Para esta entrada he contado con la
invaluable colaboración del vecino de Monda Juan Liñán, persona que sobrepasa
holgadamente las ocho décadas y que tiene una memoria prodigiosa. Desde
que era prácticamente un chiquillo Juan ha dedicado toda su vida al cuidado del
campo y a muy diversas tareas agrícolas. Por sus manos han pasado innumerables
fanegas de trigo, incontables tareas de aceitunas y ha recogido y descapotado
más almendras que estrellas hay en el cielo. Con sus inestimables testimonios
ha contribuido a rescatar parte de la historia de uno de nuestros antiguos
cultivos como es el cereal, ya prácticamente perdido, y de las huellas que éste
ha dejado en el paisaje y en el paisanaje rural de nuestro pueblo, como son las
eras, los molinos hidráulicos, las técnicas agrícolas, el lenguaje de uso
tradicional asociado a las labores de cultivo, la siega y trillado del cereal
así como a otros patrimonios orales tales como las coplas de era, tesoros inmateriales mondeños más al borde de la
extinción que el tigre de Bengala ¡¡¡Muchas gracias, Juan Liñán, por compartir
tus conocimientos y saberes, tus recuerdos y tu memoria!!!
Juan Liñán en actitud de pose fotográfica
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Me gusta pasear por Monda -¡¿A quién no?!-, por sus calles y rincones
saludando a los vecinos, cruzar la carretera bajo el Puente,
en calle Olivo, y contemplar el pueblo desde el mirador de calle Peragüera, un
excelente otero para disfrutar tranquilamente de los atardeceres que nos ha
regalado la naturaleza. O recrearme en algunos floridos y fragantes balcones
que algunas de nuestras vecinas cuidan con denuedo y que ayudan a embellecer
nuestro pueblo. Subir a la cruz de Caravaca, a la de la Sierra y quedarme con
las ganas de hacer lo propio con la cruz del Agua, en la que no he estado nunca
¡Pues su acceso se encuentra incomprensiblemente cerrado! Acercarme al lavadero
de la Jaula y a las demás fuentes del pueblo, cargadas de recuerdos y de
vivencias y que la música del agua me traiga viejos recuerdos. Bajar a la
plaza, siempre tan animada y concurrida, a rebosar de vida en verano, más tranquila
y apagada en invierno. Subir a las faldas del castillo para contemplar Monda y la
Vega hasta que va difuminándose en el horizonte malagueño, desde un punto
elevado y cargado de historia imaginando tiempos pasados, cuando hace siglos
era una fortaleza importante con torres y murallas inexpugnables, pero también
recordando tiempos más recientes, como cuando de pequeño iba con mi abuelo al
solar que tenía bajo el castillo a pasar la tarde o echarle una manilla con las
papas, los tomates, las alcachofas, los naranjos y otros cultivos… Era un
huerto donde tenía una cuadra para la mula Sevillana
y una pequeña granja para guardar herramientas, sacos y utillaje agrícola donde
campaban los ratones, junto a un limonero, un enorme limonero… aquel lugar de
mi infancia era lo más parecido a un huerto claro donde madura el limonero…
Parece que todavía estoy viendo a mi abuelo rejuvenecer el filo de su vieja
navaja en la piedra de afilar para reestrenarla en el pescuezo de algún pollo o
de alguna gallina…
Pero una de las visitas que
especialmente me gusta realizar es la del
Calvario y sus eras. Es éste un lugar con una historia trascendental donde
reside un patrimonio cultural incalculable, imponderable, incuantificable y no
tan suficientemente valorado por los mondeños… Lo primero de lo que nos damos
cuenta cuando llegamos a este lugar es que desde el Calvario se tiene unas
amplísimas vistas del entorno: se puede divisar todo el paraje de la Vega, tachonada
con algunos centenarios olivos, lugar por donde se escapa el antiguo y mutilado
camino romano buscando la tres veces milenaria ciudad de Málaga; al fondo se
pierden las socarradas lomas de Rozuelas, antaño sembradas de vides, después de
almendros y olivos y ahora de viviendas, los plantíos del siglo XXI… donde
aparecen algunos afloramientos de peridotitas, una roca de extraordinario valor
geológico la que ya hemos hablado en este blog;
hacia el Norte nos saludan el Chaparral y los Cantosales, el llano del Concejo
y la Sierra de las Nieves en el fondo se suele desdibujar bajo una tenue
neblina o verse cubierta de un colosal sombrerete de nubes; hacia el Oeste
divisamos Monda que con su inconfundible castillo de la Villeta, viejo testigo
del paso de los años por nuestras tierras, ofrece un singular perfil de nuestro
pueblo; hacia el Este podemos ver como verdean los pinares de Cerro Gordo y más
cerca, la Torrecilla, a cuyos pies acertamos a atisbar las huertas y la alberca
del Curita, donde muchos chiquillos
nos hemos refrescado en verano y donde había que salir pitando cuando venía el
dueño, con toda razón, a reñirnos ¡Más de uno hubo de correr descalzo,
completamente desnudo y con la ropa en la mano! Y es que eran otros tiempos ¡Hostias!
