Hace
ya muchos años que observo con sincero dolor y tristeza la pérdida paulatina
del patrimonio cultural que venimos sufriendo los mondeños. También con cierta
indignación. El patrimonio cultural es la herencia del pasado, el legado que
recibimos de otros mondeños y mondeñas de otras épocas, de otros tiempos. Es
algo que forma parte de nuestra historia, de nuestra cultural y de nuestra
identidad. Esa pérdida es similar a si cogiéramos el álbum de fotos familiar y
comenzáramos a quemar las fotos antiguas de nuestros padres, abuelos,
bisabuelos… provocándonos algo parecido
a un alzheimer colectivo.
Sin
embargo hay algunas pérdidas patrimoniales que me afectan más, que me hieren
más que otras por causas que yo mismo desconozco…
Recuerdo
con gran pesadumbre y malestar, con impotencia y mucha tristeza también, cómo
las máquinas destruyeron el que fue el tobogán de varias generaciones de
mondeños durante décadas o, tal vez, siglos: nuestra refalaera. Ésta se encontraba debajo del puente de la Sierra, poco
más abajo del mirador que se construyó hace unos años, y fue
incomprensiblemente destruida con las obras de desescombro de una vivienda
vecina donde hoy queda un sucio solar que no hace más que afear el entorno.
Digo incomprensiblemente porque la refalaera
se encontraba en la calle, en la vía pública, en un espacio de todos y de
todas, no dentro de la vivienda que se demolió. No entiendo porqué fue
destruida y porqué no pasó nada... Por este tobogán de piedra acanalado y
alisado por el culo de miles de chiquillos y chiquillas, poco o nada se puede
hacer ya. Me hubiera gustado que mi niño, al igual que yo, también lo hubiera
disfrutado. Me pregunto si habrá alguna fotografía del lugar…
Éste era el lugar que ocupaba la difunta refalaera
Ese
era el asqueroso destino que se hubiera encontrado la calzada romana de Monda si hace unos años y ante la previsible
construcción de una carretera entre Monda y Guaro que destruyera para siempre
este singular patrimonio, una inquieta vecina de nuestro pueblo no hubiera
comunicado a la delegación de la Consejería de Cultura en Málaga el riesgo que
corría este bien cultural. Y digo una inquieta vecina porque ninguna de las
administraciones públicas responsables y competentes que promovían la
construcción de esa carretera, de esa variante, había reparado en la existencia
de nuestra calzada romana. De no
haber sido por esa persona nuestra calzada
romana junto con toda su historia, todos sus valores patrimoniales, toda su
memoria, estarían ahora en una escombrera, suerte de fosa común de materiales
de construcción... Un bien cultural, si, pero no olvidemos también que es un
recurso turístico de primer orden que genera riqueza y desarrollo
socio-económico. Siempre recomiendo su visita, un paseo por su pulido y ajado
pavimento de cantos rodados que evoque el tiempo de los romanos, el trabajo
campesino de moriscos, cristianos y de
nuestros abuelos.
Sin
embargo hay otros patrimonios en los que todavía se está a tiempo de actuar.
Uno de ellos, quizás unos de los que sea más perentorio intervenir, es lo que queda del conjunto de la vieja Ermita de Nuestra
Señora de los Dolores -una antigua torre desmochada- y del conocido molino de
Paco Macías -otro lugar de gran importancia histórica y etnográfica- y que
posee una historia fascinante ¡¿O acaso hemos olvidado porqué la plaza de la
Ermita se la conoce por tal nombre?! No importa, aquí lo recordaremos. En esta
entrada sólo nos vamos a centrar en la Ermita y su torre, último vestigio
de una construcción religiosa de los primeros años del siglo XVIII, edificada
en la misma época que el Calvario y las cruces.
Conjunto de la ermita y el molino
No
son muchos los datos con los que contamos sobre la Ermita de Nuestra Señora de
los Dolores. Amén de que en los pueblos pequeños al patrimonio se le da
bastante poca importancia y por ello no suele atraer la curiosidad de los
investigadores, tampoco suelen generar mucha documentación histórica o
archivística y de haberse generado, en estos tres últimos siglos ha podido
sufrir pérdidas, mutilaciones o destrucciones totales o parciales. Sin embargo algunas
informaciones si que tenemos, las suficientes como para poder recomponer mal
que bien el puzle de su existencia, las suficientes como para poder hacerle un
seguimiento desde su nacimiento en los primeros años del siglo XVIII hasta su
triste actualidad, en la que presenta ese lamentable estado de ruina, abandono
y dejadez. Poseemos algunos documentos antiguos conservados en el poco
accesible Archivo de la Catedral de Málaga, varias fotografías antiguas, algún
que otro dibujo y la memoria de los vecinos, que se suman para arrojar luz
sobre esta vieja ermita.
