viernes, 10 de octubre de 2025

EL “CASTILLO” DE YUNQUERA. DE TORRE “VIGÍA” A CENTINELA DE LAS ESTRELLAS. SU PROTAGONISMO EN LA PEQUEÑA “BATALLA DE LAS TERMÓPILAS” DE LA SIERRA DE LAS NIEVES FRENTE A LOS INVASORES FRANCESES

 



Dedicado al yunquerano Salvador Díaz Flores, compañero ejemplar, amigo extraordinario.

Algún día, yunqueranos, le vais a tener que poner una calle.

No tenéis mejor embajador.





 
El Castillo / la Torre Vigía de Yunquera, se tuesta al Sol
ajena a las palabras que a continuación le esperan 


1. Introducción


    Hace ya bastantes años que quería indagar y escribir sobre la Torre Vigía de Yunquera (lo mismo me ocurre con otros muchísimos temas en la Sierra de las Nieves a los que no voy a llegar por simple imperativo biológico, hay que putojoderse). La primera vez que la contemplé me llamó la atención de forma sorprendente. No llegaba a entender qué hacía allí una estructura de semejantes características que en nada se parecía a un castillo ni a ninguna otra fortaleza que había visto anteriormente. Ignorancia supina por mi parte. Me preguntaba cual sería su origen, que historias y misterios encerraba, que transcendencia histórica tenía… Y aunque estos últimos años he leído algo y me he puesto al día sobre sobre ella, no es hasta ahora que le he metido mano para este blog. Y la verdad es que lo he disfrutado de lo lindo, porque no tenía ni idea de muchos acontecimientos y porque desconocía por completo el importante papel que tanto Yunquera como las poblaciones de alrededor desempeñaron en la Guerra de Independencia Española. Uno se divierte mucho bebiendo cerveza y eso, sí, pero también leyendo y aprendiendo de su tierra.

    A esta singular torre muchos yunqueranos la conocen como El Castillo de Yunquera. Ese nombre ya lo recibía al menos desde la segunda mitad del siglo XIX. No sabemos el porqué de su cambio de definición de torre a castillo. En las fuentes documentales sólo aparece mencionada como torre, sin nombre añadido. El adjetivo “vigía” se le añadió en tiempos mucho más recientes, pero nunca fue su función, como nos recuerda Juan Bardón, que en el curso de sus investigaciones la ha encontrado mencionada como torre defensiva, torreón, fuerte o fortín. Siguiendo a Bardón, la finalidad de su construcción fue triple en el contexto de la Guerra de Independencia: como almacén de víveres y pertrechos, como refugio de tropas española y defensa de Yunquera y para custodiar el dinero, los documentos y otros efectos de la Comisión Territorial.

 


 

 La torre con el colegio y las casas a sus pies.

Juan Antonio Garcés Guerrero, 1955

 

    A la sazón, no son pocos los que le han atribuido un origen andalusí. Este enorme error se reproduce en multitud de documentos institucionales, páginas webs, algunos libros, artículos… incluso en la misma cartelería institucional interpretativa que se encuentra a sus pies. Nada, por el momento, apunta al origen medieval e islámico de esta construcción. Nada. Su morfología, su tamaño y sus técnicas constructivas no responden a los modelos andalusíes. Harina de otro costal es que en el mismo emplazamiento hubiera existido anteriormente algún tipo de ocupación, ya sea medieval o incluso anterior. De ello sólo una excavación arqueológica en su entorno podría arrojar luz y aclarar -o no- esta cuestión. Ni Simón de Rojas Clemente en su visita a Yunquera en 1.809 ni el Suplemento al Diccionario de Medina Conde, de finales del XVIII, hacen referencia a la existencia de restos de fortaleza alguna en el emplazamiento de la Torre Vigía. Incluso, como recoge el profesor Bardón, en el Manifiesto de la Comisión Territorial (impreso en Algeciras en 1.812), en referencia al emplazamiento de la torre se señala la inexistencia de elementos constructivos previos:

Y donde ántes nada habia mas que un cerro informe, é inútil para la agricultura se ve esta obra de defensa.”

    Lo cierto es que ese cíclope, ese singular otero serrano fue construido a toda pastilla a principios del siglo XIX en el contexto de las Guerras Napoleónicas, concretamente durante la Guerra de Independencia Española (1.808 – 1.814). Y de este hecho, de su construcción y de sus vivencias, como veremos, se conserva algunos testimonios y alguna interesante documentación archivística.

    Efectivamente, Yunquera tuvo su castillo andalusí, su hisn, pero en otro emplazamiento que se situaría donde se encuentra hoy día la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación y que ocuparía algunas calles y espacios aledaños. Aparentemente no queda nada de él, dado que sus torres y murallas fueron desmanteladas tras la rendición pacífica y temerosa de los andalusíes a las fuerzas invasoras castellanas en 1485. Sus escombros se aprovecharían como material de construcción para las viviendas, pero sospechamos que algunas de ellas se recrecerían sobre parte de sus cimientos. Encontramos restos de sillares de travertino -un material geológico relativamente abundante en el lugar- y sillarejos también en algunos de los bancales de muchas de la huertas que se encuentran en las faldas de Yunquera. En Casarabonela, recordemos, ocurre lo mismo; en la Calle Muro del pueblo morisco todavía son observables en las esquinas de muchas de las viviendas esos sillares y sillarejos de travertino que compusieron la muralla del arrabal de Casarabonela. Este tema del castillo de Yunquera lo conoce mejor que nadie el vecino David Campos Vera. Preguntadle a él cualquier duda. En el más que interesante blog VIAJEROS EN CORTO, de Francisco Antonio Jurado Romero, este investigador le dedica un más que recomendable artículo: Torre el Castillo de Yunquera.

    En el Parque Nacional Sierra de las Nieves hubieron y hay muchas otras torres de gran valor histórico, pero con sustanciales diferencias dado que pertenecen a épocas distintas, tuvieron funciones diferentes y poseen diferenciadas técnicas constructivas y organizativas. Empecemos por las más antiguas. En la serranía rondeña aparecen una serie de torres residenciales de época tardoantigua relacionadas con los descendientes de las élites romanas rurales, como Torre Sexima, en Benaoján. Este tema, extraordinariamente interesante ha sido estudiado por el arqueólogo José Manuel Castaño Aguilar. Seguramente este tipo de torres se extenderían por otros espacios, pero sólo contamos con el estudio de Castaño circunscrito a la serranía de Ronda. Sin embargo, en Casarabonela hay documentada una torre romana denominada Torre de Aníbal. En el catálogo de su PGOU se recoge:

Se trata de una torre con un asentamiento asociado situado sobre un promontorio rocoso. Los materiales que datan el yacimiento arqueológico consisten en cerámica común, Terra Sigillata Clara D y algunos fragmentos de Campanienese. Todo lo que indica un asentamiento al menos entre el siglo I a. C. y los siglos IV-V d. C”

    ¿Estamos ante una de esas torres tardías identificadas por Castaño Aguilar? No es este lugar para ese interesante debate.

 

 Torre Sexima, en Benaoján

 

 
Torre del Bachiller Escalante en Istán
 

Torreón de María Sagredo, Alozaina 

 

    Por otra parte, y ya mucho, mucho más tarde, aparecen las denominadas torres de alquería construidas por los andalusíes, entre las que tenemos un buen exponente en Istán o las varias que se conservan en Benahavís, que se asocian a espacios residenciales y productivos, normalmente irrigados. Pero hay muchas más. En tercer lugar nos encontraríamos con las denominadas atalayas, torres situadas en emplazamientos elevados cuya funcionalidad sería la de controlar pasos, caminos, movimientos de enemigos… cumpliendo similares funciones a las torres almenaras de la costa. Estas torres estaban asistidas normalmente por un torrero, un vigilante. La más conocida es la de Lifa, también de cronología andalusí, muy frecuentada por los senderistas. Deben de haber más, pues en las fuentes documentales aparecen referidas con profusión.

 


 La torre de Lifa, Ronda, 

como para asomar la nariz al borde 

 

    Sin embargo, El Castillo de Yunquera, la Torre Vigía, es única en su especie en el Parque Nacional Sierra de las Nieves y su entorno. Y seguramente, en toda Málaga. No tiene parangón.





2. La torre Vigía de Yunquera.

De otero del horizonte a centinela de las estrellas.


    Volviendo al tema que tratamos, los años finales del siglo XVIII y los iniciales del siglo XIX suponen un momento histórico crucial, de enorme complejidad política, social, económica, cultural… no sólo en el territorio español, sino también en toda Europa. Una época de cambio y de transformación que nació con un evento cataclísmico como fue la Revolución Francesa y que daría lugar, entre otras muchas cuestiones, al movimiento romántico o a las ideas nacionalistas, que hicieron fraguar estados como Alemania, Italia o la misma España. Sí, así es. España nació en el siglo XIX. Ni en Atapuerca, ni con Sertorio, ni con los visigodos, ni en Covadonga con Pelayo, ni con Santiago en Clavijo, ni con los Reyes Católicos cuando se casaron… España nació el 19 de marzo (es Aries, ahora lo entiendo) de 1.812 en las Cortes de Cádiz, con la Constitución de 1.812, la primera, cariñosamente conocida como “La Pepa”, dado que el 19 de marzo es el día de San José. Por primera vez, se establece la soberanía nacional, la división de poderes, la abolición de los señoríos jurisdiccionales… buscando la extinción del Antiguo Régimen y la construcción de un Estado liberal basado en la soberanía nacional y la igualdad ante la ley, unificando el sistema legal y administrativo de España. Y aunque en 1.814 fue derogada por el indeseable “Deseado”, Fernando VII, tuvo una vigencia intermitente y su legado sería fundamental para el constitucionalismo español.

    Las invasiones y guerras napoleónicas y el nacionalismo están íntimamente relacionados porque, aunque los franceses en su expansión militar europea difundieron las ideas revolucionarias nacidas de la Revolución Francesa, también estimularon los sentimientos nacionales en los territorios ocupados al oponerse los invadidos y reaccionar contra la opresión de la bota francesa, basándose en la identidad cultural (lengua, cultura, origen étnico…) el deseo de autodeterminación… Los franceses ocuparon España en 1.808, con la excusa de invadir Portugal, los muy suavones. En 1.810 los invasores tomaron Andalucía. Málaga cayó en sus manos el 5 de febrero de ese año a pesar de que opuso cierta resistencia. Por ello la ciudad sufrió el sadismo de los franceses: robos, asesinatos, violaciones, saqueos, destrucciones… Durante los dos años siguientes Málaga (y algunas otras poblaciones importantes) quedará en manos de los franceses, que la administrarán con puño de hierro. Una nota curiosa: apenas un mes después de la caída de Málaga, ésta sería visitada por el nuevo monarca impuesto por el emperador Napoleón: José Bonaparte, Pepe Botella para los amigos. El rey Intruso, que procedía de Ronda, pasó la noche del tres de marzo en Casarabonela bajo la protección de cinco mil soldados. Al día siguiente tomó el camino de Málaga.

    Es en el contexto de resistencia ante el invasor francés en el que se refuerzan numerosos castillos y fortalezas en todo el territorio peninsular, y se construyen otros elementos fortificados, entre ellos la Torre Vigía de Yunquera.