Toda persona que llega por primera
vez a este emplazamiento se queda impresionada por la magia que desprende este
lugar. Además del paisaje el viajero repara inmediatamente en el enorme altar-Calvario que restalla en
blancura y violentos contraluces presidiendo la escena. Se trata de una construcción
de carácter religioso que se remonta al siglo XVIII -casi 300 años de historia
nos contemplan-, ejecutada magistralmente con ladrillo de barro cocido,
enlucida y encalada, con dos nichos y rematada por tres cruces, la central más
alta, como trasunto del monte Calvario o Gólgota, donde Jesucristo sufrió sus
últimos momentos con el tormento de la cruz. A sus pies se extiende una gran
era cuidadosamente empedrada y excelentemente ejecutada en cuyo centro podemos
ver su fecha de construcción, 1891, trazada con cantos rodados.
Era y Calvario
1891
La única sorpresa de los visitantes,
muy desagradable, por cierto, la provoca la distorsión de tan bello lugar por
varias torretas de suministro eléctrico cuyo cableado gravita por encima del
conjunto y enmaraña las vistas a su entorno inmediato, afeando
considerablemente el espacio. Además, los restos de materiales de construcción
y obras, los contenedores y otros objetos que desorganizadamente se desparraman
junto a ella junto con las basuras que se esparcen alrededor, tampoco
contribuyen a la belleza del conjunto ni a propiciar una buena imagen de este
lugar en toda aquella persona que lo visita… ¡No tenemos arreglo!
La era del Calvario desde las eras que tiene enfrente y desde
el monumento religioso. Alrededor, cableado eléctrico, contenedores, escombros y materialesde construcción apilados
Centrándonos en la gran era del
Calvario cabría decir que es un lugar polisémico, cargado de significados, de
sentidos y de memorias. No ha sido sólo un espacio de trabajo donde se ha
trillado y venteado el cereal y algunas leguminosas, como los garbanzos,
también ha sido y sigue siendo un sitio con un fuerte carácter religioso,
especialmente durante la Semana Santa, así como un lugar de encuentro donde
jóvenes y mayores pasan la tarde en determinadas épocas del año.
Es posible que antes de esta era
hubiera otra más antigua, porque es un lugar muy apropiado para aventar el
cereal, además, algunos testimonios documentales del siglo XVI así parecen
indicarlo. Su construcción, como se ha señalado, se produjo a finales del siglo
XIX. Para ello hubo de acondicionarse el espacio, allanarse debidamente y
calzarse o reforzarse por aquellos lugares que hiciera falta por lo que
alrededor de la era, en ciertas partes, podemos observar restos de muros de
contención elaborados a base de una sencilla mampostería en la que se emplea
roca del lugar sin argamasa -trabada a hueso- o con una argamasa muy pobre en cal. De esta manera la nueva era podía
ganar mucha más amplitud.
Detalle de muro de contención en una era situada en una ladera
El pavimento, delicada y
estudiadamente ejecutado pues es de una planitud casi matemática, se realizó a
base de cantos rodados procedentes de cursos fluviales próximos, como el arroyo
Alcazarín. Muchos se preguntarán que por qué se emplean cantos de río; la
respuesta es sencilla, de esta manera era mucho más fácil y eficiente trillar
el cereal o las legumbres que posteriormente se aventaban y, además, no
recibían la humedad del suelo ni otras impurezas. Sin embargo no todas las eras
se realizaban con cantos rodados, según las regiones y las disponibilidades de
materias primas, del tipo de terreno, de la geología… hay lugares donde sólo se
apisonaba bien el suelo y otras zonas donde en lugar de cantos, se empleaban
losas de pizarra, como ocurre en las Alpujarras o en la Sierra de las Nieves
con la era de los Gamones, que es de
losas de calizas, por ser los materiales más abundantes en los entornos.
La era de los Gamones, antes y después de la restauración
de los Voluntarios Medioambientales
Aunque no se perciba a simple vista esta era, al igual que otras, se encuentra levemente basculada hacia un lado y el motivo es la lluvia; inclinar la superficie hacia un lado garantiza que cuando llueva no se formen charcos sobre ella.
Su límite con el monumento del
Calvario lo marca un pequeño realce de pavimento empedrado a los pies del altar
definido por rocas de mayor tamaño. En los ángulos podemos observar unos huecos
que en el pasado, posiblemente, sirvieran para sostener unos faroles, algunas
antorchas o algunas cruces.
Esta era ésta tiene un radio de unos
9 metros, lo que le profiere un área aproximada de 255 metros cuadrados y unos
56 metros de circunferencia. Los cantos con los que se componen tienen un
tamaño más o menos regular y no se disponen aleatoriamente sino que se
organizan desde el centro de la era hacia el exterior. En este lugar hay un
círculo pétreo de casi un metro de diámetro donde, como se ha señalado, se
encuentra la fecha de construcción. Desde este punto parten una serie de radios
que dividen en algo más de cuarenta porciones la superficie de la era, como si de
una caja de quesitos se tratara. En nuestro caso ésta y otras eras son
circulares, pero no siempre sucede así; en la población vecina de El Burgo
tenemos una bella era rectangular junto al río Turón.
La era del Calvario en una imagen aérea
Junto a la era del Calvario se
encuentran otras de tamaño algo menor; unas más próximas y otras más alejadas.
