martes, 18 de diciembre de 2018

MÁS ALLÁ DE LOS PINSAPOS, LA CABRA MONTÉS Y LAS PERIDOTITAS. EL PATRIMONIO HISTÓRICO-CULTURAL EN LA SIERRA DE LAS NIEVES


Esta entrada va dedicada a mis dos soles, mis hijos, Finnlay y Hércules, así como a todos los vecinos de la Sierra de las Nieves, pasados y presentes, que han contribuido, como aliados naturales del relieve, la geología y el clima, a modelar la Reserva de la Biosfera de la Sierra de las Nieves dando lugar a una larga historia y a una rica y espectacular diversidad paisajística que hoy día todos podemos disfrutar.


Diego Javier Sánchez Guerra

Más allá de los pinsapos, la cabra montés y las polémicas peridotitas, más allá de los sobresalientes valores ecológicos y naturales de la Sierra de las Nieves, están sus no menos importantes valores históricos, culturales y patrimoniales, aunque no sean tan conocidos y apreciados como los primeros.
El futuro Parque Nacional de la Sierra de las Nieves y su Reserva de la Biosfera atesoran miles de años de historia, miles de años de relación entre el Ser Humano y el Medio Natural de la que ha resultado una diversidad paisajística fuera de lo común donde se combinan paisajes agrícolas de secano y regadío, paisajes fluviales, paisajes de media y alta montaña... y a una gran diversidad y multitud de monumentos y patrimonios que representan las huellas, la herencia legítima de las gentes de estas tierras, como sus castillos, sus molinos harineros y de aceite, sus cascos urbanos, sus fuentes, sus restos prehistóricos, romanos, islámicos...
Esta entrada tiene como objeto dar a conocer esos valores históricos, culturales y patrimoniales, de dar a conocer otra singular faceta de esa Sierra de las Nieves desconocida...

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El concepto de patrimonio cultural es completamente subjetivo y está permanentemente sujeto a cambios. No depende de los objetos o bienes considerados culturales sino de los valores que la sociedad les atribuye en cada momento histórico y que determina cuales son los bienes que hay que identificar, proteger y conservar para legar a las generaciones venideras.
 
La visión erudita, clasista, anticuaria, monumental y artística que del patrimonio cultural se tenía en el siglo XIX fue superada a lo largo del siglo XX con la incorporación del concepto de valor cultural.

Actualmente y a nivel internacional son varios los documentos que manifiestan una visión amplia y plural de lo que se considera patrimonio cultural (Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, (UNESCO, 2003); la Carta de Cracovia (2000); la Carta de Venecia (1964);  el Convenio Europeo del Paisaje (2000)…), que valoran todas aquellas entidades materiales e inmateriales singulares y testimoniales de las diferentes culturas, sin interponer limitaciones temporales ni artísticas, considerando de esta manera las entidades de carácter tradicional, industrial, inmaterial, contemporáneo, subacuático o los paisajes culturales como elementos donde reside un importante valor patrimonial.
El patrimonio cultural, tanto material como inmaterial, es el fundamento de la identidad de las diferentes comunidades, grupos humanos y culturas del planeta. En nuestra comarca es de una diversidad y de una importancia singulares. Es un valor capital para su desarrollo sociocultural y económico, tanto para fomentar o recuperar la identidad como para incentivar el turismo cultural, la investigación científica, la educación, la formación…
 
No hay ni un solo período histórico en la Sierra de las Nieves que no esté debidamente representado por su patrimonio desde la Prehistoria hasta la actualidad, sin solución de continuidad, sin interrupciones o quebrantos. Estas tierras y sus recursos han sido aprovechados por los seres humanos desde hace miles de años ininterrumpidamente. Eso sí, en la Sierra de las Nieves no hay dólmenes como el de Menga, pero es que como el de Menga no lo hay en todo el Mundo; tampoco hay fortalezas como la alcazaba de Málaga, pero es que ninguno de nuestros pueblos tuvo el rango de medina si exceptuamos el caso de Ronda; tampoco vamos a encontrarnos con la catedral de la Encarnación o la iglesia de Santiago de Málaga… pero es que los patrimonios de la Sierra de las Nieves han surgido a la medida de sus habitantes, al igual que el patrimonio malagueño, sevillano, granadino… ha nacido a la medida de sus pobladores.


INTRODUCCIÓN

La comarca de la Sierra de las Nieves se incardina en una extensa región montañosa localizada en la zona occidental de la provincia de Málaga que pertenece al sistema Bético y que en no pocas ocasiones se asocia a la Serranía de Ronda. Su interesante diversidad geológica sumada a un accidentado relieve de carácter eminentemente montañoso donde encontramos algunos pequeños valles (junto a otros de mayor envergadura en sus estribaciones) y algunos cauces importantes junto con otros menos relevantes, unido a las diversas actividades económicas y aprovechamientos humanos que se han desarrollado a lo largo de miles de años sobre la epidermis serrana junto con su extraordinaria biodiversidad, ha dado lugar una serie de paisajes de gran belleza y hermosura donde podemos disfrutar de bosques de pinsapos, de alcornocales, de paisajes agrícolas y ganaderos, de paisajes fluviales… algunos con una fuerte impronta humana y producidos directamente por la mano del ser humano, como los agro-sistemas irrigados, las seculares huertas.




El territorio que ocupa esta espectacular comarca se ha visto influenciada desde la Antigüedad por tres áreas de gran dinamismo económico, político y cultural: el Valle del Guadalhorce, con sus conexiones con diferentes civilizaciones y culturas a través de poblaciones como Málaga y su puerto; la zona litoral mediterránea, que ha venido recibiendo la influencia de distintas culturas a través del mar; y el área rondeña, cabeza de puente hacia la depresión Bética y el mundo del Guadalquivir.







La abundancia de recursos agrícolas, hidrológicos, ganaderos, mineros… de esta zona y su posición estratégica como encrucijada explican la notable e ininterrumpida presencia humana desde el amanecer de los tiempos hasta la actualidad. Por tanto la relación hombre-paisaje a lo largo de miles de años en el secular proceso del buscarse la vida, de ganarse el sustento,  ha generado un notable patrimonio histórico y cultural que reside en la enormidad del legado cultural material, ejemplificado por grandes legados arqueológicos y monumentales, por la enorme diversidad del denominado como patrimonio etnográfico, además de por las fuentes documentales y escritas; pero, más si cabe, en legados inmateriales como las tradiciones orales, las festividades populares, las artesanías y saberes locales, el folkolore, la gastronomía… A todo ello hay que sumarle de forma obligada la existencia unos paisajes culturales de gran diversidad y riqueza que suelen pasarse por alto porque, por norma general, acabamos fijándonos en el detalle y no en el conjunto. De tal modo los olivares y almendrales que escalonan las laderas de las montañas -con sus elementos complementarios- o los agro-sistemas irrigados, las huertas, forman per se unos patrimonios culturales que atesoran unos valores materiales e inmateriales de una trascendental importancia.





Todo ese acervo cultural e histórico constituye una parte fundamental de la identidad de las comunidades que se avecinan en esta singular comarca y que por diversos motivos (desconocimiento, desinterés, falta de iniciativas…) no ha ocupado el lugar que debe en el devenir de este territorio y en los proyectos y actuaciones que en él se implementan salvo algunas excepciones.


PATRIMONIO CULTURAL

Una buena definición de patrimonio cultural la ofrece la investigadora Georgina de Carli en 2006; para ella el patrimonio cultural es El conjunto de bienes culturales y naturales, tangibles e intangibles, generados localmente, y que una generación hereda y transmite a la siguiente con el propósito de preservar, continuar y acrecentar dicha herencia.

Ahora bien, la UNESCO subdivide el patrimonio cultural en material o tangible e inmaterial o intangible. El primero comprende los bienes culturales muebles (escultura, pintura, objetos domésticos y de trabajo, libros…) y el segundo los bienes culturales inmuebles (yacimientos arqueológicos, monumentos, conjuntos arquitectónicos, sitios históricos…).

Un tercer patrimonio sería el de carácter cultural-natural, donde  se incluirían vestigios fósiles paleontológicos, paisajes culturales… 
Si nos remitimos a un ámbito  más cercano como es nuestra comunidad autónoma, en la Ley 14/2007 de Patrimonio Histórico de Andalucía se señala que:

el Patrimonio Histórico Andaluz se compone de todos los bienes de la cultura, materiales e inmateriales, en cuanto se encuentren en Andalucía y revelen un interés artístico, histórico, arqueológico, etnológico, documental, bibliográfico, científico o industrial para la Comunidad Autónoma, incluidas las particularidades lingüísticas.




PATRIMONIO CULTURAL MATERIAL

En resumidas cuentas el patrimonio cultural material es aquel legado histórico o artístico que podemos coger, que podemos tocar con nuestras propias manos, que podemos percibir físicamente y éste es de carácter tanto mueble como inmueble.

En la Sierra de las Nieves y sus entornos, como consecuencia de una vecindad humana muy antigua, el legado cultural material es ingente y hasta el momento presente no demasiado conocido más allá de algunos círculos científicos o eruditos.

La historia del lugar que ocupa la Sierra de las Nieves es muy dilata y los vestigios y legados culturales, nombrados. En las próximas páginas trataremos de pasar a vuelapluma por la historia de este territorio y los hitos histórico-culturales más importantes según las épocas históricas. Veamos.

La prehistoria en la Sierra de las Nieves es una época vaporosa y someramente conocida, si exceptuamos la zona rondeña, donde se han acometido numerosas excavaciones arqueológicas y donde se ha abordado múltiples estudios sobre este tema. El gran número de cuevas y abrigos que existen en esta zona no ha sido sistemáticamente estudiado y, no obstante, son numerosos los ejemplos de arte parietal, como pinturas y grabados esquemáticos de difícil adscripción cronológica (hay quien apunta a la época neolítica) así como algunas pinturas más figurativas (posiblemente de la época de las colonizaciones), que podemos encontrar en distintos abrigos y cuevas. Estos espacios, además de haber sido empleados como lugar de hábitat en determinadas épocas, pues así lo aseveran algunos estudios, fueron usados como enterramientos en otros momentos. El paso del tiempo y el expolio de estos yacimientos a lo largo del tiempo y no sólo en épocas recientes (la búsqueda de guano en el pasado perjudicó muchos de estos yacimientos arqueológicos; en el siglo XVIII está bien documentada la entrada a la cueva de la Tinaja, en Tolox, para recoger este potente fertilizante que producen los murciélagos), los ha afectado seriamente. Por otra parte la falta de estudios profundos e integrales sobre esta materia y en esta época hace que todavía siga siendo un patrimonio muy desconocido. Es por ello que quizás se piense que son pocas las muestras que se conservan y que los patrimonios de esta época son poco más que testimoniales. 






Sin embargo existen multitud yacimientos y patrimonios como los dólmenes de la Giganta en Ronda, el de la Cruz Blanca en el Burgo o los del Tesorillo de la Llaná y la Cuesta de los Almendrillos, en Alozaina; los de la cueva del Algarrobo o la Murcielaguina y de las Vacas, en Alozaina, con enterramientos y arte parietal; los grabados y pinturas de la cueva de la Raja de Retuntún, en Casarabonela, que dan muestra de una temprana sensibilidad artística de las gentes de la época; los restos de enterramientos en la cueva de la Tinaja, Tolox, o en el nacimiento de río Grande, son bastante conocidos; los talleres líticos de Ardite (Alozaina-Guaro) y del Chorro (El Burgo) son también conocidos en la comunidad científica. Significativos son los restos arqueológicos de la época prehistórica reciente que se han hallado en el asentamiento de Acinipo, Ronda, donde aparecen cabañas circulares con porches empedrados que nos trasladan a épocas remotas. La cueva del Puerto del Viento, entre El Burgo y Ronda, alberga una escena  pictórica que los especialistas adscriben a la época de las colonizaciones y que según señalan, representa una escena naval en la que se observa claramente una de las embarcaciones.








