martes, 25 de febrero de 2014

UNA IMAGEN DE MONDA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX



   Esta bella estampa de Monda, propiedad de Salvador González Peral, fue inmortalizada allá por los primeros años del siglo XX. Fue tomada desde la Sierra, más o menos a la altura de la variante (que en aquel entonces no existía), por encima del Puente. En ella podemos contemplar un pueblo con una estética completamente homogénea y armónica cuyas casas se arraciman y se apiñan en la falda del cerro de la Villeta, a la par que se adaptan a las curvas de nivel de un accidentado terreno dibujando, de esta manera, un callejero retorcido, quebrado y laberíntico que se encuentra alfombrado por un irregular manto de cantos. Las calles, huelga decirlo, carecían entonces de sistema de saneamiento y de evacuación de pluviales así como de suministro de agua potable. El agua, como desde siempre y hasta hace relativamente poco tiempo, debía recogerse en las fuentes, un insustituible lugar de encuentro y socialización hoy día convertidos en bellos patrimonios etnográficos e importantes reclamos para el turismo cultural. Lástima que no veamos ninguna en la imagen. Tampoco se observa cableado eléctrico, ni sistema de alumbrado callejero, por lo que se podría plantear una cronología aproximada en un momento anterior a la llegada de la electricidad a nuestro pueblo.


   La composición del conjunto de las viviendas expide un cierto aire picassiano; sus sus volúmenes cúbicos y su disposición contrapuesta, como observada desde distintos planos, puede recordarnos vagamente a un cuadro de factura cubista. A este efecto contribuyen las diferentes alturas de las casas y su distinta disposición en el plano, que se deben a la mayor o menor inclinación del terreno pero no a la existencia de más o menos plantas por casa como ocurre en la actualidad.


   Las viviendas, que poseen una o dos crujías, presentan el ancho de fachada hacia la calle en cuyos muros se recortan ventanas y puertas, vanos que presentan una disposición  simétrica (sobre la puerta, una ventana o un balcón; sobre las ventanas, otras ventanas o balcones), alineándose en las distintas plantas porque los muros no sólo son de cierre, también son de carga. En la parte trasera de algunas se intuyen algunos pequeños corrales, lugares para las bestias de tiro y otros  animales.


   Las casas presentan planta calle más una en la mayor parte de los casos, salvo algunas edificaciones más destacadas que pueden presentar alguna más, mientras que las cubiertas se cubren con un escamoso (y rojizo, aunque no se aprecie) manto de tejas morunas o de medio cañón. A pesar de su denominación, tejas árabes, hay que señalar que éstas tienen su origen en la arquitectura romana, donde eran denominadas ímbrices. Los ímbrices se colocaban en la junta de unión de unas grandes piezas cuadrangulares realizadas en barro cocido y denominadas tégulas (de donde procede, precisamente, el origen etimológico de la palabra teja), que eran las que precisamente cubrían las cubiertas de las casas romanas y las protegían de la lluvia. Podemos observar como algunas líneas de tejas se encalan con fines ornamentales, sobre todo en los caballones y, en algunos casos, en las tejas que forman los aleros. No aparecen cubiertas planas ni se observan azoteas, que se introducirían muchas décadas más tarde con la llegada del cemento y otros nuevos elementos constructivos. Los tejados se encuentran sembrados por humeros de luengos cuellos en algunos casos, que se rematan por unas características caperuzas realizadas con ladrillos formando unos sencillos tejaditos a dos aguas. A falta de gas o electricidad que propiciara el calor necesario para calentarse o cocinar, era la leña o el carbón el que cumplía esa finalidad y el humo de la combustión debía salir por algún lado.