Son muchos los libros que se han escrito sobre Yunquera. Pocos, en mi opinión, si nos detenemos a ponderar su historia y a observar su extenso y diverso patrimonio cultural. El que más recomiendo de todos ellos es el de Juan Bardón Garcés, Yunquera: entre el Antiguo Régimen y la Restauración (1750-1900). En él le dedica un capítulo completísimo al Cantón de Yunquera y a la Torre Vigía, poniendo de relevancia el todavía infravalorado protagonismo de esta población en el contexto de la invasión napoleónica de Málaga. El trabajo de Bardón es, con abismal diferencia, el mejor documentado y el más serio.

 

Yunquera. Entre el Antiguo Régimen y la Restauración (1.750-1.900)

Juan Bardón Garcés

 

    Bardón, además de su extraordinario libro, redactó un excelente artículo sobre los meses en que Ballesteros y sus hombres se hicieron fuertes en Yunquera. Lo recomiendo por la calidad, la minuciosidad y la precisión que caracteriza a Juan en el relato de los hechos y la trascendencia de los mismos en el papel de Yunquera en la defensa de Málaga: La Comisión Territorial de Yunquera (Málaga), durante la Guerra de Independencia. Publicado en Takurunna, número 12/13, años 2022/2023. No dejes de leerlo.

    Otro libro sobre Yunquera que recomiendo encarecidamente es Yunquera. Apuntes para su historia, de Antonio Sánchez Corrales, donde Antonio le dedica unas páginas muy interesantes a la torre. Esta es otra publicación de Yunquera que todo vecino de Yunquera debiera leer.


 Yunquera. Apuntes para su historia

Antonio Sánchez Corrales 

 

    En materia bibliográfica estos dos investigadores realizan unas aproximaciones científicas y técnicas muy solventes. El resto de estudios y publicaciones -de componentes más etnográficos y costumbristas- que hacen referencia al “Castillo”, a la Torre Vigía, ofrecen descripciones más livianas, aunque también son muy necesarios y rigurosos en otros aspectos y dimensiones (etnografía, tradiciones, costumbres, cultura popular...). La mayoría, como indiqué anteriormente, se hacen eco de su pretendido origen islámico y su conexión mediante un supuesto túnel con la denominada Ermita Mora, de la que también hablaremos en su momento. Eso de los túneles subterráneos que unen fortalezas con otros elementos, en muchos casos fuentes, es un mito que aparece con cierta frecuencia en muchos lugares de nuestro país. Para no irnos muy lejos, en Monda existe una leyenda similar en la que se dice que un túnel conecta el castillo con la fuente de la Villa.

    Recomiendo el capítulo que Juan Bardón le dedica a esta torre a aquellos que la quieran conocer más en profundidad, porque esto sólo es un blog divulgativo y aquí la vamos a tratar de forma superficial.

    Francisco Doña Doña, en su Raíces de Yunquera, también habla de ella, pero sin apenas darnos datos ni referencias históricas, mientras que José María Martín Ruiz en su libro La identidad de Yunquera, editado en 2012, afirmaba lo siguiente:

...una construcción singular, llevada a cabo en la Yunquera del XIX, es la torre vigía, más conocida popularmente como El Castillo. Esta obra fue proyectada por el general Ballesteros y se comenzó a mediados de enero de 1.812, encontrándose a la sazón muy avanzada la Guerra de Independencia. Tres meses después ya estaba levantada su estructura”.

...La solidez con que había sido construida dicha torre y los medios adoptados para su defensa hicieron posible que las tropas napoleónicas abandonaran el pueblo sin conseguir destruirla”.

    Algunos de los viajeros del XIX que pasaron por Yunquera tampoco fueron ajenos a una construcción que por su naturaleza, llamaba bastante la atención. El afamado Edmond Boissier la refiere en sus trabajos de herborización, en Voyage botanique dans le midi d´Espagne. En 1.837, siendo joven, en sus inmediaciones recogió varias plantas y la menciona en sus anotaciones, aunque a vuelapluma dado que sus intereses científicos gravitaban en torno a la flora y a la vegetación, no al patrimonio cultural:

Sobre Yunquera hay una antigua torre sobre una colina de terreno arenoso donde recogí dos plantas muy raras pero muy avanzadas, Jurineapinnata y Erodium guttatum”. 

Jurienapinnata (J.C. Fuentes)
 
 
 

Erodium quttatum (J.C. Fuentes)

 

    Sin embargo, ni en el Diccionario Geográfico Universal (1.831) ni en el Diccionario de Pascual Madoz (mediados del siglo XIX), aparece mencionada, seguramente porque estaría en completo desuso ya para aquellas fechas.

    La Torre Vigía de Yunquera, que está declarada BIC (Bien de Interés Cultural), se ubica sobre un macizo promontorio rocoso junto a la carretera que conduce de Yunquera a El Burgo y a Ronda. Un lugar estratégico por su ubicación y por su altura, dado que desde ella se divisa un amplio territorio donde podemos incluir parte de la ciudad de Málaga y su costa. Hoy día se encuentra rodeada de un olivar y un tanto afectada por ciertas obras de acondicionamiento y varios depósitos de agua.


 Registro del BIC en la web del Ministerio de Cultura

 

    No conocemos con exactitud la fecha en que se construyó, pero gracias a las indagaciones de Juan Bardón sabemos que fue en la primera mitad de 1.812. En el Archivo de Pedro de Velasco y Colón (Velasco y Colón, Pedro de. . Archivo de Pedro de Velasco y Colón . - . BA-BEX, CAJA 23-31), uno de los colaboradores de Ballesteros se conserva un documento manuscrito donde se recoge la Instrucción de Pedro de Velasco y Colón ordenando la construcción de una torre en las cercanías de Yunquera:


Copia Reservada

Ynstruccion

Deverá construise en Yunquera una torre inmediata a dho pueblo en sitio qe. no puedan conducir Artilleria los Enemigos, de un grueso capaz de resistir la Artilleria de poco calibre, y cimentada sobre piedras, pa. qe. jamás pueda ser minada.

Esta torre ha de contener veinte hombres y viveres abundantissimos de toda especie entre ellos mil fanegas de trigo quando menos.

Hecha la torre qe. deverá concluirse en el termino de veinte dias, enviará el gerl. en gefe granadas de mano y aun tambien un cañon qe. use pa. su defensa, la qe. provista de cubas de agua, viveres … pa. quince dias, dá tiempo pa. qe. ó lebanten el sitio, ó qe. el Gen. en Gefe envie tropas en ntro auxilio = Velasco =


    Tristemente nada dice el documento sobre los materiales a emplear, los planos edificatorios, el personal a contratar ni otros detalles técnicos para la construcción de esta torre. Eso sí, en menos de un mes debía estar lista y tener capacidad para dar cobertura a dos decenas de hombres y almacenar suficientes víveres y agua para quince días. Lo cierto es que las obras duraron algo más.

    En aquellas fechas había en Yunquera muchos detenidos, tanto civiles como militares, sospechosos de colaborar con los franceses. Como su mantenimiento suponía una importante carga, tal y como señala Juan Bardón, se determinó el emplearlos en tareas como la limpieza de calles, el arreglo de algunos pavimentos y otros quehaceres municipales. Pero como datos curioso indicar que también parte de esta mano de obra fue empleada en la construcción de la Torre Vigía… El coste de su construcción se estimó en 100.000 reales.

    La torre no fue el único elemento que se edificó. También se acondicionó en una de las casas más grandes del pueblo un Hospital Provisional para el Ejército, al objeto de dar cobertura a los muchos heridos y mutilados de las refriegas que se sucedían con los franceses. Juan Bardón propone, con la debida cautela, que pudiera tratarse del edificio que ocupa los números 6, 8 y 10 de calle Nueva, el segundo mayor del pueblo.

    El paso de miles de soldados por Yunquera también debió exigir la construcción de algunos barracones o instalaciones de materiales más perecederos, que les dieran cobertura, así como cuadras, caballerizas y otras infraestructuras. Aunque no serían pocos los que se alojarían en casas de los vecinos, cada vez más hartos de una soldadesca zafia y pendenciera que mostraba comportamientos despreciables con peleas, robos, saqueos, destrucción de huertos y cultivos...

    Dadas estas circunstancias, a algunos no le ha parecido extraño que la construcción con forma de capilla que se encuentra a escasos metros de la Torre Vigía y que algunos conocen como la Ermita Mora o el Morabito, formara parte de alguna de estas infraestructuras. 

 
Un primer plano de la Ermita Mora / Ermita del Calvario
 

    Esta pequeña estructura se encuentra sobre una loma, en una propiedad privada, por ello no es posible visitarla ni verla de cerca. Su origen y funciones no están del todo claras ni precisas. Sin base científica alguna, unos le atribuyen un origen islámico, otros mozárabe… Al igual que ocurre con la Torre Vigía, cuando buscamos información sobre ella, en numerosas páginas webs y publicaciones se replica constantemente las mismas afirmaciones que señalan su origen islámico y que se encuentra conectada con la Torre Vigía mediante un túnel, afirmación ésta nacida de la imaginación de antaño.

    Sin embargo hay opiniones diferentes e interesantes, como la de Francisco Antonio Jurado Romero. Este experimentado investigador y divulgador del patrimonio malagueño plantea con la debida prudencia que podría tratarse de una capilla religiosa, descartando la funcionalidad como garita y otorgándole una cronología por los materiales y formas constructivas empleadas, del siglo XVIII. Y no es el único que hace esta propuesta, pues Antonio Sánchez Corrales también se inclina por esta opción haciendo un extenso y documentado alegato y señala que posiblemente pudiera tratarse de la desaparecida Ermita de El Calvario que aparece referida en algunos documentos. Sea como fuere, esta pequeña construcción debería de estar restaurada y debidamente protegida antes de que se arruine más y acabe desapareciendo. No sería de extrañar que conservara algunas pinturas murarias.

    Esta es la descripción que le dedica Francisco Antonio Jurado Romero en su blog y como nos parece muy buena, pues ahí va:

Lo que sería su frente es abierto, constituido por un acceso arcado y sobre este un ancho entablamento, compuesto por un ondulado y mixtilíneo arquitrabe, alternando formas cóncavas y rectas, un amplísimo friso exclusivamente ondulante y escasos restos de la cornisa. Esta estructura no tenía continuación, como podemos observar por la estrechez que alcanza el entablamento en los extremos, lo que impediría formar parte de un edificio más amplio. Hacia atrás continúa con dos secciones de paramento vertical y un cierre semicircular, que formarían el habitáculo interior. La techumbre se soluciona mediante cúpula de cuarto de esfera, al menos en el exterior, seccionada en dos niveles decrecientes. El material utilizado es ladrillo y mampostería de distinto tamaño e irregularmente dispuesto, quedando restos del enfoscado, molduraje de cuarto de cordón e incluso una tubería de desagüe, casi completa, suponemos que de cerámica.

    Lo único que añadiría es que tiene dos pequeñas ventanas laterales.

 

 
La Ermita Mora / Ermita del Calvario desde el mirador junto a la torre,
con su era delante de ella. 

    En resumidas cuentas, lo que se viene a exponer es que más bien parece tratarse de una capilla, de una última estación de un vía crucis, de una pequeña construcción religiosa de carácter cristiano, no andalusí, que una edificación de carácter militar.

    Nosotros nos sumamos a los planteamientos tanto de Francisco Antonio Jurado y Romero como de Antonio Sánchez Corrales y los reforzamos con un documento de finales del siglo XIX donde se señala que se trata de una ermita, aunque no da el nombre. Este documento no es ni más ni menos que el “bosquejo planimétrico, provincia de Málaga. 56ªBrigada/Instituto Geográfico y Estadístico. [Materialcartográfico]” de 1.874.