La fachada principal de la ermita en una vieja foto
En
todos esos años desde su nacimiento ha pasado por diferentes usos; el primero,
claro está, fue el devocional, para lo cual fue construida con el dinero de los
mondeños a principios del siglo XVIII. Andado el tiempo perdería su uso sagrado
y sería dividida en dos propiedades; la torre, que es el único elemento que de
ella se conserva, se integraría en el molino de aceite de Paco Macías, quizás
por ello haya sobrevivido más en el tiempo mientras que su única nave funcionó
como aserradero, primero, y como taller mecánico más tarde. Luego estuvo muchos
años cerrada hasta que la nave fue demolida para construir un edificio donde
hoy día hay varias viviendas, un restaurante y una tienda.
En
las fotografías antiguas, muy borrosas la mayoría, se aprecia una sencilla
construcción -grande para ser una ermita- con una sola nave de planta
rectangular dotada con una cubierta a dos aguas de teja mora de unos 20 m de
largo por unos 7,50 m de anchura de fachada, aproximadamente. La entrada estaba
de cara a la plaza de la Ermita y era de ladrillos de barro cocido, adintelada,
esto es, sin arco, a diferencia de la entrada principal de nuestra iglesia. El
cabecero se configuraba con una torre que sobresalía del conjunto y estaba
rematada por una cubierta a cuatro aguas con teja mora coronada por una veleta
que bailaba al son de los vientos. Esta torre no poseía campanas.
La ermita al completo, con su nave y su torre en una vieja foto
La
imagen más antigua de ella la tenemos se encuentra en un dibujo del pueblo de
Monda realizado en 1752 para el Catastro de Ensenada y del que ya hemos tratado
en una entrada anterior. La configuración es parecida: una nave con cubierta a
dos aguas rematada por una cruz sobre la entrada principal.
Representación de la ermita en un dibujo de 1752
En
el libro Monda en el Recuerdo, de
Francisco Vera y los hermanos Villanueva referido ya varias veces en este blog
y que no me cansaré de recomendar, encontramos alguna información más sobre su
origen; en el archivo de la catedral de Málaga recogen el siguiente testimonio:
Además, según consta
en este mismo archivo (AA CC 42, f 203), el 8 de noviembre de 1720 “la justicia
y Regimiento de la villa de Monda pide licencia para fabricar una hermita y
colocar en ella a S. Antonio Abad a sus expensas; y se le concedió, haziendo
escritura de obligación para ello y para ornamentarla a satisfacción del Cura”
Al
parecer se destinó inicialmente a San Antonio Abad pero en 1752, en el Catastro
de Ensenada, se recoge la información de que la ermita estaba dedicada a la
Veracruz… En el Diccionario de Pascual Madoz, de mediados del siglo XIX,
encontramos una breve referencia a la ermita, de la que se señala que está bajo
la advocación de Nuestra Señora de los Dolores:
…iglesia parroquial bajo la
advocación de Santiago, servida por un cura párroco , un beneficiado y 2
tenientes de cura temporales con nombramiento del diocesano , cementerio en
paraje ventilado, y por último una ermita dedicada á Nuestra Sra. de los
Dolores, con culto público por ser propiedad del pueblo.
De
ella desprendemos que todavía a mediados del XIX seguía teniendo un uso cultual
e incluso a primeros del XX, en un Catálogo
de los monumentos históricos y artísticos de la provincia de Málaga, se
cita como Ermita de Nuestra Señora de los Dolores, por lo que debía estar
todavía en uso ¿Cuándo y por qué se clausuró la ermita? No lo sabemos.
Monda en el Recuerdo, un tesoro mondeño
Sabemos,
también, por testimonios de mis antepasados, que durante una de las epidemias
de cólera de mediados del siglo XIX o finales de éste, la nave de la ermita se
utilizó para acomodar a los enfermos que ya no tenían más solución que la de
encomendar su alma al Santísimo. Parece ser que las autoridades tomaron esta
decisión para evitar contagios y males mayores y que además de esta medida se
prohibió tocar a muerto la campana
para no poner más nerviosos a los vecinos, angustiados en esos terribles
momentos porque era tal la cantidad de decesos que las campanas encontraban
poco descanso, minando la moral y el ánimo de los mondeños.
