EL
HOMBRE Y LA SIERRA (DE LAS NIEVES)
EL
OFICIO DE NEVERO
Como
amante de la historia y del patrimonio cultural de la Sierra de las Nieves, una
vez me preguntaron en una conversación cual de los patrimonios culturales de
este fabuloso espacio natural y humano consideraba el más representativo, el más importante. Sin
titubeos, sin dudas y sin indecisiones respondí que el agua. Un poco atónito se
quedó mi interpelado, pues esperaba una predecible respuesta: tal fuente, tal
iglesia, tal castillo, tal calzada, tal molino… Pero en un primer momento no
entendió la contestación que le había dado. Hube de explicarle que ha sido el
agua la madre de casi todos los patrimonios en la Sierra de las Nieves: ha sido
la que ha modelado las montañas calizas y ha creado su red de simas, cuevas y
cavernas, en muchos casos habitadas y usadas por el ser humano hasta tiempos
recientes; es el agua la que ha dado vida a ríos, arroyos y manantiales que han
permitido el desarrollo de la agricultura irrigada y de los espacios de huerta desde época andalusí,
de los molinos harineros, de los batanes, de los alcaldes del agua…; la que
circula por fuentes y lavaderos públicos, dando sentido a estos tradicionales
espacios de agregación colectiva; la que se emplea en los ritos cristianos
dentro y fuera de las iglesias; la que en forma solida, de nieve o hielo, daba
sentido al oficio de nevero y con ello al nombre de Sierra de las Nieves…
La fuente y lavadero de la Jaula, en Monda
Agricultura irrigada en Tolox
Esta
entrada va de agua en estado sólido, de su aprovechamiento y explotación por
los neveros, de los pozos de nieve... y quiero dedicarla a todos aquellos
hombres, jornaleros, trabajadores, arrieros, capataces… que durante siglos
desarrollaron la ya desaparecida actividad de nevero y que dieron su actual
nombre a la Sierra de las Nieves.
También
quiero dedicarla al profesor Juan Bardón
Garcés, al que conozco poco pero al que admiro bastante. El profesor Bardón ha
presentado recientemente un libro en su pueblo, Yunquera, titulado Yunquera.
Entre el Antiguo Régimen y la Restauración (1750-1900). En él, después
de diez años de ardua labor documental, de leer y consultar cientos de libros y
artículos así como de investigar muy pacientemente en diferentes archivos, ha
plasmado la historia de Yunquera desde mediados del siglo XVIII hasta finales
del siglo XIX. En esa magna obra, porque no puede calificarse de otra forma, le
dedica un extenso y completísimo capítulo a los pozos de nieve, al trabajo de
los neveros yunqueranos y al negocio de la nieve que es completamente
excepcional por lo documentado y detallado de los contenidos que nos ofrece,
arrojando una necesaria luz a un tema aún no tan conocido como cabría suponer y
que es de una trascendental importancia para la historia de la Sierra de las
Nieves y la identidad de sus habitantes.
Igualmente
me gustaría señalar que esta entrada es una versión reducida y adaptada a los
medios digitales de un trabajo que sobre los pozos de nieve, simas y
ventisqueros de la Sierra de las Nieves, estoy realizando y que espero vea la
luz en unos meses ¡Toquemos madera!
INTRODUCCIÓN
La
Sierra de las Nieves es el nombre que recibe una comarca que se ensortija entre
el Valle del Guadalhorce, el litoral marbellí y la Serranía de Ronda. Es un lugar prodigioso. Se trata de un espacio
de una riqueza geológica, botánica y faunísticas sobresalientes. Posee un
relieve y unas formaciones montañosas diversas y singulares, de año en año
coronadas por caducas nieves donde nacen multitud de riachuelos y ríos, como el
Verde, el Turón y el Grande, habitados por numerosas especies de peces y
anfibios. En este singular espacio se ha desarrollado decenas de oficios
tradicionales a lo largo y ancho de su historia, que no es poca.
Dada
su riqueza y diversidad naturales en el corazón de este emblemático lugar se
creó el Parque Natural Sierra de las Nieves en 1989, que alberga la mayor
población de pinsapos del planeta y que se encuentra en la actualidad en pleno
proceso de declaración como Parque Nacional, merced a sus valores ecológicos y
naturales, geológicos y faunísticos. Otros significados pinsapares los
encontramos en la Sierra de Grazalema, Cádiz, y en Sierra Bermeja, Málaga, ésta
última con la particularidad de ser el único bosque de pinsapos que se
desarrolla sobre un sustrato geológico de peridotitas.
Uno de los pinsapares de la Sierra de las Nieves
Sin
embargo sus valores naturales y paisajísticos así como culturales y
patrimoniales no sólo han sido reconocidos por las administraciones públicas
nacionales; la UNESCO, dentro de su programa HOMBRE y BIOSFERA, catalogó esta
comarca como Reserva de la Biosfera Sierra de las Nieves, un galardón que tiene
una importante relevancia mundial. Junto con otros espacios naturales del Sur
andaluz a los que se suman otros del Norte de África, pasando por las acaracoladas aguas
mediterráneas del Estrecho de Gibraltar, forma parte de la Reserva de laBiosfera Intercontinental del Mediterráneo, la primera a nivel mundial en su
género.
La Reserva de la Biosfera
La Reserva de la Biosfera Intercontinental
Además
de sus patrimonios naturales el legado cultural de la Sierra de las Nieves,
como he manifestado en multitud de ocasiones y como no me cansaré de señalar, no es menos interesante ni menos
importante, pero es mucho menos conocido y mucho menos valorado. Ello se debe
primordialmente a su general desconocimiento lo que ha conducido, al igual que
en otras muchas zonas rurales, a su infravaloración a pesar de que la historia
es larga y la huella del ser humano en estos lares, intensa.
Dolmen del Tesorillo de la Llaná, en Alozaina
Volviendo
a la cuestión de los antiguos oficios, los más destacados y los que han sido la
base económica de los pueblos que componen esta comarca durante miles de años
han sido la agricultura y la ganadería, sin duda, entre otros muchos duros
trabajos que llevaron a cabo los sufridos habitantes de estas tierras como el
de arriero, carbonero, minero, jornalero, molinero… oficios que aunque de
género masculino también fueron
igualmente realizados y compartidos por las mujeres, tan trabajadoras
como los hombres o más, y tan invisibles ¡Siempre las mujeres rurales tan
invisibles!