    En él aparece un plano de Yunquera donde se dibujan caminos, veredas… Lo trabajamos a fondo hace unos años cuando realizamos el estudio de los pozos de nieve de la Sierra de las Nieves. En este plano aparecen también una serie de números y datos que indican el emplazamiento de determinadas casas, cortijos, edificios productivos (molinos de harina y aceite, tejar, lagares…), chozos, edificios religiosos... Con el número 22 nos encontramos el “Castillo de Yunquera”, ya nombrado así. Y, de hecho, curiosamente, se dibuja con planta cuadrada y no circular. Al lado aparece el número 64, que se corresponde con una “Ermita”.

 

Fragmento del plano de 1.874
 

 
Referencias en el plano al Castillo de Yunquera
y a la Ermita 


    Esta ermita tiene dibujada tres cruces, lo que reforzaría el planteamiento de Sánchez Corrales de que se tratara de la Ermita del Calvario. Este autor, en su libro, relata lo recogido por Lisardo Guede en su obra Ermitas de Málaga (1.987):

Lisardo Guede, en su obra Ermitas de Málaga, cita que existía en Yunquera una Ermita del Calvario indicando que esta ermita, hoy desaparecida, quizás sea la que, con la advocación de Jesús Nazareno, se dice Capilla Nueva, en 13 de julio de 1722, siendo párroco Don Leonardo García de Hoyos, añadiendo que todavía estaba en pie en el año 1850, aunque ya no la recuerdan los más antiguos del lugar.”


 Detalle de la Ermita con sus tres cruces

 

    Por otra parte, en el Diccionario Geográfico-Estadístico de España y Portugal de Sebastián Miñano (1.779-1.845 ) se recoge que en Yunquera había “… 2 ermitas…”, sin dar más norte de nada.

    En el tomo 10 del Diccionario geográfico universal dedicado a la Reina Nuestra Señora, redactado de los mas recientes y acreditados diccionarios de Europa, particularmente españoles, franceses, ingleses y alemanes por una Sociedad de Literatos: S.B.M.F.C.L.D. (1.831 – 1.834), se indica sobre Yunquera, entre otras cosas, que existe “… una ermita a extramuros y, a ½ legua de distancia otra dedicada a Nuestra Señora del Carmen”.

    Ya hacia 1.845, el Diccionario de Pascual Madoz menciona que en Yunquera había … 2 ermitas dentro y fuera del pueblo, Ntra. Sra. del Carmen y del Calvario…

    Volviendo al plano referido, que es posterior al Diccionario de Madoz, echamos de menos la presencia de la ermita del Calvario de calle Picasso (la de la Cruz del Pobre si se encuentra recogida). Esta ermita da nombre a una calle contigua, la Calle de la Ermita. Ésta no aparece ni mencionada ni mínimamente señalada con una cruz, como la Iglesia de la Encarnación.

    ¿Qué ha pasado? Pues posiblemente dos cosas y no son más que elucubraciones mías a falta de documentación:

1º Que la ermita de Ntra. Sra. del Carmen a la que hace referencia el diccionario de Madoz se refiera a la que hoy día es la ermita del Calvario de calle Picasso, y la que se encuentra a las afueras, junto a a la torre, se trate de la ermita del Calvario.

2º Que con el tiempo, la ermita del Calvario junto a la torre dejara de tener un uso religioso y se abandonase por el motivo que fuese (destrucciones de la guerra con los franceses, por ejemplo) y que la ermita de calle Picasso pasara a denominarse ermita del Calvario.

    En un callejero de Yunquera 1.894 si que nos encontramos la ermita de calle Picasso, que tenía cerca un lavadero de lana, pero el plano no menciona si estaba dedicada al Calvario o a la Virgen del Carmen.

    Volviendo al tema central de esta entrada, de cualquier forma estaba previsto que la Torre Vigía contara con otras estructuras defensivas que nunca llegaron a realizarse, por lo complicado del momento y de la situación. A la sazón, se quiso rodear a la torre de un foso que contuviera agua, para dificultar el ataque de los enemigos. Pero éste no se llegó a materializar. Juan Bardón plantea dos motivos: el primero, es que al poco tiempo los franceses abandonarían el sur, por lo que no sería necesario; y el segundo, que durante el asedio al que fue sometida en junio de 1.812 la torre aguantó con solvencia, por lo que sus constructores estimarían que ese foso no sería necesario. A ello se uniría un problema técnico, que es el de la construcción del propio foso en esa cota elevada, sobre un promontorio de roca viva y para más inri, surtirlo de agua.

    De cualquier forma la Comisión Territorial quedó muy satisfecha de su construcción, como recoge Bardón:

Esta obra es construida á la defensa de Yunquera. Esta es la obra del patriotismo mas acendrado, y de la actividad mas grande. Este es el monumento que la comision territorial de Málaga, su Hoya y costa consagra á la libertad de la madre Patria”.



2.1 Descripción de la torre

 

    La Torre Vigía de Yunquera se asienta sobre un promontorio rodeado de olivos y posee en su alrededor varios miradores que ofrecen unas extraordinarias vistas al pueblo y al entorno, que son fantásticos. Para su construcción, el suelo debió nivelarse. En alguna que otra foto antigua se observa algún tipo de refuerzo para la base que hoy día se encuentra oculto merced a la transformación del emplazamiento con nuevas obras e infraestructuras.

 

Pérez Bermúdez_1943 A Temboury

 

 

Detalle del muro de refuerzo, aunque no se aprecia muy bien,

hoy oculto 

Castillos de España

Autor: Gómez de Saldado-Ansaldo

Archivo / Depósito: A.E.A.C. 

 

    Posee una planta circular con una leve tendencia troncocónica, dado que en su base tiene unos 10,70 metros de diámetro mientras que en su corona tiene unos 9,80 metros. Las paredes ascienden rectas hasta la altura de las aspilleras, en que empiezan a inclinarse hacia su interior y reducir el diámetro de la torre dándole cierto aspecto achaparrado, atonelado, alejado del perfil estilizado de, por ejemplo, algunas de las torres almenaras de la costa? Y es que la jodida, ¿no te parece?, tiene un leve aspecto como de tonel al ser más ancha hacia la parte central que la superior. Los griegos, en sus gigantescos templos, ensanchaban ligeramente las columnas hacia su mediación para corregir una un efecto óptico que hacía que las voluminosas y ciclópeas columnas se vieran cóncavas hacia su mediación si se hubieran construido completamente rectas. A ésto le llamaban éntasis. Pero, casi seguro, el aspecto de la Torre Vigía de Yunquera no se deba a lo de la ilusión óptica y responda a cuestiones más prácticas y mundanas. Posiblemente esa inclinación de las paredes hacia el interior ofreciendo un muro levemente inclinado y no recto hacia la parte superior, donde se esperaba colocar artillería ligera, se deba al objeto de contrarrestar los efectos de la pirobalística (arte o técnica de lanzar proyectiles con armas de fuego), de tratar de minimizar los impactos del fuego de cañón enemigo. Una superficie plana absorbe por completo un impacto, pero una superficie curva o inclinada, no. De ahí, muy probablemente, su singular aspecto.

    Esta idea se refuerza al observar detenidamente los merlones que rematan la terraza, esos fragmentos de muros que se elevan y que muchos confunden con las almenas. Las almenas son los espacios libres que quedan entre los merlones, los huecos desde donde se disparaba. Los merlones no presentan la misma anchura, ni la misma altura, ni dejan el mismo espacio en las almenas, como ocurre en las fortalezas medievales desde la que se lanzaban flechas, virotes, lanzas… dado que su función era la de albergar diferentes piezas de artillería. Al igual que las aspilleras, se encuentran abocinados para ofrecer menos superficie de blanco, para exponer menos a soldados y armas, y se rematan no en horizontal, sino de forma inclinada, para favorecer el fuego de defensa y exponerse lo menos posible.


 Detalle de los merlones

 

    Su alzado, que se ve amplificado por su posición elevada en un cerro, es de casi 18 metros de altura (14,60 tiene la torre de los Ladrones de Cabopino y parece más alta), es de aspecto macizo y el grosor de sus muros es de casi 1,70 metros. Su diámetro interior es de unos siete metros. Enraíza, asienta sus cimientos sobre un promontorio rocoso que dificultaría o impediría el minado de la construcción por el enemigo. Exteriormente se divide en dos cuerpos o secciones que se apoyan en un tambor de mayor diámetro de mampostería en la que nos ha llamado la atención la introducción de numerosos fragmentos de mineral de hierro, lo que no es una casualidad. En el cuerpo superior se observan también algunos. Desconozco su función, pero puede ser de carácter tectónico. Recuerdo que en el castillo de Monda (siglo XIV) uno de los muros de una de las torres también llevaba en su interior muchos fragmentos de mineral férrico. Este tambor tiene una altura variable, dado que se adapta a lo irregular del terreno. Va del metro noventa, aproximadamente, al metro o metro y medio de altura.

 

 

 

Detalle de los fragmentos de mineral de hierro 

insertos en la mampostería

 

Detalle de la distribución de los fragmentos de 

mineral de hierro entre la mampostería 

 


 Detalle del tambor sobre el que se cimenta la torre

 

    La parte inferior, que no llega a la mitad de la altura del conjunto, es de mampostería irregular trabada con mortero de cal donde también observamos la inclusión de elementos cerámicos de carácter constructivo, como fragmentos de tejas y de ladrillos. El vano de acceso es muy estrecho y se realiza en gran parte con ladrillo de barro cocido rematado por un pequeño arco de medio punto y dotado con una reja. El entorno ha sido muy alterado con nuevas obras de urbanización, por lo que no descartamos que la cota de suelo esté actualmente mucho más elevada respecto a la original, con lo cual este vano quedaría más “bajo” que cuando se concibió. A esta puerta se accede actualmente por una plataforma de obra. Este acceso no era el original de la torre. De hecho, en origen, era una aspillera donde se colocaría una pieza de artillería ligera. Si nos fijamos con detenimiento en el arco que remata este vano, que es original, hacia el interior se observa claramente el abocinamiento del mismo. La apertura de la puerta se realizó en tiempos posteriores, pero no podemos precisar cuales. Incluso la apertura de esta aspillera es muy posible que se hiciera posteriormente a la construcción de la torre y después de la presencia de los invasores franceses, en una fase de ocupación más tardía. En alguna foto antigua se aprecia un gran agujero irregular en este espacio.

 

 Actual puerta de acceso a la torre que en origen fue

una aspillera para instalar artillería ligera.

En la parte inferior del arco se aprecia 

el abocinamiento de este vano 

 

    En esta parte inferior hay un vano muy pequeño y que parece un mechinal. Se encuentra a varios metros de altura y en el frente sur de la construcción. Lo más posible es que se tratase de una pequeña ventana para dotar a este espacio de algo de ventilación y para que entrara un poco de luz a la estancia inferior. Este vano se realizó con la construcción de la torre, no se trata de una apertura posterior.

 


 Pequeño vano de ventilación e iluminación de la parte inferior
 

    Este primer cuerpo se presenta descarnado, despellejado, sin enlucir, a diferencia del cuerpo siguiente. Lo normal es que originalmente hubiera estado revocado porque el enlucido protege a la estructura constructiva del agua, de la nieve y de los negativos efectos de la gelifracción. Inicialmente disponía de él y con el tiempo (cronológico y meteorológico) lo perdió y más tarde, durante su restauración, pudiera no tenerse en cuenta esa circunstancia o así se determinase y no se recuperara. Lo cierto es que se observa en algunas fotos antiguas la conservación de parte de ese revoco y aún hoy día hay pequeños fragmentos del enlucido que increíblemente se mantienen. Uno de ellos incluso parece conservar algunos motivos incisos. Y es que muchas construcciones recibían ciertos motivos decorativos grabados mientras la pasta del revoco se encontraba fresco. No lo he podido corroborar bien porque la foto que tengo de ese detalle no es muy buena y cuando he visitado la torre he visto con desesperación como una planta trepadora se ha apoderado de parte de su estructura ocultando ese fragmento y socavando parte del muro, lo que pone en peligro la estabilidad de la construcción. La vegetación le hace más daño a las construcciones que el paso del tiempo.


