viernes, 17 de febrero de 2023

RAFAEL CASTILLO DÍAZ. DE DOÑA MARÍA (ALMERÍA) AL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE MAUTHAUSEN



Rafael Castillo Díaz

Foto restaurada por Luda Merino 

(@RestaurandoDign)

 


Rafael Castillo Díaz fue entrevistado hace más de dos décadas por Jordi Moliner Rodríguez para su notable trabajo "Un grup de joves espanyols al camp de Mauthausen: el Kommando Poschacher”, una investigación de referencia para todo aquel que quiera acercarse al tema de la deportación. Especialmente a este colectivo en particular. También fue entrevistado por la Amis de la Fondation pour la Mémoire de la Déportation de l'Allier (AFMD) de Allier, por lo que sus testimonios, sus declaraciones, sus recuerdos, han sido fundamentales para conocer ciertos aspectos sobre el colectivo de los Poschacher y nos ha sido de invaluable ayuda para componer esta pequeña entrada.

Rafael vino al mundo un frío 20 de diciembre de 1921 en la pequeña localidad de Doña María, Almería. Su padre se llamaba José y era natural de Abla (Almería) y su madre Isabel, natural de Doña María. Eran gente muy humilde y trabajaban como jornaleros en el campo en una tierra muy pobre. Su padre acabó haciéndose arriero y se dedicó a transportar aceitunas, aceite, carbón y otros productos del campo con sus bestias de carga, buscando una mejor remuneración. José militaba en el partido socialista y era miembro de la UGT. Isabel, la madre, se dedicaba a cuidar de la casa y de los varios hijos que tenía el matrimonio y no tenía filiación política. Siendo muy joven Rafael, la familia marchó al municipio cordobés de Adamuz en busca de un mejor futuro.


Cuando estalló la Guerra Civil en julio de 1936 Adamuz quedó en manos de los golpistas, pero fue recuperado al poco por los republicanos. La familia quedó allí cuatro o cinco meses más, pero ante el peligro de que las tropas sublevadas recuperaran la posición, la familia partió hacia Cataluña. Por aquel entonces Rafael era un muchacho de 14 años. En un primer momento encontraron refugio en el municipio de Artesa, en Lérida, y más tarde en Aragón, en Huesca, para después volver a Cataluña, a Les Borges Blanques. Mientras tanto su padre se había incorporado al frente.

Rafael, joven idealista y valiente, a la edad de 16 años, se presentó como voluntario al ejército y fue destinado al Tercer Batallón de la 88 Compañía de zapadores, junto con su progenitor, del que no se separaba en ningún momento. Actuaron en la zona de Agramunt y después en Artesa de Segre realizando fortificaciones, trincheras… bajo unas duras y extremas condiciones

Tras el colapso total del frente republicano, Rafael y su padre huyeron a Francia prácticamente con lo puesto. Lo hicieron a través de Tarragona, siguiendo la costa de Sitges para llegar a Granollers. Pasaron la frontera por Portbou ese gélido e infame 11 de febrero de 1939 a eso del medio día, y durante tres o cuatro días estuvieron resguardados en un olivar buscando el cobijo y la protección de las ramas de los olivos y pasando un frío inenarrable porque estaban durmiendo al raso. Hasta que llegaron los gendarmes y las tropas moras, que los condujeron al campo de Argeles Sur Mer. 


En Argeles pasaron casi dos meses. Se trataba de un campo rodeado de alambradas de espino en el que se apretujaban más de 50.000 refugiados y que carecía de infraestructuras básicas y atención sanitaria, contando con una alimentación escasa e inadecuada. Murieron miles de españoles víctimas de la enfermedad, el hambre y la desesperación... “Nos quedamos desamparados cuanto entramos en Francia”, recordaría Rafael a Jordi Moliner. Posteriormente padre e hijo fueron trasladados al campo de Barcarés junto a cientos o miles de refugiados al objeto de descongestionar el de Argeles.