Con el paso de los siglos y de las influencias de otras civilizaciones del mediterráneo a esta zona llegan avances en la agricultura y nuevos cultivos, el desarrollo del trabajo de los metales y la tecnología del hierro, el desarrollo de la alfarería, la rueda… son tiempos en que las poblaciones indígenas realizan intercambios con comerciantes extranjeros que llegan a las costa mediterráneas próximas (fenicios, griegos, cartagineses), a través de ciertos canales de distribución que con su uso, se intensifican a lo largo del tiempo. A la llegada de productos se le suma las influencias culturales, políticas, sociales, religiosas… que generan un cambio en las sociedades locales, que eran básicamente agrícolas y ganaderas con una sociedad más o menos igualitaria, que les empujan a conformar comunidades más estructuradas y estratificadas en las que un cabecilla se hace con los resortes del poder y con el control de los recursos próximos a la comunidad, mientras se diversifican los procesos productivos y van surgiendo artesanos especializados (alfareros, herreros…), comenzando un proceso de desigualdad que se prolongará y acentuará a lo largo de la historia hasta nuestros días.



Estas comunidades entran en conflicto con otras vecinas por los recursos o por los mercados donde colocar los productos, lo cual provoca ciertos enfrentamientos entre grupos sociales cada vez más belicosos y donde la carrera de guerreo estaba socialmente bien reconocida y tenía un buen futuro. Los intercambios comerciales, cuyos productos eran traficados las más de las veces por arrieros (sobre los que tendremos que volver obligatoriamente cuando nos toque hablar sobre el patrimonio etnográfico e inmaterial) promueven cambios sociales, económicos y políticos que afectaron profundamente a estas sociedades y a su forma de explotar y habitar el territorio.

La región que ahora ocupa la Sierra de las Nieves se inscribía en la Turdetania, donde vivían los turdetanos, un pueblo prerromano que surgió tras el colapso de la civilización tartésica hacia la mitad del primer milenio antes de nuestra era. Fueron muchos los pueblos ibéricos que surgieron durante esta época. Estrabón escribió sobre los turdetanos: son considerados los más cultos de los iberos, ya que conocen la escritura y, según sus tradiciones ancestrales, incluso tienen crónicas históricas, poemas y leyes en verso que ellos dicen de seis mil años de antigüedad (Estrabón, III, 16).




Para defenderse y refugiarse en una época de inestabilidad política y social, de gran belicosidad y rivalidad, suben a ciertos cerros estratégicos desde donde controlan el territorio circundante y otros asentamientos menores, y los fortifican conformando una red de oppida (plural de oppidum) o fortalezas desde las que defender sus intereses. Se trata de asentamientos fortificados en altura normalmente poco o casi nada estudiados, salvo algunas excepciones, de los que pocos restos han quedado o han sido destruidos mientras que otros ni siquiera se conocen. Uno de los más interesantes se encuentra junto a río Grande, pero en T.M. de Coín: el cerro del Aljibe, del que presumiblemente dependieran otros que se hallaban en sus inmediaciones como los de Cerro Chapí, en Guaro, y Peñón de Alozaina,  en el pueblo homónimo. A ello habría que sumar el importante asentamiento de Acinipo en su fase prerromana o el interesante oppidum de Cerro Salinas, próximo a Ronda. Cabe reseñar que en el casco histórico de Ronda varias intervenciones arqueológicas realizadas en los últimos años han sacado a la luz restos de ocupación y hábitat correspondientes a época prerromana.

Las tumbas de los guerreros ibéricos, de los que se han hallado algunas con su panoplia, con su ajuar militar, son impresionantes. En el entorno del cerro del Aljibe apareció uno de estos sepulcros en el que las cenizas del finado fueron acompañadas por un rico ajuar funerario de carácter guerrero: espada, puñal, punta de lanza… entre otros objetos.




Tras el paso de los comerciantes de la Antigüedad y el desarrollo de la cultura ibérica con los pueblos prerromanos, llegan los romanos. Con la conquista y sometimiento de los pueblos y comunidades que vivían en la Península Ibérica nuestro territorio (junto con el resto del territorio conquistado), pasa a depender de los intereses de la nueva potencia del Mediterráneo: Roma. Los romanos, con su característico pragmatismo, ordenan y organizan un territorio lleno de pueblos y culturas -importante recordar que repleto, también, de riquezas y recursos- bajo varias provincias; llenan el territorio de calzadas que unen poblaciones, áreas productivas y mercados y que propician el desarrollo económico y comercial; construyen pantanos y acueductos para abastecer a las ciudades que van creciendo y apareciendo al calor de la cultura y los intereses romanos; de puentes que salvan ríos y unen intereses; de templos, nuevos dioses, religiones (el cristianismo entre ellos, que se acabará imponiendo) y nuevas formas de entender el mundo; insertan la Península Ibérica en una realidad territorial colosal para la época incentivando los intercambios comerciales de largo recorrido donde la moneda, si bien se conocía anteriormente, va a tener un desarrollo extraordinario. En definitiva los romanos romanizan las sociedades que encuentran, las rebozan en su cultura, y organizan la explotación de los abundantes recursos naturales peninsulares, suerte de un El Dorado ibérico que les proveía de productos agrícolas, de metales (hierro, cobre, oro, plata…), madera, esparto (básico para la navegación), esclavos… Además de cruentas guerras y una sangrienta conquista, traen muchísimos adelantos tecnológicos y sociales que hacen florecer la cultura romana.



Red de calzadas romanas en la Península Ibérica

En nuestra Sierra de las Nieves y su entorno, sobre todo junto a los valles, ríos y tierras más ricas, prosperan las villas romanas. Éstas eran explotaciones rurales que extraían principalmente tres productos de la tierra: vino, cereal y aceite, que eran llevados a Roma y otros puntos del Imperio como las islas Británicas y Germania a través del puerto de la populosa ciudad de Málaga. Estos productos llegaban a través del río Guadalhorce, navegable en aquella época en gran parte, y por una red de caminos y calzadas a veces provistas de puentes que en multitud de ocasiones han sido amortizados por carreteras modernas. En la zona de rondeña se ha localizado decenas de estas explotaciones agrarias.




A esta época se les atribuye los restos de la denominada calzada romana de Monda y la calzada romana de Casarabonela, al igual que el puente de El Burgo. Sin embargo hemos de posicionarnos en las tierras de Alozania y Casarabonela que se deslizan hacia el valle del Guadalhorce, para encontrar una significativa cantidad de estas villas rurales, de estos pequeños cortijos cuyos restos arqueológicos todavía perviven entre olivares y campos de cereal, aflorando cada vez que el arado rasga la epidermis térrea. Quizás la villa romana más conocida al sur de la Sierra de las Nieves sea la del cerro del Polvillar, a la salida del municipio de Guaro. Ninguna está excavada, muchas de ellas sólo aparecen en los catálogos de los PGOU´s porque han aparecido en algunas prospecciones arqueológicas. Excepción debemos hacer con la espectacular villa de Morosanto, en Ronda, excavada por José Manuel Castaño Aguilar.







Mientras que la zona más llana, las vegas, eran ocupadas, los espacios montañosos eran destinados a la caza, la obtención de madera, de frutos, de distintos productos silvícolas, la producción de cal… habiendo una enorme sequía de vestigios y asentamientos de esta época en los espacios más montañosos. Ello no significa que en época romana no hubiera intereses depositados en estos lugares ni presencia romana, sino que su huella sea menos perceptible, más complidada de detectar.

Es en esta época en el que el asentamiento de origen prerromano de Acinipo iba a vivir su época de esplendor. Su origen arranca hace casi cuatro mil años sin embargo sería en época romana y con motivo de su estratégica ubicación para el comercio y la explotación agrícola, cuando viviera su mayor apogeo: este asentamiento es organizado ortogonalmente y dotado de edificios públicos monumentales, como templos, termas, su singular teatro… e incluso llega a acuñar moneda propia. Sin embargo a partir del siglo III después de Cristo Acinipo entró en una total decadencia, siendo sustituida en su papel administrativo por la cercana Arunda, la ciudad de Ronda.




El legado romano en la Sierra de las Nieves, más allá de la fascinante Acinipo, es mucho más importante de lo que suele pensarse.

Tras la crisis del Imperio Romano, de su decadencia y disgregación, se abre un período turbulento en el que una serie de pueblos de origen germánico (visigodos, suevos, vándalos y alanos) se hacen con el poder y el control de la Península Ibérica, disputándoselo hasta que uno de ellos se impone, el pueblo visigodo. Estamos ante una época un tanto oscura y poco conocida  para el territorio que tratamos en la que los romanos orientales, los bizantinos, se enfrentaron a los visigodos por el control de la franja litoral andaluza manteniendo el dominio de esta zona algo menos de un siglo. Son pocos y no muy conocidos los vestigios de esta época.

Hay que esperar a la llegada de los musulmanes y el desarrollo de al-Andalus para contar con más información. En el año 711 y procedente del norte de África, llega un primer contingente al mando de Tarik Ibn Ziyad (que dio el nombre a Gibraltar, Jabal Tarik o montaña de Tarik) al que siguió otro más numeroso. En pocos años los musulmanes se hicieron con casi toda la Península Ibérica mediante una política de pactos o a través de las armas ya que el estado visigodo se encontraba muy debilitado y dividido por las luchas intestinas.

Ante la llegada de los temibles guerreros musulmanes las puertas de Arunda son abiertas a los invasores, a los nuevos amos, y troca su nombre por el de Inz Rand Onda mientras que en la accidentada zona montañosa de lo que es ahora la Sierra de las Nieves se encuentra habitada por pequeñas comunidades rurales en altura que escaparán al control de los musulmanes todavía durante mucho tiempo. Antes de la llegada de los musulmanes la población bajo control visigodo había sufrido un proceso de creciente presión fiscal y la única solución que muchos encontraron fue la de escapar al monte, a la sierra, a un lugar donde la autoridad visigoda no pudiera llegar ni ejercer su poder en un momento políticamente delicado. Estas gentes, que con el tiempo recibirán el nombre de mozárabes pues mantuvieron su condición de cristianos, acabaron formando pequeñas comunidades aldeanas que vivían de una agricultura y una ganadería de subsistencia en asentamientos en altura, con algunos elementos naturales o artificiales muy básicos que les ofrecía una eventual protección.




La Sierra de las Nieves, por su condición áspera y montuosa, por su fuerte carácter montañoso, posee decenas de estos pequeños asentamientos que con el tiempo evolucionan a formas más complejas donde incluso se construyen eremitorios y pequeñas iglesias, como el Hoyo de los Peñones, en Alozaina, complejo eremítico junto a una antigua población mozárabe de la que nos ha llegado las tumbas excavadas en la roca y una iglesia semi-rupestre. Será en las poblaciones de estos asentamientos, junto con otras de las sierras béticas, donde se apoye en el siglo IX el caudillo muladí Omar Ibn Hafsún para mantener su independencia del poder musulmán de Córdoba. Estamos ante un personaje legendario y polémico donde los haya, pues la investigación no se pone de acuerdo con su figura; mientras que unos postulan su vinculación al mundo tardo-visigodo y lo retratan como el último elemento de una sociedad de tendencias feudalizantes que se resiste a desaparecer frente a la imposición de las nuevas estructuras socio-culturales de los musulmanes, otros, más recientemente, lo consideran como un personaje que pretendía crear un estado propio, una dinastía propia desde las sierras malagueñas planteando, incluso, un posible origen beréber. No nos vamos a detener en su historia y aventuras, tan sólo señalar que su política secesionista con base en las sierras malagueñas, le llevó a enfrentarse con el Estado musulmán, que todavía no se habían asentado de forma definitiva y al que se le escapaba el dominio de ciertas zonas, como las de estas sierras malagueñas. Hafsún habitaba y controlaba un territorio montuoso alrededor de su centro, Bobastro (en Ardales), y lo organiza militarmente construyendo una serie de fortalezas o aprovechando otras anteriores, mediante las cuales se asegura el tributo exigido a las gentes bajo su “protección”, los mozárabes principalmente; controla los accesos y vías de comunicación (terrestres o litorales) a sus dominios y se defiende de los ataques de los musulmanes leales al emir, que han fijado su capital en la vieja ciudad de Córdoba que, cada vez más fuertes y organizados, buscan extirpar la disidencia hafsuní.