Juan Sánchez, vecino de Monda, en la recogida de aceitunas
La ganadería ha sido otra de las actividades económicas tradicionales básicas
Pero
el más afamado de los oficios, el más conocido, el que más se ha propalado al
menos en los últimos años, ha sido el de nevero ¡¿Por qué?! Quizás por su singularidad, por su
particularidad, por lo poco común de su labor… ¡Quién sabe! Lo cierto es que el
negocio de la nieve, cuyo mayor desarrollo tuvo lugar entre finales del siglo
XVI y principios del XX, supuso una importante actividad económica en la Sierra
de las Nieves hoy completamente desaparecida y prácticamente olvidada. Sólo nos
quedan los viejos pozos, junto con las profundas simas, anegados de sedimentos
y del peor de los posos: el del olvido; los antiguos caminos de arriería, hoy
transitados por senderistas; los viejos recuerdos de las familias de los neveros,
cada vez más borrosos; y un importante legado documental en diferentes archivos
a través de los cuales conocemos los nombres de los pozos, los litigios y
luchas por controlarlos, los contratos de arriendo de los neveros, los del
abasto de las ciudades y sus problemáticas, de los destinos de la nieve de la
Sierra de las Nieves…
Documento manuscrito de uno de los archivos
Para
profundizar en este singular tema existen muchas investigaciones, libros y
artículos a nivel general que vienen viendo la luz desde hace décadas y que
estudian los neveros y los pozos desde distintas perspectivas y desde
diferentes enfoques (arqueológico, arquitectónico, antropológico, patrimonial…)
ofreciendo una completísima imagen de los pozos de nieve y del oficio de nevero
a lo largo y ancho del tiempo. Amén de estos trabajos existen muchísimas publicaciones
en internet, unas más completas que otras, unas más documentadas que otras… que
le otorgan una visibilidad enorme a un patrimonio sorprendentemente aún tan
poco conocido en nuestras tierras, al mostrar una multitud de fotografías
antiguas y modernas, dibujos y gráficos que ayudan a la comprensión de este
extraordinario patrimonio cultural.
Libros sobre neveros y pozos de nieve de distintos lugares de España
UN POCO DE HISTORIA
La
historia del aprovechamiento de la nieve como hielo es muy antigua. Ya en el
Próximo Oriente está documentado como
los antiguos sumerios la empleaban, aunque su uso no estaba generalizado. En el
mundo mediterráneo tanto griegos como romanos la empleaban convenientemente
para aplicaciones médicas, como calmar el dolor, bajar la inflamación, cortar
hemorragias… así como para enfriar alimentos, especialmente bebidas,
particularmente el vino. En lugares tan distantes como la India o China también
se ha documentado su uso.
Los
musulmanes, especialmente los médicos, la usaron con prolijidad y a ellos se
atribuye la invención del sorbete y de distintos tipos de helados y refrescos.
Algunos de sus recetarios de medicina en los que empleaban la nieve llegaron a
Europa, se tradujeron y con ellos muchos médicos europeos llegaron a escribir
tratados de las aplicaciones médicas de la nieve.
A
finales de la Edad Media el uso del hielo se introdujo en las cortes europeas,
pues entonces era un producto todavía muy caro que solo llegaba al alcance de
unos pocos.
En
España está documentado su consumo desde muy antiguo, pues en Mérida se
conserva un pozo de nieve de época romana así como en algunas villas romanas
del Norte de nuestro país. En época medieval se tiene algunas noticias de su
uso y consumo pero habría que esperar hasta los siglos XVII y XVIII para su
empleo generalizado y mayor acceso de todas las capas sociales. En estos años
son muchos los médicos que la recetan, realizando incluso numerosos tratados
relacionados con su empleo terapéutico, hoy día una gran fuente de conocimiento
sobre este tema en esa época. Son famosos los del médico sevillano Nicolás
Monardes (Tratado de la nieve y del beber
frío, 1574) o el del médico valenciano -de nombre un tanto particular-
Francisco Franco (Tratado de la nieve y
del uso de ella, 1569).
Tratado de la Nieve y del uso della, de Francisco Franco
¿Cómo
un producto tan poco común y tan complicado de conservar se generalizó en esos
siglos? Pues su abundancia en esta época tuvo mucho que ver y ello se debió a
un suceso ambiental que los expertos han denominado la Pequeña Edad de Hielo. Se trata de una etapa de frío que abarca
desde el siglo XVI al XIX, teniendo sus máximos rigores entre el XVII y el XVIII. En esta época las temperaturas cayeron, muchos ríos se congelaron en determinadas épocas del año, crecieron los glaciares y la cota de
nieve bajó considerablemente y se mantuvo durante muchos meses al año. Gracias a esta
abrupta bajada de las temperaturas muchas montañas de nuestro país se cubrieron
de nieve y surgió su aprovechamiento.
Pintura de época reflejando una fuerte nevada
El
origen de la Pequeña Edad del Hielo no está claro. Unos lo atribuyen a los
efectos de varias grandes erupciones volcánicas en diferentes puntos del planeta que arrojaron materiales a la
atmósfera, creando una película envolvente que provocó que los rayos del
Sol no llegaran al ciento por ciento a la Tierra, lo que conllevó a una
disminución de las temperaturas. Otros especialistas atribuyen la bajada del
mercurio durante esos años a una reducción de la actividad solar, dado que en
esos años se tiene constancia de que las manchas solares se redujeron
drásticamente… Ya fuese por una cosa o por otra, o por ambas combinadas, el
caso es que llegó el frío, la nieve y el oficio de nevero.
LOS POZOS DE NIEVE Y
OTROS RECEPTÁCULOS DE NIEVE ARTIFICIALES Y NATURALES EN LA SIERRA DE LAS NIEVES
El puerto de los Ventisqueros con algunos de sus pozos de nieve
En
la Sierra de las nieves además de los famosos y conocidos pozos, había otros
lugares donde se acopiaba la nieve: simas, como en la Maroma, y cuevas;
pucheros, que eran pequeños pozos excavados en el suelo y arrimadizos o
arrimaderos, acumulaciones de nieve en superficie apisonada y cubierta por
materia vegetal, tierra y esteras. Hubo también pilones o heleras, pequeños depósitos donde se congelaba el agua que una vez
transformada en hielo, se introducía en los pozos. Pero este último sistema fue
menos empleado.
Puchero
Arrimadizo
Numerosas
fuentes documentales nos hablan de los pozos, del transporte y del sistema de
abasto y venta en ciudades como Málaga. También muchos viajeros, botánicos,
naturalistas y eruditos que visitaron estos entornos, nos hablan, entre otras
muchas cosas, de la actividad de los neveros, de los depósitos o pozos de
nieve, de la larga permanencia de la nieve en la Sierra de las Nieves: el
erudito rondeño Juan María de Rivera Valenzuela los señala en su obra Diálogos de Memorias Eruditas; el
naturalista irlandés William Bowles habla fugazmente de la explotación de la
nieve; el viajero inglés Francis Carter, en su obra De Gibraltar a Málaga,
también señala la actividad; sin embargo es el botánico valenciano Simón de
Rojas Clemente (para muchos el verdadero descubridor del pinsapo) el que ofrece
una información extraordinaria de los pozos y la actividad de los neveros en
Grazalema y en Sierra de las Nieves. Veamos la parte que nos concierne:
Sierra de Tolox parece es más fría que todas las vistas antes desde Cádiz, así le cae mucha más nieve que a la del Pinar (en Grazalema) y no necesitan los Neveros para recoger la necesaria de amontonarla en manera alguna, pues forma ventiscas en que llega al grueso de 4 y 8 y más varas cuando allí rarísimo año llega a cuatro y en rarísimo paraje, y de tabla (donde no está acumulada por su peso ni por el viento) o entablada hasta más de una vara y dos.
El escritor W. Irving, que visitó Yunquera y Ronda, no los menciona, pero años después si deja constancia en Granada sobre la actividad de los neveros; y los naturalistas suizo y alemán respectivamente, E. Boissier y H. M. Willkom. El primero aporta algunos datos y además habla de la actividad en Sierra Tejeda, mientras que el segundo, a pesar de que no hace referencias al oficio, si que nos habla de otras actividades y de las personas que subían a ganarse la vida da la Sierra, por lo que sus testimonios son fundamentales para entender este espacio tan natural como profundamente humanizado.