En Barcarés también padecieron en unas terribles condiciones, como centenares de miles de españoles, pasando hambre, frío, enfermedad, malos tratos…y siendo literalmente devorados por los piojos. La situación cambió cuando decidieron sumarse a la 88 C.T.E. (Compañía de Trabajadores Extranjeros). Esta unidad militarizada fue enviada a los Altos Alpes para construir carreteras y otras infraestructuras. Su compañía, al parecer, la formaban unos 140-150 hombres que se alojaban en tiendas de campaña militares. Su uniforme era de un apagado gris que hacía juego con la tristeza del clima, de los cielos plomizos y del ambiente de desánimo. Tras la declaración de guerra a Alemania, padre e hijo, junto con el resto de compañeros, fueron trasladados al pueblo de Embrun (al norte de Mónaco) y les proporcionaron máscaras de gas y uniformes militares de color azul.

Desde ese lugar fueron llevados a Verdún, muy cerca de Metz y de la frontera con Alemania, donde trabajaron cortando leña. Poco tiempo después fueron trasladados a la Línea Maginot, donde fueron asignados a un depósito de municiones. Sus tareas y trabajos tenían lugar por la noche al objeto de evitar ser vistos y bombardeados por los alemanes.


Tras el asalto germano a Francia en mayo de 1940, al mes siguiente, el día 20 de junio, fueron hechos prisioneros en los Vosgos en Bois de Charme, junto a miles de españoles y decenas de miles de soldados franceses. Sabemos que pasaron un mes en un cuartel cerca de la población de Lunéville, al sureste de la ciudad de Nancy. Se trataba del frontstalag 160. Este campo lo abrió la Wermacht el 20 de julio de 1940 y estuvo en activo hasta el 15 de marzo de 1941. El frontstalag 160 ocupó tres edificios en Lunéville y otro en un pueblo vecino. En Lunéville ocupó el Cuartel de los Dragones, el de Infantería y un hospital militar. El lugar, como puede verse, era idoneo para el establecimiento de un frontstalag dado que poseía muchas infraestructuras militares al encontrase cerca de la frontera con Alemania.


Las condiciones fueron terribles durante los primeros meses de vida de este frontstalag. En agosto de 1940 una mujer francesa que ayudaba a los prisioneros franceses envió un informe a la Cruz Roja Internacional en el que denunciaba que había prisioneros que morían de hambre. El grado de hacinamiento fue brutal, lo que multiplicaba las enfermedades, contagios, parásitos... En el Cuartel de Dragones, que estaba capacitado para alojar a 1.500 personas llegaron a haber alrededor de 14.000 y los prisioneros tenían que dormir en los establos y en los garajes, como verdaderas bestias. No permanecieron estos almerienses mucho tiempo allí, pues poco después fueron enviados al Stalag III A de Luckewalde, cerca de Berlín, en calidad de prisioneros de guerra. En el campo recibió el número de prisionero 49907.

Allí, y siguiendo directrices desde España, los “rojos” españoles fueron seleccionados por la Gestapo y trasladados en convoy primero al Stalag XII D de Trier, donde permanecieron un mes, para ser enviados más tarde a Mauthausen. Y fue un gélido 24 de enero de 1941 cuando padre e hijo, junto con cientos de españoles, se bajaron en la estación de este funesto lugar y fueron conducidos a golpes, insultos y mordiscos de perros hasta el campo de concentración, situado en un altozano, que guardaba un aspecto parecido al de una antigua fortaleza. Allí fueron completamente deshumanizados: se les arrebataron todas sus pertenencias, se les desnudó, se les rasurón todo el pelo corporal, se les desparasitó, se les desposeyó de identidad al darles unos números como nuevos nombres: Rafael recibió el número 3895 y su padre el 4672.


 

José Castillo murió en Mauthausen el 17 de febrero de 1941, muy poco tiempo después de llegar, víctima de los malos tratos, del hambre, las palizas... No aguantó ni dos meses en aquel terrible infierno, en aquella máquina de triturar y transformar en cenizas y humo las vidas de miles de desdichados. Había nacido en 1894, por lo que tenía ya una edad muy avanzada para aguantar el sanguinario ritmo que marcaba el campo. Al día siguiente, 18 de marzo, tenía previsto ser enviado a Gusen dado su mal estado de salud. Su hijo se presentó voluntario para no separarse de su progenitor. Lógicamente y a pesar de ser Gusen un destino funesto, Rafael no quiso abandonar a su padre y estar junto a él hasta el último momento. Esta misma actuación la observamos en el resto de jóvenes que arribaron al campo con sus padres, como el malagueño Pedro Sánchez Moreno, que en ningún momento quisieron separarse de sus padres.

