martes, 17 de junio de 2025

JOROX (ALOZAINA), UN PEQUEÑO PARAÍSO DEL PARQUE NACIONAL SIERRA DE LAS NIEVES

JOROX (ALOZAINA), UN PEQUEÑO PARAÍSO DEL PARQUE NACIONAL SIERRA DE LAS NIEVES

 

 

 
   Ninguna panorámica es capaz de captar la verdadera esencia 
y belleza de Jorox. 
 

 

En diciembre de 2023 publiqué una entrada en este blog relacionada con los importantes vestigios prehistóricos que a duras penas se conservan en el lugar de Jorox, más particularmente en la Cueva de las Vacas. Evidentemente ese bocado me supo a bastante poco porque Jorox es uno de esos rincones deliciosos, extrañamente mágicos, por los que no te cansas de pasear y disfrutar en cualquier época del año y a cualquier hora del día al amparo de su refrescante verdor y de la relajación casi maternal que te provoca el arrullo musical de sus aguas.

 

Pasear por Jorox para mí es como traspasar un umbral que de cierta manera me lleva emocionalmente a mi niñez, a esos paseos infantiles de aventuras y descubrimiento por las huertas de Alpujata, del arroyo del Viejo, de los Huertos (Monda)… Y es que tanto Jorox como las huertas de muchos pueblos del Parque Nacional de la Sierra de las Nieves, no dejan de guardar cierto misterio.

 

Tenía ganas de descubrir (y mostrar) los otros muchos aspectos y miradas que tiene este singular y paradisíaco rincón del Parque Nacional Sierra de las Nieves y en abril de 2025, cuando tuve la oportunidad de realizar una visita al lugar guiada por el profesor Matías Mudarra Martínez y otros miembros del Departamento de Ecología y Geología de la UMA dentro del proyecto Geolodía que también contaba con el apoyo y la promoción del Ayuntamiento de Alozaina, me animé a meterle mano. Y aquí volvemos a encontramos.

 

 

El día de la visita a Jorox. 

De izquierda a derecha: Miguel Rojas, María José Sánchez, María José Arias, Antonio Rueda y un servidor, en primer plano el hijo de Antonio y de su señora.

¡Que envidia de pelos y que buena mañana pasamos!

 


Esta pequeña -pero inmensa- pedanía de Alozaina con personalidad e identidad propias se encuentra situada a medio camino entre este municipio y el de Yunquera, encajonada en el angosto y escalonado valle que ha modelado sobre la roca viva el río Jorox, cuyas frondosas y generosas aguas nacen impetuosamente del vientre pétreo de Sierra Prieta.

 

Se trata de un espacio de especial singularidad debido a la combinación de varios factores como la complejidad geológica, su clima, la continua presencia de agua y los aprovechamientos humanos desde hace miles de años, pero muy especialmente desde el período andalusí.

 

En lo referente a su geología, este lugar se encuentra condicionado por la confluencia e interacción de rocas carbonatadas (mármoles, calizas y dolomías), rocas metamórficas (esquistos y gneises), travertinos y rocas ígneas plutónicas (las peridotitas).

 

Como telón de fondo, Jorox presume de tener a Sierra Prieta. Una formación montañosa compuesta por rocas carbonatadas que presenta fuertes pendientes, como corresponde a una formación de origen alpino, cuyo punto más elevado lo encontramos a 1.521 metros sobre el nivel del mar. Desde esa cima el panorama, las vistas, son realmente espectaculares, especialmente si diriges tu mirada hacia el Valle del Guadalhorce o la vecina Sierra de las Nieves. Una vez traté de subirla, pero por fortuna se desató una terrible tormenta y en ese momento tuve que desistir. A ver si en un futuro no muy lejano la puedo subir. 

 

Faldas de Sierra Prieta desde la Mesa de Jorox

y bajo el puente, las huertas.

El cambio del paisaje en tan pocos metros es pasmoso. 

 

 

Este tipo de formaciones carbonatadas, en su interior, poseen una enorme red de fracturas interconectadas por las que circula y se aloja el agua. Por ello detentan unas grandes propiedades acuíferas, almacenando grandes cantidades de agua. Son, como grandes esponjas que reciben y almacenan el agua de lluvia. Esas grietas, esos huecos, con el discurrir del agua a lo largo de millones de años, se agrandan formando conductos, galerías, cuevas… Esto se debe a que las rocas carbonatadas se disuelven con el agua de lluvia en un proceso denominado meteorización química. Mediante el mismo el agua de lluvia, cargada con dióxido de carbono, se acidifica ligeramente, lo que resulta en la disolución de las rocas carbonatadas al contacto en un proceso que dura océanos de tiempo. Muchas de esas cuevas se encuentran abiertas al exterior y han tenido aprovechamiento humano hasta tiempos relativamente recientes. Volveremos sobre este tema algo más adelante.

 

Ya tenemos el agua dentro de Sierra Prieta ¿Y ahora qué? ¿Por qué, por gravedad, no sigue bajando hasta el Manto o adónde sea? Pues porque en la base de esta formación se encuentran materiales geológicos de baja permeabilidad, que funcionan, por decirlo de una manera coloquial, a modo de tapón. De esta manera las aguas que permean y discurren por el interior de las rocas carbonatadas, llegan a un punto geológico mucho menos permeable en el que no bajan más o bajan con extraordinaria lentitud, permitiendo su acumulación. Formando lo que los científicos llaman un acuífero.

 

El acuífero del que se nutre el río Jorox pertenece al sistema acuífero Prieta-Bonela-Alcaparaín, de la Unidad HidrogeológicaYunquera-Nieves.

 

El sistema acuífero Prieta-Bonela-Alcaparaín cuenta con una superficie de 44 Km 2 y se reparte entre estas tres formaciones montañosas, de los que toma el nombre. Geológicamente se encuentra compuesta por dolomías, calizas y brechas de la unidad tectónica de Nieves y por mármoles, micaesquistos y gneises de la unidad de Yunquera.

 

Este acuífero se abastece mediante la infiltración del agua de lluvia y de fusión nival y realiza su descarga principalmente a través de manantiales y, en menor medida, a través de sondeos que se utilizan para abastecimiento, riego y envasado de agua mineral. Las principales surgencias del sistema son las del río de Jorox y la de fuente Quebrada.

 

El manantial de Jorox, a lo largo de su historia geológica, se situó en varios lugares diferentes. O sea, el actual nacimiento no es el que ha existido siempre. Los movimientos tectónicos, los corrimientos del terreno… pueden cambiar la morfología interna de las sierras y allí donde brotaba un manantial, deja de hacerlo y nos encontramos con que el agua ha encontrado una salida por otro lugar. El manantial de Jorox no ha sido una excepción.

 

Los siguientes elementos geológicos, las rocas metamórficas (gneises, esquistos) y plutónicas (peridotitas), son materiales de baja permeabiliad que entran en contacto con el macizo de Sierra Prieta por su borde sureste. Las peridotitas pueden observarse muy bien conforme ascendemos desde Alozaina, en el corte de la carretera.

 

Las peridotitas son rocas ígneas plútónicas (por su formación en el interior de la tierra) y ultramáficas (por su bajo contenido en sílice). Son muy singulares, pues proceden del Manto terrestre y llegaron a la superficie hace millones de años gracias a una serie de movimientos tectónicos muy complejos. 

 

 

 Afloramientos de peridotitas que podemos observar en la carretera

de Alozaina a Jorox 

 

 

Se encuentran formadas principalmente por olivino, piroxenos y otros minerales, que contienen muchos metales pesados y dejan unos suelos pobres en nutrientes, por lo que son muy adversos para los cultivos y la vegetación en general. Aún así y como ocurre en la vida, existen plantas que se adaptan a esas adversidades y proliferan en ellos, siendo una vegetación bastante especial y con un valor científico y ecológico excepcional. Hay pinsapos que crecen en peridotitas, como el pinsapar de los Reales de Sierra Bermeja o algunos de los pinsapares de Tolox, pero también existen algunas plantas endémicas adaptadas a este tipo de suelos.