Composición de tégulas e ímbrices romanos


   Llama la atención el color blanco de las fachadas, que es indiscutiblemente predominante y envuelve las viviendas desde el suelo hasta el alero; no aparecen ni se aprecian zócalos. Sin embargo, tampoco pasa desapercibido que algunas partes de ciertas viviendas se encuentran sin blanquear y en otras, el encalado sólo lo encontramos asociado a los vanos. Sólo en casos muy concretos la fachada no recibe la cal sino otro tratamiento pictórico, pero es muy raro. Nuestros pueblos no siempre fueron blancos. Parece ser que el blanqueo se generalizó en una fecha imprecisa entre el siglo XVIII y el XIX para combatir los gérmenes y, de paso, el calor del sol. Aunque no puede descartarse que se realizara incluso antes.


   En el conjunto de construcciones destacan una serie de edificaciones y espacios públicos. Arriba a la derecha, tras la iglesia, vemos un edificio con cubierta a dos aguas en la que destaca un humero. Se trata de la Fábrica de Taillefer (que da nombre al callejón Fábrica), el lugar donde años más tarde se establecería un centro de distribución eléctrica. Todavía es una vivienda, con lo que se reforzaría más la idea expuesta en el primer párrafo de que la foto fue tomada en un momento anterior a la llegada de la electricidad o, por lo menos, de su generalización en nuestro pueblo.


   Varias edificaciones destacan por su altura, la iglesia y varias casas entorno a la plaza de la Constitución. La plaza, que ha cambiado su apelativo en alguna ocasión, recibe su nombre de la Constitución de 1868, la denominada Gloriosa. Es en torno a este importante espacio simbólico donde se suelen encontrar las viviendas de las familias más acomodadas, donde se concentra el poder económico, religioso y político. Se tiene noticia de que a finales del siglo XIX se realizaban espectáculos de tauromaquia. Destaca la manzana compuesta por las viviendas que quedan entre las calles Doctor Jiménez Encina, Fuente, Carnecería, Estación y En medio, en cuyo lugar se encontraba la casa fuerte del Marqués de Villena, un edificio fortificado que poseía varias dependencias (pósito, cárcel, vivienda del alcaide…) y tres torres, una de las cuales era el famoso Bombo, destruido a mediados del siglo pasado.


   La iglesia es, con diferencia, el edificio más alto. Se construyó en el solar de la antigua mezquita. El lugar que ocupa ha sido y es, desde hace casi mil años, un lugar para la fe. No ha cambiado prácticamente nada pero, aunque no lo apreciemos, todavía no tenía la imagen de Santiago en el frontón. Esta imagen se colocó en los años cuarenta de la pasada centuria, pero no sabemos qué había en su lugar antes, pues el medallón circular ya estaba.



El frontón central de la iglesia con la imagen de Santiago Matamoros,                   
 del que se hablará en otra entrada

   El Ayuntamiento no aparece tal y como lo hemos conocido estas últimas décadas. Lo poco que se observa de él es su cubierta a dos aguas. En los años de la Guerra Civil fue incendiado y posteriormente se construiría otro edificio en el mismo lugar que integraría las conocidas Bóvedas, que no eran sino un antiguo pósito del siglo XIX. Tampoco aparece el cine y hete aquí que gracias a ese detalle podemos tener una datación aproximada de cuando se tomó la imagen. Se sabe que el cine se construyó en el año 1924, por lo tanto es evidente que la fotografía se realizó con anterioridad.





En el frontón del antiguo cine, sobre una ventana circular, aparece la inscripción:
Año 1924

   Entre calle Horquilleros y el Barrio de la Paja se observa un considerable número de viviendas, la mayoría de tamaño pequeño y una zona aún por edificar. No era extraño que dentro del recinto urbano quedaran solares y espacios sin urbanizar.


   Abajo, a la izquierda, vemos la salida del arroyo que nace en la cañada Quintana y que discurre, embovedado, por debajo de varias viviendas y calles, como Horquilleros y Fuente, saliendo a la luz justo con el cruce de calle Yedra. Este tramo y el del arroyo de la Lucía se embovedaron ya hace algunos lustros, ganándose una larga calle y la conexión con varias otras, un parque y un gran espacio de aparcamientos, además de resolver un problema de sanidad pública por el riesgo de infecciones y enfermedades que podía provocar la insalubridad de sus aguas.