Lo dicho. Al día siguiente Rafael fue trasladado al subcampo de Gusen recibiendo el número 9848. Allí estuvo trabajando en la cantera extrayendo piedras, cargando y descargando vagones bajo unas condiciones brutales e infrahumanas. Para distraerse y tratar de eliminarlo, la S.S. le hizo tomar duchas de agua fría desnudo en la nieve junto a cientos de compañeros, que acabaron muriendo. Rafael aguantó. Rafael resistió. Rafael sobrevivió.

 

En 1942 fue enviado de vuelta a Mauthausen, donde recibiría un nuevo número el 9029, y adónde llegó destinado a su tristemente famosa cantera en la que trabajó duramente extrayendo las piedras y transportándolas a sus espaldas a través de su siniestra escalera de la muerte. En todo ese tiempo no pararon de lloverle los golpes de los kapos, los vigilantes del campo, que eran peores que los de la S.S. Pero Rafael resistió. Aguantó. Sobrevivió.

Al poco tiempo y por suerte para él, fue asignado al Kommando Poschacher, para trabajar como mano de obra esclava en la cantera del rico empresario de Mauthausen y simpatizante nazi, Anton Poschacher. Las condiciones eran algo mejores que en el campo principal, pero la situación seguía siendo de privación de libertad y trabajo esclavo. Rafael coincidió con otros cuarenta jóvenes, entre ellos otros dos almerienses: Félix Quesada (Serón, 1926) y los hermanos Jacinto (Pechina, 1923) y Manuel Cortés (1925). Jacinto Cortés y el aragonés Jesus Grau fueron los que rescataron y ocultaron miles de negativos fotográficos sobre los crímenes de los nazis que les había pasado Francesc Boix, que sirvieron para incriminar y juzgar a cientos de ellos tras el fin de la II Guerra Mundial.

Un joven Rafael Castillo nos observa desde una 
fotografía tomada por Francisco Boix en octubre de 1944 
 

Aviniéndose el final de la guerra, hacia octubre de 1944, el Kommando Poschacher fue disuelto y sus integrantes fueron repartidos y distribuidos por diferentes lugares. Rafael Castillo, junto con Manuel Díaz y Félix Labara, fue a parar a un campo de trabajadores de Linz donde debían extraer resina de los árboles. Las condiciones fueron duras pues había poca comida y las barracas estaban muy mal acondicionadas. Pero el ejército alemán ya se estaba retirando en desbandada y pudieron huir ante la falta de vigilancia.

 

 Hoja de registro de Mauthausen donde aparece Rafael

Mientras el régimen nacional socialista se desmoronaba y los frentes colapsaban, los campos de concentración se iban liberando. En Mauthausen se había conformado un Consejo General de Resistencia Interna que funcionaba con un responsable de cada nacionalidad: rusa, francesa, española y yugoslava. La Resistencia Interna española participó en la liberación del campo desarmando a los pocos guardianes que quedaban. Cuando, al llegar a Mauthausen el 5 de mayo, los estadounidenses vieron que el campo estaba liberado, se marcharon. Durante los siguientes días Rafael y otros jóvenes ayudaron a mantener el orden en el campo, hasta que llegaron definitivamente los americanos para quedarse y organizar la vuelta a casa de los prisioneros.

Rafael, como el resto de españoles, fue trasladado a Francia pues la España de Franco hubiera supuesto su muerte o un largo encierro. Rafael fue llevado en tren a París vía Nancy en junio de 1945. El viaje duró toda una semana y tuvieron que permanecer en Nancy algunas semanas por diversos problemas. Tras ello emprendieron el viaje a París. Finalmente Rafael se dirigió a Montmarault (distrido de Montluçon) donde lo esperaban su madre y sus hermanos, a los que pudo abrazar tras más de un lustro sin verlos. En los meses finales de la contienda había podido contactar con ellos mediante cartas muy breves. En una de ellas su hermana Carmen le enviaba una foto. Su compañero Manuel Díaz, un gaditano de la Línea de la Concepción apodado el “Lentejas”, se enamoró perdidamente de ella nada más ver la foto. Cuando salieron del campo tuvo la oportunidad de conocer en persona a Carmen. Se enamoraron fulminantemente y no tardaron en fundar una familia. Su nieta, Inma González, interpreta las vivencias de su abuelo en su exitosa y entrañable obra teatral “La voz de mi abuelo”.