 

 Mi melenudo Finnlay Sánchez Coleman observa con curiosidad infantil y aventurera

los restos arqueológicos emirales de los Realillos de Sierra Bermeja,

mientras al fondo se despliega el pinsapar de los Reales de Sierra Bermeja.

 

 

Las peridotitas tienen una importancia enorme por distintos motivos: a través de su estudio podemos aproximarnos al conocimiento del Manto terrestre; contienen recursos minerales muy importantes como cromo (es la principal fuente mundial), níquel, cobalto, platino y otros elementos; se está estudiando sus capacidades de retención de dióxido de carbono, para la lucha contra el cambio climático; es basamento de una biodiversidad única donde existen, como se ha mencionado, numerosos endemismos.

 

Existen muy pocos afloramientos terrestres y su presencia en la Sierra de las Nieves ha sido una de las razones para la declaración del Parque Nacional Sierra de las Nieves. En este blog ya hemos hablado de ellas. En nuestra provincia gozamos de varios afloramientos de peridotitas, siendo el más destacado el de Sierra Bermeja.


Su aspecto verdoso, dado por el olivino rico en hierro, se torna rojizo al entrar en contacto con el aire y el agua, se oxida adquiriendo una tez rojiza, parda, bermeja… de ahí que algunas reciban un nombre relacionado con su color, como Sierra Bermeja, Sierra Parda...

 

Peridotitas

 

 

Por último, tenemos a los travertinos, que los encontramos en varios afloramientos aislados por la ladera sureste de Sierra Prieta, destacando la denominada Mesa de Jorox. La palabra “travertino” procede del término latino lapis tiburtinus, o sea, “piedra del Tíber”. El río Tíber nace en los Apeninos y discurre por varias regiones y ciudades, atravesando la ciudad Roma, con la que mantiene un vínculo histórico cultural muy poderoso. En la ciudad de Tívoli los romanos tuvieron una importante cantera de roca travertínica que empleaban para la construcción, dadas sus cualidades. Muchos edificios romanos, como el Panteón de Agripa, están edificados con esta roca.

 

 

 El famoso Panteón de Agripa

 

 

El travertino se forma por la precipitación del carbonato cálcico disuelto en agua. El proceso es fascinante, a ver si lo podemos explicar de forma más o menos que se entienda: el agua subterránea que circula por entre las rocas calizas ricas en carbonato de calcio en el interior de las montañas, como Sierra Prieta, contienen cierta cantidad de dióxido de carbono, lo que le da una ligera acidez a esta agua, la suficiente como para disolver las rocas calizas o carbonatadas. No es una acidez en plan sangre de Alien, así a lo bestia, pero algo parecido, aunque mucho menos contundente. Esa disolución de las rocas dentro de la sierra da lugar a la aparición de un fascinante mundo subterráneo lleno de cuevas, grutas, simas… mientras que el agua que fluye incorpora y arrastra ese carbonato cálcico, esos materiales.

 

 Travertinos en el cauce del río Jorox modelados

por la acción erosiva del agua 

 

Cuando este agua se libera, cuando este agua sale al exterior a través de manantiales, surgencias, nacimientos… como el de Jorox, se producen una serie de cambios en las condiciones físico-químicas, como la disminución de la presión al salir el agua al exterior (lo que disminuye la gasificación del dióxido de carbono), el aumento de temperaturas en el caso de manantiales termales (que contribuye a la liberación del dióxido de carbono del agua) y la actividad biológica (la fotosíntesis de plantas y algas acuáticas consume dióxido de carbono).

 

La disminución del dióxido de carbono en el agua al salir al exterior por los motivos expuestos, resulta en un proceso de precipitación del carbonato cálcico que transportaba el agua y que había arrebatado a las rocas calizas y carbonatadas del interior de la sierra, en una concentración de este material que cristaliza sobre la superficie por donde discurre el agua. Se trata de un proceso muy lento pero continuo que va formando capas que, al superponerse, aumentan el espesor de la roca que va formando estas deposiciones de carbonato cálcico. En este prolongado, constante y lento proceso, es común que queden atrapados restos de plantas, pequeños animales… formando a la larga una estructura porosa donde se aprecian improntas de ramas y hojas.

 

 

 Juntos, pero no revueltos. 

Encuentro entre travertinos y peridotitas.

 

 

En este proceso, cuando el agua desgasificada pero cargada de carbonato cálcico fluye por una superficie, especialmente por zonas con desniveles o saltos de agua, la precipitación continuada de carbonato cálcico tiende a componer estructuras con forma de terraza. La Mesa de Jorox es el ejemplo más gráfico y claro, pero hay otras plataformas de travertino distribuidas entre las huertas de Jorox y zonas aledañas. Igualmente, por todo el ámbito del Parque Nacional Sierra de las Nieves podemos disfrutar de la magia de estas formaciones en lugares como Ojén y Casarabonela, cuyas plataformas de travertino acunan a estos pueblos y ofrecen soporte a las fortalezas de ambos municipios, haciéndolas poco accesibles. 

 

La popular Mesa de Jorox

 

 

En Yunquera también tenemos unos preciosos ejemplos y en otras zonas de Málaga, como Puerto Rico (Marbella), en Maro (Nerja) o Coín.

 

 

 Travertino de Puerto Rico, Marbella.

 

 

En las plataformas de travertino, dada su naturaleza, ha sido frecuente la existencia de cavidades y grutas. Las apreciamos en la Mesa de Jorox, donde hay varias que han tenido usos desde la Prehistoria hasta prácticamente nuestros días. Y, dadas sus características, ha sido empleada en muchos lugares con profusión para la construcción. Por ejemplo, en Monda, los molinos harineros que se marchitan en el paraje de Alpujata, tienen sus bóvedas construidas con sillarejos este material. En Monda no hay travertinos, por lo que debieron de venir de la cercana población de Coín cuyas fascinantes plataformas albergan en su interior numerosas estructuras de factura humana, donde sobresale su singular iglesia mozárabe.

 


Esquema cartográfico con la ubicación de los afloramientos de travertinos en el borde SE de Sierra Prieta. Modificado de Delannoy et al. (1993)

 

 

El agua en Jorox es magia. Pura magia. ¿Cuántas veces he comentado que el mayor patrimonio natural y cultural que tiene la Sierra de las Nieves es el agua? Muchas, desde luego y no me cansaré. El agua ha modelado las montañas calizas de la Sierra de las Nieves, que son mayoría, creando una enormidad de red de simas, sumideros, tajos, cuevas y cavernas, muchas de las cuales fueron empleadas por el ser humano (como moradas, como tumbas, como corrales de ganado, como refugios…) hasta tiempos recientes legándonos un importante legado arqueológico y numerosas manifestaciones artísticas rupestres. El agua ha dado vida a ríos, arroyos y manantiales, generando unos ecosistemas muy singulares y de gran biodiversidad. Esa agua, tomada de ríos y manantiales y domesticada mediante acequias, atarjeas, albercas, lomos… mediante el conocimiento ancestral de los campesinos, permitió el desarrollo de la agricultura irrigada y de los espacios de huerta desde época andalusí y fue el inagotable alimento de los molinos harineros, de algunos molinos de aceite, de los batanes… dando lugar a oficios tan singulares como el de los aguadores o alcaldes del agua. Fuentes y lavaderos públicos también se abastecían de agua, cuyos usos acababan dando sentido a estos tradicionales espacios de agregación colectiva. El agua, estrechamente ligada a nuestras creencias y nuestra tradición cultural por medio de los ritos cristianos y con carácter purificador. El agua que, en forma sólida, de nieve o hielo, daba sentido al oficio de nevero y con ello al nombre que compartimos los vecinos de la Sierra de las Nieves…

 

Ya hemos señalado a grandes rasgos los orígenes de las aguas de Jorox, al que Pascual Madoz, en su famoso Diccionario Geográfico y Estadístico de 1845, describía con las siguientes palabras:

 

En el térm de esta villa nace el río titulado de Jorox; es de curso perenne, y corre de O. á E. a la distancia de 1/2 leg. de la población: sus aguas fertilizan una ribera de huertas, introduciéndose después en término de Yunquera. 