   Al fondo se ven los campos de labor preñados de olivos y el antiguo camino de Guaro, que tenía un puente que salvaba el arroyo del Tejar y que se encontraba empedrado a tramos. Parte de la actual carretera discurre por este antiguo camino, del que poco se conserva. El puente citado se encuentra en pié, parcialmente cubierto por las zarzas.



   Un último e importantísimo detalle: los mondeños y las mondeñas que nos observan desde esta imagen y que se sitúan en lugares como la plaza, la calle Fiscal o algunos balcones. El hecho de que retratasen el pueblo debió ser todo un acontecimiento por aquellas fechas. ¡Quién sabe si entre ellos se encuentran algunos de nuestros abuelos o bisabuelos!




© Diego Javier Sánchez Guerra.


  

sábado, 1 de febrero de 2014

UNA IMAGEN DE GUARO EN EL CATASTRO DE ENSENADA (SIGLO XVIII)


   El Catastro de Ensenada es un documento que se redactó  a mediados del siglo XVIII en unos 15.000 lugares de la Corona de Castilla y que buscaba contabilizar toda la población y recoger todos los elementos productivos, rentas, oficios, propiedades, ganados… aportando valiosos datos económicos y paisajísticos, entre otros. A la descripción del pueblo y de sus cultivos, negocios, empresas, riquezas, rentas, etc,… acompañaba en la mayoría de los casos un dibujo que recogía los elementos más importantes de cada municipio.

   De la Sierra de las Nieves se conserva casi todos, aunque el de Yunquera es inexistente y el de Alozaina de una gran simplicidad.

   El de Guaro, por fortuna, es uno de los mejor realizados y refleja elementos de hace 250 años, muchos de los cuales aún perviven aunque si no físicamente, si en la memoria y en los topónimos de algunas calles. Pero antes de entrar en detalle, una advertencia: el autor no tuvo porqué reflejar exactamente la realidad tal como era (por ejemplo, la torre de la iglesia no aparece a los pies, pero aparece) y pudo obviar ciertos elementos. Estamos ante un dibujo, pero no ante una fotografía, no lo olvidemos.

   Una vez tenido en cuenta esto, pasemos a comentarlo.

                                                Esta imagen de Guaro en 1752 se conserva en el                                                          
 Archivo Histórico Provincial de Granada


   Por la perspectiva y el encuadre, parece como si el autor hubiera realizado el dibujo desde un punto elevado la ladera del camino de Guájar que conduce al Mocabel. Éste queda ceñido por los puntos cardinales, que aparecen recogidos en unas cartelas. Los trazos del dibujante vislumbran un pueblo en la ladera de la Sierra que se adapta al terreno, donde ya se muestran los elementos tradicionales del urbanismo de la Sierra de las Nieves y que podemos contemplar en casi todos los municipios gracias a que todos comparten un mismo origen islámico: fortaleza en cota dominante, el caserío más abajo y, al final, anunciada por la confluencia de las aguas de los arroyos y algunas arboledas, las zonas de huertas, los espacios irrigados, que conforman un agro-sistema aportado por la cultura del agua musulmana. La típica estructura de un asentamiento andalusí.

   Se observa con claridad meridiana los caminos que conectaban Guaro con las poblaciones más importantes, como el de Ronda, que se dirige a la ermita del Cristo de la Cruz del Puerto buscando el camino de Tolox, o el antiguo camino de Coín, que discurría paralelo a las huertas, bajo el molino de Mármolejo, buscando el cerro del Polvillar y en paralelo al arroyo.

