Cuando el flamenco Anton Van den Wyngaerde realizó este bello
dibujo de Ojén en el año de 1567, este bonito y pintoresco municipio era todavía una localidad de población mayoritariamente morisca, donde la mayor parte de sus habitantes hablaban la algarabía y
practicaban sus ritos islámicos en privado. En esa fecha todavía no había estallado la revuelta morisca (cosa que ocurriría un par de años después) que llevaría a la expulsión de los moriscos y a la repoblación de estas tierras con familias cristianas de diferentes procedencias.
Fuente: Iluana.com
El vecino de Ojén e investigador Alfonso Sánchez Mairena rescató este dibujo en un interesante artículo que dedicó al castillo de Ojén: Aparato defensivo y repoblación del reino de Granada. El Castillo de Ojén (Málaga) en el siglo XVI, un excelente trabajo con el que se puede conocer mejor esta fortaleza y su vital importancia estratégica.
Se trata, hasta el momento, de la representación gráfica más
antigua que se conserva de un pueblo de la Sierra de las Nieves y cabría reseñar que este autor solía representar
grandes ciudades, grandes poblaciones, con lo que este dibujo de Ojén puede
considerarse una singularidad dentro de su enorme obra.
Antes de pasar a comentarlo debemos tener presente que
estamos ante un dibujo y no una fotografía, por lo que el autor pudiera haberse
tomado ciertas licencias al plasmarlo. Sin embargo, bien es cierto que se
identifican una serie de elementos que han pervivido hasta el día de hoy con mayores
o menores modificaciones y que pasaremos a ver.
El paisaje representado en el dibujo se corresponde con la típica estampa de Ojén que
podemos disfrutar desde el mirador que hay junto a la Fuentezuela, a pie de
carretera. Incluso estos mismos elementos paisajísticos son apreciables desde
el mirador de la moderna carretera, más arriba. Desde estos puntos se divisa un
municipio de casitas encaladas asentado en las faldas de una de las laderas de las estribaciones de
Sierra Blanca, bajo agrestes formaciones serranas y del Cerro Ojenete, coronado el pueblo por un viejo
castillo del que en la actualidad se conserva bastante poco. Las formaciones que aparecen a la derecha bien pudieran tratarse del Pecho Santo o de Cerro Parra. Alrededor de la localidad aparecen las tierras de labor (incluso parece distinguirse el Chifle), espacios agrícolas donde se cultiva y se trabaja, como corresponde a un pueblo campesino que hasta hace muy pocas décadas ha vivido de lo que ha dado el campo. Es posible que entre los trazos del dibujo se encuentren los plantíos de vides que producían pasas en grandes cantidades y de las que tantas referencias hallamos en el Libro de Apeos de Ojén (siglo XVI) y en el Catastro de Ensenada (siglo XVIII).
El dibujante ha recogido con detalle los dos cauces
fluviales que ciñen el municipio de Ojén, sus fuentes de vida, que abastecen a
sus vecinos y alimentan sus tierras. El Almazán, a los pies del castillo (que posiblemente deba su nombre al primer señor de la villa, el secretario real Miguel Pérez de Almazán) y que se funde aguas abajo con el río Real no sin antes dar lugar a un bosque
galería como nos muestra el autor y verse alimentado por una cascada que
desciende de la sierra. El río Real aparece a la derecha de la imagen. Debe su
nombre porque el camino real que unía la costa con el interior pasaba a junto a él. Era un camino que había sido transitado desde hace milenios y existen documentos
escritos que nos refieren como las tropas de los emires cordobeses tomaban este
camino para dirigirse a Bobastro y otras posesiones del rebelde Omar Ibn Hafsún para
hostigarle hace ya mil años.
Sus cauces aparecen más oscurecidos dado que el dibujante ha querido reflejar el encajonamiento de estos cursos fluviales que provoca un relieve fuertemente accidentado.
Sus cauces aparecen más oscurecidos dado que el dibujante ha querido reflejar el encajonamiento de estos cursos fluviales que provoca un relieve fuertemente accidentado.
