domingo, 23 de agosto de 2015

VIRTUDES GARCÍA DURÁN Y EL TRABAJO DEL ESPARTO

Yo soy Virtudes García Durán y nací el año 26, el dieciocho del tres.

Así empezaba la entrevista que mantuve con Virtudes el no tan tórrido verano pasado, una señora de avanzada edad, joven espíritu y fuertes manos natural de Pozo Blanco (Córdoba) pero afincada en Monda desde muy joven. Su voz no tiembla pero te hace vibrar al escucharla hablar y narrar los avatares de su vida, sus buenas y malas vivencias, sus buenos y malos recuerdos que rememora siempre desde el ánimo, desde una perspectiva vital y una actitud positivas.




Virtudes sonríe a la cámara mientras 
no pierde un ápice de concentración


Me recibió en su pequeño taller, en su minúsculo pero inmenso rincón artesano donde atesora innumerables objetos elaborados con esparto -algunos de lo más variopintos-, con la hospitalidad y la amabilidad que derrocha a mares, como sabemos quienes la conocemos. A lo largo de nuestra productiva conversación no deja de recordarme con orgullo la de homenajes que ha recibido desde distintas instituciones y asociaciones. El motivo del encuentro fue doble, por una parte una vecina del pueblo me invitó a que en mi blog hiciera visible el papel de la mujer rural, que recuperara y reivindicara la memoria de algunas mujeres trabajadoras, de sus vidas y experiencias, de lo que han aportado (y aportan) a nuestra historia, a nuestra memoria y a nuestra comunidad. Por otra parte la entrevista con Virtudes era para mí, amén de lo expuesto hace un momento, una obligación moral y ética. Virtudes es una de las pocas personas que trabajan  el esparto en nuestra tierra.  Sí, de las pocas. Ya casi no quedan. El trabajo de esta fibra vegetal hunde sus raíces en la prehistoria, hace varios miles de años. El trabajo del esparto y la cultura que conlleva no está en los libros, no está en los documentales, no está en Internet… está en las manos, en la cabeza y en el corazón de personas como Virtudes de las que ya, por desgracia, van quedando menos…




El del esparto es un trabajo duro que requiere 
de habilidad y experiencia


Por este motivo la entrevista de Virtudes está estructurada en dos partes, por un lado su experiencia vital y por otro su habilidad y cualidad como artesana del esparto, que le ha sido de gran utilidad durante toda su vida y aún hoy día le sigue siendo.

Nacida el jueves 18 de marzo de 1926 en el seno de una familia campesina estuvo escolarizada hasta los diez años -como recuerda con nostalgia- ya que al estallar la Guerra Civil hubo de huir con su familia a Pozo Blanco. Era una buena estudiante a quién la maestra tenía gran aprecio.  En Pozo Blanco, como refugiados, la familia hubo de adaptarse a unas condiciones de vida difíciles. Su cuñado, herrador de profesión, fue llevado al frente  para atender a las caballerías mientras que el resto de la familia con su padre a la cabeza, se las buscó cuidando una huerta de un vecino y realizando distintas labores.  En ella estuvieron trabajando varios años.




Virtudes apenas aparta la vista de su trabajo


Virtudes evoca el espíritu positivo de su madre que en tan difíciles circunstancias siempre lo encontraba todo muy fácil: Nos buscábamos la vida diferente, pero a la vez muy fácil, porque mi madre lo encontraba todo muy fácil; allí está el lavadero al lado, ¿sabes?, y cogíamos con la ropa sudada, porque no había jabón ni donde comprar, y entonces nos íbamos y nos refregábamos la ropa, luego se secaba y por lo menos se quitaba el sudor. Pero mi madre se enseñó a hacer jabón. Su madre, por ejemplo, entre otras labores se dedicaba a hacer jabón. Con las cenizas que su hijo Fernando, hermano de Virtudes, y su esposo le traían de las panaderías de Pozo Blanco (a las que surtían de leña) y el aceite usado que iba recogiendo por el pueblo de casa en casa, hacía un jabón estupendo.