   Los elementos vegetales son muy escasos y difíciles de identificar. Aparecen árboles junto al arroyo de la Albarrada y en primer plano pero al fondo a la derecha unas hojas puntiagudas pueden estar poniéndonos de relieve la existencia de pitas, una planta perteneciente a la familia de las agavaceae y procedente de la zona de Méjico que ha sido muy aprovechada hasta hace relativamente poco para elaborar hondas, cuerdas, zambombas…

Supuestas pitas


   En el cielo el dibujante ha querido esbozar unas cuantas nubes quizás para darle algo más de naturalidad a la escena.

   Significativos son los cursos fluviales del arroyo de la Fuentezuela y la Albarrada, embovedados actualmente y sobre los que discurren varias calles. La Sierra que se yergue tras Guaro es de geología carbonatada y sus rocas tienen la cualidad de almacenar agua, de contenerla y expulsarla a través de veneros y surgencias. Esas aguas que manan de un manantial bautizaron y dieron nombre al pueblo de Guaro; su nombre proviene de un término árabe, alfaguara (alfawwára), que en lengua islámica significa manantial, surgencia, fuente, surtidor... El nacimiento de este pueblo, como muchos otros, hay que relacionarlo con la existencia de recursos hidrológicos, entre otras cuestiones.

Los dos cauces fluviales


   En el dibujo encontramos representada una fuente en la que aparecen tres caños y un pilar, que posiblemente habría que relacionar con la que existía tras el Ayuntamiento y que también era un lavadero. Esta fuente-lavadero fue destruida hace algunas décadas privando al pueblo de un importante legado histórico-patrimonial. Sin embargo, no aparece la de la Fuentezuela porque, seguramente, en esta época es posible  que no se hubiera construido. El Diccionario de Pascual Madoz, documento de mediados del siglo XIX, si que menciona la existencia de dos fuentes, pero no llega a señalar sus nombres. Es de suponer que fueran la de la Fuentezuela y la que aparece en la imagen. No se ve ningún puente sobre los cauces fluviales (al contrario que los casos de Monda, Tolox, Casarabonela…), por lo que podría pensarse que estos arroyos tendrían unos cauces no demasiado generosos. Pero hace no demasiados años, en unas obras de reforma de la calle Nueva apareció un pequeño puente con arco rebajado ejecutado en ladrillo de barro cocido de módulo no demasiado grande, pudiendo datar la obra del siglo XIX.

La fuente que nutre el arroyo de la Albarrada


El viejo puente de calle Nueva.
Fuente: www.guaro.es

   Las casas se distribuyen un tanto aleatoriamente adaptándose a la inclinación del terreno, presumiblemente buscando el acomodo en las zonas más llanas y sin llegar a definir, aparentemente, calles ni viales. En el caserío no aparece el antiguo cementerio, el que se encontraba poco más abajo del viejo cuartel de la Guardia Civil (ya hace años desaparecido, aunque Pascual Madoz si que lo menciona), porque todavía en esta época la gente recibía sepultura en la iglesia o en su entorno más próximo en la creencia generalizada de que el estar más cerca del Salvador les facilitaría el pasaje al Más Allá. Los cementerios empezaron a construirse a las afueras de las poblaciones a primeros del siglo XIX por razones higiénicas y no sin cierta oposición por parte de los vecinos.



   Si comparamos el dibujo de las viviendas con algunas antiguas fotos de Guaro, podremos comprobar como durante varios siglos la arquitectura popular de este municipio se ha mantenido con unas tipologías concretas. Esta tendencia se vio rota hacia mediados del siglo XX cuando se produjo la introducción y generalización del uso del hormigón, el ladrillo, el cemento y otros materiales, junto con el planteamiento de nuevas tipologías edificatorias, comenzando la transformación del paisaje arquitectónico hasta lo que es hoy. Pero teniendo en cuenta el dibujo se puede afirmar que los tipos no han cambiado en más de dos siglos. Vemos viviendas de volúmenes cúbicos (que recuerdan vagamente algunas formas picassianas) y planta cuadrangular, casas de no gran tamaño donde puertas y ventanas son relativamente pequeñas. Ciertamente los muros de cierre tenían carácter sustentante, por lo que no se podían abrir ni muchos vanos, ni de gran tamaño ya que peligraría la seguridad estructural de la construcción. La mayoría parece tener planta calle y en algunas parece observarse una cámara. Se rematan las viviendas con cubiertas  a una o dos aguas escamadas de tejas moras y, aunque el dibujante no ha reflejado los humeros, debieron haberlos dado que eran fundamentales para calentar la casa y hacer la comida.