En
la revista el Siglo Médico
correspondiente a 1855 se menciona Monda entre los pueblos afectados por al
epidemia:
Extracto de la revista El Siglo Médico
Ahora
bien, según el Archivo de la Catedral, la ermita se construyó bajo la
advocación de San Antonio Abad, monje cristiano nacido en Egipto y fundador del
movimiento eremítico que un día lo abandonó todo para llevar una vida ermitaña,
atendiendo a varias comunidades monásticas. A mediados del XVIII nos
encontramos con que nuestra ermita está dedicada a la Veracruz, la Santa Cruz,
que representa la cruz donde fue ejecutado Jesús de Nazaret y supone una de las
reliquias más importantes del cristianismo. A mediados de la centuria siguiente
se le conoce por Ermita de Nuestra Señora de los Dolores (una de las calles que
desemboca en la plaza de la Ermita, recibe el nombre de Dolores). La Virgen de
los Dolores es una de las advocaciones de la Virgen María, destaca. Recibe
otras denominaciones como Virgen de la Amargura, Virgen de la Piedad, Virgen de las Angustias o La Dolorosa, destacando el sentimiento de dolor de la madre
ante el sufrimiento de su hijo. En el libro Monda en el Recuerdo se hace referencia
a una imagen de la Virgen de los Dolores que había en esta ermita y que fue
trasladada a la iglesia a finales del siglo XIX:
En el lugar del Resucitado,
en el altar cuya estructura ha permanecido inalterada, estaba la Virgen de los
Dolores, cubierta con traje azul y protegida por un cristal. Dicha imagen fue
traída de la ermita, y era cuidada por la señora Perales…
¿Qué ha pasado? ¿Es que ha cambiado la denominación, la entidad sacra a la que se rinde culto o la información de las distintas fuentes es equivocada? ¡No lo sabemos! Solo sabemos que hacia finales del siglo XIX, aproximadamente, esta ermita dejó de tener un uso cultual y pasó a manos privadas.
Descripción de la torre
De
lo que fue la Ermita de Nuestra Señora de los Dolores actualmente sólo se
conserva la torre y muy deteriorada por la dejadez, el olvido y el completo abandono.
Es de planta cuadrada, de unos 50 m2, y se eleva sobre unos recios muros de
casi un metro de grosor, realizados con la técnica de la mampostería encintada
en la que hiladas dobles de ladrillo de barro cocido van enfajando el muro de
mampostería. En los ángulos de la torre se emplea el ladrillo de barro cocido,
que ofrece mayor resistencia estructural y mientras que los paños de
mampostería se encuentran enlucidos y encalados, los ladrillos se muestran
desnudos, generando un bonito contraste cromático entre el blanco del muro y el
rojo del ladrillo. Similar técnica constructiva tiene nuestro Ayuntamiento de
Monda, que ha quedado oculta por las últimas obras de rehabilitación.
La torre de la ermita antes de ser desprovista de su cubierta
En
las hiladas de ladrillo de barro cocido encontramos unos orificios cuadrados y
equidistantes unos de otros. Esos agujeros no son respiraderos y ni pequeños
ventanucos, sino mechinales. En esos huecos se introducía parte del andamiaje
de madera que se empleaba para que los obreros realizaran la obra. Cuando el
andamiaje se retiraba los maderos que se incrustaban en las paredes se cortaban
dejando el trozo de madera en el interior de la pared. Éste, con el tiempo, se
pudría quedando el hueco a la vista. En la actualidad, tras desmochar a la
torre de su cubierta, estos orificios fueron cegados con argamasa. Esos
mechinales se observan en numerosas obras en tapial y eran muy comunes en las
obras de fortificación musulmanas.
Detalle de los mechinales
La
torre se cubría con una cubierta a cuatro aguas que fue eliminada y nunca
restituida ni reparada, con lo que los daños provocados por la meteorología se
acentúan. Al parecer el estado ruinoso de la cubierta amenazaba con colapsar y
afectar a las viviendas y patios vecinos, pudiendo provocar desperfectos y
daños personales. Pero se desposeyó de su cubierta sin proporcionarle otra, por
lo que su deterioro aumenta… Las cuatro caras de su cubierta volaban sobre un
bello y prominente alero de pico de gorrión de tradición mudéjar que fue
completamente demolido cuando se le desposeyó de ella.