 Restos de enlucido con un grabado consistente en una línea

horizontal y varias verticales 

 


Fragmento de enlucido original
 

    ¿Qué porqué se conservaría mejor el enlucido en la parte superior y se perdiera casi por completo en la inferior como podemos ver en algunas fotos antiguas? Desde el desconocimiento voy a plantear un motivo y que por favor me corrijan/apoyen voces más autorizadas: a lo mejor se debe al empleo de los materiales edificatorios. La parte inferior es de mampostería, a base de roca irregular, y la superior de ladrillo de barro cocido. Es posible que el revoco “mordiera” con más fuerza sobre la superficie del ladrillo que sobre la mampostería. Junto a esto también es posible que los efectos de la variación térmica, de los contrastes por temperatura calor/frío que generan efectos de dilatación/contracción en los materiales constructivos a lo largo de dos siglos, afectara más a la base de mampostería que al alzado de ladrillo y que esto se reflejara en una menor perduración de los revocos.

    Si le sumamos la falta de mantenimiento durante casi dos siglos, obtenemos un cóctel explosivo.

    La parte superior, separada de la anterior por una imposta de ladrillo de barro cocido, asciende reduciendo levemente su diámetro hasta su remate, donde se levantan varios parapetos con aperturas para colocar varias piezas de artillería ligera. No nos consta que en ningún momento de su existencia alojara este tipo de armamento. Sobre el grueso y recio zócalo de mampostería y a juzgar por algunas escasas fotos antiguas, este segundo cuerpo se construyó con ladrillo de barro cocido, que lo dotaba de una resistencia bastante notable.

    En esta sección, rodeando toda la torre, se abren una serie aspilleras superpuestas, unos vanos largos y estrechos verticales a través de los cuales se disparaban las armas. Estas aspilleras se ensanchaban hacia el interior, se abocinaban, para ampliar la visión de los defensores, su capacidad de movimiento y su defensa. Vistas desde el interior, se asemejan a nichos para el enterramiento… En total son 26, 13 más 13, las aspilleras. Lo cual casa bien con lo de dejarla asistida por unos cincuenta soldados; mientras uno disparaba, el otro cargaba el arma. Y así se iban rotando.

    Hacia el sur, entre las aspilleras, se abre un pequeño vano cuadrangular que ahora se asemeja a un diminuto balcón. Sus dimensiones son 1,50 m x 1,20 m. Se trata del acceso original a la torre, que se haría mediante una escala que luego pudiera recogerse. Este método no era nuevo, pues ya lo emplearon las torres almenaras costeras y las torres vigías del interior. Este tipo de acceso elevado y reducido dificultaba sobremanera el asalto de los atacantes. En fotografías antiguas se observa que sobre este vano había otra aspillera que seguramente quedó oculta tras la restauración.


Detalle de las aspilleras

 Aunque operativamente haya sido transformada en

un pequeño balcón, esta sería la puerta

original de acceso

 

    Si pasamos a su interior, nos encontraremos un espacio muy alterado merced a las obras de restauración de los últimos años, que fueron concebidas más para la puesta en valor como centro de interpretación, lo que ha determinado sus formas actuales. En la época en que se restauró, en los años noventa, no se tenía ni la misma concepción ni la misma sensibilidad de hoy día. Pero si no se hubiera actuado en su momento, lo más probable es que no hubiera llegado entera hasta nuestros días.

    Como curiosidad señalar que en los trabajos de recuperación nos relata Miguel Ángel Catalina Mimendi (Creación y gestión inicial del Parque Natural de la Sierra de las Nieves), durante las labores de restitución del enlucido exterior “se sacaron del paramento numerosas balas encastradas esféricas, que testimonian el asedio a que fue sometida”. ¿Dónde se encuentran estas balas hoy en día? Podrían formar parte de una exposición dentro de la torre.

 


 Bala de plomo esférica de fusiles de avancarga

    Con las labores de restauración debieron perderse o quedar ocultos muchos detalles del interior, lo que empañan una lectura más clara de las funcionalidades que tuvo la torre y de su organización interna. Por otra parte y como curiosidad, en este tipo de construcciones era frecuente que los soldados y la gente que por allí pasara, grabara algunos motivos en las paredes, como se ha hecho desde hace siglos, milenios. Fechas, nombres, figuras, maldiciones...

    Interiormente se organiza en tres espacios diferenciados, en tres alturas, a saber; la planta baja, cubierta por una bóveda de ladrillo, por un lateral se accede a la primera planta, donde se encuentran las aspilleras y desde ahí se sube a la terraza, sostenida por otra bóveda y donde se encuentran una serie de merlones o petos para la artillería, ya descritos.

    En la actualidad a la planta baja se accede por unos escalones que descienden, paradójicamente. Juan Bardón indica que en su interior había un depósito de agua, un aljibe, y también un horno de pan. Lo del aljibe es bastante natural y se entiende desde la perspectiva de que para aguantar un asedio, se necesitaba el líquido elemento. Lo del horno de pan puede ser posterior, aunque también del mismo momento constructivo. Sin embargo lo del aljibe entra en contradicción con la instrucción de Pedro de Velasco, que indica que debía estar ...provista de cubas de agua… Es posible que en lugar de poseer un aljibe en su base al igual que ocurría con muchas torres de alquería andalusíes, el agua se almacenara en tinajas o toneles. La falta de datos nos impide ir más allá de este planteamiento. Con el horno de pan nos ocurre lo mismo. El interior ha sido tan modificado que no queda rastro de él.

    A través de una escalera lateral de hierro (la original sería una de madera) se accede al siguiente cuerpo de la torre, donde se encuentran las aspilleras. Este espacio está también muy modificado. Las aspilleras se resuelven al interior con vanos rematados con arcos, que han sido acristalados y se han aprovechado para alojar en su interior diferentes elementos y maquetas que no responden a un plan interpretativo organizado y diseñado con una finalidad y unos objetivos, por lo que deja mucho que desear a un visitante que quiera enterarse de lo que está viendo. Los más curiosos o al menos los que más han llamado mi atención, son aquellos que recrean el trabajo de los neveros por lo bien hechos que están y por el cariño que le tengo a este tema. Aquí se ha introducido una pasarela metálica para dar acceso al segundo cuerpo de aspilleras y, desde ahí, a la terraza a través de una escalera adosada al muro.

 


El interior de la torre, cuando funcionaba como centro 
de astronomía.
Obsérvese que las aspilleras parecen verdaderos nichos 

    La subida es angosta. Para un tipo grueso como yo es casi imposible. Pero apretando, todas las piezas encajan. Así que ya estamos en la terraza, protegida por varios petos o merlones que no todos poseen las mismas dimensiones ni las mismas alturas, dado que estaban concebidos para albergar piezas de artillería ligera de distinto calibre que se instalarían en los espacios intermedios libres, las almenas. La clave de la diferencia de tamaños de los merlones nos la da Juan Bardón; el merlón de mayor volumen y tamaño está orientado hacia los cerros adyacentes, desde donde se podía montar artillería para asediar a la torre (como ocurrió). Necesariamente se debía proteger mejor ese flanco de la torre, tal y como se hizo. Desde esta terraza tenemos unas vistas extraordinarias de todo el entorno: la Sierra de las Nieves, Yunquera, Sierra Cabrilla, los campos de labor, las sierras litorales… es un espacio para realizar una interpretación paisajística verdaderamente única. Y hasta hace poco tiempo ha tenido ese papel de interpretación paisajística hasta por las noches, cuando la asociación Astrolab realizaba sus actividades de observación e interpretación de la bóveda celeste.

    Yo he participado desde esa terraza en la observación de los paisajes diurnos y nocturnos, y son únicos. Creedme. Únicos.

    Si nos paramos a reflexionar, la construcción de esa torre tuvo que movilizar una gran cantidad de mano de obra, tanto para edificarla como para elaborar los materiales constructivos. Hoy día nos vamos al polvero a por sacos de cemento, ladrillos, materiales… En aquel entonces los ladrillos había que hacerlos. Y no era tarea fácil elaborar una gran cantidad en tan poco espacio de tiempo. La tierra había que extraerla y depurarla, y el barro había que batirlo para luego darle forma de ladrillo de un tamaño estándar para dejarlo secar un tiempo determinado, para finalmente cocerlo en los llamados tejares (cerca de la torre hubo un tejar) y llevarlo a pie de obra a lomos de bestias. La mezcla con la que se tomaba la mampostería y el ladrillo llevaba como mordiente la cal, que había que fabricarla. Los hornos de cal de los alrededores debieron estar funcionando a pleno rendimiento, sin descanso, consumiendo una gran cantidad de recursos forestales. Luego tenemos a lo albañiles, a los peones, a los capataces… que trabajarían con turnos extenuantes debido a la necesidad de concretar rápidamente esta construcción. Y no cualquieras, porque esta construcción militar necesitaba de gentes que supieran construirlas, edificarlas, según las indicaciones y planos de arquitectos e ingenieros militares.




3. La pequeña “batalla de las Termópilas” de la Sierra de las Nieves. El contexto histórico y la resistencia espartana de los 53 de la Torre Vigía de Yunquera.


    Durante la Guerra de la Independencia Española, Yunquera, por su posición, fue una plaza que pasó de manos españolas a manos francesas y viceversa, varias veces. En el verano de 1.811 el general Ballesteros estaba concentrando muchas tropas españolas en esta localidad. El capitán Alphonse Grasset, en su obra Málaga, provincia francesa (1.811-1.812), publicada en Francia en 1910, escribiría sobre esta  población:

Yunquera, una miserable aldea perdida en la montaña, a la que sólo se puede acceder por senderos escarpados, recibe una fuerte guarnición: los insurgentes transportan allí apresuradamente todos sus recursos y crean inmensos suministros capaces de satisfacer las necesidades de un verdadero ejército.

    En esas fechas el general Maransin, gobernador de Málaga, decidió dar una batida por toda la zona de la Sierra de las Nieves y Serranía de Ronda, una expedición de castigo. Ballesteros, que contaba con varios miles de hombres no demasiado experimentados, se refugió en el Campo de Gibraltar con la mayor parte de sus fuerzas, pero dejando en el pueblo natal de Cabrillana Ciézar a medio millar de hombres armados para retener el avance del francés. El 14 de septiembre a medio día se entabló una batalla desigual en la que los franceses batieron fácilmente a los españoles, a pesar de que éstos combatieron de forma valiente y encarnizada vendiendo caro su pellejo, luchando casa por casa, apostándose detrás de ventanas, puertas, cochineras... incluso en los tejados. Pero la superioridad numérica, armamentística y organizativa francesa se impuso finalmente. Muchos milicianos españoles murieron en el combate, otros fueron arrojados por los barrancos de las inmediaciones, algunos fueron detenidos y un par de centenares de ellos pudieron escapar a la sierra. Los franceses, tras derrotar a los españoles, hicieron lo que se hace en todas las guerras: violar, saquear, asesinar, robar, destruir casas, incendiar edificios… para dejar un legado de miedo y odio que perduraría por generaciones. Tras arrasar Yunquera, se dirigieron a otros pueblos de la sierra para hacer lo propio...