De esta época se conservan una serie de asentamientos fortificados en altura de estructura compleja, con torres, murallas y otros elementos poliorcéticos, junto a los asentamientos rurales mencionados anteriormente, que forman toda una constelación de hábitats cuyos residentes aprovechaban hasta el más mínimo de los recursos. La ubicación en zonas de alturas alrededor de los mil metros sobre el nivel del mar les profiere unas vistas estratégicas y paisajísticas excepcionales. Es en estas fechas, éntre los siglos IX-X, en los que nos encontramos fortalezas como la de la Teja, en Tolox, sobre el pico Castillejos; los Castillejos de Alpujata, en Monda; el Castillo de Chilla, en T.M. de Coín pero próximo al anterior; cerro Torrón, en T.M. de Marbella pero muy próximo a Ojén y controlando el acceso litoral al interior por el río Real; el castillo de la Sierra, en Ojén, éste último inédito y fuera de inventarios; o las fases más tempranas del castillo de Montemayor, en Benahavís. Interesante es, sin duda, el asentamiento de Porticate, en Yunquera, donde aparece un hábitat de grandes dimensiones relacionado con la extracción y reducción de metales férricos: la alquería de Porticate.





La derrota de la disidencia hafsuní y la victoria musulmana tiene varios efectos; el primero es el reforzamiento del Estado musulmán, ya indiscutible hasta que finalice con la invasión castellana en las postrimetrías del siglo XV. El abandono de los asentamientos en altura y la destrucción de parte de las fortalezas rebeldes (aquellas que ya no servían a los intereses de los musulmanes) fue otro de los efectos. La población, con el tiempo, fue asimilada culturalmente, islamizada (como en su momento hicieran los romanos) y reubicada en otros lugares, asentada en alquerías, aldeas, donde trabajaban y producían para el Estado andalusí, donde  florecían las huertas y se encontraban al amparo de fortalezas que fiscalizaban la extracción de las rentas campesinas y que ofrecían control y protección ante eventuales peligros. Este es el origen de algunas de las fortalezas y castillos de los  pueblos de la Sierra de las nieves, aunque otros son algo más antiguos en el tiempo, pero de época islámica. Estas fortalezas, con el tiempo, fueron creciendo y recibiendo nuevos elementos poliorcéticos, torres, murallas, puertas… hasta su configuración última en el período nazarí, estructuralmente más complejos debido a la cercanía de los invasores castellanos.




Tras la total pacificación de al-Andalus se viviría una etapa de esplendor a la que seguiría una crisis a principios del siglo XI que dividiría el estado andalusí en multitud de pequeñas taifas, de pequeños estados que serían reunificados por almorávides y almohades durante algo más de un siglo. Tras la derrota de los últimos en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 a manos de un nutrido ejército cristiano, gran parte de al-Andalus caería en manos de los cristianos representados por los castellanos mientras que al oriente de las sierras Béticas y amparadas por ellas, se formaría el Reino Nazarí de Granda, que durante más de dos siglos y medio iba a marcar el devenir histórico del último estado islámico de la Península Ibérica.




Como se ha señalado durante época andalusí aparecen las fortalezas que caracterizan a nuestros pueblos. Con el tiempo y el aumento de la inestabilidad política, sobre todo en la transición del período almohade al nazarí (siglo XIII) muchas familias andalusíes de las alquerías cercanas empezaron a construir sus casas en sus inmediaciones o dentro de sus murallas, si era posible. Ahí tenemos el germen de lo que son la mayoría nuestros cascos urbanos. Además de fortalezas complejas, aparecen también las denominadas torres de alquería, que no hay que confundir con las torres albarranas ni las torres almenaras. Éstas eran de plana cuadrada y de unos quince o veinte metros de altura. Eran macizas en sus primeros cuatro o cinco metros y su puerta y ventanas eran de reducidas dimensiones mientras que sus paredes eran gruesas y fuertes. Su función era la de proporcionar refugio a la población de la alquería cercana y sus productos y ganados en momentos de peligro en que un ataque de bandoleros, de piratas o una incursión castellana, ponía su vida en peligro durante un tiempo determinado. No eran torres para resistir una guerra de conquista, pero si para servir de refugio durante algunas horas o días.




En la Sierra de las Nieves y su entorno eran bastante frecuentes. Tenemos algunos ejemplares en Guaro y El Burgo, y debe haber muchas más todavía desconocidas. Una de las más significativas es la torre del Bachiller Escalante, en Istán, protagonista de un acontecimiento histórico muy conocido: la numantina resistencia de Juana Escalante, su sobrina, a los moriscos istaníes que pretendían matarla, episodio que conocemos gracias a Luis del Mármol Carvajal y su obra Historia del rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada. Sin embargo es en Benahavís donde encontramos la mayor concentración de torres (torre de la Leonera, Esteril, Tramores, la Romera…) pero no nos debe extrañar en absoluto dada la cercanía de la costa y de los temibles piratas.







Sin embargo en este accidentado territorio era vital mantener el contacto visual con otras fortalezas y asentamientos. Cuando no había conexión visual directa se buscaba un punto intermedio en altura. En algunos casos se llegaba a construir una torre vigía, como el caso de la del valle de Lifa, donde se conserva los restos de una de esas torres cuya función era la de controlar el paso natural entre la zona de Ronda y la zona del Guadalteba.




Los castillos y fortalezas crecieron y se desarrollaron según los momentos de mayor hostilidad entre castellanos y nazaríes. Conforme se acercaba la frontera, los castillos próximos eran reforzados, reformados y refortificados. Estas intervenciones estatales han dejado una huella indeleble en el castillo de Miraflores, en El Burgo, o en el de la Villeta, en Monda. Ambos sufrieron profundas reformas en época nazarí, especialmente el de El Burgo, donde se empleó con profusión la mampostería enripiada y el uso de algunas torres  semicirculares, lo que revela su pertenencia al importante programa de refortificación que el emir Muhammad V desarrolló en numerosas fortalezas del emirato para hacer frente a los castellanos y a las nuevas técnicas de asedio que anunciaban el desarrollo de la pirobalística.  



El castillo de Monda también tuvo importantes reformas en esta época, pero destaca por albergar una de las únicas diecinueve torres poligonales que se conservan en la Península Ibérica y que fueron realizadas por los almohades, como la archiconocida Torre del Oro. 

Una de las fortalezas que quizás más destaquen es la de Casarabonela, el castillo del Rey Chico, como se la conoce por, al parecer, haber buscado refugio Boabdil, el lacrimógeno emir que entregó Granada a los Reyes Católicos. Esta fortaleza se asienta sobre una elevación rocosa y todavía conserva suficientes elementos para entender su grandeza y su disposición. Tenía un alcázar rodeado por un albacar, una zona fuerte rodeada por una muralla. A sus pies el arrabal, el vecindario, se protegía por una cerca que partía de la fortaleza y que todavía es posible rastrear y encontrar por las calles moriscas, junto a vestigios toponímicos de sus viejos accesos (calles Albaiva, Puerta de San Juan, Puerta de Alozaina, Puerta de Hierro). 


El patrimonio islámico de la ciudad de Ronda es de lo más sobresalientes de la provincia de Málaga y no se puede comparar con el del resto de poblaciones del entorno de la Sierra de las Nieves: la imponente muralla que rodea lo que fue la antigua medina, jalonada de puertas de acceso monumentales y torres de control; los excepcionalmente bien conservados baños árabes; los minaretes que perviven adosados en templos cristianos; su fisonomía urbana; algunos de sus puentes; la cantidad de restos de esta época hallados en las excavaciones arqueológicas y que perviven ocultos en el subsuelo de la ciudad, aflorando en cada obra, son prueba del papel preponderante que ocupó la medina rondeña durante los siglos medievales.








La ciudad de Ronda, en este sentido es un mundo aparte porque en época medieval adquirió la condición de medina, de ciudad, dotada de una extensa muralla jalonada por numerosas torres y puertas fortificadas, una alcazaba en cota dominante que sufrió los rigores de los asedios y de la destrucción por parte de las tropas francesas, arrabales amurallados, numerosas mezquitas y baños…

El patrimonio cultural medieval no se ciñe únicamente a alquerías y despoblados, a viejos castillos abandonados y olvidados que se caen a pedazos mientras resuena el eco de tiempos mejores, en torres ruinosas y devoradas por la vegetación. Hay un legado patrimonial paisajístico primordial que arranca en los siglos medievales y sobre el que trataremos más adelante: las huertas, los espacios irrigados. En ellas una red de acequias y albercas distribuyen sabiamente el agua de manantiales próximos bajo la supervisión del aguador o alcalde del agua, a través de una superficie de cultivo abancalada, pues muchas se encuentran en las faldas de algunas sierras y han de adaptarse a la topografía. En ellas y aprovechando la fuerza motriz del agua, encontraremos multitud de molinos harineros de rodezno y algún que otro de aceita. Se genera un paisaje agro-cultural de extraordinario valor y riqueza. Además, a ello hay que sumar la biodiversidad generada a través de los cultivos traídos de tierras lejanas y aclimatados a nuestras tierras, que luego se incorporan a nuestra dieta y le profieren mucha más riqueza a uno de nuestros patrimonios culturales inmateriales más queridos y disfrutados: la gastronomía.

La mayor parte de estas huertas se sitúan en unos emplazamientos que geológicamente atesoran un enorme interés; se trata de aterrazamientos formados por travertinos, una roca de origen neogénico que en municipios como Ojén o en Jorox, pedanía de Alozaina, tienen una vital importancia. En el primer caso el castillo de Solís se asienta sobre una imponente muela de travertino en cuyas entrañas se ha operado una serie de cavidades, unas naturales y otras artificiales. Desde ese emplazamiento se dominaba la población y las huertas adyacentes, que se desarrollaban en subsiguientes plataformas travertínicas que en la actualidad se han visto muy dañadas por un desmesurado desarrollo urbanístico. De enorme interés es el sistema de huertas de Jorox, que también se desarrolla por un importante afloramiento de travertinos, al igual que el municipio de Yunquera, cuyas huertas se desparraman bajo el caserío, escalonadas en múltiples terrazas de travertino.







De forma muy somera hemos visto como la mayoría de nuestras poblaciones surgen al calor de una fortaleza. Con la invasión castellana del Emirato Nazarí y la ocupación del territorio por nuestras poblaciones van a sufrir una serie de cambios que van a tener un importantísimo reflejo en el urbanismo y en el patrimonio religioso: se abren plazas, espacios públicos al aire libre, y se construyen las iglesias en el lugar que durante siglos ocuparon las mezquitas. Al cristianizarse el territorio, junto a las iglesias y con el tiempo van apareciendo ermitas y algunos conventos, hornacinas con cruces o imágenes sacras en las calles -donde destaca Casarabonela-, sobre las fuentes… La ciudad de Ronda cuenta con un patrimonio religioso extraordinariamente monumental que no podemos comparar con el resto de las poblaciones. Pero hay algunas poblaciones que cuentan con bellos ejemplos en lo que a templos cristianos se refiere, como El Burgo, que posee una iglesia de carácter gótico-mudéjar, única en la comarca de la Sierra de las Nieves, a la que se adosa una torre-campanario de tradición mudéjar. Elementos mudéjares también encontramos en los bellos artesonados de las iglesias de la Encarnación, en Ojén, y de San Miguel, en Tolox. La primera ha seguido los esquemas mudéjares también en su planta y la torre-campanario de sus pies es considerada como parte el antiguo alminar de la mezquita que hubo en el lugar.