 

 


 Nacimiento del río Jorox 

 


 El nacimiento de Jorox se encuentra bajo el puente de la derecha

 

 

Sin agua no tendríamos Jorox. Punto. Pero afortunadamente la tiene. Y la tiene porque nace de un manantial a los pies de Sierra Prieta. Esa agua, fuente de este pequeño paraíso, fue domesticada por el ser humano en época andalusí. Mediante una compleja y estudiada red de azudes, acequias, partidores y algunas albercas (muy pocas), las aguas de Jorox fueron conducidas a distintos espacios agrícolas creados ad hoc, a terrazas naturales y artificiales donde se implantaron los cultivos, y a los molinos harineros que con el tiempo se fueron instalando para que, con su inagotable fuerza, hiciera mover los rodeznos que a su vez hacían girar las piedras de moler para molturar y transformar el cereal en harina para elaborar el pan nuestro de cada día, una de las bases de nuestra dieta mediterránea desde hace milenios.

 

A medida que el ser humano fue domeñando el agua mediante esa compleja y estudiada red arterial que representan las acequias, fue haciendo brotar un paisaje agrícola de terrazas y regadíos que ha evolucionado a lo largo del tiempo hasta nuestros días, dando de comer a generaciones y generaciones de familias campesinas. Y que seguirá evolucionando y mutando cuando ninguno de los pocos que estemos leyendo esto (si es que de milagro has llegado hasta aquí) nos encontremos in hac lacrimorum valle, de manos de generaciones futuras, de otras condiciones climáticas, de movimientos tectónicos, de las decisiones de futuras generaciones...

 

Junto a ello, el ser humano también creó unas normas basadas en el uso y la costumbre para el empleo compartido y equitativo de esas aguas entre los campesinos, así como la figura del aguador o alcalde del agua, la persona encargada de velar por el uso de los derechos de riego y de uso de las aguas y que evitaba en la medida de lo posible los conflictos que surgían entre los agricultores, que no eran pocos. Así, al patrimonio cultural material representado por las terrazas, acequias, molinos, albercas… se le suma un patrimonio cultural inmaterial representado por los conocimientos técnicos agrícolas e hidráulicos, los derechos de uso del agua, los antiguos oficios… Con un único elemento rector, atomizador y soberano entre ellos dos: el Ser Humano. Así, en mayúsculas.

 

 



 

 

Las acequias de Jorox están muy vivas, al menos gran parte de ellas

 aunque el sistema de goteo

también se introdujo hace mucho tiempo. 

 

 

La domesticación de esas aguas y la transformación del paisaje de Jorox no fue flor de un día ni un huevo que se echó a freír, sino un proceso complejo que se desarrolló a lo largo de una dilatada extensión de tiempo y a base de mucho esfuerzo y trabajo, a golpe de azada y rotura de espalda. A medida que se fue necesitando más superficie cultivable, las familias campesinas fueron ampliando las terrazas de cultivo y la red de acequias, que se fue volviendo más compleja. Los primeros espacios aprovechados fueron los más próximos al manantial, razonablemente, pero a medida que fue creciendo la demanda, fueron poniéndose en cultivo espacios más alejados. Éstos tuvieron que acondicionarse mediante la ampliación de las acequias y la construcción de nuevas terrazas. Éstas se realizaban levantando paredones de piedra, normalmente de travertinos que, como hemos visto, abundan en este lugar. Se utilizaron no miles, sino millones de rocas de travertino para escalonar mediante terrazas toda la superficie cultivable. Un trabajo duro, durísimo, que implicó el esfuerzo no sólo de cientos de familias campesinas, sino de decenas de generaciones de cientos de familias campesinas. Lo poco que he observado de estas terrazas es que se realizan en seco, sin argamasa, como es tradicional, empleando la técnica denominada “piedra seca”, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Normalmente tienen un volumen manejable con dos manos, pero he podido ver algunas paredes mejor trabajadas que otras, donde aparecen los travertinos cortados formando sillarejos de tamaño notable y enripiados con fragmentos de rocas calizas.

 


 

 Bancales construidos con travertinos

 

 


 Detalle de un travertino

 

 

Un estudio interesante de los espacios de regadío lo realizó Antonio Ordóñez Frías (Hidráulica y poblamiento andalusí en el valle de Jorox. Una aproximación desde la metodología arqueológica. Takurunna, n.º 3, año 2013, pp. 91-126, issn: 2253-6191), al que seguiremos en parte con la descripción de los sistemas de acequias que describiremos a continuación.

 

Del manantial de Jorox situado bajo el puente, parten dos acequias, una a la izquierda, la de los Molinos; otra a la derecha, que inmediatamente se bifurca en la acequia de los Bravos y la acequia de las Huertas; y otra que discurre paralela al río y que riega las huertas adyacentes. La de los Molinos, que debe su nombre por ser la arteria hidráulica que accionaba la maquinaria de todos estos antiguos ingenios, tiene la nada desdeñable longitud de algo más de dos kilómetros. Al poco de su nacimiento se desprende su primer ramal, la acequia del Rompeízo, que riega unas parcelas por debajo de las primeras casas de Jorox y de la Venta Rivita. La acequia de los Molinos continúa por la margen izquierda y se cree que en los primeros metros se encontraba el molino de la Riada, o de la Riá, del que parece conservarse solamente el cubo o parte de él. Continua esta acequia hasta llegar al segundo molino, el de la Pasada, donde cruza a la margen derecha unos metros más arriba de la Ermita de Jorox. De ahí parte un ramal secundario, la acequia de los Amaya, que alimenta una serie de cultivos de la margen derecha y desemboca en la acequia Alta.

 

 

 

Acequia de los Molinos aguas abajo del nacimiento, 

poco antes de llegar a los retos del molino de la Riá

 

 

 


 Cultivos bajo la venta La Rivita
 

 


Edificio inacabado donde estuvo el molino de la Pasada, 
del que sólo queda el cubo y donde verdea una higuera 
 

 

La acequia de los Molinos continua sobre un canal elevado de más de dos metros de altura hasta el tercer molino, el del Planchero. Unos metros antes, otro ramal parte desde el lado derecho dirigiéndose hacia la acequia Alta. La de los Molinos continua, descendiendo de cota de forma abrupta por lo inclinado del terreno, y atraviesa varios molinos más, distribuyendo sus aguas a través de numerosos ramales secundarios que irrigan las huertas aledañas.

 

 

 

Acequia de los Molinos enfilando al molino del Planchero

 

 

Perro haciendo de perro. Huellas caninas sobre una
antigua reparación de la acequia de los Molinos.
 Se ve que la criatura quería trascender a la posteridad 

 

Desde el nacimiento, en el lado derecho, nos encontramos con las señaladas acequias de los Bravo y de los Huertos, junto con una tercera que discurre paralela al río. Todas estas confluyen con la acequia de los Amaya, dando lugar a la acequia Alta, que discurre por debajo de la pared rocosa y las cuevas de la Mesa de Jorox hasta desembocar en la acequia de los Molinos, no sin antes vivificar una amplia superficie de riego.

 

 Nacimiento de la acequia Alta

 

 

 


Acequia Alta a su paso bajo la Mesa de Jorox 

 

 

Poco más abajo, pasada la casa de los Merinos, del río Jorox nace otra acequia, la de la Media Alpargata, mediante un atajadizo. Ésta continúa y serpentea regando más huertas.