    Sobre estos hechos tenemos alguna información que el general Maransin y el mariscal Soult recogieron en sus informes:

    Maransin dejó escrito:

La mayoría fueron muertos; otros perecieron en el incendio del pueblo que tuvo lugar después de lo encarnizado de una parte y de la otra. Se destruyó gran cantidad de armas, de municiones y aprovisionamientos.”


 Jean Pierre Maransin

    Soult recogería:

Los obstáculos fueron superados, ningún enemigo escapó, el pueblo fue destruido.”


 El Mariscal Soult, con más mala cara que

los pollos del Pryca 

 

    Los franceses realizaron una escabechina brutal. Tenían superioridad técnica y militar, además, sus soldados estaban fieramente experimentados y envilecidos. Tras la marcha de los franceses, volvieron a Yunquera las tropas españolas, que tuvieron que abandonar nuevamente el pueblo el 30 de septiembre ante el regreso de las tropas francesas dirigidas por Berton y Serra.

    Pero en octubre de 1.811 las tropas del general Ballesteros regresaron nuevamente a Yunquera y la tuvieron como su base de operaciones por su posición intermedia y estratégica entre el valle del Guadalhorce y toda la serranía de Ronda hasta el final de la guerra. Al frente de sus fuerzas colocó a los coroneles Jerónimo Valdés y Benito Pelli, este último de origen italiano. Al poco Valdés fue trasladado a otro destino, por lo que Pelli quedó en Yunquera al mando, reclutando e instruyendo militarmente a los reclutas y realizando otras labores. A finales de diciembre de ese año Ballesteros envió a Yunquera al coronel Ramón de Albuquerque, para que se hiciera cargo de todo y crease una Comisión Territorial para administrar gran parte del territorio de Málaga. Le acompañaría el teniente coronel Pedro de Velasco y Colón. A Pelli le sentó este nombramiento como una patada en los mismísimos cojones, pues quedaba relegado de su puesto y subordinado a otros militares. Con hombres de su confianza pretendió organizar una sublevación cuya duración fue breve, cayendo preso del nuevo gobernador. El italiano, ya bajados los humos, fue enviado a Algeciras a la espera de ser juzgado en un consejo de guerra. 

 


 El General Ballesteros

 

    El 16 de enero de 1.812 Albuquerque, bajo mandato y orden de Ballesteros, organizó el Gobierno Provisional de Málaga, su Hoya y Costa, con sede en Yunquera, conformando una Comisión Territorial formada inicialmente por varios militares de alto rango y los párrocos de Yunquera y Júzcar. Este organismo tendría fines recaudatorios, defensivos, organizativos, administrativos… del territorio sobre el que era “soberano” y dirigiría las acciones de guerra contra el francés.

    Desde el conocido como Cantón de Yunquera se organizarían y dirigirían distintos ataques a la Hoya de Málaga, unas con mayor fortuna que otras, hasta la marcha de los franceses.

    Es en este crucial contexto histórico y militar en el que se incardina la construcción de El Castillo, de la Torre Vigía, de este singular y único testigo de esa historia que ha llegado hasta nuestros días y que aguantó bastante bien alguno de los asedios franceses que dejaron algunas cicatrices en sus paramentos con numerosos proyectiles de plomo. Esas cicatrices desaparecieron con la restauración de la torre.

    Como hemos dicho anteriormente, también se levantaron otras infraestructuras para albergar a la tropa, para asistir a la caballería… que no han llegado hasta nuestros días.

    El bautizo de fuego lo tuvo la Torre Vigía de Yunquera el día 11 de junio de 1.812. Un contingente francés compuesto por casi cuatro mil hombres que habían partido de Antequera y Málaga para encontrarse en Coín, se dirigió a Yunquera. Este grupo llevaba caballos, piezas de artillería, armas, víveres… iban muy bien pertrechados y su objetivo era el de destruir la recién edificada Torre Vigía de Yunquera.

    En esta población había tan sólo unos 600 u 800 hombres de armas, un número a todas luces insuficiente como para hacer frente a los franceses y, además, estaban peor armados. Al tener conocimiento de la aproximación de los enemigos, la mayor parte de los vecinos de Yunquera abandonaron despavoridamente el pueblo buscando refugio en la sierra y en otros pueblos de la serranía, al igual que la mayoría de los hombres armados, que se desplazaron a Igualeja. No se habían olvidado de la última visita del francés en septiembre del año anterior. Algunos de los pinsapos más antiguos del Parque Nacional Sierra de las Nieves son testigos mudos de estos acontecimientos, de esos ires y venires de refugiados, de milicianos, de soldados franceses, de guerrilleros... Anda que si pudieran hablar. 


 El Castillo de Yunquera en los años noventa del siglo pasado, antes de su restauración. 

Diario Sur 

    El responsable de la plaza por aquellas fechas era el brigadier Livesay, de origen irlandés, que se había destacado en la batalla de Cártama (16/02/1.812). Este personaje, perro viejo en el oficio de las artes de la guerra, no las tenía todas consigo y cavilaba razonablemente que los franceses podrían perseguirlos a través de la sierra y darles caza como a un puñado de conejos desnortados. Convencido o no de la resistencia de la recién construida torre a la que al parecer le faltaba algunos remates, mandó a 53 hombres armados (la cifra varía un poco según las fuentes) muy bien pertrechados y abastecidos de municiones, agua, víveres… y si hacemos caso del testimonio del vecino Pascual de la Riva, miembro de la Junta Territorial, al parecer, también “armados” con una guitarra... Imaginamos que no les faltarían aguardiente y vino por arrobas. La misión de estos hombres era la de quedarse dentro de la torre para proteger las provisiones y armas, hostigar a los franceses y retrasarlos en la posible persecución. Había cincuenta infantes, dos sargentos, uno de ellos al parecer llamado Ramón Pérez, y un teniente que respondía al nombre de José Gómez.

    Vayamos a los hechos, que me he tomado la licencia de narrar con cierta libertad. El jueves 11 de junio por la mañana, día de San Bernabé Apóstol, con una espantosa calor producida por un Sol inmisericorde que espoleaba con violencia el cantar de las chicharras, pudieron verse desde la Torre Vigía los difusos destellos de las primeras bayonetas francesas deslucidas por la densa polvareda que levantaba el francés por el camino de Alozaina, a la par que llegaba el lejano eco de los cascos de los caballos, de las bestias de carga y de las botas de casi cuatro mil soldados franceses. Éstos se encontraban al mando de los generales Leval, Rey y Vichery. Los españoles ya sabían perfectamente que en algún momento iban a llegar y estaban al tanto de la cantidad de soldados, armas y fuerzas que se aproximaban. Todas las sierras y los campos estaban llenas de cabreros, jornaleros, arrieros… echados pasajeramente a espías y confidentes. Pero una cosa es tener conocimiento de las fuerzas de tu enemigo y otra muy diferente observar aquel espectáculo, aquel desfile de hombres armados, caballos, armas, bastimentos, impediminta...

    ¡Que vienen loh cijolagranputa de loh gabachoh!—, gritó hasta el desagarro uno de los soldados desde lo alto de la torre, dejando entrever sus pútridas ruinas molares. —¡Y zon una pechá, mi teniente, zon un montón y vienen armaoh jahta loh dienteh me cagüen too zuh putoh muertoh!— A los compañeros, que seguramente se las estaban dando de bravos y chulitos como hacemos los tíos cuando estamos en grupo y hartos de vino y aguardiente, y que se encontrarían dentro de la torre o en su inmediaciones preparando el material defensivo, debieron de ponérseles los cojones a la altura de sus pobladas y sudadas patillas.

    ¿Ande, ande, que no loh veo?—vociferó el teniente, claramente enervado.

    ¡Ahí, mi teniente, ahí! ¡Como pa no verloh!

    ¡Me cago en la puta hohtia! ¡Ehtoy ya de loh franzeze jahta la plazoleta der capullo! ¡Que alegre ha pillao er portante el Livezai de los cohoneh! ¡Como noh la ha jugao! ¡Menudo marrón que no vamoh a comé sin jambre!, dijo para sí mismo el teniente disimulando su intranquilidad delante de sus hombres.

    ¡Mi teniente, mi teniente, ahí vienen máh!— tronó el soldado Rafael Flores Domínguez señalando hacia el pueblo. Y es que los franceses, que se aproximaban desde Coín, se habían dividido en dos columnas, una se acercaba por el ya mencionado camino de Alozaina y la otra por el de Tolox.

    Al ver aquel desfile de miles de hombres uniformados y organizados, la caballería, las piezas de artillería ligera, el ruido metálico de las armas, el paso firme y aparentemente disciplinado de la tropa... el teniente José Gómez tragó saliva y mientras pensaba que aquel sería el último día de su irrelevante existencia. ¿Que podrían hacer medio centenar de hombres armados con fusiles y una guitarra desafinada, varias arrobas de vino y aguardiente contra casi cuatro mil soldados bien pertrechados? Sí, estaban a salvaguarda dentro de la torre, pero ¿aguantaría la construcción? Sabía perfectamente que la torre llevaba edificada “ná y meno” y que aún le faltaban algunos remates y, claro, no se fiaba por la natural experiencia de que se hubiera escatimado en materiales y en la calidad de los mismos, en costos… al fin y al cabo esa era la España heredera del Lazarillo de Tormes. Y esta, también, amigo lector ¿o de verdad piensas que hemos cambiado en algo? —Algún día hay que espicharla, qué cojones— pensó el militar con resignación lanar mientras daba un buche de aguardiente seco que le legraba el gaznate a la par que recordaba lúbricamente las caderas anchurosas y generosas de su María, que por seguridad se había refugiado en Cádiz con sus dos vástagos, a los que daba por hecho que no volvería a ver jamás. Mala suerte...

    El teniente Pepe Gómez era un hombre prematuramente envejecido por las circunstancias de la vida y las circunstancias de la guerra. Huérfano a corta edad, se había criado con unos nada afectuosos tíos que lo maltrataban, explotaban y trataban como a un perro. Éstos regentaban una sucia taberna que a medias funcionaba como lupanar, situada en una de las peores calles del puerto de una pequeña población costera cuyo nombre se esforzaba en borrar de su mente, aunque infructuosamente. A ese antro arribaban con frecuencia contrabandistas pendencieros y gente de muy baja estofa. No faltaban las peleas y los navajazos. Cuando tuvo una edad y fuerza prudentes, pagó a los tíos con la misma moneda sumando unos onerosos intereses y abandonó la taberna que miles de veces había tenido que limpiar de vómitos, de sangre, de excrementos… pasando más hambre que un caracol en un cristal. Tras prenderle fuego a aquel antro dirigió sus pasos hacia el Ejército sin mirar atrás y sin intención de volver. Sabía que nadie lo buscaría pues en aquel puerto de malhechores nadie se metía en los asuntos de nadie y si lo hacía, sabía a que atenerse. Tuvo la oportunidad de hacerse contrabandista, pero se dio cuenta desde muy joven que era una vida muy corta y con sangriento final en la mayoría de los casos.

    Gómez era delgado y alto, un tanto espigado para la época en comparación con sus compañeros. Tenía unas enormes entradas y su escaso pelo hacía mucho que se había tornado desesperadamente gris. Su rostro, que se encontraba surcado de profundas arrugas, exhibía algunas cicatrices de combates infantiles y de madurez. Un rostro curtido por la vida y por las batallas del que brotaba una prominente nariz aguileña que lo dotaba de cierto perfil quijotesco. De sus ojos, pequeños y claros, nacía una mirada intensa, casi hipnótica. El teniente Gómez era un hombre ya mayor para su cargo, pues superaba con holgura el cuarto de siglo, o al menos eso creía, porque desconocía el año de su nacimiento. Pero era un tipo determinado y disciplinado como pocos, a pesar de que su ascendente carrera militar se vio truncada por un carácter fuerte y contestatario.