Sierra de Tolox parece es más fría que todas las vistas antes desde Cádiz, así le cae mucha más nieve que a la del Pinar (en Grazalema) y no necesitan los Neveros para recoger la necesaria de amontonarla en manera alguna, pues forma ventiscas en que llega al grueso de 4 y 8 y más varas cuando allí rarísimo año llega a cuatro y en rarísimo paraje, y de tabla (donde no está acumulada por su peso ni por el viento) o entablada hasta más de una vara y dos.
La recogen
aquí con parihuelas, que llevan dos hombres, puesta encima una estera. En San
Cristóbal en los harapos de las mantas o la cargan al hombro; aquí todo son
balsas, que llaman sin embargo pozos. Las hacen en cualquiera parte cerca de
las ventiscas, levantando mucho en ellas el montón de nieve que cubren solo con
las ramas de pinsapo y tierra encima. Así es que se les derrite mucha cantidad.
El escritor W. Irving, que visitó Yunquera y Ronda, no los menciona, pero años después si deja constancia en Granada sobre la actividad de los neveros; y los naturalistas suizo y alemán respectivamente, E. Boissier y H. M. Willkom. El primero aporta algunos datos y además habla de la actividad en Sierra Tejeda, mientras que el segundo, a pesar de que no hace referencias al oficio, si que nos habla de otras actividades y de las personas que subían a ganarse la vida da la Sierra, por lo que sus testimonios son fundamentales para entender este espacio tan natural como profundamente humanizado.
De izquierda a derecha: Francis Carter, Simón de Rojas y E. Boissier
Se viene aceptando como fecha más
antigua de que se tiene constancia de la explotación de la nieve en la Sierra
de las Nieves el testimonio que se refiere a una cacería organizada en el Coto
de Doñana en el año 1624, ofrecida por el Duque de Medina Sidonia al monarca
Felipe IV, uno de los últimos Austria. Es el poeta antequerano Pedro Espinosa
quien recogió la noticia que se encuentra reproducida en innumerables webs,
libros y artículos:
Traíanse cada día seis cargas de nieve, de Ronda, en cuarenta y seis acémilas, repartidas en diferentes puestos, con que no paraba la nieve en ninguno.
El
rey solía viajar con una corte de chupópteros, gorrones, sinvergüenzas y
aprovechados que no hacían más que comer, beber y vivir del cuento. Allá donde
iba el monarca, iban ellos, arrasando cual plaga de langosta. El Duque de
Medina Sidonia, hombre muy poderoso y acaudalado en la época, para ganarse el
favor del monarca debía cubrir estos gastos y otros, por lo que la visita le
saldría por un ojo de la cara. Pero, claro, algo buscaría y algo ganaría, pues
es bien sabido que estas cacerías de alta alcurnia, como reuniones de empresas
y empresarios de la época que eran, tenían unas finalidades que iban más allá
de la caza. En la actualidad pasa lo mismo; se reúnen ministros y empresarios
en alguna cacería o reunión de empresa y al poco, por arte de birlibirloque,
nos suben el precio de la luz un 30%. Pero ¡No nos desviemos del tema! ¡Al
final siempre acabo andando por las ramas!
Volviendo
a la cuestión del dato más antiguo de la explotación de la nieve en la Sierra
de las Nieves, hay varias noticias y referencias anteriores que nos llevan una
fecha tan temprana como es el año 1566 (casi sesenta años antes), donde un
militar de Ronda con grado de Alférez, Gregorio de Santisteban, ya tenía la
concesión de explotación de las nieves del término de Ronda, donde se incluían
las de la Sierra de las Nieves. Ello daría lugar a numerosos litigios en años
sucesivos con los vecinos de términos como Tolox y Málaga (a través de
Yunquera, de la que era propietaria) por el control del acopio y venta de la
nieve. Sus descendientes de la famosa familia Mondragón de Ronda continuarían
con estos derechos hasta que la misma ciudad de Ronda los consiguió en un
momento aún indeterminado del siglo XVII. A partir de esa época los pozos,
ventisqueros y simas de la Sierra de las Nieves aparecen en muchos archivos,
especialmente en el de Málaga, detalladamente estudiado por el profesor Juan
Bardón Garcés.
Este es un extracto del contenido que se recoge en uno de los documentos que componen uno de los pleitos surgidos por la explotación de la nieve y que data de finales del siglo XVI:
Este es un extracto del contenido que se recoge en uno de los documentos que componen uno de los pleitos surgidos por la explotación de la nieve y que data de finales del siglo XVI:
El Rey por cuanto
habiéndonos hecho relación por parte de
Gregorio de Santisteban, mío Alférez de la ciudad de Ronda, que algunos años acaecía
nevar en aquella ciudad y que la nieve que ansí caía ninguna persona la había
acostumbrado a guardar y suplicándonos que porque quería edificar algunas casas
en que se pudiese conservar para que se aprovechasen de ella en verano los que
quisiesen de que se (ilegible) a beneficio a la dicha ciudad y a los demás de
la comarca, le diésemos licencia para que él y no otras personas por algún tiempo
pudiese guardar la dicha nieve y venderla a la dicha ciudad y su tierra y dos
leguas alrededor. Por una mía cédula firmada de mi mano fecha en Madrid a seis
de marzo del año pasado de mil y quinientos y sesenta y cinco le dimos la dicha
licencia por tiempo y espacio de quince años,
con que si alguna la quisiese guardar y beneficiar para su casa, lo
pudiese hacer…
Aquí nos encontramos con la referencia documental más antigua a la explotación de la nieve en la Sierra de las Nieves y, además, la primera referencia a la construcción de infraestructuras para albergarla y conservarla en un momento tan temprano como es la segunda mitad del siglo XVI. En el texto se citan como casas, pero nosotros entendemos que con ese término debía hacerse referencia a los los pozos. Gregorio de Santisteban, en vista de que según él nadie aprovecha comercialmente la nieve, obtiene una licencia de exclusividad que irán renovando sus descendientes y familiares, lo que les enfrentará a los intereses de otros concejos como el de Tolox o el de Málaga y de los que no podemos tratar en la presente entrada por falta de espacio.
Uno de los pozos en el puerto de los Ventisquero, en Yunquera
El mismo nevero en una foto antigua
Estructuralmente podemos decir que los
pozos de nieve de la Sierra de las Nieves son unas obras circulares, de unos
ocho a diez metros de diámetro (algunos algo más) y unos dos metros de
profundidad, ceñidos por un muro compuesto de rocas calizas trabadas en seco,
sin argamasa, que se ubican en torno a los 1200 – 1800 m de altitud, orientados
al Norte, buscando la zona de menor insolación para no dañar al hielo
almacenado, y en laderas con cierta pendiente ya que en la parte inferior, en
la base y en uno de los extremos, se les practicaba un orificio para que el
agua del deshielo tuviera salida. Esta salida recibía la
denominación de caño. En la pared
interior el pozo se instalan una serie de
peldaños embutidos en el muro para
acceder al interior, a base de rocas de mayores dimensiones. Además de esta rústica escalera, antiguamente también se
bajaría con escaleras de madera.