 

En la margen izquierda, aguas abajo y zona de gran pendiente, nos encontramos otras dos acequias, la del Moro y la de la Nana, que tomaban sus aguas desde unos azudes situados en el río Jorox. La del Moro es extensa, pues tiene varios kilómetros de longitud, llegando a desembocar en el río del Plano, que nace en Yunquera, poco antes de su inserción con río Grande. La acequia de la Nana, a cota más baja que la anterior, tomaba sus aguas también de un azud para regar las tierras más próximas al cauce.

 

 La acequia del Moro, al fondo el Torrecilla, cima del

Parque Nacional Sierra de las Nieves

 

 

Unos cientos de metros más abajo, desde otro azud o atajadizo, parte la acequia de las Corchas, que discurre aguas abajo regando otras superficies.

 

Junto al manantial de Jorox y la red de acequias brevemente descrita, existen dos captaciones de agua que riegan unas pequeñas extensiones. La primera de ellas es la del Portezuelo, donde nos encontramos una angosta mina que abastece a una pequeña alberca que riega unos cuantos bancales. Se encuentra junto al antiguo camino de Jorox a Yunquera. Unos metros más arriba de la misma, la vegetación deja entrever muy malamente los restos de una alberca. En el segundo caso, nos encontramos con dos pequeños manantiales que brotan bajo la Mesa de Jorox asociados a unas pequeñas cuevas que desembuchan unas aguas que se recogen en dos albercas para abastecer unas pequeñas huertas.

 

 


 La mina del Portezuelo con su alargada alberquilla, que más parece un pilar

o un abrevadero 

 

 

 

Manantial de las cuevas de la Mesa de Jorox

(Foto: A. Vela Torres, 2012) 

 

 

 

Detalle de la captación del manantial de las cuevas de la Mesa de Jorox

(Foto: M. Sánchez Pérez, 2012) 

 

 

Las generosas y cristalinas aguas del nacimiento han permitido desde época andalusí alimentar variados cultivos de regadío, donde destacaban numerosos frutales y una gran diversidad de hortalizas. Pero los naranjos, antaño numerosos, han ido cediendo gran parte del espacio al sediento aguacate, mucho más productivo en estos tiempos.

 

En el siglo XVIII, por el Catastro delMarqués de la Ensenada, sabemos que había unas 12 fanegas de regadío. En su respuesta n.º 10, al respecto de las tierras de regadío, así lo recoge:

 

...de regadio pobladas de Hortaliza, como quatro (fanegas) y de sembradura de Mais como ocho...

 

 

 Portada del Catastro de Ensenada referente a Alozaina

 

 

Una centuria más tardes, en el siglo XIX, la superfice de regadío había crecido en cuatro fanegas más. Una superficie importante. El antecitado Pascual Madoz señalaba de su producción lo siguiente:

 

...y de todas ellas se cuentan 1,300 fan. de primera suerte, 700 de segunda, y 400 de tercera : 16 tienen regadío de la cañada de Jorox, las que se destinan al cultivo de hortalizas, árboles frutales, lino y zumaque

 

Pero no todos son huertas y acequias en Jorox. También hay plantíos de secano. Alrededor de los regadíos encontramos algunos frondosos algarrobos y sobre la Mesa, compartida a medias con Yunquera, señorean unos hermosos olivares rodeados de pinares. En el pasado, hasta finales del siglo XIX, hubo muchas viñas en la zona. Algunos bancales abandonados son todavía visibles en la ladera de Sierra Prieta, sobre la Cueva del Algarrobo o de la Murcielaguina, testigos cada vez más mudos y difusos de un paisaje agrario pasado, difunto. Todas se perdieron con la crisis de finales de esa centuria, provocada entre otros motivos, por la filoxera.

 

Ya sobre la carretera, aguas arriba del manantial, son los pinos los que se adueñan de las faldas de Sierra Prieta.

 

En Jorox existen otros muchos elementos fruto de la interacción del Ser Humano con este espacio desde antiguo:

 

Conserva un puente que cruza sobre el río de Jorox. Éste formaba parte del viejo camino que iba de Alozaina a Yunquera. Es de medio cañón, volado sobre el cauce y a una altura considerable sobre el mismo. Tiene un sólo ojo de medio punto. El suelo se encontraba originalmente empedrado. Por su técnica constructiva, seguramente sea del siglo XVIII o incluso del XIX. Eso no quita que anteriormente pudiera haber existido otro más antiguo. Gracias a "El blog de Manuel" he podido recabar una fotografía desde abajo. Confirmamos que es de un arco de medio punto apeado sobre travertinos en lo más estrecho del barranco que modela las aguas del Jorox. Se compone de dovelas bien trabajadas realizadas con el travertino local, como era de suponer. A los lados del arco vemos unos huecos. Se trata de los mechinales, espacios donde se anclaba el andamiaje de madera con el que trabajaban los albañiles. Estos mechinales son muy frecuentes en obras antiguas. Es un arco muy sencillo, pero de gran belleza y esbeltez, embebido en un paisaje precioso. Más allá o más acá debe de tener un grabado con la fecha de realización, costumbre muy habitual en este tipo de obras.

 

 

Antiguo puente sobre el río Jorox.

¡Gracias "El blog de Manuel" !

 

 

Otro de los elementos esenciales de Jorox es su ermita, íntimamente ligada a la Romería de Jorox. La ermita del Santo Cristo de la Veracruz de Jorox se sitúa junto a la acequia de los Molinos. Se trata de un edificio sencillo, humilde, de planta cuadrada, con una fachada que dispone de un acceso rematado con una pequeña espadaña con campana, que sustenta una cruz. Se cubre con un tejado a dos aguas con tejas de medio cañón. Por su factura y técnica constructiva, estamos ante un edificio de la segunda mitad del siglo XX. Lo que desconozco es si se edificó sobre las ruinas de otra ermita anterior, más antigua.

 


 
 
Ermita de Jorox y detalle de su puerta

 

En su interior alberga al Cristo de la Veracruz, que se procesiona en Semana Santa, siendo trasladado a la Iglesia de Santa Ana, el sábado anterior al Domingo de Ramos y devuelto a su lugar de culto el domingo siguiente al Domingo de Resurreción.

 

Esta ermita es destino de la Romería de Jorox, que se celebra el primer domingo del mes de mayo, coincidiendo con las Cruces de Mayo. Durante la misma, se celebra una Misa Rociera sobre la Mesa de Jorox, donde nos encontramos la Cruz de Jorox. Los romeros y romeras disfrutan de un día en el campo con música, comida y el tradicional baile de Alozaina “Los Fandangos de Jorox”.

 

 

Romería de Jorox

 

 

Existen otros elementos en el paisaje de Jorox a tener en cuenta. Sus cuevas, además de que algunas tuvieron usos humanos en la Prehistoria, también fueron aprovechadas como viviendas y como corrales para el ganado en tiempos más recientes. Las vemos en las faldas de la muela de Jorox, sobre la acequia de los Molinos y a ambos lados del barranco de Jorox. Destacan la Cueva de las Vacas o del Tajo de Jorox y la de la Murcielaguina.

 

 


                                  Tajo de Jorox y su cueva homónima, visible desde la carretera
 

 Grabados de la Cueva del Tajo de Jorox.
Su cronología es Solutrense (22.000-15.000 a. de C.),
realizada por grupos de cazadores-recolectores. 