A la pregunta que en su momento le dirigieron en una entrevista les Amis de la Fondation pour la Mémoire de la Déportation de l'Allier: "¿Cómo lograste sobrevivir 4 años en un campo de concentración?", respondió:

 "No soy fuerte, pero sí resistente. Nunca he estado enfermo y siempre he estado de buen humor”.

Asentado en Francia, Rafael recibió la tarjeta de Deportado Político N° 1.163.0355 por Resolución del Ministerio de Asuntos de Veteranos y Víctimas de Guerra del 4 de diciembre de 1954. En el país galo contrajo matrimonio con Carmen Leiva, una vecina de Antequera que se había refugiado en Francia con toda su familia pasando mil horrores y calamidades en el camino del exilio. Una hermana suya, Trinidad Leiva, se casó con el malagueño y también deportado y "pochaca" Pedro Sánchez Moreno. Rafael y Pedro se conocieron en Mauthausen y sufrieron y padecieron aquel horror compartiendo lo poco que tenían y apoyándose durante casi un lustro. Pedro también había perdido a su padre en Gusen… La historia de Pedro Sánchez Moreno y de su padre ya la hemos contado aquí.


 









 
Diversas  fotos compartidas por su familia en Facebook


El uno de junio de 2008 el almeriense Rafael Castillo Díaz, un verdadero luchador y resistente, cerró los ojos para no abrirlos más en la población francesa de Desertines.

Hubo otros dos vecinos de Doña María, Francisco Navarro Gallardo y Antonio Pastor Delgado, que acabaron en Mauthausen. El primero sobrevivió, el segundo murió asesinado en diciembre de 1941.


Honor y memoria.



Agradecer a los compañeros Juan Karpetano Crespo y José Sedano Moreno las apreciaciones, indicaciones y recomendaciones dadas, que me han sido de una enorme utilidad y a la gran Luda Merino por la restauración de algunas fotos y su proyecto "Restaurando su Dignidad"

domingo, 2 de octubre de 2022

LA VILLA DE MONDA EN EL “ITINERARIO DEL VIAJE QUE HIZO D. FRANCISCO DE ZAMORA EN 1797 DESDE MÁLAGA A EL BURGO (MÁLAGA)"


 

Para el conocimiento del siglo XVIII en Monda contamos con varias fuentes documentales entre las que destaca notablemente el Catastro de Ensenada y sus Comprobaciones, libros de viajes como el de Francis Carter, diarios de viajes como los de Domingo Belestá y Francisco Pérez Bayer, o informes como el del párroco de Monda Antonio Linares que envió a Medina Conde para su famoso Suplemento al Diccionario Geográfico Malacitano… Todos estos documentos los he venido estudiante y trabajando en los últimos diez años para elaborar un estudio sobre la villa de Monda en el siglo XVIII que pronto estará finalizado.

Por el camino investigador me encontré con otro documento manuscrito por una afortunada casualidad, el Itinerario del viaje que hizo D. Francisco de Zamora en 1797 desde Málaga a El Burgo (Málaga), que se encuentra en la Real Biblioteca del Palacio Real. Se trata de una fuente documental de un interés capital para conocer los pueblos del valle del Guadalhorce a finales del siglo XVIII que ofrece descripciones geográficas, viejos topónimos, datos de población, industrias, cultivos…

El objeto de esta obra era el de dilucidar si la famosa batalla de Munda había tenido lugar en Monda o en algunos de sus entornos. En tal sentido seguía los pasos del Informe de Domingo Belestá, que ya trajimos a este blog. Para ello Zamora visita cada población y entra en contacto con personas conocedoras, letradas y eruditas de cada pueblo, normalmente los curas y los escribanos públicos, a los que pregunta y entrevista. En su Itinerario contiene un mapa inédito del pueblo de Monda y de su entorno realizado a mano alzada desde la Vega, que publicamos en el presente trabajo y un plano del valle del Guadalhorce elaborado por el escribano de Monda Francisco González Aller y que ya publicamos en el libro que elaboramos sobre el castillo de Monda un servidor y Francisco Marmolejo Cantos.