Las aguas de estos ríos, además de abastecer a los lugareños y a sus
cultivos, proporcionaban fuerza motriz a varios molinos hidráulicos
harineros; se conserva, mal que bien, el de río Real, a los pies de Cerro
Torrón, una magnífica construcción con casi medio milenio de antigüedad que cuenta con dos paradas, con dos juegos de empiedros. Había
otros molinos que aprovechaban las aguas del Almazán y de los que nos habla el Libro de
Apeos de Ojén (siglo XVI) y el Catastro de Ensenada (siglo XVIII). Es muy posible que el Museo del Molino de Ojén fuese un molino de harina antes que de aceite y tenga su origen en estos tiempos u otros
anteriores, ya que su estructura y elementos compositivos así parece delatarlo: posee dos cubos, sendos cárcavos y es posible ver en la obra varias piedras de moler cereal.
Podemos observar, también, dos caminos que hilvanan Ojén con las sierras, con otras poblaciones y con otros lugares. A la izquierda del dibujo, abajo, observamos varias figuras que
transitan por un camino que conduce al río y que lo cruza, buscando el pueblo y
que presumiblemente procedería de Marbella. Un poco más adelante aparece una
figura que parece representar a un arriero montado en su bestia, ascendiendo
camino de Ojén. A la derecha del dibujo aparecen varias figuras que transitan por
otro camino que serpentea perdiéndose hacia el oriente. Bien pudiera tratarse
del camino de la Mairena, que pasa por el puente de la Covachina (puente del Tejar), puente que no
existía en estos años ya que se construyó en el siglo XIX.
El puente de la Covachina con una de sus inscripciones que reza:
Puente del Tejar año de 1882
Don Juan Lorente Marques
Alcalde ....
En la parte inferior derecha aparece un campesino
trabajando. Con sus manos maneja una herramienta que por su curvatura bien pudiera tratarse de una hoz (¿acaso estaría segando?), pero no habría que descartar que
fuese una azada.
En lo referente a las construcciones, aparecen dos espacios
construidos: el castillo y el caserío. Vayamos por partes, como dijo Jack el
Destripador.
El castillo de Ojén data del siglo XVI, por lo tanto es de
época cristiana. Lo mandó construir el comendador Lorenzo Gómez de Solís, señor de lugar de Ojén, de ahí su nombre: Castillo de
Solís. Se eleva sobre un promontorio, sobre una muela de travertino que le proporciona una gran visibilidad de todo el entorno y de la costa,dada la importancia estratégica del lugar, y que le servía para mantener el contacto visual con las torres costeras almenaras que darían la voz de alarma en caso de peligro. A pesar de su
ruina, se sabe que poseía una planta pentagonal con varias torres cilíndricas
en sus murallas y una torre de planta de base cuadrangular que se colocaba aproximadamente en su
centro. A pesar de que una excavación arqueológica realizada hace unos años no halló vestigios
de época islámica, no habría que descartar que en esa época hubiera existido algún tipo de estructura castral, dada la proximidad del mar y las continuas algaradas fronterizas que se producían con los cristianos. Sin embargo, en la imagen, se puede ver claramente como el
castillo se asienta en un lugar elevado, prominente, y Anton Van den Wyngaerde plasma sus diferentes elementos poliorcéticos: una muralla
rematada por merlones, una torre más o menos en el centro del conjunto y, en uno de los extremos, la casa fuerte del alcaide, que aparece rematada con cubierta a dos aguas.
Los puntos oscuros un poco más abajo del castillo podrían interpretarse
como algunas de las cuevas que hay en este lugar, aunque es un poco aventurado
hacer esta afirmación.