Peldaños interiores en el restaurado pozo de la cañada de los Corrales, pasado el puerto del Saucillo, en Yunquera
Un servidor interpretando el pozo de la cañada de los Corrales, pasado el puerto del Saucillo, en Yunquera
Pero
hay que señalar que para ciertos investigadores no estaríamos ante un pozo de
nieve, sino ante lo que se denomina ventisquero (de hecho el puerto de los
Ventisqueros en Yunquera recibe el nombre por ello), que la investigadora
Guadalupe Pizarro define como excavaciones
de escasa profundidad, sin cubierta de obra pero protegida por muros,
generalmente semicirculares o circulares, de cierta altura. El muro cerraba una
vaguada o depresión del terreno y servía para aprovisionarse de nieve sin
construir un pozo de almacenamiento propiamente dicho. Este tipo de estructuras
se conserva aún en poblaciones de montaña andaluzas como Valdepeñas de Jaén, la
Sierra de las Nieves en Málaga, y Sierra Nevada. Los de la Sierra de las
Nieves son diferentes a los de la Sierra del Pinar, en Grazalema; a los de
Baza, en Granda; a los de la Sierra de Espuña, en Murcia; y otros de distintos lugares
de la geografía española que no eran iguales: éstos tienen un perfil
tronco-cónico invertido y una profundidad de unos ocho metros, recibiendo una
cubierta abovedada o bien de ladrillo o cantería, o bien de tejas, depende de la región geográfica.
Sección de un pozo de nieve con cubierta
A
los de Sierra de las Nieves vamos a seguir llamándolos pozos, pues es por el
término por el que tradicionalmente los conocemos.
Maqueta de un pozo de nieve en la Torre Vigía de Yunquera
Los
pozos de nieve de la Sierra de las Nieves los hay en los términos municipales
de Yunquera, Tolox y Ronda. En el término de Yunquera se conservan varios en el
puerto de los Ventisqueros y alrededores, al menos seis, mientras que hay otro
restaurado en el puerto del Saucillo, en el inicio del sendero que lleva al
Torrecilla pasando por el mencionado puerto de los Ventisqueros. En Tolox
conocemos al menos cuatro en el puerto del Oso, uno de ellos de gran tamaño y
restaurado. En Ronda había varios en la cañada de las Ánimas y en los Llanos de
la Claridad.
Pozo de nieve del puerto del Oso, en Tolox
Los cuatro pozos del puerto del Oso, en Tolox. Al fondo a la derecha
el pozo restaurado por la Dirección del Parque Natural
Además
de los pozos se aprovechaban las simas. En Yunquera las fuentes documentales mencionan dos y
en Tolox varias, pero ninguna está debidamente localizada. Sabemos que las
simas del Peñón de los Enamorados y de Juan Pato se usaron como neveros, pero
no conocemos los nombres que les otorgaban antaño. En ellas se acumulaba la
nieve de forma natural y había que bajar a por ella con cuerdas y subirla a
base de fuerza. Las fuentes documentales también mencionan alguna cueva para el encierro de nieve, pero no proporcionan ni su nombre ni ningún otro detalle que nos permita localizarla.
Sima de los Enamorados, en Tolox
Antaño
hubo aprovechamientos de nieve incluso en el término de El Burgo, pero no
tenemos constancia de que hubiera pozos. En su completo estudio el profesor
Juan Bardón habla de un arrimadizo que había en el término de El Burgo a
finales del siglo XVIII, en el paraje denominado los Pozuelos. Este topónimo tan sospechoso bien pudiera estar haciendo
referencia a la pasada existencia de algunos antiguos pozos o de algunos
pucheros, aunque no disponemos de suficientes datos como para poder aseverarlo
con rotundidad.
Sima de Juan Pato
(Foto cedida por Rafael Flores Domínguez,
Asociados
a los pozos de nieve había chozas de materia vegetal, como nos relataba Edmond Boissier
en sus memorias, y otras elaboradas con piedra. De las primeros ninguna se ha
conservado, de los segundos tenemos constancia de dos: uno en el puerto de los
Ventisqueros y otro en las inmediaciones del puerto de los Pilones, en término
municipal de Tolox. Se trata de construcciones pequeñas y toscas de muros
gruesos realizados con rocas del lugar trabadas a hueso, sin argamasa, como los
neveros. Pueden rondar los cinco o seis metros cuadrados y a juzgar por los
restos de tejas, tenían una humilde cubierta de teja mora a un agua. Estas
pequeñas construcciones eran el humilde refugio del guarda, de la persona que
se quedaba a cargo de que no robaran la nieve y que ayudaba a los arrieros a
cargarla para el transporte, anotando la cantidad que se llevaba cada arriero.
Chozo de nevero en el puerto de los Pilones, Tolox
EL TRABAJO EN EL POZO
DE NIEVE
La
labor de encerrar nieve o empozarla no era tarea fácil. Según algunas fuentes
orales recabadas a neveros del siglo XX los pozos se llenaban en primavera. Sin
embargo la documentación archivística señala que eran los meses de enero y
febrero cuando se procedía al llenado de los pozos ¿Qué ha pasado? ¿Ha bailado
el calendario? ¿Nos aclaramos o qué? La única explicación que se me ocurre es
que la Pequeña Edad del Hielo empezó a desaparecer a partir del siglo XIX, por
lo que debió incidir en el régimen de innivación, la elevación de la cota, su
mantenimiento en el tiempo… lo que debió repercutir también en el cambio en el momento de
recogida.
Trabajadores de la nieve
El
trabajo del llenado del pozo era duro y requería de decenas de hombres durante
varios días. Si el pozo era más grande, más jornaleros; si había nevado menos,
más todavía porque había que desplazarse mucho para recoger nieve… Y no
olvidemos dos cosas: la primera, que había que subir andando desde las
poblaciones vecinas con bestias cargadas de pertrechos (herramientas, comida,
materiales…), pues no había coches que nos acercaran a las inmediaciones de los
pozos. En el caso de Yunquera, subir desde el pueblo al puerto de los
Ventisqueros era todo un “alpargatazo”. Y después había que encerrar la nieve.
Un trabajo duro de narices. A esta circunstancia se añadía la del frío intenso
y el azote inmisericorde del gélido viento que acaricia estas montañas. Unas
condiciones ambientales muy adversas para las que los neveros tenían unos
apaños para la época insuficientes, a base de prendas confeccionadas con pieles
de animales que les ofrecía cierta protección, nada en comparación con los
preparos que llevamos hoy día los senderistas.
Herramientas de los neveros
En
el tajo había un capataz asistido por un manijero que dirigía los trabajos y a
los trabajadores, normalmente jornaleros. Inicialmente el fondo del pozo,
después de ser debidamente limpiado, debía cubrirse con troncos para que la
nieve no entrara en contacto directo con la tierra y evitar así que se
acelerara su deshielo. Tras ello un grupo de trabajadores no especializados se
dedicaba a recoger la nieve y arrimarla al pozo. Para su transporte usaban
capazos y parihuelas con esteras de esparto, según recoge Simón de Rojas. En
algunas ocasiones también podía emplearse bestias con serones cargados de nieve
y en no pocas se hacían bolas que se llevaban rodando hasta el pozo. Dentro
otros trabajadores la comprimían con pisones de madera hasta convertirlas en
una sólida masa de hielo; eran los pisoneros, trabajadores más cualificados que
debían salir de vez en cuando del pozo para calentarse, porque el frío era
insoportable, sepulcral. Seguramente más de uno perdería algún dedo por efecto
de la congelación. Hace más frío que en
la Rejierta, reza un dicho yunquerano en referencia a uno de los pozos de
nieve que tiene este nombre.