Lo interesante del trabajo de Zamora, además de la valiosa información que nos ofrece de los pueblos, es que incluye en su obra varias cartas que se enviaron el citado escribano de Monda y Cristóbal Medina Conde en relación a la ubicación de la batalla de Munda. Las cartas originales, cuyos contenidos fueron transcritos e insertados en la obra de Zamora, posiblemente se perdieron junto al Diccionario Geográfico Malacitano y otros muchos manuscritos. En esas epístolas se ofrecen precisas descripciones de los entornos serranos de Monda, Guaro, Tolox… espacios muy bien conocidos por González de Aller pues, como reconoce en algunas de sus cartas, era muy aficionado a la caza y todos esos montes y sierras los tenía muy pateados:

Por la instrucción que Vm me da, y por el reconocimiento que tambien he ha dado el exerzicio y diversion de la Caza de todo este termino y los de Tolox, Coin y Guaro, aseguro mas el dictamen de haverse dado la Batalla entre Cesar y los hijos de Pompeyo desde el sitio de las Juntillas, hasta esta villa y que en realidad fue la antigua Munda…

El sitio de las Juntillas es la zona donde el río Grande desemboca en el Guadalhorce.

En su obra integra otras cartas, planos y dibujos de la relación epistolar que mantiene con otras personas y son de gran utilidad y de gran interés, pero nos vamos a centrar a lo que atañe a Monda.

Como veníamos diciendo, en el siglo XVIII fueron muchos los estudiosos, eruditos y curiosos que abordaron el tema de la batalla de Munda, a raíz del debate surgido por el encargo de la Real Sociedad de Anticuarios de Londres. Uno de ellos fue Francisco de Zamora (Villanueva de la Jara, Cuenca, 1757-1812), funcionario, escritor y viajero ilustrado que elaboró, entre otras obras, un Itinerario del viaje que hizo D. Francisco de Zamora en 1797 desde Málaga a El Burgo (Málaga). Esta obra es una fuente primaria de notable interés para investigar sobre Monda a finales del siglo XVIII pues al centrarse en la célebre batalla de Munda y al visitar varias poblaciones de la provincia de Málaga, entre ellas Monda, nos deja unos datos económicos, sociales, geográficos… de un enorme valor.

Francisco de Zamora elaboró numerosos Diarios sobre Cataluña, Aragón, Andalucía, Marruecos…, siguiendo la tradición ilustrada y fruto de un espíritu inquieto y ávido de conocimiento, donde plasmó una gran cantidad de datos censales, económicos, geográficos... Obras que otros autores consultaron y trabajaron, como Antonio Ponz.  Son numerosos los manuscritos de este autor que se conservan en la Real Biblioteca de Palacio Real.

A Monda, procedente de Coín, llegó el día 19 de abril de 1797 -tal y como recoge en su diario- a través del ancestral camino que unía esta población con la nuestra y que pasaba por la ermita de Coín, atravesaba la Vega y el arroyo Alcazarín y arribaba a nuestro pueblo. Sobre la ermita, su Virgen y su ermitaño nos deja una información corta, pero de gran interés que no vamos a tratar aquí por razones obvias. De ese camino, que todavía perdura y se utiliza, nos queda un extraordinario legado en superficie que debemos conservar, que debemos preservar para las generaciones futuras dado su enorme trascendencia histórica e identitaria. Se trata de la conocida como calzada romana de Monda, cuyo tramo empedrado extraordinariamente conservado aflora poco más abajo de la curva de los Poyetes y llega hasta el arroyo Alcazarín. y a la que muchos mondeños todavía no le damos el valor que tiene.

Como hemos dicho, Zamora, en nuestro caso nos dejó una representación básica del pueblo y de su entorno más inmediato. Además, nos ha transmitido determinados datos sobre el relieve del pueblo, sobre una toponimia ya olvidada o desconocida, sobre los viejos caminos, sobre algunas fuentes y manantiales, así como elementos que hoy son monumentos muy queridos por los mondeños y muy valorados por los visitantes.

Dibujo de  Monda y su entorno por Francisco de Zamora


Zamora destacaba en numerosos campos, pero el dibujo parece ser que no era uno de ellos. Sin embargo, en el que nos deja de Monda sí que podemos reconocer muchos elementos. En el centro de la composición vemos unos pequeños cuadraditos que representan las casas, el vecindario. A la derecha de los mismos observamos una torre con un recinto rectangular. No estamos seguros de si se trata de la casa fuerte del marqués de Villena (a la que no hace referencia en su manuscrito) o del castillo de Monda. Nos inclinamos más por esta segunda opción por lo evidente y destacable de la construcción y porque lo menciona en un par de ocasiones. Entre los grupos de casas observamos una pequeña línea. Se trata del arroyo de Rochiles o de la Lucía a su paso por Monda. Hay dos pequeñas rayitas perpendiculares al arroyo, que se trata de los dos puentes que lo cruzaban para conectar la parte alta del pueblo, de la zona de la plaza y calles aledañas, con lo que es hoy día la “Cerilla”. Debajo del casco urbano escribe la palabra Bujeo, refiriéndose al tipo de tierra.