   Posiblemente estas formas constructivas, esos modelos arquitectónicos y sus técnicas edificatorias sean mucho más antiguas y hundan sus raíces en tiempos islámicos.

   En la imagen se echa de menos la Cruz del Puerto, quizás no aparezca reflejada porque todavía no existía o el dibujante no le dio la suficiente importancia. Tampoco se observa ningún edificio que pueda relacionarse con algunos de los molinos que tuvo el pueblo. Es posible que el autor no quisiera entrar en tanto detalle o que todavía no existieran.

   Junto a las viviendas aparecen una serie de construcciones más relevantes. Pasemos a verlas.

La torre de Erasso

   Arriba de la imagen, a la izquierda, nos topamos con la torre de Erasso. Ésta ya aparece recogida en numerosas fuentes documentales desde el siglo XV (aunque alguna fuente islámica hace referencia a Guaro incluso antes). Se trata de una torre de alquería de origen musulmán que posee planta cuadrangular, dispone de varias alturas y se remata por una cubierta plana con merlones y una estructura que bien podría ser el acceso desde el piso inmediatamente inferior. Dispone de una puerta de entrada a ras de suelo (como en Istán) y varias pequeñas ventanas. Esta torre daba cobijo y refugio a la población guareña en ciertos momentos de peligro, como cuando los cristianos realizaban algún ataque relámpago para robar ganados, cosechas y personas, destruir cultivos y sembrar el miedo. Todo el territorio nazarí estaba sembrado con estas torres que, junto a fortalezas de mayor envergadura como la de Monda, la de Tolox, la de Alozaina o la de Casarabonela, estructuraban defensivamente el territorio del otrora flamante Reino de Granada y daban protección a los habitantes de las alquerías cercanas. Son muchas las torres de alquería y torres almenaras que había en la Sierra de las Nieves y zonas aledañas, la mayoría hoy desaparecidas o en un lamentable estado de conservación.

        


La desaparecida torre de Erasso y la torre de Urique


   Como se ha señalado, la torre de Erasso aparece en numerosas fuentes documentales. Una de ellas es el Libro de Apeos, de fines del siglo XVI, donde se recoge que:

La dcha villa tiene una torre la qual es de Don Fransisco Tello de Heraso vezino de Coin que tiene hacienda en la dcha Villa de Guaro, y a temporadas reside en ella, y aunque la dcha torre no es moi grande es fuerza donde a nesecidad se puenden recoxer los vecinos.

   Además, la obra de Luis del Mármol Carvajal,  Historia del rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada, de la misma época, que relata la sublevación morisca hacia 1568-1570, recoge como a Guaro mandaron un destacamento de gente de armas:

   A la torre de Guaro, que está junto a Monda, fue Gaspar Bernal con cien hombres (…)

   Una torre muy similar a la de Guaro existe en Alhaurín, en el paraje de Urique, y la de Istán debió ser por el estilo de la de Guaro. La primera de ellas se encuentra muy bien conservada y es fácil su visita.

   Estas torres solían verse protegidas por una cerca muraria de no demasiada potencia, de no grande envergadura. En Guaro, aunque no se conserve ni la torre ni sus elementos, si que se conserva su eco fosilizado en tres topónimos asociados a varias calles: Torre, Portillo de la Torre y Muladar. Se puede inferir, por estos topónimos, que la torre de alquería de Guaro poseía un recinto amurallado (aunque no se recoge en el dibujo); la palabra muladar es una deformación de muradal, término que hace referencia a un muro o una muralla. Fuera de las murallas se solía arrojar los detritos, las basuras y las inmundicias, de ahí asociar muladar con un lugar donde se tiran los desperdicios.