Por debajo de ella, hacia la carretera de Coín, hay una era construida en una ladera rodeada por un
olivar y no sobre un cerrete, que conserva en una pared semicircular hecha a
base de rocas del lugar un pequeño hueco, un pequeño nicho cuya finalidad era
la de fresquera; ahí se depositaban los alimentos y la bebida, como el agua o
el aguardiente, para que estuvieran frescos. Según recuerda Juan esta era recibe el nombre de Morito. Pasada la carretera hay otra
pequeña era afectada por los movimientos de tierra cercanos y relacionados con
la urbanización de la zona que se encuentra en un mal estado de conservación y
casi pasa inadvertida a la vista. Tenemos que echar mano nuevamente de la
memoria de Juan, que recuerda que había tres eras, no una, y se llamaban las eras del Berraco. La urbanización y
construcciones de la zona han destruido las otras dos. En las fotografías
aéreas de los años cincuenta de la pasada centuria podemos ver muy claramente
el conjunto de estas tres construcciones.
Alrededor de la Escuela de Educación
Infantil “Monda” hay otras tres; dos pequeñas, una junto a la otra, por debajo
de la mencionada Escuela y más arriba del Calvario, tras unas viviendas, que
presentan un buen estado de conservación y en las que se puede apreciar cómo se
realizaron paredones para su soporte pues se ubicaban en una zona un poco
inclinada. Se trata de las eras de
Mestre. Una tercera era algo más grande y un tanto deteriorada por el paso
de vehículos, maquinaria pesada… se
sitúa por encima de la escuela infantil, junto al camino de Alpujata, y
posee unas preciosas vistas al pueblo, al castillo y a las sierras. Es un
excelente mirador paisajístico natural, un lugar desde donde se puede disfrutar
de bellos atardeceres. Se trata de la era de las Siete Ollas, como nos señala Juan Liñán. Su nombre, según nos
cuenta este veterano mondeño, se debe a que era un lugar donde llegaba el aire
con más dificultad y se tardaba más en trillar y aventar, por lo que había que
echar más días, más ollas.
La era de las Siete Ollas con Monda al fondo
Punto central de la era de las Siete Ollas
Ya en la Vega, entre la carretera
antigua de Coín y el carril que conduce a Rozuelas, sobre una pequeña elevación
del terreno, hay otra pequeña era empedrada muy bien conservada que suele pasar
desapercibida a la vista, se trata de la era
de la Guerra, cuyo nombre nos vuelve a recordar Juan Liñán con total nitidez.
La era de la Guerra
Las eras en el entorno del Calvario
En el paraje del Tejar había varias
eras. Estaban la era de Randero,
junto al camino de la cuesta de las Herreras,
que fue destruida para edificar una casa y donde tuvo lugar un triste
acontecimiento. Cerca del cauce del Tejar, en su margen izquierda, hay otra, la
era de Talanca. Más lejos, en el
paraje de Guájar, tenemos otras dos pequeñas eras. Una de ellas, según recuerda
Juan, era la era de Parrilla.
Las eras en el entorno del arroyo del Tejar
Las eras de Monda son muy antiguas;
en el Libro de Apeos, documento del siglo XVI, aparecen mencionadas en cantidad
considerable. Este documento, como ya he señalado en otras entradas, lo estudió
y lo publicó junto con las primeras ordenanzas de la villa de Monda, José Antonio Urbano Pérez y lo podemos consultar
en su libro La villa de Monda en el siglo
XVI. Apeos y primeras ordenanzas. En el apeo que se hizo de las propiedades
del cristiano viejo y escribano público de profesión, Bonifacio Villalobos, se
hablaba de:
Un pedazo de tierra del susodicho que
sirbe de heras y de tierra de pan (tierra de cereal panificable) junto con la
dicha era que alinda con otra hera de Bartolomé Arruro y con hera de Luis
Haicor y con el camino que ba a Alpuxaja y tiene en la dicha hera un moral a la
parte de arriba y no más…
Posiblemente este testimonio se
refiera a algunas de las eras que hemos
descrito y que se encuentran en el entorno del Calvario. Éstas pueden ser muy antiguas
y con el tiempo habérsele hecho arreglos y reparaciones para alargar su vida
útil hasta ser reestructuradas a finales del XIX y/o principios del XX. Lo más
probable es que originariamente fueran terrizas. Estamos hablando de casi medio
milenio de uso ininterrumpidos; las
semillas con las que se elaboraba la harina de todo el pan que se amasaba y se
cocía en Monda durante casi cinco siglos y alimentaron a decenas de
generaciones de mondeños, besaron las eras del Calvario antes de que las
caricias del viento las separaran de la paja para después recibir el demoledor
abrazo de las piedras de molturación de los molinos harineros.
Las del Calvario fueron en el pasado
muy importantes para la economía y la sociedad mondeñas. Tanto es así que con
el tiempo renombraron una de las calles más populosas de nuestro municipio que
antaño llegó a tener su propia verbena y que fue rebautizada como calle Erillas, aunque popularmente todos
pronunciemos La Cerilla. Ello tuvo
lugar en un momento posterior al año 1.894 porque anteriormente la calle Erillas se llamaba calle Misericordia, tal y como aseveran los planos
y callejeros antiguos.