El casco urbano de Monda, según Zamora

 

Por encima del caserío se observan dos protuberancias montañosas. La de la derecha creemos que es Canuchas y la de la izquierda, las sierras de Alpujata. Por debajo del caserío aparecen dos cauces fluviales más, el de la izquierda, el más largo, aparece con su nombre: R. de Alcazarin, el arroyo del Alcazarín. Y el de la derecha, que vomita sus aguas en éste, debe de ser el arroyo del Tejar, aunque no viene recogido su nombre. Por debajo del arroyo Alcazarín hay un espacio delimitado por la pluma del autor al que llama los “llanos de Monda”, que se trata de la Vega. En la parte inferior, ya en tierras Coín, aparece reflejado el “Rio Pereila ó de la ermita de la fuen santa”. En su Itinerario dejó la siguiente descripción del entorno de Monda:

Desde ella se camina un poco pa salir a los altos desde los quales empieza y  … contarse a mi entender la llanura qe corre con …. hasta Munda entre la Cordillera de la dra qe se llama la Rozuela los quemados; desilla, aza de concejo, y Majas Viejas = todas estas sierras, Montañas, cerros conforman berdaderamente una cordillera aunque a cada Monte o terreno le dan los Naturales varios nombres pa la inteligencia y uso de sus Propiedades.

Los de la izda qe forman la Vega …. de Monda se llama Cerrajon de Coin y Cerro Cinchado y Cañada del rojo y pecho de la sierra y camino alto y cerro coronado.

Estas Montañitas u cerros qe acabamos de describir de la izda son antecerros, apoios o fadas qe sobre qe se forman las cordilleras Magistrales qe enos dicho de Alpujata y de Canuchas pasando por un lado de esta ultima el camino qe ba a Marbella qe dista 3 leguas regulares.

Todas estas cordilleras son inclinadas a Montes encinales ya alcornocales y ay algunos en la de Alpujata oy missmo ay grandes Arboledas de dha clase y al pie de canuchas lo ay tambien entre estas cordilleras qe acabamos de describir y qe …. subir a las …. eminencias de las de Alpujata y Canuchas sino solo andando por las subalternas tendra mas de dos leguas largas de circunferencia esta en el lado occidental de ella se eleba un Monte aislado en lo llano de corta estencion de forma regularmte pendiente Pero qe sobre ella se eleba con rapidez y escarpe un pico sobre el qual esta el castillo de Munda. Este Cerro esta dibidido  dista poco de la cordillera del Aza de Concejo y Majas viejas recorriendo en su intermedio la cañada, y por el otro lado de saliente se alla dibidido el Monte sobre qe esta el castillo del Monte sobre el qe esta el Calbario, por el dcho arroyo de Alcazarin agua arroyo qe forma da la fuente de la Jaura y arroyo de abenidas qe bienen por alli y enbiadas por la cañada de la Zorra o de Rochiles terreno tambien …. de caballeria y el qe va dando buelta al Monte del castillo todo en la forma qe sigue.

Algunas sierras mondeñas

Zamora describe las tierras de Monda como un pequeño valle, la Vega, rodeado de montañas y cerros por un lado y por otro. De ellos nos da cuenta proporcionando los nombres por los que eran conocidos en aquel momento y que en la mayor parte de las veces han llegado hasta nosotros. Por la zona norte estarían la que llama Rozuela de los Quemados, Dehesilla, Aza de Concejo y Majadas Viejas. Las formaciones que cierran el pueblo por la cara sur son Cerrajón de Coín y Cerro Cinchado (creemos que se refiere a Cerro Gordo), Cañada del Rojo, Pecho de la Sierra, Camino Alto y Cerro Coronado. No pasa desapercibido a este autor que las cordilleras magistrales, o mejor dicho, las sierras más prominentes, son Alpujata y Canuchas. Y especial atención presta al cerro de la Villeta, donde se encuentra el castillo:

...en el lado occidental de ella se eleba un Monte aislado en lo llano de corta estencion de forma regularmte pendiente Pero qe sobre ella se eleba con rapidez y escarpe un pico sobre el qual esta el castillo de Munda...