 

Por encima del espectacular Charco de la Caldera, en plenas peridotitas, existe una mina horadada en el vientre de la sierra. No conocemos su cronología ni su origen. Tampoco estamos completamente seguros de si se trata de una mina en sí o una cata, una exploración para ver las posibilidades y viabilidad de la explotación. Pero nos inclinamos por lo primero y creemos que pudo responder a una pequeña explotación minera relacionada con el aprovechamiento del cromo-níquel. En el siglo XIX y sobre todo en el XX, en los contextos peridotíticos malagueños abundaron este tipo de explotación. En la cercana Carratraca, en la Sierra de Aguas, que también es de peridotitas, existieron desde mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX varias de estas minas. La mayor parte de este mineral se exportaba a Berlín y Londres, donde se aleaba con otros metales. También en Ojén, en la ladera sur Sierra de Alpujata, encontramos minas de estas características, donde destaca La Gallega, explotada hasta los años ´70 del siglo XX y que contiene más de 400 metros de laberínticas galerías. En Monda tenemos constancia de la existencia de una de estas explotaciones en la Sierra de Alpujata, pero aún no la tengo localizada.

 

 

  
                  
 Mina junto al charco de la Caldera  

 

 

 


 Charco de la Caldera

 

Otro elemento que no está a la vista pero que se encuentra en el entorno y que nos muestra otro de los antiguos oficios realizados en este entorno, es una calera, que se sitúa sobre la muela de Jorox. Y es que en la zona inmediata de Sierra Prieta existen varias caleras, dado que la presencia de rocas calizas y de monte bajo, fueron una combinación perfecta para esta actividad ya desaparecida de nuestros paisajes y casi de nuestra memoria. Son muchas las caleras que existen repartidas por las sierras de todos los pueblos del Parque Nacional Sierra de las Nieves. Tengamos en cuenta que la cal no sólo se empleaba para encalar, ese fue un uso relativamente tardío. La cal se empleaba para la construcción desde antiguo, hasta la generalización de los cementos químicos. La calera de la que tengo constancia documental más antigua es del siglo XVI y se encontraba (y quizás aun se encuentre) en una zona entre El Burgo y Yunquera. Pero de caleros y caleras hablaremos en una próxima entrada.

 


 

Dos de las caleras de Sierra Prieta.

Fotos de el muy recomendable "El blog de Manuel"

 

 

Intencionadamente he querido dejar para el final su espectacular sistema de molinos.

 

¿A quién no le gusta el pan? Calentito, recién hecho, generosamente untadito con manteca colorá con chicharrones. O tostadito, con su buen restregón de ajos, con aceite y tomate, y si le ponemos jamón ¡ojú! O para entrar a matar en unos buenos huevos fritos con cebollinos y ajetes. O fritito y embadurnadito de miel… ¡Ay, si yo pudiera! ¡Mecagüentó!

 

El pan ha sido y es el pilar fundamental de la alimentación en el Mediterráneo desde hace miles y miles de años. El vínculo que tenemos con él no sólo es gastronómico, supone todo un cordón umbilical que nos une en lo cultural y en lo vital. En el Parque Nacional Sierra de las Nieves y su entorno se lleva elaborando desde hace milenios, pues no son pocos los molinos abarquillados encontrados en distintos puntos de este territorio y asociados a antiguos asentamientos humanos que ya usaban las poblaciones neolíticas.

 

Y aunque hoy día compramos el pan (recién hecho, de molde, con semillas, con cereales… de multitud de tipos, para aburrir) en cualquier panadería del pueblo o de la ciudad, en cualquier tienda, en cualquier supermercado, los más veteranos recordarán (recordaréis) que antes, no hace tantos años, no era así, no era tan fácil la cosa. Antes el cereal panificable se cultivaba en las inmediaciones de los pueblos, se segaba bajo un sol inclemente a mano, asistido con la hoz, suerte de extensión del brazo incansable y trabajador del campesino, y se recogía en haces que eran llevados a las eras para, más tarde, ser trillado y aventado, esto es, separado el dorado grano del rubio y dócil tallo. ¡Cuánto esfuerzo humano y animal caben en un puñado de granos! Y era en esos humildes molinos harineros de cada localidad, en esos pequeños templos, donde se obraba el mundano milagro diario de la transustanciación del grano de cereal en harina con la que elaborar el pan nuestro de cada día. Un pan recio, con sabor a tradición, que espantaba pasajeramente el hambre y ayudaba a sobrevivir cada día a la dureza de la vida de antaño.

 

Los molinos hidráulicos harineros son unos ingenios ciertamente frecuentes en los entornos del Parque Nacional Sierra de las Nieves que, tristemente y por lo general, han sido muy poco valorados, muy poco tenidos en cuenta. Gran parte de ellos exhiben un estado de conservación lamentable. La mayoría se encuentran muy transformados y deteriorados. Sin embargo, hay excepciones, como el Molino de Albaiva de Casarabonela, donde se ha restaurado y puesto en valor un ingenio de estas características cuyos orígenes hay que buscarlos en el siglo XV, en plena época nazarí, y cuya visita siempre es muy recomendable y necesaria.

 

Volviendo a Jorox, merced a la generosidad de sus aguas, hubo muchos molinos hidráulicos harineros, aunque por distintas razones no todos llegaron a nuestros días. Tampoco surgieron todos a la vez, como vamos a ver.

 

Lo primero que tenemos que hacer para seguir la pista de estos molinos es dirigir nuestra mirada, empujada por la curiosidad, a las fuentes archivísticas y documentales. Para mí esto ha sido muy fácil porque he tomado un cómodo atajo: he consultado varias publicaciones y un archivo online, por lo que no he tenido que ir directamente a los archivos históricos, aunque me encante consultarlos. De esta manera, las primeras noticias documentales que poseemos datan de finales del siglo XV, cuando se produce el repartimiento de las tierras de Alozaina entre los nuevos repobladores tras la conquista castellana del territorio nazarí y se le concede un lugar para un molino nuevo a un tal Juan de Moya, al que seguro no le gustaría ciertos chistes:

 

Juan de Moya. Diósele un sytio para molyno en un herydo nuevo, media legua del lugar, en el río Xoros, camino de Yunquera, sin prejuicio de tercer (R. BEJARANO PÉREZ, 2004, p. 459). Al no dar más datos, no sabemos dónde estaría ubicado a ciencia cierta.

 

Otra alusión a un molino en Jorox la encontramos en 1571, con la realización del apeo de Yunquera y en el deslinde con Alozaina. Se toma como punto de referencia un molino del valle:

 

Desde el dicho puerto de los Almogábares a la majada del Espartal, e

de aquí al portezuelo asomante al molino del Xorrón, y de aquí el río a abaxo… (AHPG, Libros de Población, Yunquera, libro 6467, 1571, ff. 87R-v.). Tampoco, con esta breve reseña podemos atisbar de que molino se trataría.

 

Para Antonio Ordóñez Frías estas descripciones pudieran estar haciendo referencia al desaparecido Molino de la Riada o de la Riá:

 

“Desde nuestro punto de vista, este puede tratarse del situado en los inicios de la acequia de Los Molinos, que en época contemporánea se denominaba de La Riada, basándonos en que desde el puerto del Portezuelo hay una perspectiva muy clara de este tramo de la cabecera del río”. (HIDRÁULICA Y POBLAMIENTO ANDALUSÍ EN EL VALLE DE JOROX. Una aproximación desde la metodología arqueológica. Takurunna, n.º 3, 2013. Anuario de estudios sobre Ronda y la Serranía)

 

A finales del siglo XVI, ya expulsados los moriscos, se concede una licencia para la construcción de un molino hidráulico harinero junto a los restos de otro anterior, dada la necesidad de que ubiesse moliendas, porque, entendemos, habría más demanda de harina panificable:

 

...en el pago de Jorox, en la chorrera junto a otro molino caydo que era antes, sin prejuicio, a tenor que en la dicha villa de Aloçayna tenia necesidad de que ubiesse moliendas, y por nos otra peticion vos dimos licencia para que pudiere tomar el dicho sitio para hazer el dicho molino… (Archivo Municipal de Málaga, Escribanía del Cabildo, legajo 16/3, 1594, f. 277)

 