Plano de finales del siglo XIX donde podemos observar el nombre
original de C/ Erillas: Calle de la Misericordia
Estas eras, casi fósiles de un tiempo
muy reciente, nos hablan de que en el pasado hubo bastante cereal plantado en
los campos de Monda a diferencia de ahora, donde priman olivos y almendros. Su
explicación es evidente; en una sociedad rural tradicional donde las
comunicaciones son precarias se tiende a la subsistencia, a cubrir todas las
necesidades con la búsqueda de recursos en el medio inmediato. Los cereales que
se plantaban pues tenían un doble uso, por una parte los de carácter
panificables eran posteriormente molturados, transformados en harina que
serviría para hacer el pan en varios de los hornos que tenía Monda; por otra
parte cereales como la cebada, servirían para alimentar a las bestias, muy
numerosas hace décadas en nuestro pueblo por la necesidad que se tenía de ellas
para el trabajo diario (arriería, arado, carga, transporte…). El trigo que se
plantaba en el pueblo normalmente estaba destinado al autoabastecimiento y al
consumo familiar y no para la exportación y venta, pues era poca la cantidad
que se producía y se orientaba a satisfacer las necesidades del consumo local.
No obstante se podía vender o trocar pequeñas cantidades.
LA
MEMORIA DE JUAN LIÑÁN
Desde su sólida memoria Juan Liñán
nos señala que las mayores extensiones de cereal se encontraban en el paraje de
la Vega y aunque había otros lugares donde también se sembraba, éste era el
espacio donde había mayores espacios cultivados. Juan nos recuerda, con cierto
añoro y total precisión cronológica, como hace poco más de tres décadas no se
siembra cereal en Monda…
En las últimas décadas los cultivos y usos han evolucionado en el paraje de la Vega, transformando el paisaje y donde el cereal ha ido dejando paso a los cultivos arbóreos, especialmente al olivo. A continuación incluimos una serie de fotografías aéreas de la zona realizadas desde mediados de los años cuarenta de la pasada centuria, para ilustrar esos cambios.
En las últimas décadas los cultivos y usos han evolucionado en el paraje de la Vega, transformando el paisaje y donde el cereal ha ido dejando paso a los cultivos arbóreos, especialmente al olivo. A continuación incluimos una serie de fotografías aéreas de la zona realizadas desde mediados de los años cuarenta de la pasada centuria, para ilustrar esos cambios.
La Vega desde El Calvario
La Vega en una imagen aérea de 1945
La Vega en una imagen aérea de 1956
La Vega en una imagen aérea de 1980
La Vega en una imagen aérea de 2015, el cambio
del paisaje ha sido sencillamente atroz
Siguiendo de la mano de la memoria
de este mondeño de pro, el trabajo de la era tenía lugar tras la siega del
cereal. Éste se segaba normalmente hacia junio-julio, a mano, con una hoz: con
una mano se cogía un haz de cereal y con la otra se segaba con la hoz. La mano
que recogía el haz de cereal se protegía por una pieza de madera y cuero. Era un trabajo muy duro en el que se sufría los
rigores veraniegos y que realizaban los hombres, pero también algunas mujeres
dadas las necesidades de antaño. Tras la siega el cereal era amontonado en
gavillas, esto es, en grupos de haces, y reposaban en los campos unos 15 ó 20
días para que se fuera secando. Cuando estaban listas, las gavillas eran bacinadas
a las eras, esto es, cargadas en bestias que lo transportaban. Allí se procedía
al trillado y venteo del cereal aprovechando la acción del viento, que podía
soplar por la mañana, por la tarde o por la noche, con lo que había que
amoldarse a los caprichos del dios Eolo.
Tanto las técnicas de cultivo como las herramientas empleadas durante miles de años, desde el dominio del cultivo del cereal, cambiaron poco a lo largo del tiempo hasta la época de nuestros abuelos, cuando la mecanización del campo y el nacimiento de una economía Mundo empezó a suscitar profundos cambios en nuestros paisajes y nuestros paisajanes agrícolas. Las hoces, los molinos harineros -tanto manuales, de sangre o hidráulicos-, las técnicas de cultivo y trabajo... han variado escasamente en los últimos milenios hasta la introducción de las máquinas cosechadoras, los molinos mecánicos...
Mujer rifeña segando y rodeada de gavillas
Campo segado con máquina entre Monda y Coín
Tanto las técnicas de cultivo como las herramientas empleadas durante miles de años, desde el dominio del cultivo del cereal, cambiaron poco a lo largo del tiempo hasta la época de nuestros abuelos, cuando la mecanización del campo y el nacimiento de una economía Mundo empezó a suscitar profundos cambios en nuestros paisajes y nuestros paisajanes agrícolas. Las hoces, los molinos harineros -tanto manuales, de sangre o hidráulicos-, las técnicas de cultivo y trabajo... han variado escasamente en los últimos milenios hasta la introducción de las máquinas cosechadoras, los molinos mecánicos...