Acarreando nieve al pozo
El
yunquerano Miguel Macías, uno de los
últimos neveros de la Sierra de las Nieves, así lo rememoraba en una
entrevista:
Yo estuve allí, en los Ventisqueros.
Entonces tendría unos trece o catorce años. Como era uno de los neveros más
jóvenes, me tocaba casi siempre portear la nieve endurecida adosándome los
témpanos a las espaldas; a veces, para amortiguar la frialdad, me amarraba una
colambre (piel curtida de cabra); en otras ocasiones, la acarreaba sin
protección alguna…
La nieve estaba cerca
del pozo e íbamos los hombres con palas, cortando la nieve. Yo cogía los
terrones, echándomelos a la espalda y los echaba al pozo y dentro del pozo
había cinco hombres con pisones, aprisionando la nieve.
Apisonando la nieve
Los
pisoneros iban comprimiendo la nieve por capas de un grosor determinado
(algunos apuntan a 25 cm otros a 50 cm), separadas por materia vegetal, para
que no se compactara todo el producto en un solo bloque. Tras llenarlo hasta el
borde, se seguía acumulando y comprimiendo la nieve dándole forma semiesférica.
Después se cubría con materia vegetal, en muchos casos ramas de pinsapos (no
pocos naturalistas a partir del siglo XIX criticaban a los neveros por el daño
que ocasionaban a este singular abeto), sobre la que se compactaba y apisonaba con fuerza una capa de
tierra. El conjunto se cubría con esteras de esparto que se
fijaban con piedras, para resguardar mejor el hielo de las lluvias y
tempestades de estos lugares.
Sección de nevero
Arrimadizo
Junto
a los pozos solían hacerse arrimadizos, sobre todo los años de más nieve, para
aprovechar la mayor cantidad de este recurso. Los arrimadizos eran mucho más
vulnerables a las inclemencias meteorológicas, por eso la nieve se conservaba
peor.
El
trabajo del encierro y empozado de la nieve había terminado y huelga decir que
los trabajadores cobraban un jornal que no era para echar cohetes, habida
cuenta de las condiciones laborales y de las características de los trabajos.
Ahora
había que conservar y vigilar la nieve hasta que la demanda de este producto se
materializara, con lo que se abriría el pozo para ir sacando el producto, ya
transformada en hielo, para su transporte, distribución y venta.
El
siguiente enlace conduce a un vídeo grabado hace un par de décadas donde se
recreaba el oficio. De él hemos tomado las imágenes para ilustrar este
apartado:
LOS CAMINOS Y DESTINOS
DE LA NIEVE
No
terminaba el periplo de la nieve en los neveros. Convertida en hielo y cuando
llegaba el momento, sobre todo los meses más calurosos, era sacada de los pozos
y transportada por los caminos de la Sierra de las Nieves alcanzando distintos
destinos en diferentes épocas: Málaga fue una gran consumidora de hielo de la
Sierra de las Nieves, pero el producto llegaba también hasta Ronda, Cádiz,
Tarifa, Sevilla, Olvera, Antequera e incluso la distante Ceuta.
En
estos lugares el hielo se empleaba con fines médicos (reducir inflamaciones y
fracturas, calmar el dolor, combatir contagios y epidemias…) así como enfriar
bebidas y elaborar helados.
Los
caminos que debían seguir los arrieros con sus importantes cargas solían ser
bastante malos. En numerosas ocasiones eran los mismos neveros los que se
ocupaban de remendarlos. Hoy día son muy transitados por los senderistas y
amantes de la naturaleza, ajenos al intenso uso que esos caminos y veredas
tuvieron para el transporte de madera, carbón (que incluso llego a abastecer a las distantes ferrerías de Marbella), nieve y otras mercancías.
Camino empedrado hacia el puerto de los Ventisqueros
El
hielo, cortado en bloques, se extraía de los pozos y se introducía en los
serones de las bestias, que estaban recubiertos de paja cortada (tamo) para
conservar mejor el hielo. Era un trabajo de transporte duro que se realizaba
por la noche para evitar que las altas temperaturas afectaran demasiado al
producto. A las bestias se las cargaba bien a sabiendas de que iban a ir
perdiendo peso por el camino.
Recogiendo el hielo
El
yunquerano Francisco Sibajas Catarrito, hijo de uno de los
últimos arrieros que llevaban la nieve, recordaba una anécdota que le ocurrió a
su padre cuando transportaba hielo a Antequera:
Mi padre cargó un
borrico con 12 arrobas y cuando llegó a Antequera quedaban ocho. La pesaron y…
ocho. El resto lo había perdido por el camino.
El transporte del hielo en bestias
El
Ayuntamiento de Málaga, como propietario de la villa de Yunquera y sus sierras
hasta 1816, aprovechaba la nieve en beneficio propio. Como la ciudad era una
gran consumidora de nieve, la del término de Yunquera se la quedaba para el
abasto de los malagueños, no salía a otros destinos, al menos legalmente. Cada
año el Ayuntamiento malagueño sacaba a pública subasta la nieve de Yunquera; el
postor que hicera la propuesta más ventajosa se quedaba con la explotación de
las nieves el tiempo que durara el contrato, donde se recogía una serie de
condiciones como el precio, los lugares de venta, la calidad del producto… El
abastecedor contrataba a todo el personal, arrieros incluidos, y se ocupaba de
que en la ciudad no faltara el hielo en los lugares establecidos como neverías,
ni a los botilleros, ni a los heladeros…
A Málaga no le faltaba el hielo en los doce meses del año. El año que nevaba
poco o nada, se buscaba en Sierra Tejeda e incluso en Sierra Nevada, en
Granada. A partir de 1816, independizada Yunquera de Málaga, las nieves
yunqueranas tomarían otros derroteros y otros destinos, no exclusivamente la
ciudad del Guadalmedina.
En
Ronda el procedimiento era muy similar. El Ayuntamiento subastaba la
explotación de la nieve de su término municipal y el concesionario se ocupaba
de suministrar a los negocios de la ciudad. Así lo refiere Simón de Rojas Clemente a primeros del siglo XIX:
Ronda tiene
estancada la nieve, la pone a pública subasta y saca unos 4.000 reales, a
condición de que la han de dar al nevero juntos a los pozos por 15 reales cada
carga, siendo de cuenta de este llevársela a su
Nevería de Ronda y obligación suya darla al Pueblo a cuarto la libra, a las
Comunidades a ochavo y de balde al Corregidor y Alcalde.
El
negocio solía ser lucrativo si el año era beneficioso en nieve, pero siempre
había contingencias que obligaba a los concesionarios a gastar más dinero de la
cuenta (limpieza de los pozos, arreglo de senderos, aumento de las
contrataciones…). La verdadera beneficiaria del negocio de la nieve era la
Hacienda Real, que tenía sometido este negocio a una presión fiscal muy alta.