Ahora vamos a dar un salto temporal al siglo XVIII y vamos a revisar el contenido del Catastro de Ensenada referido a Alozaina. En este rico documento tan sólo se recogen cuatro molinos harineros en 1752:

 

el uno perteneze a Francisco Fernández y Sebastián Rodríguez y que la parte que en el tiene el dho Rodríguez la tiene en arrendamiento el expresado Fernández en seis fanegas de trigo anuales…

 

el seguno perteneze a Juan Merino que lo tiene arrendado a Francisco Raphael en diez y ocho fanegas de trigo…

 

el tercero perteneze a Juan Muñoz y Fernando Muñoz que lo tienen arrendado a Francisco Fernández en treinta y seis fanegas de trigo…

 

el quarto perteneze a Maria Theresa Rodríguez viuda y Juan Muñoz que le tiene arrendado dho Juan Muñoz a la dha Rodriguez su parte en seis y media fanegas de trigo…

 

A partir del siglo XVIII se advierte un aumento del número de molinos hidráulicos harineros, que producirían harina no sólo para el consumo local, sino también para la exportación. En Casarabonela y en Ojén, también observamos esta tendencia. Y posiblemente también en Istán, pero aún no le he metido mano en este aspecto a este pueblo y espero no demorarme mucho.

 

Ya a mediados de la siguiente centuria, el diccionario de Pascual Madoz nos habla de las huertas de Jorox y de la existencia de un molino más:

 

Ind.: cinco molinos harineros,…

 

En la actualidad, sabemos que existen o existieron en Jorox siete molinos harineros de una o dos paradas y con grados de conservación muy distintos que estuvieron vinculados a una misma acequia a la que dieron nombre, la acequia de los Molinos. Se ve que en la segunda mitad del siglo XIX se construyeron otros dos (o tres, si tenemos en cuenta el molino del Chocolatero). Estos son los molinos de los que tenemos constancia en Jorox:

 

Molino de la Riada o de la Riá. Al parecer se encontraba ubicado muy cerca del nacimiento de Jorox en la acequia de los Molinos, a varias decenas de metros. Según se conoce, sólo tenía una parada y se conserva parcialmente su cubo, habiendo sido arrasado el resto de la estructura durante una fuerte riada.

 

El molino de La Pasada nos lo encontramos casi cien metros más abajo, bebiendo de la misma acequia que el anterior y junto al vado del río. Sabemos que es de una parada porque conserva un cubo y un cárcavo. En el interior mantiene aún las piedras de molturar, dentro de un edificio inacabado enteramente de ladrillo sin revestir.

 

 Lo que queda del molino de la Pasada y en primer plano,

la acequia de los Molinos cruzando el río Jorox. 

 

 

Si seguimos transitando por encima de la acequia de los Molinos, llegamos a la Ermita del Cristo de la Veracruz de Jorox, donde esta acequia se eleva poco a poco sobre un muro para ir salvando el desnivel, desaguando en el tercer molino, el del Planchero. Éste se edificó aprovechando un pronunciado escalón que separa la Plataforma de Jorox de la parte media del río. Es en esta zona donde se concentran el resto de los molinos, dadas las óptimas condiciones para su instalación al producirse un acusado desnivel en un corto espacio de superficie. Es de dos paradas, conservando los dos cubos, aunque su estructura interna está muy modificada. El tramo de acequia que le suministra el agua forma un acueducto que se eleva unos metros sobre el terreno para producir una mayor altura de caída. En este molino, ya transformado en vivienda, pasó sus últimos días el famoso fotógrafo Jorge Rueda.

 

 Entrada a la finca donde se encuentra el molino del Planchero

 

 

Continuando por la acequia, nos encontramos con el molino de Tenorio. Está a cincuenta metros por debajo del anterior. Es de una parada y conserva íntegro su cubo. Desconocemos el estado de su estructura interna. 

 

 

Cubo del molino de Tenorio, con su partidor.

 

 


 Cárcavo del molino de Tenorio.

Obsérvese el grosor de los depósitos de carbonato cálcico. 

 

El molino de Antonio Rey se encuentra a continuación del anterior. Era de dos paradas y ha sufrido unas profundas transformaciones ya que ha sido reconvertido en un albergue. Desde el exterior podemos ver uno de sus cubos y exhibe junto a la puerta de entrada la grúa o pescante para mover las piedras. 

 

 

 

Pescante para mover piedras de moler que cuelga en la fachada del edificio que 

ocupa actualmente lo que fue el molino de Antonio Rey.

 

 

Algo más abajo, nos encontramos con el molino de don Bartolo. Es de una parada. Se conservan su único cubo y el cárcavo. Ambos elementos pueden verse desde el exterior. Desconocemos como su estado interior. Pero, pero, pero. ¡Ojito! Si observamos con detenimiento el cárcavo, vemos que se despliega una bóveda de ladrillo de gran luz en la que la salida del saetín en el cárcavo ocupa una posición ¡central! y que hay dos barras metálicas que ascienden a la sala de molienda. Este molino, a pesar de tener un sólo cárcavo, tuvo dos rodeznos y dos juegos de piedras de moler. 

 

 

 El molino de don Bartolo, renombrado como Molino El Abuelo.

 

 


Cárcavo del molino de don Bartolo, que en su momento llegó

a alojar dos rodeznos y dos empiedros. 

 

A continuación, y en último lugar, nos tropezamos con el molino de Antonio Sánchez. De una parada y, aunque remodelado para uso como vivienda, se conserva en muy buen estado, manteniéndose intacto el cubo, el acueducto de canalización, las piedras de moler y el cárcavo. Es el que cierra la serie de estas instalaciones en el valle de Jorox coincidiendo con cierta suavización de la pendiente.

 

Cubo del molino de Antonio Sánchez. 

 

 

Aunque hay que decir, que en un plano de 1944 aparece un octavo molino. Quizás estemos ante un error, que no eran infrecuentes en los planos de antaño. Ni en los de ahora.

 

Ninguno de ellos tenía balsa, dada la abundancia de agua del manantial de Jorox. Y, a decir verdad, son muy escasas -casi testimoniales- las albercas que hay en el lugar por el mismo motivo. Las balsas, espacios de almacenaje de agua, de energía motriz, se instalaban en la parte superior de aquellos molinos situados en lugares donde el caudal hidráulico no era muy constante. Molinos de balsa y cubo son dos de los tres que hay en el arroyo de Alpujata, en Monda, pero seguro que hay otros más de esta tipología en la Sierra de las Nieves. 

 

Una cosa que me ha llamado bastante la atención ha sido el comprobar que los cárcavos, esas características bóvedas bajo los molinos, están realizadas a base de ladrillos de barro cocido y no de sillares de travertino, material geológico abundante en la zona y fácil de trabajar. Bien es verdad que lo que he llegado a apreciar con claridad es el arco final, el que da cara al exterior y está a la vista. Todo pudiera ser que la bóveda si estuviera realizada en travertino pero quedara oculta por las concreciones de carbonato cálcico que ha generado el agua durante siglos.

 

 Estructura de un molino hidráulico harinero de dos paradas.

 

 

Algunos de estos molinos eran de un cubo y otros de dos. Pero en la Sierra de las Nieves tenemos ejemplares de tres cubos o paradas, como el de Santisteban, en río Grande, perteneciente al término municipal de Guaro. Un molino de origen nazarí que tiene más de medio milenio largo, pues ya aparecía en los documentos de conquista y repartos de finales del siglo XV. Hoy día se encuentra rehabilitado como coqueto hotel rural: el Hotel El Molino de Santisteban.