La siega del cereal
Hoz neolítica formada por una pieza de madera y dientes de sílex
Hoces del tiempo de nuestros abuelos, en hierro y con mango de madera
Siguiendo con nuestro relato, el cereal, agrupado en haces o
gavillas, era descargado en la era y extendido sobre su superficie. Para
separar el grano del tallo de la paja se hacía pasar bestias por encima con unos
instrumentos llamados trillos para que a base del golpe con los cascos y de la
acción de éstos, se separara el grano de la paja. Los trillos eran unos
artefactos que se empleaban para esta tarea; éstos se conformaban por una tabla
de unas dimensiones determinadas fijadas a las bestias mediante correajes a las
que a la parte inferior se les incrustaba fragmentos de sílex o cuchillas
metálicas. Los más elaborados poseían unas ruedas metálicas dentadas. Los
trillos iban enganchados a las bestias y el hombre que las dirigía en su
minúsculo periplo circular, se subía en ellos para aumentar la presión y
mejorar el proceso de trillado. A la vez que se desgranaba la espiga también se
trituraba la paja, que era empleada en otras necesidades, normalmente para el
alimento de animales (vacas, bestias de carga…). A veces se montaban también
algunos chiquillos para pasearse y divertirse.
Trillando en El Calvario con el castillo al fondo
Para matar el tiempo mientras se
trillaba y hacer más llevadera la labor, solía cantarse algunas coplas de era, hoy tesoro oral que está
en grave riesgo de pérdida por su desuso y paulatino olvido. Juan nos señala
que su función era la de animar a las bestias y para hacer más liviano el
trabajo.
Apañando a las bestias para el trillado en El Calvario
La trilla era una labor que solía llevar
toda una jornada completa y tras realizarse ésta, se dejaban las gavillas
trilladas sobre la era durante toda la noche. Y para cuidar del producto, había
que dormir allí mismo. Al día siguiente se procedía al aventado del cereal. El
trabajo era sencillo y simple, pero requería de técnica y conocimiento para ser
más efectivo y menos agotador. Las gavillas trilladas se disponían
longitudinalmente en la era y varios hombres, con los biergos, las herramientas
adecuadas para aventar, lanzaban la mies al aire una y otra vez con el fin de
que el grano, que pesaba más, cayera al suelo mientras la paja se la llevara el
viento un poco más allá. Finalizado el proceso el cereal se introducía en sacos
a la espera para su almacenamiento en las viviendas y posterior transformación
en harina, mientras que la paja se apilaba para ser empleada en la alimentación
de las bestias.
Trillando en El Calvario
Trillos de madera
Pero no siempre había viento para la
labor del aventado, por lo que había que esperar a que éste se levantara. El
aire, que procedía de levante, solía soplar a partir de las once de la mañana,
como recuerdan Juan Liñán y su esposa Francisca con esta sentencia: “Ya se han
levantado los malagueños”. Mientras se esperaba el viento a la acogedora sombra
de un árbol, se dejaba una caña al borde la era con un trapo enganchado en su
extremo. Cuando el viento soplaba agitando el trapo, los trabajadores se
dirigían rápidamente a aventar el cereal, aprovechando el aire.
Los "caminos del viento"
Las eras eran de propietarios
particulares que las alquilaban para la trilla y el venteo. Aunque también
había quien las tenía en propiedad en sus terrenos. Si ocurría que una gran
parcela contaba con una era y con el tiempo esta parcela se dividiera entre
varios propietarios, todos tenían derecho al uso de la era, cayera en la
parcela que cayera.
Tras todo el proceso de cultivado,
recolección y trilla del cereal para su almacenaje, venía la molienda, que se
podía hacer de varias maneras, a saber, con una molineta de mano, un pequeño
molino formado por dos piedras y que se accionaba con una mano y que molía
pocas cantidades; con un molino de sangre, esto es, mediante una bestia que
accionaba un empiedro trasmitiéndole un movimiento circular; o podía ser
molturado en uno de los molinos hidráulicos que existían en Pereilas (Coín),
como señala Juan Liñán, que recuerda el nombre de varios de ellos, a los que
normalmente iban los mondeños. Esos molinos son del siglo XVIII, pero había
algunos más antiguos, del siglo XVI, que eran propiedad de varios moriscos mondeños.
Sin embargo desde finales del siglo
XVIII hasta mediados del siglo XIX se podía molturar en alguno de los tres
molinos hidráulicos harineros que había en Alpujata,
de los que ya hemos tratado en este blog. En el caso de realizar la
molienda en el molino, se podía pagar al molinero en especie, lo que se
denomina maquila y que representa alrededor del 10 % del producto, o en
metálico. Ninguno de estos molinos muele ya. Algunos son viviendas, otros están
en ruinas o abandonados, muy transformados y mutilados por reestructuraciones
posteriores.
Uno de los antiguos molinos moriscos de Monda
Los procedimientos tradicionales de
trabajo y la mayoría de las herramientas empleadas en la siega, trillado y
venteo del cereal, han cambiado poco a lo largo de los milenios, desde el
origen de la agricultura en el período Neolítico hace varios miles de años hasta
el tiempo de nuestros abuelos, en que la mecanización del campo y la
importación de harinas de otras regiones y países, empezaron a jubilar a herramientas
y a agricultores. En la Antigüedad son numerosas las referencias a las labores
agrícolas asociadas a la explotación del cereal. Existe numerosas pinturas y
grabados de hace milenios de distintas culturas que así lo aseveran; los
encontramos, por ejemplo, en algunos cilindros-sellos de culturas antiguas de
la zona de la actual Turquía hace alrededor de cinco mil años o en el interior
de tumbas egipcias hace tres o cuatro mil años, adornando sus paredes,
llenándolas de vida.