Maqueta de Castillo de Ojén. Foto cedida por
Alfonso Sánchez Mairena a Memoria de Ojén
Torre del castillo de Ojén
Poco más abajo aparece esbozado el caserío. Lo cierto es que se puede
apreciar poca cosa, pero se observa viviendas con tejados a una y dos aguas con algunas
ventanas y, despuntando entre ellas, lo que parece la torre-campanario de la
iglesia de la Encarnación. No olvidemos que posiblemente aproveche el alminar de la antigua mezquita de Ojén. Poco más se puede distinguir del casco urbano.
En la parte superior aparece una inscripción en la que el autor hace referencia expresa a Ojén y a un acompañante, un mercader de Sevilla. A la derecha del dibujo aparece un edificio cuyo origen no se ha podido identificar, por lo que bien pudiera tratarse de un boceto o un borrador.
Del año 1752 existe otro dibujo de Ojén que trataremos en otra entrada.
Ochen lugar morisca ...
Del año 1752 existe otro dibujo de Ojén que trataremos en otra entrada.
© Diego Javier Sánchez Guerra.
La fotografía de la maqueta es mia y la cedí a "Memoria historia gráfica de Ojén" que la publica con mi nombre en el pie de foto. Por lo demás, te felicito por tan buen artículo. Dos observaciones: 1) La vinculación fantástica de Ojén a la Sierra de las Nieves que no ha existido nunca hasta los últimos años con la propaganda de la mancomunidad, Ojén ha pertenecido siempre a la comarca natural y política de Marbella desde tiempos remotos, a lo sumo a las estribaciones marítimas de la Serranía de Ronda. La Sierra de las Nieves siempre ha sido Ronda, Yunquera, El Burgo y Tolox. La de ahora es una entelequia. 2) Excesiva nostálgia por el pasado islámico, cuando la realidad de nosotros y nuestros antepasados es puramente castellana: El núcleo de Ojén actual son 17 familias procedentes de La Roda (Albacete), Castilla, de Madrid y de Soria. No nos merecemos tan poco interés por conocer nuestra verdadera identidad y nos la inventen. Esto no quita mérito a tu excelente artículo.
ResponderEliminarBuenas tardes, Alfonso, muchísimas gracias por tu intervención y tus reflexiones. Es muy cierto que la comarca de la Sierra de las Nieves es una construcción muy reciente en el tiempo y completamente artificial, de eso no cabe la menor duda. Los pueblos que la componen siempre han mirado para las tres áreas limítrofes: la costa (en el caso de Ojén e Istán); el valle del Guadalhorce (Monda, Guaro, Tolox, Alozaina, Casarabonela) y la zona rondeña (Yunquera y El Burgo, aunque el primero también se ha volcado al Guadalhorce). Y siguen mirando más hacia ellas que hacia adentro. Esa construcción comarcal se inserta en el diseño del desarrollo rural andaluz y no es la única comarca inventada. Aunque bien es cierto que nuestros pueblos tienen muchísimas cosas en común dado que poseen una historia compartida.
EliminarMi nostalgia por lo medieval se debe, sobre todo, por haber cursado la especialidad en esta materia, pero ello no es óbice para tener presente que nuestros orígenes los tenemos en nuestro pasado castellano, del que somos los directos herederos culturales y que, por ejemplo, tiene una fortísima impronta en nuestra liturgia urbanística (por no hablar de las fiestas, la gastronomía, etc): las iglesias, las plazas, la arquitectura popular, los vía crucis y hornacinas, las ermitas... Una de las próximas entradas de este blog va a abordar, precisamente, ese tema, el del urbanismo y la arquitectura popular de estos pueblos desde un enfoque donde se va a poner de relevancia el peso de la cultura castellana.
Desde este humilde blog trato de desarrollar una labor de divulgación del patrimonio cultural de los pueblos que componen la Sierra de las Nieves (un tanto infructuosa, por cierto, porque la cultura a no muchos importa), para dar a conocer estos lugares y despertar el interés y la curiosidad de los vecinos, para que descubran su idendidad en su pasado y, como muy bien dices, no se la inventen otros.
Un saludo y nuevamente, muchísimas gracias por tus aportaciones.
Diego Sánchez.