En esos difíciles años de guerra y posguerra escaseaban muchísimos productos. Entre ellos el café. Sin embargo la imaginación y la necesidad se conjugan siempre en circunstancias adversas; con las bellotas que recogían para come, también hacían “café”. Virtudes recuerda como las bellotas eran para comer y hacer café, que me enseñó mi madre a hacer un café que estaba buenísimo; la bellota se pelaba, el pellejo se raspaba con el cuchillo y la partía, la hacía cascos y los tostaba con una mijita de azúcar o de lo que pillara. Y cuando no tenía azúcar, en la sartén se tostaba y luego se hacía el café. Pero las bellotas que recogía tenían dueño… Cuando vimos aquel montón de bellotas, nos acercamos a coger. Pero al momento un señor a caballo de Pozo Blanco, allí, porque en el tiempo de la guerra que era, estaban cuidando la ermita, uno de Pozo Blanco y otro de Villanueva de Córdoba. Allí no se podía coger ni una bellota.

Al final de la guerra la familia decidió trasladarse a Monda, pues aquí tenían parientes y familiares. Los propietarios de la huerta donde trabajaban les dieron tres pesetas de plata, como recuerda Virtudes con cariño y agradecimiento. Llegaron a Monda en mayo de 1940 vía Cártama, donde les dejó el tren. El resto del camino lo hicieron en autobús.

Virtudes ya no volvió a la escuela, a pesar de su juventud y su apego por aprender. Tras la guerra vinieron años muy duros y tuvo que hacer como la mayoría de las niñas y mujeres de familias humildes: trabajar muchísimo para aportar a la economía familiar. Trabajó cogiendo almendras, aceitunas y realizando muy distintas labores agrícolas, como el resto de su familia y como cualquier esforzado varón. Recuerda que cuando iba a cavar con el padre debía ponerse pantalones y un sombrero, por lo que en no pocas ocasiones la confundían con un muchacho. Yo a trabajar de todo, decía.

Una anécdota que no puede faltar es la de la feria del año 41 o 42. Cuenta Virtudes con voz nostálgica y con una sonrisa que surca todo su rostro iluminando su cara, que en esas fechas ella era ya una mocita y que necesitaba tela para que su madre le hiciera un vestido para la feria, para la cual quedaba alrededor de un mes. Lo que no había era dinero para comprar la tela. Ni corta ni perezosa Virtudes contactó con una vecina que se dedicaba a recoger esparto para ir con ella, María Bernal, y obtener material con el que hacer serones y poder comprar la tela para el tan ansiado vestido. Fue su madre quién le enseñó a hacer pleita. Con los serones que logró elaborar en ese mes pudo comprar la tela. Fue su madre la que le confeccionó el vestido con el que lucirse en las fiestas, como cualquier moza de su edad.






Dominar el trabajo del esparto lleva su tiempo


Es a partir de ahí donde comienza la relación de Virtudes con el trabajo del esparto, la cual perdura en la actualidad…

Desde antes de la aparición de la agricultura, hace miles de años, se tiene constancia del trabajo de ciertas fibras vegetales para elaborar alpargatas, cestos, capazos y todo un interminable elenco de elementos de uso cotidiano. El trabajo de las fibras vegetales se mantuvo durante milenios y no decayó hasta la aparición y generalización de nuevos materiales que, como el plástico, ofrecían otras posibilidades a un precio muy competitivo. A partir de ese momento su aprovechamiento fue reduciéndose hasta que ha quedado relegado a engañar el tedioso y lento discurrir del tiempo de muchas personas mayores, que encuentran en su ocupación una salida a su secular aburrimiento.



Juan Galeas, vecino de Istán y persona muy querida en su pueblo, muestra a un curioso visitante sus labores de esparto


En todos los pueblos de la Sierra de las Nieves se ha trabajado con estos materiales y todavía son muchos los mayores que mantienen vivo este languidecente saber artesano de forma ya casi testimonial. 

El esparto es una de las fibras vegetales más explotadas y trabajadas. Se trata de una planta de la familia de las gramíneas que se presenta en forma de macollas diseminadas y tiene alrededor del metro de altura. Su recogida se hacía en verano, normalmente entre los meses de julio a septiembre, y se podía trabajar de tres maneras: verde, seco o majado, en función del objeto a realizar. 