En algunos momentos del siglo XVIII el 45% de lo que se generaba, se lo quedaba
el fisco vía impuestos. De esta forma no es de extrañar que se falsearan cuentas y se
vendiera parte de la blanca nieve en el sempiterno mercado negro.
El
final de la actividad y del oficio vino por un doble motivo; a mediados del
siglo XIX se inventó el frío industrial y rápidamente las fábricas de hielo
encontraron acomodo en muchas ciudades, como Málaga. Por otro lado los rigores
climáticos de la Pequeña Edad del Hielo empezaron a remitir andado este siglo,
con lo que la disponibilidad de producto era menor, procediéndose al abandono
de algunos pozos que estaban en cotas muy bajas, como el de Porticati, en
Yunquera. Poco a poco el oficio se fue apagando y sus oficiantes,
desapareciendo. Que se tenga constancia, fue en 1931 cuando se llenó el último
pozo en Yunquera.
Catarrito, como práctico hombre de pueblo
resumió estos trascendentales cambios y acontecimientos con la desaparición de
un oficio ancestral de la forma más sencilla, de la forma más breve y rotunda:
Un día vino uno con gaseosa y helados...
y se acabó el ir al ventisquero
OTROS POZOS DE NIEVE
EN LA PROVINCIA DE MÁLAGA
En la provincia de Málaga no sólo
hay pozos y otros receptáculos artificiales y naturales en la Sierra de las
Nieves. Existen otros lugares como la Sierra de Tejeda, la Sierra del Jobo o la
Sierra de Líbar donde se conservan numerosos ejemplares de pozos de nieve
similares a los ventisqueros de la Sierra de las Nieves.
Los de la Sierra Tejeda fueron visitados por Boissier hacia 1837, que nos
dejó esta impagable descripción:
…a solo trescientos
pies por debajo del punto culminante; hay allí unas bandas calizas horizontales
entrecortadas por grietas y fracturas parecidas a las que se observan en
algunos puntos del Jura; se ha aprovechado esta exposición fría y elevada para
establecer unos ventisqueros. Son sencillamente unas cavidades circulares de
unos diez o doce pies de diámetro y seis de profundidad, en las cuales se
almacena la nieve durante el invierno; se cubre después, primero con ramas,
después con tierra, y se conserva así todo el verano. Un buen número de
ventisqueros estaban dispuestos en los alrededores, unos abandonados, otros
llenos o en explotación.
En
la Sierra del Jobo, cerca de
Archidona, también había algunos neveros que abastecían a esta población y
otras, que durante muchos años fueron explotados por una congregación religiosa
hasta que pasó a propiedad del Estado tras los procesos desamortizadores de
mediados del siglo XIX. El Diccionario Geográfico Estadístico de Pascual Madoz
a mediados de esa centuria recogía:
…se distinguen los nombres de sierra de Jorge, que es la primera por la parte del N., sierra del Jobo, donde existen varios pozos de nieve que pertenecieron al estinguido conv. de míminos de Archidona, y hoy al Estado.
En el Catastro de Ensenada de Benaoján, estudiado y publicado por
Manuel Becerra Parra, de mediados del siglo XVIII, se hace referencia a los
cuatro pozos de nieve que tenía en propiedad el Marqués:
Catastro de Ensenada de Benaoján
Estos se encontraban en la Sierra de
Líbar y entre los escasos restos que quedan de los pozos nos encontramos con
una serie de pilas, denominadas popularmente como pilas del Tunio, donde se
helaba el agua por las noches para, una vez transformada en hielo, introducirla
dentro de los pozos.
En distintos puntos de la geografía de nuestro país podemos encontrar neveros y pozos de nieve como Andalucía (espectacular es el del Castillo de la Mota, en Alcalá la Real) , Extremadura (donde destaca el de Salvatierra de los Barros), las Castillas, todo el Norte peninsular y la zona del Levante mediterráneo, encontramos multitud de restos de esta vieja industria asociada al frío. En la España insular también contamos con este precioso legado patrimonial en islas como Mallorca, donde son famosas las cases de neu, las casas de nieve de la Sierra de Tramuntana y en Canarias, donde son conocidos los pozos de nieve de Izaña (Tenerife), muy similares a los de Sierra de las Nieves, y los de Gran Canaria.
No siendo un patrimonio exclusivo de la Sierra de las Nieves en Málaga, los pozos de nieve de nuestra Sierra, los ventisqueros, son un legado patrimonial sobresaliente, singular y de un valor excepcional.
No siendo un patrimonio exclusivo de la Sierra de las Nieves en Málaga, los pozos de nieve de nuestra Sierra, los ventisqueros, son un legado patrimonial sobresaliente, singular y de un valor excepcional.
PROPUESTA DE
RECUPERACIÓN Y PUESTA EN VALOR
En
este blog se habla mucho del valor de nuestro patrimonio cultural y natural, de
su riqueza y grandeza, de su diversidad, de sus potencialidades… pero por lo
general no se vienen haciendo propuestas para poner en valor nuestros
patrimonios culturales. Habida cuenta de ello y de la importancia no sólo de
divulgar los valores culturales de la Sierra de las Nieves y su Entorno, de
promover su conocimiento para fomentar su uso sostenible y su conservación, he
querido hacer una pequeña propuesta de puesta en valor de los neveros de la
Sierra de las Nieves donde se propone una serie de pautas para rescatar y dar a
conocer debidamente ese gran patrimonio cultural que son los pozos de nieve y
el ya desaparecido oficio de los neveros, para que lo disfrutemos, lo conservemos y se
transforme en un factor más de desarrollo sociocultural y económico de estas
tierras.
Chozo de neveros con pozo de nieve a los pies, en los Ventisqueros, Yunquera
En
Sierra Nevada existe un camino de los neveros de carácter histórico,
etnográfico y además, como no podía ser de otra forma, de enorme interés
paisajístico y natural. Numerosos escritores nacionales y extranjeros desde el
siglo XIX, como el ya citado W. Irving, recogieron este oficio en Sierra Nevada
y dieron a conocer este camino, así como las gentes que lo realizaban. Hoy día
es un itinerario de más de veinte kilómetros de duro recorrido marcado por la
dirección del Parque Nacional de Sierra Nevada que tiene usos lúdicos y
senderistas, turísticos y culturales, ambientales... A lo que hay que añadir
diferentes publicaciones, artículos, estudios y libros realizados por distintas
personas e instituciones que potencian el conocimiento de este singular sendero
y contribuyen a ponerlo en valor. Uno de sus recursos culturales más señeros
como es el antiguo camino de los neveros, porque Sierra Nevada tiene un
patrimonio cultural -además de natural- extraordinario, ha sido puesto en
valor, se ha rescatado, se ha convertido en un elemento de desarrollo y
dinamización que se ha sumado a los ingentes valores naturales de este espacio
natural protegido.
En
nuestra Sierra de las Nieves se puede implementar una puesta en valor de
carácter muy similar. De hecho sería más que necesario para la conservación y
el mejor conocimiento de los neveros, últimos vestigios éstos de un oficio ya
perdido y de una honda tradición de los que ya no nos quedan oficiantes, pues
los últimos neveros, los últimos jornaleros de la nieve, murieron hace ya
largas décadas.