Numerosas y de sencilla construcción son las ermitas que encontramos sobre la abrupta epidermis serrana, destacando la de Porticate en Yunquera, ubicada en un extraordinario entorno natural. Suelen ser pequeños templos a dos o cuatro aguas que albergan en el interior alguna veneranda imagen o algún elemento religioso, como una cruz, que contrastan con lo variopinto de los exvotos que podemos encontrarnos. A veces en su interior se conserva decoración pictórica decorativa en sus paredes. Estas ermitas son, en muchas ocasiones, las protagonistas de multitud de romerías y celebraciones religiosas de carácter más popular.




Como elemento religiosos singular traeremos a colación el Convento de Nuestra Señora de las Nieves. Su construcción comenzó a primeros del siglo XVII sobre el lugar que ocupaba una vieja ermita dedicada a la Virgen de las Nieves. El cenobio estuvo habitado por Carmelitas Descalzos durante varios siglos, hasta que en el XIX fue desamortizado y privatizado. Hoy día su conservación es desigual, muchos vecinos han aprovechado sus instalaciones para construir pequeñas viviendas; la iglesia, que durante años albergó un molino de aceite, se encuentra en un desastroso estado de conservación…





Otras muestras del patrimonio religioso la forman los viejos calvarios que se situaban a las afueras de los pueblos y de los que de algunos sólo se ha conservado el nombre. De entre ellos sobresale el de Monda, construido en el siglo XVIII junto a una gran era en ladrillo de barro cocido siguiendo el estilo barroco, recargado y con fuertes contrastes para imprimirle movimiento a la obra. Son lugares de fuerte valor patrimonial y que siguen detentando una fuerte carga religiosa.




Si volvemos a los pueblos, a su urbanismo y a su arquitectura popular podemos decir que casi todos surgieron en época islámica como asentamientos poblacionales estables, aunque en sus inmediaciones se hallen restos más antiguos. Por ese motivo la mayoría responde, grosso modo, a la siguiente estructura: castillo o fortaleza en cota dominante junto a una vía de paso y con proximidad de recursos hidráulicos (ríos, arroyos, manantiales…), bajo cuyos pies o alrededor de la misma, se ha desarrollado el segundo elemento, el casco urbano. En la zona más baja nos encontramos las huertas, que aprovechan el agua sobrante de las acequias.







La estructura urbana quebrada y aparentemente laberíntica del urbanismo de estos pueblos responde a la adaptación de las calles y las casas a una superficie accidentada. Por este motivo el viario posee un ancho variable, existen muchas pendientes que se salvan escalonando parcialmente las calles, se colocan albarradas de acceso a viviendas… Sobre el plano urbano identificamos una serie de patrimonios comunes como son fuentes (muchas de origen islámico) y lavaderos, espacios sociales muy importantes en las sociedades rurales. También encontramos espacios productivos como molinos de aceite, especialmente, aunque podemos encontrarnos algunos molinos harineros en principio movidos por la fuerza del agua o de bestias, más tarde por electricidad. Junto a ellos los espacios religiosos como las iglesias, ermitas y hornacinas, son otros elementos característicos de estos pueblos. Las propias viviendas, con su personalidad arquitectónica heredada de siglos de tradición que le confiere unas formas estéticas determinadas, forman unos bellos conjuntos en pueblos como Yunquera y El Burgo y en todos los municipios encontramos ejemplos de viviendas de grandes propietarios fuertemente construidas y ricamente decoradas, junto a las de familias humildes, muchos más sencillas. Finalmente un lugar que no falta en los pueblos es el cementerio, la morada de los muertos, espacios que forman parte indisoluble de la cultura y el urbanismo de estas poblaciones.













Fuera del entorno urbano, en el campo, volvemos a encontrarnos unos patrimonios culturales comúnmente calificados como etnográficos y relacionados con las formas y los espacios de trabajo denominados tradicionales. Los más próximos se encuentran en las huertas, junto a los pueblos, donde una red de acequias y albercas junto al trabajo de los agricultores y del Alcalde del Agua, distribuye y aprovecha el líquido elemento que va destinado a los regadíos, una pasmosa variedad de cultivos procedentes de distintas partes del Mundo y que han recalado en estas tierras a lo largo de la historia: tomates, patatas, naranjas, sandías… Para aprovechar la fuerza motriz del agua en la mayoría de estos espacios de huerta se colocaron molinos harineros hidráulicos de rodezno, cuyos molineros y molineras debían coordinarse con los regantes para compartir el agua, unos para riego y otros para la molienda. Hay decenas de molinos hidráulicos harineros en toda la Sierra de las Nieves. No hay población que no posea alguno de ellos. El más antiguo está en río Grande, en el término municipal de Guaro, se trata del molino de Santisteban, documentado ya en una fecha tan temprana como a finales del siglo XV. Excepcionales son los conjuntos molineros de Jorox, en Alozaina, y río de los Molinos, en Istán.  El complejo molinero del arroyo de los Horcajos de Tolox sería también destacable si no es por el deficiente estado de conservación que presenta. El patrimonio cultural asociado al agua en la Sierra de las Nieves es totalmente sobresaliente.



Las huertas de Alpujata, en Monda




Si nos adentramos en el mundo del secano, según las zonas, nos vamos a encontrar numerosos cortijos asociados a grandes parcelas agrícolas, especialmente cerealísticas (en las zonas de El Burgo, Casarabonela y Alozaina, donde existen tierras más aptas para este tipo de cultivo). Se trata de grandes construcciones que se estructuran de forma compleja al incorporar vivienda (y/o viviendas), almacenes, espacios de transformación como molinos de harina o aceite, lagares, cuadras… Son construcciones edificadas con materiales del entorno (rocas, cal, barro, madera, caña…) con técnicas constructivas muy antiguas donde prolifera la mampostería y en ocasiones, el tapial. Las cubiertas, soportadas en multitud de ocasiones por una estructura a par e hilera de madera con tablazones o cañas, suelen ser dos aguas y cubiertas por un manto de teja de medio cañón. La obra se enlucía con una capa de argamasa y normalmente recibía varias manos de cal.




De entre estos cortijos, que nunca tendrán la entidad de los cortijos sevillanos, destaca el Cortijo de los Cantareros, el de Montija y el de San Antonio, en Casarabonela; el Cortijo de la Fuensanta y el de Turón, en El Burgo; el cortijo de Puerto Blanco, en Istán…

Cortijos, haciendas y lagares destacados del ámbito de la zona de influenza socioeconómica del futuro Parque Nacional:

Municipios
Edificios registrados
Alozaina
7
Benahavís
12
Casarabonela
33
El Burgo
9
Guaro
13
Istán
5
Monda
8
Ojén
12
Parauta
1
Ronda
91
Tolox
11
Yunquera
5

Fuente: Cortijos, haciendas y lagares. Arquitectura de las grandes explotaciones agrarias en Andalucía. Provincia de Málaga. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Dirección General de Arquitectura y Vivienda. 2000.

Si nos acercamos a los pueblos más serranos en el campo, con parcelas de mucho menor tamaño y con muchos pequeños propietarios, nos encontramos pequeñas construcciones para guardar algunas herramientas, productos e incluso pasar unos días. Se trata de edificaciones de una sola estancia con el hogar en un extremo, con cubiertas a una o dos aguas y de poca relevancia edificatoria.

En lo relativo a casas-cueva no podemos decir que en la Sierra de las Nieves haya existido este fenómeno de forma generalizadas como en otras regiones andaluzas. Eso no es óbice para que algunas cuevas hayan tenido entre otros usos (almacenes, recogida de ganado, refugio ocasional…), el residencial, aunque fuera de carácter puntual, como ocurría en el entorno del castillo de Casarabonela y junto al río Almadán, en Ojén. Sin embargo, si hablamos de casas-cueva en la Sierra de las Nieves hay que señalar que un lugar especial lo ocupa la Cueva del Moro, en el término Municipal de Tolox. Unos prominentes salientes calizos fueron empleados como vivienda hasta los años setenta de la pasada centuria operándosele previamente ciertas reformas, como la construcción de una rudimentaria fachada en la que se abrieron algunos vanos. Se conserva, además de la referida vivienda, un horno de pan y otro de miera.
Por toda la epidermis serrana nos encontramos con las eras, sencillas construcciones dedicadas a aventar el cereal previa a su transformación en harina en los mencionados molinos harineros. Son señaladas las de Monda, en el entorno del Calvario; las de Ojén, bellos miradores al vinoso mar de Homero, al Mediterráneo; y la de El Burgo, junto al río Turón, por tener una forma particularmente rectangular. En su construcción se emplea cantos  rodados de río de tamaño más o menos determinado para elaborar un pavimento sobre el que se pueda trillar y aventar el cereal y algunas leguminosas.






En algunos lugares, ya muy pocos, todavía se conservan algunos pequeños lagares que nos hablan de unos usos agrícolas y unos cultivos prácticamente desaparecidos, pero que dominaron la mayor parte de las tierras cultivables serranas durante más de medio milenio. Hablamos de la vid.




Corrales ganaderos podemos localizarlos en casi todos los pueblos. La mayoría realizados con la sencilla técnica de la piedra seca, técnica declarada recientemente Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En ocasiones aprovechan una pequeña cavidad o, a veces, cavidades enteras como Cueva Santa (Monda) o la Cueva de los Chivos (Yunquera). La zona que ocupa el actual Parque Natural es muy rica en este tipo de corrales, lo que nos habla de un pasado ganadero muy intenso e importante para la economía y la sociedad de la zona desde muy, muy antiguo. A estos corrales, a estos rediles, acompaña una red de manantiales y abrevaderos que tienen en el Pilar de Tolox, a los mismos pies del Torrecilla, su ejemplo más destacado y de mayor envergadura. Estos corrales, estos pequeños espacios de hábitat, deberían ser catalogados.




Otros patrimonios de carácter etnográfico mucho más específicos y singulares los hallamos en el Puerto de los Ventisqueros, en Yunquera y, nuevamente, a los pies del Torrecilla, en Tolox. Se trata de los neveros o pozos de nieve, esas estructuras circulares de varios metros de profundidad y más de diez metros de diámetro elaboradas con roca caliza que servía para guardar hielo que luego era vendido en ciudades como Málaga y Ronda, amén de otras poblaciones. La explotación de la nieve en laSierra de las Nieves es algo que se detecta a mediados del siglo XVI y que con total probabilidad debió estar en explotación muy anteriormente, en época musulmana. Los neveros, por su carácter tan significativo y tan singular deberían estar debidamente catalogados, restaurados, investigados y puestos en valor para el disfrute de la sociedad. Es más, habría que proponer su catalogación como BIC, como Bien de Interés Cultural dada su singularidad.







Mención aparte cabría hacer de la Torre Vigía de Yunquera hoy acondicionada como centro de visitantes y empleada muy acertadamente como observatorio astronómico porque el patrimonio celeste que se puede disfrutar desde distintos puntos de la Sierra de las Nieves no ha pasado desapercibido ni a especialistas ni a aficionados. Se trata de uno de los pocos vestigios de la Guerra de Independencia en la Sierra de las Nieves, a pesar de que muchos la toman por una torre o los restos de una fortaleza islámica. Fue construida hacia 1812 o 1813 junto con una serie de barracones y cuadras para alojar a las tropas españolas que quedaron destruidos con el tiempo y el avance urbano de Yunquera. Únicamente se conserva la torre y las ruinas de una garita en una finca cercana que muchos atribuyen a los restos de una pequeña mezquita.




De la Guerra Civil se conserva algunos vestigios en forma de pequeñas trincheras a la salida de Monda, hoy ocultas por una tupida vegetación. Aunque esta zona cayó relativamente pronto en manos de los rebeldes, la orografía accidentada de nuestro territorio permitió que durante más de una década pulularan varias partidas de guerrilleros -como la del panocho Manuel Granados Domínguez, Dios- que habitaron en chozas, cortijos y en muchas de las cuevas que horadan nuestras sierras y que en el pasado fueron habitadas temporalmente por ganaderos, monfíes (bandidos moriscos) e incluso pudieron tener un hábitat prehistórico. Esas cuevas atesoran una gran memoria.