La calle Torre, lo poco que queda de la torre de Erasso


   Pues bien, a tenor de lo expuesto, más bien puede afirmarse que el pueblo de Guaro es de origen islámico y no tanto como recoge una tradición local, que cuenta que fue conformado por la población de una alquería situada a varios kilómetros y conocida por los lugareños como Guaro Viejo, que huía del avance de los cristianos.


Ermita dedicada a Ntro. Padre Jesús

   Arriba y a la derecha de la imagen aparece otra construcción que ya no se conserva.  Su recuerdo se encuentra fosilizado en calle Ermita. Según Pascual Madoz estaba dedicada a Nuestro Padre Jesús. En el dibujo vemos como se representa con una única nave alargada a la que se accede por una puerta con arco rematada por una espadaña (elemento que alberga las campanas y que se generalizó en el siglo XVIII) con una veleta. Bajo la espadaña el autor ha colocado las letras JHS, acrónimo de Jesús Hombre Salvador. La cubierta es un tanto extraña, parece como si no estuviera finalizada mientras que en el otro extremo de la nave parece representarse parte de la pared del fondo. Es posible que en el siglo XIX fuese desamortizada y pasara a manos privadas. Aunque fue demolida hace ya bastantes años, todavía los más mayores la recuerdan.


La vieja y desaparecida ermita



La iglesia parroquial de San  Miguel:

   La iglesia de San Miguel Arcángel fue construida a primeros del siglo XVI y no es la única de la zona bajo esa advocación en la Sierra de las Nieves. Los templos de Istán y Tolox se encuentran bajo el amparo de la misma figura. Esto tiene su explicación; el arcángel San Miguel era jefe de los ejércitos de Dios y había mandado a Satanás al infierno, había derrotado al mal. Los cristianos, en el proceso de invasión y de conquista del territorio islámico peninsular, además de las herramientas para la guerra, se armaron con símbolos ideológicos como éste que nos venía a contar que al igual que el arcángel había triunfado sobre el mal, los cristianos habían derrotado a los musulmanes.


El bueno de San Miguel derrotando al demonio y aguantando con estoicismo 
la "guerra biológica" a la que se ve sometido por las palomas.
Esta hornacina se encuentra sobre la entrada a la iglesia


   En muchísimas ocasiones las mezquitas de las poblaciones islámicas eran demolidas o transformadas en templos cristianos (en las de Monda y Casarabonela se documenta esta cuestión), por lo que muy probablemente la de Guaro tenga ese origen.

   La iglesia se nos presenta con la misma configuración actual: planta de cruz latina, una sola nave, bóveda sobre el crucero y torre-campanario, lo que ocurre es que el autor no la refleja a los pies del templo, lo cual es bastante curioso; pudiera ser que la torre-campanario originalmente no se encontrara a los pies, sino en el lateral del templo. Por otro lado, el dibujante representa su altura de forma notablemente menor en comparación con la actual; quizás en el pasado no tuviera tantos cuerpos y fuese más baja (como ocurrió con la iglesia de Tolox). En esta época muchas iglesias se reforman, se amplían y aumentan de tamaño para dar cabida a más feligreses. Muchas seguían aprovechando los alminares de las ya demolidas mezquitas y, llegados a este punto, podría plantearse la siguiente hipótesis: ¿Podría ser, el del dibujo, el alminar de la mezquita de Guaro y que éste fuese destruido para, posteriormente, se construyera la nueva torre-campanario a los pies? Es muy difícil saberlo, pero no deja de ser bastante extraño que el dibujante no la plasmara a los pies del templo y la recogiera tras la nave.