Pongamos por ejemplo a Jenofonte, un historiador, militar
y filósofo de la antigua Grecia que en su obra titulada Economico, que versa sobre la
economía doméstica y la agricultura, nos describe en forma de diálogo entre dos
personajes, Sócrates e Ischómaco, como era el proceso de trilla y venteo del
cereal, entre otras muchas labores relacionadas con el campo:
Modo de trillar
Sócrat. Es verdad, Ischómaco; pero yo
quisiera ahora ver si igualmente sabía el modo de trillar. Ischóm. ¿Ya sabes
que las bestias son las que trillan las mieses? Sócrat ¿Pues no he de saberlo?
Ischóm. Doy también por supuesto que no ignoras, que bajo el nombre de bestias
se entienden bueyes, machos, mulas y caballos. Y paso a preguntarte ¿sabes que
estos animales únicamente saben pisar y quebrantar la mies? Sócrat. ¿Pues cómo
quieres que yo suponga en ellos otros conocimientos? Ischóm ¿Y a quién incumbe
que la parva se desmenuce, como conviene, y se trille por igual? Sócrat ¿Quién
duda eso? a los trilladores. A éstos toca tornar y revolver la trilla, poniendo
bajo los pies de los animales lo que no está trillado, par que de este modo
vaya por igual, y se acabe cuanto antes. Ischóm. Con efecto sabes tan bien
trillar como yo mismo.
Modo de aventar
Sócrat. Pues si te parece, Ischómaco,
podemos pasar al modo de limpiar los granos. Ischóm. Enhorabuena, Sócrates. Y
dime si se comienza a limpiar la parva por aquella parte que está cara al viento,
no se derramará la paja por toda la era? Sócrat. Es forzoso que así suceda.
Ischóm ¿No es consiguiente también que ésta caiga sobre el grano? Sócrat. Es
muy natural que la paja vaya revuelta con el trigo a aquella parte de la era
que está desocupada. Ischóm ¿Y qué sucederá si uno comienza a aventar por la
parte que está de costado al viento? Sócrat. Es claro que la paja quedará en su
lugar natural. Ischóm ¿Después que hayas limpiado el grano hasta la mitad de la
parva, proseguirás aventando la demás paja, o amontonarás lo ya limpiado antes
de pasar adelante? Sócrat. Amontonaré lo ya limpio, para que no se vuelva a
mezclar con la paja, y tenga que aventarlo dos veces. Ischóm. Ya, Sócrates, te
hallas en estado de poder enseñar a otros el modo de limpiar los granos.
Sócrat. Te aseguro, Ischómaco, que no me creía tan instruido y estaba en el
entender que lo ignoraba…
Jenofonto, petrificado
En relación a la era del Calvario,
la grande, la que todos conocemos y por la que todos paseamos, posee un
carácter religioso indiscutible. Junto a ella, presidiéndola, se levanta
nuestro famoso altar-Calvario en cuyos poyetes nos hemos sentados en multitud
de ocasiones a comernos los hornazos tras el final de la Semana Santa y desde
él, en nuestras travesuras infantiles, hemos tratado de escalar los salientes
del Calvario para conquistar la hornacina central o las cruces que rematan el
conjunto. En origen éstas eran de madera pero durante la Guerra Civil fueron
destruidas -como otros legados religiosos y civiles- por lo que finalizada la
contienda civil, fueron sustituidas por las de metal que podemos contemplar
actualmente. En el mundo cristiano el Calvario posee un valor simbólico de
trascendental importancia pues fue el lugar donde Jesús de Nazaret pereció
crucificado tras sufrir un injusto juicio y una terrible tortura a manos de los
romanos y a instancias del Sanedrín, la autoridad judía, además de con con la complicidad
de amplios sectores del pueblo judío. Para la tradición cristiana Jesús se
sacrificó para salvar a toda la humanidad y cada año, con la Semana Santa, se
recrea sus últimos días y su sacrificio. Ni que decir tiene que la subida y el
encuentro del Crucificado y la Virgen de los Dolores la noche del Jueves Santo
son el momento álgido de nuestra Semana Santa. Quien todavía no lo haya
presenciado no sabe lo que se pierde.
Misa en el Calvario
Algunas eras han desaparecido
completamente debido a obras o remociones del terreno. Es el caso ya mencionado
de la popularmente conocida como era del Randero
en el camino de las Herreras, espacio donde tuvo lugar un trágico acontecimiento
y que fue completamente destruida para la construcción de un edificio hoy en
desuso. Otras, las más, están ocultas por la vegetación y el olvido hasta que
dentro de algunos años, a lo mejor muchos, acaben por desaparecer.
