas. Con el tiempo se sustituyeron por una turbina del tipo Pelton, que todavía puede verse bajo uno de los cárcavos. Sin embargo la última actuación para la mejora de su entorno ha incluido un elemento altamente distorsionador como es una rueda de madera vertical tipo aceña, que nada tiene que ver con el sistema motriz de este molino y que puede crear confusión entre los visitantes. La alberca que servía para remansar el agua tras la molienda y dirigirla a otros cultivos y otro molino que había más abajo ha recibido tal remodelación que ha quedado casi irreconocible.
En el caso de río Real, su nombre
viene dado por discurrir junto al viejo camino real que ascendía desde Marbella
y atravesaba el puerto de Ojén buscando el valle del Guadalhorce, una vía de
comunicación antiquísima que desembocaba en el litoral marbellí y que da nombre
al viejo molino real y a torre real. Este camino atravesaba Monda y daba nombre
a una de sus calles.
La diversidad geológica en tan
pequeño espacio es muy interesante. Además de esta prominencia caliza que sirve
de recostadero al pueblo, en el fondo de la imagen asoma la cara sur de la
sierra de Alpujata y más cerca, el perfil afilado de la sierra Parda. Su
naturaleza geológica es muy singular ya que están compuestas por un tipo de
rocas muy especial, las peridotitas, que se forman en el manto a decenas de
kilómetros de profundidad y que han
ascendido a través de la corteza hasta brotar a la superficie. Sus
afloramientos son muy escasos en el mundo, de ahí su rareza y particularidad. En
esta sierra, que ha recibido algunas repoblaciones con pinos -de ahí el aspecto
escalonado de su epidermis-, al pastoreo, la recogida de esparto y otros
aprovechamientos silvícolas, se le sumaba la minería, pues las peridotitas
albergan una gran cantidad de metales pesados que empobrecen los suelos a los
que se han adaptado muchas especies vegetales. De ellas la mina más conocida es
la Gallega y es que el oficio de minero,
aunque no lo parezca, fue en el pasado de este pueblo y de la zona de la Sierra
de las Nieves, bastante importante.
Un tercer elemento geológico que
no es tan apreciable a simple vista lo tenemos en las formaciones
travertínicas. El travertino es una roca sedimentaria de origen parcialmente
biogénico y formada por depósitos de carbonato cálcico al igual que sucede con
las estalagmitas, las estalactitas y otros espeleotemas. La roca caliza
disuelta por la erosión en ocasiones se acaba depositando en los entornos de
los manantiales formando este tipo de rocas. Pues bien, toda la plataforma del
castillo y las famosas cuevas de Ojén (que son parcialmente artificiales),
parte de los terrenos donde se asienta el pueblo y gran parte de su zona de huertas, tienen un
sustrato geológico travertínico. En el paraje del Chifle, por encima del
pueblo, podemos ver algunos afloramientos en formación junto a las viejas
acequias a la vez de disfrutar de un bello y tranquilo paseo por un entorno de
gran biodiversidad desde el que podemos contemplar unas fantásticas panorámicas
del pueblo y del litoral.
El castillo o lo poquísimo que
por desgracia queda de él, por tanto, se eleva sobre una prominente muela de
travertino y al contrario de lo que sucede con el resto de los pueblos de la
Sierra de las Nieves, no es de época islámica sino cristiana ya que fue
construido a primeros del siglo XVI por Lorenzo Gómez de Solis, señor de la
villa. No es la única fortaleza que hay en Ojén, al menos existen otras dos más:
una en el Castillejo (y compartida con otros términos municipales) y otra en el
cerro Ojenete, surgidas durante la revuelta hafsuní y sólo al primera de ellas
tuvo permanencia algunos siglos más. Ambas se encuentran derruidas.
El casco urbano ha sufrido una
fuerte metamorfosis en las últimas décadas, especialmente en los últimos años
de pujanza económica y edificatoria. De ser un pueblecito de casas blancas a
pie de sierra con sus huertas y acequias, prácticamente ha duplicado la
superficie construida y ha perdido gran parte de su espacio irrigado. Las
huertas, de origen islámico y una de las mayores señas de identidad de éste y
otros municipios de la Reserva de la Biosfera de la Sierra de las Nieves, han
sufrido un fuerte retroceso especialmente en aquellas zonas donde el proceso
urbanizador ha tenido un fuerte crecimiento. El desarrollo urbanístico de las
últimas décadas se ha llevado por delante algunos de los viejos molinos
harineros, ha ocultado o eliminado tramos de acequias y ha hecho desaparecer
albercas, bancales, terrazas… Por encima del castillo el crecimiento
urbanístico a costa de las laderas de la Sierra también ha sido brutal. Ese es
el precio de la cercanía al litoral marbellí y de la influencia de sus dinámicas económicas.
Y no sólo hablo de la ampliación
de la superficie construida, también de las formas constructivas. La típica
arquitectura tradicional de viviendas con alturas determinadas, de volúmenes
cúbicos y encaladas, con cubiertas de teja mora rematadas por largos humeros
que Luis Feduchi recogiera en su otra Itinerarios
de arquitectura popular española, ha sido sustituida en gran parte por otra arquitectura
más “impersonal” (o con su propia personalidad) donde priman las grandes
construcciones que buscan ganar altura, los bloques de pisos, las nuevas formas
donde las terrazas van ganando terreno a los tejados…
A pesar del desbarajuste
inmobiliario Ojén sigue manteniendo algunos envidiables rincones de gran
belleza, sobre todo en su casco viejo, donde es una delicia perderse entre
callejas estrechas, quebradizas y escalonadas, que ascienden y bajan
caprichosamente al socaire del terreno. Además conserva esa esencia de pueblo
de carácter afable y tranquilo, hospitalario y amable con el visitante, como
recogiera el viajero Francis Carter en su Viaje
de Gibraltar a Málaga.
Ojén, sin lugar a dudas, es un
lugar de la Reserva de la Biosfera de la Sierra de las Nieves que hay que
visitar y que hay que disfrutar.
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