La
propuesta que se expone a continuación no es ni la mejor ni la peor. Es, simple
y llanamente, una propuesta de puesta en valor que se puede enriquecer,
completar, corregir… y en la que debería trabajar un equipo multidisciplinar de
historiadores, antropólogos, informáticos, biólogos, técnicos de medio
ambiente, intérpretes y divulgadores del patrimonio, ingenieros… Ahí va:
1º Lo primero que habría que hacer es proceder a
la localización de todos los pozos de
nieve y simas conocidos tanto en el terreno como en las fuentes
documentales, en los archivos, elaborando una ficha individual con sus
coordenadas, estado de conservación, dimensiones, descripción… Muchos de los
pozos tienen sus nombres propios, como se ha señalado y como ha puesto de
relevancia el profesor Bardón, por lo que habría que tratar de identificarlos a
pesar de que sabemos que sería una labor harto difícil. Igualmente habría
que localizar y/o identificar todas las
infraestructuras asociadas a la explotación de la nieve como chozos, veredas,
viejos caminos empedrados o no, senderos...
Huelga
decir que ya ha habido algunas actividades en este sentido. La Mancomunidad de
Municipios de la Sierra de las Nieves, hace ya algunos años, acometió un
proyecto de identificación y catalogación de los pozos de nieve.
Nota de prensa sobre las actuaciones de la Mancomunidad de
Municipios Sierra de las Nieves y su Entorno
(Foto cedida por la Mancomunidad Sierra de las Nieves)
2º
Paralelamente habría que realizar un trabajo de carácter documental por los
pueblos del entorno para recuperar fotografías antiguas, si las hubiera, viejos
testimonios, recuerdos, la memoria de los neveros con entrevistas a los
descendientes, la recuperación de entrevistas antiguas -que las hay-, el conocimiento del
oficio, el rescate de los viejos aperos y herramientas de trabajo… Igualmente
habría que tratar de localizar toda la documentación archivística y documental
que se conserva en distintos archivos, la cual es abundante e importante, junto
con la bibliografía y los artículos publicados sobre este tema en este ámbito.
3º
Una vez identificados los neveros y los
chozos, habría que proceder a la limpieza
y consolidación-restauración de los mismos. No habría que tocar ni uno sólo
si no se cuenta con la financiación para la limpieza y consolidación ya que si
sólo se procede a la limpieza y no se consolida la obra rescatada, se puede
deteriorar más rápidamente. Esta labor, aunque debería ser realizada por personal
técnico, también debería incluir voluntarios de colegios, institutos y vecinos
de la zona para hacer propia, suya, la labor de recuperación de su patrimonio y
de su memoria, para formar parte activa de la recuperación de su legado cultural.
Hay
que señalar que la Red de Voluntariado del Parque Natural de la Sierra delas Nieves ya ha llevado a cabo algunas labores de limpieza y consolidación de los
neveros del puerto de los Ventisqueros y de su choza, entre otras muchas dentro del Parque Natural.
Limpieza y recuperación de neveros en el puerto de los Ventisqueros, Yunquera
(Foto cedida por el Parque Natural Sierra de las Nieves)
El estado de conservación en el que se encuentran los pozos
de nieve actualmente no es el más deseable
4º
Seguidamente habría que elaborar una serie de contenidos interpretativos en los que se incluyeran textos,
fotografías, reconstrucciones digitales y vídeos para introducir en pequeños
paneles interpretativos que no dañaran visualmente el paisaje y que incorporaran
códigos QR para ampliar la información que se quiere proporcionar. No sólo de
los pozos, sino también de los hitos relacionados con los neveros como los
senderos y los chozos. El objetivo primordial sería crear y darle contenido a
una ruta de los neveros o un sendero de los ventisqueros de la
Sierra de las Nieves.
Panel interpretativo en el pozo de nieve del puerto del Saucillo, en Yunquera
5º
Paralelamente habría que dar trámite a
la inscripción como BIC (Bien de
Interés Cultural) en la Consejería de Cultura, de los neveros y sus
infraestructuras complementarias, dado el valor patrimonial que tienen y su notable
singularidad. La declaración como BIC, además de otorgarle el mayor grado de
catalogación y protección por su carácter de patrimonio cultural singular,
garantizaría su conservación y preservación.
Otro de los neveros del puerto de los Ventisqueros, Yunquera
6º
Habría que elaborar una exposición
itinerante donde se muestre la historia de este oficio y sus valores
etnoculturales, las personas que lo desarrollaron, los valores culturales de
los paisajes donde residen los pozos de nieve y el proceso de
restauración-consolidación. Esta exposición debería visitar cada pueblo y
exponerse incluso en algunos lugares de Málaga, dada su estrecha relación con
este tema en una determinada época. Esta exposición itinerante finalmente
tendría que hallar un espacio fijo en alguno de los centros interpretativos de
los pueblos, priorizando Yunquera y/o Tolox por su secular vinculación con el
oficio.
7º
Existen multitud de publicaciones y libros sobre los pozos de nieve y los
neveros en distintas regiones de nuestro país, algunos se editaron tempranamente
dado el interés que este tema despertaba y despierta en multitud de puntos de
nuestra diversa y accidentada geografía. En Andalucía, entre las publicaciones
y artículos más recientes sobre esta temática publicados en distintos medios,
destaca el libro Los neveros de Sierra
Nevada. Historia, industria y tradición, de Manuel Titos Martínez. La
Sierra de las Nieves, visto el trascendental legado patrimonial y cultural que
atesora en referencia a su patrimonio cultural nevero como brevemente hemos
podido ver en esta entrada, necesita perentoriamente un estudio monográfico donde se recoja la historia, el patrimonio y
los valores de los neveros, tanto de los pozos de nieve como de las persona que
ejercieron el oficio ya extinto. Por tanto otra de las actuaciones que debería
llevarse a cabo sin más demora es la realización de un libro sobre los neveros
y los pozos de nieve en la Sierra de las Nieves.
Dibujo de un nevero
En
este sentido se recuerda lo que se señaló al principio de este post, que lo brevemente expuesto en esta entrada es
un avance de un trabajo mucho más amplio que estoy preparando.
8º
En la Sierra de las Nieves existen varias placas o monumentos que homenajean y
reconocen la labor de distintas personas ligadas a la conservación, salvaguarda
y protección e investigación en este espacio natural protegido. Se trata de
personajes públicos y conocidos -también algunos anónimos que dieron su vida
por ella- gracias a cuyos trabajos y estudios así como a las actuaciones de
conservación llevadas a cabo, se han dado los pasos convenientes para dotar de
una protección adecuada a este singular espacio natural y de preservar sus
fabulosos valores naturales para que los podamos disfrutar hoy día. Sin embargo
no han sido las únicas personas que han contribuido a hacer esta Sierra, porque
durante cientos o miles de años otras muchas personas trabajaron y ayudaron a
dar forma y memoria a este extraordinario lugar mediante el desempeño de
numerosos oficios y ocupaciones motivados por la búsqueda del sustento diario.
La huella cultural del ser humano en estos parajes es enorme. Sería la hostia,
no, ¡LA PUTA HOSTIA!, poder inaugurar un
monumento dedicado a los neveros, a los hombres de la nieve pues a su
oficio, entre otras cosas, le debe el nombre este extraordinario espacio montañoso.