Foto aérea 1956
Foto aérea 2014
La puesta en valor de las eras de
Monda, al menos las que se encuentran en el entorno del paraje del Calvario,
debería ser una actuación obligada y prioritaria para su conservación,
integración y mantenimiento así como para el disfrute de las presentes y
futuras generaciones de mondeños y mondeñas, una actuación que deberíamos solicitar
los propios vecinos. Al margen de que todas las eras que tenemos en nuestro
término municipal, así como otros elementos del mundo rural tradicional,
deberían estar catalogadas como patrimonios etnográficos que son, a
continuación se presentan algunas propuestas para las eras del Calvario en
particular:
-Los planes de desarrollo
urbanístico municipales deberían otorgarles la debida protección como bienes
patrimoniales culturales de carácter etnográficos que son, en tal sentido
deberían ser catalogadas y protegidas en los mencionados planes.
-Otra de las actuaciones necesarias
es la limpieza de las mismas y la consolidación de las partes más vulnerables
así como la sustitución del cableado y mejora de los entornos con una profunda
limpieza, que favorecerían estéticamente estos lugares haciéndolos más
agradables de visitar y más atractivos para el turismo, sector económico de
gran importancia.
-Además habría que darles varios
usos sociales, culturales y económicos; podrían convertirse en pequeñas
plazuelas y en pequeños miradores en las que sentarse a disfrutar a modo de miradores al fabuloso entorno paisajístico
agrícola que poseemos así como en improvisados observatorios del firmamento y,
en cierta forma, como miradores al pasado, a nuestras raíces, porque el uso
cultural debía de ser obligatorio con visitas organizadas de los alumnos de la
escuela y otros colegios que encadenaran, a su vez, la visita a las eras con la
de la Casa Museo de Marigloria, otro de los tesoros de nuestro pueblo,
entre otros lugares de interés
etnográfico e histórico. Tanto en los vecinos municipios de Ojén e Istán, pertenecientes a la Reserva de la Biosfera de la Sierra de las Nieves -como Monda-, han puesto en valor sus eras como excelentes miradores además de cómo lugares para realizar distintas actividades. Sírvase el ejemplo de Istán, donde se viene realizando el concurso-exhibición de tiro con onda.
Tiro con onda desde las eras de Istán
Mirador de las eras de Ojén
-Sus usos como atractivos turísticos
estarían más que justificados por el enorme valor patrimonial y cultural que
poseen; en ese sentido habría que colocar alguna sencilla panelería informativa en varios idiomas y darlas a
conocer a agencias y empresas de turismo para que, junto con otros recursos,
sean un elemento de obligada visita como hoy día los es, por ejemplo, el
lavadero de la Jaula, en el que todas las mañanas nos encontramos a grupos de
turistas. En algunos lugares organizan anualmente exhibiciones y concursos de trilla; no sería descabellado plantearse una actividad de esta índole en Monda.
-Habría que darlas a conocer mediante charlas, conferencias y exposiciones. En tal sentido el día 13 de mayo de 2017 tuve la suerte de participar en la VI JORNADA AGROECOLÓGICA DE MONDA, que cada año organiza no sin esfuerzo pero con un gran derroche de ilusión y motivación, el Ayuntamiento de Monda.
Estas jornadas tienen como objeto poner de relevancia los productos agrícolas de las zonas rurales, especialmente la de Monda y su entorno, por lo que cada año el protagonista es un producto agrícola diferente. Este 2017 la jornada se centró en el trigo, un cereal que tradicionalmente ha tendio una especial trascendencia en el paisaje agrícola mondeño, a pesar de no haber alcanzado ni de lejos la importancia del olivo o del viñedo.
En la jornada se habló del pan y de sus orígenes y se realizaó una cata con una magnífica intervención de Antonio García de "El Colmenero" de Alhaurín el Grande; también se hicieron tallres de cerveza artesanal y una cata de cerveza artesanal. A mí me tocó hablar del patrimonio cultural asociado al trigo, por lo que comentamos los valores de los paisajes agroculturales, hablamos de las eras, de los molinos harineros y de las tahonas... Pero quiero destacar que conté con la extraordinaria ayuda de Juan Liñán. Juan nos ilustró, en forma de entrevista, sobre uno de los patrimonios culturales más frágines: el patrimonio cultural inmaterial. A lo largo de su intervención nos habló desde su experiencia y sus vívidos recuerdos de cómo eran las duras labores de siembra y siega; cómo eran los trabajos en las eras con los trillos, el venteo, las coplillas de era... así como en los molinos y en las tahonas.
La presencia y participación de Juan Liñán en esta jornada organizada anualmente por el Ayuntamiento de Monda le dió una relevancia especial, contribuyendo a rescatar la memoria y el patrimonio cultural inmaterial del mundo rural mondeño. Juan, nuevamente ¡Muchas gracias!
-Habría que darlas a conocer mediante charlas, conferencias y exposiciones. En tal sentido el día 13 de mayo de 2017 tuve la suerte de participar en la VI JORNADA AGROECOLÓGICA DE MONDA, que cada año organiza no sin esfuerzo pero con un gran derroche de ilusión y motivación, el Ayuntamiento de Monda.
Estas jornadas tienen como objeto poner de relevancia los productos agrícolas de las zonas rurales, especialmente la de Monda y su entorno, por lo que cada año el protagonista es un producto agrícola diferente. Este 2017 la jornada se centró en el trigo, un cereal que tradicionalmente ha tendio una especial trascendencia en el paisaje agrícola mondeño, a pesar de no haber alcanzado ni de lejos la importancia del olivo o del viñedo.