Y ya que hablamos de monfíes y maquis, no podemos dejar de mencionar la “tradición” bandolera de estas sierras, muy alimentada por el imaginario popular y mundialmente famosa gracias a escritores ingleses del XIX, que idealizaron la figura del bandolero (en Ronda, incluso, existe un museo dedicado a la figura del bandolero). De ellos uno de los más famosos y que ha recibido el apelativo –discutible- del “último bandolero andaluz” fue Juan Mingolla Gallardo, alias Pasoslargos, natural de El Burgo y que murió en 1934 en un enfrentamiento con la Guardia Civil.




En lo anteriormente descrito Ronda es un mundo completamente aparte. La propia ciudad es antiquísima; los primeros vestigios son muy tempranos, anteriores a la época prerromana. Desde entonces ha tenido hábitat. No podemos decir eso del resto de los pueblos que configuran el área de influencia del futuro Parque Nacional. El papel de Ronda en la historia hay sido destacadísimo, de ahí el enorme y monumental patrimonio cultural de todas las épocas históricas que atesora en su casco urbano y en su término municipal.
En el siguiente cuadro se recogen todos los Bienes de Interés Cultural que existen en las poblaciones bajo el área de influencia de la Sierra de las Nieves y que se encuentras catalogados como tal.

Municipio
Denominación del BIC
Categoría
Alozaina
Castillo
Monumento
Castillo denominado “Torre de María Sagredo”
Monumento
Benahavís
Torre de la Lechera (Torre Benamoris, torre Benamoriz,torre de la Leonera, torre de la Leche)
Monumento
Torre de Campanillas
Monumento
Torre de Tramores (Atramores)
Monumento
Torre Esteril
Monumento
Castillo de Montemayor
Monumento
Cerro Colorao
Zona Arqueológica
El Burgo
Castillo de Miraflores
Monumento
Iglesia de Santa María de la Encarnación
Monumento
Casarabonela
Castillo (Fortaleza del Rey Chico)
Monumento
Cueva de la Raja de Retuntún
Monumento
Istán
La Torre
Monumento

Monda
Castillo de la Villeta
Monumento
Paraje Pintoresco de la Villa de Monda y sus Alrededores
Sitio Histórico
Ojén
Castillo de Ojén
Monumento




Ronda
Necrópolis de La Planilla
Zona Arqueológica
Necrópolis de La Angostura (Dolmen de Algarrobales, Dolmen de Lagarín, Dolmen del Charcón)
Zona Arqueológica
Torre de Lifa
Monumento
Castillo del Laurel
Monumento
Loma de Espejo
Zona Arqueológica
Baños árabes

Muralla urbana (Puerta de Almocabar, Arco del Cristo y Puerta de Almocaba, Puerta de los Molinos y Puerta de las Imágenes)

Monumento
Iglesia mozárabe de las Cuevas de San Antón (Ermita de Nuestra Señora de la Cabeza)
Monumento
Ciudad romana de Acinipo (Ronda la Vieja)
Zona Arqueológica
Plaza de Toros de la Real Maestranza
Monumento
Casa del Gigante
Monumento
Centro histórico de Ronda
Conjunto Histórico
Torre alminar de la iglesia de San Sebastián (Alminar de San Sebastián, Alminar de la antigua Mezquita-iglesia de San Sebastián, Torre de San Sebastián)


Monumento
Palacio del Marqués de Salvatierra
Monumento
Casa del Rey Moro: Jardines
Jardín histórico
Iglesia de Santa María la Mayor
Monumento
Necrópolis del Moral
Zona Arqueológica
Necrópolis de los Gigantes (Dolmen de las Gigantas, Domen de los Gigantes)
Zona Arqueológica
Abrigo del Puerto del Viento
Monumento
Castillo del Moral
Monumento
Torre Agüita I
Monumento
Tolox
Castillo El Castillejo
Monumento
Castillo
Monumento
Yunquera
Castillo
Monumento
Torre
Monumento

Fuente: Ministerio de Educación,Cultura y Deporte

Sin embargo si atendemos a la base datos del Patrimonio Inmueble de Andalucía (http://www.iaph.es/patrimonio-inmueble-andalucia/), nos encontramos con muchísimas más referencias sobre el patrimonio cultural de estos municipios además de los Bienes de Interés Cultural anteriormente reseñados. Si bien sigue sin reflejar la enormidad del patrimonio cultural de estos pueblos, estas base de datos es una buena fuente de información donde se reflejan una gran variedad y diversidad de patrimonios culturales materiales (arqueológicos, religiosos, arquitectónicos, etnográficos…) solo comparable en la dimensión ecológica y ambiental, a la enorme biodiversidad de este territorio. La excepción, notable si cabe, la ofrece la ciudad de Ronda; ésta ha sido centro de numerosos estudios y proyectos de investigación que han tenido su reflejo en una abundante bibliografía que da lugar a que en la referida base de datos en Ronda se recojan 186 ítems, muchos más que la suma conjunta del resto de los pueblos bajo el área de influencia del espacio natural, que en total arrojan un resultado de 298 registros.

El patrimonio archivístico y documental, tanto público como privado, representa un inestimable legado histórico y cultural ávido de ser descubierto. La documentación archivística de los últimos siglos, a pesar de las destrucciones violentas y no violentas, atesora gran parte de la historia y cultura de estas poblaciones que debería ser identificado y digitalizado para su conservación y consulta, tanto por investigadores como por la población en general. De lo contrario se seguiría perdiendo un imponderable legado histórico.


PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL

El patrimonio cultural, como se ha señalado anteriormente, no se limita a monumentos, colecciones de objetos, restos arqueológicos… elementos tangibles éstos sino que comprende también, según la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Inmaterial de la  UNESCO (París, 2003), los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas – junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. El patrimonio cultural inmaterial reside en personas de carne y hueso.


El patrimonio cultural inmaterial ilumina un sentimiento de identidad, se transmite de generación en generación y es recreado constantemente por las comunidades. La UNESCO, sin establecer categorías, señala que este patrimonio se manifiesta especialmente en los siguientes ámbitos:

·         tradiciones y expresiones orales, incluido el idioma
·         artes del espectáculo
·         usos sociales, rituales y actos festivos
·         conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo
·         técnicas artesanales tradicionales


El artículo 2 de la LEY 14/2007, de 26 de noviembre, del Patrimonio Histórico de Andalucía expresa la protección legal de este patrimonio no tan conocido ni valorado:

La presente Ley es de aplicación al Patrimonio Histórico Andaluz, que se compone de todos los bienes de la cultura, materiales e inmateriales, en cuanto se encuentren en Andalucía y revelen un interés artístico, histórico, arqueológico, etnológico, documental, bibliográfico, científico o industrial para la Comunidad Autónoma, incluidas las particularidades lingüísticas.
LEY 14/2007, de 26 de noviembre, del Patrimonio Histórico de Andalucía.

Hemos de señalar que muy recientemente, en noviembre de 2018, la UNESCO ha declarado como Patrimonio Cultural de la Humanidad el arte de construir muros en piedra seca en diferentes zonas rurales de Croacia, Chipre, Francia, Grecia, Italia, Eslovenia, España y Suiza. En el caso concreto de España incluye los territorios de Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Cataluña, Extremadura, Galicia y Valencia. Por tanto, los muros en piedra seca que en la Sierra de las Nieves delimitan fincas, propiedades, ciñen caminos y veredas... se consideran Patrimonio Cultural de la Humanidad. No sólo los muros de piedra seca atesoran conocimientos técnicos ancestrales transmitidos de forma oral y práctica de generación en generación, los miles de pequeños corrales ganaderos que tachonan toda la Reserva de la Biosfera de la Sierra de las Nieves, son partícipes de las mismas técnicas de construcción a base de disponer unas piedras sobre otras, sin argamasa, para conformar las construcciones; junto a esos corrales, miles de chozos cuyo basamento eran muros de piedra seca, los miles y miles de bancales que generaciones de campesinos de estos lugares han elaborado con su azada y sus propias manos para arrebatarle un poco de tierra cultivable a los terrenos más inclinados y abruptos en los que cultivar vides, olivos, almendros... o construir las cuidadas redes de huertas que aparecen en todos los pueblos modelando, de esta manera, unos paisajes culturales ancestrales. No sólo muros, corrales y aterrazamientos gozan de la técnica en piedra seca, hasta los propios pozos de nieve se construyeron con este sistema. Es grato que un patrimonio tan fragil y de tan humilde cuna, reciba un reconocimiento tan extraordinario.





Continuando con nuestro tema, huelga decir que el patrimonio cultural inmaterial de la Sierra de las Nieves es inmensamente rico y diverso; al menos así lo mostró el Dr. en Antropología Francisco Manuel Llorente Marín con su extraordinario Atlas Etnográfico de la Sierra de las Nieves (AGDR Sierra de las Nieves, 2007). El ciclo festivo y el conjunto de saberes y haceres tradicionales de la Sierra de las Nieves fue su objeto de estudio.

El folklore, las fiestas y celebraciones populares, las romerías inundan el ciclo festivo de este montañoso territorio a lo largo de año ya que la Sierra de las Nieves atesora un importante patrimonio festivo. El investigador José Ignacio Homobono recoge una buena definición de la fiesta:

Una celebración cíclica y repetitiva, de expresión ritual y vehículo simbólico, que contribuye a significar el tiempo (calendario) y a demarcar el espacio. Se sitúa en oposición al tiempo ordinario y a la vida cotidiana, y establece una relación dialéctica, paradójica y contradictoria, entre lo sagrado y lo profano, la ceremonia –religiosa o cívica- y lo lúdico, la celebración y la rutina, las pautas de institucionalización y de espontaneidad, la liturgia y la inversión, la transgresión y el orden, la estructura y la communitas, las dimensiones de lo público y de lo individual. A través de ella, un agregado social entra en contacto con las fuentes últimas de su identidad y reconstruye la experiencia de comunidad imaginada, mediante la actuación de grupos específicos como agentes del ritual festivo. Evidenciando y exaltando identidades y religaciones, contribuye a la toma de conciencia y a la creación de identidad colectiva. La fiesta, mediante la eficacia de la acción ritual, está dotada de ese poder configurador de la realidad, y no por simbólica deja de tener efectos sociales, económicos y políticos. Potencial que no ha perdido en las sociedades multiculturales y globalizadas de la modernidad tardía, ya que vehicula la expresión de identidades heteróclitas.

El ciclo festivo de la Sierra de las Nieves es de una riqueza extraordinaria. Al comienzo del año, en el mes de febrero tiene lugar el Carnaval, al que se le atribuye un origen pagano y que tiene en el Día de los Polvos de Tolox y los Harineos de Alozaina dos de los momentos más importantes en los que, según la tradición, el varón buscaba a la mujer que le gustaba y la empolvaba o harinaba para hacérselo saber. Son días donde antaño se bailaba a corro y se cantaban coplas carnavalescas que en algunos pueblos, están tratando de recuperar (en Tolox concretamente se editó un CD recogiendo las más populares). El Carnaval finalizaba con el entierro de la sardina dando comienzo a un tiempo nuevo, la Cuaresma -período litúrgico en el calendario cristiano destinado a la preparación de la Pascua-, tras la cual llega la esperada Semana Santa.