Monumento dedicado a los neveros, decía, y por extensión a aquellas personas,
hombres y mujeres anónimos, que también se ganaron la vida en estos lares:
carboneros, arrieros, ganaderos, agricultores… Y, ya de paso, que alguno de los
pueblos afectados diera nombre a alguna calle o plaza con referencia a este
oficio o a las personas que lo desempeñaron, también sería un precioso gesto y
un orgulloso homenaje a su gente, a su memoria y a sus raíces históricas…
Dibujo del yunquerano Miguel Merchán
9º
El Parque Natural y/o el deseado futuro Parque Nacional debería incorporar en
su logo o imagen de marca algún
elemento que hiciera referencia a esta actividad para poner de manifiesto la
singularidad de la Sierra de las Nieves entorno al oficio de nevero y, a la
vez, poner de relevancia la trascendencia de la figura humana en este espacio
natural protegido a través de los numerosos viejos oficios que desarrollaba.
CONCLUSIONES
El
Parque Natural Sierra de las Nieves atesora, además de un importante patrimonio
natural, un fabuloso legado cultural, una extraordinaria historia que todavía
está por descubrir, por dar a conocer, por disfrutar. Estos paisajes tan
desoladoramente bellos poseen un intenso grado de humanización. No puede
entenderse este espacio natural protegido sin la presencia del ser humano desde
hace milenios, puesto que en gran medida ha sido él el creador, el modelador de
estos paisajes que ahora disfrutamos y el que le ha dotado de memoria, de su
memoria. Más que de un espacio natural podríamos hablar de un espacio cultural.
Los
neveros no son, por tanto, los únicos patrimonios culturales que existen en el
Parque Natural Sierra de las Nieves, pero tienen una importancia capital pues
ha sido su actividad la que le ha dado nombre a esta Sierra. además de los
pozos de nieve hay multitud de corrales que en muchas ocasiones aprovechan
abrigos naturales que nos hablan de un pasado reciente donde la actividad
ganadera tenía una notable importancia; existen muchas cuevas que han podido
tener usos humanos desde la prehistoria; afloran fuentes y manantiales que
dieron de beber al ganado, veredas y viejos senderos recorrido por arrieros,
carboneros, viajeros…, pequeñas chozas que dieron un humilde cobijo a los
trabajadores de estas sierras; restos de terrazas y bancales de antiguos
viñedos que proporcionaban uvas frescas, pasas y vino mosto de los que da
cuenta, entre otros, Edmond Boissier; viejas eras en desuso desde hace
muchísimos años entre los pinsapos, donde se aventaba el cereal… tenemos testimonios
y documentos sobre grupos de monfíes, bandidos y marginados moriscos, que
deambulaban por estas sierras hasta los años finales del siglo XVI, de
bandoleros, de guerrilleros españoles que combatían a los invasores franceses, de
naturalistas y botánicos interesados por la ciencia y los misterios que
albergaban esta Sierra, de partidas de maquis incansable y continuamente perseguidos
por la Guardia Civil… y en la actualidad de botánicos y estudiosos del medio
ambiente, de senderistas, de espeleólogos, de agentes forestales, de amantes de
la naturaleza y la montaña… que nos hablan de la relación del ser humano con
estas tierras desde hace miles de años hasta el momento presente.
Por
otro lado, el fin del oficio de nevero, aunque haya transcurrido casi un siglo,
nos da que pensar… El oficio, los saberes, las técnicas, los conocimientos, la
memoria de las personas que desempeñaron los trabajos… en una pequeña parte
quedaron fosilizados en el tiempo tras el fin de la actividad y la desaparición
por imperativo biológico de los últimos neveros, de los últimos hombres de la
nieve. En la actualidad ocurre lo mismo con muchos antiguos oficios: ya no se
practican por su baja rentabilidad y porque la mayoría de los oficiantes han
fallecido. Carboneros, esparteros, palmeros, canasteros, artesanos… son o eran
depositarios de unos conocimientos milenarios que se van a perder de aquí a
unos años si no ponemos ningún remedio.
Antiguos oficios
Estos
hombres y mujeres, en el desempeño de unas actividades milenarias, habían
modelado unos paisajes agro-culturales fuertemente antropizados, que son los
que hoy disfrutamos en la Reserva de la Biosfera de la Sierra de las Nieves.
Dentro de unos años esta Sierra va a ser cultural y patrimonialmente más pobre
si no actuamos. No podemos ser testigos pasivos ante esta pérdida de identidad
cultural. Ya no.
La Sierra de las Nieves y sus múltiples paisajes modelados por el Ser Humano
Agradecimientos
Me
gustaría agradecer a una serie de personas e instituciones que me han
proporcionado información documental o gráfica así como indicaciones,
sugerencias y ayuda para componer esta entrada así como el trabajo más extenso que sobre los pozos de nieve y el oficio de nevero estoy realizando. A Rafael Romero, del
Ayuntamiento de Yunquera, por ponerme en contacto con personas conocedoras del
oficio de nevero en Yunquera; a la Dirección del Parque Natural Sierra de las
Nieves en las personas de Rafael Haro, su Director-Conservador, y Juan José
Jiménez, técnico de Medio Ambiente, por haberme facilitado imágenes y
fotografías; a la Mancomunidad de Municipios de la Sierra de las Nieves y su
Entorno en la persona de su gerente, Tomás Rueda Gaona, por haberme permitido
consultar el Inventario y Catalogación de
Pozos de Nieve P. N. Sierra de las Nieves; a los investigadores Esteban
López García y Francisco Marmolejo Cantos, por proporcionarme datos y
fundamentales referencias documentales; a José Manuel Dorado Rueda, de Editorial La Serranía, por ponerme en contacto con algunas personas muy conocedoras del tema; a las investigadoras Pilar Delgado
Blasco y Pilar Ordóñez Vergara por darme acceso a su trabajo inédito Memoria del Inventario de Patrimonio de la
Meseta de Ronda y Propuesta de Plan de Gestión del Patrimonio, que me ha
sido de gran utilidad; a José Antonio Díaz, de Granada Natural, y José Antonio Madrid
Callejas, del blog Sierra Nevadensis, por sus apreciaciones sobre el oficio de
los neveros en Sierra Nevada. A Rafael Flores Domínguez, de RFNatura. Turismo y Naturaleza, gran
conocedor y amante de la Sierra de las Nieves y autor de numerosos libros y
artículos sobre este espacio natural, por sus imprescindibles indicaciones en
la localización de algunos pozos de nieve y los contactos proporcionados; Al
profesor Juan Bardón Garcés, por compartir conmigo sus conocimientos y por
proporcionarme toda la bibliografía y documentación que le he solicitado; A
Manuel Becerra Parra, de Ediciones Pinsapar, otro de los enamorados incondicionales de la Sierra de las Nieves
y de otros espacios naturales de Andalucía y España en los que siempre deja una
indeleble huella, por sus indicaciones sobre los neveros de la Sierra de Líbar
y Grazalema, por compartir conmigo los documentos que pacientemente ha ido
rescatando del Archivo Municipal de Ronda y por sus sugerencias e indicaciones
para llevar a cabo esta publicación.
A
todos ellos, muchas gracias.
© Diego Javier Sánchez Guerra