    Después de encomendar su alma al Santo Padre, el teniente Pepe Gómez echó mano de su sangre fría y hecho un auténtico Leónidas serrano repartió las pertinentes órdenes a sus subordinados en medio de un silencio espectral y una atmósfera chotuna, rancia y avinagrada, expedida por los cuerpos sudorosos de medio centenar de hombres que se sentían próximos a la quijada feroz e insaciable de la Parca, en un espacio muy reducido y casi hermético porque, recordemos, la torre tenía tan sólo siete metros de diámetro interior y prácticamente nada de ventilación.

    ¡Lah ahcopeta lah quiero bien alimentá de pórvora y bien cebá de plomo, por mih muertoh, no ceái unoh rácanoh cabroneh! ¡Y to er mundo callao como lah putah, cacho mariconeh, jahta que loh tengamoh a tiro y leh podamo zartá la tapa de lo cezoh a too loh que poamoh! ¡No quiero que ce oiga ni un puto cuehco! ¡Y no cagarce encima, cacho mariconeh, que ya bahtante tenemo! ¡Too er mundo a zuz putoh puehtoh ya!¡Zi ezta torre tiene que zé nuehtra tumba, que lo zea!

    ¡Zuz órdeneh, mi teniente, ahú, ahú, ahú! —respondieron al unísono sus hombres levantando sus fusiles con ambas manos, densificando el ya enrarecido aire con aroma a sobaquina.

    Los galos, al llegar, observaron empachados de jactancia la inusual calma del pueblo. Sabían que la gente se había echado a la sierra, pues eran conscientes del temor fundado que imponían a la población y eso les hacía sentirse poderosos, sobrados. Unos cuantos soldados franceses de a caballo, siguiendo a regañadientes las instrucciones de sus tripudos superiores, se aproximaron con prudencia a husmear a la recién construida torre. ¿Cómo es posible que estos serranos salvajes, casi asnales, -pensaron- hubieran sido capaces de construir semejante baluarte en tan poco tiempo? En aquel entonces el entorno de la torre estaba completamente desprotegido de vegetación y arboleda –como el cénit y el nadir de mi bóveda craneal- para que los posibles asaltantes no tuvieran donde guarecerse ni encontrar protección, como venía siendo norma en todas las construcciones fortificadas desde hacía milenios. Los españoles, haciendo uso del factor sorpresa y desde la supuesta seguridad de los muros recién construidos, casi sin fraguar, y la esbelta angostura de las aspilleras, esperaban un tanto nerviosos, rabiosos y contenidos el tener a tiro a aquellos hijos de la gran puta que les habían invadido, que les habían robado y saqueado, que les habían matado a sus familiares, que les habían torturado y porculerizado, que les habían violado a las parientas, a las hijas, a las hermanas... Azuzados por la rabia habían cargado por cada uno de ellos varios fusiles con pólvora, plomo e ira, para poder responder con una alegre y resentida candencia de tiro.

    Tendidos en las angostas aspilleras conteniendo la respiración, aguardaban con impaciencia la orden de abrir fuego. El avispado soldado Paco Lorente, el de Catalina La Roja, mientras se acomodaba en su puesto y con determinación empuñaba su fusil, pudo observar como el espacio abocinado al interior y rematado con arco de medio punto de las aspilleras, se asemejaba siniestramente a los nichos del cementerio —Cagüentoo. D´aquí, direhto ar joyo— , se dijo, mientras besaba un inseparable crucifijo que llevaba al cuello -pues era un hombre religioso que profesaba una profunda fe- y se disponía a rezar su último Padrenuestro.

    ¡Fuego! ¡Fuego, por mih muertoh!— esputó el teniente José Gómez con las venas del pescuezo como las de un cantaor de flamenco, bañándolos a todos en saliva, cuando los jinetes franceses se encontraban a tiro —¡Dehad cecoh como una mojama a ezoh cabroneh hijohdeputa! ¡Que zacuerden de nuestrah madreh!

    Los españoles descargaron con rabia vengativa una generosa y ardiente racimada de plomo que degustó con hambre canina la carne fresca francesa, causando varias bajas entre los imprudentes jinetes pero, al parecer, ningún muerto. Los pobres caballos, aunque un tanto acostumbrados al tronar de la fusilería, se llevarían un buen susto.

    Rápidamente los franceses se movilizaron y se distanciaron de la torre alejándose del rango de alcance del fuego de fusil, pues en la Torre Vigía no contaban con otro armamento. Con fría y mecánica profesionalidad, como los carniceros que sacrifican a los bichos y en minutos los tienen despellejados, destripados y troceados listos para la sartén, tomaron varias piezas de artillería ligera, los llamados cañones de tres libras, que disparaban unas peladillas esféricas de kilo y medio de hierro fundido de unos 9 cm de diámetro, y las emplazaron en las inmediaciones, en un lugar un tanto elevado. El alcance de estos cañones era de varios cientos de metros. Juan Bardón propone razonablemente que los franceses podrían haberlos ubicado en las inmediaciones de donde se encuentra el actual polígono, que es más elevada y más favorable para efectuar un asedio mediante fuego de artillería. Y es que unos metros más abajo del polígono hay un cerro que puede llevar todas las papeletas de haber sido el lugar desde los franceses comenzaran su asedio a la torre.

 

 
Posición en la que posiblemente dispusieran los
franceses su artillería ligera para 
hostigar a la torre 
 

    Mi teniente, loh gabacho noh van a apiolá —resolló uno de los milicianos más jóvenes y primerizos al que le faltaba media oreja a consecuencia de un malentendido con un equus asinus, con resignación cuando vio los cañones montados, barruntando que iba a dejar este valle de lágrimas sin estrenarse con hembra bípeda.—¡A callá, por mih muertoh, no zeah cagalinde. Cada uno a zu pozición y a respondé a lah zórdeneh! 

 


 Recreación artillería francesa

 

    Durante algo más de una hora, bum-bum-bum, bum-bum-bum, andanada tras andanada, los franceses sometieron a la torre a un bombardeo incesante pero, sorprendentemente para sus defensores, no consiguieron nada más que descascarillarla un poco. Mientras tanto, algunos fusileros franceses bien apostados trataron de causar bajas entre los españoles hostigándolos desde distintas posiciones, para que aquellos no causaran bajas entre los artilleros franceses. El intercambio de fuego sería constante y los españoles debieron de pasarlas muy canutas bajo el justificado miedo de que en cualquier momento pudieran abrirles una brecha y joderles la marrana. Los franceses, como ya habían podido comprobar en otros enfrentamientos, eran unos verdaderos salvajes, pero ellos, como habían demostrado en no pocas ocasiones, iban sobrados de cojones, muy cortos de luces y largos de aguardiente. Una combinación extremadamente peligrosa. Por encima del estrépito de la artillería y de la fusilería, se alzaba la voz del teniente José Gómez, que con las venas de la frente a punto de estallar, arengaba a los suyos:

    ¡Me cagüendió! ¡Zuh quieroh a too firmeh como pollah aguantando la pocicion en lah ahpillera! ¡Que por ellah no entre ni el aire! ¡Al franchute que ce acerque le abríh una tronera en toah lah tripah o leh dehparramai loh zezoh!

    Sorprendentemente, la torre y sus hombres aguantaron el asedio. Tuvieron la suerte del quebrado, y es que las piezas de artillería francesas eran de poco calibre para los requerimientos de la situación. Recordemos que sus muros tienen un metro y medio de grosor y estaba recién edificada. Los galos no pudieron traer consigo otras piezas de artillería de mayores dimensiones y más efectivas, que las tenían, porque los caminos que conducían a Yunquera y a los pueblos de la sierra eran angostos, estrechos, empinados, de herradura y mal empedrados, que no permitían el transporte en carruaje. El traslado había que hacerlo a lomos de bestias de carga y esas piezas más potentes pesaban miles de kilos. Si hubieran podido usar cañones de más calibre, sin duda habrían despanzado la torre en un asalto.

    Durante el cañoneo, los españoles, cada vez que podían, respondían con fuego de fusil, causando varios muertos y múltiples heridos entre los invasores. Ante la inutilidad de la artillería, los franceses abandonaron el asedio y no contemplaron un asalto del mismo, pues hubiera sido una acción completamente suicida. Gran parte de ellos se dirigió al pueblo donde robaron lo que pudieron, saquearon las pocas cosas de valor que quedaban en la ya maltrecha iglesia y destrozaron algunas imágenes, entre ellas la de la venerada Virgen de Porticate a la que, siguiendo la tradición revolucionaria francesa, decapitaron sin contemplaciones. Y es que los franceses sabían como, cuando y donde tocar los cojones. La imagen de Jesús el Nazareno no escapó a la ira de esos hijos adoptivos de Satanàs -como los calificaría Pascual de la Riva- y lo dejaron manco de ambas manos, siguiendo cierta bárbara costumbre de Cortés en el Nuevo Mundo. Y a la pobre imagen de San José, como no tenía ya suficiente con los cuernos palomáceos, le arrancaron los ojos de sus órbitas a pelo, sin anestesia.

    Pero los franceses, los muy tunantes, no se dieron completamente por satisfechos. Por la tarde se acercaron a la torre para, por otros medios, tratar de llegar a un acuerdo y que los sitiados se rindieran. La intención de los invasores no era otra que volarla en miles de pedazos.

    Mi teniente, unoh pocoh de gabachoh vienen pacá con una bandera blanca y uno va tocando un tambó ¿Zerá una trampa? ¿Loh ehcabechamoh?— Observó el soldado pechero Tomás Rueda.

    No, ehpera, no te embale. Vamoh a ver que quieren, pero tened prepará lah harmah por zi hay múzica.— Respondió con gravedad el teniente.

    A pesar de que los franceses les ofrecieron el oro y el moro, los españoles no accedieron a rendirse. El teniente José Gómez respondió con firmeza y venido a más, ya comprobada la resistencia de la torre, que para los franceses era un hueso duro de roer:

    ¡Aquí no ze rinde ni Crihto! Ehtamo tooh enteroh, tenemoh pórvora, balah, granáh, comía, agua, vino y aguardiente como pa ponernoh loh jígadoh como una piedra pome. Y zi noh quedamoh zin ezo, tenemoh piedrah de zobra pa dehcalabrá a too er que ze acerque.

    ¡Y jahta una guitarra tenemoh!— Apostilló con voz aguardentosa el achaparrado soldado Salvador González Peral, ennegrecidas sus portentosas barbas por el humo de la combustión de la pólvora, mientras trataba de arrancarle a las cuerdas de la guitarra unos acordes con sus porretudos dedos, provocando fuertes carcajadas entre los compañeros.

    ¡Decil-le ar Napoleón que venga a chupárnohla, que llevamo zin lavarnoh dehdenero nozedequeaño!— gritó el soldado Juan Sánchez Guerra, que por su delgadez apodaban cabronamente El Gordito, envalentonado mientras se agarraba el órgano copulatorio con las dos manos y lo agitaba con frenesí expeliendo involuntariamente algunas gotas de orina, haciendo restallar más carcajadas,

    En definitiva, los sitiados se negaron rotundamente a deponer las armas pues estaban bien provistos de víveres, armas y pertrechos y sabían que los franceses no podían pasar allí mucho tiempo. Si hacemos caso a Pascual de la Riva “...echaron son á la guitarra y cantaron todos juntos, dexando con la palabra en la boca al oficial gabacho que les hablaba…”.