La Semana de Pasión o Semana Santa que hunde sus raíces en los siglos medievales, se vive con hondo fervor y multitudinaria participación en cada una de nuestras poblaciones; no en vano es una de las señas más importantes de nuestra identidad cultural. En Ronda, que tiene la distinción de Fiesta de Interés Turístico, tiene un especial arraigo pues comenzó a celebrarse en una fecha muy temprana, a primeros del sigo XVI, tras la conquista castellana. En algunos lugares se realiza una interpretación en vivo de la vida y Pasión de Jesús -reminiscencia del ancestral teatro popular religioso- destacando especialmente El Paso de Istán. Otros ejemplos los tenemos en Casarabonela y Alozaina. En cada uno de ellos la celebración siempre tiene un momento cumbre, un momento especial. En tal sentido podemos destacar a Monda durante la procesión de la noche del Jueves Santo, en la que las imágenes de Cristo Crucificado y la Virgen de los Dolores son llevadas por las calles bajo un sepulcral mutismo sólo roto por el parsimonioso compás de las horquillas y alguna que otra desgarradora saeta, alumbrándose el camino por velas y cirios hasta el monumento del Calvario, a las afueras. Allí, en un mágico y espeso silencio alumbrado por centenares de temblorosas y devotas velas, se encuentran ambas figuras frente a frente, se balancean y se aproximan como si María quisiera besar a Jesús -relicto de la teatralización medieval- dejando de ser tallas de madera para convertirse en una Madre de carne que despide a su Hijo y llora por su muerte bajo un poético manto de luz argentada, lechosa y maternal, que irradia una apoteósica Luna llena.




Tras la Semana Santa se abre una nueva etapa festiva que tiene como marco los meses de mayo y junio. Son el tiempo de algunas romerías como las de Jorox y Guaro, de las noches de San Juan y de las fiestas de Corpus Christi, entre las cuales destacan dos municipios, el de Yunquera donde las calles por las que pasa la procesión se estampan de ramas de palmeras, flores de vivos colores, mastranto y otras plantas aromáticas que crean un variopinto ambiente de colores y olores. El otro pueblo es Alozaina, igualmente ataviado donde tradicionalmente se crujen los zurriagos, suerte de cuerda trenzada con juncia -un junco flexible- y que pretenden espantar los malos espíritus. Uno de sus vecinos, Francisco Bellido Torres, conocido por todos como Frasquito Mateo, es el más experto y veterano a la hora de hacerlos y crujirlos (restallarlos). Todo un espectáculo sonoro, oloroso y visual.







Julio y agosto son el tiempo de ciertas fiestas patronales, como la de San Roque de Tolox con su famosa Cohetá, que emula el recibimiento que se hacía a los jornaleros que volvían de la campiña. Y romerías como la de la Virgen del Carmen de Yunquera,  la de la Virgen de las Nieves en El Burgo o la de la Virgen del Rosario de Parauta.




Sigue el ciclo con las ferias en septiembre y octubre, destacando las de Alozaina -cuyo origen se encuentra en una feria de ganado- y Ojén. El primero de Noviembre se celebra el Día de todos los Santos, en el que los vecinos de Istán y Ojén salen al campo y celebran una tostoná o tostón con las castañas recién recogidas.

Las fechas navideñas son también el marco de numerosas expresiones festivas como los zambombeos de Istán, las animadas pastorales de Monda, las Mayordomas de Guaro, el Día de las Mozas de Tolox o los flamígeros Rondeles de Casarabonela.




Junto a estas fiestas tradicionales van apareciendo con el tiempo otras como las de carácter marcadamente gastronómico como el Día de la Sopa Mondeña (Monda), la Sopa de los Siete Ramales (El Burgo), la Feria del Vino y la Castaña (Yunquera)  o el Día de la Naranja (Istán). A ellas se suman algunos festivales de música como el Ojeando (Ojén) o culturales, como la Luna Mora de Guaro.

En los últimos años y  desde distintos ayuntamientos y entidades se ha apostado por la puesta en marcha de distintas recreaciones históricas con diferentes temáticas como el bandolerismo, la Guerra de Independencia o la rebelión de los moriscos, con unos muy magros resultados. Únicamente la ciudad de Ronda ha sabido capitalizar todo el potencial de las recreaciones históricas de los pueblos de su alrededor para potenciar su Ronda Romántica, recreación histórica que toma como fundamento su ancestral feria ganadera combinándola con las descripciones y testimonios que de ella hicieron los viajeros románticos en el siglo XIX.




La tradición oral de la zona de influencia del futuro Parque Nacional es importante y se encuentra compuesta por cuentos y leyendas populares, romances, coplas,  canciones… Muchas de las leyendas e historias surgen del mundo morisco y tienen como tema central la lucha o el enfrentamiento entre moriscos y cristianos en la tesitura de la revuelta morisca de 1568 (las Mozas o la Cencerrá de Tolox, por ejemplo; María Sagredo, en Alozaina), acontecimientos que habiendo surgido de una realidad histórica  han trascendido al mundo de las leyendas e historias populares. Leyendas de tesoros ocultos, como la del tajo de Pompeyo o la fuente de la Villa (en Monda), o de brujas, como la de la Caína. No podían faltar las de amor, como la de la Buena Villeta, en Monda; la de Castaño Santo, relacionada con la conquista castellana y el comienzo de la cristianización de estas tierras…


Pero si hay una figura recurrente en el universo folclórico serrano esa es la del bandolero. Al bandolero lo idealizaron y lo hicieron famoso los numerosos viajeros románticos que en el siglo XIX recalaron por estas sierras escribiendo numerosos diarios y libros de viajes donde este personaje siempre ha encontrado un espacio especial. Pero despojado de su imagen idealizada y romántica, nos encontramos con bandidos, ladrones, proscritos y gente bastante cruel que se buscaba la vida al margen de la ley. El municipio de Ronda cuenta con un museo dedicado al bandolero y hace relativamente escasos años salió a la luz un estudio realizado por Isidro García Cigüenza titulado Bandoleros en la Serranía de Ronda.

Las leyendas populares, los cuentos, las viejas historias de estos pueblos están todavía por recopilar y salvaguardar. Estamos ante un patrimonio cultural extremadamente delicado porque en muchos casos las nuevas generaciones desconocen esas tradiciones. Con la pérdida de la gente mayor, que es la que las conoce, ese patrimonio oral va desapareciendo.

El ciclo festivo de los pueblos de la Sierra de las Nieves y sus tradiciones orales es extraordinario, pero no menos destacadas son otras muestras del patrimonio intangible, como son los diferentes saberes y prácticas artesanas, que atesoran miles y miles de años de conocimientos que han sido  transmitidos de padres a hijos, de generación en generación y que corren peligro de desparecer pues sus últimos depositarios son las personas más mayores del territorio. Sin un relevo, sin transmitir esos conocimientos, gran parte del acervo cultural de la Sierra de las Nieves corre peligro de desaparecer, está en grave riesgo de extinción.

De entre las artesanías quizás destaque el trabajo de las fibras vegetales como el esparto, la palma y la juncia (anea). Con ellas se ha elaborado diferentes enseres y útiles de la vida cotidiana tradicional hasta que el ciclo del petróleo ahogó la mano sabia del artesano con la llegada de los plásticos. Esteras, capazos, rondeles, pasillos, alpargatas, serones, pleita, magüelas para los techos… y multitud de otros elementos para la vida cotidiana, eran realizados con esparto; con palma se realizaba seretes para los higos, sombreros, cestos…; la juncia o anea era destinadas para elaborar los asientos de la silla de madera. Con la caña debidamente cortada se ha elaborado cestas y cestos, canastas, cañizos para los hoyados, se ha empleado para la siembra…




Otra de las artesanías relacionadas con la explotación de los productos del territorio y de su transporte, era la albardonería. Los albardoneros eran aquellos artesanos que realizaban los aparejos para las bestias y que empleaban diversos materiales como el hilo, el lienzo, el esparto, la paja, el algodón, la lana y el cuero. Hace muchos años murió el último albardonero de la Sierra de las Nieves. Éste es un saber artesano ya fósil.

La gastronomía es otro de los tesoros aún no lo suficientemente conocidos de la Sierra de las Nieves. Los saberes culinarios, de lo que son depositarias las mujeres de estas tierras, recogen y transmiten un recetario ancestral de un incalculable valor antropológico, además de unos sabores extraordinarios y de suponer una completísima dieta, recetario que se fundamenta en los productos agrícolas (verduras, hortalizas, aceite, miel, cereal…) y ganaderos (chivo, cerdo, aves de corral…) que tradicionalmente ha alumbrado esta tierra.

Se ha destacado en multitud de ocasiones la vinculación de la gastronomía serrana a la tradición culinaria islámica y/o morisca y su fusión con la gastronomía cristiana; lo cierto  es que sin dejar de lado algunas influencias hispanomusulmanas, la gastronomía serrana tiene su origen en la tradición culinaria de los repobladores cristianos. Recordemos que tras la revuelta y expulsión de los moriscos las autoridades castellanas impusieron una política de repoblación con gentes y familias procedentes en la mayor parte de los casos de la Baja Andalucía y de cultura cristiana. Es la unión del peso de su tradición gastronómica evolucionada con el paso del tiempo y de los productos de los que proveía esta tierra, con los que se fundamenta la gastronomía serrana. En ella el chivo y el cerdo tienen una relevancia especial y son diversas las sopas de pan ataviadas con tomate, pimiento, espárragos… procedente de una gastronomía del hambre, que se elaboran en muchas de las poblaciones donde destacan Monda y El Burgo. Particularmente sabrosa es la sopa de almendras de Guaro. No obstante el pescado no ha faltado en la cocina tradicional serrana, especialmente el bacalao. 




Los postres son variados, diversos y se acomodan a todos los meses del año; tortas, buñuelos y roscos se realizan en todos los pueblos, aunque en cada uno tienen sus particularidades; el arroz con leche, el calostro o los hornazos tampoco faltan en ninguno de los municipios. Especial relevancia están adquiriendo más recientemente lo postres elaborados a partir de las castañas. 
El pie de monte serrano y hasta finales del siglo XIX era dominado por el cultivo de la vid desde época hispanomusulmana. Si en un primer momento los musulmanes emplearon su fruto para la elaboración de pasas y, en menor medida zumos y vinos, fue tras la repoblación castellana y tras una época de contracción económica, cuando empezaría su gran expansión. Su transformación en pasa se compatibilizó con la elaboración de vino. En Yunquera todavía lo elaboran y la Taberna del Porfín recoge esta antiquísima tradición; aún puede verse algunos viñedos en zonas abancaladas de las tierras de labor yunqueranas a veces solos, a veces compartiendo el espacio con algunos olivos e higueras. La crisis finisecular de finales del XIX puso fin a más de medio milenio de tradición vitivinícola provocando la ruina del campesinado y abriendo el paso a la expansión del olivo -señor del secano en la Sierra de las Nieves- y, en  menor medida, del almendro.






Casi todos los pueblos contaron con extensos viñedos. En el pueblo de Ojén además de vino se elaboraba aguardiente, al que también se echaba pasas. Las pasas con aguardiente de Ojén han sido y son bastante conocidas. Pero si por algo ha sido famoso este municipio ha sido por su famoso aguardiente de Ojén, elaborado por Pedro Morales y que llegó a algunas casas reales europeas y a ser inmortalizado por Picasso en uno de sus bodegones cubistas.




En una región con una tradición ganadera como la nuestra no podían faltar los quesos frescos de cabra. Éstos, que llevan realizándose en estas tierras durante milenios, llevan años incorporándose al circuito económico pues son varias las pequeñas empresas que los producen y comercializan continuando, con ello, con una tradición milenaria. 