El otro dibujo, que elaboró el escribano mondeño Francisco González Aller en 1794, como hemos señalado, lo trabajamos en el libro El Castillo de Monda en la historia, la arqueología y la memoria y en él lo dábamos por anónimo, porque no tenía firma y además nos había llegado a través de un investigador que no recordaba con claridad de dónde lo había sacado.

Monda y los valles de río Grande y del Guadalhorce, por
el escribano Francisco González de Aller

La rica información que proporciona respecto a la situación geográfica de la villa de Monda y su entorno, a caballo entre el valle del Guadalhorce, la sierra de Tolox y el litoral de Marbella, es excepcional en comparación con las restantes poblaciones vecinas. Con todo acierto dibuja los distintos accidentes geográficos que tanto caracterizan el paisaje mondeño: ríos, arroyos, montañas y valles, a los que llama correctamente por sus nombres, dejando como telón de fondo el litoral mediterráneo con sus pequeñas embarcaciones En lo que a nosotros interesa, por cercanía, aparece en el mapa con la letra B el cauce del arroyo Alcazarín junto a La Vega de Monda (letra C), pequeña llanura antes de llegar a la divisoria con el término de Coín; con la letra G aparece en la leyenda Loma frente de Monda y debe corresponderse con las Lomas de Rozuelas. El cauce fluvial inmediato debe ser, en todo caso, el río de Pereilas, cuya alquería fue colonizada por mudéjares mondeños tras la conquista castellana, así como también detentaron varios molinos harineros en su rivera.

Sierra de Alpujata y de Canuchas

Interesa destacar la localización geográfica que hace de Guaro El Viejo (letra N), despoblado medieval conocido antaño como la alquería de los Padules;63 así como la representación de los grandes cauces fluviales que vertebran el territorio: río Grande (letra D) y Guadalquivirejo (letra J), el pequeño Guadalquivir malagueño, que no es otro que El Guadalhorce. Como detalle sorprendente, todo hace indicar que el autor conocía hasta el nacimiento de río Grande pues llega a reflejar, con bastente precisión, una cueva natural al pie de una sierra que llama de Tolox, hacia Porticate. 

El nacimiento de río Grande, según González de Aller

 

Habrá que convenir que el dibujo que el escribano mondeño Francisco González de Aller hace de Monda es idealizado y el conocimiento del entorno inmediato no deja de sorprender, tanto es así que aparece reflejado hasta el despoblado medieval de los Llanos del Concejo, que figura con la leyenda despoblado en el aza del Consejo y en Majadas Viejas. La mayoría de las viviendas, al igual que en otras poblaciones vecinas, se dibujan alineadas, del mismo tamaño, con cubiertas a doble vertiente, conformando un caserío de planta con tendencia cuadrangular. 

Monda, según González de Aller
 

Llama la atención que Monda sea la única localidad donde se representan elementos de carácter defensivo, con murallas y torres que ciñen y protegen la villa, otorgándole cierto aspecto de aldea fortificada que tampoco se corresponde con la realidad. Por lo que se observa, las murallas protegen dos de los cuatro flancos de la población conformándose nada menos que con aparejo de sillares. Las tres torres, rematadas por merlones, se alzan en los ángulos del recinto, parecen ser cilíndricas y se articulan en varias alturas con algunos vanos de acceso. Estamos indudablemente ante un dibujo ideal, ahora bien, el número de torres, tres, y su configuración espacial acogiendo viviendas, bien podría ser reflejo de la casa fuerte que levantó el marqués de Villena en la primera mitad del siglo XVI con mano de obra mudéjar.

Francisco de Zamora ofrece más datos y detalles, pero lo reservamos para el trabajo que estamos terminando y que hemos titulado LA VILLA DE MONDA EN EL SIGLO XVIII.SEGÚN LAS RESPUESTAS GENERALES DEL CATASTRO ENSENADA Y OTRAS FUENTES DOCUMENTALES Y GRÁFICAS DEL SIGLO XVIII, que esperamos que vea la luz pronto.

 

 (c) Diego Javier Sánchez Guerra.