En la jornada se habló del pan y de sus orígenes y se realizaó una cata con una magnífica intervención de Antonio García de "El Colmenero" de Alhaurín el Grande; también se hicieron tallres de cerveza artesanal y una cata de cerveza artesanal. A mí me tocó hablar del patrimonio cultural asociado al trigo, por lo que comentamos los valores de los paisajes agroculturales, hablamos de las eras, de los molinos harineros y de las tahonas... Pero quiero destacar que conté con la extraordinaria ayuda de Juan Liñán. Juan nos ilustró, en forma de entrevista, sobre uno de los patrimonios culturales más frágines: el patrimonio cultural inmaterial. A lo largo de su intervención nos habló desde su experiencia y sus vívidos recuerdos de cómo eran las duras labores de siembra y siega; cómo eran los trabajos en las eras con los trillos, el venteo, las coplillas de era... así como en los molinos y en las tahonas.
Un servidor con Juan y con representantes del Equipo de Gobierno
del Ayuntamiento de Monda
La presencia y participación de Juan Liñán en esta jornada organizada anualmente por el Ayuntamiento de Monda le dió una relevancia especial, contribuyendo a rescatar la memoria y el patrimonio cultural inmaterial del mundo rural mondeño. Juan, nuevamente ¡Muchas gracias!
EPÍLOGO
La siembra, siega y separación del
grano de la paja para su molturación y posterior transformación en pan, ya lo
hacen desde hace muchísimas décadas las máquinas cosechadoras. La mecanización
del campo con la introducción de nuevas tecnologías y abonos más potentes así
como de cultivos transgénicos, las mejoras de las comunicaciones y los
transportes a nivel global y la inmersión en una economía-mundo ha cambiado radicalmente
nuestro planeta propiciando, entre otras muchísimas cosas, la quiebra de la
agricultura tradicional en muchos lugares del planeta, conllevando la
modificación unos paisajes y unos usos agrícolas milenarios, extinguiéndolos en
multitud de ocasiones.
La mecanización del campo
La distribución internacional del
trabajo planificada por las grandes potencias económicas junto con las grandes
corporaciones y multinacionales ha asignado a distintas regiones del planeta
diferentes funciones productivas o de servicios. Ello ha provocado unos cambios
muy profundos en todos los ámbitos: económico, social, paisajístico, cultural…
Gran parte del cereal que se consume en nuestro país en forma de pan y otros
productos procede de tierras lejanas, muy lejanas. Ello ha tenido en nuestras
tierras un fuerte impacto en las estructuras productivas, en las relaciones de
producción, en los paisajes agrarios, en los antiguos usos y en los oficios que
se les asociaba, en la economía productiva tradicional, en las personas...
Desde hace mucho tiempo es más barato comprar no ya el trigo, sino la harina, a
otros países, con lo que los cultivos, las eras y los trillos, los molinos de
cereal y sus singulares unidades de medidas, los conocimientos ancestrales…
hace mucho, mucho tiempo que dejaron de tener sentido en una economía
desquiciada por un capitalismo neoliberal radical que busca la quimera de la
producción, el crecimiento y el enriquecimiento ad infinitum de unos pocos, claro.
Por tanto los espacios de sembradío, las eras, los viejos molinos hidráulicos, las herramientas y las técnicas de trabajo empleadas... han pasado a convertirse en elementos de un pasado muy reciente con el que todavía muchos nos identificamos, pero que irremisiblemente se encuentran condenados a fosilizarse en el paisaje, en ciertos museos locales de carácter etnográfico (como el de Marigloria, donde se conservan estas herramientas y se explican sus usos, lugar -casi templo- donde reside parte de la memoria de nuestro pequeño y grande universos cultural rural), o a desaparecer por completo. Junto a estos vestigios nos queda el más frágil de todos: la memoria de muchas personas que vivieron y trabajaron en aquellas épocas el cereal desde su siembra, pasando por su su siega, su trillado en las eras, su molturación… hasta su total conversión en pan. Cuando se apague la memoria de estas personas, se irán al traste en nuestras tierras miles de años de tradición agrícola.
Por tanto los espacios de sembradío, las eras, los viejos molinos hidráulicos, las herramientas y las técnicas de trabajo empleadas... han pasado a convertirse en elementos de un pasado muy reciente con el que todavía muchos nos identificamos, pero que irremisiblemente se encuentran condenados a fosilizarse en el paisaje, en ciertos museos locales de carácter etnográfico (como el de Marigloria, donde se conservan estas herramientas y se explican sus usos, lugar -casi templo- donde reside parte de la memoria de nuestro pequeño y grande universos cultural rural), o a desaparecer por completo. Junto a estos vestigios nos queda el más frágil de todos: la memoria de muchas personas que vivieron y trabajaron en aquellas épocas el cereal desde su siembra, pasando por su su siega, su trillado en las eras, su molturación… hasta su total conversión en pan. Cuando se apague la memoria de estas personas, se irán al traste en nuestras tierras miles de años de tradición agrícola.
El campo, nuestro entorno rural y el
lugar en que vivimos, pierde biodiversidad y pierde patrimonio cultural
material e inmaterial. Y eso se traduce
en una lenta pero paulatina pérdida de identidad cultural.
© Diego Javier Sánchez Guerra