    Rotas las conversaciones, los franceses volvieron al pueblo, donde pasaron la noche, dejando a un grupo de soldados en las inmediaciones de la torre por lo que pudiera pasar. A pesar de lo sucedido esa tarde y de la seguridad de los muros que había demostrado ofrecer, a los 53 españoles se les tuvo que hacer la noche más larga que el nabo del negro del guasa. Esa noche fresca, estival, que arrastraba un lejano aroma a jazmín, ninguno descansó tranquilo, pues los franceses podrían haber planeado asaltar la torre o continuar con los hostigamientos. Al frescor de la oscuridad nocturna, uno de los infantes más bisoños y menos experimentados le preguntaría al teniente desde la salvaguarda de uno de los tiroteados merlones de la terraza:

    ¿Qué ehtarán tramando ezos perroh franchuteh, mi teniente, que ehtarán tramando? Ezoz condenaoh no zan queao conformeh con lo dehta tarde.

    Zeguro que na bueno. Vozotro no perdái puntá y loh zojo bien abiertoh, que ehta hente tiene má mala leche que un cepo enterrao. Y ar que ce duerma ehtando de guardia, le corto lo cohone y jago que ce loh coma cruoh y zin zarza, mientrah loh demá miran.

    Jaorcaoh tenían que ehtá too con zuz propiah tripah—, se escuchó murmurar al soldado que por su corpulencia apodaban El Nuo mientras escanciaba, aliviado y placentero, el cálido y dorado contendido de su vejiga desde lo alto de la torre, medio agazapado con desconfianza felina tras uno de los descascarillados merlones que lo cubría a duras penas.

    Zuh zórdene, mi teniente—, respondió el joven, hincando los pocos y podridos dientes que aún le quedaban en un mendrugo de pan duro al que amartilló con un pedazo de tocino rancio y empujó con un buen buche de vino.

    Pero a eso de las cuatro o cinco de la mañana del día 12 de junio, bajo ese cielo estival yunquerano, único, prístino y tachonado de luminosas estrellas, los franceses levantaron el campo y marcharon a Antequera por el camino de El Burgo y Ardales, guardando las distancias con los de la Torre Vigía para escapar al alcance del fuego de fusil. No les merecía la pena desperdiciar más tiempo y recursos, de los que no andaban muy largos. Anda que no tuvieron que respirar tranquilos los 53 españoles.

    ¡Mi teniente, mi teniente! ¡Loh franchuteh ze van! ¡Ze largan loh mu cagaoh!, observó uno de los milicianos sin disimular su alegría.

    ¡Incautoh! No bahéih la guardia ni cantéi victoria anteh de tiempo. Amoh ahperá un rato que dehtoh perroh no noh podemo fiá, que jahta el rabo, too eh toro. Jamáh lo orvidéi.

    Pasado un rato prudencial en el que no se observaba presencia alguna del enemigo, el disciplinado teniente José Gómez, con marcial voz metida a trueno aunque visiblemente más relajado, llamó al soldado más joven y más ligero de cascos —¡Sordao Díah, sordao Zarvadó Diah Flore! ¿Ande anda? —¡Zuz órdeneh, mi teniente! —se presentó un joven rubio de ojos claros que denotaban mayor inteligencia que el resto y bien parecido. El mozo envolvía su cabeza con un ajado paño rojo y cinchaba su cintura con una faja de tela del mismo desvaído color, visiblemente nervioso porque barruntaba el tremendo marrón que le iban a endilgar. —Ze va usté a la zierra a comunicá a nuehtroh enlaceh la zituación, para que vuelva toa la compañía. Y vaya con mucho cuidao. No ze confíe que detrá de cuarquier mata, detrá de cuarquier pinzapo pué habé un franchute.— Le espetó el teniente —¡Zuz órdeneh, mi teniente!— respondió el soldado sin rechistar. 

    Liviano como una pluma el soldado Salvador Díaz Flores se descolgó por la escala, asistido y cubierto por sus compañeros, hacia el exterior de la torre. Nada más poner los pies en el suelo, con sus alpargatas de esparto made in Yunquera, se agazapó como un gato y dirigió una atenta mirada a todo su alrededor observando con determinación los tejados de las casas vacías, las calles solitarias y los campos de alrededor para, acto seguido, salir por patas con la energía que te da el miedo camino de la sierra por veredas intrincadas y poco transitadas dándose patadas en el culo, buscando a tramos el amparo de una roca, de la pared de alguna linde, de unas matas, del tronco de un pinsapo… conjurando el posible peligro del francés. “Hasta el rabo, todo es toro”, resonaba dentro de su cabeza lo que dijo el teniente.

    Dentro de la torre los soldados permanecieron en alerta, con sus armas preparadas por si el francés les estaba tendiendo una trampa, atendiendo al único herido que hubo entre ellos y dándoles unos buenos tientos al vino y al aguardiente.

    Así es como a las pocas horas, tras la partida de los franceses, regresaron los hombres que se habían refugiado en la sierra y en Igualeja. Ballesteros alabó la valentía de los 53 de la torre y propuso al Teniente José Gómez a un ascenso que imaginamos nunca se materializaría, porque aquí siempre nos llenamos la boca pero luego, tararí que te ví. 

    El periódico El Conciso de Cádiz de 29 de junio de 1.812, recogía estos hechos de forma bastante breve:

El 11 se retiró à la Sierra la columna movible de la Hoya de Màlaga, que estaba en Yunquera. El mismo dia entró en ella Leval y Rey con 3500 enemigos con 5 piezas de montaña. En la torre de Yunquera quedáron solo 50 infantes guardando los viveres que hay allí para nuestras tropas; 24 horas sitiaron los enemigos aquella torre, y viendo que el fuego de cañon no les intimidaba à los 50 valientes que la defendian, se retiraron con alguna pérdida àcia Antequera…”

 

 El Conciso de Cádiz, 29 de junio de 1.812

    Pero tenemos una fuente documental de carácter epistolar bastante interesante que relata estos acontecimientos. El documento lo reproduce Antonio Sánchez Corrales en su libro, que aprovecho para volver a recomendar. Se trata de una carta que un tal Pascual de la Riva, miembro de la Comisión Territorial, dirigió desde Yunquera a su señora, que residía en Cádiz, y que respondía al genuino nombre de Tadea. Esta carta fue publicada en El Conciso de Cádiz del 30 de junio de 1.812 y por su interés, la reproducimos:


Carta que escribe á su esposa D. Pasqual de la Riva, individuo de la junta territorial.

Yunquera 14 de junio.= Mi amada Tadea: quatro dias hemos andado en estas sierras retirándonos de los indignos franceses que en número de 3500 acometieron á esta villa por dos puntos, el de Alozayna y tolox; pero como tenemos muy buenos confidentes y partidas avanzadas, supimos desde su salida de Antequera que nos venian á visitar, y su designio era batir una fortísima torre que estamos concluyendo sobre este pueblo, y domina todas sus entradas, para depósito de efectos y frutos, y colocar sobre ella 2 obuses que los giben siempre que se acerquen.

A pesar de no estar acabada (pues le faltan 15 dias de trabajo) se metieron en ella todas las provisiones y 50 hombres mandados por un teniente del batallón de la Hoya llamado D. Ramon Perez; y sin embargo de que la rodearon los enemigos asestàndola 3 cañones de montaña por diferentes puntos, hicieron una completa burla de ellos á vista de que le tiraron 32 balas sin mas efecto que el de hacerla algunos desconchones en su reboqueo; pero ninguno se arrimaba á tiro de fusil, pues quando una partida de caballería, creyendo que estaba sin gente, y por las miras les rociaron una porcion de balas, de modo que por poco se despeñan huyendo y nuestros soldados, rodeados de 3500 hombres, viendo que las balas de los cañoncillos nada perjudicaban á la torre, puesta su bandera encarnada con una faxa, tomaron una guitarra y se pusieron á cantar haciendoles burla. Entonces los gabachos retiraron las piezas y se metieron en el pueblo, que estaba como escuela de danzantes sin un alma, y á la tarde salieron con una banda de tambores y bandera blanca pidiendo parlamento á la torre: y el comandante de ella lo otorgó. Se acercaron y le propusieron se entregase ofreciendole grandes premios y á sus soldados respondió que tenia órden de su general Ballesteros para hacerlo quando todos sus soldados estubiesen con las piernas y brazos rotos á balazos y sin tener que comer; que hasta entonces estaban muy buenos y sanos, tenian comida y bebida para mucho tiempo, y pólvora y balas, granadas de mano y piedras para ir matanto á todo aquel exercito si tenia la osadia de arrimarse à la torre: y concluidas estas razones echaron son á la guitarra y cantaron todos juntos, dexando con la palabra en la boca al oficial gabacho que les hablaba, quitaron la bandera de parlamento y volvieron á tremolar la encarnada, á cuya vista se retiraron presurosos los curros, y en la mañana del 12 se marcharon por el camino del Burgo huyendo de la torre pues por no pasar á tiro de ella, hicieron un semicirculo por las viñas inmediatas; y van con la infamia de que habiendo venido decididamente á demolerla el jactancioso Leval, el cobarde Rey y otro general con 3500 hombres y 5 piezas de artilleria de montaña (de las que asestaron 3) se han vuelto á Antequera avergonzados del desprecio y burla con que desde ella los han tratado solos 51 españoles, aunque cada uno vale mas que toda Francia.

El despique de estos indignos fue el que siempre adoptan en tales casos, y el que les inspira su ninguna religion, ateismo, barbarie y baxa extraccion de sus generales y gefes, (nacidos y cirados todos de la gente mas soez de la Francia) pues se entretuvieron al fin en robar la iglesia, dividir la cabeza á la imagen de nuestra Sra. de Porticate, muy venerada de estos naturales, romper los brazos á la de Jesus Nazareno y picar los ojos á la del Sr. S. José Y c. con otras acciones tan feroces como propias de los hijos adoptivos de Satanàs.

Estos son los hechos, y puedes demostrarlos asi como constantes, para que el Redactor del diario de esa los inserte en su periodico; y no tengas dificultad en darle mi nombre para que tenga menos duda sabiendo mi destino.

La comision se retiró á la sierra, el 10 y el 11 pasamos á Igualeja donde estuvimos hasta ayer tarde que nos regresarmos. Alli tuve carta de mi Juana, inclusa en otra de Baeza.

    Este testimonio no hay que tomarlo al pie de la letra. Estamos seguros de que Pascual redactó la carta exaltado por los acontecimientos y que se tomó alguna que otra licencia. Pero en el fondo lo que cuenta es coincidente con lo acontecido. Decir que el Ramón Pérez que menciona era sargento, no teniente.

    Los franceses habían sufrido algunas bajas; tenían varios heridos y habían perdido a seis hombres, tres de ellos artilleros, lo que nos habla de la desesperada puntería de los españoles y de la prioridad de éstos en anular el fuego de artillería. Los defensores de la torre, en cambio, sólo habían tenido un herido.

    La Torre Vigía había superado con determinación espartana su primera y única prueba de resistencia y los proyectiles de plomo aparecidos en la restauración a los que hicimos referencia anteriormente fueron de los pocos testigos que quedaron de aquellos hechos. Y ahora me sale la irredenta vena arqueológica: hubiera sido muy pero que muy interesante, haber documentado con precisión la ubicación de esos impactos para ver su concentración y, mediante el análisis de ésta, determinar desde donde los franceses trataron de hacer la mayor mella en la torre y en qué posiciones se instalaron para atacarla.