Desde
hacía muchos años ya el óxido había
dejado fijada en una misma posición a la veleta que remataba el conjunto, que
se encontraba anclada en el tiempo. Es una pieza de factura simple sin barroquismos
ni elementos que la recarguen que encontraba su apoyo en una pieza de barro
cocido de forma globular. A continuación el cuerpo de metal, una cruz en cuya
base se encontraba una sencilla flecha que debía indicar la procedencia del
viento y en cuyo extremo opuesto debía haber algunas letras en metal que se han
perdido, junto a lo que parece un Sagrado Corazón de Jesús. La cruz que se
eleva sobre la flecha, que también es de hierro, es muy simple; en los extremos
de los brazos tiene tres elementos punzantes que simulan los clavos con los que
se clavó a Jesús; el de los pies se muestra doblado hacia abajo mientras que
los de los brazos están en posición perpendicular a la cruz. Ésta se remata por
una sencillísima cartela donde estaba el acrónimo INRI - aunque falta la R-
que significa IESVS
NAZARENVS REX IVDAEORVM, “Jesús de Nazaret, rey de los judíos”.
La desaparecida veleta
¿Dónde
se encuentra ahora esta pieza? ¿Habrá ido a parar a la escombrera junto con el
resto del tejado? ¿Se habrá salvado y permanecerá en algún armario u olvidado rincón?
Actualmente
a la torre se accede desde el molino con una puerta que se abrió en su pared
para conectar ambos espacios, pero primitivamente se hacía desde su única nave.
Interiormente, cuando se adosó al molino, la torre sirvió durante alrededor de
cien años como almacén para el aceite que se iba extrayendo en el molino. Para
ello se dotó de un poyete corrido por sus cuatro paredes donde se incrustaron
una serie de tinajas que albergara ese oro espeso, a veces verdoso, que brota
de de las entrañas de las tierras andaluzas y al que poetas como Pablo Neruda,
Federico García Lorca, Antonio Machado o Miguel Hernández dedicaran bellas
palabras.
En este callejero de finales del siglo XIX vemos su ubicación junto a lo que en aquella época se denominaba Plaza de la Soledad, hoy Plaza de la Ermita
Hasta
hace pocos años, antes de ser decapitada, en el interior conservaba algunas
sencillas molduras decorativas que bordeaban un par de ventanas y que pagaron
aquellos devotos mondeños a primeros del siglo XVIII. Estas ventanas están
ejecutadas con ladrillo de barro cocido desnudo y se abrieron en la primera
altura de las caras Norte y Sur de la torre, centradas en los muros. La cara
Este que da al molino, donde exteriormente vemos la huella persistente del humo
de la caldera de la misma, tenía una ventada circular que fue tapiada en un
momento indeterminado al construirse una hornacina para albergar alguna figura
sagrada. Hacia el Oeste, hacia la nave principal, la torre se abría con un gran
arco de medio punto realizado en ladrillo de barro cocido. Cuando se tapió esta
parte de la torre para independizarla de la nave, el susodicho arco fue
reforzado por un pilar que ayudara a contener el peso de la estructura.
La estructura de la cubierta, realizada con un
calculado entramado de vigas de madera y cañas, se disimulaba también con un
falso techo de escayola que se aferraba a una estructura de de madera
inteligentemente realizada. Por lo que puede observarse, parece que poseyó una
o dos plantas realizadas en madera, que se perdieron con el tiempo.
Detalle de una de las ventanas
Las
paredes se encontraban encaladas, pero desconocemos si en el pasado tuvo algún
tipo de pintura decorativa de carácter sagrado. No sería de extrañar dada la
costumbre de la época en la que se construyó. La iglesia también tenía sus
pinturas, pero en las sucesivas restauraciones las perdió. Hay algunas
viviendas en Monda, muy antiguas, que poseen decoración pictórica en sus
fachadas como la casa de Dª Eduvigis y el viejo Cuartel, en la plaza de la
Constitución.
A
veces las paredes hablan... Es el caso de la pared Norte de la torre de esta
ermita, donde se conserva una inscripción realizada en el enfoscado fresco que reza:
A(ño)DE 1763. Posiblemente en esta fecha la construcción recibiera algún
tipo de rehabilitación dado que habían pasado más de cuatro décadas desde que
se construyera allá por 1720 o 1721.
Detalle de la inscripción en la fachada
¿Estamos
esperando a que se caiga del todo? ¿A que ya no haya ninguna solución?
Lastimoso aspecto que presenta en la actualidad
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