   Tampoco aparecen un vano (en concreto un balcón) y una hornacina que aloja la figura de San Miguel  sobre la entrada; en su lugar el dibujante representa un óculo, un ojo de buey. Ni tampoco el reloj, que se colocaría seguramente a finales del XIX o principios del XX, como en muchos otros pueblos. En su momento debió de ser muy impactante. Sin embargo el dibujante recoge una puerta lateral que hoy no existe y donde hoy se encuentra una  fuente. No era extraño que algunos accesos laterales se cegaran y en ellos se construyeran capillas por las que los promotores pagaban generosas cantidades. Tanto la puerta principal como la lateral se ejecutan con arco de medio punto; si tuvieron molduras, el dibujante no las refleja, sin embargo si que plasma hasta los clavos de las puertas.


La iglesia de Guaro hace un cuarto de milenio


   No aparece, evidentemente, la Cruz de los Caídos, monumento que se levantó a finales de los años treinta o principios de los cuarenta del siglo XX y que se encuentra en uno de los laterales de la iglesia. Tampoco aparecen las ventanas de la pared lateral de la nave; lo más probable es que no estuvieran abiertas.


Ventanas de la nave lateral de la iglesia.
Fuente: www.andaluciaturistica.com


   Según la parte del templo, presenta cubierta a una, dos o cuatro aguas, con teja de medio cañón. La cúpula del crucero que aparece en el dibujo tiene cubierta a cuatro aguas, con muros que la elevan pero en la actualidad tan sólo aparece la cubierta con sus cuatro paños sin aparecer los muros del alzado. Seguramente esto se deba a algunas de las reformas posteriores del templo (no olvidemos que durante la Guerra Civil sufrió importantes desperfectos). De las dos veletas que tiene actualmente, sólo aparece una de ellas y la moldura con cruz de hierro que remata la entrada, tampoco aparece reflejada en el dibujo.


La veleta de la torre-campanario



La veleta de la cubierta de la cúpula del  crucero tiene una perforación,
posiblemente realizada por un proyectil en tiempos pasados


Fuente: www.malagapueblos.com


   Algo que el dibujo no recoge es la decoración pictórica parietal de distintos colores que posee oculta bajo la cal. Al haber recibido una gran reforma en época Barroca, como muchas otras de la zona, muchos de sus muros interiores y exteriores se encontraban decorados con motivos arquitectónicos, vegetales, figurativos… de vivos colores que en muchos casos se han perdido en posteriores reformas al no haberlos tenido en cuenta, dado que estaban silenciados bajo un espeso manto de cal. No es el único ejemplo de decoración pictórica en Guaro, frente al antiguo edificio de la cárcel (hoy correos) hay una vieja vivienda que conserva parte de su antigua decoración y en la calle lateral a esta casa, que conduce al Ayuntamiento, hay otra vivienda que conservaba bellos y coloridos dibujos.


Decoración pictórica en la fachada de la iglesia de Guaro donde
se representa una superficie de sillar almohadillado, aunque 
oculta parcialmente por la cal

Vivienda frente a la antigua cárcel con decoración pictórica de sillares

   Tras dos siglos y medio y a pesar de los cambios, el pueblo es reconocible. Durante todo este tiempo Guaro, a la par que ha ido transformándose, ha ido creciendo. Por desgracia, la torre de Erasso y la ermita han desaparecido, así como la fuente-lavadero. Patrimonios que hoy día serían unos importantes recursos culturales y turísticos. Actualmente casi ni son meros recuerdos. Pero a lo largo de este tiempo a Guaro se le han sumando más viviendas (que han ido conformando barrios, perfilando calles, callejones, plazas, avenidas), parques y jardines, otras fuentes y construcciones de carácter productivo como los molinos de aceite, etc, que configuran su aspecto actual sin que por ello haya perdido la esencia de sus raíces como pueblo de origen andalusí.




© Diego Javier Sánchez Guerra.