Un espacio tan geológica y tan geomorfológicamente diverso con un régimen hidrológico tan particular, con esa fabulosa  biodiversidad, no ha podido más que ofrecer múltiples oportunidades de aprovechamiento de sus recursos a los seres humanos a lo largo de la historia haciendo proliferar una multitud de oficios entre los que destacan la agricultura y la ganadería, que han sido la base económica de este territorio desde hace milenios hasta hace pocas décadas, oficios hoy día activos y en el caso de la ganadería, en expansión después de una época de contracción y casi desaparición. Frente a ellos otros oficios tradicionales ancestrales ya fósiles como los de herrero, calero o calerero, carbonero, arriero, molinero, minero, nevero, apicultor y otros muchísimos más, de los que muchos han dejado su huella paisajística: los espacios calizos están llenos de viejas caleras, de viejo hornos de cal; por doquier nos encontramos molinos de harina y de aceite, que nos hablan de paisajes cerealistas y olivareros; en determinados lugares de la epidermis serrana se hallan algunas minas para la extracción de mineral, todas peligrosamente abandonadas; corrales y parideras aparecen en todos los rincones de la Sierra… además de permanecer vivas sus técnicas y conocimientos en la memoria de los más mayores, de los que cada vez van quedando menos…




En lo relativo al patrimonio cultural inmaterial, queda bastante por hacer, a pesar de que el camino ya se abrió en su momento con los estudios de Francisco Llorente. La base datos patrimonio inmaterial de Andalucía es bastante exigua en manifestaciones culturales inmateriales de las poblaciones de la Sierra de las Nieves. Si en materia de patrimonio tangible encontrábamos casi trescientos ítems, en el intangible ¡¡¡sólo se referencian seis!!!

La acción del ser humano sobre el medio durante miles de años, como si de un demiurgo se tratara, ha modelado y va modelando -porque es un proceso continuo y si fin- unos paisajes culturales que son la viva expresión de esa relación hombre-naturaleza en la Sierra de las Nieves a lo largo y ancho de la historia.


PAISAJES CULTURALES EN LA SIERRA DE LAS NIEVES

En 1992 el Comité para la Convención del Patrimonio de la Humanidad dictó las pautas para la inclusión en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de los paisajes culturales al reconocer que los paisajes culturales representan las obras combinadas de la naturaleza y el hombre designadas en el Artículo 1 de la mencionada Convención y son ilustrativos de la evolución de la sociedad y de los asentamientos humanos a través del tiempo, bajo la influencia de las restricciones físicas y/o las oportunidades que brindaba su entorno natural y las sucesivas fuerzas sociales, económicas y culturales, tanto internas como externas.

El término paisaje cultural abarca una diversidad de manifestaciones fruto de la interacción entre el ser humano y su medio ambiente. Los paisajes culturales reflejan con frecuencia técnicas específicas de uso sostenible de la tierra, tomando en consideración las características y límites del entorno natural en el que están establecidas, y una relación espiritual específica con la naturaleza. La existencia continuada de formas tradicionales de usos y de explotación de la tierra contribuye a mantener la diversidad biológica en muchas regiones de nuestro planeta. En este orden de cosas la protección de los paisajes culturales tradicionales es, por lo tanto, útil para el mantenimiento de la diversidad biológica.

Los paisajes culturales se subdividen en tres categorías principales, a saber:

-Los paisajes diseñados y creados de forma intencionada por el hombre (jardines y parques, a veces asociados a otras construcciones de carácter civil o religioso).

-Los paisajes orgánicamente evolutivos, como resultado de la interacción humana por motivos sociales, económicos, administrativos y/o religiosos. Tiene dos tipos, los relictos o fósiles, aquellos en los que su evolución se detuvo de forma abrupta pero todavía son reconocibles; y los vivos o activos, que mantienen un papel social activo asociado con el modo de vida tradicional y en el que el proceso evolutivo se mantiene.

-Los paisajes culturales asociativos, en virtud de las poderosas asociaciones religiosas, artísticas o culturales del elemento natural más que en evidencia cultural material, que puede ser insignificante o incluso ausente.

Atendiendo a estas características y a estas categorías, en la Sierra de las Nieves podemos encontrar el segundo tipo de paisajes, los orgánicamente evolutivos, en sus dos facetas, fósil y vivo. Y son paisajes que todavía guardan su memoria.

Un paisaje cultural fósil lo tenemos en el espacio que ocupan los neveros. Ese paisaje se detuvo en el tiempo como consecuencia del desarrollo de la industria del frío en las primeras décadas del siglo XX. En el puerto de los Ventisqueros, a más de mil metros de altura, se concentran los restos de los antiguos neveros donde se guardaba el hielo, algunas antiguas chozas donde vivieron algunos neveros, viejos caminos empedrados por los que los arrieros conducían el hielo a destinos como Málaga y Ronda y un paisaje asociado en el que la presencia de la nieve ha marcado parte de la relación hombre-paisaje en esta zona de la Sierra de las Nieves durante alrededor de medio milenio.


En lo que se refiere a paisajes culturales vivos o activos, en la Sierra de las Nieves encontramos varios, como corresponde a una Reserva de la Biosfera (almendrales, olivares, castañares…) pero quizás el más significativo y más diverso sea el de los espacios agrícolas irrigados: las huertas.

En los entornos de casi todas las poblaciones de la Sierra de las Nieves nos encontramos con las huertas, agro-sistemas irrigados que introdujeron los musulmanes en la Península Ibérica. En ellos se combina una serie de patrimonios culturales materiales e inmateriales muy característicos; los espacios de huerta son avenados por una enorme red de acequias que conducen el agua desde manantiales o ríos cercanos, a veces tomando el agua de una pequeña presa; esa agua, además de  por las acequias, se distribuye y remansa en numerosas albercas a la espera de ser usado para el riego en las parcelas aterrazadas, característicamente escalonadas, que componen los espacios de huerta; otro elemento de las huertas son los molinos hidráulicos harineros (y algunos de aceite) que hasta hace pocas décadas funcionaban con el agua. El oficio de aguador o alcalde del agua ha sido y es básico para la organización de los turnos de  riego en las parcelas, y este oficio ancestral que día a día ejercen sus responsables tiene origen en el mundo musulmán allá en los tiempos medievales. Los conocimientos del agricultor y el antiguo oficio de molinero, son otros de los patrimonios inmateriales que residen en esos espacios de huerta de los que en la Sierra de las Nieves podemos destacar dos: las huertas de Jorox, en Alozaina, y las huertas del río Molinos, en Istán. Pero especialmente destacables son las de Alpujata, en Monda, incrustadas en un entorno geológico y paisajístico espectacular y de enorme diversidad.





Algunos de estos paisajes deberían ser debidamente protegidos y catalogados como BIC (Bien de Interés Cultural). La Ley 14/2007, de 26 de noviembre del Patrimonio Histórico de Andalucía, incorpora el valor de este tipo de patrimonio paisajístico y en el artículo 25 referido a las clasificaciones de los Bienes de Interés Cultural de carácter inmueble, recoge dos figuras que bien podrían ser aplicables a algunos de los paisajes arriba tratados: los Lugares de Interés Etnológico (aquellos parajes, espacios, construcciones o instalaciones vinculados a formas de vida, cultura, actividades y modos de producción propios del pueblo andaluz, que merezcan ser preservados por su relevante valor etnológico) y las Zonas Patrimoniales (aquellos territorios o espacios que constituyen un conjunto patrimonial, diverso y complementario, integrado por bienes diacrónicos representativos de la evolución humana, que poseen un valor de uso y disfrute para la colectividad y, en su caso, valores paisajísticos y ambientales.

El Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, organismo dependiente de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, tiene un registro de Paisajes de Interés Cultural de Andalucía. Dentro el área de influencia inmediata del futuro Parque Nacional sólo se incluye uno, Acinipo.

ANÁLISIS DAFO DEL PATRIMONIO CULTURAL EN LA SIERRA DE LAS NIEVES
Fortalezas
Debilidades
Oportunidades
Amenazas
Gran diversidad, singularidad y abundancia de patrimonio cultural  desde la Prehistoria a la actualidad, desde dólmenes y arte rupestre hasta viejas industrias rurales
Gran variedad y riqueza de un patrimonio cultural inmaterial que se mantiene vivo y activo
Integración de los recursos culturales en un marco ecológico y natural de gran relevancia como es la Reserva de la Biosfera, el Parque Natural y el deseado futuro Parque Nacional
Estado de conservación bueno o relativamente bueno en muchos casos
Gran legado documental inédito y a la espera de ser descubierto
Existencia de algunos “museos” locales

Gran desconocimiento y poca valoración por la sociedad y las administraciones locales, provinciales y autonómicas
Gran desconocimiento a nivel general (Universidad, Consejería de Cultura, Diputación…)
Sequía de proyectos e inversiones en infraestructuras que valoricen el patrimonio cultural
Percepción negativa que se tiene a nivel general del patrimonio cultural; se ve más como un lastre que como un elemento básico para el desarrollo por el fuerte complejo de inferioridad que tenemos en las zonas rurales
La poca o nula inversión redunda en su paulatina destrucción
Mal estado de conservación de algunos patrimonios
Falta de personal especializado para su desarrollo
Inexistencia de inventarios o registros uniformados
Creciente interés por algunos sectores poblacionales (escaso aún)
Enormes posibilidades para el turismo rural
Grandes posibilidades para fomentar una identidad de comarca
La proximidad a la Costa del Sol y al aeropuerto de Málaga facilita el acceso de visitantes
Proyectos de investigación desde universidades y otras instituciones
Fomento del empleo a través de la inversión en recuperación y restauración de patrimonios culturales (ejemplo: el lavadero del Albar, en Alozaina)
Fomento de la actividad turística y cultural en relación a su puesta en valor, traccionando otros sectores económicos (artesanía, agroindustria…)
Carencia de inversiones supone su paulatina desaparición
La desaparición supone una pérdida paulatina de identidad cultural/comarcal
La desaparición supone contar con menos recursos para el desarrollo del turismo o de actividades de educativas
Potenciar
Reducir
Aprovechar
Neutralizar
El patrimonio cultural como base de la identidad
El patrimonio cultural como fuente de recursos para el turismo y la investigación científica (Universidad, doctorandos…)
El compromiso de las administraciones locales en la conservación y puesta en valor del patrimonio cultural arquitectónico y urbanístico a través de los planes de ordenación
La divulgación, formación y promoción del patrimonio cultural tanto interna como externamente
El patrimonio cultural como recurso turístico mediante la creación de rutas temáticas en base al patrimonio histórico-cultural (ruta del agua, ruta de los paisajes agroculturales, de los castillos y fortalezas, ruta de la arqueología de aventura…); la integración de los “museos” locales en una red; la formación de guías-intérpretes que complemente los servicios de alojamiento, etc…
El desconocimiento existente sobre el patrimonio cultural y sus potencialidades como elemento de desarrollo sociocultural y económico
La percepción negativa que sobre él se tiene a la hora de implementar políticas de desarrollo
La riqueza y diversidad del patrimonio cultural que poseemos
El turismo nacional e internacional
El entorno ecológico y ambiental en el que residimos
Los recursos económicos potenciales (subvenciones europeas, subvenciones de entidades provinciales y autonómicas, recursos propios…)
Usar patrimonios culturales en desuso para darle otros fines: ejemplo la Torre de Yunquera con el observatorio astronómico

El secular desconocimiento que se tiene del patrimonio histórico-cultural de la Sierra de las Nieves
La imagen negativa que genera el patrimonio cultural


CONSIDERACIONES FINALES Y PROPUESTAS DE ACCIONES

En todos los aspectos la Sierra de las Nieves es un espacio de contrastes; los estudios e investigaciones que abordan la historia y el patrimonio cultural en la zona de Ronda son abundantes, casi ingentes, mientras que en la zona de la comarca de la Sierra de las Nieves, en comparación, la sequía de la investigación de carácter histórico-cultural es muy señalada. Sin embargo los estudios relacionados con los aspectos ecológicos y naturales del Parque y su entorno, si son numerosos y muy interesantes.