 

Mientras paseo por las acequias y contemplo lo que queda de algunos de estos molinos, imaginándolos en pleno apogeo y tomando también algunas fotos, me veo en la necesidad de buscar un lugar a la sombra para reponerme un poco. Las pendientes de Jorox son pronunciadas y estas calores no son buenas compañeras para los que estamos jodidos del corazón. Cómo echo de menos en estos momentos una cerveza bien, pero que bien fresquita. O dos. Acomodo mi orondo trasero sobre una piedra, bajo la frescura de una higuera. Me descuelgo mi cámara y saco de la mochila una botella de agua cuyo contenido bebo con resignación. Tomo mi cuaderno para aprisionar unos pensamientos y ... —Buenas tardes —me sale al paso una voz cuando me disponía a escribir— buenas tardes —contesto de inmediato, sin haber llegado a alzar la cabeza del todo y percibiendo a la vez cierta fragancia a azahar. La luz adquiere uno tono especial, más intenso, más luminoso, y puedo ver algunas pequeñas y coloridas mariposas.

 

Como salido de la nada me encuentro frente a mí a un hombre mayor de pelo níveo, frente amplia y cejas pobladas que amparan unos ojos pequeños, pero profundos y muy vivos, de color claro. Bajo la prominente nariz, despliega una amplia sonrisa. Su rostro, ajado por el tiempo, me resulta un tanto conocido.

—Hola, Diego, ¿qué haces por mi tierra? Por la cara que pones, creo que no me has conocido. Me interpela aquel hombre con una voz macerada por los años.

—La verdad, le contesto, usted me resulta bastante familiar, pero ahora mismo no acabo de caer, respondo un poco sorprendido mientras me levanto trabajosamente del suelo, con respeto y educación, porque no está bien mantener una conversación sentado y menos aún con una persona mayor.

—Soy Juan Sánchez, el abuelo de la Chelo. ¿No me recuerdas?

—¡Hombre! ¡Juan! Hace ya tantos años que no le veo —más de 20— que no le había reconocido. ¡Pues claro que me acuerdo de usted! —le contesto, mientras le estrecho la mano. Una mano enorme y fuerte, llena de asperezas, muy curtida por la vida y por el trabajo.

—¿Y qué es lo que te trae por Jorox con estas calores? Si donde se está mejor ahora es ahí arriba, en el Rivita, tomando una cerveza fresquita.

—Ya quisiera yo, Juan, pero me encuentro realizando un pequeño estudio sobre Jorox, sobre sus huertas, sobre sus acequias, sobre sus molinos…

—¿Sobre los molinos? —me interrumpe— ¿En serio? ¿Y qué quieres saber? Yo he sido molinero y vengo de familia molinera —dice sin disimular su orgullo. —Empecé a ayudar a mi padre en el molino siendo un zagalillo, cuando tenía unos siete añillos, —dice, mientras sonríe con añoranza.

—Bueno, Juan, pues si no le importa explicarnos cómo funcionaba un molino harinero, como se trabajaba en él… no creo que haya mejor persona que usted para que nos ilustre.

—Mira, ¿es la primera vez que ves uno de estos molinos? —, dice mientras se acerca a mí y apoya su mano izquierda en mi hombro, señalando con su mano derecha uno de esos ingenios. —No Juan. He visto otros, pero sólo tengo conocimientos muy básicos de cómo andan, le contesto.

—Pues su funcionamiento era muy sencillo. El agua que circulaba por la acequia bajaba por el cubo, un tubo vertical de varios metros de altura cuyo diámetro se reducía a medida que descendía y que iba a parar en la base del molino, donde había un espacio abovedado que se llama cárcavo. Allí se encontraba el “roezno” o rodete, la rueda que era movida por el agua y que trasladaba su movimiento circular a las piedras de moler, que se ubicaban en la sala de molienda, situada por encima el espacio abovedado. El agua que descendía por el cubo salía por el cárcavo a través de un embudo de madera, el saetín, que disparaba un chorro de agua a presión directo al rodezno. Éste poseía unas cucharas o álabes que recogían ese chorro impulsor de agua que hacía que se moviera.

—¿De qué material era el rodezno, Juan? —le interrumpo.

—De madera. De madera y con algunas piezas de hierro, claro, para que no se desarmara— ¿Y no se estropeaba estando en contacto con el agua tanto tiempo? —le pregunto.

—La madera que usábamos normalmente era de chopo, que aguantaba muy bien el agua y la humedad permanente. Las cucharas había que cambiarlas de vez en cuando, pero los molineros teníamos unas que nos servía de guía, ¿entiendes?, para tallar otras. Así no nos faltaban.

—¿Y cómo se molía el cereal, Juan? ¿Cómo iba eso?

—Bueno, el “roezno” tenía un eje de hierro que subía hasta la sala de molienda atravesando una piedra circular fija, pegada al suelo a la que llamábamos solera, y se encajaba en otra piedra circular sobre la anterior, que llamábamos molinera o volandera, porque era la que se movía para moler. Entre ambas quedaba un espacio minúsculo porque no podían tocarse, a riesgo de romperse.

—Y esas piedras, Juan, ¿cómo eran?

—Las piedras eran grandes, de forma circular, con un agujero en el centro que la atravesaba. Era como una moneda de un real, pero mucho más grande. Tú a lo mejor no las has conocido. — Aunque nunca he usado esa moneda, le contesto, la conozco. De mozo coleccionaba monedas y de esas tengo unas pocas. Juan continúa —

Eran muy pesadas ¡Ojú! Pesaban más que un borrico “jahogao”. Nos las traían de por ahí —señala al horizonte rasgado por los picos montañosos— de la zona de Estepona. Nosotros teníamos que montarlas y desmontarles con una grúa que llamábamos pescante. Ahí en la puerta del molino del Rey —levanta la mano izquierda y señala con un dedo— hay uno colgado, por si quieres ver cómo era. Porque veo que eres bastante curioso.

—Esas piedras —prosigue Juan— tenían en su cara interior unas estrías, unos rayones, que les llamábamos, que al girar con el grano dentro, lo molía y convertía en polvo. Mi padre, que era el molinero, las picaba de vez en cuando para avivarlas. Con el tiempo yo también aprendía a hacerlo. Es un trabajo muy fino y delicado que había que hacer con unos martillos especiales. Un trabajo muy preciso, porque si se picaban mal las piedras se corría el riesgo de que durante la molienda, entraran en contacto la una con la otra, por lo que se podía quemar el cereal o incluso partir las piedras.

—Vaya, Juan. Menudo trabajo. Seguro que las piedras se gastaban muy pronto.

—Así es. De tanto moler y moler, se gastaban. Muchas las dejábamos en los alrededores de los molinos y había gente incluso que las utilizaba para hacer una mesa, pero de eso hace menos años. Pero bueno. A esas piedras, como a todo en la vida, también les llegó su San Martín. Desde Francia empezaron a traerse unas piedras, las piedras francesas -anda que se han complicado para ponerles un nombre- que venían hechas piezas, como los quesitos esos que vienen en una caja de cartón redonda, que ni son quesos ni son “ná”. Aquí las montábamos y les poníamos unos cinchos de hierro muy apretados. Molían que era pura gloria y se desgastaban menos, por lo que no había que perder tanto tiempo en picarlas.

Vuelvo a interrumpirlo —Y, Juan, ¿cómo se metía el grano entre las piedras para molerlo? Eso no lo acabo de ver, no lo tengo claro.

—¡No vayas tan rápido, hombre! ¿Qué bulla tienes? El grano primero de molerlo, había que lavarlo y dejarlo secar, porque llevaba siempre un polvillo, suciedad... y mejor que entrara lavado, así la harina salía más limpia. Una vez seco, por el agujero que tenía la piedra superior en el centro, metíamos el grano poco a poco a través de una tolva y mediante una canaleja. El grano, al pasar entre las dos piedras girando, era molido y transformado en harina, que salía por el borde de las piedras y la recogíamos en un cajón. Luego había que cernir la harina para quitarle la cascarilla, el afrecho que lo llamábamos, que se lo dábamos a las gallinas. ¡Ojú que buenos huevos ponían las muy pájaras! Pero también había mujeres que nos las pedían para rellenar las muñecas de trapo que hacían para sus hijas.