Macolla de esparto


El esparto se va trenzando y uniéndose, formando pleitas o fajones, que luego tomarán forma de cestos, serones o esteras. Pero dejemos, una vez más, que sea Virtudes la que nos ilustre:

Primero es coger el esparto. El mes de agosto es el mejor ¿sabes porqué? Porque  con un día que le de el sol, se pone rubio. Y en otro tiempo necesita muchos días y si le llueve se estropea, se pone el esparto malo. Después de recogerlo hay que tenderlo al sol para que se seque y se ponga dorado. Después, para echarlo a trabajar, primero hay que sacudirlo, quitarle todos los pinchos que tiene y después meterlo en agua. Yo lo meto de noche en agua y lo lío en un trapo. A la mañana siguiente ya está para trabajar.



 Manojo de esparto a remojo


El esparto (para cocerlo) tiene que estar cuarenta días en una alberca o en un arroyo. Que no le falte el agua. Cuarenta días para cocer el esparto. A los cuarenta días ya se coge, se tiende al sol  que se seque (y ya está blanco) y ya se puede trabajar. El esparto cocido se trabaja mejor. Con el esparto cocido se hacía los alpargates. Mi Fernando  (su hermano) tenía mucha bulla de alpargates, ¿sabes? Y cuando se ponía así me decía “Virtudes, ayúdame”. Y el padre de Anita Gil, que vivía ahí donde Pepe Palomo tiene la casa, enseñó a mi Fernando a hacerlo entretejido. Las suelas la traían o mi Fernando las compraba de camión; ponía una gafera en la suela de camión y luego ponía el capellán entretejido.



Las manos habilidosas y curtidas de Virtudes
                               

El  esparto majado se utilizaba para muchas cosas, para hacer reatas. Ha hecho muchas reatas para bestias. Para majarlo había que darle con una maza de madera. Eso no sabe hacerlo todo el mundo, eso no sabe cualquiera. No puede ser con el esparto y darle porrazos, no, hay que mover el manojo de esparto y dándole porrazos para que vaya por todo alrededor, no dándole porrazos en un sitio fijo.



Cosiendo la pleita


Con el esparto sin majar  se hacía las espuertas, los serones, las esterillas para encima del hato, (los rondeles para el molino eran de esparto majado), recogedores de esparto…

Yo empecé a hacer los serones, yo hacía de 25 brazas. En un día lo hacía, se lo vendía a la gente del Portugal, a la “Gordita”, a las “Nenas”… esas son las que cosían los serones. Los que no tenían bestias, se ponían el serón en la cabeza y los llevaban a vender a Coín. Yo les hacía el rollo y se lo vendía y ahora ellas tenían que coser el serón. Yo hacía la pleita de un serón, eso se le mide el centro en una cuarta, 25 vueltas y donde termina la vuelta, 25 vueltas 25 brazas. Y luego ellas tenían  que comprar las tomisas o hacerlas para coser el serón. Paca la “Nena” y la madre, y todos esos, tenían que llevarlos en la cabeza  (a Coín) o como fuera. No tenían bestia.



 Dando forma a la pleita


No fue el esparto la única fibra vegetal que ha trabajado, también la palma, que ha sido profusamente utilizada por todas estas tierras desde tiempo inmemorial. La palma me enseñó María Bernal a hacer las escobas. Cogíamos la palma. Hacíamos brochas para blanquear y escobas para barrer.



Detalle del trabajo de la palma


Virtudes, una mujer trabajadora, luchadora y contagiosamente vitalista, es una de esas personas que al igual que los agricultores, cabreros, caleros… ha contribuido a construir y modelar la memoria de los paisajes mondeños a través del desempeño de uno de los saberes y haceres más antiguos de la humanidad. El legado que reside en sus conocimientos, que atesora en su interior, es del todo incalculable. 

De ella me quedo con dos frases que creo que pueden definir bastante bien su carácter:

El trabajo del esparto no se ha acabado nunca en mi casa. Nunca he dejado de trabajar, es que no puedo estar pará.

Estoy dispuesta a enseñar al que quiera aprender las cosas que yo se hacer, que se muchas cosas.



Nos despedimos de Virtudes en su taller,agradecidos 
por el tiempo que hemos compartido




© Diego Javier Sánchez Guerra