En la comarca de la Sierra de las Nieves encontramos algunos escasos trabajos de conjunto con más enjundia como el de Francisco Manuel Llorente Marín -ya mencionado-, Atlas Etnográfico de la Sierra de las Nieves (AGDR Sierra de las Nieves, 2007), que trata magistralmente sobre el patrimonio cultural inmaterial de este espacio serrano y que debería poseer (y usar) cada una de las familias que lo habitan. Los de Diego Javier Sánchez Guerra, Manual de buenas prácticas para la arquitectura popular de la Sierra delas Nieves (CIT Sierra de las Nieves, 2011), cuya iniciativa partió del proyecto DE CAL Y CANTO y que versa sobre los valores de la arquitectura tradicional de la Sierra de las Nieves y propuestas para recuperarla o mejorarla, junto con el libro titulado Sierrade las Nieves Desconocida. Historia, Patrimonio y Cultura. Volumen I – Historia. A ello se le pueden sumar varios artículos especializados (quizás demasiado para llegar al común) que tratan temas sobre los neveros y el comercio de la nieve, sobre algunos yacimientos arqueológicos; sobre los regadíos de tradición andalusí…

Sin embargo existen publicaciones locales y localistas que en la mayor parte de los casos parten de algunos de los vecinos más inquietos del territorio, las más de las veces eruditos locales que movidos por el cariño hacia sus pueblos rescatan historias, tradiciones y valores en los que difícilmente algunos investigadores se fijan. Sin embargo cabe señalar que existen varios trabajos y estudios a nivel local y comarcal que todavía no han visto la luz por la secular falta de financiación y, quizás, el poco interés que pueden despertar en la población y las administraciones dada la materia que tratan: historia y patrimonio cultural.

Por tanto nos encontramos en una tesitura, en una encrucijada en la que es obligatorio avanzar en la investigación, en el estudio, en la conservación y en la divulgación del patrimonio cultural (especialmente a los residentes y habitantes de la Sierra de las Nieves), en su puesta en valor para usos educativos, socioculturales y turísticos, porque el patrimonio cultural de la Sierra de las Nieves sigue siendo en la mayor parte de los casos un gran desconocido. La falta de sensibilidad, el desconocimiento, el desinterés y la percepción negativa que todavía tiene gran parte de la sociedad sobre el patrimonio cultural o su propia historia, su falta de monumentalidad… ha dado lugar a que ese extraordinario patrimonio cultural del que somos depositarios y herederos, no ocupe el lugar que merece en la sociedad y no se aprovechen las enormes posibilidades que ofrece para el desarrollo económico y social.

Amén de la escasez de investigaciones los proyectos que han tenido al patrimonio cultural en su punto de mira son muy escasos, casi inexistentes. A pesar de que en la Sierra de las Nieves hubo un proyecto que buscaba fomentar el turismo cultural en base al rescate y puesta en valor del patrimonio cultural intangible con la formación de una serie de guías ecológico-culturales, el proyecto MIM. Mediadores e Intermediaciones de la Memoria, éste no llegó a buen puerto por distintas circunstancias que no viene al caso analizar aquí. La única (y prometedora) iniciativa a nivel comarcal que pretendió de alguna manera aprovechar algunos de los recursos del patrimonio cultural inmaterial para usos turísticos y socio-culturales, fracasó estrepitosamente porque no se conocía su potencial y no se supo aprovechar ni poner en valor esos recursos patrimoniales.

Después de este proyecto no ha existido ningún otro que tuviera como base el aprovechamiento y puesta en valor del patrimonio cultural. Es cierto que en algunos pueblos se celebran jornadas en las que se incluyen charlas y ponencias sobre los valores del patrimonio cultural de la Sierra de las Nieves, pero no pasan más allá de ser meras actuaciones puntuales a las que asisten pocas personas -aunque muy interesadas- que no tienen un verdadero impacto a nivel comarcal. También hay que destacar las labores que realiza la Red de Voluntarios del Parque Natural Sierra de las Nieves; además de trabajos y actividades relacionadas con el medio ambiente, también incluyen algunas con la recuperación del patrimonio cultural del Parque Natural, aunque también tienen un carácter puntual. Por otro lado las recreaciones históricas que se vienen celebrando en algunos pueblos en los últimos años han tenido como objeto fomentar el turismo a través de la teatralización de acontecimientos históricos supuestos o reales y leyendas populares. Éstos se encuentran muy libremente narrados e interpretados, a veces son prácticamente inventados, y en muchos de los casos no ha conseguido despegar. A pesar de los esfuerzos de la población, que suele ser bastante participativa en este tipo de celebraciones, del empeño de las administraciones locales y de los esfuerzos económicos, las recreaciones históricas que se vienen celebrando no acaban potenciando los valores patrimoniales ni culturales de los pueblos de la Sierra de las Nieves.

Eso en lo que respecta a la zona de la Sierra de las Nieves que se corresponde con la comarca homónima porque si nos vamos a Ronda, es harina de otro costal. Ronda, además de atesorar un patrimonio cultural muy importante, monumental y numeroso, en excelente estado de conservación (al menos a lo que el casco urbano se refiere), junto con varios museos temáticos y espacios culturales, es un atractivo destino turístico consolidado desde hace décadas en el que la investigación científica y la divulgación muestran abiertamente los valores históricos y patrimoniales de esta singular ciudad, al contrario que los pueblos de la comarca de la Sierra de las Nieves.

Si en Ronda existe una variada red de museos y espacios interpretativos que ofertan una enorme diversidad cultural y con personal especializado (Museo Lara, Museo del Bandolero, Museo Municipal, Museo del Vino, Real Maestranza y Museo de la Caballería, Museo de la Caza, Museo de Joaquín Peinado, Centro de Interpretación del Puente Nuevo y Museo Rilke) no podemos decir lo mismo de la comarca de la Sierra de las Nieves, donde los espacios expositivos dependientes de algunos Ayuntamientos (Museo del Molino y del Aguardiente, en Ojén; Museo del Molino, en Guaro; Museo Etnográfico, en Tolox; Casa Museo Paco Sola, en Yunquera…) y los “museos” locales (Casa Museo Marigloria, en Monda; Molino de los Mizos, en Yunquera; Casa Museo del Seminarista Duarte, en Yunquera…), no se les puede comparar y no conforman, como sería deseable, una red integrada y coordinada a nivel comarcal de puesta en valor del patrimonio cultural de la Sierra de las Nieves.







Si la investigación, la divulgación, la sensibilización y la puesta en valor son escasas, ni que decir hay del estado de conservación del patrimonio cultural. Con la salvedad de Ronda, la mayor parte del resto de los pueblos de la Sierra de las Nieves no incluyen en su normativa urbanística medidas de protección y potenciación del patrimonio cultural. Ni siquiera se ejercen políticas desde las administraciones locales encaminadas a protegerlo, salvaguardarlo y potenciarlo como elemento de desarrollo económico y socio-cultural. Caso completamente aparte y ejemplar ha sido el del Ayuntamiento de Alozaina con la recuperación integral del lavadero del Albar.

Para ponderar el patrimonio cultural de la Sierra de las Nieves y potenciar su aprovechamiento como elemento de desarrollo económico y socio-cultural, habría que acometer una serie de acciones de las que a continuación se proponen las siguientes:

-Identificar y recoger en una base de datos descriptiva todo el patrimonio cultural, material e inmaterial, así como cultural-natural que exista en la Sierra de las Nieves, tanto dentro del futuro Parque Nacional como en su área de influencia,  sistematizando la información y creando una plataforma digital desde donde se de a conocer. Habría que atender especialmente al patrimonio cultural que se encuentre dentro del Parque, como los abrigos y cavidades, sobre los que habría que hacer un estudio desde la perspectiva histórico-cultural por su presumible hábitat desde tiempos remotos; los corrales ganaderos y las antiguas veredas; los manantiales y las fuentes; los neveros…

-Buscar la declaración como BIC de algunos patrimonios culturales singulares del Parque y su entorno para su protección, como son los neveros, a los que se asocia no sólo las infraestructuras para guardar el hielo, sino otros elementos como caminos empedrados, chozas, memoria e historia junto con unos paisajes de carácter cultural además de natural.

-Identificar, catalogar, proteger y potenciar los paisajes culturales con las medidas oportunas.

-Puesta en marcha de proyectos de dinamización, divulgación y puesta en valor del patrimonio cultural  para usos turísticos y socio-culturales en los que cooperen administraciones y entidades locales, comarcales, provinciales, autonómicas y nacionales. Es perentorio solucionar la falta de coordinación existente entre administraciones y entidades en materia de tratamiento del patrimonio cultural. Es necesario sumar esfuerzos, plantear proyectos y actuaciones de carácter global para obtener y compartir resultados tanto a nivel comarcal como local.

-Creación de una red de espacios interpretativos-centros de visitantes en el entorno del Parque Nacional donde se integren los “museos” locales ya existentes y que tratan diversas temáticas (etnografía, antiguos oficios y formas de vida tradicionales, gastronomía, arte sacro…) a los que deben sumarse otros espacios interpretativos que traten sobre temas específicos que los anteriormente sañalados no contemplan: la arquitectura popular; las fortalezas y castillos (los de Monda y El Burgo serían los más adecuados); el agua en su dimensión natural y ecológico-cultural, que es el mayor patrimonio con diferencia que tiene la Sierra de las Nieves; la Reserva de la Biosfera (¡no hay ni una sola población que albergue un espacio interpretativo con esta importantísima  cuestión!); el patrimonio inmaterial… al no haber una visión de conjunto unitaria y una coordinación desde las personas que gestionan las distintas instituciones (ayuntamientos, entidades comarcales, Diputación, Consejería de Medio Ambiente…), no se pueden ejercer actuaciones de conjunto.

-Diseñar rutas temáticas con contenidos que versen sobre diferentes temas culturales, como los neveros; los caminos del agua; la arquitectura popular; los paisajes culturales… tanto para usos turísticos como socio-culturales… implementando medios interpretativos de los bienes culturales bien mediante paneles bien mediante medios digitales (app´s).

-Desarrollar actividades permanentes de divulgación del patrimonio cultural, especialmente a nivel local, a través de asociaciones, entidades, colegios, institutos… para fomentar la identidad local y el aprecio por el patrimonio que compartimos y del que somos depositarios.

-Financiar o buscar fondos para publicar estudios, guías e investigaciones locales y comarcales, tanto a nivel científico como divulgativo. Igualmente financiar excavaciones arqueológicas, restauraciones de bienes culturales y otras actuaciones para la recuperación del patrimonio, como la de integrar los espacios museísticos existentes en una red temática y dotarlos de una imagen unitaria.

-Realizar actividades para la recuperación, conservación y divulgación del patrimonio cultural intangible como talleres artesanos, actividades y talleres gastronómicos, entrevistas, elaboración de documentales de actividades tradicionales, recogida del patrimonio cultural oral…

-Buscar nexos de unión con la UMA para fomentar estudio e investigaciones, especialmente sobre el patrimonio archivístico y documental, que habría que digitalizar y hacerlo accesible a investigadores y estudiosos.

-Incorporar el patrimonio cultural catalogado e identificado en los planes de ordenación urbana de los municipios. Cuestión sumamente importante si se quiere potenciar este inestimable recurso económico y social.

-Dar unos nuevos usos al patrimonio cultural infrautilizado para su salvaguarda y manutención. El mejo ejemplo lo tenemos en la Torre Vigía de Yunquera. Este bien patrimonial ha permanecido cerrado durante muchos años hasta que los actuales gestores lo han abierto al público y le han otorgado un nuevo uso como observatorio astronómico creando un nuevo servicio turístico inexistente en la comarca y contribuyendo a su desarrollo económico.

Lo que hasta aquí se ha expuesto es una breve reflexión del estado del patrimonio cultural en la Sierra de las Nieves, de su importancia en el futuro Parque Nacional y en su entorno así como sus notables posibilidades para el desarrollo económico y social de la zona en particular y de todos sus entornos de forma general.

El patrimonio cultural de la Sierra de las Nieves lamentablemente aún es poco conocido, pero supone un recurso inestimable e insustituible para el futuro del Parque Nacional, su área de influencia y las gentes que la habitan. 







                                                                 © Diego Javier Sánchez Guerra