    La torre no tuvo que aguantar más asedios, que sepamos, sólo el del paso del tiempo, que no es poco… Otro de los asedios es el de la desmemoria, el del olvido, ese si que es chungo... Finalmente los franceses se retiraron de una hambrienta Málaga el 28 de agosto de 1.812, buscando el camino de Granada, no sin antes volar varios torreones de la fortaleza de Gibralfaro, prenderle fuego a varias baterías del puerto y tratar de sacar 600.000 reales a la municipalidad, lo que no obtuvieron. La derrota de los invasores en la batalla de Arapiles (Salamanca) en julio de ese año frente a un ejército aliado compuesto de ingleses, portugueses y españoles al mando del duque de Wellingtong, Arthur Wellesley, había debilitado sobremanera su posición en la Península Ibérica y marcaba un punto de inflexión en la ocupación francesa peninsular. Napoleón tenía demasiados frentes abiertos, siendo el de Rusia el que más esfuerzo, recursos y hombres le devoraba.

    Se cerraba así un período de dos años de ocupación francesa de las indómitas tierras malagueñas y de sus no menos indomables gentes. Estamos seguros de que muchos soldados franceses al conocer las órdenes de abandonar Málaga, respirarían un tanto tranquilos.

 


 Detalle interior de la torre antes de su restauración, hacia el año 1.992, en la que se puede observar el aspecto interior de las aspilleras y los huecos donde iban insertas las pasarelas por donde discurrían los soldados. 
Arriba, a la izquierda, se aprecia parte de la derruida bóveda. 


    No sabemos qué fue de la torre cuando perdió su función defensiva y militar, que usos tuvo, para qué se empleó… Pero sabemos que durante la primera guerra carlista, en octubre de 1936, con el fin de defender la provincia, se establecieron guarniciones en Ronda, Casares, Gaucín y Yunquera, entre otros pueblos, por lo que la torre tuvo cierta función militar nuevamente, pero durante poco tiempo. Es posible que fuera en este momento en el que se abriera la aspillera inferior, la que hoy día es la entrada a la torre. A partir de ese momento, abandono total. Con el tiempo, a su alrededor los campesinos construyeron bancales donde seguramente cultivarían vides y en los que más tarde crecieron los olivos, donde las únicas esferas con forma de proyectil que conocería la torre serían la del pacífico fruto de aquellos cultivos, primero uvas y después aceitunas.

    Sabemos que antes de su restauración en los años noventa del siglo pasado llevaba muchas, pero que muchas, décadas de completo abandono y de dejadez que habían provocado su dramática y decrépita ruina física. Una noche en Monda, el yunquerano Pepe Frías, compartiendo una botella de fresco y sabroso Barbadillo con Pepi y mis padres, que son grandes amigos, rememoraba con ilusión infantil aquellos años de cuando era un chiquillo travieso, inquieto, en los que se metía a jugar dentro de la torre -El Castillo, como ellos lo conocían- con sus amiguitos a través de una tronera en la pared, donde se encuentra hoy la puerta de acceso. Recuerda que dentro de ella se mantenía en pie parte de una bóveda, pero que el resto de la estructura estaba muy dañada y vaciada por dentro. Allí dentro, ajenos al peligro de un edificio en ruinas, se iba a jugar con otros niños dejando volar la imaginación, a hacer sus travesuras infantiles, repechando y escalando por por las paredes, aprovechando salientes y agujeros. Y es que esas andanzas infantiles también forman parte de la historia, de la memoria y de la identidad de El Castillo, de la Torre Vigía de Yunquera.

 

Antigua foto de El Castillo de Yunquera, posiblemetne

de los años setenta u ochenta del siglo pasado. 

Castillos de España

Autor: Gómez de Saldado-Ansaldo

Archivo / Depósito: A.E.A.C. 

 

 

4. Conclusiones

    Por su posición, Yunquera tuvo bastante importancia en las acciones de guerra contra el francés durante la ocupación de Málaga, capítulo éste poco conocido más allá de por sus propios vecinos (a través de cierta recreación histórica) y de los ámbitos académicos. Una lástima. Y el Castillo de Yunquera o Torre Vigía es testigo mudo de estos hechos.

    El patrimonio castrense -fortificaciones y castillos- que existe en el Parque Nacional Sierra de las Nieves (¡y en Málaga!) es fabulosamente extraordinario y diverso, a ver si abrimos los ojos de una vez. Tenemos ante nosotros unos recursos auténticamente espectaculares que se insertan en unos paisajes no menos extraordinarios, que en gran parte de los casos se caen a pedazos (no en todos) y que están clamando por ser puestos en valor. Naturalmente hay excepciones: en Istán se restauró y consolidó la Torre del Bachiller Escalante; en Alozaina se restauró la llamada Torre de María Sagredo; y en Casarabonela se está haciendo lo propio con el castillo de Qasr Bonayra, previas excavaciones arqueológicas.

    Esta torre, este legado patrimonial, ha tenido varios usos en los últimos lustros, con desigual fortuna. Las intenciones han sido más que buenas, extraordinarias. Ha sido oficina de información turística y centro de interpretación, sede de empresas de turismo activo, centro de astronomía (de otero del horizonte a observatorio del firmamento y las estrellas)… alternando períodos en los que ha estado cerrada al público, como se encuentra en el momento en que redacto estas letras.

    En mi opinión personal, que no es mejor ni peor que la de nadie, la puesta en valor de El Castillo, de la Torre Vigía de Yunquera debería hacerse al calor de la declaración como Parque Nacional Sierra de las Nieves y en comunión con el resto del patrimonio fortificado de la Sierra de las Nieves, que es mucho y muy interesante, para dar lugar a la creación de una “Ruta de las Fortalezas de la Sierra de las Nieves” que sirviera de tirón, de elemento tractor para conocer el patrimonio de este territorio y estimular diversos sectores económicos. Porque en el Parque Nacional Sierra de las nieves y su entorno tenemos una gran diversidad de recursos relacionados con el patrimonio fortificado.

    Esta idea es perfectamente extrapolable al resto del territorio malagueño. No es la primera vez que planteo esta posibilidad. Tampoco soy el único que defiende este parecer, ya ha habido otros mucho antes y sin género de dudas, habrá otros después. Y no va a ser la última. Otras que he propuesto a nivel Sierra de las Nieves han sido rutas del agua, de la arquitectura popular… pero con la misma nefasta fortuna. Pero no me cansaré. En fin, en las inmediaciones del Parque Nacional Sierra de las Nieves contamos con numerosos vestigios de fortalezas y castillos, como en Ronda, Casarabonela, Benahavís, Monda… Esta sería una propuesta.

    También cabría la posibilidad más cercana y plausible de que la Torre Vigía alojara en su interior un espacio interpretativo dedicado a los olvidados neveros de la Sierra de las Nieves, a los trabajadores de la nieve. Ya lo he dicho en multitud de ocasiones, el nombre de Sierra de las Nieves procede de esta actividad económica que surgió en una fecha tan temprana como 1.565 (se dice pronto, ¿eh?, cuando todavía había moriscos) y se mantuvo viva en Yunquera -pero muy venida a menos- hasta los años treinta del siglo XX. Aunque en Tolox la actividad perduró diez o quince años más. Además de los pozos de nieve y de una ingente documentación archivística, se conserva unos de los más preciados tesoros: los testimonios orales de algunos trabajadores de la nieve yunqueranos, y de arrieros de Tolox y de Alozaina. Sorprendentemente, no hay en todo el Parque Nacional Sierra de las Nieves y su entorno ningún espacio dedicado a los neveros. Ni tan siquiera tienen dedicada una calle o una plaza, un espacio público, ni en Tolox, ni en Ronda, ni en Yunquera, donde principalmente se dio esta actividad.

 


Maqueta de un pozo de nieve en el interior de la torre
 

    Un espacio interpretativo, decía, que además de los neveros, incluyera también a otros oficios y trabajadores de la sierra. Porque, siempre lo he defendido, siempre lo he puesto de manifiesto: el Parque Nacional Sierra de las Nieves, además de ser un espacio natural es también un espacio CULTURAL. Si, CULTURAL, así, en mayúsculas y profundamente antropizado, profundamente humanizado. En mi opinión, que vuelvo a repetir, no vale más ni menos que la de nadie, su enorme dimensión cultural queda completamente oculta, velada, opacada por su trascendente dimensión natural, cuando las dos pueden y deben coexistir y retroalimentarse. Nos acordamos del pinsapo, de la cabra montés, de las peridotitas… y ¡ojo! eso está muy bien ¡hostia puta!, que estamos hablando de un Parque Nacional, pero imperdonablemente olvidamos a los cabreros, a los vaqueros, a los trabajadores de la nieve, a los carboneros, a los leñadores, a los tramperos y cazadores, a los bandoleros, a los guerrilleros, a los maquis, a los arrieros, a los esparteros, a los agricultores, a los guardas… Esas gentes fueron las que modelaron este irrepetible espacio dotándolo de memoria a lo largo no de cientos, sino de miles de años y hasta prácticamente nuestros días. Y las tenemos completamente olvidadas, apartadas, tanto a ellas como a sus legados. Y son ellas las que representan el auténtico corazón de la Sierra de las Nieves, su esencia.

    De cualquier forma y para su puesta en valor, debería ser un espacio que al margen de sus planteamientos y propuestas interpretativas, sirviera de puerta, de obligada parada a todas aquellas personas que quieran conocer el Parque Nacional Sierra de las Nieves, sus rutas, sus valores, su entorno, el pueblo… y desde donde se gestione un servicio de información de calidad, de guías, de transporte, de asistencia a los viajeros, donde se organicen actividades, donde se ofrezcan productos locales… en definitiva, un elemento dinamizador de los recursos locales, tractor de los sectores económicos e impulsor del desarrollo sociohumano y de la cultura. Este uso se podría compatibilizar con el de oficina del Parque Nacional Sierra de las Nieves.

    El Castillo de Yunquera ha sido testigo mudo durante casi dos siglos de los ires y venires de los yunqueranos. De las travesuras de los niños, del paso de los trabajadores del campo y de los jornaleros de la nieve, los neveros; de arrieros y recoveros, de viajeros y científicos, algunos de los cuales la mencionaron en sus memorias y apuntes… Y ahora de turistas y senderistas que la inmortalizan en sus inmateriales recuerdos digitales que comparten con profusión en sus redes sociales. Aguantó bien el asedio de los franceses, el abandono, pero ¿aguantará bien el asedio del tiempo? ¿Aguantará bien la desmemoria? Al patrimonio cultural hay que darle un uso, una utilidad, porque sino, desaparece. Se va al guano. Y con él, parte de nuestra historia, de nuestros legados y de nuestra identidad.

    Por otro lado no quiero acabar esta entrada sin destacar que la llamada Ermita Mora, la que seguramente fue la Ermita del Calvario y que hunde sus raíces en el siglo XVIII, debería ser protegida y restaurada para evitar su total pérdida, así como la era que tiene frente a ella. Se trata de un patrimonio cultural de carácter religioso de mucho interés que incomprensiblemente ha caído en el olvido.

 

    Y, bueno, después de toda esta retahíla, lo mejor es acabar esta visita a la Torre Vigía de Yunquera dando un paseo por el pueblo, sin lugar a dudas uno de los más bonitos de Málaga, y “jocicando” en un buen vaso de vino de la Taberna del Porfín ¡¡¡O DE DOS!!!










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