—¿Y qué tipo de cereal molían ustedes, Juan?

—Trigo. Molíamos trigo. Nosotros lo comprábamos en el pueblo, ahí, en Alozaina, y luego lo molíamos y vendíamos la harina. Pero también comprábamos trigo en El Burgo y en Yunquera. Y en alguna ocasión en Ronda. Íbamos a por él en bestias. Era una época en que no había mucha comida, las cosas estaban muy malas. Todo lo que podíamos aprovechar, lo aprovechábamos para comer. Si no había otra cosa, incluso se molía el maíz y de ahí se comía. Se hacía pan de maíz.

—¿El maíz? ¿Pero el maíz no se cultivaba para dárselo de comer a los guarros y a las bestias?, le pregunto.

—¡Ay, Dieguillo! —mi abuelo me llamaba Dieguillo— ¡Esos eran otros tiempos! Cuando no había otra cosa, eso es lo que había. Hoy tenemos de “to”, pero antes, no teníamos de “ná”.

—Y, Juan ¿recuerda usted los molinos que había en Jorox?

—Claro, había siete, que yo recuerde, pero no los he conocido todos funcionando. Eso sí, todos molían con el agua de la acequia de los Molinos. El agua pasaba de la acequia a un molino, de ahí a la acequia y a otro molino… entre medio el agua se podía dirigir a las huertas colindantes mediante ramales secundarios. Con el agua de un molino podían moler todos, uno detrás de otro. El agua se aprovechaba al máximo. ¿Te has enterado ya cómo funciona un molino harinero? ¿Te atreverías ha hacer una molienda? Ja, ja, ja, —ríe Juan con fuerza.

—Desde luego que sí, Juan, muchas gracias. Y creo que a muchas otras personas que han estado pendientes de esta conversación también le va a quedar claro, porque no han hecho ni una sola pregunta.

—Bueno, hombre, te voy a dejar que tengo tarea pendiente y tu tendrás también que seguir con lo tuyo.

—Muchas gracias Juan —le digo mientras nos estrechamos nuevamente la mano con fuerza y me dirige una mirada de aprecio. —Ha sido un placer volver a verte y oírte. No todo el mundo puede compartir una conversación tan grata y de la que aprender tantísimo.

 

Juan se desvanece entre las huertas, el murmullo de las acequias y el trinar de los pájaros mientras levanta pesadamente el brazo derecho despidiéndose. Con su marcha me doy cuenta que desaparecen ese aroma de azahar y las pequeñas mariposas, mientras la luz vuelve a un tono más cotidiano, más mundanal y apagado.

 

Regresado Juan a sus asuntos, volvamos nosotros a los nuestros. El agua, una vez finalizado su cometido motriz, volvía a la acequia y al siguiente molino, con lo que con una misma agua funcionaban varios de estos ingenios y luego se utilizaba para regar. Un sistema muy complejo y organizado.

 

Estos molinos, como hemos visto, no funcionaban solos. En cada uno de ellos había al menos un molinero, como nos comentaba Juan, que en la mayor parte de los casos se encontraba asistido por algún mozo. Muchos de estos molineros formaban parte de generaciones de molineros, habiendo heredado el oficio de padres, abuelos… Su trabajo era muy duro. En la Sierra de las Nieves hubo muchos molinos hidráulicos harineros y, por tanto, muchos molineros. Pero también hubo molineras. No las olvidemos. Eso sí, en mucho menor medida. No dejemos de recordar a Isabel la Perejila, que con sus hermanas trabajó en el molino del padre, el Molino de Perejil, en Tolox.

 

En Alozaina existe otro molino harinero, el del Chocolatero, que al parecer debe su nombre al cauce que lo alimentaba. Es de balsa y una parada. Se ve que el arroyo llevaba poca agua.

 

Los últimos molinos que molturaron en Jorox detuvieron su actividad en los años sesenta del siglo XX, después de muchos siglos en funcionamiento. Actualmente ninguno de ellos tiene su función original. Los rodeznos y las piedras de moler, después de cientos y cientos de años de girar y girar, de dar vueltas como la vida, se detuvieron. De los siete de los que tenemos constancia, se conservan seis de ellos, unos algo mejor mientras que otros se encuentran muy transformados, desdibujados por nuevos usos.

 

Pero ya no quedan molineros. Hace años tuve la suerte de conocer a algunos de ellos, ya capitanes sin barco, y de entrevistarlos. Posiblemente fuesen los últimos. Sus vidas, aunque sobrevivieron algo más a los molinos, al igual que sus rodeznos y sus empiedros, también dejaron de girar. Con ellos se fue una tradición, un inmenso y milenario legado que ya nunca, nunca más regresará.

 

 

 

CONCLUSIONES

 

Como hemos podido ver, Jorox concentra en un pequeño espacio físico una tremebunda riqueza y diversidad geológica, paisajística, histórica, etnográfica… humana. Estamos ante un espacio concebido y parido por la Naturaleza, si, eso es indiscutible, pero criado, alimentado y modelado por el Ser Humano.

 

Pues, bueno. Jorox, por si alguien ha osado llegar hasta aquí y no lo había notado, es para mí una delicia, un vergel, un pequeño paraíso donde disfruto de su historia, de sus cultivos, del contraste de sus paisajes y de su paisanaje. Y hay otros rincones muy similares en el Parque Nacional Sierra de las Nieves, como las huertas del río de los Molinos, en Istán, o las huertas del río de los Horcajos, en Tolox, que me provocan las mismas sensaciones y los mismos sentimientos.

 

Es una verdadera lástima que este lugar no cuente con un espacio interpretativo propio, ya sea en un edificio local, como un molino harinero restaurado, o incluso al aire libre, o mediante guías-intérpretes, o con medios digitales, como la realidad aumentada… que muestren la esencia de este espacio en toda su inmensidad. Los valores patrimoniales que atesora, tanto naturales como culturales (materiales e inmateriales), son excepcionales y es una pena que no se encuentren explicados, que no se encuentren puestos en valor. Jorox es un lugar único e irrepetible, con una trayectoria histórica y una memoria extraordinarias.

 

Si un día vas a visitar Jorox, por favor, te sugiero que tengas en cuenta lo siguiente:

 

-Si tratas de visitar las cuevas, por favor, ten cuidado. Están en lugares de no fácil acceso y perder pie puede ser fatal. En la de la Murcielaguina está prohibida la entrada para salvaguardar una colonia de murciélagos que habita en su interior. La del Tajo es accesible. Si entras y ves los grabados prehistóricos, respétalos. Suponen un patrimonio único e irrepetible, un legado de las comunidades humanas que habitaron este territorio hace varios miles de años.

 

-No entres en fincas ajenas ni te lleves frutos de los cultivos. Mirar y disfrutar, pero no tocar.

 

-Procura disfrutar de las acequias, las sendas y las veredas sin hacer excesivo ruido. Intentando ser lo menos “intruso” posible. Recuerda que hay familias viviendo, agricultores trabajando…

 

-Consume productos y servicios de la localidad en la medida de lo posible. Así contribuyes a la economía local y al mantenimiento de esos lugares. Se nos olvida, cuando salimos de visita a ciertos sitios, que dejamos un impacto, una huella, que puede ser positiva o negativa. Tú eliges.

 

Y ahora, con o sin vuestro permiso, me voy a la Venta Rivita a cargarme una cervecita de fogueo, que creo que me la he ganado. A ver si me encuentro por ahí a Juan Sánchez, el molinero, y echamos otro buen ratito de charla.

 

Venta Rivita, el mejor "fin de fiesta" si visitas Jorox.

Muy recomendable. 

 

 

Hasta luego, Luuuuucas.

 

 

(c) Diego Javier Sánchez Guerra.